La adolescencia: un puente para recorrer. Historias de alumnos

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1 La adolescencia: un puente para recorrer. Historias de alumnos Copyright 2014 Fernando Otero Smashwords Edition Licencia de uso para la edición de Smashwords Gracias por descargar este libro electrónico gratuito. Se permite su reproducción, copia y distribución con fines no comerciales, siempre y cuando el libro se haga de manera integral. Si disfrutaste este libro, por favor regresa a Smashwords.com para descubrir otros títulos de este autor. Gracias por tu apoyo. Para comenzar El patio del recreo Un puente para recorrer Qué me acepten! Tus crisis de libertad Si quieres los puedes engañar Quieres todo ahora: no puedes esperar Las chicas y los chicos: descubrir a los demás

2 Cuando llegan los afectos Eres capaz de mucho bien La historia de tu familia Construir tu proyecto de vida Tus modelos y tus ideales Cuando alguno de tus padres no vive contigo Estar informado; estar formado La práctica del deporte Vivir tu religión En el momento de estudiar Para que puedas comprenderte Por qué hacemos lo que hacemos? para terminar

3 Para comenzar Quizás tú eres parecido a algunos de los cientos de alumnos que he tenido como profesor. Seguramente ya pasaste la etapa escolar, de lo contrario, no leerías estas páginas. De pequeños, no nos planteamos muchas cosas. Queremos a papá y a mamá y ya está. Les hablabas a tus compañeros de todas las cosas lindas que te regalaban y de lo buenos que eran contigo: eran tus ídolos. Pero al crecer, empezaste a notar en tus padres cosas que no te gustan. Deseas tener tus propias ideas. Te enojas con más frecuencia y además, no te comprenden: es imposible hablar con ellos! Tus intereses y tus gustos no son los de tus padres, pero en el fondo son tus padres y los quieres. Reconozco que no te gusta leer mucho. Pero sé también que cuando un libro te agrada no paras hasta terminarlo; eres capaz de pasar despierto toda la noche porque estás atrapado. Recuerda la fila de chicos y chicas esperando que saliera cada libro de Harry Potter. De todas maneras escribiré poco. Pretendo darte algunas ideas para que tú las pienses por tu cuenta. No tienes porqué estar de acuerdo con todas. Son fruto de situaciones reales de mis alumnos en el transcurso de los años. Ellos me planteaban situaciones, opiniones, quejas, dolores y alegrías iguales a las que tu pasaste, pasas o pasarás. No era un amigote más de mis alumnos porque los respetaba. Me daba cuenta que a ellos les gustaba. Amigos ya tenían; yo era su profesor. Los nombres y lugares los cambié a propósito para evitar que se identifiquen las personas. Respeto mucho a cada alumno y respeto mucho más la confianza que

4 han puesto en mí. Los sentimientos son algo muy serio como para ir ventilándolos: ellos me entregaron su intimidad y yo trato de ser muy leal a esa confianza. En este clima de respeto y confianza iré contando experiencias de mi vida docente para que tú puedas identificarte, descubrir a otros chicos y chicas y así conocerte un poco más. Tendrás más posibilidades de conocer el por qué de tus actuaciones y de las de tus padres. No te quedes en la superficie; bucea en lo profundo de tu intimidad y descubre los motivos de fondo. Sé crítico contigo mismo; no te olvides que siempre se puede comenzar a mejorar. Eres muy valioso para que te vuelvas pesimista.

5 El patio del recreo Aunque resulte divertido, tus padres son personas corrientes, iguales a millones de seres humanos que existen en nuestro planeta. Los niños pequeños ven a papá y a mamá como héroes que les solucionan todo. No tienen nada de qué preocuparse, porque atrás está mamá que lo levanta cuando se cae, lo cura cuando se lastima, lo limpia cuando se ensucia. Le regalan juguetes, y si se portan bien, le dan un premio. Cuántos refrescos y hamburguesas habrás comido con tu mamá o tu papá después de salir del médico o del colegio! Tratabas de ser un chico o una chica buena para que ellos estuvieran contentos. Les hacías dibujos con tus primeros marcadores. Si papá llegaba tarde del trabajo, le dejabas tu obra artística sobre la almohada con un te quiero mucho, escrito con una letra horrible y te acostabas esperando el beso de tu padre cansado. Cuando te venían rabietas, llorabas, gritabas y pateabas. Tus padres manejaban la situación lo mejor que podían. Te hacían distraer y al poco tiempo te olvidabas. No podías estar mucho tiempo enojado con tus padres. Ellos te daban cariño, protección y mimos. Eran los mejores padres del mundo. Pero poco a poco la situación comenzó a cambiar, sin saber el por qué. A tus amigos les sucede lo mismo. Empiezas a notar defectos en tus padres que antes no tenían. Tu padre llega tarde de trabajar y no te presta atención. Pasa por tu habitación, te saluda rápidamente y se va a hacer sus cosas. Hasta te interrumpe tu juego en la PC: tuviste que perder la concentración para saludarlo!

6 Tu madre usa tanto el teléfono que no te lo deja a ti. Por suerte, tienes tu propio celular. A tu madre no le gusta chatear; cosa que te facilita mucho y te da mayor libertad. En las comidas tus padres hablan del trabajo, de los parientes, del dinero y prestan atención a tu hermanito que siempre tira la comida fuera del plato. Te hacen tantas preguntas que te sientes un acusado. Por suerte comes poco y rápido y te vas a tu habitación para seguir chateando con tus amigos mientras piensas: qué les pasa a mis padres?..., antes no eran así. Hace unos años, llegó Ricardo a visitar el colegio donde cursó la primaria. Actualmente es ingeniero. Recorrimos las instalaciones mientras recordábamos anécdotas de sus compañeros. Cuando llegamos al patio del recreo se quedó asombrado y confuso. Este patio lo cambiaron, verdad? No le dije es el mismo de hace veinte años, solo se pintó y se colocaron esos bancos. No puede ser! Aquí jugábamos sesenta al fútbol al mismo tiempo. Además esas ventanas no estaban es tan chiquito! -exclamó un poco defraudado. No, Ricardo le contesté. Las ventanas siempre estuvieron y el patio es el mismo. El que creciste fuiste tú! Nos reímos un rato. Creo que miró rápidamente mi pelo canoso y apartó la vista. Seguimos caminando en silencio. Nos despedimos con un fuerte abrazo. Noté en su mirada cariño, respeto y mucha confusión. A Ricardo le pasó algo muy lógico. Había dejado de ser un chiquito y ahora medía 1,80 de altura. El patio no se había achicado. Lo mismo te sucede a ti. Aunque es verdad que, no es lo mismo tener que educar a un chico de cuatro años que a uno de catorce, tus padres no cambiaron mucho.

7 Siguen siendo las mismas personas de antes, con las virtudes, y quizás con los mismos defectos. El que cambiaste fuiste tú. Es lógico que pienses lo contrario. Ahora tienes otra visión de la realidad y de las personas. Otra perspectiva. No vayas a enjuiciar con excesiva rapidez. Te gusta que te comprendan y a tus padres también. Los juicios duros sólo lastiman y crean una distancia que luego no es fácil desandar. A nadie le gusta que le pongan etiquetas: perezoso, aburrido, quejos; a ti tampoco. La vida de cada persona se va construyendo con los años. Siempre se puede cambiar y mejorar. Aunque no somos una computadora, necesitamos continuamente actualizar nuestro programa. Tus padres han ido forjando sus vidas con éxitos y fracasos; momentos difíciles y momentos agradables. Han tenido la generosidad de hacer sacrificios para que tengas lo que tienes sin que te dieras cuenta. Ahora como empiezas a conocerte más descubres aspectos nuevos en tus padres que no te agradan. Resulta simple echar culpas a la edad, al ambiente, etc. Nos encanta buscar culpables y hacemos diagnósticos para todo: el problema es, la causa de esto es Tu vida y la de tus padres es muy valiosa para culpabilizarla de todo lo malo que vas viendo. Cuando estés calmado vete al campo, a la playa o al jardín. Siéntate tranquilo. Piensa en qué aspectos cambiaron tus padres. Trata de buscar los motivos. Te ayudará a descubrir lo que te molesta. Al mismo tiempo piensa en ti y en qué aspectos tuyos molestan a tus padres. Recuerda el motivo del por qué de la última vez que te regañaron. Al cabo de un tiempo podrás ser más objetivo con respecto a sus defectos. Te darás cuenta que son más comprensivos contigo. No hace falta que seas igual a tus padres. Tu ropa, tus amigos y tu música deben ser distintos. Ellos no tienen tu edad.

8 La comprensión debe comenzar en ti. Ellos llevan doce o más años tratando de comprenderte. Algunas veces tendrás razón y otras no. No te sientas soberbio ni humillado. Recuerda que estás aprendiendo a descubrir la realidad tal como es. Si tienes que decir algo a tus padres, habla a solas con cada uno. Trata de ser lo más claro que puedas. Y luego, escucha sus razones. Después, dales un beso y un abrazo fuerte. Estás aprendiendo a quererlos de verdad. Ya no los quieres porque te dan regalos, sino por lo que son: personas con defectos y virtudes. No te compares con tus amigos. Cada familia y cada casa son distintas. Para mayor seguridad, busca algún juguete de tu infancia: un muñeco, un cuento o una pelota y verás cómo has cambiado. Igual que el patio de recreo del colegio de Ricardo.

9 Un puente para recorrer Suele suceder que te sientas incómodo o incómoda con la gente grande y deseas estar con tus amigos. No te interesan los temas de los mayores. Otras veces te encuentras disfrutando con juegos infantiles pero lo haces a escondidas. No te gusta que los demás se den cuenta. Recuerdo a Mariana. Estaba repartiendo invitaciones para la fiesta de sus quince años, muy orgullosa y charlatana. Entregaba invitaciones a alumnos mayores que ella. Se la veía muy segura y alegre. Una profesora le hizo un comentario sobre las invitaciones. Mariana contestó que las había diseñado ella misma. Reflejaban su gusto y su madurez. Yo miraba de cerca y escuché la respuesta llena de determinación de la chica. Mariana siguió caminando y los alumnos mayores la seguían con la vista pensando ya en la fiesta. Noté también, miradas de envidia de algunas compañeras. Al mediodía, cuando salía del comedor del colegio me encuentro a Mariana jugando con unas niñitas de ocho o nueve años. Estaban con unas muñecas: las peinaban, le acomodaban los vestidos y los sombreros. Mariana era una más del grupo, sentada en el suelo, rodeada de niñas y disfrutando. Cuando pasé cerca, me miró. No hice ningún comentario. Sonreí y me fui a la sala de profesores pensando. Era la misma Mariana. Por la mañana hizo toda una demostración de madurez y coquetería y ahora era una niñita más jugando con sus muñecas. En esta etapa de tu vida estás recorriendo un puente. Al inicio del puente quedó parado el niño o la niña que eras. Ahora estás recorriéndolo, sin embargo, al final saldrá caminando un joven o una jovencita hacia su vida adulta. El puente hay que recorrerlo solo y esto puede ser un problema. Podrás usar barandas para sujetarte pero el que debe caminar eres tú.

10 Alguna vez tendrás ganas de volverte atrás, por comodidad o inseguridad. No te preocupes: todos lo hemos pasado. Vale la pena recorrer el puente con paso seguro. En los momentos de dudas hay que agarrarse con fuerza de las barandas. Es más fácil mirar hacia abajo si uno está bien sujeto. Podrás sentir vértigo pero las barandas no te dejarán caer. Esas barandas son las ideas y valores que te trasmitieron tus padres durante tu infancia. Tus padres te han enseñado valores sobre la vida, sobre las personas y sobre ti. Ahora son el soporte para que te muevas por la vida. Los consejos de tus padres, las historias que te contaron y su forma de actuar, han marcado en ti unos criterios seguros que te ayudan a recorrer tu propio camino. No son cosas de niños. Sujétate fuerte en los momentos de cansancio y en los momentos de duda. Quizás, no tengas siempre las ideas tan claras. Es momento de frenarse y pensar un poco. Recordar lo que te han dicho, tratar de ponerte en la cabeza de ellos y afirmarte en las barandas. Hace un tiempo tuve una charla con un grupo de alumnos sobre este tema. Dibujé en el pizarrón el «famoso puente» con sus barandas. Al finalizar quedé contento porque me habían entendido. Al día siguiente continué con mis clases y se acercó Jairo. Me pidió hablar a solas. Llegamos a mi escritorio y un poco en broma, para iniciar la conversación le dije: Y Jairo, cómo está tu puente? El me miró muy serio, bajó la mirada y dijo: Profesor, el problema es que mi puente no tiene barandas.

11 Comenzó a contarme que se sentía muy solo; que se daba cuenta que no le ilusionaba el futuro; que se divertía con sus amigos, pero que eso no lo llenaba, y sobre todo, que no tenía comunicación con sus padres. Mis padres me dijo están en sus cosas: cada uno en sus trabajos y preocupaciones. Después de 16 años comprendió que sus padres eran personas que convivían con él, pero que no sabía lo que pensaban. No era la primera vez que me sucedía algo similar. Me ha pasado mayor número de veces con alumnos varones. Considero que las chicas son más fuertes y comunicativas. Buscan la compañía de sus amigas; comentan todo entre ellas y pueden apoyarse unas a otras. No pretendía darle a Jairo una receta ya inventada. Cada alumno es diferente, pero me pedía un consejo y tenía derecho a recibirlo. Jairo le dije tus sentimientos son reales. A otros chicos les sucede lo mismo. Creo que hay que separar los problemas y ordenarlos. Lo primero para corregir es la comunicación con tus padres. Puedes aprender a conocerlos y a descubrir lo que piensan; porque, estamos de acuerdo, algo piensan. El problema es que tú no lo sabes. Le sugerí dos caminos: que observara y que preguntara. Que observara con atención cómo actuaban. De ese modo, podría conocer la manera de pensar de ellos. El otro camino quizás el más difícil es preguntarles concretamente lo que opinan sobre ti. Jairo me interrumpió diciendo: Son ellos los que deben hablar, son ellos los que me deben decir las cosas, para eso son mis padres.

12 Mira Jairo, no es tan fácil -le dije. Ellos piensan que tú ya eres mayor y que no necesitas consejos. Consideran que te lo han dicho todo. Quizás hacen silencio porque tú les respondías de mala manera, dando a entender que no te gustaban sus consejos. Tienes que comenzar tú. No sabes lo que piensan tus padres y ya es hora de conocerlos. Sé directo. Busca el momento adecuado. Trata de ser profundo con preguntas importantes. Y espera. No pretendas aclarar todo, pero te asombrarás de las respuestas. Notarás que tus padres piensan mucho y piensan mucho en ti. Notarás timidez en las respuestas. Tus padres, como todas las personas, tienen miedo de equivocarse. Como te quieren, ese miedo puede aumentar mucho más. Irás descubriendo las barandas que estuvieron desde un principio, pero que no podías verlas y así caminarás más seguro. Las barandas del puente de tu vida no son muletas. Las muletas son para aquellas personas que tienen dificultad para caminar. Tú puedes caminar solo. Estoy convencido incluso, que puedes ir corriendo por el puente. Las barandas están para que no te caigas. Para apoyarte en ellas y disfrutar el paisaje. Puedes recorrer el puente tomado de las barandas, pero eso te hace caminar despacio. Es necesario que te aventures a caminar por tu cuenta. Todos pasamos por el puente. Disfrutamos del paisaje mientras lo recorríamos. Al llegar al final nos quedamos maravillados de todos los caminos que podíamos elegir y de hecho elegimos.

13 Qué me acepten! Cuando eras niño o niña te gustaba que tus amigos te prestaran sus juguetes. Ahora te importa más que tus amigos te acepten tal como eres. Existe el peligro de que pretendas que te acepten por lo que tienes. Entonces, te llenas de cosas y aparatos. Continuamente estás pidiendo a tus padres que te compren algo, porque eres el único que no lo tiene y tus amigos te pueden dejar de lado. Estás comprando la amistad, pero eso no da resultado. En poco tiempo, aparecerá alguien con más cosas que tú, o tus amigos se darán cuenta que eres superficial. Todos tenemos necesidad de que nos acepten. La opinión de los demás te hace sentir seguro. En una de mis clases, hicimos una actividad muy entretenida. A cada alumno y a cada alumna se les colocó una hoja de cuaderno en la espalda, sujetada con cinta adhesiva. Los estudiantes debían escribir en las hojas de los demás, los aspectos positivos que notaban en cada uno. Durante un rato la clase fue un continuo movimiento: comenzó lentamente pero se animó enseguida. Todos estaban muy interesados. A los veinte minutos recogí las hojas escritas. Les propuse leerlas en voz alta. Comencé con la hoja de una alumna. Habían escrito: buena compañera; divertida; muy trabajadora; simpática; etc. Cuando iba a leer la segunda hoja, me interrumpe Gonzalo: Mi hoja no la lea! Seguí leyendo las hojas mientras nos reíamos. Todo lo que estaba escrito era real. Había mucho conocimiento. La hoja de Gonzalo no la leí.

14 Al terminar la clase, me acerqué a Gonzalo y le pregunté porqué no quería que leyera su hoja en voz alta. Es que estoy seguro que debe estar vacía, me contestó. Mis compañeros no me conocen y tampoco me aceptan como soy. Le mostré su hoja, en la que habían escrito catorce frases. Gonzalo comenzó a leer: eres divertido; muy buen compañero; eres generoso; ayudas a los demás; nunca mientes; muy inteligente; etc., etc. Gonzalo le dije-. Tus compañeros te conocen más de lo que piensas. Le dejé la hoja para que la colgara en su habitación. Muchas veces no coincide lo que pensamos, con lo que los demás piensan de nosotros. Te gustaría que todos te acepten y sufres mucho cuando te dejan aparte. Hay chicos y chicas que tienen formas de ser muy distintas: algunos son tímidos, otros no; algunos son callados y otros muy habladores y así podría seguir una lista larga. Tú tienes un carácter propio, con aspectos buenos y otros que deben mejorar. Estás en un momento de la vida en el que comienzas a darte cuenta. Puedes hacer una lista en tu diario personal o en un cuaderno. Dos columnas de frases que te ayudarán a pensar. Puedes hacer también una lista de objetos, juguetes y cosas que tienes, pero no le des mucha importancia. En poco tiempo las cosas pasan de moda y pierden interés Lo importante es hacer una lista de lo que eres. No seas muy negativo ni superficial. Puedes preguntarle a algún amigo de confianza. Con seguridad te puede ayudar. Para eso están los buenos amigos! Tus amigos te valoran por tu forma de ser y de pensar.

15 Debes tener tus propias ideas y estar convencido de las razones personales de tu comportamiento. Tu mundo interior estuvo vacío hasta hace poco. Al mirar el contenido quizás veas ideas de otras personas. Ahora tú debes llenarlo con tu propio contenido. Las personas con interioridad son las más aceptadas y valoradas. Julia tenía doce años. Gastaba todos los días bastante dinero en la cantina del colegio comprando golosinas. Ella no las comía. Las repartía entre sus compañeros. A simple vista, Julia parecía generosa, pero en el fondo, estaba comprando su aceptación. Una compañera mayor le dijo: Algunos compañeros te quieren aún sin caramelos, y de los otros, no vale la pena que seas amiga. A partir de ese día, Julia apenas gastaba en la cantina y se la veía en el recreo, rodeada de amigos y amigas. No te dejes manipular por tus compañeros. Es verdad que cuesta decir que no. Es lógico tener miedo a ser antipático. Pero, a veces, hay que decir que no. Hacer cosas inconvenientes, para que no te dejen de lado, no es verdadera amistad, ni mucho menos quiere decir que te acepten. Te transformas en un cómplice de un mal amigo. Puedes pensar que eres aceptado y que formas parte de un grupo, pero en realidad te están usando y no te valoran. Puedes terminar solo y con tu mundo interior lastimado. Es muy útil hablar con tus padres. Ellos son las personas que más te conocen por lo menos hasta ahora, y puedes contarles tus dudas íntimas con tranquilidad. En tu casa y en tu familia te quieren tal cual eres. Pregúntales a tus padres cómo hacían amigos, cuando tenían tu edad.

16 Verás que, si son sinceros, te contarán que les costaba mucho y que, a veces, les iba bien, y otras no tanto. Te pueden dar buenas respuestas, pero no pretendas que te den soluciones. Las soluciones las debes buscar tu mismo. De tus padres sacarás fuerza y criterios para darte cuenta si te dejas manipular. Los chicos y chicas de tu edad buscan amigos con personalidad. Piensa qué amigo buscarías para contarle algo personal y descubrirás al más responsable y leal. Con él tienes confianza. Ese es el amigo fiel, con el que te sientes a gusto; que te acepta tal como eres y que te dice las verdades, aunque le cueste un poco. Y recuerda, que no es necesario repartir caramelos, para tener amigos.

17 Tus crisis de libertad A medida que pasan los años se agranda el horizonte de tus sueños. Vas teniendo más amplitud y necesitas espacio para moverte. El patio de recreo te queda chico : necesitas más libertad. La palabra obediencia, casi no se encuentra en tu diccionario. Las palabras límites o normas, suenan como un insulto. Antes obedecías a tus padres sin problemas. Ahora, frente a la más pequeña indicación, entras en crisis. Se pueden escuchar tus gritos y rabietas desde la casa del vecino. Hay libros sobre: «cómo soportar las crisis del adolescente». Otros, dan recetas a modo de medicamentos para la enfermedad de los hijos adolescentes. Estoy convencido que no se trata de soportar, ni de curar. En todo caso, hay que tomar ciertas medidas y actuar con coherencia. Pero esto cuesta esfuerzo. Es más fácil dejar pasar y que otros hagan las tareas. A todos nos gusta hacer lo que nos da la gana. Los profesores nos damos cuenta enseguida, cuando los alumnos no quieren estar en clase. Sólo con ver las caras notamos la falta de interés. Podríamos dejarlos hacer lo que quieran, pero así no estaríamos cumpliendo con nuestro deber. Todas tus actuaciones tienen consecuencias. Hacer propias las consecuencias de tus actos es crecer en libertad. Solo tú lo puedes lograr. Recuerdo una situación complicada que ocurrió en un colegio. Con el avance de la tecnología se dan situaciones nuevas.

18 Un alumno había filmado, con su celular, una escena preparada dentro del salón de clases, cuando estaban sin profesor. Luego, la colgó en la web. En el video aparecían varios alumnos peleando y gritando. Todo muy bien actuado y la escena era divertida. Pero el colegio no quedaba bien. Como el alumno tenía la contraseña del video, solo él podría quitarla. Pero no sabíamos quién era. Sin saber qué hacer, recorrí los salones de las clases y hablé a los alumnos claramente de la situación. Casi todos habían visto la filmación. Les expliqué que este tipo de broma no se puede hacer. Aparecían en la web los alumnos con el uniforme del colegio y no se aclaraba que era una puesta en escena. Al ver la filmación cualquiera podría pensar que era una clase fuera de control y sin disciplina. Sencillamente era una mentira. Les pedí que se hicieran responsables. No quería que se acusara a nadie. Sólo les dije que aquél que lo hubiera hecho, viniese a hablar conmigo. Me quedé con muchas dudas de lo que iba a pasar. Sin la contraseña, estábamos en manos del artista. En el recreo se me acerca Mateo y me dice bajito: Fui yo, qué me va a pasar? Lo llevé al escritorio, le comenté que no estaba bien lo que había hecho y le pedí que usara la contraseña para quitarla de la web. Lo hizo enseguida y luego dijo: Ya está, ahora qué me va a pasar? Le contesté con calma:

19 Me alcanza con el hecho que te presentaras a decirlo. A veces no medimos las consecuencias de lo que hacemos. No lo vuelvas a hacer. Vete al recreo. Me equivoqué, contestó Mateo, pero soy responsable de lo que hago. Y se fue al recreo. Cuando te equivocas, puedes darte cuenta enseguida o más tarde. Pero debes darte cuenta. Cambiar de actitud y corregirte. Creo que Mateo podría haberse callado por miedo a «lo que le iba a pasar», pero, sin embargo habló. Tenía miedo a las consecuencias, porque él sabía que había sido injusto. Siempre se valora la justicia. Ser libre es algo muy valioso. Cuando decides hacer algo, te das cuenta de que todo tiene consecuencias. Esto es ser responsable y ser responsable es tan valioso como ser libre. Da trabajo ser responsable, porque nos hacemos dueños de nuestras decisiones, pero es la única manera de crecer. Muchas veces, tus crisis de libertad son crisis de responsabilidad. Miras para el lado de la elección la decisión, pero no miras para el lado de las consecuencias. No sabes cómo actuar y dudas; pero no te gusta pedir ayuda. Te quedas enredado en ti mismo y viene la explosión del carácter. No manejas la situación: nadie te entiende y quieres tener razón. Te gustaría que no haya reglas, pero reconoces que son necesarias. Sin límites nos confundimos. Cuántas veces he visto discutir en el recreo por una pelota fuera de la cancha! En una ocasión, frente a una discusión de ese tipo, noté que varios alumnos se acaloraban. Me acerqué y les dije que no tenía importancia, que daba lo mismo que todos eran amigos. Un alumno dijo enseguida:

20 Sí, somos amigos, pero para qué está la raya de la cancha! Necesitamos los límites y reglas para convivir y crecer en libertad. Puedes no hacer caso a las señales de tránsito eres libre! pero ellas existen para andar más seguro y no dañar a los demás. Tus padres ponen las reglas. Quizás no te gusten pero existen y te hacen ser más responsable. No creas que a tus padres no les cuesta. Lo hacen porque te quieren. No pretendas que haya un reglamento pegado en la puerta de la heladera. Eso es cosa de niños. Debes hablar con tus padres para tener muy claro lo que quieren. Pregúntales, cuando estés sereno, qué pretenden de ti. Pídeles que te orienten pero que no te suplan. Tú tienes edad para hacer las cosas por ti mismo, aunque debas esforzarte. Las crisis de libertad se arreglan con más libertad, pero asumiendo las consecuencias de tus decisiones. Si quieres ser más libre, debes ser más responsable. Cuando tus padres te exigen un horario de llegada, puedes negociar un poco. Cuando se llega a un acuerdo, debes respetarlo. Si demuestras responsabilidad al dar la palabra, estás demostrando, con hechos, que manejas bien la libertad y la confianza aumenta. Libertad, responsabilidad y confianza son tres actitudes que van unidas. Los padres confían en ti, que eres su hijo, pero desconfían del ambiente en que te mueves. Tú debes también confiar en ellos. La libertad no es algo para hablar sino algo para vivir. Vivir plenamente la libertad es ser responsable.

21 La solución a las crisis está en tus manos. Cuando te equivoques, trata de ser sincero. No juegues con el engaño. Engañar y vivir engañando no te deja crecer. El engaño conduce a la desconfianza y te aleja de tus padres. Podría contarte muchísimas historias de chicos y chicas que decidieron mal. Querían corregirse pero no se atrevían a hablar con sus padres. A ellos trataba de trasmitirles dos ideas claras: que asumir las consecuencias de sus elecciones es el precio de la libertad y que debían ser sinceros con los padres. En todos los casos que se decidieron a hablar, todo se arregló y la confianza entre los chicos y los padres aumentó.

22 Si quieres los puedes engañar Cuando un niño pequeño miente todo el mundo se da cuenta, salvo en casos excepcionales que requieren tratamiento médico. En cambio tú aprendiste a decir las cosas para disfrazar la mentira. Si quieres puedes engañar a tus padres. Escuché muchísimas veces el comentario de madres sobre «el trabajo de su hijo en la computadora» o que «estuvo estudiando toda la tarde buscando material para la clase»; cuando en realidad jugaba o chateaba horas enteras. Este engaño es pequeño y casi ridículo. Podría contar muchos más y más importantes. Tú podrías seguir por tu cuenta recordando otros. Si quieres, los puedes engañar, pero no puedes engañarte a ti mismo. Tus actuaciones tienen sus consecuencias. Además, tu voz interior tu conciencia te reprocha. No tires ese sentimiento a la papelera como un archivo que no sirve. No se trata que te sientas siempre culpable y triste. Se trata de que te sientas bien feliz cuando hayas hecho algo bueno, y de que te sientas mal con culpa cuando hayas hecho algo malo. La culpa es el malestar que nos queda después de hacer algo que está mal. En este sentido, la culpa te puede ayudar, no es algo malo en sí mismo. No es bueno que te tortures por ello, ya que todo tiene remedio y puede ser perdonado. Quizás pienses que tus padres no están al día. Cuando tu madre te pide que la ayudes con un problema de la computadora, te crees superior y agrandado. Cuando te pregunta un detalle del celular, se confirma su falta de conocimiento; también cuando hay que usar el control remoto o conectar cables en los aparatos nuevos. Éstos y algunos detalles más te confirman su ignorancia. Cuando te lo agradecen piensas que eres un genio de la tecnología y ellos, personas de otra época.

23 No te apresures a juzgar. Efectivamente, son personas de otra época: tienen muchos más años que tú. Pero ser ignorantes es otra cosa. Pedirte ayuda en cuestiones tecnológicas para el último aparatito o programa no les quita autoridad. Ellos no necesitan demostrar su conocimiento. Además, siéntete orgulloso. Te piden ayuda porque reconocen que ya no eres un niño o una niña, y menos un inútil. La capacidad de engañar que tienes y el sentirte superior crea una mezcla explosiva que puede herirte o herir a los demás. Cuando se comienza a engañar, terminas nadando entre olas gigantes. Cada vez se vuelve más peligroso. Tu comportamiento se convierte en actuación. Te transformas en un actor que hace un papel para sí mismo, complicando cada día el libreto de tu comedia. No podrás saber si es en broma, si es verdad, o si estás engañando. Tu vida se vuelve un drama y no puedes conocer el final de la película. Cuando quieres conseguir algo, puedes manipular a tus padres. Ya no haces escándalo en una tienda o en un supermercado, como lo hacías cuando eras niño. Ahora buscas pretextos, excusas y razones, para salirte con la tuya. Conocí a una alumna que tiró al suelo su celular y les dijo a sus padres que «se había roto». De esta manera quería conseguir el modelo nuevo. Mandar un SMS a tu madre para que te venga a recoger al colegio porque te sientes mal, justo antes de una prueba escrita. Decir que los profesores no mandaron nada que estudiar, para irte con tus amigos. Son ejemplos casi cotidianos de pequeños engaños sin sentido. Reconozco que no te gusta que te nieguen las cosas. Tampoco te gusta que te traten como un chiquito o como una niñita. La salida más rápida y fácil es engañar pero a la larga no da resultado. El engaño y la mentira te hacen mucho daño. Te hacen perder la confianza con tus padres. Una vez que se empieza, cuesta trabajo dar marcha atrás.

24 Miras en tu mundo interior y buscas luz y alegría. Puede ser que no encuentres nada, pero no agrada a nadie encontrar basura y suciedades. Solo tú tienes la solución: hablar siempre con claridad; ser sincero y no jugar con la verdad. Cuando tengas que pedir algo, dilo sencillamente. Cuando tengas que opinar, habla sin enojarte. Cuando debas pedir permiso, hazlo con claridad. El ambiente de sinceridad con tus padres te ayudará a sentirte más seguro. Te comprenden, aunque a veces deban decir que no. Podrás no estar de acuerdo con ellos, pero habrá confianza y verdad. La vida no es un programa de TV que puedas apagar. No puedes ir haciendo zapping con tus caprichos. Tu vida es algo muy serio como para ir engañándote. Voy a contarte dos historias reales de alumnos, con engaños importantes. Pablo era un alumno muy inteligente y querido por sus compañeros. Le gustaba mucho la asignatura que yo enseñaba: Biología. Tenía mucha afinidad con él; quería ser médico. En clase intervenía siempre. En el correr de los meses comencé a notarlo más distanciado, con poco interés. Bastante desprolijo en su forma de vestir y en sus tareas. Lo notaba alterado, nervioso, más delgado y con la mirada perdida. Los profesores de Biología algo sabemos sobre las adicciones y por la situación de Pablo comencé a dudar. Al entregar las calificaciones le dije a Pablo que quería hablar con él y nos reunimos los dos en mi escritorio.

25 Pablo le dije tus notas no están mal aunque podrían ser mejores. Me preocupan algunas actitudes que no tienen que ver con la asignatura. Si me permites, te puedo decir lo que pienso. Pablo hizo silencio como diciendo que sí y comencé a hablar. Le dije con claridad y afecto lo que notaba en él; lo que pensaba y lo que me preocupaba. Por su manera de comportarse y por sus actitudes, tenía la seguridad de que estaba consumiendo drogas. Se lo dijo a alguien?, me preguntó rápidamente. No, Pablo. No hablé con nadie, son cosas que pienso y por eso te lo digo en la cara -le respondí. Poco a poco, Pablo comenzó a contarme toda su situación. Era adicto a la marihuana. Comenzó el verano pasado, en la playa, con unos amigos y poco a poco fue tomando el hábito. Ahora fumaba todos los días. En los recreos se alejaba un poco del colegio para fumar y luego seguir con las clases. Esto lo ayudaba para no aburrirse. Después que terminó le sugerí que hablara claramente con sus padres. Que les contara todos los detalles; que lo iban a comprender y ayudar. Aunque resultara difícil, si no lo hacía él, tendría que hacerlo yo. Pablo me había dicho que sus padres no sabían nada y que no se daban cuenta. Le expliqué los posibles daños y sobre todo, como había cambiado su actitud y su forma de ser. La adicción se reflejaba en su comportamiento, por eso yo me había dado cuenta, sin necesidad de que él me lo contara. No me dijo ni que sí ni que no. En otra ocasión nos vimos y le pregunté si había hablado con sus padres y me dijo que no. Le pedí por favor que hablara con ellos. De lo contrario me obligaba a hablar a mí.

26 Pablo se mantenía igual, incluso se fue distanciando, poco a poco, de la biología que tanto le gustaba. Al cabo de un mes, tuve un encuentro con la madre de Pablo, con motivo de otra entrega de calificaciones. El boletín no era nada bueno. Había decaído mucho su rendimiento. La madre estaba muy preocupada porque los profesores no motivaban a su hijo; decía que los profesores no explicaban bien; que Pablo tenía muchas tareas y que los planes de estudio no se adaptaban a los jóvenes de ahora. Le pregunté como veía en general a su hijo. Me contestó que estaba muy contenta; era un chico dócil y cariñoso, que hacía mucho deporte y que tenía amigos. Siempre lo estaban llamando para hacer planes. Mire profesor me dijo seriamente él es tan bueno que ni toma alcohol ni fuma cigarrillos Con mucha dificultad le informé a la madre, con la mayor delicadeza posible, que su hijo consumía droga. Que hablara con Pablo con total sinceridad; que él le contaría los detalles. La madre se molestó y dudó de mis palabras. Ella conocía muy bien a su hijo y me dijo que yo estaba inventando historias. Le entregué el boletín de calificaciones y le di algunos consejos, pero en el fondo sabía que la solución la tenía Pablo y no era cuestión de los planes de estudio. Cuando la madre habló con Pablo, él no quiso decir la verdad. Negó que consumiera marihuana. La madre no quiso hablar más conmigo. Se sintió muy molesta porque yo no comprendía a su hijo. A los pocos meses, pidió cambiarse de colegio. Se fue a otro centro educativo con un sistema de estudios por tutorías, donde podía cursar las asignaturas de a poco. La segunda historia de engaños importantes.

27 Desde hacía dos semanas empezaron a desaparecer objetos en el Colegio. Faltaba dinero del bolso de una profesora; otra cantidad de dinero de la mochila de una alumna y, por último, faltó dinero de la recepción. En el colegio se produjo una sensación de inseguridad total. Los alumnos desconfiaban unos de otros, pero no querían culpar a nadie. Era una situación desagradable, veían ladrones por todas partes. A los pocos días, una señora del servicio de limpieza me comentó con mucho respeto, que había visto siempre a una alumna cerca de los lugares donde faltaban cosas pero no quería culparla. La alumna se llamaba Romina. Romina tenía 14 años y era una alumna brillante. Por su liderazgo, era la delegada de la clase: sabía convencer a cualquiera y siempre pensaba en el bien del grupo. En el recreo se la veía rodeada de compañeras; era muy querida y respetada por sus profesores. Aunque no pretendía culparla la llamé al escritorio y le dije directamente lo que me había contado la señora de la limpieza. Como Romina era inteligente se dio cuenta perfectamente de la situación. Me miró a la cara y comenzó a hablar. Era algo que hacía sin darse mucha cuenta. Como después le daba vergüenza, se sentía muy culpable y no sabía como corregirse. Hacía tiempo que le sucedía: en el colegio, en el supermercado y en su casa. Una vez despidieron a una limpiadora de su casa pensando que era la culpable y Romina no había aclarado nada. Había comenzado a quitar cosas de pequeña, como un juego, pero ahora lo hacía más seguido. Pero Romina, le dije tus padres no se dan cuenta? Yo sé disimular muy bien. Siempre tengo alguna excusa para quedar inocente -me contestó. La situación era complicada.

28 Romina me acababa de contar una realidad interior muy distinta de lo que se veía a simple vista. Quería cambiar y pedía ayuda. Romina le pregunté y ahora qué hacemos? Ella me miró con lágrimas en los ojos y dijo: Quiero que usted les cuente a mis padres lo que hago, yo no me atrevo a decirles nada. Lo mejor es que hables tú, pero si no te animas, lo haré yo. Pienso que esto es el principio. Debes ir a un médico o a un psicólogo, a alguien que te ayude de veras -le contesté. Eso ya lo sé me dijo. Pero que lo sepan mis padres es un comienzo. Yo quiero cambiar. La entrevista con los padres de Romina me resultaba difícil. Buscaba la manera de decir las cosas. Me asustaba la forma en que podrían reaccionar: cómo iban a tomar las noticias. Me preparé con tiempo y seriedad. Traté de ser delicado pero debía transmitir el mensaje completo. Se habló con mucho respeto y claridad. Ellos me contaron algunos detalles de las circunstancias familiares que podrían incidir en el comportamiento de Romina. Concretamos que consultarían con un médico y mantendrían una charla con Romina. Les dije también que hasta el momento, yo era la única persona que sabía de la situación de su hija y que confiaba en ellos. Mientras me despedía, la madre, secándose las lágrimas que había derramado durante la charla, me dijo: Ahora es el momento en que Romina necesita unos padres que la comprendan y apoyen.

29 En los meses siguientes, Romina siguió con un tratamiento, dejó de hacer lo que hacía y mantuvo sus buenas calificaciones. Durante el Acto de Fin de Curso, cuando pasó cerca de mí, portando la Bandera Nacional, me dijo sonriente: Gracias! Gracias a ti!, -le contesté rápidamente. Dos historias de engaños pero con resultados muy diferentes. Recuerda que puedes engañar pero no puedes engañarte. Tu futuro y tu felicidad dependen de eso.

30 Quieres todo ahora: no puedes esperar En una revista de educación, leí un artículo sobre la cultura del «yahísmo» donde explicaba que los jóvenes actuales quieren todo ya, ahora y no saben esperar. Me causó gracia la palabra «yahísmo», es un término que explica muy bien la realidad. Tú eres impulsivo. Es algo propio de tu edad. Naciste en un mundo que va muy rápido y tú vas más rápido todavía. Haciendo clic logras una cantidad enorme de tareas con mucha facilidad. Esta forma de hacer las cosas te encanta. Incluso te gustaría tener una varita mágica para ordenar la habitación. Si pudieras, no te moverías del sillón durante horas, pero la voz de tu madre te obliga a levantarte. Tu vida no se arregla con un control remoto. No todo lo puedes solucionar con el mouse. Para realizar lo que nos hemos propuesto hay que poner esfuerzo, aunque haya mejorado la tecnología. Todo depende del grado de interés que pongas en tus metas. En un viaje que realicé con mis alumnos, fuimos a comer a una plaza de comidas de un shopping. Cada uno compraba su comida y luego nos sentábamos juntos. Mientras estaba comiendo, vi a Verónica que pasaba de un lugar a otro eligiendo lo que iba a comer. Al cabo de quince minutos llegó con una torta de verdura y una ensaladita y se sentó con los demás alumnos. Le pregunté si se sentía bien; si no tenía hambre. Sí me dijo pero más ganas tengo de adelgazar y eso lleva esfuerzo. No estaba de acuerdo con la «ensaladita» pero me di cuenta que Verónica tenía una meta clara. Cuando tienes un plan interesante, la incomodidad y el esfuerzo pasan a un segundo lugar. Así sucede en el deporte. Aunque estés cansado y te hayas

31 acostado tarde, te levantas para jugar. A la hora de la diversión, aunque sea tarde, sigues con tus amigos. Dejarte llevar por la comodidad repercute en tu personalidad. Hay veces que los padres quieren ayudar tanto que logran que sus hijos de quince años tengan una mentalidad de niños pequeños. Recuerdo un alumno, Alberto, que a sus quince años él mismo lo contaba durante el invierno, a la hora de levantarse, sacaba un pie de la cama y su madre le colocaba una media calentada en la estufa. Luego sacaba el otro pie y lo mismo. La madre le llevaba el desayuno a la cama y cuando terminaba lo ayudaba a vestirse. Puedes estar rodeado de comodidades y sentirte bien; pero debes saber que esa situación no dura toda la vida. Tener todo con facilidad es agradable pero no fortalece tu carácter. Necesitarás un carácter bien templado cuando debas tomar decisiones importantes. Sin ese entrenamiento puedes quedarte a medio camino. Es necesario plantearse metas altas con iniciativa y optimismo. Si quieres concretar, puedes ejercitar tu carácter y fortaleza en dos ámbitos bien sencillos: en el estudio y en tu vida familiar. El estudio es un tipo de entrenamiento muy adecuado. Los chicos como tú, sólo ven en el estudio la necesidad de adquirir los conocimientos mínimos para obtener calificaciones aceptables. Sin embargo, la realidad demuestra que los conocimientos no son el único camino para el éxito. He visto muchos alumnos inteligentes que se quedaron por el camino por falta de voluntad y esfuerzo. Todos tenemos algún tipo de inteligencia que nos capacita para actuar; pero la constancia y el esfuerzo no se regalan. Hay que ir ganándolos con el tiempo. Aquellos alumnos que tienen método; que se esfuerzan para dedicar tiempo al estudio; que se organizan; y que tienen la fortaleza de estar concentrados en la silla, son los que obtienen mayores éxitos.

32 Hay chicos que juegan a estudiar: arman todo el escenario en el escritorio; escuchan música para concentrarse y pasan horas sentados, pero su cabeza sueña con otros pensamientos. En realidad no quieren estudiar. En el momento de las pruebas no basta con hacer clic. Tu casa también puede transformarse en un lugar de entrenamiento para los desafíos y las metas altas. Tus padres tratan de darte todo. Eres capaz de exigir algo, como un derecho, cuando en realidad, lo que te dan es por un acto de generosidad. No te agrada que te traten como niño, pero no quieres asumir las responsabilidades. Te sugiero que busques actividades en tu familia que hagan más agradable la vida de todos. No puede ser, que deban soportar todos tus gustos y caprichos, mientras tú no haces nada por los demás. Una vez vi el título de un libro: «como convivir con un adolescente y no volverse loco». No me gustó nada. Yo convivo con adolescentes en mi trabajo y por ahora estoy sano. Ahora es el momento para que salgas de tu egoísmo y colabores en tu casa. Tienes mucho para aportar y debes demostrártelo a ti mismo. Tus padres necesitan tu ayuda. No te piden nada porque siempre estás en tus cosas: siempre respondes de mala gana. Fíjate lo que puedes hacer. Tú tienes imaginación. Puedes comenzar por tu habitación: cuidando el orden de tu ropa y de tus cosas. Esto lleva esfuerzo. Las cosas no se ordenan solas. Ayuda en la cocina, en el jardín, lavando el auto etc. Piensa un poco y usa tu imaginación. Cuando quieres algo, conoces muy bien sus precios. Reconoces el valor del dinero pero quizás no valoras el esfuerzo que implica ganarlo. No alcanza con decir que ya eres grande: debes demostrarlo.

33 El manejo del dinero y los gastos personales son algo muy práctico para demostrar tu madurez. Conversa con tus padres sobre el presupuesto familiar y participa, de algún modo. Tus gastos personales deben reflejar que no mandan tus caprichos. Debes considerar que hay muchísimas personas que no tienen ese dinero para sus gastos. Puedes recibir encargos y facilitar las tareas de los demás. Puedes demostrarles a tus padres que, si te dejan dinero para pagar facturas, realmente lo haces. Puedes ayudar en las compras en el supermercado; puedes ayudar a ahorrar en el gasto de la energía. En cierta ocasión estaba hablando con un alumno sobre este tema. Le propuse que hablara con sus padres sobre la factura de la electricidad. Si él se encargaba de apagar las luces y aparatos innecesarios, podría ahorrarse energía. Luego, podría llegar a un acuerdo sobre el dinero ahorrado. Al cabo de dos meses me dijo que le habían comprado una guitarra con el nuevo sistema de ahorro. El esfuerzo no es aburrido. Que tus padres te vean colaborador y responsable, aumenta la confianza. Sobre todo te prepara para tu vida futura. El mundo no es para personas blandas. Los chicos y chicas con éxito tienen fuerza de voluntad y virtudes.

34 Las chicas y los chicos: descubrir a los demás Los cambios físicos van a todo galope. Tu mismo te das cuenta cuando tratas con tus amigos y amigas. No eres una idea que está en un cuerpo. No eres un refresco dentro de un envase que se va agrandando. Eres una persona que está creciendo, con su forma de pensar, de querer y de sentir. Aspectos externos que se ven y características interiores que no se ven: tu mundo interior. Y allí, en tu mundo interior te encuentras solo contigo mismo. A lo mejor piensas que eres único; que sólo a ti te pasan las cosas. Tu nombre, tu apellido y tus circunstancias te hacen ser único. Pero al mismo tiempo eres un ser humano igual a miles de millones. Vas descubriendo tu interioridad y, al mismo tiempo, enriqueciéndola con tus actuaciones. Vas descubriendo a los demás; a tus amigos y amigas y esto da origen a nuevos pensamientos y afectos. Es muy útil aprender a compartir tiempo y gustos con tus amigos. Es lógico que te sientas cómodo con amigos de tu edad. Lo contrario son excepciones. Podrás verte reflejado en ellos y adquirir experiencia para tu vida. Es lógico que escuches la música que está de moda o te vistas de tal manera: como tus amigos. Vas adquiriendo seguridad y confianza frente a los demás. Voy a contarte una anécdota muy graciosa. Hace un tiempo fui de viaje con un grupo de alumnos y profesores. Pensamos que fueran con el uniforme del Colegio para distinguirlos fácilmente y evitar la pérdida de algún distraído.

35 A ello no les gustó. Pensaban que les quitábamos libertad y que ya eran grandes como para ir de uniforme por la calle. Después de conversarlo con los demás profesores, decidimos que fueran sin uniforme. Que cada uno se vistiera como quisiera. El día de la partida subieron, al ómnibus, los treinta alumnos. Al cabo de un rato me di cuenta que los chicos iban vestidos de jeans y usaban una remera de la misma marca. Las chicas llevaban un pañuelo al cuello, de diferentes colores, pero todos de la misma tela y diseño. Discretamente le pregunté a una alumna si se habían puesto de acuerdo. Me miró asombrada, me dijo que no; que cada uno se había vestido como quería. Al verlos pensé: si están todos uniformados! Así como compartes gustos y formas de vestir, es necesario que vayas aprendiendo las distintas formas de ser. Las características de los chicos y de las chicas. Tú eres varón o mujer y así te relacionas con los demás. Descubrir las semejanzas y las diferencias te ayudará a valorar a los demás. Vendrán luego los afectos que, en su momento, se transformarán en amor. Aprender cómo piensan las personas de otro sexo; qué intereses tienen; qué es lo que las afecta, te facilita conocerte y valorar a los demás. Aprenderás a convivir en la sociedad, sintiéndote más seguro y quitándote los miedos, que todos hemos tenido. Recuerda que el afecto verdadero es algo profundo. Para querer a alguien es necesario conocerlo. Precisas conocer a las personas distintas de ti. No se trata de hacer ningún experimento ni comparaciones sin sentido. Tú eres un chico o una chica: con su cuerpo y su fisiología; con una manera de pensar y un carácter propio. No te haces amigo de un muñeco ni haces amistad con una idea abstracta. Haces amistad con personas hombres y mujeres como tú. Descubrir a los demás es valorar las diferencias que enriquecen toda relación. Valorar la diversidad no significa que todo da lo mismo, que vale todo. Valorar la

36 diversidad es respetar las diferentes culturas, las formas de pensar y de expresarse. Respetar a cada persona por su dignidad de ser humano; por lo que es. Si todo da lo mismo, dejas de preocuparte por los demás y te vuelves egoísta. Solo piensas en ti. Dónde quedó la amistad? Las chicas ven la vida desde su feminidad y los varones desde su masculinidad. Al descubrir tu ser femenino o tu ser masculino vas creciendo como persona. En varias oportunidades he tenido conversaciones con alumnos varones que estaban enojados por no entender la forma de actuar de sus compañeras. Ellas valoraban detalles que no tenían sentido. He tenido reuniones con alumnas que venían a desahogarse porque un grupo de varones no se tomaba en serio lo que ellas pensaban y además se reían en la cara. Descubrir los diferentes detalles, te ayudan a valorar la amistad. No tiene sentido comparar la inteligencia de nadie; ni hablar de sexo débil y sexo fuerte. Estas son ideas de épocas pasadas. Todas las personas son de la misma calidad. Todos, hombres y mujeres son valiosos: igualmente valiosos. Las diferencias hacen agradable la amistad y la convivencia. Así podrás ser una persona noble y simpática. Podrás acercarte a los demás y compartir tu mundo interior con tus amigos. Cuando se comparte algo bueno, aumenta la alegría. Cuando compartes tus ideas, aumenta tu mundo interior: se vuelve más rico. Una vez fui a una clase donde había problemas de integración entre los chicos y las chicas. Sabía que se insultaban y criticaban entre sí, debido a la influencia de algunas personalidades fuertes. Les pedí que escribieran, en una hoja, cómo explicarían a un profesor extranjero, el recorrido para ir desde el colegio hasta un restaurante cercano. Todos se pusieron a escribir porque todos conocían el lugar por haber ido muchas veces. Cuando terminaron recogí las hojas y llamé a un profesor recién llegado de EEUU que, hablaba bien español.