Cuidando de la salud animal, humana y ambiental

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Transcripción:

93 Diagnóstico y control de parásitos gastrointestinales en caninos y felinos: Cuidando de la salud animal, humana y ambiental Dra. Jaqueline Bianque de Oliveira MV, M.Sc., Ph.D. Laboratório de Parasitologia (LAPAR), Departamento de Biologia, Programa de Pós-Graduação em Ciência Animal Tropical (PPGCAT), Universidade Federal Rural de Pernambuco (UFRPE), Brasil. Profesor visitante (2005-2009) de la Cátedra de Parasitología y de Enfermedades Parasitarias, Escuela de Medicina Veterinaria, Universidad Nacional (UNA), Costa Rica. bianque01@yahoo.com.br Introducción En la actualidad, el convivio entre humanos y animales se ha vuelto más estrecho. La creciente presencia de perros y gatos en las residencias y en los espacios públicos ha generado tantos beneficios como riesgos en lo referente a la salud animal, humana y ambiental (Schantz, 2002; Faraco, 2008; Day y otros, 2012). Eso porque las mascotas, así como los humanos, son hospederos de parásitos gastrointestinales (PGI) que se dispersan en el ambiente, favoreciendo su transmisión tanto a los animales como a las personas. La atención veterinaria periódica es la manera más segura de garantizar la salud de las mascotas, para que sus propietarios puedan disfrutar de las bondades emocionales, sin el riesgo que conlleva la tenencia responsable de las mismas. Parásitos gastrointestinales y salud animal La presencia de PGI es considerada como un evento muy frecuente en caninos y en felinos, incluso en animales que regularmente reciben atención veterinaria (Ramírez Barrios y otros, 2004; Arguedas Zeledón y otros, 2009). Esto probablemente se debe al inadecuado manejo de las parasitosis por parte de los propietarios y médicos veterinarios (Stull y otros, 2007). En Costa Rica, varios estudios realizados indican prevalencias

94 La revista de más prestigio en el sector agropecuario, con circulación permanente desde 1998. de PGI, que varían de 38.2% a 61.4% en perros cachorros y en adultos. El resultado de Calderón Arias (2008) fue de 54.3% en perros menores de 6 meses, comercializados en 18 tiendas de mascotas del área metropolitana; mientras que el de Zeledón y otros (2009) alcanzó una cifra del 56%, en perros atendidos en una clínica veterinaria en San José. Asimismo, Fernández Anchoa (2009) reporta un porcentaje de 38.6% y 31.6% en caninos y felinos, respectivamente, cuyas muestras fecales fueron enviadas a dos laboratorios de diagnóstico veterinario en el área metropolitana. La prevalencia más elevada de 61.4% fue registrada por Valverde Alvarado (2010), en perros que no recibieron atención veterinaria y que vivían en siete comunidades de riesgo social del país. Los PGI más frecuentes en caninos y felinos de Costa Rica son: Ancylostoma spp., Toxocara spp., Toxascaris leonina, Trichuris vulpis, Strongyloides stercoralis, Spirocerca lupi, Dipylidium caninum, Giardia duodenalis y Cystoisospora spp. (Alvarado y otros, 2007; Paquet Durand y otros, 2007; Arguedas Zeledón y otros, 2009; Calderón Arias, 2009; Castro Jarquín, 2009; Fernández Anchía, 2009; Valverde Alvarado, 2010; Sáenz y otros, 2014). Estos parásitos infectan a los animales a través de la ingestión de agua y de alimentos contaminados (Ancylostoma spp., Toxocara spp., T. vulpis, S. stercoralis, G. duodenalis y Cystoisospora spp.), ingestión de escarabajos y pulgas (S. lupi y Dipylidium caninum) y/o por la piel (Ancylostoma spp. y S. stercoralis). Además, las perras y gatas contaminadas pueden transmitir parásitos a sus cachorros, por la placenta y/o por la leche (Ancylostoma spp. y Toxocara spp.). A pesar de la cantidad de productos para su tratamiento y prevención, los parásitos están entre las causas más comunes de enfermedad del tracto gastrointestinal de perros y gatos, tanto en cachorros como adultos. En la mayoría de los casos, los animales parasitados no presentan signos clínicos, principalmente los adultos. Cuando los signos clínicos ocurren, sobre todo en cachorros, los más frecuentes son diarrea (con o sin sangre), anemia, pérdida del apetito y de peso, vómito, distensión abdominal y depresión. Un estudio realizado con cachorros de hasta 6 meses de edad, comercializados en tiendas de mascotas del país, se diagnosticaron los PGI en 86.1% de los animales que presentaban diarrea (Calderón Arias, 2008). La muerte puede ocurrir en cachorros o animales inmunosupresos. En el caso de infección por el nematodo S. lupi, los nódulos parasitarios en el esófago comprometen, de manera grave, la salud de los animales, resultando en mortalidad. Parásitos gastrointestinales y salud humana La importancia del efecto de los PGI en las mascotas radica no solo en los problemas de salud que estos pueden producirles, sino también en la capacidad de afectar la salud humana (potencial zoonótico); lo que constituye un problema de salud pública. La contaminación del suelo con las heces de caninos y/o felinos parasitados facilita la transmisión de parásitos zoonóticos, tales como Toxocara spp., Ancylostoma spp., S. stercoralis, T. vulpis y G. duodenalis. De éstos, los más patógenos para humanos son Toxocara spp., G. duodenalis y Ancylostoma spp. Es importante destacar que la transmisión de éstos parásitos no ocurre por contacto directo (caricias) de los propietarios con los animales infectados. Lo anterior, debido a que los PGI tienen la capacidad de infectar a los humanos, únicamente, a través del ambiente, después de que son defecados en las heces de los animales. La excepción es el protozoario G. duodenalis, cuyos quistes son excretados en las heces de los animales, ya con capacidad infectante para humanos y otros animales. Para que las mascotas no sean una fuente de contaminación de parásitos para el ambiente y para sus propietarios, resulta fundamental que estas reciban regularmente atención veterinaria, a efecto de que puedan ser diagnosticadas y tratadas adecuadamente. Toxocara spp. es causante de la zoonosis denominada Toxocariasis o Larva Migratoria, en sus principales presentaciones: visceral, ocular y neurológica (Schantz, 2002; Day y otros, 2012). La infección ocurre por ingestión de agua o alimentos contaminados con los huevecillos del parásito o, en el caso de los niños (principales afectados), a través de las manos sucias que tuvieron contacto con el suelo o con huevecillos. En Costa Rica, se han diagnosticado varios casos de toxocariasis ocular (LMO), en niños atendidos en el Hospital Nacional de Niños (Dr. Joaquín Martínez Arguedas, comunicación personal). Las larvas de Ancylostoma spp. causan la zoonosis conocida como Larva Migratoria Cutánea, una de las afecciones más prevalentes en la piel humana (Palmer y otros, 2007). Asimismo, Ancylostoma caninum es señalado como agente etiológico de la enteritis eosinofílica, considerada como una zoonosis emergente en los Estados Unidos (Schantz, 2002). El protozoario G. duodenalis es una de las causas de diarrea en niños, siendo responsable por epidemias tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo (Hunter & Thompson, 2005; Smith y otros, 2007). En varios países, se han realizado numerosos estudios para determinar la presencia de parásitos en caninos y en felinos, en áreas tales como parques, plazas, paseos públicos y playas. Los resultados revelan elevadas tasas de contaminación en este tipo de espacios públicos de entretenimiento; lo que se debe tanto a la presencia de animales callejeros (que no reciben atención veterinaria) como de caninos con dueños (que reciben regularmente atención veterinaria) (Ramírez Barrios y otros, 2004; Fontanarrosa y otros, 2006). Se estima que en Costa Rica existen aproximadamente un millón de perros en las calles de las áreas urbanas y rurales; tanto sin dueños como semidomiciliados

95 (Schumacher, 2009). Además, el país se caracteriza por poseer muchas playas, que son frecuentadas durante todo el año, catalogadas como lugares de esparcimiento importante. Un estudio realizado para evaluar la contaminación por PGI en caninos y felinos en playas y parques públicos del país, reflejó la presencia de los siguientes PGI zoonóticos: Ancylostomatideos, Toxocara spp. y Toxascaris spp. (Paquet Durand y otros, 2007). Asimismo, se detectó la existencia de huevecillos de parásitos con potencial zoonótico, en 60.2% de las muestras fecales de caninos recolectadas en 18 playas del Pacífico Central de Costa Rica, las cuales estaban contaminadas con Ancylostoma spp., T. canis y Trichuris vulpis (Castro Jarquín, 2009). Diagnóstico de los parásitos gastrointestinales Si bien es cierto que algunos animales parasitados por algún tipo de PGI pueden presentar signos clínicos relacionados a la infección, hay animales que, a pesar de estar infectados, no muestran ninguna evidencia de ello (Ramírez Barrios y otros, 2004). En el estudio llevado a cabo en tiendas de mascotas del área metropolitana del país, 43.7% de los cachorros comercializados no presentaban signos clínicos pero estaban parasitados (Calderón Arias, 2008). Por ello, el diagnóstico de parasitismo nunca debe basarse, únicamente, en la sintomatología clínica, sino en la realización de exámenes coproparasitológicos apropiados para detectar el tipo de parásito que se sospecha (Stull y otros, 2007). Los exámenes coproparasitológicos, además de ser seguros para diagnosticar los PGI, son de gran utilidad para la escogencia del tratamiento adecuado, de acuerdo con los parásitos que se diagnostiquen. En los Estados Unidos y Canadá, algunos estudios han indicado que un 75% de las clínicas realizan, rutinariamente, exámenes coproparasitológicos para su diagnóstico (Harvey y otros, 1991; Stull y otros, 2007). Un estudio llevado a cabo en 50 clínicas del área metropolitana de Costa Rica, indicó que el 26% de los veterinarios entrevistados realizaban, este tipo de exámenes coproparasitológico para diagnosticar a los PGI. Esto significa que la mayoría se apoya en la manifestación de signos clínicos para el diagnóstico de las parasitosis, lo que no es el criterio de diagnóstico más idóneo (Harvey y otros, 1991; Stull y otros, 2007). Para el diagnóstico de los PGI en mascotas, las principales técnicas coproparasitológicas utilizadas son las de flotación (con solución hipersaturada de azúcar, cloruro de sodio o sulfato de zinc) y sedimentación; que son de bajo costo, de fácil ejecución y altamente sensibles en lo que respecta a la detección de quistes u ooquistes de protozoarios, así como de huevecillos y larvas de helmintos (Calderón Arias, 2008; Fernández Anchía, 2009). Los exámenes coproparasitológicos, usualmente, son realizados durante la consulta por lo que, muchas veces, las muestras de heces son obtenidas en este momento. Por tanto, se utilizan: pequeñas cantidades de heces que quedan en el termómetro o que son recolectadas del recto con extractores de plástico; además de la defecación espontánea durante la consulta. Es decir, que las muestras de una única evacuación son las más utilizadas para el diagnóstico coproparasitológico de los PGI, según el 80% de los veterinarios costarricenses, entrevistados por Fernández Quesada (2009). Esto puede determinar resultados falsos-negativos, debido a la intermitencia de excreción de quistes, ooquistes, huevecillos y larvas de los PGI (Calderón Arias, 2008). Para los felinos, debido a sus hábitos de defecación (entierran las heces), las dificultades de obtención de muestras se potencializan. Los propietarios de caninos y de felinos deben ser orientados a recolectar muestras fecales seriadas (Tres días consecutivos), previo a la consulta veterinaria (Lindsay & Blagburn, 1995). Control de los parásitos gastrointestinales Programas de desparasitación La importancia de los PGI de las mascotas no sólo radica en los problemas de salud que estos pueden producir en los animales, sino también en el potencial zoonótico de algunos. Por ello, las dos principales razones para desparasitar a las mascotas son: reducir el riesgo de enfermedad en las mascotas y prevenir la infección en humanos (Schantz, 2002; Pullola y otros, 2006). El manejo de las infecciones parasitarias es una de las principales prácticas de la clínica veterinaria de caninos y felinos. No obstante, estudios realizados en los Estados Unidos (Kornblatt & Schantz, 1980; Harvey y otros, 1991), en Canadá (Stull y otros, 2007) y en Costa Rica (Calderón Arias, 2008; Arguedas Zeledón y otros, 2009; Fernández Quesada, 2009), han demostrado que las prácticas de desparasitación y las recomendaciones para el control de los parásitos gastrointestinales por parte de las clínicas de mascotas son inadecuadas, debido a que pocos toman en cuenta factores como el resultado del examen coproparasitológico, los parásitos diagnosticados, el riesgo zoonótico, la edad y el estilo de vida de las mascotas, entre otros (Kornblatt & Schantz, 1980; Stull y otros, 2007; Calderón Arias, 2008; Arguedas Zeledón y otros, 2009; Fernández Quesada, 2009). En Costa Rica, se han realizado tres estudios con el objetivo de identificar las recomendaciones para el control de los PGI, llevadas a cabo por los veterinarios de caninos y felinos del área metropolitana del país: Alvarado y otros (2007) identificaron 10 protocolos de desparasitación para cachorros de caninos y felinos y 4 para adultos, recomendados por 13 clínicas de mascotas del país. A su vez, Calderón Arias (2008) reportó 10 protocolos de desparasitación para cachorros de caninos de hasta 6 meses, comercializados en 18 tiendas de mascotas del área me-

96 La revista de más prestigio en el sector agropecuario, con circulación permanente desde 1998. tropolitana. La investigación realizada por Fernández Quesada (2009) con 50 veterinarios de mascotas del área metropolitana indicó que hay 18 protocolos diferentes de desparasitación, tanto para caninos como para felinos; mientras que para caninos y felinos adultos son recomendados cuatro protocolos diferentes. En estos estudios, hubo variación en cuanto al inicio del programa de desparasitación y los intervalos de repetición del tratamiento, lo que también fue reportado en los Estados Unidos (Kornblatt & Schantz, 1980; Harvey y otros, 1991) y Canadá (Stull y otros, 2007). Otro factor que llama la atención es que no hubo diferencias en el protocolo de cachorros de caninos y de felinos; es decir, las clínicas usan los mismos, independientemente de la especie animal, lo que es una práctica equivocada (Center for Diseases Control and Prevention, 2009; Companion Animal Parasite Council, 2009). Los perros y gatos nacen, con frecuencia, infectados por Ancylostoma spp. y Toxocara canis, debido a la transmisión por la placenta. Asimismo y debido a la transferencia por la leche, esto ocurre continuamente hasta los 35 días después del parto (Schantz, 2002). Los animales congénitamente infectados, empiezan a excretar huevecillos en las heces antes de la tercera semana de vida (Schantz, 2002); por lo que se recomienda que el tratamiento profiláctico con antihelmínticos sea administrado en las semanas 2, 4, 6 y 8 de edad, en el caso de los caninos cachorros (Cuadro 1) (Center for Diseases Control and Prevention, 2009; Companion Animal Parasite Council, 2009). Debido a que en los gatos no ocurre la transmisión congénita de T. cati, el protocolo de desparasitación profiláctica para los gatitos debe ser administrado en las semanas 3, 5, 7 y 9 de edad (Cuadro 2) (Center for Diseases Control and Prevention, 2009; Companion Animal Parasite Council, 2009). De ahí la importancia de que en adelante, los perros y los gatos sean desparasitados únicamente con el respaldo de un examen de heces, los cuales deben ser realizados de 2 a 4 veces al año, dependiendo de su estado de salud y de factores referentes al estilo de vida de la mascota (Lindsay & Blagburn, 1995; Companion Animal Parasite Council, 2009). Es decir, animales adultos deberán ser regularmente monitoreados, por medio de exámenes de heces, según el riesgo de infección. Para garantizar la efectividad de la desparasitación profiláctica de las camadas, las perras y las gatas deben ser desparasitadas al parto y concomitantemente con la camada (Stull y otros, 2007; Center for Diseases Control and Prevention, 2009; Companion Animal Parasite Council, 2009). Aunque las clínicas tengan un papel importante en la educación para la prevención de zoonosis por PGI, varios estudios indican que estos profesionales están poco involucrados y se sienten incómodos en desarrollar esta labor (Stull y otros, 2007). No obstante, el deber del médico veterinario es utilizar un protocolo eficaz, según la necesidad de cada animal y así disminuir, en gran medida, la posibilidad de transmisión a los humanos (Schantz, 2002; Weese y otros, 2002; Palmer y otros, 2007; Smith y otros, 2007). Tratamiento antiparasitario En el mercado nacional existe, actualmente, una amplia variedad de productos antiparasitarios, indicados para el control de protozoarios, nemátodos y céstodos. Es importante recalcar, que los propietarios de perros y de gatos no pueden automedicar a sus mascotas, principalmente con este tipo de fármacos. El médico veterinario es el único profesional que tiene el conocimiento y la potestad para recomendar los productos antiparasitarios, utilizando informaciones como: resultado del examen, la edad, el peso y la raza del animal (Pullola y otros, 2006). Desafortunadamente, muchos profesionales han dejado a cargo de los dueños la función de desparasitación en periodos aleatoriamente determinados, sin tener conocimiento de si Cuadro 1. Protocolo de desparasitación recomendado para caninos cachorros y adultos Categoría Cachorros A partir de 2 meses de edad Perras Recomendación Desparasitar a la 2ª, 4ª, 6ª y 8ª semanas de edad Realizar exámenes coproparasitológicos de 2 a 4 veces/año, según el estado de salud y el estilo de vida del animal Desparasitar al parto y concomitante con la camada Cuadro 2. Protocolo de desparasitación recomendado para felinos cachorros y adultos Categoría Cachorros A partir de 2 ½ meses de edad Gatas Recomendación Desparasitar a la 3ª, 5ª, 7ª y 9ª semanas de edad Realizar exámenes coproparasitológicos de 2 a 4 veces/año, según el estado de salud y el estilo de vida del animal Desparasitar al parto y concomitante con la camada

97 el animal ciertamente lo necesita o no, así como qué clase de PGI presentan. El mal uso de los desparasitantes es una de las causas de resistencia, principalmente a los antihelmínticos; lo que ya ocurre con bovinos, equinos, caprinos y ovinos (Pullola y otros, 2006). En caninos, ya se ha reportado la resistencia de Ancylostoma caninum al pirantel (Kopp y otros, 2007). Recomendaciones para el control efectivo de PGI Las principales medidas para mermar la contaminación ambiental con huevecillos, larvas, quistes u ooquistes de los PGI son la recolección de heces y la desinfección (Lindsay & Blagburn, 1995; Stull y otros, 2007. Esto, por cuanto un ambiente contaminado es una fuente constante de reinfección, por lo que dichas medidas potencializan el efecto de los productos antiparasitarios (Schantz, 2002). El veterinario puede contribuir con la salud ambiental y humana, recomendando a los propietarios de mascotas para que recojan las heces de sus animales, cuando estos caminan en espacios públicos de entretenimiento, frecuentados por una gran cantidad de niños, tales como playas, parques y plazas (Schantz, 2002). Con estas medidas simples, se pueden evitar reinfecciones que atentan con la salud ambiental y humana, así como la de las mascotas. La realización de eventos de educación continua sobre el diagnóstico y el control de parásitos gastrointestinales en caninos y felinos, resulta de capital importancia para que los veterinarios puedan aplicar más los criterios científicos relativos a este tema. Además de la conveniencia de prepararlos para que puedan orientar a los propietarios, a efecto de que tomen las medidas profilácticas adecuadas. Agradecimiento La autora reconoce el aporte, en la generación de los resultados mencionados en este documento, de los siguientes profesionales: Dres. Cinthya Castro Jarquín; Danilo Fernández Quesada; Diana Arguedas Zeledón; Laura Fernández Anchía; Mariela Valverde Alvarado y Shirley Calderón Arias. Asimismo, la colaboración del técnico del Laboratorio de Parasitología EMV-UNA, Jorge Hernández Gamboa. Referencias: Alvarado, G.; Brown, M.; Córdoba, A.L.; Corella, K.; Hagnauer, I.; Quesada, A.; Oliveira, J. 2007. Diagnóstico y control de los parásitos gastrointestinales de mascotas (perros y gatos) en Costa Rica. Bol. Parasitol. 8:4-5. Arguedas Zeledón, D., Bitter, E.; Oliveira, J.; Romero, J.J. 2009. Prevalencia de Toxocara canis y otros parásitos gastrointestinales en perros antendidos en una clínica veterinaria en San José, Costa Rica. Cienc. Vet. 24:137-150. Calderón Arias, S. 2008. Estudio coproparasitológico en caninos menores de seis meses comercializados en tiendas de mascotas del área metropolitana de Costa Rica. Tesis de Licenciatura. Heredia, C.R., Universidad Nacional. Castro Jarquín, C. 2009. Evaluación de la contaminación por parásitos gastrointestinales de caninos en dieciocho playas del Pacífico Central de Costa Rica. Tesis de Licenciatura. Heredia, C.R., Universidad Nacional, Center for Diseases Control and Prevention (CDC). 2009. Guidelines for veterinarians: prevention of zoonotic transmission of ascarids and hookworms of dogs and cats (en línea). Consultado 6 may. 2015. Disponible en http://www.cdc.gov/ncidod/dpd/parasites/ascarids/prevention.htm Companion Animal Parasite Council (CAPC). 2009. CAPC Guidelines: controlling internal and external parasites in U.S. dogs and cats (en línea). Consultado 6 may. 2015. 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