Historia de la Filosofía

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Historia de la Filosofía 1

SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTOR: Qurtuba editores S. L. Opción A Términos o expresiones subrayados. En este fragmento del Discurso del método se establece la primera regla del método cartesiano. Algo resulta evidente cuando se presenta de forma «clara y distintamente». Por claridad, entendemos la presencia inmediata de una idea ante la mente que la considera. Por distinción, entendemos la imposibilidad de confundir una idea con otra. La distinción sería, por tanto, la separación de las ideas, de modo que una no contenga nada de las otras. Mientras que toda idea distinta es clara, no por ser clara es distinta. Descartes propone un método riguroso que asegure el acierto del uso de la razón, puesto que considera que esta es naturalmente apta para aprehender la verdad. Temática y posición filosófica. Para acercarnos al tema de este texto, primero hay que comprender la definición de método que hace Descartes: «El conjunto de reglas ciertas y fáciles que hacen imposible, para quien las observa exactamente, tomar lo falso por verdadero, y, sin ningún esfuerzo mental inútil, sino aumentando siempre, gradualmente, la ciencia, le conducirán al conocimiento verdadero de todo lo que es capaz de conocer». En la segunda parte del Discurso del método, este conjunto de reglas se sintetiza en cuatro: Regla de la evidencia. Descartes opone la evidencia a la conjetura; mientras que en la evidencia la verdad se manifiesta de manera inmediata, no sucede así con la conjetura. Dicha regla consiste, en palabras de Descartes, en «no aceptar nunca ninguna cosa por verdadera, si no se la reconoce verdaderamente como tal; para ello es preciso evitar diligentemente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios más que lo que se presente tan clara y distintamente a mi espíritu, que yo no tenga ninguna ocasión de ponerlo en duda». Regla del análisis. Consiste en «dividir cada una de las dificultades que se han de examinar, en el mayor número de partes posibles y necesarias para resolverlas mejor». Mediante el análisis se pretende llegar a lo que Descartes denomina naturalezas simples, aquellas que no pueden dividirse más, y, por tanto, son claras y distintas. Estos serían los primeros elementos de toda deducción. Regla de la síntesis. En palabras de Descartes: «conducir mis pensamientos por orden, empezando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como por grados, hasta los conocimientos más complejos, suponiendo que haya un orden, incluso entre los objetos que no se precedan naturalmente los unos de los otros». Podría mos decir que el orden es para la deducción, lo que la evidencia es para la intuición. Regla de la enumeración o revisión. Consiste en «hacer en todo enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales que estemos seguros de no omitir nada». Mientras la enumeración sirve para comprobar el análisis, la revisión garantiza la síntesis. El análisis o división tiene un límite, que son los objetos más simples y fáciles de conocer, los elementos indivisibles a los que denomina naturalezas simples, los cuales representan el último término del análisis y el primero de la síntesis, y pueden ser captados por intuición. Cuantas más veces se recorran los tres últimos pasos, que son deductivos, más se asemeja la deducción a la intuición. Si Descartes establece con detalle un método que incluye unos pasos a seguir, es precisamente porque busca llegar a verdades absolutamente indudables, a una filosofía segura y definitiva; un objetivo que tiene relación con la desilusión que le provoca la falta de seguridad en ciertas creencias, especialmente en la filosofía, y su fe en la capacidad humana de conocer y la necesidad de recurrir a un método riguroso. El afán del filósofo es el de fundamentar un cuerpo de verdades filosóficas, un sistema sobre cimientos sólidos y construir una nueva filosofía, caracterizada por la seguridad de su conocimiento. Pero antes de construir, le parece necesario rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que podría imaginar un motivo de duda. Es así que aplica la duda sistematizada. Una certeza es absoluta cuando sobre ella no influye duda alguna. Por lo tanto, la duda tiene como principal misión obtener certezas evidentes. Una vez que Descartes duda de todo y no asume ningún conocimiento como válido, propone la intuición como el primer paso de las reglas bien definidas de su método para adquirir un conocimiento cierto y firme, pues esta le permite una captación inmediata, intelectual y sin esfuerzo de lo evidente. A partir de allí, y como se ha descrito, la mente puede deducir otras verdades filosóficas. Contexto histórico-cultural y filosófico. Descartes (1596-1650) fue un filósofo del siglo XVII. Políticamente, en ese período Francia, al igual que el resto de las grandes naciones europeas de la época, se organiza como una monarquía absoluta, que llegará a su apogeo con Luis XIV y la identificación entre el monarca y el Estado. El siglo XVII fue también un período de crisis en Europa. Parte de la vida de Descartes coincide con la Guerra de los Treinta Años entre los estados católicos y protestantes del imperio 2

alemán, una guerra que se produce en el seno de una sociedad con un fuerte desarrollo de la burguesía, vinculada al capitalismo mercantilista, favorecido a su vez por la expansión del comercio marítimo y colonial. Desde el punto de vista cultural, en el siglo XVII impera el arte barroco. El rasgo probablemente más importante de esta época es la extensión de la cultura escrita, no solo en latín, gracias a la invención y desarrollo de la imprenta. De hecho, la obra del Discurso del método fue una de las primeras escritas en francés. En esa época, un conjunto de pensadores que se autoproclamaban renacentistas y que tomaban al ser humano como el centro de sus investigaciones, comenzó a surgir fuera del ámbito universitario el ámbito escolástico por excelencia. Este giro antropológico influyó sobre Descartes, que hizo al ser humano el objeto central de su pensamiento y la base que le permitió construir su doctrina. Sin embargo, el filósofo francés no perteneció realmente a ese grupo, ya que su educación había sido plenamente escolástica en el colegio de La Flèche. De forma paradójica, fue la propia escolástica una doctrina que el propio Descartes contribuyó a destruir la influencia fundamental en los esquemas mentales y modos de razonar del filósofo francés. Su pasión por la lógica matemática y su búsqueda de una verdad clara, a partir de la cual construir toda su filosofía, son rasgos claramente escolásticos. Si Descartes necesitaba de una verdad de la que no se pudiera dudar en ningún caso para crear, a través de las demostraciones lógicas, su sistema de pensamiento, fue porque una verdad lógica no puede partir de premisas falsas, tal y como enseñaba la escolástica. No obstante, esta última partía de una verdad revelada la palabra de Dios que no era posible poner en duda, algo completamente contrario al planteamiento cartesiano de análisis de la realidad. Al igual que en el caso de Aristóteles y Platón, la influencia fundamental de Descartes fue la doctrina que él mismo combatió. La escolástica le proporcionó las herramientas necesarias para crear una nueva filosofía y dejar atrás para siempre un sistema de pensamiento inadecuado para el mundo que estaba apareciendo en la Edad Moderna. Es importante señalar que Descartes tenía conocimiento del libro de ciencia más importante Philosophia naturalis principia matemática y de la condena de su autor, Galileo, por el tribunal de la inquisición en Roma. Debido a esa condena, el filósofo tenía miedo de que algunas de sus ideas pudiesen ser objeto de un juicio parecido y, por ello, decidió no publicar su Tratado del mundo. Solo unos años más tarde, en 1637, publicó una parte de su obra científica, Dióptrica, meteoros y geometría, precedida, como introducción metodológica, por el Discurso del método. Probablemente fuera este miedo el que le hizo publicar esta obra de forma anónima y le llevó a aclarar insistentemente que sus intenciones no eran otras que las de reformar su propio conocimiento, por lo que desaconsejaba a los lectores que hicieran lo mismo. Probablemente, por el mismo motivo, destacó asimismo la importancia de Dios como garante de cualquier conocimiento. Todas estas «precauciones» le sirvieron de poco. En 1643 el Consejo de la Universidad de Utrecht condenó a Descartes por ateísmo, más tarde se le acusó de pelagianismo (perteneciente a la secta de Pelagio), y tras su muerte, algunas de sus obras principales fueron condenadas por la Iglesia. En resumen, Descartes fue el principal artífice de la revolución intelectual del siglo XVII, que echó por tierra el escolasticismo medieval y del Renacimiento y estableció los fundamentos filosóficos de lo que conocemos como edad científica «moderna». En esta época, el hombre se convirtió en el objeto principal de la filosofía, de ahí que los temas relacionados con el conocimiento que la razón humana puede alcanzar se hicieran tan importantes. Descartes contribuyó a la aparición de la filosofía moderna con su búsqueda de verdades filosóficas tan ciertas como las matemáticas, por lo que se le considera el fundador y principal representante de la corriente racionalista que toma como referencia la ciencia moderna (Galileo, Bacon, Kepler), como modelo el método matemático y concede a la razón una importancia radical. Relación con el empirismo. Racionalismo y empirismo son las dos grandes corrientes filosóficas de la modernidad. El empirismo se desarrolla entre los siglos XVII y XVIII, de forma paralela al racionalismo, y sus máximos representantes (Hobbes, Locke, Berkeley y Hume) son naturales de las Islas británicas, por lo que a veces también se conoce a esta corriente con el nombre de empirismo inglés. Los racionalistas, por su parte, procedían todos del continente: Descartes era francés; Spinoza, holandés; y Leibniz alemán. Ambas corrientes filosóficas comparten los siguientes planteamientos: El ser de las cosas se da en la conciencia. Lo único que el entendimiento conoce directamente son las ideas. Por eso, ambas corrientes construirán sus sistemas filosóficos en la conciencia y desde la conciencia. Las ideas constituyen el núcleo del conocimiento. Ambas corrientes crean, en primer lugar, una teoría del conocimiento que permite explicar cómo las ideas sobre el mundo se alcanzan mediante la razón. Ambas esperan que la filosofía avance siguiendo un progreso similar al de la ciencia. Ambas coinciden en considerar que uno de los problemas fundamentales sobre los que debe reflexionar el filósofo es el establecimiento de un correcto método científico. Pero también ambas corrientes presentan puntos de discrepancia: Para los racionalistas solo es posible tener certeza acerca de aquello que el entendimiento construye por sí mismo, al margen de la experiencia, ya que la experiencia produce ideas confusas. Para el empirismo, en cambio, solo tienen validez aquellas ideas que son recibidas de modo pasivo por el entendimiento y a partir de la experiencia. 3

Los racionalistas creen en las ideas innatas: ciertos conceptos fundamentales que el entendimiento elabora por sí mismo y a partir de los cuales se pueden deducir otros conocimientos. Sin embargo, algunos empiristas, como Locke, sostienen que el entendimiento es, al nacer el individuo, como un papel en blanco (una tábula rasa) en el que no hay nada escrito. En general, va en contra de los principios empiristas suponer que el entendimiento pueda construir por sí mismo conceptos, sin intervención de la experiencia. Empiristas y racionalistas consideran que la intuición es el modo adecuado de acceso al conocimiento, negando validez al conocimiento abstractivo de los escolásticos. Ahora bien, a diferencia de los segundos, los empiristas parten de intuiciones empíricas y no intelectuales. Es decir no de los conceptos puros, sino de las imágenes o las huellas que deja la sensación en el entendimiento. Los empiristas sitúan a las denominadas ciencias experimentales (que adquirieron en manos de Newton gran desarrollo) como modelo de saber. Los racionalistas, por su parte, proponen las matemáticas como modelo. Los racionalistas confían en la capacidad de la razón humana para alcanzar un conocimiento pleno de la realidad, sin embargo, los empiristas no confían en ello y niegan totalmente que sea posible alcanzar un verdadero conocimiento sobre aquello de lo que no se posee experiencia sensible. Valoración personal y actualidad. Se considera a Descartes padre de la filosofía moderna (independientemente de sus aportaciones a las matemáticas y la física), principalmente por su decisión de rechazar las verdades recibidas por ejemplo de la escolástica y de combatir activamente los prejuicios. La filosofía cartesiana continúa siendo vital para el análisis del mundo, de ahí que se considere a Descartes el padre de la filosofía moderna y uno de los padres de la ciencia, pues sentó las bases del método científico, sus pasos y alcance. Este filósofo es el primero en plantear un método estructurado, con reglas claras, que permite al hombre alcanzar el conocimiento científico, un problema del que se han ocupado otros filósofos posteriores. Hace siglos, Descartes tuvo la genialidad de priorizar y profundizar en problemas epistemológicos. Y la cuestión de los principios del método científico y las cuestiones sobre la posibilidad del hombre de alcanzar el conocimiento sobre el mundo siguen preocupando a los filósofos de hoy en día y constituyen las principales interrogantes tanto de la filosofía como de las disciplinas científicas, aquellas que, dejando a un lado los temas metafísicos, invierten cada vez más esfuerzos en el conocimiento del mundo. Opción B Términos o expresiones subrayados. El imperativo categórico expresa un mandato objetivamente necesario; es decir, que debe cumplirse aunque no haya por medio ninguna condición (buena en sí). Este es el imperativo propio de la moralidad, ya que toda ley moral representa una acción buena y, por tanto, necesaria para un individuo que se conduce según su racionalidad práctica o moral. Por otra parte, este imperativo categórico, base de la moral, debe ser tal que pueda convertirse en una ley práctica y universal, es decir una regla para la actuación de todos los hombres. Kant resume este precepto con estas palabras claves: «actúa de forma que la máxima de tu conducta pueda ser siempre un principio de ley natural y universal». Temática y posición filosófica. Este texto pertenece a Kant, principal exponente de la Ilustración alemana y padre del idealismo trascendental, concretamente a su obra Fundamentación metafísica de las costumbres, que forma parte de su período crítico, el más importante, ya que refleja la madurez de su pensamiento. A este período crítico también pertenece la Crítica de la razón pura, su obra cumbre. La ética kantiana no busca la felicidad humana sino la consecución del deber. Su ética es formal, puesto que prescinde de las condiciones del mundo para fundamentar la ética correspondiente a un Estado ideal. Kant comienza esta Fundamentación de la metafísica de las costumbres con una célebre aseveración: «Ni en el mundo, ni en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan solo una buena voluntad»; el bien se define no por lo que se realiza, es decir, por las consecuencias de la acción, sino por el sometimiento de la misma a la forma de la acción moral: la universalidad. Según Kant, toda ley moral tiene una materia y una forma: la materia de la ley es lo que manda la ley; la forma de la ley es la universalidad, entendiendo por universalidad aquello que es válido para todas las acciones del mismo tipo, en todo tiempo y espacio y para todos los sujetos y todos los casos. Con esta tesis, este autor se aleja de las éticas materiales, es decir, de aquellas que pretenden derivar sus principios y leyes a partir de la observación de los hechos y se basan en la experiencia. La buena voluntad es la que actúa por deber, y el deber no viene definido por ningún contenido material sino que es el cumplimiento de la ley. Las éticas materiales se basan en imperativos hipotéticos (la acción es buena solo como medio para otra cosa). La ética formal, en cambio, se basa en el imperativo categórico (la 4

acción es buena en sí), un tipo de norma que no proviene de la experiencia sino que debe ser definido a priori. Las tres formulaciones del imperativo categórico son: Fórmula de la ley universal. «Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal». Fórmula del fin en sí mismo. «Obra de tal manera que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro siempre como un fin y nunca solamente como un medio». Fórmula de la autonomía. «Que la voluntad, por su máxima, pueda considerarse a sí misma al mismo tiempo como universalmente legisladora». Contexto histórico-cultural y filosófico. El contexto histórico del pensamiento de Kant corresponde al siglo XVIII, período conocido con el nombre de Ilustración. Esta abarca, fundamentalmente, todo el siglo XVIII, en concreto desde 1688 momento en el que triunfa la Revolución liberal inglesa, hasta 1789 año de la Revolución francesa ; aunque en cada país se desarrolla en un tiempo distinto y adquiere unas características peculiares. En el continente europeo, durante este siglo, la forma más común de gobierno es el «despotismo ilustrado», cuyo lema será «todo para el pueblo pero sin el pueblo». A pesar de ello, las nuevas ideas políticas, nacidas en la Ilustración inglesa parlamentarismo y división de poderes, irán prendiendo por todo Occidente, dando lugar a las revoluciones americana (1776) y francesa (1789). El absolutismo y la sociedad feudal serán progresivamente abolidos por este espíritu revolucionario. El movimiento culminará en Francia con el imperio napoleónico y se extenderá progresivamente por toda Europa durante el siglo XIX, desembocando en el triunfo de las democracias parlamentarias de signo burgués. En el ámbito de la cultura, el Siglo de las Luces se caracteriza por el imperio de la razón, el famoso lema sapere aude (atrévete a saber) nos da fe de un momento histórico la segunda mitad del siglo XVIII que supone una ruptura con la tradición, la autoridad y el dogmatismo de etapas anteriores. El criticismo kantiano, que asume la necesidad de poner en tela de juicio cualquier idea antes de aceptarla acríticamente, insta a la razón a valerse por sí misma. Frente al oscurantismo y el dogmatismo precedentes, el siglo XVIII abre un nuevo camino para la razón. Los ilustrados defienden la idea de una razón autónoma y crítica, de ahí su interés por la ciencia, por la secularización del pensamiento, por el conocimiento universal (plasmado en la Enciclopedia), su confianza en el progreso y en el desarrollo del ser humano, gracias a la educación, su pretensión de una religión natural desprovista de normas y su defensa de las libertades políticas. Este espíritu ilustrado llegará a todas las manifestaciones del saber: En el plano científico, destaca la «física de Newton». Por otra parte, los descubrimientos científicos se difunden y popularizan gracias a publicaciones periódicas y a las «Academias». En la esfera del arte, domina el neoclasicismo, caracterizado por su sobriedad frente a los excesos del barroco. La música alcanza cotas de gran belleza gracias a autores como Händel, Mozart, Haydn. También hay que destacar la edición de la Enciclopedia, obra en la que se intenta recopilar y difundir todos los conocimientos de la humanidad. En cuanto a la metafísica, Kant se encuentra con que esta se diluía en continuos debates sin posibilidad de acuerdo entre los expertos. Esta situación contrastaba con el desarrollo y el consenso conquistados por la física y las matemáticas. Kant hará referencia a esta situación de conflicto en la metafísica, disciplina que sitúa en un «campo de batalla», una inestabilidad que se debe, precisamente, a la falta de reconciliación entre las propuestas del empirismo y las del racionalismo. Así, mientras el racionalismo caracterizado por su confianza absoluta en la razón y su desprecio por la experiencia caía en el dogmatismo, el empirismo al hacer de la experiencia el origen y el límite del conocimiento se veía incapacitado para justificar el valor universal y necesario de las leyes científicas, un conflicto cuyo final era el escepticismo. La solución de Kant consistió en diseñar un sistema que, concediendo el valor debido a la experiencia, garantizara la universalidad y necesidad del conocimiento. Sin embargo, Kant no se limitó al ámbito del conocimiento racional, ya que también se ocupó del papel que debía desempeñar la razón en el terreno de la moral. Así, a partir de la pregunta «qué debe hace el hombre?» desarrolló toda su teoría ética. Relación con la filosofía idealista y el marxismo. Kant ha ejercido mayor influencia en el pensamiento contemporáneo que ningún otro filósofo de la era moderna. La filosofía kantiana, y en especial como la desarrolló el filósofo alemán Friedrich Hegel, estableció los cimientos sobre los que se edificó la estructura básica del pensamiento marxista. En la dualidad sujeto-objeto propuesta por Kant, el sujeto cognoscente (trascendental) deja de ser un simple receptor de la realidad y se convierte en un agente que conforma lo que le llega por los sentidos. Sin embargo, Kant mantiene la creencia de que la cosa en sí, la realidad, es incognoscible. La filosofía de Hegel, en cambio, lleva al extremo estas ideas y supera la escisión entre sujeto y objeto, proponiendo el denominado idealismo absoluto que elimina la cosa en sí y concibe al sujeto como realidad absoluta. En ese sentido, la realidad no es más que pensamiento o idea. Por otra parte, Kant fue el primero en hablar de antinomias o contradicciones entre dos principios racionales; y Hegel y Marx se apoyaron en estas ideas para concebir su método dialéctico. Valoración personal y actualidad. Como se ha desarrollado, las nociones de sujeto de Kant dieron pie a una reflexión sobre su actividad y responsabili- 5

dad en la configuración de la realidad. Pero, de acuerdo con la Escuela de Frankfurt, al establecer un sujeto universal y abstracto, también dio lugar a la sociedad manipuladora, abstracta y tecnocrática del siglo XX. Por otra parte, a lo largo de la obra de Kant, se tratan con claridad dos temas de mucha importancia en el desarrollo de la filosofía posterior: En primer lugar, el filósofo afirma que el deber es presentado por la razón como una ley objetiva, es decir, como algo que debemos cumplir porque es lo razonable, independientemente de nuestra voluntad. En segundo lugar, aunque la lógica nos indique lo que debemos hacer, estamos constituidos de tal manera que quedamos liberados de la obligación que impone esa lógica, lo que nos permite hacer incluso lo contrario. De ahí que sea necesario el establecimiento de leyes a cumplir. El concepto que posee Kant de la libertad irreductible del ser humano ha sido positivo en el avance de la humanidad; sin embargo, su empeño en esta imposición de leyes morales más allá de la obtención de ningún fin concreto y la obligación que establece de obedecer esas leyes, se encuentra en el germen de los regímenes totalitarios propios del siglo XX. 6