Doha: qué está en juego?

Transcripción

1 SPEECH/06/407 Peter Mandelson Comisario de Comercio de la UE Doha: qué está en juego? Cámara de Comercio Canadá-Reino Unido Londres, 23 de junio de 2006

2 En el presente discurso, Peter Mandelson, Comisario de Comercio de la UE, ofrece una sucinta valoración del enorme coste que supondría un eventual fracaso de las negociaciones comerciales de Doha, que se llevan a cabo en el marco de la OMC. En un discurso pronunciado en Londres el 23 de junio, Mandelson afirmó que, teniendo en cuenta los beneficios potenciales ya obtenidos en la Ronda de Doha y el enorme coste sistémico y político que conllevaría un eventual fracaso, los negociadores de la reunión ministerial de Ginebra de junio de 2006 no deben dejarse tentar «por la falsa comodidad de una posición rígida e inflexible». Mandelson ofreció una completa visión de un acuerdo final, insistiendo en que un resultado ambicioso, no sólo en las negociaciones del sector agrícola, sino también en las de servicios, productos industriales y facilitación del comercio, resulta esencial para una Ronda de Desarrollo. Mandelson afirmó que la Ronda de Doha, además de impulsar la economía global, tanto de los países desarrollados como en desarrollo, brinda la ocasión de integrar a las nuevas economías de Asia y Sudamérica en el sistema mundial de comercio y reforzar el sistema multilateral de comercio. La alternativa, dijo, «es un sistema en el que el grande impone demasiadas veces sus condiciones al pequeño. Fuerza comercial, en vez de multilateralismo.» Mandelson explicó que «en caso de fracaso, se pierde la posibilidad de consolidar la reforma agrícola de la UE en Ginebra y activar una reforma similar en Estados Unidos. El mundo perdería nuevas oportunidades de acceso al mercado de productos agrícolas: la reducción más importante y rápida de aranceles agrícolas jamás planteada. Se perderían nuevas oportunidades comerciales en el sector de productos manufacturados, que no sólo es esencial para la UE y los EE.UU., sino también para los sectores industriales en crecimiento de los países en desarrollo. No llegar a un acuerdo, aunque sea modesto, en materia de comercio de servicios implicaría renunciar a los beneficios, en términos de desarrollo, de la inversión extranjera y el flujo mundial de pericia y experiencia a los países en desarrollo. Perderíamos un nuevo acuerdo multilateral sobre acceso al mercado no sometido a aranceles ni contingentes para los países menos adelantados. Perderíamos un nuevo paquete global de ayuda comercial de gran envergadura. Perderíamos la ocasión de reformular las reglas del comercio mundial de manera que se abra la puerta a nuevas oportunidades comerciales y se cierre la puerta a la corrupción. Y perderíamos la convicción de que el sistema de la OMC puede funcionar con 150 miembros, reflejo del aumento de tamaño, interés y capacidad de la economía mundial.» Como respuesta a las recientes críticas al planteamiento de la UE en términos de desarrollo en la Ronda de Doha, Mandelson afirmó que los que critican la Ronda deberían analizar más en profundidad los beneficios de la apertura del comercio de servicios y productos industriales en los países en desarrollo. Asimismo, señaló los beneficios potenciales de las negociaciones de facilitación del comercio, e indicó que pueden hacer crecer un 8 % el PIB de África meridional de aquí a 2020, lo que equivaldría a duplicar la ayuda oficial para el desarrollo de África. Y añadió que, teniendo en cuenta estos beneficios potenciales, los que creen que los países en desarrollo deberían abandonar la Ronda de Doha «simplemente se equivocan». 2

3 En cuanto a la reunión de Ginebra de la semana próxima, Mandelson acogió con satisfacción el gesto del Presidente de los EE.UU., que ha indicado que su país está dispuesto a tomar decisiones difíciles para llegar a un acuerdo y no permitirá que la Ronda de Doha fracase. Mandelson declaró: «Ésta es una negociación a tres bandas. Los países del G20 quieren que los EE.UU. reduzcan más las subvenciones agrícolas antes de presentar las reducciones requeridas para los productos industriales. Washington puede desbloquear la situación presentando una oferta mejor. Si lo hace, la UE, simultáneamente, planteará a ambas partes una propuesta mejorada.» Doha: qué está en juego? Asumí el puesto de Comisario de Comercio como un defensor convencido del multilateralismo. En mi opinión, el multilateralismo es la contrapartida de nuestra creciente interdependencia global, y la mejor respuesta a esta situación. El sistema multilateral de comercio es la «sala de máquinas» de la economía global. El efecto multiplicador de un acuerdo global como el de Doha es tan grande, que no puede compararse con el de ninguna acción bilateral. Las sucesivas Rondas de liberalización comercial han derribado obstáculos y generado enormes beneficios para la economía mundial. En la última década, cientos de millones de personas han salido de la pobreza. Muchos han criticado la presente Ronda. Están equivocados. La verdad es que ofrece la posibilidad de llevar el proceso mucho más lejos. Una inyección anual de millones de euros para la economía mundial. Una reducción drástica de las subvenciones agrícolas que distorsionan el comercio. Nuevos mercados para el comercio de productos agrícolas, manufacturas y servicios. Nuevas ayudas comerciales para los más pobres y una oportunidad de reforzar las normas de la OMC para facilitar el comercio y proteger a los más débiles. Por eso Europa desempeñó un papel decisivo en la puesta en marcha de la Ronda de Doha en Por eso Europa salvó la Ronda en julio de 2004 con su oferta de eliminar todas las subvenciones a la exportación agrícola. Por eso el pasado mes de octubre Europa presentó una oferta completa para reducir las subvenciones agrícolas que distorsionan el comercio y abrir más sus mercados agrícolas, de productos manufacturados y de servicios. Y por eso el pasado mes de diciembre, en Hong Kong, fijamos la fecha de 2013 para eliminar las subvenciones a la exportación. La UE ha pagado, y ha vuelto a pagar, en la Ronda de Doha. Hemos hecho tanto como el que más, y más que la mayoría. Y lo continuaremos haciendo, si otros también ponen de su parte. La semana próxima en Ginebra, los ministros volverán a intentar dar los difíciles pasos finales para obtener un acuerdo. Nuestra actitud no ha de ser de mezquino egoísmo ni de imponernos a toda costa en la negociación, sino de buscar realmente un compromiso. 3

4 Esta misión incumbe a los tres grandes negociadores: la UE, los EE.UU. y las economías emergentes del G20. No porque podamos llegar a un acuerdo entre nosotros tres, sino porque no podrá llegarse a un acuerdo sin cada uno de nosotros. Todos debemos estar dispuestos a actuar. Los Estados Unidos han de presentar una oferta mejor de reforma de sus mercados agrícolas y de sus programas de subvenciones. Las grandes economías emergentes deben asumir su peso creciente en el sistema comercial mundial presentando ofertas para abrir sus mercados de productos industriales y de servicios. Europa ha de estar dispuesta a ir más lejos, si otros también se comprometen, en la reducción de sus aranceles agrícolas. Pero necesitamos salvar las distancias que nos separan, o no habrá acuerdo final. La sombra del 11 de septiembre Un fracaso sería una tragedia si consideramos lo mucho que hemos logrado y el motivo que nos ha impulsado a ello. La Ronda de Doha se puso en marcha después del 11 de septiembre de 2001, como confirmación de nuestro compromiso común de utilizar el multilateralismo para construir un mundo mejor. Mediante la liberalización comercial, deseamos fomentar el desarrollo y la justicia social en un mundo desigual e incierto. No olvidemos que esta Ronda comercial no sólo afecta a la economía mundial, sino también a la política mundial. Sin embargo, después de un año y medio como Comisario de Comercio, estoy asombrado de que no exista un consenso público sobre la relación entre liberalización comercial y desarrollo. Aunque todos los ejemplos positivos de desarrollo económico del siglo XX confirmen la importancia de la liberalización, algunos aún creen, sin duda con la mejor intención, que la liberalización es algo que los países en vías de desarrollo deben sufrir, no algo que necesiten. Consideremos de nuevo los hechos. Primero, reforma agrícola La mayoría cree que para que exista equidad comercial, es preciso empezar por reformar el sector agrícola del mundo desarrollado. Tienen razón en un aspecto esencial: es preciso eliminar las subvenciones que distorsionan los precios de los alimentos en los mercados mundiales. El balance de Europa al respecto no es positivo, pero está emprendiendo una reforma radical, desvinculando los pagos a los agricultores de la producción, reduciendo un 70 % las ayudas agrícolas que distorsionan el comercio y eliminando todas las subvenciones a la exportación agrícola de aquí a 2013, con una reducción progresiva importante antes de esa fecha. Doha es la ocasión para que los países en desarrollo asuman esta reforma y la prosigan en el futuro. Doha también es la mejor ocasión para conseguir que los EE.UU asuman compromisos de reforma similares. Si no, en 2007 el Congreso adoptará una Ley agrícola pensando en los intereses de Kansas, y no de Kenia. 4

5 y nuevas oportunidades de acceso al mercado agrícola La Ronda de Doha también prevé nuevas oportunidades de acceso al mercado de productos agrícolas. Los productos agrícolas siguen estando muy protegidos, tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. La competencia internacional reduce los precios que pagan los consumidores y genera nuevos beneficios para los agricultores de los países en desarrollo altamente competitivos, como Brasil. Europa ya ha ofrecido reducir un 60 % sus aranceles agrícolas más elevados, y recortar a la mitad el arancel medio que aplica a los productos agrícolas, hasta dejarlo en un 12 %. Estas reducciones son enormes para una sola Ronda comercial, y están al límite de lo política y socialmente posible, y lo económicamente viable, para Europa. Son estas reducciones un elemento esencial en una Ronda de Desarrollo? Efectivamente. Pero no son la panacea que algunos pretenden. Simplemente, no es cierto que, dado que casi la mitad de los pobres del mundo son agricultores de subsistencia, una reducción de los aranceles agrícolas les permitiría salir de la pobreza. Sólo un 11 % del comercio de los países pobres es de productos agrícolas, y este porcentaje ha disminuido drásticamente en treinta años. Los países que han conseguido reducir la pobreza han sido los que han evolucionado a una economía basada en productos manufacturados y servicios. Basta con observar cuáles son los países que más insisten en las reducciones de aranceles agrícolas para saber quién se beneficiará más. No son los países pobres de África, el Caribe y el Pacífico, sino los grandes exportadores agrícolas de Estados Unidos, Australia y Brasil. Las reducciones de aranceles agrícolas ayudarán poco a los agricultores de Kenia, Tanzania o Uganda. En algunos casos, incluso erosionarán el acceso preferencial a su mercado que Europa ofrece a los países africanos, ya que casi ninguno paga aranceles para exportar productos agrícolas a la UE. A largo plazo, la dependencia del acceso preferencial es un callejón sin salida para el desarrollo, un vestigio de otra época. Lo comprobamos en el Caribe con el azúcar. Pero también aprendimos en el Caribe que esta erosión de las preferencias debe gestionarse en un plazo determinado y compensarse. El comercio agrícola mundial es una actividad empresarial dura. Los productores en masa altamente competitivos pueden dominar el mercado y no dudarán en hacerlo. Para los más pobres, una reducción drástica de los aranceles agrícolas tendría unas consecuencias inmediatas desastrosas. Por eso, los países en desarrollo, en su conjunto, no aceptarán en las negociaciones una reducción de aranceles agrícolas demasiado ambiciosa. Desarrollo no sólo a través de la agricultura Actualmente, las tres cuartas partes del comercio de los países en desarrollo es de productos manufacturados, y lo mismo sucede con la mayoría de aranceles que pagan. La mayoría de esos aranceles los pagan a otros países en desarrollo. Entonces, desde el punto de vista del desarrollo, existen razones para reducir progresivamente estos obstáculos? Efectivamente. Todo lo indica. 5

6 en la industria manufacturera A menudo me acusan de ser demasiado agresivo cuando la UE pide que los países en desarrollo abran sus mercados de servicios y productos manufacturados. En realidad, en estos dos sectores, la UE sólo ha pedido reducciones a un pequeño número de países en desarrollo avanzados, a un nivel inferior que al resto de nosotros y con derecho a proteger sus sectores sensibles. Considero que es un buen compromiso para el desarrollo. Sin embargo, conviene también aclarar que la liberalización progresiva del comercio entre países en desarrollo, el comercio sur-sur, resulta esencial para su crecimiento económico, ya que permite abrir nuevos mercados para dichos países, como los enormes mercados emergentes de China, Brasil e India, y liberar el potencial que las barreras arancelarias de los países en desarrollo impiden materializar. en el sector servicios El comercio de servicios también es esencial para transferir pericia y tecnología entre los países desarrollados y los países en desarrollo, y cuando va acompañado de las tan necesarias inversiones de capital, es un instrumento importante para construir las redes de transporte y comunicaciones y el sector bancario, que constituyen los pilares de toda economía en crecimiento. Recientemente he viajado a Malasia, donde diez años de importación de inversión y pericia extranjera en el sector de la construcción han permitido desarrollar un floreciente sector local de la construcción. Algunos estudios indican que un acuerdo ambicioso en el sector servicios puede, con el tiempo, aportar a los países en desarrollo beneficios superiores a los resultantes de nuevos intercambios agrícolas e incluso industriales. La UE es la principal defensora de este punto de vista. Hemos apoyado a India cuando ha pedido un mayor acceso en lo que se llama modo 4, es decir, acceso temporal para trabajadores cualificados. En cada etapa, sin embargo, las ONG han argumentado que este programa es de antidesarrollo. Estas organizaciones parecen pensar que realmente haríamos un favor a los países en desarrollo no permitiéndoles acceder a los beneficios de la economía de servicios avanzados que los demás países disfrutan. y en facilitación del comercio Pocos comprenden que, en la presente Ronda, el mayor beneficio que obtendrán los países en desarrollo quizá no provenga del acceso a los mercados, sino del ingrato trabajo de garantizar unas prácticas aduaneras estandarizadas en todos los mercados y todas las fronteras. Esto se llama facilitación del comercio. Los países en desarrollo son los que más pueden ganar en esta negociación, por la misma razón que se tarda dos horas en despachar un contenedor en Liverpool y veinte días en un puerto en Eritrea. Los pequeños exportadores de los países en vías de desarrollo son los más perjudicados por la burocracia y los procedimientos complejos. 6

7 Los modelos elaborados por el Banco Mundial y otros organismos muestran que un paquete básico de medidas de facilitación del comercio podría representar un 2 % del valor del comercio mundial, es decir, entre mil millones de dólares al día y un tercio de esta cantidad. Un acuerdo de facilitación del comercio podría incrementar en más del 8 % el PIB del África meridional de aquí a 2020, lo que equivaldría a duplicar la ayuda oficial al desarrollo del continente. Pero estas normas sólo pueden negociarse multilateralmente. Esta es otra característica esencial de la presente Ronda. Sin Doha, no habrá ningún cambio. No hay respuestas simples De acuerdo que es difícil conseguir que la liberalización económica contribuya al desarrollo. De acuerdo que es necesaria ayuda financiera y una gestión política acertada. Las respuestas no vienen directamente en las páginas de los libros de texto neoliberales. El argumento de desarrollo merece más que eslóganes y dogmatismo. Requiere evaluar imparcialmente las evidencias económicas. Requiere aceptar que el camino será problemático y doloroso. Pero el argumento de que los países en desarrollo deberían pensar en abandonar las negociaciones de Doha es simplemente equivocado. Hacia un acuerdo En discursos precedentes he definido los parámetros del acuerdo que pienso que está ya a la vista. Creo que todas las partes entienden bastante bien en qué aspectos podemos converger. La cuestión es si tenemos la voluntad política y la capacidad de hacerlo, sabiendo que, por definición, una solución que todos puedan aceptar no será perfecta para nadie. Europa ha ofrecido mejorar su oferta del pasado mes de octubre si otros muestran una flexibilidad similar y están dispuestos a ir más lejos. Europa no se quedará atrás si otros aceptan decisiones difíciles, aunque tengo un mandato de negociación claro, que tengo el deber y la intención de respetar. Brasil y las economías emergentes del G20 deben hacer una oferta significativa para abrir sus mercados de productos manufacturados y de servicios, con las reservas que he mencionado. Así estas economías se beneficiarán de una mayor apertura (por eso Brasil e India han reducido unilateralmente sus aranceles industriales durante una década) y de un crecimiento a un ritmo sin precedentes. Estados Unidos ha de mejorar y completar su oferta de reducción de sus subvenciones nacionales que distorsionan el comercio agrícola. Con la actual oferta de EE.UU., sus límites de gasto superarían los que notificaron en Ginebra en Evidentemente, esto ha de modificarse. Me parece muy bien el deseo de Estados Unidos de hacer un esfuerzo para que el resultado de la presente Ronda sea lo más ambicioso posible. Pero no puede obtenerlo solamente presionando a otros a hacer concesiones. EE.UU. tendrá que dar más si quiere obtener más. Me parece muy bien la afirmación del Presidente Bush en la cumbre UE-EE.UU. de esta semana sobre su determinación de alcanzar un acuerdo y su disposición a tomar decisiones difíciles para conseguirlo. Está demostrando liderazgo. Ésta es una negociación a tres bandas. Los países del G20 quieren que EE.UU. reduzca más las subvenciones agrícolas antes de presentar las necesarias reducciones para los productos industriales. Washington puede desbloquear la situación presentando una oferta mejor. Si lo hace, la UE, simultáneamente, planteará a ambas partes una propuesta mejorada. Es evidente que no sólo hay que negociar estas tres cuestiones. Pero son la clave para alcanzar un acuerdo más amplio. 7

8 Conclusión Doha suscita muchos sentimientos negativos. Considero que son exagerados. Claro que cualquier negociación a esta escala es dura y difícil. El resultado no será perfecto. Pero no dejemos que lo mejor sea enemigo de lo bueno. El éxito de la Ronda de Doha inyectará cientos de miles de millones de euros a la economía mundial, que beneficiarán a todos los miembros de la OMC. La alternativa es un sistema de acuerdos bilaterales y zonas de libre comercio, en el que el grande impone sus condiciones al pequeño. Fuerza comercial, en vez de multilateralismo. Para Europa, Doha puede ofrecer a las empresas y fabricantes europeos nuevas oportunidades de competir en los mercados cada vez mayores de las economías emergentes. Nuestras empresas automovilísticas, químicas y eléctricas, así como nuestra industria ligera, tienen derecho a esperar que Europa no vuelva de Doha con las manos vacías. Los nuevos recortes de nuestros ya reducidos aranceles permitirán a los agresivos competidores industriales de las economías emergentes acceder aún más fácilmente al mercado europeo. Hemos pedido menos contrapartidas, pero las economías emergentes deben ofrecer algo a cambio. En el competitivo comercio mundial de productos industriales, en el que las condiciones se igualan rápidamente, no puede esperarse que Europa haga todas las concesiones. Un acuerdo de Doha que abra el comercio sur-sur reflejará una realidad cada vez más evidente de la economía global: que China, Brasil y las economías emergentes de Asia y Sudamérica tienen más fuerza pero también más responsabilidad. Doha supone la ocasión de integrar más estos mercados en la economía mundial. Si no aprovechamos esta oportunidad, no volverá a presentarse. Durante los próximos años, todos perderemos económica y políticamente. Para darnos cuenta, sólo hay que pensar quién se alegrará si nuestras negociaciones fracasan. Y qué otros costes acarrearía un eventual fracaso? El fracaso de Doha dañaría la credibilidad del sistema internacional de comercio. En caso de fracaso, se pierde la posibilidad de consolidar la reforma agrícola de la UE en Ginebra y activar una reforma similar en Estados Unidos. El mundo perdería nuevas oportunidades de acceso al mercado de productos agrícolas: la reducción más importante y rápida de aranceles agrícolas jamás planteada. Se perderían nuevas oportunidades comerciales en el sector de productos manufacturados, que no sólo es esencial para la UE y los EE.UU., sino también para los sectores industriales en crecimiento de los países en desarrollo. No llegar a un acuerdo, aunque sea modesto, en materia de comercio de servicios implicaría renunciar a los beneficios, en términos de desarrollo, de la inversión extranjera y el flujo mundial de pericia y experiencia a los países en desarrollo. Perderíamos un nuevo acuerdo multilateral sobre acceso al mercado no sometido a aranceles ni contingentes para los países menos adelantados. Perderíamos un nuevo paquete global de ayuda comercial de gran envergadura. Perderíamos la ocasión de reformular las reglas del comercio mundial de manera que se abra la puerta a nuevas oportunidades comerciales y se cierre la puerta a la corrupción. 8

9 Y perderíamos la convicción de que el sistema de la OMC puede funcionar con 150 miembros, reflejo del aumento de tamaño, interés y capacidad de la economía mundial. Como dijo el Presidente Bush en Viena esta semana, la Ronda de Doha es demasiado importante para fracasar. Deberían recordarlo la semana próxima en Ginebra los negociadores tentados por la falsa comodidad de una posición rígida e inflexible. Hoy he explicado porqué nos beneficiaremos del éxito en la Ronda de Doha. Antes de viajar a Ginebra la semana próxima todos los negociadores, así como los observadores que critican el proceso, deberían pensar que un eventual fracaso supondría un coste verdaderamente enorme. Tanto económico como político. 9