Noción de acto absoluto en la filosofía de Fernando Rielo. Maria Dolors Mateu Muriscot

Transcripción

1 1 Noción de acto absoluto en la filosofía de Fernando Rielo Maria Dolors Mateu Muriscot Desde Aristóteles la noción de acto se inscribe en el tratamiento del "ser relativamente a la acción" (Met. IX, 1). Esta cuestión ha sido debatida tanto en la metafísica como en la teodicea; ésta última, concibiendo a Dios como motor primero, según la terminología aristotélica, aplica la noción de "acto puro", libre de potencia, al ser absoluto, para dar razón de su naturaleza perfecta y de su inmovilidad: este ser perfecto, actualidad pura, mueve todo y no puede ser movido por nada; no se halla sujeto al cambio. Sto. Tomás aplica este argumento del motor inmóvil en su teología para probar la existencia de Dios (S. Theol. I. q.2, a.3). Metafísica y teología corren aquí de la mano para tratar el ser absoluto. Fernando Rielo descarta en su filosofía la subordinación de la metafísica a la teología; antes bien, establece la coordinación de complementariedad entre las dos ciencias. La diferencia coordinativa de la metafísica con la teología consiste en que la metafísica trata sub ratione absolutitatis a su objeto, mientras que la teología lo trata sub ratione divinitatis. Esta postura metodológica está cercana al pensamiento del Magisterio actual, en el sentido de que la filosofía y la teología han de correr parejas en el tratamiento de las cuestiones de Dios, espíritu que ya se hallaba presente en los grandes maestros clásicos. Juan Pablo II en su encíclica Fides et Ratio (1998) señala: "A la luz de estas consideraciones, la relación que ha de instaurarse oportunamente entre la teología y la filosofía debe estar marcada por la circularidad. Para la teología, el punto de partida y la fuente original debe ser siempre la palabra de Dios revelada en la historia, mientras que el objetivo final no puede ser otro que la inteligencia de ésta, profundizada progresivamente a través de las generaciones. Por otra parte, ya que la palabra de Dios es Verdad (cf. Jn 17,17), favorecerá su mejor comprensión la búsqueda humana de la verdad, o sea el filosofar, desarrollado en el respeto de sus propias leyes. No se trata simplemente de utilizar, en la reflexión teológica, uno u otro concepto o aspecto de un sistema filosófico, sino que es decisivo que la razón del creyente emplee sus capacidades de reflexión en la búsqueda de la verdad dentro de un proceso en el que, partiendo de la palabra de Dios, se esfuerza por alcanzar su mejor comprensión. Es claro además que, moviéndose entre estos dos polos la palabra de Dios y su mejor conocimiento, la razón está como alertada, y en cierto modo guiada, para evitar caminos que la podrían conducir fuera de la Verdad revelada y, en definitiva, fuera de la verdad pura y simple; más aún, es animada a explorar vías que por sí sola no habría siquiera sospechado poder recorrer. De esta relación de circularidad con la palabra de Dios la filosofía sale enriquecida, porque la razón descubre nuevos e inesperados horizontes" (n. 73). Fernando Rielo denomina a su metafísica y a su teología "genéticas" en contraposición a las históricas basadas en la identidad: "Mi concepción metafísica del ser es

2 2 genética: quiero decir con el término "genético" que el ser tiene "gene". Este contenido metafísico del ser establece la sustitución de la parmenídica identidad absoluto, "ser es ser", por la congenitud absoluta de dos seres [S 1 =S 2 ] que constituyen, dentro del orden racional, la máxima expresión reductiva del principio de relación" 1 Este principio de relación o principio genético, constitutivo del ser, da nombre a su sistema metafísico; así, éste se denomina "concepción genética, dentro del ser, del principio de relación". Los términos [S 1 =S 2 ] adquieren el valor de [P 1 =P 2 ] que contienen dentro de sí mismos la expresión suprema del sujeto absoluto: la persona. Los dos seres [S 1 =S 2 ] son bajo la razón de [P 1 =P 2 ] porque la noción de persona es la suprema expresión del ser. Se revela una característica fundamental entre [S 1 =S 2 ] y [P 1 =P 2 ] [que consiste en su dialogante apertura: teórica, [S 1 =S 2 ]; positiva, [P 1 =P 2 ]. Esta apertura viene impuesta por la misma complementariedad que, congénita, se guardan entre sí. Quiere decirse que [S 1 =S 2 ] es la matriz teórica de la realidad positiva [P 1 =P 2 ]: cuanto se diga de lo teórico se afirma de lo positivo; cuanto se diga de lo positivo, se afirma de lo teórico. El modelo tiene la ecuación significada por una congénesis que está en función, ya metafísica, ya teológica, del principio genético; por tanto, la ecuación está en función de este principio. La identidad no admite ecuación alguna, dentro del absoluto, entre términos. Tenemos, entonces, que el mismo modelo es para la metafísica y para la teología: para la metafísica, [S 1 =S 2 ]; para la teología, [P 1 =P 2 ]. Si el objeto de la metafísica es el ser y el objeto de la teología es Dios, y siendo Dios el ser absoluto, en virtud de la complementariedad entre metafísica y teología, podemos analizar el modelo genético dentro de la metafísica, esto es, en lenguaje metafísico, con aplicación inmediata a la teología. Cuando Fernando Rielo explica su concepción genética del ser, se está refiriendo siempre al ser absoluto. Existen dos órdenes en la metafísica genética: racional y revelado. El racional responde al modelo [S 1 =S 2 ]; el revelado a [S 1 =S 2 =S 3 ]. Veamos sucintamente el modelo racional en su ámbito ad intra. La concepción genética del principio de relación sustituye a la agenética del llamado principio de identidad. Dícese principio de relación a la complementariedad que se guardan dos seres [S 1 ] y [S 2 ], donde 1 y 2 indican su lugar metafísico. A nivel racional, no pueden ser menos de dos términos porque regresaríamos a la identidad, y no pueden ser más de dos porque un tercer término se revelaría excedente ontológico para el modelo. Geneticidad significa que el ser tiene gene; en este caso, [S 1 ] tiene gene. Su gene es [S 2 ]. El gene es el que rompe la identidad del ser. Los dos seres unidos en complementariedad forman la concepción genética del ser; esto es, único principio de relación o principio genético. Si hay relación constitutiva entre dos seres, significa que hay acción intrínseca. Uno es el agente y otro el paciente de esta acción. En este caso, [S 1 ] es el agente de [S 2 ]. En lenguaje genético, [S 1 ] genetiza a [S 2 ]. En contrapartida, [S 2 ] es el paciente de [S 1 ]; [S 2 ] es genetizado 1 RIELO, F., "Hacia una nueva concepción metafísica del ser", en Existe una filosofía española?, FFR, Sevilla, 1988, p.118.

3 3 por [S 1 ]. La posición metafísica de los dos términos se obtiene así por sintaxis de oración directa: el agente ocupa la posición metafísica 1, y el paciente la posición metafísica 2. La lectura no es de subordinación, sino de complementariedad, pues no se concibe acción sin agente que la realice y sin paciente que la reciba. Y si nos movemos a nivel absoluto, que es el campo propio del modelo, los dos seres en complementariedad son absolutos. Tenemos, pues, que la acción genética de [S 1 ] es la generación teórica de [S 2 ] recordemos que nos movemos en el campo de la metafísica, que el autor califica de teórica, reservando la positiva para el análisis teológico ; es decir, que [S 1 ] genetiza a [S 2 ] significa que [S 1 ] engendra a [S 2 ]. Si [S 2 ] es engendrado por [S 1 ], entonces [S 1 ] debe ser ingénito por determinación de su lugar metafísico. Podemos hacer así la lectura de "engendrar" por "genetizar" : mientras [S 2 ] es engendrado, [S 2 ] es ingénito. Entendemos ahora mejor qué quiere decir el autor con la expresión "el ser tiene gene" y "[S 2 ] es el gene de [S 1 ]". Quiere decir que en la complementariedad dentro del modelo de los dos seres, uno engendra al otro; esto es, lo genetiza, lo convierte en su gene, rompiendo así la identidad de un ser idéntico a sí mismo, sin relación intrínseca alguna, el estatismo puro. La concepción genética del principio de relación introduce en la misma entraña del ser la dínamis absoluta de dos seres en relación genética. La relación de ambos seres es exacta en virtud de la sintaxis de oración directa que emplea la metafísica genética al analizar su modelo. En dicha acción, [S 2 ] es el objeto pasivo; por tanto, [S 2 ] es la definición genética de su agente [S 1 ]. No se concibe, dentro de la concepción genética del ser, un ser idéntico a sí mismo, esto es, sin acción intrínseca. La mínima acción es entre dos seres, donde uno es ingénito y el otro es engendrado: [S 1 ] engendra a [S 2 ], constituyéndose [S 2 ] en gene de [S 2 ]; esto es, en su definición teórica. La limitación de nuestro lenguaje nos obliga a hablar de dos seres en complementariedad intrínseca, siendo que, en realidad, constituyen un solo ente. Este ente del que sujeto atributivo [S 1 ] consiste en la acción de [S 1 ] en [S 2 ]. [S 1 ] es el sujeto atributivo del ente porque es el origen generante de [S 2 ]. La metafísica histórica siempre ha hablado del ser, y la teología de Dios. Han hablado de un único ente absoluto. Y, efectivamente, hay un único ente. Sólo la teología, al analizar este ente absoluto guiada por la revelación, ha dado con la clave de que este ente es activo intrínsecamente. Este único ente, pues, al que teológicamente llamamos Dios, se constituye en único sujeto absoluto y único acto absoluto. La razón está en su única sustancia, a la que en lenguaje genético Fernando Rielo llama congénesis, pues consiste en la genetización o generación de [S 2 ] por [S 1 ], como hemos visto. Y éste es el principio genético, o la concepción genética del principio de relación. Por tanto, el ente es genético y no agenético. No son dos entes, sino único ente, porque los dos términos [S 1 =S 2 ] están en función de único principio genético. Así, a nivel racional, el modelo recibe el apelativo de Binidad.

4 4 Esto en cuanto al campo racional de la metafísica genética. El campo revelado introduce la existencia de un tercer término [S 3 ] en el modelo. La revelación la verifica Jesucristo al darnos a conocer la existencia del Espíritu Santo [P 3 ]. Su existencia pertenece al campo de la revelación porque excede a la razón. De todas formas, Fernando Rielo le concede validez metafísica dentro del modelo: "Este excedente de la razón tiene validez ontológica con sólo saber que, si la ingenidad de [P 1 ] es activa, la ingenitud de [P 3 ] es sub ratione obiecti pasiva de [P 1 ]. El enunciado es genéticamente preciso: la ingenitud pasiva de [P 3 ] es réplica de la ingenitud activa de [P 1 ]. La réplica de [P 1 ] en referencia a [P 3 ] satisface la ingenitud activa de [P 1 ] en tal grado absoluto que no tenga [P 1 ] precedente alguno en un ser que llamaríamos [P 0 ]" (RIELO, F., Ibíd,, p. 123). Aplicando el método genético tendríamos: [S 1 ] es el origen de [S 2 ]; [S 1 ] engendra a [S 2 ], [S 2 ] es engendrado por [S 1 ]; [S 1 ] es ingénito, [S 2 ] es engendrado. La acción de [S 1 =S 2 ] es en régimen de unum y no separadamente. La separación de [S 1 ] y [S 2 ] en lo que se refiere a su única acción supondría la aniquilación del carácter absoluto de su congénesis. [S 2 ] es, sub ratione obiecti, réplica de [S 1 ]. Dígase lo mismo de [S 3 ], Espíritu Santo, que, revelado por Cristo, es réplica, sub ratione obiecti, de [S 1 =S 2 ]. Es decir, la acción conjunta de [S 1 ] y [S 2 ] es el origen de [S 3 ]; [S 1 =S 2 ] es el origen de la acción, [S 3 ] es el objeto de la acción, por tanto su réplica. [S 3 ] no es engendrado, sino espirado; por tanto, [S 3 ], al no ser engendrado, es también ingénito, pero con ingenitud pasiva. [S 1 ] posee la ingenitud activa, y [S 3 ] es réplica de esta ingenitud activa de [S 1 ]. Queda sellado, de este modo, el modelo metafísico por tres seres en único sujeto absoluto y único acto absoluto [S 1 =S 2 =S 3 ]. El sujeto absoluto en el campo revelado se manifiesta Trinidad y no sólo Binidad. Las propiedades del método son las mismas de la ciencia: consistencia, completitud, decidibilidad y, dentro de cierto dominio, la satisfacibilidad. Esta se cumple absolutamente en el campo revelado y no en el racional. La existencia de [S 3 ] da satisfacción al modelo racional [S 1 =S 2 ], en el sentido de que la ingenitud activa de [S 1 ] queda clausurada por la ingenitud pasiva de [S 3 ], como estamos viendo. Los tres seres son necesarios metafísicamente para que se cumpla la satisfacibilidad del modelo genético, que es lo que adviene con la revelación de Jesucristo. Sin la existencia de [S 3 ] la ingenitud activa de [S 1 ], que genera a su objeto [S 2 ], no tendría réplica; por tanto, no podría generar satisfactoriamente a [S 2 ]. Es necesario, para satisfacer la ingenitud activa de [S 1 ], que exista un término que la clausura; y éste es [S 3 ], que asume la función de ser la ingenitud pasiva, réplica de la ingenitud activa de [S 1 ]. La ingenitud de la acción del sujeto absoluto [S 1 =S 2 =S 3 ] tiene así un origen y una réplica; esto es, un origen activo y un réplica pasiva, clausuración del origen. Tenemos, entonces, que tres, y sólo tres, son las categorías del sujeto absoluto: en [S 1 ], la ingenitud activa; en [S 2 ], el logos genético; en [S 3 ], la ingenitud pasiva. Si introducimos ahora el lenguaje teológico, diremos que [S 1 ] es Padre, [S 2 ] es Hijo, y [S 3 ] es Espíritu Santo, como nos indica la revelación. El modelo teológico en el orden revelado queda así formulado:

5 5 [P 1 =P 2 =P 3 ], Trinidad, único sujeto absoluto y único acto absoluto, constituido por tres personas divinas. Podríamos preguntarnos cómo es asequible a la razón humana el modelo genético. Fernando Rielo responde: el saber humano está modelado por la geneticidad del sujeto absoluto. Esta cuestión epistemológica halla su fundamento precisamente en la presencia constitutiva del acto absoluto en la persona humana. Esta presencia increada es el transcendente que la capacita para conocer, dentro del campo racional, dos seres [S 1 =S 2 ] que, sub ratione unici subiecti absoluti, son conocidos por la razón. Si es genética la persona, lo es también esta función del conocimiento que decimos "razón". La inhabitación ontológica del acto absoluto es el origen de inteligibilidad del modelo genético; la geneticidad, modelando a la persona humana, modela a su vez la función racional. Esto no quiere decir que la persona humana tenga un saber absoluto del sujeto absoluto, pero sí un saber cierto sobre el sujeto absoluto que no es, metafísicamente, por medio de los sentidos. Es un saber inmediato, aunque no sin la dura condición temporal de los sentidos. Esta condición temporal de los sentidos es el primer fenomenológico que condiciona duramente el saber inmediato del primer dato ontológico: [S 1 =S 2 ]. El saber místico halla también su fundamento en la congénesis, esto es, en la presencia constitutiva de las tres divinas personas, congénesis mística, en el espíritu creado. Sto. Tomás señala que el conocimiento que hace presentes a las divinas personas en el alma es experimentalis: "Dice certeramente San Agustín que el Hijo es enviado "cuando de alguien es conocido y percibido", puesto que la percepción significa cierto conocimiento experimental, y este conocimiento se llama propiamente "sabiduría", como si dijéramos, un "saber sabroso"" (I, q.43, a.5). Supuesta la gratia creationis, común a todos los vivientes, la persona humana recibe la gracia santificante, sobrenatural, que la posibilita para una relación especial, personalizada, no sólo con Dios, su creador, a nivel esencial, sino con cada una de las tres personas divinas que la constituyen, proyectándose en su conocimiento, en su amor y en su libertad los mismos atributos divinos. Este saber místico halla sus incrementaciones a través del aumento de la gracia, haciendo posible alcanzar lo que es fin específico de su creación; esto es, una unión mística que halla su consumación en la misma vida eterna que se guardan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cerramos aquí esta revisión de la actuación del sujeto absoluto en su ámbito ad intra, esto es, la concepción genética del acto absoluto en la filosofía de Fernando Rielo. Podríamos decir que es sólo una aproximación, pues el desarrollo exhaustivo de tal cuestión requiere la revisión de los tratados completos del autor, incluidos los referentes a las procesiones divinas, a la creación y a la gracia, amén de la antropología, psicoética y mística, en su mayoría inéditos. Bástennos estas pinceladas para dar razón del alcance, tanto filosófico como teológico, de tal filosofía, que, como hemos observado, no acude absolutamente a la terminología aristotélica para su formulación.

6 6 Maria Dolors Mateu Muriscot Escuela Idente Barcelona, 2000