El valor social i comercial de la vaixella metàl lica al Mediterrani centre-occidental durant la protohistòria



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Raimon Graells i Fabregat 1 (Coordinador) Pàgs. 259-340 El valor social i comercial de la vaixella metàl lica al Mediterrani centre-occidental durant la protohistòria Il valore sociale e commerciale dell vasellame metallico nel Mediterraneo centro-occidentale durante la protostoria The social and comercial value of metallic vessels during the protohistory in the central and occidental Mediterranean Presentació 1 La presència d elements de vaixella metàl lica durant la primera meitat del primer mil lenni abans de la nostra era en diferents contextos europeus ha suscitat interpretacions diverses des de les seves primeres troballes: ús social i simbòlic de la vaixella, ús cerimonial, emulació d elits, koiné mediterrània, aculturació, emergència social, entre d altres valoracions. Aquesta preocupació ha estat diversos cops plantejada a causa de la raresa dels vasos metàl lics en tots els contextos europeus. En paraules de B. Bouloumié el vas metàl lic a donc un valeur propre du fait de sa nature (valeur para-monétaire) et une valeur qui lui vient de son ornementation. Parvenu en milieu barbare, il se trouve encore auréolé d un prestige dû à son caractère exotique par son origine et sa fonction de vase à vin, boisson éminement exotique elle-même. 2 Com es desprèn d aquesta raresa, la vaixella metàl lica és 1. Becari FI, Unitat d Arqueologia, Prehistòria i Història Antiga de la Universitat de Lleida. Amb el suport del Fons Social Europeu i del Departament d Universitats, Recerca i Societat de la Informació de la Generalitat de Catalunya. 2. BOULOUMIÉ 1985: 169. Vegeu també BOULOUMIÉ 1986: 72. Per a comparar el valor monetari dels vasos metàl lics respecte als vasos ceràmics vegeu AMYX 1958, 275-281. per antonomàsia un element de luxe, a l abast d uns pocs, que s hereda, es dóna, s amortitza i, sobretot, que es desplaça. El seu comerç, redistribució, donació i tesaurització són elements que compliquen d entrada l estudi individual d un recipient de vaixella metàl lica i provoca problemes i debats respecte a l atribució de tallers. 3 El període de major difusió geogràfica, quantitativa i qualitativa de la vaixella metàl lica el representa el període orientalitzant ple i avançat, moment en què les exigències d ostentació social del prestigi de part de l aristocràcia condicionen les activitats artesanals, alimentant la demanda de productes de luxe o, si es vol, de productes parcialment de luxe, si es consideren les pàteres com un materials d escassa especialització artesanal. 4 Des de l inici del segle VI ac es veu una proliferació de tipus produïts en diferents tallers per tot el Mediterrani, alguns corresponents als grans centres de Grècia, Xipre, Fenicia i Etrúria, a derivacions i imitacions locals de les peces importades, i finalment a continuacions de les tradicions de l edat del bronze i de la primera edat del ferro de les diferents regions. El moment d eclosió de la 3. ROLLEY 2002, 52. 4. ALBANESE-PROCELLI 1985, 183. 259

producció de vaixella metàl lica serà durant la primera meitat del segle V ac. La majoria de les produccions es poden considerar importades o locals, però la discussió roman encara molt oberta per algunes produccions particulars, 5 que combinen elements importats, imitats, copiats i modificats en contextos indígenes. En aquesta línia, s ha cridat també l atenció sobre el problema de la distribució aparentment aleatòria d aquests vasos tal i com queda reflectit en les cartes de distribució. 6 Però sembla poder-se reconsiderar l advertència a partir d una visió amb perspectiva del problema. Ens referim a una visió de conjunt, valorant diversos exemplars, els seus respectius contextos i cronologies, etc., fet que ofereix bastant garanties de cara a afrontar la pessimista consideració de Bouloumié. De diferent manera es pot afrontar la presència de peces importades en contextos indígenes, tema que gaudeix actualment d una abundant bibliografia, i al problema de la distinció dels recipients importats i a la seva reinterpretació en contextos indígenes. 7 Les dades que ofereixen les troballes de les pàteres (i, en general, la vaixella metàl lica), indiquen que l amortització d aquests productes convergeix, d una banda, cap a l esfera privada (ús funerari), i, de l altra, cap a l àmbit sacre (deposició en fabisses votives i santuaris). Mentre que al Mediterrani occidental aquesta forma de tesaurització, com a deposició en santuaris, apareix rarament documentada, la seva deposició en tombes conforma la pràctica totalitat del registre. Es tracta tant de tombes masculines com femenines, que la composició dels aixovars defineixen com a tombes emergents. Valorant aquestes advertències és inevitable considerar la presència-absència de tipus entre diferents regions de cara a poder valorar tallers i circuits comercials. La plasmació de diferents circuits d intercanvi pot correspondre a estratègies diferents: subministrar productes a un mercat conegut i/o obrir mercats en base a l impacte sociològic, cultural i artístic que suposen els vasos metàl lics. D aquesta manera, la vaixella metàl lica i la seva distribució confirma una multiplicitat de sistemes comercials que funcionen coetàniament, però amb protagonistes diferents. Mentre que les poblacions costaneres al Mediterrani es pot considerar a partir d un moment concret una sèrie de relacions directes entre grecs, fenicis i etruscs amb les poblacions locals, en moments precedents i en moments sincrònics al comerç colonial, és difícil plantejar per a les societats de l interior una recepció de mercaderies sense una activa participació en cadena de diferents poblacions, comunitats o agents locals. Aquesta relació no es limita únicament a la recepció dels objectes de luxe sinó a la comprensió dels mateixos i l estil de vida que representen: l emergència social, els status symbol, el symposion i el món del banquet aristocràtic. El significat de la vaixella metàl lica sembla indicar una marcada ostentació de riquesa que distingeix persones o petits grups econòmicament i socialment elevats, posseïdors d aquests elements, mitjançant la sol licitut i l intercanvi de béns de prestigi. Aquest fet es combina amb la destinació majoritària a l àmbit funerari i, com a tal, a l àmbit privat. Un exemple d això és quan l element central de l aixovar és un gran vas metàl lic, que defineix la tomba com a principesca 8, actuant com a clar objecte personal. D aquesta manera, la vaixella metàl lica es troba en bronze, plata i or, en forma de copes, calders, pàteres, bols, gerres, cistes, i un llarg etcètera sempre relacionat amb el consum d aliments i begudes. Sembla clar que totes les interpretacions han assenyalat aquests elements com a peces extraordinàries que mereixen un estudi detallat i una posada en valor de la quantitat d informació que potencialment aporten. Les diferents lectures posen aquests objectes com a béns de prestigi, com a expressions del poder que els posseeix; produccions caracteritzades en diferents tallers i dins de sèries que permeten aproximacions cronològiques i geogràfiques. La dificultat resideix a distingir què significaven i quina posició tenien dins l escala de valors aquests objectes, tant pels qui els van realitzar i els van transportar com pels seus receptors o els qui els intercanviaven. El problema real és, doncs, aquesta valoració, la reconstrucció de la qual, sens dubte, donarà divergències entre els uns i els altres, però aporta més informació i crea una major inquietud que la mera interpretació funcionalista que ens aproxima a l ús. La constant actualitat respecte la vaixella metàl lica, motiva la celebració d aquest DEBAT, amb la voluntat de plantejar diferents punts de vista interpretatius sobre el seu valor en funció de diferents variables: tipus, cronologia, context cultural i procedència. Però essent conscients de la magnitud del problema, les participacions dels diferents autors han donat una visió seleccionada de les manifestacions més rellevants de l àrea centre-occidental del Mediterrani. Malauradament aquest debat se celebra l any que ens ha deixat l il lustre professor Cl. Rolley, un dels investigadors que més s ha preocupat per la vaixella metàl lica i el seu valor. A ell dediquem aquestes pàgines i reflexions. Esperant acomplir la idea plantejada, donem pas als treballs agraint abans la generosa col laboració dels diferents investigadors que hi han participat i al doctor J. Ruiz de Arbulo, professor d arqueologia de la Universitat de Lleida i secretari de la Revista d Arqueologia de Ponent. 5. ROLLEY 2002, 51. 6. BOULOUMIÉ 1985, 168. 7. BOULOUMIÉ 1988, 377; ALBANESE-PROCELLI 1985, 196. 8. RUIZ DE ARBULO 1996, 183; BOULOUMIÉ 1988, 354-356. 260

Prima del simposio : vasi in bronzo e contesto sociale nell Etruria meridionale protostorica Cristiano Iaia Le produzioni di recipienti in bronzo lavorato a martello, e in generale la toreutica, nell Italia della prima età del ferro (930-740 a.c. circa) si distribuiscono fra due grandi areali, distinti sotto diversi punti di vista: uno centro-settentrionale, esteso dall Etruria meridionale all area padana e subalpina, e uno meridionale, che si estende dal Lazio antico a sud del Tevere alla Calabria. La prima vasta area si caratterizza per l esistenza di ricche produzioni toreutiche, specialmente concentrate nei centri di facies villanoviana (Etruria propria, Emilia-Romagna) e in quelli ad essi collegati da rapporti di scambio e di comunanza culturale (Veneto, più tardivamente Lombardia, ma anche Marche e Abruzzo interno). Modelli, fogge e tecniche di produzione sono strettamente legati ad un più vasto ambito transalpino, specialmente all Europa centro-settentrionale. 9 La seconda area, se si prescinde da limitati fenomeni di circolazione di oggetti di provenienza settentrionale (specialmente nel Lazio e in Campania), mostra manifatture più modeste ed episodiche, ma soprattutto caratterizzate dall adozione di modelli formali e tecnici nettamente distinti da quelli villanoviani e norditalici, spesso fortemente orientati in senso egeo e vicino-orientale. 10 E evidente che tutta una serie di fatti di natura socio-economica e socio-culturale hanno determinato lo sviluppo in Etruria, in particolare nel suo settore meridionale (compreso fra il mar Tirreno a ovest e i fiumi Albegna e Tevere a nord e sud-sudest), di una tradizione produttiva, caratterizzata da una notevole articolazione formale e decorativa, e da un know-how artigianale che, partito tra X e IX secolo a.c. da un livello quasi affine a quello dell Europa centro-setten- 9. VON MERHART 1952; IAIA 2005A; IAIA 2005c. 10. Ancora da chiarire nella sua consistenza e significato culturale è il fenomeno delle cosiddette coppe fenicie di Bologna, Populonia, Castel di Decima e Francavilla Marittima, per cui vedi: NIJBOER 2006 (con bibl. prec.). Per l estremo Meridione di fase 1 del Primo Ferro v. in particolare il semplice vasellame in bronzo nella necropoli di Torre Galli (Calabria tirrenica): PACCIARELLI 1999; per la fase recente avanzata (VIII secolo a.c.) alcune produzioni di recipienti da banchetto d impronta egea (lebeti, tripodi) sono attestate sul versante ionico della Basilicata e della Calabria: v. ad esempio FREY 1991, tav. 12.4 (lebete su tripode dalla tomba 102 di S. Maria d Anglona); BUFFA, PASCUCCI 1994, tav. 154.9 (lebete da Torre del Mordillo). trionale, nel corso dell VIII se ne distacca, per raggiungere uno standard qualitativo anche superiore. Per comprendere questa evoluzione è necessario partire dal contesto sociale in cui si situano tali produzioni, che è comunque ricostruibile in prevalenza attraverso la documentazione funeraria, cioè una classe di evidenze che presenta, per sua natura, tutta una serie di problemi di interpretazione. In primo luogo, si deve partire dal presupposto che la presenza di manufatti di alto pregio come il vasellame in lamina di bronzo, nei contesti tombali di una determinata facies, è condizionata da fatti di natura rituale ed ideologica. Ad esempio, è noto come in Europa centrale per gran parte dell età del Campi d Urne, in parte a causa di condizionamenti del rito crematorio, la deposizione di vasi in lamina di bronzo all interno di deposizioni tombali sia un fatto abbastanza raro, mentre l esistenza di ricchissime produzioni è viceversa attestata dai depositi a carattere sacrale. 11 In Italia, se si eccettuano alcuni casi di deposizioni votive risalenti al Bronzo Recente-Finale, 12 quest ultima classe di evidenze è quasi assente, per cui non si è affatto certi che la presenza di prodotti toreutici nelle sepolture rispecchi la reale consistenza quantitativa delle manifatture. Questo problema si pone in particolare per l Etruria delle fasi iniziali dell età del ferro, dove il predominio del rito crematorio, caratterizzato da un ideologia tendenzialmente uniformitaria, 13 ha certo in parte determinato la rarità di attestazioni di vasi in bronzo (ma anche di elmi ed altri elementi toreutici) in sepolture. Esiste poi un problema generale, legato alle dinamiche di circolazione e incorporamento in contesti funerari dei prodotti legati al prestigio e all espressione simbolica delle differenze sociali. Molti indizi, fra cui specialmente la presenza sui manufatti di restauri anche ripetuti, inducono a ritenere che, tra il momento di produzione e quello di deposizione di un oggetto di alto pregio come un vaso in bronzo, possa essere trascorso un lasso di tempo non valutabile, che in alcuni casi può teoricamente aver superato più generazioni, rendendo spesso estremamente problematici i tentativi di costruzione di sequenze cronologiche. In Italia centro-settentrionale, l attestazione di vasi in bronzo in ambito funerario, nel momento cronologico coincidente grosso modo con gli ultimi decenni del X e il pieno IX secolo a.c., solo recentemente è stata focalizzata con sufficiente attenzione nella letteratura specialistica. Tuttora, prevale negli studi la tendenza considerare le produzioni toreutiche italiane come sostanzialmente concentrate nel corso della fase recente della prima età del ferro, ovvero nell ambito dell VIII secolo a.c. Ad esempio, in un recente studio sulla cronologia dei contesti tombali villanoviani di Bologna. 14 tutto il vasellame in bronzo è stato in blocco attribuito a momenti posteriori alla metà dell VIII secolo, sulla base di una visione sostanzialmente aprioristica dell evoluzione delle produzioni artigianali specializzate. In una monografia edita nel 11. SOROCEANU 2005. 12. Ripostiglio di Coste del Marano: PERONI 1961. 13. IAIA 1999. 14. DORE 2005. 261

2005 15 l autore di questo scritto ha invece sostenuto la tesi che il momento di prima elaborazione delle produzioni toreutiche centro-italiche corrisponda al IX secolo a.c. (forse con qualche precedente di fine X secolo a.c.), mentre già dagli inizi dell VIII si assisterebbe ad un deciso incremento quantitativo e qualitativo delle stesse, che nel corso della seconda metà dello stesso secolo assumeranno caratteri di bottega e quasi seriali. Agli inizi della prima età del ferro, è evidente che in Italia la produzione di vasi in lamina di bronzo, strettamente legata, dal punto di vista tecnologico e stilistico, a quella di armi di rappresentanza (elmi all inizio, scudi più tardi) è circoscritta a pochissimi contesti socio-culturali. L epicentro del fenomeno è costituito dal grande central place di Tarquinia, cui si aggiunge Veio in un momento leggermente più tardo, forse collocabile a cavallo fra IX e VIII secolo a.c. (in cronologia tradizionale). I rinvenimenti più antichi si concentrano per lo più nelle necropoli poste nel quadrante occidentale del vasto complesso abitativo policentrico di Tarquinia, 16 in varie località del colle dei Monterozzi: quella delle Arcatelle, nota da scavi estensivi condotti nel XIX secolo, 17 e, sia pure in misura molto minore, nel nucleo sepolcrale di Villa Bruschi Falgari, oggetto di un intervento recente, 18 ancora in gran parte inedito. I gruppi umani cui queste sepolture si riferiscono dovevano risiedere nelle immediate vicinanze delle necropoli, facendo perno su nuclei di abitazioni, come quello del Calvario, topograficamente separati dalla vasta maggioranza della popolazione, residente per lo più sul vasto pianoro della Civita. Tale distinzione e separatezza sembra riflettersi sul carattere dei rituali e dei manufatti deposti, che segnalano l esistenza, tra IX e inizi VIII secolo a.c., di gruppi familiari che monopolizzano la cura del rituale collettivo e che soprattutto hanno accesso privilegiato a ruoli direttivi, di tipo politico-militare, nell ambito della comunità tarquiniese. 19 A Tarquinia, i più antichi esempi databili di vasi in bronzo, tutti con echi formali mitteleuropei, sono attestati in tombe di maschi di alta dignità. Riferibile ad un momento iniziale del Primo Ferro (Tarquinia IA: fine X-inizi IX secolo a.c.) è la cosiddetta Tomba Helbig dell omonimo Museo di Copenhagen, in cui l auctoritas dell individuo è segnalata da una spada in bronzo a lingua da presa, e che comprende una piccola tazza-brocchetta in bronzo. 20 Poco più recente, forse non posteriore alla metà del IX secolo a.c., è la tomba a cremazione Monterozzi 3 della necropoli delle Arcatelle 21 (fig. 1), caratterizzata da una associazione eccezionale, comprendente un elmo crestato in lamina di bronzo (il più antico esempio finora noto in Italia), una spada lunga ad antenne, una fibula serpeggiante con filo d oro di rivestimento; 15. IAIA 2005a. 16. MANDOLESI 1999. 17. HENCKEN 1968; DELPINO 1991; IAIA 1999. 18. TRUCCO et al. 2001; Id. 2005. 19. IAIA 1999; IAIA 2005a. 20. HELBIG MUSEUM 1928, tav. 28; PACCIARELLI 2001, fig. 134. 21. HENCKEN 1968, 86, fig. 73-74; IAIA 1999, 42, fig. 9b (ridenominata A 15). Fig. 1. Tarquinia, necropoli delle Arcatelle, tomba M 3 (IAIA 1999). i recipienti in bronzo in essa rinvenuti (ma sarebbe forse più appropriato parlare di arredi cerimoniali) erano una tazza attingitoio di foggia centro-europea e una tavola tripode in miniatura (fig. 1, nn. 4,8). In quest ultima deposizione si ha, forse per la prima volta nella protostoria italiana, un allusione a forme di convivialità distintive di una élite: la tavola su treppiedi, sul cui piano sono applicate due forme vascolari in miniatura (due piatti o scodelle con orlo a tesa di diversa forma), e che riproduce un modello di lunghissima durata (attestato dall XI al VII secolo a.c.), sembra specialmente simboleggiare il momento del consumo di cibi solidi, come conferma anche la deposizione di noccioli segnalata dai primi editori ottocenteschi; la tazza in bronzo, un elemento che d ora in poi diventerà consueto nelle deposizioni eminenti dell età del ferro italiana, sembra invece indicare una libagione individuale, attuata attraverso un vaso potorio di prestigio. 22 Come rivela l espediente rappresentativo della miniaturizzazione (tipico del rito funebre crematorio in area centro-italica) il banchetto, nelle intenzioni di chi approntava il rituale, era probabilmente quello del defunto al cospetto degli antenati o delle divinità, anche se queste 22. IAIA 2006. 262

Fig. 2. Tarquinia, necropoli delle Arcatelle, parte del corredo della tomba M 2 (IAIA 1999). ultime sono sostanzialmente spettatori silenziosi, non rappresentati in maniera esplicita. Ancora la riproduzione in miniatura di una tavola su treppiedi ricorre in un altra interessante sepoltura maschile delle Arcatelle di Tarquinia, Monterozzi 2, 23 grosso modo contemporanea della precedente, il cui corredo, comprendente anche una punta di lancia, è purtroppo noto solo in parte (fig. 2): qui in luogo della tazzaattingitoio, troviamo un cosiddetto incensiere in lamina di bronzo (fig. 2, n. 5), ossia un contenitore globulare appeso a catenelle, destinato certamente a contenere sostanze aromatiche, forse proprio incenso, che potevano accompagnare il banchetto, svolgendo una duplice funzione di depurazione dell aria e di purificazione rituale. 24 La deposizione di tazze e incensieri in bronzo continua anche nelle tombe di capi-guerrieri tarquiniesi del periodo immediatamente successivo (fasi IB2-IIA1), che in termini di cronologia assoluta probabilmente non oltrepassa gli ultimi decenni del IX secolo a.c. Devono essere citate in special modo le due tombe Impiccato I e II (figg. 3, 4): si tratta in entrambi i casi di cremazioni caratterizzate da un elaborato rituale 25 che imita la corporeità dei defunti attraverso la deposizione coricata degli ossuari e la loro sontuosa vestizione (comprendente collane, fibule e specialmente lamine d oro decorate a sbalzo ad ornamento dei tessuti) ed un equipaggiamento costituito da varie insegne di autorità politica (elmi, spada, lance cerimoniali, parti Fig. 3. Tarquinia, tomba I di Poggio dell Impiccato, ricostruzione planimetrica della sepoltura (DELPINO 2005) e vasi in lamina di bronzo (IAIA 2005a; MÜLLER-KARPE 1959). di carro). Nella tomba Impiccato I (fig. 3), certo la più antica delle due, spicca la presenza di una tazza del gruppo Stillfried-Hostomice e di un singolare incensiere cilindrico con coperchio sormontato da protomi ornitomorfe (elemento simbolico che assicura la valenza sacra dell oggetto). Nella tomba Impiccato II, contraddistinta da un eccezionale elmo-copricapo cerimoniale in lamina di bronzo (fig. 4, n. 4), era invece un incensiere del classico tipo globulare (fig. 4, n. 4); essa comprendeva inoltre un singolare oggetto emisferico in lamina, decorato a sbalzo e a incisione (fig. 4, n. 15), che recentemente, contro l interpretazione corrente come secondo elmo a calotta, 26 è stato identificato con un lebete di uso rituale. 27 Secondo l autore di tale studio, la deposizione dell ossuario fra queste due calotte (copricapo e lebete) echeggerebbe infatti l uso di contenere la deposizione cremata fra due recipienti emisferici, tipico delle deposizioni di defunto eroizzato del geometrico ellenico. Si tratta di una interpretazione suggestiva, che chi scrive ha tuttavia accolto con una certa perplessità, 28 sia per l assenza di qualsiasi termine di confronto per il particolare oggetto emisferico posto a contenere l ossuario (peraltro di stile e caratteri tecnici pienamente locali), che per la vaghezza del richiamo a usi funerari ellenici. Ci troviamo infatti in un orizzonte cronologico (decenni a cavallo fra IX e VIII secolo a.c.), durante il quale i contatti fra Etruria villanoviana e mondo greco sembrano ancora piuttosto timidi, 29 e certo del tutto alieni da fenomeni di acculturazione. 23. HENCKEN 1968, 60, fig. 48; IAIA 1999, 34, fig. 8b (ridenominata A 17). 24. IAIA 2006. 25. IAIA 1999; DELPINO 2005. 26. HENCKEN 1971, 135, fig. 108. 27. DELPINO 2005. 28. IAIA 2005a, 61. 29. Nonostante DELPINO 1986. 263

264 Fig. 4. Tarquinia, tomba II di Poggio dell Impiccato; ricostruzione planimetrica della sepoltura (n. 1: da DELPINO 2005) e oggetti di corredo (rielaborazione da HENCKEN 1968; DELPINO 2005; IAIA 2005a).

Proprio l assenza di confronti precisi per il presunto lebete della tomba Impiccato II costituisce una delle tante testimonianze del carattere non seriale, quasi d occasione, della più antica produzione di vasellame in bronzo del Primo Ferro centro-italico; quest ultima sembra infatti per lo più frutto di singoli artigiani di eccezionale abilità tecnica, legati direttamente (forse attraverso vincoli clientelari) ad una committenza elitaria, e per questo forse soggetti anche ad una certa mobilità, piuttosto che di vere e proprie botteghe al servizio di ampi ceti sociali, fenomeno che emergerà solo nel corso dell VIII secolo a.c. 30 Nuovamente a conferma della natura episodica, non seriale, della produzione di vasellame in bronzo in questo periodo sta il numero piuttosto limitato di esemplari della classe delle urne cinerarie in lamina bronzea. Esse sono di regola accompagnate da una complessa ornamentazione nello stile realizzato a sbalzo (tecnica Punkt-Buckel) detto Protomenstil, variante tardiva del sistema decorativo Vogel-Sonnen-Barke, di evidente matrice mitteleuropea. 31 Tale stile ornamentale, consistente in protomi di volatile disposte paratatticamente e in alternanza ad elementi solari (borchie), allusione disarticolata alla barca solare della tarda età del Bronzo, ricorre in un gruppo di oggetti in grande maggioranza rinvenuti nell Etruria villanoviana, 32 strettamente legati alle manifestazioni simbolicamente più forti del potere e del rango: elmi/copricapo da parata (come quello della tomba Impiccato II), urne cinerarie e vasellame da cerimonia. Non ancora del tutto chiarito è l esatto arco cronologico di queste produzioni, anche perché i rinvenimenti in contesto tombale sono pochissimi: diversi indizi sembrerebbero comunque avvalorare un inizio piuttosto precoce, fin dal principio dell età del ferro, della produzione in Etruria meridionale, contro la cronologia finora vulgata che tende a collocarli tutti nell ambito dell VIII secolo a.c. Un caso problematico, ma interessante, è quello del vaso biconico dal mercato antiquario con ornamenti Vogel-Sonnen-Barke (fig. 5), quasi sicuramente di provenienza tarquiniese, e oggi conservato a Karlsruhe; 33 esso è associato ad un elmo assimilabile al gruppo centro-europeo dei Glockenhelme 34 (fig. 5), la cui cronologia difficilmente potrebbe scendere sotto il pieno IX secolo a.c. D incerta datazione, ma verosimilmente non successivo al momento finale della fase I del Primo Ferro è il piccolo biconico della tomba Quattro Fontanili M9b di Veio (QF 1963, 101, fig. 14a; IAIA 2005a, 153, n.6) anch esso non a caso associato ad un elmo in bronzo, questa volta della foggia crestata (fig. 6). Il più antico esemplare di biconico da contesto tombale sicuro (Monterozzi 4: fig. 7, n. 1), che verrà esaminato fra breve, è tuttavia riferibile ad un momento iniziale della fase II del Primo Ferro. Per comprendere appieno la natura del contesto sociale in cui avviene l impiego di questi elementi vascolari in lamina di bronzo, è importante rilevare 30. IAIA 2005b. 31. VON MERHART 1952; JOCKENHÖVEL 1974. 32. IAIA 2004; Id. 2005a. 33. JURGEIT 1999, 234, n. 380; IAIA 2005a, 153, n. 1. 34. Per l elmo di Karlsruhe: IAIA 2005a, 50, n. 6 (con bibl. prec.). Fig. 5. Etruria meridionale (forse Tarquinia), ossuario biconico ed elmo a campana da scavo clandestino, conservati a Karlsruhe (rielaborazione da JURGEIT 1999). Fig. 6. Veio, tomba Quattro Fontanili M9b (da QF 1963 e IAIA 2005a). come, in Etruria meridionale e in alcune aree ad essa culturalmente collegate, come l Emilia villanoviana, la presenza di vasellame bronzeo non sia circoscritta alle deposizioni di maschi armati di alto rango, ma risulti anzi relativamente frequente in tombe riferibili ad individui di genere femminile. La cronologia di queste sepolture si estende per lo più fra il pieno IX e gli inizi dell VIII secolo a.c. Le forme attestate, non differentemente che nelle tombe maschili, comprendono tazze-attingitoio monoansate, pertinenti di solito a due fogge ben distinte, le Stillfried-Hostomice, dalla 265

Fig. 7. Tarquinia, necropoli delle Arcatelle, alcuni oggetti dalla tomba M 4 (da IAIA 1999). caratteristica forma con colletto, corpo a profilo angolare ed ansa sopraelevata, 35 ben attestate a Tarquinia e Bologna, e tazze basse e larghe a profilo sinuoso (fig. 8, n. 14), sempre con alta ansa, più frequenti a Veio, ma non assenti a Tarquinia. Un altra forma funzionale ricorrente, già vista nelle tombe maschili, è quella degli incensieri globulari, che troviamo all inizio a Tarquinia (dalla piena fase I Ferro 1) e poco più tardi a Bologna. 36 La maggior parte di queste sepolture femminili con vasi in bronzo presentano anche altri evidenti indicatori di appartenenza a fasce sociali elevate, oltre che talvolta indizi dell assunzione di ruoli individuali di spicco. Fra le più antiche sepolture femminili con incensiere in bronzo, e certo fra le più notevoli, è la tomba Villa Bruschi Falgari 46: 37 si tratta di un inumazione di fase Tarquinia IB, pertinente ad una giovane donna il cui corredo comprende vari manufatti dall evidente funzione rituale, fra cui due manici di strumenti musicali, e vasi d impasto di forma rara e sofisticata; 38 per questo individuo si è ipotizzato un coinvolgimento nell ambito di pratiche di culto non 35. VON MERHART 1952; IAIA 2005a, 191. 36. PINCELLI, MORIGI GOVI 1975. 37. TRUCCO et al. 2005, 362. 38. Il servizio vascolare comprendeva un kernos anulare con ansa zoomorfa (TRUCCO et al. 2001, fig. 110), un orciolo della classe con ornati a lamelle metalliche, un alto piatto su piede di forma insolita ecc. La tomba è sostanzialmente ancora inedita; per una foto di scavo v. TRUCCO et al. 2005, tav. 1b. ben specificabili. Le tazze in lamina bronzea ricorrono invece per lo più in tombe di fine fase I-inizi fase II, con ricchi insiemi di ornamenti pregiati, spesso in oro o argento; 39 fra esse spiccano quelle in cui la defunta indossava dei pregevoli cinturoni a losanga in bronzo con elaborata decorazione incisa e sbalzata (fig. 8, n. 13), che costituiscono in questo periodo il più evidente segnalatore di rango nelle tombe femminili. 40 Più rari sono gli elementi riferibili a ruoli distintivi degli individui, fra cui spiccano quelli legati a mansioni di coordinamento delle attività di filatura (gruppi di fuseruole, conocchie o fusi in bronzo). 41 Non mancano inoltre, fin dal momento finale della fase I, indicazioni circa l assunzione di un ruolo, che diverrà assai più ampiamente attestato durante l VIII secolo a.c., di dispensatrice di cibo, specialmente carneo, nell ambito dei banchetti: 42 in questo senso può essere intesa la presenza di uno spiedo e un ascia 39. Tarquinia, t. Sopra Selciatello 187 (HENCKEN 1968, 149, fig. 136); Sopra Selciatello 27 (HENCKEN 1968, 245, fig. 224). 40. Tarquinia, t. Sopra Selciatello 137 (HENCKEN 1968, 167, fig. 154-155; MÜLLER-KARPE 1959, tav. 29,C); Veio, t. Quattro Fontanili OP 4-5 (QF 1972, 295, figg. 70-72). Per una panoramica generale sulla classe: ZIPF 2006. 41. Veio, t. Quattro Fontanili Z 11-12, tomba con ricchissimo insieme di ornamenti, cinturone a losanga, e numerosi elementi legati alle attività di filatura e tessitura (fuseruole, rocchetti, conocchia): QF 1967, 210, figg. 73-77. 42. Come attestato nello stesso periodo nel Latium vetus: BARTOLONI 1988. 266

Fig. 8. Veio, tomba Quattro Fontanili OP 4-5 (da QF 1972). 267

in bronzo nella tomba veiente Quattro Fontanili OP 4-5 (fig. 8, nn. 16, 17), dove, accanto alla tazza-attingitoio, alcuni frammenti in lamina comprendenti pareti a profilo curvilineo decorate a sbalzo e un coperchietto (fig. 8, n. 15), potrebbero essere attribuiti ad un piccolo incensiere. Come per le sepolture maschili, si può ritenere abbastanza verosimile che la tazza bronzea costituisca un bene personale della defunta di rango, forse volto a segnalare le sue prerogative di partecipazione al banchetto, attraverso la facoltà di attuare libagioni. E inoltre da sottolineare che le allusioni all atto del bere cerimoniale nelle sepolture hanno in questo periodo ancora una prevalente connotazione individuale, differente dagli usi collettivi di tipo simposiaco, che si diffonderanno solo a partire da un momento pieno dell VIII secolo a.c. 43 Fra le deposizioni femminili villanoviane con vasi in bronzo di un orizzonte intermedio del Primo Ferro, testimonianza di un livello sociale particolarmente elevato è la tomba Monterozzi 4. 44 Essa, in base a una radicata tradizione di studio risalente a H. Hencken 45 viene di solito riferita alla fase Tarquinia IIB, ovvero alla seconda metà dell VIII secolo a.c., 46 mentre secondo chi scrive, può, in base a numerosi elementi di corredo, essere datata ad un momento non posteriore alla fase IIA, 47 cioè al più tardi agli inizi dello stesso secolo. Tale sepoltura (fig. 7), il cui corredo si è solo parzialmente conservato ma è noto da dettagliati resoconti della fine del XIX secolo, presentava caratteri rituali parzialmente affini a quelli delle già citate tombe di guerriero Impiccato I e II. 48 Deposta all interno di un cassone litico rettangolare (m. 1,50 x 0,90), presentava l ossuario in bronzo con ornati in Protomenstil (fig. 7, n. 1), coperto da un bacile emisferico anch esso in bronzo, e un complesso di ornamenti di ricchezza principesca, comprendente un cinturone a losanga, 73 fibule di varie fogge (a serie continue, di verga di bronzo, ad arco composito con segmenti d ambra e osso, a laminetta piatta ecc.), e 35 pendagli in metallo, in parte riferibili ad una complessa collana (fra cui due bulle rivestite in oro: fig. 7, n. 13); il ruolo eminente dell individuo, probabilmente molto giovane se non infantile a giudicare dalle piccole dimensioni degli ornamenti, era ulteriormente sottolineato dalla presenza di 62 rocchetti d impasto. Poco più tarda, o forse sostanzialmente contemporanea alla Monterozzi 4, è la tomba Quattro 43. DELPINO 1997; IAIA 2006. 44. IAIA 1999. 45. HENCKEN 1968, p. 183. 46. Vedi da ultimo: BABBI, PIERGROSSI 2005, 306. Le motivazioni con cui questa sepoltura viene attribuita dai due autori alla fase IIB (ad esempio presenza di una fibula in elettro con decorazione a filigrana, peraltro costituente in assoluto un unicum) appaiono inconsistenti. 47. Si noti, tra l altro, la presenza di fibule ad arco ingrossato (HENCKEN 1968, fig. 170, b), di una fibula a sanguisuga con staffa simmetrica e decorazione su tutto l arco (HENCKEN 1968, fig. 170, d; foggia universalmente attribuita alla fase IIA a partire da PERONI 1979), e di due forme vascolari che nella sequenza tarquiniese difficilmente potrebbero scendere oltre la fase IIA (tazza a doppia carena, scodella a orlo rientrante di tipo villanoviano classico: HENCKEN 1968, fig. 170, l, o). 48. IAIA 1999, 61. Fontanili AA1 (fig. 9), anch essa caratterizzata da un ossuario in lamina di bronzo con ornati di foggia Vogel-Sonnen-Barke (fig. 9, n. 3), ma riferibile ad una produzione nettamente distinta da quella degli esemplari tarquiniesi e veienti sopra citati: infatti esso per forma e ornati rimanda strettamente a modelli centro-europei. 49 Su questa sepoltura maschile (QF 1970, 296), esiste una ricchissima letteratura, 50 che tende a sottolinearne i caratteri di eccezionalità, dovuti, oltre che al particolarissimo ossuario, alla prima apparizione, in un contesto funerario su suolo italico, di un insieme molto complesso di armi da parata e insegne di potere (elmo, grande scudo circolare, spada, lancia, ascia con decorazione a lamelle, scettro ecc.). Non sufficientemente chiarita è invece la cronologia, che in termini assoluti, non dovrebbe oltrepassare il 770-760 a.c., 51 anche se potrebbe anche risalire di qualche decennio rispetto a questo termine, alla luce dello stile ornamentale dell ossuario bronzeo, apparentabile a quello delle più tarde situle tipo Hajdúböszörmény. 52 I contesti di rinvenimento degli ossuari in lamina di bronzo ora esaminati attestano, per il principio della seconda fase della prima età del ferro, notevoli trasformazioni ideologiche e di assetto socio-politico in Etruria meridionale: mentre infatti per la fase iniziale del Primo Ferro (X-IX secolo a.c.) si poteva avvertire l esistenza di singole figure sociali di spicco, in parte investite di ruoli di preminenza politica (tombe con elmi, spade e vasellame in bronzo), in questo periodo sembra ormai avvenuta la formazione di un vero e proprio ceto aristocratico, in cui la componente femminile viene via via ad integrarsi nella gestione del potere da parte maschile. La deposizione delle ossa cremate in ossuari di bronzo di fattura estremamente elaborata, prodotto verosimilmente di un singolo artigiano o di una piccola bottega che lavorava eminentemente su commissione diretta, oltre che ovviamente l eccezionalità del rituale e del corredo di ornamenti, segna infatti l assunzione dell individuo in una ristretta cerchia di eletti, che tende a differenziarsi radicalmente dalla massa adottando simbologie distintive. Molto si è scritto sull impiego degli ossuari in bronzo come tratto rituale di matrice omerica. 53 Ciò che sembra particolarmente interessante è che non 49. Cosiddetto gruppo Veio-Seddin-Gevelinghausen : JOC- KENHÖVEL 1974; per un aggiornamento della documentazione vedi IAIA 2005a, 163. Per un interpretazione in termini di worldsystem theory di questo fenomeno di stretta interrelazione fra Italia ed Europa settentrionale: KRISTIANSEN 1993. 50. Riassuntivamente BOITANI 2004. 51. Elementi significativi per una datazione di questa sepoltura sono in particolare la fibula serpeggiante di tipo meridionale (che nei contesti etrusco-meridionali non è più in voga dopo il 750 a.c. circa), la serpeggiante a gomito in ferro, e le fibule serpeggianti a due pezzi della famiglia con ago in bronzo sormontato da un vago e arco in ferro: queste ultime in particolare ne attestano una contiguità cronologica (con leggera recenziorità) rispetto alla tomba Impiccato II di Tarquinia sopra vista. 52. IAIA 2005b. Importante è la datazione della tomba di Saint-Romain-de-Jalionas (attorno all 800 a.c.), dove è presente uno degli esemplari più tardi di situla tipo Hajdúböszörmény : VERGER 2005 (con bibl. prec.). 53. JOCKENHÖVEL 1974; BRUNI 1995; VERGER 1997; IAIA 2005c. 268

Fig. 9. Veio, parte del corredo della tomba Quattro Fontanili AA1 (da QF 1970, PACCIARELLI 2001). si tratti di un uso esclusivamente italico, ma diffuso in diversi contesti dell Europa centro-settentrionale nel periodo collocabile attorno all 800 a.c.: al di fuori dell Etruria si possono menzionare, a solo titolo di esempio, i casi delle tombe di Saint-Romain-de-Jalionas, Hostomice, Gevelinghausen, Seddin e Rivoli Veronese. 54 A tale proposito è opportuno osservare come il 54. Per la bibliografia vedi in generale: METZNER-NEBELSICK 1997; IAIA 2005a e 2005b; VERGER 1997 e 2005. riferimento al modello omerico, anche per i dettagli depositori (funerale di Patroclo con deposizione delle ossa cremate entro lebete bronzeo), possa valere solo in quanto suggestione di un sentire diffuso nell età del ferro europea, mentre ben più stringenti sono le affinità formali (vasi a breve collo, decorazione a sbalzo in Protomenstil) che accomunano gli ossuari italici a quelli dell Europa centrale al passaggio fra età dei Campi d Urne ed età di Hallstatt. Del resto, come attesta anche il caso delle tazze Stillfried-Hostomice, 269

l Italia a nord del Tevere del Primo Ferro iniziale e medio è, dal punto di vista delle produzioni di vasellame in bronzo, nettamente orientata in senso europeo-continentale; solo nel corso dei momenti pieni e avanzati dell VIII secolo a.c. si avrà in Etruria un netto spostamento della gravitazione culturale verso sud-est, con l adozione di fogge e stilemi di ispirazione levantina, vicino-orientale o ellenica. Avvisaglie di tale profonda trasformazione nel repertorio vascolare da banchetto in lamina di bronzo si hanno già in alcuni contesti villanoviani di fase Primo Ferro IIA. Appaiono ora forme funzionali del tutto nuove, in parte con attinenze orientali: fiaschette di bronzo (foggia di evidente origine cipro-levantina: Marzoli 1989), tripodi, lebeti e bacili. 55 D ora in poi, nei ricchi contesti tombali di area etrusca si affermeranno sempre di più gli elementi legati alla mescita collettiva delle bevande, 56 fra cui spiccano i vasi a collo breve e ampio, di origine formale centro- e nord-europea (modello Veio-Gevelinghausen ), ma che qui sembrano piuttosto una interpretatio italica dei crateri ellenici. 57 L adozione di modalità del bere cerimoniale parzialmente assimilabili agli usi del simposio arcaico greco, che si verifica in Etruria nel corso dell VIII secolo avanzato, costituisce indicazione non tanto di una interazione fra i due mondi che ora inizia a divenire progressivamente più intensa quanto del parallelo svolgimento di analoghi fenomeni socio-politici: anche in Etruria, in particolare, le emergenti aristocrazie, nell ambito di un contesto politico ed economico avviato verso un urbanizzazione fra le più precoci dell Europa mediterranea, 58 sviluppano necessità di integrazione e cooptazione di ampi strati sociali sotto la propria guida, elaborando forme ritualizzate di convivialità, che implicano anche meccanismi di redistribuzione dei beni alimentari (specialmente carne e vino). Tale epilogo urbano affonda le proprie radici nel periodo che abbiamo sopra esaminato (fra fine X e inizi VIII secolo a.c.), durante il quale le piccole élites di area etrusco-meridionale, ben prima che i contatti con il mondo greco e orientale divenissero sistematici e profondi, iniziarono del tutto autonomamente a sperimentare nuove forme di espressione materiale dello status e del consumo alimentare ritualizzato, attuate nella forma di raffinate produzioni di toreutica vascolare (tavole su treppiedi, tazze, biconici, incensieri, lebeti). Se i modelli formali adottati da una data società non sono un puro epifenomeno, non sembrerà dunque privo di significato che questi manufatti, per tecnica, stile e morfologia, siano ancora riferibili ad una rete di comunicazione culturale nettamente orientata verso l Europa centrosettentrionale. 59 Nel corso dell VIII secolo a.c. questo retaggio continentale si andrà invece progressivamente ibridando e arricchendo di elementi greci e orientali, fino a formare, al principio del VII secolo, quello straordinario fenomeno di mélange culturale che prende il nome di cultura Orientalizzante. 55. IAIA 2005B. 56. DELPINO 1986; 1997. 57. IAIA 2006. 58. PACCIARELLI 2001. 59. KRISTIANSEN 1993. Vasos de bronce de momentos precoloniales en la Península Ibérica: algunas reflexiones Xosé-Lois Armada Pita 60 En el marco de esta reflexión colectiva sobre la vajilla metálica prerromana en el Mediterráneo quizá resulte pertinente dedicar algún espacio a los escasos vasos de bronce de adscripción precolonial documentados en la Península Ibérica. 61 En dicha categoría la bibliografía especializada incluye generalmente la pátera de Berzocana (Cáceres) y los cuencos del castro de Nossa Senhora da Guia (Baiões, S. Pedro do Sul, Viseu); recientemente Jiménez Ávila 62 ha propuesto incorporar al citado grupo dos calderetas con soportes de anteojos procedentes de Nora Velha (Ourique, Beja) y Casa del Carpio (Belvís de la Jara, Toledo) (fig. 1). Figura 1. Localización de los hallazgos considerados en el texto: 1) pátera de Berzocana (Cáceres); 2) cuencos de Nossa Senhora da Guia (Baiões, S. Pedro do Sul, Viseu); 3) caldereta con soporte de anteojos de Nora Velha (Ourique, Beja); y 4) caldereta con soporte de anteojos de Casa del Carpio (Belvís de la Jara, Toledo). Aunque escasas en ámbito peninsular, las piezas citadas corresponden a producciones conocidas y bien tipificadas en la arqueología del Mediterráneo (fig. 2). No en vano, la pátera de Berzocana y los cuencos 60. Becario postdoctoral del Ministerio de Educación y Ciencia; Department of Archaeology, Durham University, South Road, Durham DH1 3LE, Reino Unido; loisarmada@yahoo.es 61. Agradezco a mi colega y amigo Raimon Graells su invitación a participar en este oportuno dossier sobre vajilla metálica en el Mediterráneo, tema sobre el que hemos mantenido largas y cordiales discusiones. 62. 2002: 33, 152-54, figs. 8 y 107. 270

Figura 2. Morfología de los vasos considerados en el texto: 1) pátera chipriota de procedencia desconocida (col. Cesnola, Metropolitan Museum) (según MATTHÄUS 1985, taf. 19, n. 336); 2) cuenco hemisférico procedente de Meggido (según GERSHUNY 1985, pl. 1, n. 5); y 3) caldereta con soporte de anteojos de Amathus (Chipre) (según MATTHÄUS 1985, taf. 20, n. 347). Diferentes escalas. de Baiões han sido argumentos recurrentes para la definición de una etapa precolonial en la Península Ibérica, 63 o al menos para apoyar la existencia de contactos con el Mediterráneo central y/o oriental en momentos anteriores a los primeros asentamientos coloniales fenicios. Teniendo en cuenta el fuerte arraigo de los enfoques histórico-cultural y difusionista en la investigación peninsular, no sorprende que estos materiales especialmente Berzocana hayan sido considerados fundamentalmente desde el prisma de su tipología, cronología y origen geográfico. Otros aspectos, como su tecnología y proceso de fabricación, funcionalidad o significado social sólo han recibido atención en fechas bastante recientes. Está lejos de mi intención cuestionar el interés y necesidad de estas aproximaciones basadas en la tríada tipología-cronología-origen geográfico, pero es conveniente advertir sus límites. En primer lugar porque, como veremos, los tipos aludidos como paralelos en el Mediterráneo oriental (fig. 2) muestran una cierta extensión cronológica; en segundo, porque la fecha de fabricación de un objeto puede ser bastante diferente de sus momentos de circulación, uso y deposición; y en tercero, porque los paralelos considerados presentan además una amplia dispersión en todo el Mediterráneo, resultando muy complicada la identificación de talleres y lugares de producción. En un nivel más general, tampoco puede obviarse que el marco contextual que explica la presencia de dichas piezas en ámbito peninsular se encuentra en revisión. 64 Dejando a un lado que nunca ha existido consenso sobre la denominada precolonización, sobre su existencia y sus características, en los últimos años se han desarrollado nuevos enfoques para explicar los procesos de contacto entre las socieda- 63. ALMAGRO-GORBEA 2001; MEDEROS 1996. 64. CELESTINO et al. e. p. des del Mediterráneo y las comunidades locales, en momentos precoloniales y coloniales. 65 En paralelo, los recientes estudios sobre la metalurgia atlántica ofrecen perspectivas renovadas en relación al nivel alcanzando por los broncistas y orfebres en ámbito peninsular, permitiendo el planteamiento de nuevas propuestas sobre la producción, circulación y amortización de objetos metálicos. 66 Tampoco debe soslayarse la antigüedad que está mostrando en cronología radiocarbónica y materiales- la presencia fenicia en la Península Ibérica en general y en la costa portuguesa en particular, 67 lo que obliga a replantearse si una parte de lo denominado precolonial no habrá llegado en realidad por vía fenicia. Considerando lo expuesto, este breve trabajo supone un intento de revisar las piezas mencionadas desde nuevos parámetros. Para ello creo conveniente retomar los temas clásicos de su investigación, a fin de subrayar sus ya mencionados límites. Reconocerlos supone un paso necesario para aquilatar adecuadamente otros aspectos, como su significado, valor simbólico y posibles pautas de uso en ámbito peninsular. Veamos, pues, una caracterización de las piezas y sus contextos. Berzocana (Cáceres) A finales de abril de 1961 tuvo lugar el descubrimiento casual de una pátera de bronce unos 4-5 km al norte del pueblo de Berzocana (Cáceres). La finca donde se efectuó el hallazgo, en una zona montañosa, recibía el nombre de Los Machos, situada en el lugar de El Tererro. 68 Junto a la pátera se recuperaron dos torques áureos del tipo Sagrajas-Berzocana, aunque al parecer un tercer torques, fundido por un platero de Navalmoral de la Mata tras su hallazgo, habría aparecido también con los anteriores o en sus inmediaciones. 69 Los dos torques conservados y el vaso de bronce ingresaron en el Museo Arqueológico Nacional en 1964. 70 Según Callejo y Blanco Freijeiro, 71 los torques aparecieron en el interior de la pátera, afirmación que no resulta imposible pero que debe tomarse con suma cautela. 72 En cualquier caso, tanto el contexto del hallazgo como la asociación de objetos recuperados apuntan a que nos encontramos ante un escondrijo o depósito, idea ya defendida en diversas ocasiones. 73 El recipiente (fig. 3.1), fabricado a cera perdida con empleo de torno para la consecución del modelo en cera, 74 mide 17 cm de diámetro máximo y 4 cm de 65. CELESTINO et al. e. p.; ALVAR 1997 y 2000; VAN DOMMELEN 2000 y 2005; VIVES-FERRÁNDIZ 2005. 66. ARMBRUSTER 2000 y 2002-03; SENNA-MARTINEZ, PEDRO 2000; ARMADA, LÓPEZ 2003. 67. GONZÁLEZ DE CANALES et al. 2004; ARRUDA 2005; TORRES et al. 2005. 68. CALLEJO, BLANCO 1960, 250. El topónimo correcto parece ser El Terrero según Celestino y Blanco (2006, 106). 69. CALLEJO, BLANCO 1960, 250; PEREA 1991, 100-1, 107; ARMBRUSTER 2000, 141, 201, taf. 32.4-7 y 33. 70. CELESTINO, BLANCO 2006, 106. 71. 1960, 250. 72. CELESTINO, BLANCO 2006, 106. 73. CALLEJO, BLANCO 1960, 250; COFFYN 1985, 396, n. 316; ARMBRUSTER 2000, 141, 201. 74. ARMBRUSTER 2000, 77, 201, taf. 32.7. 271

y Jordán se fechan entre finales del s. XIV y durante el XIII, en Chipre aparece un ejemplar en Kition (tumba 9) datable a finales del s. XIII/s. XII, si bien el tipo no alcanza difusión y popularidad hasta fechas algo posteriores. 81 Los paralelos a señalar 82 se fechan en el LC IIIB (primera mitad del s. XI) (tumba 6 u 8 de Gastria, Alaas) 83 y sobre todo en el CG I (1050-950 ane) (tumbas 49 y 79 de Kouklia-Skales, tumba 22 de Amathus), 84 perdurando incluso en fechas ligeramente posteriores (CG I-II, tumba 409 de Lapithos-Kastros). Sin embargo, el mejor paralelo ya aludido para el ejemplar extremeño es una pátera de la colección Cesnola del Metropolitan Museum (fig. 2.1), cuya procedencia se adscribe genéricamente a Chipre. 85 Figura 3. Vasos de bronce de la Península Ibérica: 1) pátera de Berzocana (según COFFYN 1985, pl. LXIX.1); 2-6) cuencos de Nossa Senhora da Guia (Baiões) (según SILVA 1986, est. LXXXVII); y 7-8) fragmentos de caldero de remaches de Coto da Pena (Vilarelho, Caminha, Viana do Castelo) (según SILVA 1986, est. LXXXVII). Diferentes escalas. altura; es de pie marcado y tiene ónfalo, borde convergente y dos pequeños agujeros que fueron interpretados en relación con una pequeña asa desaparecida, pero que parece más correcto considerarlos un lañado de reparación. 75 El objeto ha recibido valoraciones diversas, aunque generalmente considerando su carácter de importación. 76 Desde el punto de vista cronológico, se han propuesto fechas que oscilan entre los ss. XV y VII ane. Burgess 77 ha defendido una datación alta (ss. XIV-XIII ane), apoyada en la tipología de las piezas de oro asociadas; Mederos, 78 por su parte, propone una fecha posterior (1050-950), aunque el paralelo más ajustado que apunta es una pieza descontextualizada y sin procedencia segura. Lo cierto es que recipientes más o menos similares a la pátera de Berzocana son frecuentes en Canaan y, en general, en el Levante mediterráneo y Egipto en cronologías de fines del segundo milenio. 79 No obstante, como acertadamente han señalado Crielaard y Matthäus, 80 el tipo presenta una relativa extensión cronológica que impide una datación ajustada para Berzocana. Mientras los ejemplares de Siria, Palestina 75. MEDEROS 1996, 106; ARMBRUSTER 2000, 141, taf. 32.5. 76. Callejo y Blanco (1960: 254) lo interpretaron como un elemento mediterráneo atribuible al comercio fenicio-tartésico. Otro grupo de autores ha subrayado su filiación precolonial y sus paralelos en ámbitos chipriota y sirio-palestino (p. ej. AL- MAGRO-GORBEA 2001, 243; MEDEROS 1996, 104-7; CRIELAARD 1998, 192, 194; JIMÉNEZ ÁVILA 2002, 33). Otras opiniones aparecen resumidas en Mederos (1996, 104-5). 77. 1991, 26-7. 78. 1996, 106. 79. GERSHUNY 1985, 5-8, n. 39-52 y 68-69, pl. 3-5. 80. CRIELAARD 1998, 192; MATTHÄUS 2001, 175. Nossa Senhora da Guia (Baiões, S. Pedro do Sul, Viseu) El castro de Nossa Senhora da Guia (Baiões, S. Pedro do Sul, Viseu) es conocido principalmente por haber proporcionado uno de los conjuntos metálicos más importantes de la Europa atlántica. 86 A grandes rasgos, se trata de un yacimiento muy alterado que se ubica en un cerro de excelente visibilidad. La abundancia de hallazgos fortuitos conformó un foco de atracción para la actividad de clandestinos, aunque la afección de más entidad fueron las obras relacionadas con la iglesia ubicada en el interior del poblado, que supusieron la destrucción parcial del mismo. Los trabajos de excavación de C. Tavares da Silva en 1973 y P. Kalb en 1977 dieron como resultado la identificación de un único nivel o estrato de ocupación, 87 aunque hallazgos en superficie de cerámicas y alguna moneda parecen apuntar a ocupaciones quizá de carácter episódico de la Edad del Hierro y época romana, cuyos referentes estratigráficos habrían sido arrasados. 88 El conjunto de metales más importante (fig. 4.1), interpretado generalmente como depósito de fundidor, se encontró de forma casual en 1983 durante los trabajos para la apertura de un pozo y una canalización de agua, circunstancia que motivó una intervención de urgencia. 89 Entre los metales recuperados figuran hachas de talón monofaces, hoces de enmangue tubular, brazaletes, un escoplo bimetálico, un gancho de carne, fragmentos de al menos tres soportes con ruedas y los cuencos a los que me referiré a continuación. 90 Los citados cuencos hemisféricos probablemente son imitaciones de los hemispherical bowls del Mediterráneo oriental. Se trata de cinco piezas prácticamente completas (fig. 3.2-6) que aparecieron formando 81. MATTHÄUS 2001, 175. 82. CRIELAARD 1998, 192-3; MATTHÄUS 2001, 175. 83. MATTHÄUS 1985, n. 332, Taf. 19. 84. MATTHÄUS 1985, n. 331, Taf. 19. 85. MATTHÄUS 1985, 115, n. 336, Taf. 19; 2001, 175; MEDEROS 1996, 106, fig. 4. 86. SILVA et al. 1984; RUIZ-GÁLVEZ 1998, 297-301, fig. 94; SENNA-MARTINEZ, PEDRO 2000; ARMBRUSTER 2002-2003; ARMADA 2005. 87. KALB 1978; TAVARES 1979, 528; SILVA 1986, 36. 88. PEDRO 2000. 89. SILVA et al. 1984. 90. SILVA et al. 1984. 272

Figura 4. Bronces de Nossa Senhora da Guia (Baiões): 1) lote recuperado en 1983 e interpretado como depósito de fundidor (según SILVA, en RUIZ-GÁLVEZ 1998, fig. 94); y 2) soporte con ruedas (según SILVA 1986, est. XCVI). 273

parte de este gran lote hallado en 1983, 91 a las que hay que sumar algunos fragmentos recuperados en la posterior excavación de urgencia 92 así como otro fragmento aparecido en 1971, junto a diversos materiales, durante la ejecución de obras sobre el terreno del poblado. 93 Los cuencos miden en torno a 12 cm de diámetro y entre 5,1 y 5,75 cm de altura, presentando borde engrosado y labio plano horizontal; 94 al menos tres de ellos tienen el fondo umbilicado y uno incluye además un remache de reparación. Especialmente significativa es la decoración geométrica en la parte superior externa de uno de los cuencos con umbo (fig. 3.2), consistente en una banda de 27 triángulos incisos parte de ellos rellenados con líneas oblicuas con base en una línea paralela al borde; se trata de un patrón decorativo similar al de la orfebrería de tipo Sagrajas-Berzocana y que se repite además en algún brazalete de bronce del propio poblado de Baiões. 95 Según los datos ofrecidos por Senna-Martinez y Pedro, 96 los cinco cuencos suman 576 g de peso, lo que supone un 3,2% del peso total de los objetos de bronce recuperados en el yacimiento. Estos recipientes se obtuvieron a partir del martillado de un lingote en forma de placa de perímetro circular; 97 para darles forma, se trabajó sobre yunques y superficies de apoyo cambiantes, empleando diferentes tipos de martillo y golpeando tanto desde el exterior como desde el interior. El trabajo de martillado permitió igualmente umbilicar tres de los cuencos. No disponemos de datos analíticos que nos permitan conocer las aleaciones empleadas. Como ya he comentado, uno de los ejemplares se decoró a buril o punzón conforme a patrones decorativos locales, hecho que podría indicar la fabricación local de estas piezas. Es también significativo el remache de reparación que presenta otro de los cuencos, reproduciendo una solución muy similar a la que se emplea en los calderos de remaches. Los cuencos de Nossa Senhora da Guia, cuya filiación precolonial fue propuesta en diversas ocasiones, tienen sus paralelos en los hemispherical bowls y rounded bowls del Mediterráneo oriental. Este tipo de recipientes se documenta también en el mundo micénico, 98 pero los ejemplares del castro portugués probablemente deban considerarse imitaciones de los vasos del ámbito sirio-palestino y chipriota y contextualizarse en el marco de los contactos precoloniales con el Mediterráneo centro-oriental del período 1100-950 ane. Como han señalado Catling o Gershuny, 99 estas producciones responden a un modelo sencillo que aparece ya en el cementerio real de Ur a mediados del tercer milenio, pero su generalización se produce 91. SILVA et al. 1984. 92. SILVA et al. 1984, 82, est. II.1, n. 3-4. 93. TAVARES 1979, 516, est. I.2; KALB 1980, 30, Abb. 9.43. 94. SILVA 1986, 198-199, n. 239-243. 95. ARMBRUSTER 2002-2003, est. XI-XII. 96. 2000, 63, 70. 97. ARMBRUSTER 2002-2003, 151. 98. CATLING 1964, 147-148, fig. 17; MATTHÄUS 1980, 277-279, Taf. 49. 99. CATLING 1964, 147-148, fig. 17; GERSHUNY 1985: 2-5, pl. 1-3. sobre todo en la segunda mitad del segundo milenio. El ónfalo o umbo de tres de los vasos de Baiões se considera un dato de interés cronológico, puesto que este elemento parece desconocerse en Chipre antes del período chipro-geométrico, c. 1050-750 ane. 100 Nora Velha (Ourique, Beja) y Casa del Carpio (Belvís de la Jara, Toledo) Junto a la pátera de Berzocana y los cuencos de Baiões, se documentan en ámbito peninsular tres calderetas con soportes de anteojos, dos de ellas de probable origen precolonial. 101 A grandes rasgos, los objetos que Jiménez Ávila 102 denomina calderetas con soportes de anteojos son vasos de tendencia hemisférica achatada provistos de dos asas fijas contrapuestas (fig. 2.3). Son precisamente las asas su elemento más significativo, pues el soporte o placa que va fijado con remaches al cuerpo del recipiente presenta la silueta de unos anteojos o un ocho, con dos extremos circulares de donde arrancan los extremos del asa unidos por una parte central más estrecha. El asa suele ser arqueada y sobreelevada sobre el borde del vaso, rematándose en su parte superior con un motivo decorativo, que suele ser una flor de loto, aunque también se conocen algunas otras figuritas. 103 El asa y su bastidor en forma de anteojos constituyen una única pieza, maciza y fabricada a cera perdida (fig. 5). 104 Los dos ejemplares conocidos en ámbito peninsular se conservan de manera incompleta. En el caso de Nora Velha (Ourique, Beja) (fig. 5.1) corresponden a fragmentos de las asas y chapas del recipiente. 105 No parece haberse prestado atención a un hecho de gran relevancia como es la aparición de dichos materiales en un monumento megalítico reutilizado. 106 En efecto, según el testimonio del excavador del tholos, no pequeño espaço a Norte, logo a seguir ao sítio em que as pontas dos quatro esteios afloravam, no 100. BURGESS 1991, 38. 101. JIMÉNEZ ÁVILA 2002, 152-154. 102. 2002, 152-153. 103. JIMÉNEZ ÁVILA 2002, 152. 104. A partir de este modelo general, las piezas pueden mostrar particularidades, siendo frecuente la presencia de sendos vástagos que unen los tramos verticales del asa con las partes superiores del bastidor en ocho. La forma del vaso suele presentar una proporción de 2/2,5 a 1 de diámetro en relación a la altura (es decir, la profundidad suele medir en torno a la mitad del diámetro). Se registran básicamente dos grupos, uno más pequeño con un diámetro oscilando entre 15-20 cm y otro grupo con diámetros situados en torno a los 35 cm (MATTHÄUS 2001, 157-158). Se conocen también unos cuantos calderos de la colección Cesnola, de procedencia desconocida y cronología incierta, con un diámetro de 35-42 cm y con asas de gran tamaño pertenecientes a este mismo tipo (MATTHÄUS 1985, 195-96, n. 470-473, Taf. 50-52; 2001, 159). 105. VIANA 1959, 26, 28, est. V y VI.51; JIMÉNEZ ÁVILA 2002, fig. 107.1. 106. Jiménez Ávila (2002: 152-53) no explica el contexto de aparición de los fragmentos, aunque señala su asociación con cerámica tipo Lapa do Fumo y propone fecharlo en el s. VIII ane. La reutilización del monumento es considerada por García Sanjuán en sus trabajos sobre reutilización de megalitos, aunque dicho autor no entra a valorar las características del recipiente, definiéndolo simplemente como caldero de bronce (GARCÍA SANJUÁN 2005, 95, tab. 1). 274

Figura 5. Calderetas con soportes de anteojos: 1) Nora Velha (según JIMÉNEZ-ÁVILA 2002, fig. 107.1 a partir de VIANA 1959); 2) Casa del Carpio (según PEREIRA, recogido en JIMÉNEZ-ÁVILA 2002, fig. 107.2); 3) Los Higuerones (Cástulo) (según JIMÉNEZ-ÁVILA 2002, lám. XXV.51); 4) Serra Orrios (según LOSCHIAVO et al. 1985, fig. 13.9-10); 5) Monte Sa Idda (según MATTHÄUS 2001, fig. 6); y 6) Tadasune (según MATTHÄUS 2001, fig. 5). Diferentes escalas. 275

ponto culminante do outeiro, na primeira inspecção que fizemos ao local, colhemos à superfície, e sem qualquer cavadela, muitos fragmentos pequeninos de delgadissima chapa de bronze, que pertenceu a um caldeiro, assim como pedacitos de varão cilíndrico, provenientes das asas do mesmo recipiente (...). Cortadas as estevas e retirados alguns calhaus soltos que cobrian o solo, retiraram-se mais alguns destroçozitos do tal caldeirão, colheita que continuou depois até 10 ou 12 centímetros de profundidade. 107 El propio Viana 108 reconoce en su publicación el revolvimento parcial, em várias épocas del monumento, aspecto indicado no sólo por los fragmentos del recipiente, sino también por el hallazgo en la excavación de fragmentos de cerámica a mano pintada, tres cuentas de oro de perfil angular convexo y dos urnas; 109 dichos materiales permiten fechar la reutilización de la estructura en los siglos IX-VIII ane. 110 A mi modo de ver, la presencia de la caldereta en un monumento prehistórico reutilizado merece una especial atención, por lo que luego volveré sobre el tema. Por lo demás, no es menos sugerente el contexto del segundo ejemplar, procedente de la sepultura de Casa del Carpio (Belvís de la Jara, Toledo). En esta ocasión, se trata igualmente de varios pedazos entre los que figura al menos un fragmento de asa remachada a un trozo de la chapa del vaso (fig. 5.2). 111 Los fragmentos de la caldereta aparecieron formando parte del ajuar de una tumba singular, calificada de principesca, que fue objeto de una excavación de urgencia en septiembre de 1984, tras haberse detectado saqueos de clandestinos a raíz del vaciado del pantano que la cubría. 112 A grandes rasgos, se trata de una tumba de planta rectangular y sección escalonada en tres niveles. El nivel más bajo acogió la primera fase del ritual, consistente en la deposición del ajuar personal de los difuntos. Dicho ajuar se componía de distintos objetos metálicos (la caldereta, anillos, una fíbula, brazaletes o aretes, fragmentos de un brazalete de plata, un pequeño vaso de plata y dos cuchillos de hierro, además de diversos fragmentos de bronces), recipientes de perfumes y cuencos pintados y fue depositado en el interior de un recipiente cerámico que a su vez se introdujo en una imitación a mano de un pithos fenicio. 113 En un segundo momento, en el nivel intermedio de la fosa, se realizó el enterramiento de una mujer y un recién nacido, acompañados de restos de fauna (una oveja adulta y un cordero de pocos días) interpretados como ofrendas alimenticias. 114 La tercera fase, correspondiente al nivel más superficial, se relaciona 107. VIANA 1959, 25-26. 108. 1959, 27. 109. GARCÍA SANJUÁN 2005, 95, tab. 1; VIANA 1959, 27-8, est. V-VI; para las cuentas PEREA 1991, 158, 164, 302; PINGEL 1992, 284, n. 217, Taf. 46.10-12. 110. GARCÍA SANJUÁN 2005, 95; JIMÉNEZ ÁVILA 2002, 152-153. 111. JIMÉNEZ ÁVILA 2002, fig. 107.2. En un principio los fragmentos fueron descritos como restos de un gran recipiente, probablemente un brasero que se aparta de los tipos hasta ahora conocidos (PEREIRA, ÁLVARO 1988, 281-282; ver también PEREIRA, ÁLVARO 1990, 223). 112. PEREIRA, ÁLVARO 1988 y 1990; PEREIRA 2006, 85-88. 113. PEREIRA 2006, 85-6; PEREIRA, ÁLVARO 1988 y 1990. 114. PEREIRA 2006, 86. con los rituales realizados tras la deposición de los cadáveres; los materiales recuperados 115 comprenden seis grandes vasijas de almacenaje, un numeroso conjunto de cuencos a mano de probable uso ceremonial decorados con motivos geométricos mediante pintura bícroma postcocción y una clepsidra, que ha sido objeto de un pormenorizado estudio en fechas recientes. 116 La tumba estaría posiblemente coronada con un túmulo, casi en su totalidad desaparecido por la acción de las aguas del pantano de Azután. 117 Su excavador fecha el enterramiento en el s. VII, aunque admite la posibilidad de alzar la cronología a finales de la centuria anterior, sobre la base de las dataciones por termoluminiscencia de dos de las grandes vasijas del nivel superior y de la imitación del pithos, cuyos prototipos a torno en yacimientos fenicios del sur peninsular se sitúan a inicios del s. VIII. 118 Las asas de una tercera caldereta (fig. 5.3) proceden de Los Higuerones, una de las necrópolis de Cástulo, donde habrían sido recuperadas en 1972 junto a un vaso ovoide de bronce, un timiaterio, una esfinge sobre una plataforma y varios broches de cinturón. 119 En este caso, no sólo los materiales definen con claridad un momento colonial, probablemente del s. VII, sino que además las características de las asas, como ha señalado Jiménez Ávila (2002, 153), muestran ya diversas particularidades que las alejan de las producciones anteriormente mencionadas y de las cuales podrían considerarse una evolución de factura peninsular. 120 Entre los rasgos singulares del ejemplar castulonense (fig. 5.3) cabría citar el bastidor recto en su parte superior o las asas en forma de arquitrabe y con sección rectangular, aunque es interesante señalar que conservan el motivo de la flor abierta en su tramo horizontal. 121 Este tipo de vasos con bastidor de anteojos y asa sobreelevada con decoración en su parte superior es muy frecuente en Chipre, donde se conocen unos veinte ejemplares, aunque buena parte de ellos sin contexto. 122 No obstante, su datación puede situarse principalmente en el período chipro-geométrico, con ejemplos localizados fuera de la isla en momentos coetáneos o avanzados como el s. VIII e incluso inicios del VII. 123 El origen del tipo que recoge influencias de formas cerámicas y metálicas es discutido, aunque sin duda se sitúa en el ámbito egeo-chipriota. 124 Matthäus 125 defiende un origen chipriota para las asas con flores de loto, señalando como cabeza de serie un 115. PEREIRA 2006, 86; PEREIRA, ÁLVARO 1988 y 1990. 116. PEREIRA 2006. 117. PEREIRA 2006, 86. 118. PEREIRA 2006, 88. Una cronología del s. VIII es propuesta también por Jiménez Ávila (2002, 152-153) para la caldereta. 119. JIMÉNEZ ÁVILA 2002, 153-154, 396-397, n. 51, lám. XXV; MATTHÄUS 2001, 165, 187, n. A58. 120. En similar dirección apunta Matthäus (2001: 165), en cuya opinión here we are not dealing with direct Cypriot cultural influence, but with a type that was probably handed down in Phoenician ateliers and imitated in Spain by a local Iberian bronzesmith. 121. JIMÉNEZ ÁVILA 2002, 153, 396-397, n. 51, lám. XXV. 122. CHAVANE 1982, 31-36, n. 15-20; MATTHÄUS 1985, 123-127, 195-196, taf. 20-21, 50-52. 123. CHAVANE 1982, 32-33; MATTHÄUS 1998, 134. 124. CHAVANE 1982, 32; JIMÉNEZ ÁVILA 2002, 152. 125. 2001, 157-58. 276

vaso de la tumba 40 de Kourion-Kaloriziki, fechado en la primera mitad del s. XI, con asas todavía sin flor de loto pero ya con soporte en forma de ocho reemplazando a las placas de enganche circulares e individuales de tipo egeo. 126 Las asas con flores de loto y bastidor con forma de ocho o anteojos se fechan desde el chipro-geométrico I (c. 1050-950 ane) en adelante. 127 Se conocen importaciones de taller chipriota y/o imitaciones de este tipo de vasos en el oriente y el sur mediterráneos (Til Barsip, Nimrud, Meroe, etc.), ámbito egeo y Mediterráneo central y occidental, con diversas casuísticas e incluso imitaciones miniaturizadas en marfil y fayenza. 128 Por razones evidentes, aquí interesan de manera especial los hallazgos del Mediterráneo central. Conocemos actualmente un ejemplar en Italia continental (Satricum) y cuatro hallazgos en Cerdeña, dos de ellos próximos a los ejemplares chipriotas (dos vasos en Sta. Anastasia de Sardara y uno en Serra Orrios) y otros dos que constituyen claramente producciones locales sardas (Tadasune y Monte Sa Idda). 129 Poco puede decirse de Serra Orrios (Nuoro) al tratarse de un hallazgo muy fragmentario (fig. 5.4), 130 pero es distinto el caso de Sta. Anastasia de Sardara (Cagliari). En esta ocasión se recuperaron tres vasos, dispuestos uno en el interior del otro, formando parte de un depósito localizado en el interior de unas ricas estructuras conocidas con el nombre de sala del consiglio. Dos de los recipientes pertenecen al tipo que nos ocupa, 131 mientras el tercero se adscribe a la familia de los vasos con enganche de asa con decoración espiral. 132 La singularidad más relevante de estas piezas reside en la decoración de uno de los vasos el menos profundo con asas de flor de loto: la parte central interior del vaso muestra varios círculos concéntricos y un friso de triángulos enfrentados que no encuentran paralelos en los ejemplares chipriotas y que llevan a Matthäus (2001, 163) a preguntarse si la decoración es un añadido sardo posterior o todo el vaso en sí es una producción local. Por lo demás, la cronología del conjunto tampoco está clara, pues mientras los excavadores asocian el depósito a la destrucción del edificio (finales del s. VIII ane), Matthäus 133 lo considera una ofrenda de fundación fechable en el s. X y evidentemente anterior a la construcción del mismo. Como quiera que sea, la producción centromediterránea de calderetas de anteojos en los ss. X-IX está atestiguada por la presencia de un interesante ejemplar entre los materiales del depósito de Monte Sa Idda. 134 Esta pieza (fig. 5.5) conserva los rasgos 126. Sobre esta pieza ver Matthäus (1985, 123-124, n. 345, taf. 20). 127. MATTHÄUS 2001, 157. 128. MATTHÄUS 2001, 159-165, fig. 3, n. A21-A66. Para los ejemplares de Creta ver además MATTHÄUS (1998, 134-37). 129. MATTHÄUS 2001, 163-165; TARAMELLI 1921, 62-63. 130. LO SCHIAVO et al. 1985, 33-35, fig. 13.9-10. 131. MATTHÄUS 2001, figs. 1-2; BERNARDINI 2000a, 51, figs. 12/f y 63. 132. MATTHÄUS 2001, 165-169, fig. 7. Sobre este último tipo puede verse además Lo SCHIAVO et al. (1985, 32-35). 133. 2001, 156, 163. 134. MATTHÄUS 2001, 164, fig. 6; TARAMELLI 1921, 62-3, fig. 88. más típicos de las producciones chipriotas, pero presenta como elementos originales la ausencia de flor de loto o de cualquier tipo de figura en el asa y una decoración de tres bandas de sogueado enmarcadas por cordones lisos en la parte estrecha del soporte. No menos original resulta el asa encontrada según parece cerca de Tadasune (Oristano), que formaba parte de la colección Pischedda (hoy en el Museo de Cagliari) y que, según las noticias disponibles, se asociaría a materiales cuya ocultación a juzgar por la presencia de un lampadario chipriota habría que situar en los ss. VIII-VII; 135 en este caso (fig. 5.6), los extremos circulares del soporte presentan un botón central con decoración de espiral circundándolo y están rematados en su parte superior por figuritas exentas de aves; la parte estrecha del soporte se decora también con cordones lisos longitudinales y el asa muestra tres bolas en su parte superior. Los materiales del Mediterráneo central atestiguan la dispersión de esta familia de vasos hacia occidente y ayudan a contextualizar los ejemplares de Nora Velha y Casa del Carpio, cuya atribución a un área de fabricación concreta ya sea en el Mediterráneo oriental, central u occidental no resulta viable. No obstante, se trata de piezas de soporte liso, distintas por lo tanto a los ejemplares decorados de factura sarda. Vasos de bronce de momentos precoloniales: una visión de conjunto El hallazgo en la Península Ibérica de vasos metálicos fabricados en el Mediterráneo oriental, o inspirados en las producciones de dicho ámbito, plantea sugerentes problemas que, aunque sea de manera sucinta, quisiera esbozar aquí. Adelanto que mi intención es aquilatar el significado y función de dichos vasos en el Mediterráneo occidental, pero ello requiere abordar algunas cuestiones previas en parte ya esbozadas como son su problemática cronológica y contextual. En la actualidad prácticamente nadie discute la existencia de contactos de la Península Ibérica con el Mediterráneo central y oriental en momentos anteriores a la primera presencia fenicia. Por el contrario, sí suscitan intensa controversia las características de dicho proceso, su cronología, agentes y sus implicaciones en ámbito peninsular. 136 Hay que admitir, y luego insistiré en ello, que la idea tradicional de precolonización tiene un carácter excesivamente monodireccional mediante la distinción de una parte activa (agentes mediterráneos) y otra pasiva o con escasa iniciativa (pueblos peninsulares), cuyos cambios (jerarquización, intensificación de la producción, adquisición de nuevos hábitos, etc.) serían inducidos mayoritariamente por los agentes externos. Otra de las críticas principales 137 se dirige al carácter teleológico o finalista del proceso, que entiende los contactos con el Mediterráneo central y occidental 135. MATTHÄUS 2001, 163-164, fig. 5; TARAMELLI 1921, 62-63, fig. 89. 136. CELESTINO et al. e. p. 137. AUBET 1994, 177-187; BERNARDINI 2000b, 17; VIVES-FER- RÁNDIZ 2005, 67-71. 277

como una fase previa de preparación de la posterior dinámica colonial. No es posible entrar a discutir aquí estos aspectos con la necesaria profundidad, pero sí señalaré, al menos, que las alternativas a la lectura tradicional de la precolonización han sido varias y complementarias entre sí. Una primera salida ha sido considerar el problema desde una perspectiva estrictamente cronológica, negando la validez del término precolonización y asumiendo el calificativo precolonial con el significado temporal de anterior a lo colonial o anterior a lo fenicio. 138 En paralelo, se han desarrollado conceptos y modelos más complejos para explicar dichos contactos; en esta línea podríamos aludir al concepto de interacción propuesto por Ruiz-Gálvez o a la distinción de Alvar 139 entre modo de contacto no hegemónico y modo de contacto sistemático. 140 En clara relación con lo anterior se encuentra el reconocimiento del papel activo de las comunidades locales, un aspecto en el que también Ruiz-Gálvez 141 ha venido insistiendo de manera reiterada. En efecto, no creo que sean las sociedades mediterráneas quienes están detrás del proceso de jerarquización y apropiación del territorio experimentado en el centro de Portugal durante el Bronce Final (en concreto, ss. XIII-XI cal ane), 142 sino que, al contrario, es dicho desarrollo, vinculado a la dinámica interna del ámbito atlántico, 143 el que posibilita la interacción de la costa atlántica peninsular con el ámbito mediterráneo. Dicha interacción acusa una especial intensidad durante los ss. XI-X cal ane y de ello serían testimonio no sólo los materiales del Mediterráneo central y oriental recuperados en Portugal, sino también la presencia de manufacturas atlánticas asadores articulados, fíbulas, etc. en Cerdeña y Chipre. 144 Desde mi punto de vista, esta dinámica de contactos e interacción no tiene como objetivo anticipar el establecimiento de asentamientos coloniales en ámbito peninsular, pero sí define un contexto (desarrollo económico, evolución de las técnicas minero-metalúrgicas, conocimiento de las rutas de navegación, etc.) que facilita el posterior proceso colonizador. Como ya he señalado, desde una perspectiva cronológica se han producido novedades relevantes para la comprensión de esta dinámica. Sobre la base de dataciones radiocarbónicas y dendrocronológicas, el origen de la colonización fenicia en el Mediterráneo occidental ha sido situado por Torres et al. 145 en el último tercio del s. IX (en concreto, hacia 830-820 cal ane); 146 no obstante, el reciente hallazgo en Huelva de un importante lote 138. RUIZ-GÁLVEZ 2005a, 252. 139. RUIZ-GÁLVEZ 2000, ALVAR 1997 y 2000. 140. VIVES-FERRÁNDIZ (2005: 77) cuestiona la propuesta de Alvar argumentando que supone una lectura dualista y parcial de la situación colonial, pues en ella sólo participa el grupo colonizador, el fenicio, del que depende la estrategia a adoptar frente al papel extraordinariamente pasivo de los indígenas, relegados a meros espectadores. 141. 1998 y 2000. 142. VILAÇA 1998. 143. KRISTIANSEN 2001, 206-224. 144. BURGESS 1991; MEDEROS 1996; RUIZ-GÁLVEZ 1998; ALMAGRO- GORBEA 2001; ARMADA 2005. 145. 2005: 178-183, 194. 146. Una fecha algo más alta (c. 850 ane) es defendida por Arruda (2005: 281). de cerámicas fenicias, mayoritariamente del ámbito tirio, 147 confirma la existencia de una fase precolonial de componente fenicio 148 fechable cuando menos a inicios del s. IX, si no mediados-finales del X. 149 No menos sorprendente es la temprana presencia fenicia en la costa portuguesa, donde probablemente ya a finales del s. IX según Arruda 150 se habría producido la instalación de navegantes fenicios en poblados indígenas como Santarém, Almaraz y Conímbriga. 151 Al mismo tiempo, llama igualmente la atención que esta primera presencia fenicia se sitúe en los valles del Tajo y el Mondego, lo que sugiere un proceso no linear ni secuenciado de sur a norte, sino premeditado y orientado de manera consciente hacia determinadas áreas en razón de su proximidad a los recursos metalúrgicos. 152 Al margen de las divergencias sobre la cronología del proceso, es cierto que la evidencia disponible conforma un panorama distinto respecto al conocido hasta hace unos años. Ello invita a repensar la supuesta adscripción precolonial de algunos materiales. Y en este contexto, son realmente precoloniales las piezas que nos ocupan? La pregunta no es ociosa teniendo en cuenta que todo apunta a que objetos metálicos de cronología precolonial están moviéndose en circuitos fenicios y están siendo amortizados en un marco ya colonial. 153 En un trabajo reciente, Ruiz-Gálvez 154 considera que el único criterio hoy por hoy seguro y fiable de la existencia de un comercio mediterráneo en la península anterior a la colonización fenicia es la presencia de objetos de hierro en contextos arqueológicos claros y bien datados, y anteriores a mediados/fines del s. IX cal BC. 155 Conviene reconocer que los datos a nuestra disposición son susceptibles de más de una lectura. Con todo, como ya hemos visto, la pátera de Berzocana encuentra sus mejores paralelos en producciones próximo orientales fechadas entre finales del segundo milenio y la primera mitad del s. X ane; además, aparece acompañada de dos torques de tipo Sagrajas- 147. GONZÁLEZ DE CANALES et al. 2004. 148. Con esta frase quiero decir que es anterior a los niveles más antiguos de Chorreras, Morro de Mezquitilla y Castillo de Doña Blanca (TORRES 2005, 292). 149. TORRES 2005. 150. 2005, 298. 151. Torres et al. (2005: 184) proponen una cronología más baja (un poco antes de mediados del s. VIII ane) para los materiales de Santarém, considerados los más antiguos de adscripción fenicia en la costa portuguesa; lo cual no quiere decir que la zona no estuviese en contacto con el SO peninsular desde los inicios de la colonización fenicia (TORRES et al. 2005, 184). 152. ARRUDA 2005. 153. En mi opinión es el caso del depósito de Monte Sa Idda, que integra materiales más antiguos (el asador articulado o posiblemente el asa de la caldereta) junto a otros de presumible cronología posterior. 154. 2005b, 325. 155. RUIZ-GÁLVEZ 2005b, 325. No en vano, el contexto cronológicamente difuso y las dificultades de interpretación de los objetos de supuesto origen mediterráneo fueron tradicionalmente uno de los argumentos más recurrentes para la crítica de la hipótesis precolonial (AUBET 1994, 185-186; VIVES-FERRÁNDIZ 2005, 67, donde afirma que los pocos restos materiales que evidenciarían la etapa precolonial son unos objetos aislados, sin contexto arqueológico en la mayor parte de los casos, lo que imposibilita situarlos en el discurso arqueológico de manera fiable ). 278