Dead aid. Dambisa Moyo

Transcripción

1 Dead aid Dambisa Moyo

2 LA AUTORA Dambisa Moyo nació y se crió en Lusaka, capital de Zambia. Formada en Occidente, obtuvo un doctorado en económicas por Oxford y un Máster por Harvard. Trabajó como analista para el Banco Mundial durante dos años y otros ocho años para Goldman Sachs. Está previsto que publique otro libro sobre los errores de las políticas económicas de Occidente, con un análisis de las economías de países emergentes. Es miembro del Cambridge University s Centre for International Business and Management (CIBAM), y del Royal Institute of International Affairs (Chatham House). Es Patrona del Absolute Return for Kids (ARK), un hedge fund que sostiene caridad infantil, y sirve en el Consejo de la Fundación Lundin para África, dedicada a iniciativas de microfinanciación. EL LIBRO La ayuda al desarrollo es el principal problema al que se enfrenta África a día de hoy. Hay que acabar con ella en el plazo de cinco años, pues es el principal obstáculo al crecimiento real y sostenible de África. Ésta es la tesis central que la economista Dambisa Moyo sostiene en su libro Dead Aid (Ayuda Muerta). La autora sacude nuestros pensamientos políticamente correctos para apresurarnos a que dejemos de tratar a África como una niña, y pasemos a tratarla como una adulta. La teoría de Moyo no es nueva, pero sí es la primera vez que resuena con la auctoritas de una mujer negra nacida en África. A lo largo de las 150 páginas del libro, Dambisa Moyo va exponiendo, de manera muy clara y sucinta, los argumentos que sostienen su teoría. Pasa de uno a otro sin profundizar demasiado en ninguno, puesto que la evidencia es tan grande que no le hace falta insistir para convencer al lector. Para empezar a centrar el debate, Moyo distingue entre tres tipos de ayuda; la ayuda de emergencia, que es la que está destinada a socorrer en casos extremos, como en catástrofes naturales del tipo del tsunami; la ayuda caritativa, que es la canalizada a través de pequeñas ONG para llevar a cabo pequeños proyectos de desarrollo; y la ayuda sistemática, que es la que se concede de gobierno a gobierno, normalmente por medio de instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Ésta es la ayuda de la que trata el libro, la que representa cientos de millones de dólares, y la que, según Dambisa Moyo, debe desaparecer. Por qué? Por múltiples motivos, que Moyo expone con una iluminadora claridad. En primer lugar, la ayuda al desarrollo fomenta la corrupción, nos dice. La ayuda al desarrollo se canaliza por medio del Banco Mundial (BM) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) a los distintos gobiernos de África, que supuestamente deben luego repartirla conforme a lo pactado. Pues bien, no es difícil suponer que los muchos millones que año tras año se envían a África no llegan a los necesitados, sino que acaban en los bolsillos de gobernantes corruptos. Moyo nos presenta diversos datos,

3 algunos que llegan a hablar del 85% del dinero que no llega a su destino. Famosa es la frase de aquel economista del Banco Mundial que dijo cuando el Banco Mundial se cree que está financiando una central eléctrica, realmente está financiando un burdel. Numerosos estudios, de todo tipo de organizaciones, demuestran que gobernantes como Mobutu, Amin, Chiluba, Al Bashir, Obiang y muchos, muchos más han robado o roban sistemáticamente el dinero destinado a la ayuda al desarrollo. El problema reside en que el dinero sigue despachándose año tras año, aun sabiendo que ha sido saqueado anteriormente y que se volverá a saquear. La gran mayoría de las ayudas al desarrollo no llevan condiciones aparejadas, y cuando lo hacen, no se cumplen. Pero, aún así, incomprensiblemente, se vuelve a enviar más dinero al año siguiente. Moyo relata diversos casos, pero quizá el más llamativo es el ocurrido en el antiguo Zaire hace algunos años. El FMI destinó allí a un funcionario que dimitió un año más tarde. Redactó un demoledor informe final en el que aseguraba que el sistema de corrupción de Zaire es tan pernicioso que no hay ninguna posibilidad de que sus acreedores vayan a poder cobrar sus préstamos. Pues bien, poco después de este informe, el propio FMI concedió a Zaire el mayor préstamo jamás concedido a un país africano; 700 millones de dólares a diez años. Conviene recordar que no estamos hablando de pocas cantidades de dinero, de calderilla. Dambisa Moyo, empleando datos del BM y del FMI, calcula que en los últimos 60 años se han enviado más de un trillón, con t, de dólares, en términos anglosajones, a África. Este dinero se envía en forma de préstamos o donaciones. Los préstamos suelen tener un interés menor al del mercado. No sólo esto, sino que muchas veces los préstamos acaban perdonándose, convirtiéndose en donaciones de facto. Por lo tanto, estamos regalando dinero a los déspotas africanos. Como se comprende, estos no tienen ninguna necesidad de trabajar por su país, de crear un mercado que les proporcione impuestos, de fomentar la creación de riqueza; de crear una clase media, en definitiva. Para qué, si ya tienen a Occidente regalándoles millones de dólares? Tampoco sienten la necesidad de dar explicaciones, de responder ante sus ciudadanos; a fin de cuentas, ellos no les pagan impuestos, por qué van a escucharles? No taxation without representation, que diría aquel. Todo esto significa, literalmente, que mediante la ayuda al desarrollo, el mundo Occidental está financiando los gobiernos corruptos de África. Todo un logro. Pero los argumentos no se detienen aquí. Dambisa Moyo explica cómo la ayuda tiene también efectos económicos adversos, y condena a los africanos a vivir de la caridad. Comienza por describir lo que ella llama el círculo vicioso de la ayuda. Los millones que se envían a África han de ser devueltos, a priori. Pero como no se usan de manera productiva, porque se roban, cuando llega la hora de pagar, los gobiernos no pueden. Es entonces cuando Occidente, o bien perdona las deudas(y feliz que se queda el sátrapa africano de turno), o bien recurre a un nuevo préstamo para pagar el anterior. Hay casos en los que países africanos se ven agobiados por sus deudas internacionales, y recurren a la emisión de bonos para captar la liquidez necesaria para hacer frente a sus pagos. Pero, al estar tan necesitados, estos países se ven obligados a aceptar condiciones leoninas si quieren acceder al capital. Con lo cual, contraen nuevas deudas, a las que 3

4 probablemente harán frente en el futuro solicitando un nuevo préstamo a la comunidad internacional. Y vuelta a empezar. También explica Moyo cómo la ayuda crea inflación. Cierto es, si en una economía entra de pronto una gran cantidad de dinero (aunque llegue una mínima parte, algo llega), pero no se producen más cantidad de bienes, habrá pocos bienes para mucho dinero, con lo que aumenta el precio de las cosas. Con la llegada de la inflación, llega el aumento del tipo de interés, que no hace otra cosa que perjudicar la inversión. Menos inversión equivale a menos empleo, menos empleo conlleva más pobreza, y más pobreza implica más ayuda... y de nuevo cerramos el círculo vicioso. La ayuda también ahoga la iniciativa privada de otras maneras. Moyo ilustra este punto con un ejemplo muy sencillo; imaginemos una zona de África afectada por el paludismo, donde un ciudadano local decide crear una empresa para producir redes antimosquito. Contrata a unas diez personas, que, siguiendo la media africana, tienen a otras quince a su cargo cada uno. Empieza a producir redes, y le va bien. De repente, un famoso cantante se entera del problema del paludismo en esa zona, y organiza un concierto por todo lo alto. Consigue recaudar un millón de dólares, y con él compra miles de redes antimosquito e inunda la zona con ellas. Lógicamente, nuestro fabricante se ve abocado a cerrar su empresa y a despedir a sus diez empleados, que ya no podrán mantener a sus quince parientes. El problema del paludismo se reducirá temporalmente. Pero, al cabo de tres o cuatro años, las redes se empezarán a estropear, y ya no habrá ningún fabricante que las repare o que produzca nuevas. Con lo cual, a la larga empeorará el paludismo, y además 150 personas que dependían de la fábrica de redes no tendrán medio de vida. En Dead Aid se sostiene también que la ayuda supone un incentivo para los conflictos y las guerras civiles en África. Si a la inestabilidad económica descrita, le sumamos el hecho de que quien controla el gobierno, controla el dinero, comprendemos que existe un aliciente para la lucha, para derrocar al gobierno por cualquier medio posible, y alzarse con el preciado botín; los miles de millones de dólares en ayuda al desarrollo. Finalmente, Dead Aid se pregunta: cuál es el resultado de 60 años de políticas de ayuda al desarrollo, y más de un trillón de dólares invertidos? El resultado es que África es el continente más pobre del mundo, cuando hace 25 años países como Ghana o Angola eran más ricos que China o Corea. Es un continente donde 700 millones de personas viven con menos de un dólar al día, donde la esperanza de vida es de alrededor de 50 años. Es un continente que ha sufrido once guerras civiles únicamente desde el año En resumen, tras 60 años y cientos de miles de millones, la ayuda al desarrollo no ha servido para nada. En cambio, nos dice Moyo, los países asiáticos o latinoamericanos han progresado de manera espectacular en la misma franja de tiempo, y sin recurrir a la caridad. El hecho es, sentencia, que ningún país ha construido su prosperidad económica basándose en la ayuda al desarrollo. Tras demoler la cultura de la ayuda, Moyo nos propone otra solución, que no es ni más ni menos que la del libre mercado. El cambio empezaría por cortar el flujo de dinero en un plazo de cinco años. Viéndose sin estos fondos, los gobernantes africanos se verían obligados a captar capital por otras vías. Dead Aid nos propone un compendio de medidas o de cauces que permitirían llevar esto a cabo. De manera un tanto pesada y 4

5 farragosa, abusando de explicaciones económicas, Dambisa Moyo nos revela su receta para África. Los ingredientes que permitirían a África cocinar su crecimiento económico son varios. Nos habla de la emisión de bonos, instrumento complejo pero no por ello imposible, y clave para captar financiación. Nos habla de fomentar la inversión extranjera directa (FDI, por sus siglas en inglés), que no es otra cosa que las inversiones (no ayuda) a largo plazo de un país en el extranjero, y que puede jugar un papel clave en África. Muy interesante es el análisis que se hace en este punto sobre China y su posición en el continente. Moyo nos habla de los microcréditos, y de cómo son una herramienta tremendamente positiva y eficaz, pero que en África no goza de la expansión de la que debería. Las remesas de los africanos en el extranjero constituyen una vasta suma y podrían constituir otro modo de financiación. También los ahorros de los propios africanos podrían ser productivos si se construyese un mínimo sistema bancario fiable, en vez de que se guardase ese dinero debajo del colchón o enterrado bajo un árbol, como ocurre en la actualidad. Y, por último, Moyo nos habla del comercio, esencial en cualquier sistema económico, y que debería ser pieza clave en el desarrollo de África. Aquí sí podría el mundo desarrollado ayudar de manera eficaz, abriendo sus mercados a los productos africanos, sobre todo los agrícolas. Pero no lo hace; es más, les complicamos la entrada, concediendo subvenciones millonarias a nuestros propios productores. Pero, como ya sabemos, es más fácil enviar dinero a ciegas para lavar nuestras conciencias que tomar medidas impopulares que costarían muchos votos. Porque, en definitiva, como bien se concluye al leer este libro tan recomendable, hemos llegado al absurdo de que somos nosotros mismos, y no África, los que necesitamos la ayuda, para sentir que hacemos algo por los demás. Gonzalo Figar Becario FAES