El Canon Bíblico I. DEFINIENDO CANON

Transcripción

1 No. Referencia: GB El Canon Bíblico I. DEFINIENDO CANON La palabra canon proviene del griego kanon, esta palabra se usa para referirse a una vara para medir o bien una caña, con el pasar del tiempo la palabra fue asumiendo otras realidades como por ejemplo regla así lo leemos en Gal 6,16 para todos los que anden según esta regla (kanoni). Con el pasar del tiempo la palabra fue asumiendo otras posibles acepciones hasta que en el siglo III y IV después de Cristo ya hacía referencia al conjunto de libros que la Iglesia reconocía como inspirados, de alguna forma se pretendió que al referirse a ese conjunto de libros también se mantuviese el sentido de regla de modo que al decir canon se dice también el grupo de libros que reglamentariamente están aprobados. Para que un libro sea considerado como parte del canon debía seguir ciertas reglas. El caso del canon del Antiguo Testamento, es particular, pues el pueblo judío no maneja (ni manejó) nunca la idea de canon, realmente en su historia lo que se atestigua es un proceso gradual de aceptación de aquellos libros escritos en Hebreo que fueron considerando como propios y que respondían a la realidad histórica de su pueblo y a su teología, ya desde los inicios la división tripartida (TNK) era sumamente respetada, el prólogo del libro de Siracida o Eclesiástico nos dan una pista sobre esto Muchas e importantes lecciones se nos ha transmitido, por la ley, los profetas y los otros que les han seguido (1,1-2) y más adelante dice mi abuelo Jesús después de haber leído intensamente la ley, los profetas y los otros libros de los antepasados (1,7-10), estamos frente a un texto del último siglo antes de Cristo, con lo que sin duda tenemos buena prueba de que para entonces ya el canon tripartita existía en medio de la comunidad judía, aunque entre los diferentes movimientos (fariseos, saduceos, esenios, etc.) podían darse diferentes formas de entender el canon. Aunque los autores no han terminado de ponerse de acuerdo está claro que el canon judío se habrá cerrado entre el I Siglo a.c y el II siglo d.c. Para el nuevo testamento el tema de la canonicidad de un libro es diferente, pues acá se entendió que todo libro debía ser sometido a escrutinio para considerarle como inspirado; este escrutinio fue largo para algunos libros, específicamente: Hebreos, II Pedro, Santiago y II y III Juan, Judas y Apocalipsis, ya veremos las razones. Uno de los criterios más importantes que la Iglesia siguió para considerar un libro como inspirado es la versión de los primeros Padres de la Iglesia y la cantidad de citaciones que estos hacían de los textos que ellos conocían, sin embargo no fue el único; otro criterio importante fue que el libro lograse demostrarse que no era más antiguo a la segunda generación, es decir el discípulo del discípulo (o su comunidad), este por ejemplo fue el gran problema que enfrento Hebreos y la II de Pedro; el otro gran criterio era el uso litúrgico de los libros, acá el testimonio de los Padres de la Iglesia fue fundamental; otro criterio era la teología que proponía de modo que se cuidaba que entre los diferentes libros hubiese una especie de homogeneidad, ante este tema tuvo problemas la Carta de Santiago la cual se estudiaba si estaba en conflicto con la obra de Pablo (por el tema de la fe y las obras) y finalmente el más importante era la Cristología que el libro presentaba, pues debía cuidarse que de Cristo no se dijese nada que fuese en contra de lo que la Iglesia ya creía, en este particular tuvieron problemas la Carta de Judas (pues citaba a algunos apócrifos) y el apocalipsis pues su Pág.1

2 complejidad no permitía dejar clara la cristología que en él se expresaba, además de que parecía tener trazos de la ideología milenarista. En todo caso, para 1546 ya el Concilio de Trento da por cerrado el canon de la Biblia reconociendo incluso los 7 libros que inicialmente fueron sometidos a mayor examen. II. EL CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO Hemos mencionado con anterioridad el canon tripartita que se reducen a las letras TNK (se lee Tanak ) esto es así por lo que representan, el siguiente cuadro nos lo aclara: Los libros que componen la TNK son: La TNK es el canon oficial del pueblo judío, pues ellos consideran como libros realmente inspirados aquellos que fueron escritos en hebreo, cualquier libro que fuese escrito en otra lengua no fue aceptado; este canon también recibe el nombre de Palestinense. Determinar tiempos es una cuestión que debe analizarse con cada libro de forma particular pues todos tienen momentos y épocas diferentes, en todo caso como se dijo ya para el año 120 a.c se conoce perfectamente el canon tripartita hebreo. Pág.2

3 La llegada del Gran Imperio Griego y los procesos de dispersión del pueblo que habrían iniciado años antes con los ataques asirios y babilónicos, habrán contribuido a que muchos judíos perdiesen contacto con la estructura oficial de su fe; específicamente en el tiempo de los griegos ( a.c) los pueblos con comunidades judías alejadas de Jerusalén iniciaron un proceso de traducción del hebreo al griego de la TNK, en este proceso también se terminaron de componer algunos libros, los cuales fueron escritos en griego, o bien se hicieron adiciones en griego a textos hebreos. Esta traducción recibió el nombre de Los Setenta o Septuaguinta la cual no fue aceptada por los judíos que conservaban el canon palestinense, por lo que suele hablarse del canon alejandrino, este canon no solo agregó nuevos libros sino que organizó estos de modo diferente, el siguiente cuadro nos ejemplifica la composición de este nuevo canon del antiguo testamento: Los libros que usted observa están subrayados son los que fueron escritos en griego o que tienen adiciones en ese idioma y que por tanto no están en el canon palestinense. Como podrá observar la disposición de los libros es diferente (a excepción de la Tora, pues los libros en ambos canon son los mismos) De esta forma, se puede decir que al hablar del canon del Antiguo Testamento se tienen dos: el palestino y el alejandrino, el primero es custodiado como canon original por los judíos y el segundo fue recibido por los cristianos como el canon oficial de su libro sagrado, hasta la reforma protestante, a partir de la cual el movimiento de Lutero desconoció el canon alejandrino y se anexo al canon palestinense. A partir de esta división, de alguna forma el cristianismo también tendrá dos canon del Antiguo Testamento, y los libros escritos en griego empezarán a recibir el nombre de deuterocanónicos dentro del catolicismo para dejar claro que si bien es cierto fueron escritos luego de escrito el texto hebreo, sí son parte de la fe de la Iglesia, a estos libros que los católicos llaman deuterocanónicos los movimientos reformados le llaman apócrifos. Pág.3

4 III. EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO Hablar de un canon del Nuevo Testamento será posible a partir de la segunda mitad del siglo II, previo a ello resulta casi imposible considerar su existencia; sin embargo los testimonios que llegan de los Padres de la Iglesia permiten al menos hasta el 150 d.c ir conociendo el uso que de muchos de los libros que luego conformarán el canon se hacía, de hecho bloques como los sinópticos o las cartas paulinas no se tiene tan claro en qué momento se forman como un todo ni en qué momento se hacen canónicos, aunque si se nota que hubo un claro proceso selectivo por el que otros (ej. Ev. Tomás) quedaron por fuera. Como se dijo antes, los testimonios patrísticos son fundamentales en la comprensión de los que será el futuro canon, Clemente Romano (96-97 d.c) en sus documentos menciona la carta a los Romanos y I Corintios, otro ejemplo es Papías quien en el año 130d.C habla del Evangelio de Marcos, y así podrían mencionarse otra gran cantidad de citas, lo importante es entender que entre el final del siglo I y la primera mitad del siglo II no se tiene un canon sino que la dinámica de estructuración de la Gran Iglesia apenas empieza a conocer los diferentes libros que se escribieron en diferentes lugares y empieza a discernir sobre ellos. La segunda mitad del s. II trae consigo ya un proceso diferente, en el que los libros que conformaran el canon del Nuevo Testamento empiezan a visibilizarse más, esto sucede porque después de tantos años, la Tradición oral hasta entonces existente se hace ya compleja y dispersa, por lo que se ve como necesario oficializar cual sería la verdadera línea de interpretación. En esta línea hacia finales del siglo II los documentos de San Ireneo se vuelven trascendentales pues ya por ejemplo él defiende la existencia de los cuatro evangelios. Los siglos venideros (III y IV) verán una profunda reflexión sobre la mayoría de los libros que se iban recibiendo toda vez que la llegada de las herejías y con ellas los concilios iba conformando con mayor firmeza la doctrina de la Iglesia y esto impulsaba a la determinación de un canon oficial, sobre esto último una carta de San Atanasio de Alejandría del año 367 deja en claro la existencia ya de 27 libros en el canon, mencionados así: cuatro evangelios, 14 cartas de Pablo (cuenta Hebreos), cuatro cartas católicas y el Apocalipsis. Con todo algunos libros siguieron teniendo algunos problemas, quizás el más cuestionado haya sido el Apocalipsis quien para el Concilio de Trulo (692 d.c) ya contiene las listas antiguas excepto el Apocalipsis. Así se mantendrá la lista, la historia al respecto se vuelve algo silenciosa a partir de ese momento, será hasta el Concilios de Florencia de 1439 d.c que ya se enumera la lista completa de los 27 libros, la cual después retomará el Concilio de Trento en 1546 d.c y la enunciará como la lista definitiva, que es la que nos llega hasta hoy. Aunque los datos se pierden en la historia, no es arriesgado decir que del siglo III al siglo VI la Iglesia vivió un profundo proceso de discernimiento sobre la canonicidad de los diferentes libros que fueron apareciendo; en este sentido los criterios (ver apartado I.) que se siguieron para normar el canon definitivo han de haber sido de un gran valor y sin duda se habrá utilizado incesantemente para lograr consensos. Pág.4

5 IV. LA CUESTIÓN DE LOS APÓCRIFOS DEL NUEVO TESTAMENTO La palabra apócrifo viene del griego y se divide en dos partes en su etimología apo: lejos y kryptein: ocultar, por tradición se ha entendido como aquello que no es oficial, licito o verdadero. El uso de esta palabra en el cristianismo remonta hasta los mismos Padres de la Iglesia, por ejemplo Ireneo de Leon decía Encima de esto traen consigo una multitud indecible de escritos secretos (apokryphos) y espurios (cfr. Ireneo, AH I, 20,1), ha sido una palabra propia del lenguaje bíblico desde entonces. Sin embargo, con la llegada de la reforma una vez que los grupos protestantes asumieron el canon hebreo, empezaron igualmente a llamar apócrifos a lo que los católicos conocen como deuterocanónicos y a los libros que los católicos llaman apócrifos ellos les llaman pseudo epigráficos, esta diferencia a nivel de teología bíblica se mantiene hasta la fecha. Los criterios para determinar un libro como inspirado ya los compartimos al inicio de este artículo cuando hablamos de canon, lo importante de rescatar ahora es que aunque si bien es cierto los libros apócrifos no son para uso doctrinal, sí mantienen un uso regular entre los estudiosos de la Biblia pues en algunos casos aportan materia importante para la investigación. Con todo, es cierto que los libros apócrifos aunque no canónicos y por eso de una lectura mesurada, no pueden ser tampoco descartados ad portas, por el contrario también es importante reconocer que en ellos algo hay de interesante que puede decir mucho, por ejemplo de la situación socio-religiosa del momento en que se escribe. Los libros apócrifos se dividen al igual que los canónicos en: Evangelios, Hechos, Cartas y Apocalipsis, sin embargo siguiendo al profesor Ramón Trevijano (especialista en la materia) y su obra La Biblia en el cristianismo antiguo son posibles otras clasificaciones, por ejemplo 1 : a. Según su objetivo: pueden ser heréticos u ortodoxos que buscan más la edificación. b. Según su fin teológico: los que quieren llenar lagunas, los que rivalizan con los canónicos, o bien escritos tardíos que buscan llenar vacíos teológicos. c. Clasificación propia de los evangelios: los que siguen la tradición sinóptica, judeocristianos, heterodoxos, lo que tratan de completar los canónicos. No todo apócrifo fue escrito con la intención de confundir o reñir, ciertamente algunos de sus autores (anónimos todos, pseudo epigráficos a lo sumo) habrán sido cristianos con buena intención, sin embargo su intención no era suficiente para ingresar en el canon, aunque durante algunos años mientras que el canon se consolidaba algunos pudiesen haber hecho uso de ellos el pasar del tiempo fue aclarando el tema a la luz de la doctrina y magisterio de la Iglesia que también se consolidaba. Así las cosas, el uso actual de los textos apócrifos (disponibles con gran facilidad) debe hacerse con cuidado, teniendo claro: el momento histórico que presenta, sus teologías, la opinión de especialistas sobre el tema, la valoración de la Iglesia, si existe el material propio de los Padres de la Iglesia, entre otras, es decir si no se vale la interpretación literal de un libro canónico menos aún ha de permitirse de un apócrifo. 1 a,b,c en cursiva es parafraseo de la obra y del autor citado, todas las ideas pertenecen a él. Pág.5