Gul Y. Davis UN PASEO SOLITARIO TRADUCCIÓN DE DANIEL GASCÓN EDITORIAL PERIFÉRICA

Transcripción

1 Gul Y. Davis UN PASEO SOLITARIO TRADUCCIÓN DE DANIEL GASCÓN EDITORIAL PERIFÉRICA

2 DEDICADO A MI HERMANO Y A MI IMA. AGRADEZCO LA INESTIMABLE AYUDA DE VICKY TAYLOR, JOEL LANE Y EL PERSONAL DE SWIFT. «...y enfermedad oculta silenciosa como un pez venenoso mientras juego en aguas poco profundas.»

3 UNO

4 Humedad y oscuridad, como debe ser, en mi cuarto. Ropas esparcidas por la habitación; comida podrida en un plato junto a mi cama; la cortina de la ventana cerrada. Las sombras juegan en las paredes, caen como dedos espasmódicos sobre el armario y el sillón. Saco la pierna de la cama, toco el plato con el dedo gordo. Le doy una patada, el plato da vueltas. Miro cómo el curry se hunde en su propio charco en la moqueta. Las patatas y las judías verdes se amontonan. Estúpida cena. Tirada en el suelo desde las ocho, como si las cosas fueran a cambiar si espera. Me incorporo, meto el pie en el líquido caliente. «Cómete la cena, Madre te la ha hecho con amor.» Levanto el pie, lo dejo caer con fuerza sobre el charco. Noto cómo salpica en mi pie desnudo. Me pongo de pie, piso- 11

5 teo el puré sobre la moqueta. Lo estampo contra la moqueta. Froto el curry con el pie, es una sensación suave y fangosa. Me imagino la cara de Lee. Su nariz rota y aplastada. El resto de su cara pisoteada hasta verla hecha papilla. Manchado de sangre, pataleo su carne rota, siento cómo se hunde bajo mis pies. Mi garganta y mis músculos se tensan. Arcadas. El vómito me sale con fuerza por la nariz y por la boca. El vómito fluye, se agarra a los remolinos de pelo de mi pecho, se queda pegado en la camisa abierta del pijama. Mi estómago se vacía en el suelo. Me pican los ojos. La peste a curry y a sueño. Comida en mis fosas nasales, el ácido quema, muerde la carne de mis entrañas. Vuelvo a tener arcadas. Me corren lágrimas por las mejillas. Inspiro con fuerza, cierro los ojos, no dejo que el aire escape de mi pecho. Sonrío, echo la cabeza hacia atrás violentamente. Grito a la oscuridad de mi habitación. Escucho mi voz rebotando contra las paredes. Despertará a Mamá. Después hablará con ellos, les contará. Después me hará volver. No vas a salirte con la tuya! Lee empujaba y se tambaleaba, la silla se inclinó, cayó sobre la moqueta verde. El vómito me atascaba la nariz, quemaba. Aspirado hasta el fondo de mi garganta con el grito ahogado que dejé escapar cuando caía de espaldas con la silla, que se rompió contra el suelo. Me lo tragué. Vómito semi congelado de mi cara. Todo mezclado con mi pelo, el olor... Cerré los ojos, volví a apoyar la cabeza en el suelo. Cálido y pegajoso. Dejé que me cubriera. Apártate del suelo! Lee dio una patada a la silla, que estaba patas arribas. El contacto con su aliento, su cara junto a la mía. Apártate del suelo! Su aliento se volvió frío en mi mejilla. Su pulgar y sus dedos se hundieron en mi cuello, me levantó. Mantuve los ojos cerrados, no hice ningún esfuerzo para permanecer de pie. Te van a dar otra comida, Wil! Eres un puto animal! Me golpeó en el estómago. Me desplomé en la oscuridad de mis ojos cerrados. Mi nuca chocó contra la pared. Borroso

6 Comerás, Wil. Un portazo. El ruido de la puerta resonó en la solitaria celda de confinamiento. Cubierta de linóleo, con paredes desnudas y manchadas. Al sonido le costó un rato morir. Susurró como un berrinche olvidado, hasta que el silencio se lo comió. La puerta está cerrada con llave? Abro la puerta del dormitorio. La luz del pasillo me hace parpadear. Las lágrimas secas me pican. Mis pies dejan manchas húmedas en las escaleras, paso el baño del rellano. Giro bruscamente. Dejo atrás el retrete. Subo por las otras escaleras al pasillo que da a la cocina y al salón. La puerta principal está al final. Cuadros pretenciosos, manchas de pintura roja, chorros azules sobre fondos negros como la noche. Pequeñas placas con un aire supuestamente artístico pegadas en sus marcos. Veo cómo Mamá escupe las sílabas por sitios raros de la boca. Sus amigos asienten con sus perillas frondosas y estúpidas, diciendo más estupideces. El búho de madera que tallé era mucho mejor que toda esta mierda. Miro el agujero donde estaba el gancho del que colgaba. Su Novio lo ha organizado todo. La mesa exactamente en mitad del pasillo. Los cuadros distribuidos en intervalos rigurosamente idénticos. Nueva moqueta, agradable y blanda y clara e insulsa. Nada es lo mismo. No es Mamá, todo esto no es Mamá... Hay que aceptarlo. No puedo creer que Mamá lo metiera todo en el congelador, para que, si volvía vivo y quería recuperar todas las cosas viejas, pudiera sacarlas y descongelarlas... Vamos, William. Wil, fuerza de voluntad, ése soy yo: el viejo e indestructible yo. Yo. Esta vez no. Le doy un codazo al espejo que hay detrás de la mesa. Cojo el bolígrafo que hay junto al jarrón. Garabateo en un post-it: «Mamá, sólo he ido a dar un paseo». Esto está muy cargado, no hay aire para respirar. Pego la nota en el espejo. Expulso el aire bruscamente, apesto a vómito... Abro la puerta y salgo. El hormigón frío de los peldaños me quema los pies. Noto el viento a través del pijama, bajo los brazos, me provoca escozor en las orejas. Es agradable estar aquí fuera. Piso algo duro y afilado que hay en los pelda

7 ños. Bajo hasta la puerta de la calle. En la oscuridad, el jardín de la entrada es fantasmal. Todas las flores y plantas; diferentes tonos de sombra se despliegan. Bocas entreabiertas en la oscuridad. Los matorrales pueblan la tierra. El suelo aspira la luz. Se la ha comido. Escupió estas plantas largas y extrañas, con tallos rígidos, vigilantes de la noche. Click. Abro la verja, doy un paso, descalzo, hacia la calle. El coche de Mamá. Nuevo, flamante, pijo, no como la vieja chatarra que teníamos, nuestro pequeño y polvoriento Mini, antes de que Mami tuviera éxito y «lo consiguiera». Coche nuevo, teléfonos nuevos, ropa nueva, gafas que combinaran con el título de «catedrática». Me sorprendió que no comprara un hogar nuevo y prometedor, una casa. En Hamstead, Highgate Hill o algún otro lugar progre y pretencioso, típico de los años sesenta, con sus herboristerías chinas, sus clínicas de reflexología, sus terapias de regresión a vidas anteriores... La calle tiene curvas y está llena de coches. Adoquines. Fríos de cojones. Las plantas de mis pies llenas de pequeñas huellas a causa de las piedras, de rasguños provocados por los trocitos de cristal. Pongo los dedos en la corteza de cada árbol junto al que paso mientras camino sobre la acera. Palpo los bultos y los surcos. Eran jóvenes la última vez que los toqué... Un viejo Mini abollado, su parte trasera sobresale al final de la calle. Una silla de bebé atada al asiento de atrás, libros de cuentos en la bandeja y un osito de peluche, grandes ojos de color verde claro. Estúpida mujer! Cierro el puño. Golpeo la ventanilla, vuelvo a golpearla, siento que me crujen los nudillos. La ventana se agrieta. La atravieso de un puñetazo: mano ensangrentada, cristales incrustados. Meto la mano, cojo un libro, lo saco por la ventana rota. Más esquirlas de cristal. Corro estrechando el libro contra mi corazón. Sigo cuando se termina nuestra calle, algo afilado me corta los pies. Noto cómo se pega la sangre. Un grito. Luces. Madre se despertará... Giro en Primrose Lane, voy dando zancadas. Dark Durham Lane, corro al centro de la calle vacía, agarrando el libro, la sangre se desliza por mi mano. Corre, corre, corre. Mi corazón vibra. Sin aire. Pecho agitado. Respirar. Parar. Jadear. Necesito un descanso

8 Acurrucado en el asiento de la parada de autobús, a salvo del viento que gime en la calle derribando latas y paquetes de patatas fritas, empujándolas contra el bordillo. Abrazo el libro, sujeto la cubierta contra mi mejilla. La sirenita. Arrebatada al mar, había perdido a su príncipe y su mundo de agua. Ahora no había alivio para el dolor que se abría paso en su corazón, o para el vacío en su pecho, o para la piedra alojada pesadamente en su garganta... Me paso los dedos por el cuello. Manoseo las cicatrices con forma de babosa. Espera, no te muevas La oscuridad del sueño se mezcló con la oscuridad de la habitación, mi sueño murió como un televisor apagado de repente. No hagas movimientos bruscos... Mis pensamientos eran ruidosos y conscientes en mi soñolienta y enfermiza mente. Me deslicé con cuidado bajo la cinta, una sábana doblada en forma de cinturón y colocada sobre mi pecho. Julius su gran barriga subía y bajaba, el ombligo le asomaba por debajo del jersey estaba arrellanado en el sillón, una de cuyas patas sujetaba el extremo de la cinta al suelo. Enfrente, Carl, que roncaba en su silla, sujetaba el otro extremo de la sábana doblada. Con cuidado, ahí va... El sueño llenaba completamente la habitación, se podía percibir en la oscuridad, el reino de los sueños había posado su pesado abrigo sobre esta habitación. Esa noche no iban a despertarse. Lo sabía. Arrastrándome sobre las nalgas, deslicé cuidadosamente el vientre, el pecho y la cabeza bajo la cinta, me levanté, me aparté con sigilo del colchón. Que no se despierten... Así se hace, así se hace. Cerré la puerta de mi cubículo silenciosamente tras de mí. La puerta contra incendios ocupaba el final del pasillo por entero. Dos ventanas, oscuras y brillantes. Bum. Di un golpe con la cabeza en el cristal, luego volví a hacerlo. Di otro golpe con la cabeza y el vidrio de seguridad se agrietó. El cristal se hizo añicos. Pasé los dedos por la ventana rota y arranqué un fragmento de cristal de la puerta. Brotó calor. La sangre corría por la palma de mi mano. Pinchazo profundo. Pinchazo profundo junto al tendón del cuello... Empujé el fragmen

9 to contra mi garganta. Lo saqué. Frialdad agradable. Un golpe me tiró al suelo. Ella gritaba pero no hacía ruido. Todo estaba en silencio, su mano interceptaba la mía. Su cara se hizo visible. Me aparté de ella. Sólo un pinchazo más, necesito un pinchazo más. Apreté mi mano contra su cara con fuerza, apartándola. Salía sangre, le manchaba la cara. Rodamos. Le aparté la mano. Hice un esfuerzo para llevarme el filo a la garganta otra vez. Déjame! Mi grito fue alto y áspero. Su mano se aflojó. Me solté y volví a clavarme el cristal en la garganta. Sus gritos derribaron los muros de hormigón, obstruyendo mis oídos. La alarma cantaba, aullando, aullando. Dónde están sus putos enfermeros? En agitado, en su cuarto... Bang. Se están peleando, joder! Sois subnormales! Muerto de sueño, podía sentirlo en la oscuridad, el reino de los sueños me había echado su pesado abrigo por encima. Esa noche no iba a despertarme. Lo sabía... Miro la penumbra que pende sobre esta calle principal desierta. Que pronto volverá a los grises y azules sombríos... Es de noche y mi alma se vuelve del revés. Mi desesperación está suspendida en el aire que me rodea, me sigue hasta que sale el sol y desagradables e inquietantes sentimientos vuelven a esconderse dentro de mi pecho, sin que puedan verse. Noche. Nadie cree que sea posible ver. Todos podrían verme, de noche, si lo intentaran. Si quisieran. Si quisieran ver lo que llevo dentro... Wil, entiendes tu enfermedad mejor de lo que yo pensaba. Sé que sigues siendo infeliz. Pero ahora te encuentras en el más estable de los estados en que podemos dejarte. Tu madre quiere cuidar de ti y, sinceramente, Wil, preferiría esa opción a las otras posibles. Eres demasiado joven para resignarte a la atención permanente. Sé que piensas que tu madre es culpable por haberte llevado al centro, pero creo que se preocupa mucho por lo que te pasa, dale una oportunidad... Así que debo de estar mejor

10 Mejor. Escupo la palabra en mi mano y la arrugo como un papel sucio. Así está mejor, no? Se supone que es por mi bien. Me paso los dedos por el cuello, rasco las cicatrices con las uñas... Madre y yo, de pie, sonriendo a la cámara. Camisa y corbata, apoyo la cabeza en el hombro de Madre. Mofletudo, una sonrisa, una hilera recta de dientes blancos... El viejo Wil Shaw, Mamá trata de encontrarlo en mí ahora, sus ojos tristes y abatidos. Si no fuera por Mamá él todavía estaría aquí... Yo seguiría siendo él. Me cambio de sitio en los asientos de plástico de la marquesina. Piel de gallina. Agarrando el libro con la mano, miro la sangre que se seca y forma líneas que se entrecruzan en mi mano, en mi brazo. Los cristales incrustados brillan en mi piel. Joyas que ganó el dolor. Extraigo un trozo de cristal. Transparente y con forma de gancho. Mana sangre del corte, cae sobre la cubierta del libro, sobre la sirena sentada en una roca. Un hilo de sangre parte la imagen en dos. Su cara untada de rojo. No puede ver. Mar. Agua, profunda y fría y tranquila, agitándose en la quietud de la noche. Un puente cruza el cuello de un estuario, su tejido metálico destella a la luz de la luna. La Sirenita, de pelo largo, húmedo y dorado, me hace señales con sus manos cubiertas de algas... De pie sobre el muro del puente, escucho la llamada de la ciudad del mar, me sosiega su eco. Un autobús surge en la oscuridad. El pesado ruido del motor. El olor a petróleo quemado. Se arrastra hasta detenerse en la parada. Dos hombres con el pelo rapado bajan del brazo. El más pequeño besa al otro en la barba. Se ríen, pasan de largo. Oigo cómo sus pasos sobre la acera mueren en la noche... Wil el Errante regresando a su ciudad con forma humana después de muchos años. Debe encontrar a su sirena, debe encontrar a su guía! Ser transportado a su mundo acuático o quedar atrapado para siempre en esta fría tierra de hormigón, infeliz para siempre y nunca humano... Subo por la puerta de salida antes de que cierren, con el libro apretado contra mi pecho. Tibio. Un aire cálido circula en el autobús. Asientos vacíos, usados, cómodos, gastados. El billete, por favor grita el conductor desde su cabina. La próxima vez no suba por la puerta de salida lo veo observando en el espejo

11 Levanto el libro ensangrentado, le enseño la sangre que corre por mi brazo. Que te jodan subo por las estrechas escaleras. Vacío, calidez. El asiento de cuatro plazas se extiende en la parte trasera del autobús. Cama... Con la mano indemne agarro la barra de cada asiento. El autobús arranca, retumbando en la calzada. Me acuesto en el asiento alargado. Dormir... Dormir... 24