NOTA LA NACION. De Elena Duro. Especialista Unicef Argentina TERMINAR LA SECUNDARIA

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1 NOTA LA NACION De Elena Duro Especialista Unicef Argentina TERMINAR LA SECUNDARIA El derecho a la educación, consagrado en la Ley que fijo la obligatoriedad desde el pre escolar hasta el nivel secundario introduce al sistema, al gobierno educativo y a las políticas sociales nuevos desafíos para cumplir y avanzar en la dirección de una buena escuela secundaria para todos. Pero debemos admitir que la obligatoriedad y terminalidad educativa de los adolescentes no es solo una responsabilidad del Estado que debe garantizar recursos, infraestructura, formatos escolares que alberguen y formen a todos los chicos y chicas contemplando sus diferentes circunstancias y docentes que se formen en nuevos contenidos y didácticas necesarios para acompañar procesos acelerados de cambios en escenarios cada vez mas diversos. Por otro lado, se requerirá contar con políticas sociales efectivas para garantizar acceso y permanencia en los sectores más vulnerables, donde la AUH es una de ellas. El logro del acceso, la permanencia y el egreso de la secundaria es también una responsabilidad compartida con las familias y con los propios adolescentes y jóvenes. Formar un círculo virtuoso de fluida comunicación entre docentes, estudiantes y familias, que permita visualizar tensiones y alertas ante el fracaso a tiempo, aparece como una vía cada vez más necesaria ante ciertos comportamientos naturalizados tanto en escuelas, docentes, estudiantes y familias. Esta naturalización que muchas veces se observa, sumado a ciertos grados de aceptación de fracaso, no solo es inconducente, sino que promueve indirectamente a menores grados de responsabilidad en cada uno de estos actores claves del proceso de formación. La magnitud de los estudiantes que se llevan materias en el secundario alcanza a 2,2 millones, es decir el 58% de la población del secundario, lo que muestra la seriedad del problema. Son los datos del sistema los que nos llevan a reforzar la idea que las prácticas de fracaso han sido naturalizadas en este nivel. En el año 2009, el 78% de los estudiantes secundarios promueve el año, un 16% no promueve y un 6% abandona. Esto significó que 1 de cada 4 estudiantes no alcanzaba a promover el año, situándose los niveles de promoción más bajos en el segundo año de la secundaria donde de cada 100 estudiantes 67 promovieron, 24 fueron reprobados y 9 abandonaron antes de finalizarlo. En el 1998, once años atrás, el 79% promovía, los no promovidos alcanzaba el 14% de la población, y el 7 % abandonaba. Estos datos deben mirarse en el contexto del crecimiento de la matricula en la ultima década ( ) en donde los inscriptos se incrementaron en estudiantes, produciéndose las mayores alzas de este incremento en los dos primeros años del ciclo básico del secundario (16% y 14% respectivamente) donde, paradójicamente, se encuentran los nudos mas críticos del fracaso en la actualidad. 1

2 Al problema de los fracasos se le añade el problema de exclusión, ya que resta incluir al sistema a adolescentes al secundario, cifra que disminuyó si la comparamos con una década atrás que alcanzaba a 135 mil adolescentes más. Que nos dicen en parte estas cifras? Que mientras que se logró incluir a más adolescentes en las escuelas, las trayectorias de los chicos y las chicas no han variado en demasía en la última década. La repitencia, el abandono, las materias adeudadas siguen siendo un desafío para enfrentar en el nivel. Este desafío a su vez, amerita diferentes miradas, en virtud de que las trayectorias y oportunidades de permanecer y terminar la escuela secundaria es desigual en el conjunto de la población según el género, el territorio, la condición social, etnia, situación laboral, paternidad o maternidad, escuela a la que asiste y docentes que los forman, acompañamiento de las familias, motivación y valoración hacia la educación de los propios jóvenes, entre otros factores. Por ejemplo, en relación a las disparidades por género el abandono temprano del secundario afecta más a los varones respecto de las mujeres y entre las barreras, una de las más importantes son las tensiones por inserción laboral temprana, generalmente en trabajos precarios y las oportunidades de permanencia en la escuela. Esta disparidad se invierte en el caso de la maternidad y paternidad adolescente, donde son las mujeres quienes abandonan en mayor número la escolaridad. Los grandes centros urbanos también requieren de una mirada particular. Lo mismo cabe en relación a la necesidad de incrementa el acceso, la permanencia y las tasas de egreso de los adolescentes indígenas en la secundaria. En relación a los adolescentes no escolarizados en zonas urbanas, más del 5% de los chicos y chicas de 15 años están fuera de la escuela. Si tomamos el porcentaje de adolescentes fuera de la escuela entre 17 y 18 años en zonas urbanas, este porcentaje se eleva al 26% con diferencias significativas por nivel socioeconómico (bajo 46% de exclusión, alto 11% de exclusión). Parecería que una misma política o un único programa educativo no resuelven la diversidad de situaciones que exige la inclusión educativa y la pertinencia o calidad de los saberes. Estamos ante el desafío de poder brindar diferentes acciones para distintos problemas que presentan sectores de la juventud que interpelan a la escuela. Es la escuela secundaria tradicional el formato institucional donde todos pueden aprender? Pareciera que no. En este sentido se observan nuevas tendencias en provincias que ensayan nuevos formatos institucionales que buscan da respuesta a necesidades particulares que atraviesan muchos adolescentes. Estos formatos tienen en común un conjunto de docentes motivados y formados para trabajar en contextos complejos, una oferta más flexible que contempla por ejemplo, la situación de trabajo de jóvenes, un sistema de monitoreo y de tutorías que sigue de cerca los trayectos educativos de cada estudiante. Ejemplos de estas tendencias son: el Plan de Finalización y Vuelta a la Escuela y los Centros de Escolarización de Adolescentes y Jóvenes en la Provincia de Buenos Aires, el Programa de Inclusión y Terminalidad en Córdoba, Secundaria Presencial en Entornos Virtuales para zonas rurales en Chaco y próximamente en Salta, Jujuy y Misiones, el Plan Integral de Juventud de Rosario, las Secundarias no 2

3 Graduadas de Chaco y Tucumán. También existen distintos programas sólo de terminalidad educativa como el Plan Fines de la Nación, que es el de mayor impacto. Retomando ahora el problema de las materias que adeudan o se llevan el 58% de los adolescentes, es posible identificar causas sobre las que habría que reflexionar y trabajar para empezar a resolverlo. Los impactos de la banalización del llevarse materias son negativos en diferentes dimensiones; para los propios adolescentes - aunque en ocasiones sea el resultado de sus propias acciones -, atenta contra la posibilidad de aprender, de permanecer en su grupo y año y hasta de continuar sus estudios; contra la autocritica y reflexión continua que todo docente se hace sobre su propia práctica para mejorarla en forma continua; contra un proyecto de escuela en donde todos aprenden; contra los esfuerzos que muchas familias llevan adelante para que sus hijos asistan a la escuela. Aprender no es un juego, es un esfuerzo y un trabajo cotidiano, diario, que lleva tiempo de concentración, de comprensión, de búsqueda, de trabajo individual y en equipo, de trabajo con y sin TICS, de trabajo con libros (no con hojas sueltas que parcializan los saberes), requiere de un espacio que lo posibilite. Este esfuerzo involucra directamente a los estudiantes, pero también a los docentes que deben exigir aquello que enseñaron brindando las herramientas pertinentes y a las familias que tienen que acompañar e interesarse en este proceso. Cada alumno tiene un ritmo de aprendizaje diferente, y actualmente además existen modos de acceder a la información que entran en tensión con las prácticas de enseñanza tradicionales; muchas veces ocasionando pérdida o disminución del interés por aquello que la escuela enseña o por el modo en que la escuela lo enseña. Los nuevos lenguajes, los tiempos de concentración y dedicación a la tarea, son variables del estudiante que impactan sobre la enseñanza, sobre los docentes que deben rever prácticas, pero también repercute en las familias que son corresponsables del valor de la educación que asume cada estudiante y del tiempo que le destinan en el hogar. Hay tiempos fuera de la escuela que los adolescentes le destinan a la web para jugar y comunicarse con otros, cuando esto resta el tiempo que requiere el trabajo de estudiar, los jóvenes y sus familias tienen un tema para dialogar y modificar, por que el resultado suele ser esta fuga de materias para adelante. Algunos docentes a su vez están interpelados por estos niveles de fracaso. En ocasiones exigen aquello que no enseñaron bien o no aseguraron el monitorear del trayecto del estudiante en su proceso de aprendizaje. Las materias que más dificultad evidencian los alumnos son matemáticas, física, inglés, historia y paradójicamente informática. Pero proporcionalmente son ciencias e inglés las que presentan mayores niveles de fracaso en los estudiantes. Es esto una cuestión solo de los estudiantes? Parece haber evidencia que enseñar mejor matemática, ciencias e inglés es una vieja deuda en el sistema educativo que requiere seguramente fortalecer la formación docente en estas áreas. El aprendizaje requiere de una interacción continua entre uno que aprende y otro que educa, guía y orienta el proceso. La motivación y el interés muchas veces también radica en el modo de enseñar un tema y en la posibilidad de dialogo en torno al mismo. Para ello se requiere 3

4 disminuir, en ocasiones radicalmente, los niveles de inasistencias de estudiantes y también de docentes en las aulas. El compromiso de las familias en esta dimensión es clave. Un proceso discontinuo, suele ser la antesala del fracaso. Otra práctica, que amerita un fortalecimiento en las escuelas y en la formación de los docentes, es la evaluación. Hay unanimidad de criterios para evaluar a los alumnos? Las pruebas son pertinentes y se ajustan a lo que se enseña? La evaluación se toma como una instancia más de aprendizaje que retorna otorgando mayor sentido a lo aprendido por los estudiantes o su uso radica sólo en acreditar saberes? Las modalidades evaluativas son ricas, efectivas, hacen pensar a los alumnos o invitan sólo a la memoria? Los criterios de valoración son subjetivos u objetivos? La escuela tiene orientaciones sobre los criterios evaluativos o cada docente evalúa y acredita saberes solo en función de sus saberes y experiencia? Al recorrer escuelas y conversar con docentes, directores y alumnos, muchas veces encontramos debilidades en esta dimensión tan importante en el proceso educativo que asume aún mas valor ya que es el instrumento de acreditación, aprobación o desaprobación de los saberes de los estudiantes. En definitiva, si la evaluación es determinante en la prosecución de los estudios de un alumno, la buena práctica evaluativa es un prerrequisito sine qua non para una buena educación. Hay diferencias en los impactos a corto, mediano y largo plazo a nivel individual y social entre adeudar materias durante los años en que se cursa el secundario y rendirlas y adeudar materias en el último año del nivel y no darlas, cifra que alcanza al 14% de la población de adolescentes que se llevaron materias y optan por no acreditar o terminar el secundario. Esto es una alerta ya no solo para el sistema, los gobiernos educativos, los docentes, las familias y los propios pibes, esto es un problema de la sociedad y nos involucra a todos. Que hace que un adolecente no termine el secundario cuando le quedan pocas materias del último año? Sera que se esta perdiendo el valor de alcanzar el titulo del secundario? Sera que el sentido de la escuela no es tan nítido para estas nuevas generaciones? Quizás piensen que pueden tener un proyecto de vida inclusivo y con perspectivas a futuro sin la acreditación del nivel medio?. Quizás la escuela media no sea todo lo buena que todos queremos, y esta bien que pensemos así, ya que el día en que dejemos de pensar que la educación puede mejorarse en forma continua, nos quedamos atrás en el tiempo. Pero, hasta ahora, y sin ninguna duda, la escuela es el mejor espacio para los adolescentes y acreditar el nivel secundario es actualmente solo el primer escalón para construir un proyecto de vida con valor individual y colectivo. Sin la acreditación del secundario, las oportunidades de estar incluido en la sociedad se acotan significativamente. Lo que aparece hoy como oportunidad en estos jóvenes que no terminan de rendir el secundario, es a mediano y largo plazo solo perdida. Lo critico es que pareciera que esto lo desconocen y es aquí cuando la responsabilidad no es de uno, o solo de ellos, sino que vuelve al conjunto de la sociedad que debe priorizar siempre y en todos los tiempos la educación como derecho, como valor y como puerta de oportunidades y de ejercicio pleno de ciudadanía. 4

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