Índice Presentación. María Zambrano y el pensamiento contemporáneo, Carmen Revilla Guzmán.......................... 9 ZAMBRANO EN DIÁLOGO CON NIETZSCHE 1. Panorámica general del abismal diálogo entre Zambrano y Nietzsche, Jesús Moreno Sanz........................ 15 2. El funámbulo y el payaso: notas sobre Nietzsche y Zambrano, Elena Laurenzi................................ 29 3. Arte y metafísica en Zambrano y Nietzsche, Diego Sánchez Meca........................................... 41 4. «El delirio del superhombre»: Una nueva estación de lo sagrado?, Remedios Ávila Crespo..................... 55 ZAMBRANO EN DIÁLOGO CON HEIDEGGER 5. La razón poética: una aproximación entre Zambrano y Heidegger, Jorge Acevedo Guerra........................ 77 6. Padecer y trascender: la crítica de Zambrano al análisis heideggeriano del concepto de tiempo, Antonio Castilla Cerezo 91 7. En el destierro del arte, Carmen Pardo Salgado.......... 103 8. Dasein, il y a, adsum: una comparación entre Zambrano, Heidegger y Lévinas, Rosella Prezzo.................. 117 7
9. Heidegger y María Zambrano: dos formas diferentes de amor a la Naturaleza, Chiara Zamboni................ 129 ZAMBRANO EN DIÁLOGO CON OTROS 10. Sobre Max Scheler y María Zambrano. Acordes e intervalos, Carmen Revilla Guzmán....................... 143 11. María Zambrano y Simone Weil: notas para un diálogo, Rosa Rius Gatell................................. 163 12. Perder la experiencia: Zambrano, Benjamin y la cuestión literaria, Laura Llevadot........................... 179 13. Lo irreal intacto y lo real devastado. Sobre María Zambrano y René Char, Virginia Trueba..................... 193 Procedencia de los textos............................. 209 Sobre los autores................................... 211 8
Presentación. María Zambrano y el pensamiento contemporáneo Ser, pensar, ver, mirar son el sustrato de la escritura zambraniana, a la búsqueda de la palabra que la vida necesita, porque «lo más lamentable» de nuestra cultura, advertía ya al inicio de su trayecto teórico, es la «falta de transformación del conocimiento puro en conocimiento activo que alimente la vida del hombre que lo necesita». 1 El pensamiento de María Zambrano responde así a una situación en la que, como ahora, «la crisis actual se extiende también a las formas literarias y de pensamiento que parecen estar agotadas para lo que se necesita». 2 En su obra hay, en este sentido, una preocupación ético-política que, acordándose a los avatares de su dilatada y compleja existencia, representa el trasfondo, es verdad que a veces apenas perceptible aunque siempre real y se diría que determinante, de sus intervenciones explícitas, modulándolas. Y sin embargo, dirá ya en su madurez, «ha sido una especie de imperativo de la filosofía, desde su origen mismo, el presentarse sola, prescindiendo de todo cuanto en verdad ha necesitado para ser», un imperativo que nace de una voluntad de claridad en virtud de la cual «la experiencia de la vida queda separada del pensamiento». 3 Su filosofar, atendiendo al orden de la necesidad, se dirigirá justamente a lo que la filosofía ha ido dejando en la sombra para sacarlo del silencio y llevarlo a la luz; y en esta tarea van surgiendo circunstancias y figuras que se tejen en el proceso del pensar. 1. Zambrano, M., «La Guía, forma del pensamiento» en Hacia un saber sobre el alma, Madrid, Alianza, 2000, p. 74. 2. Op. cit., p. 72. 3. Zambrano, M., Notas de un método, Madrid, Mondadori, 1989, p. 15. 9
La escritura zambraniana se conjuga «entre el ver y el escuchar». Filósofa «muy de la voz», dice de sí misma y lo confirma su propia biografía, va trabando en su obra toda una serie de presencias, cuyo eco es más o menos claro, pero han quedado incorporadas a modo de «huellas y signos» de su trato con muchos de sus contemporáneos, un trato que no es mera asimilación de influencias, sino experiencia reflexionada en la que se forja el gesto, nacido de una «irreprimible necesidad de expresión», que caracteriza su actividad intelectual. «Mas la filiación de un pensador o de un pensar no depende, como se sabe y se olvida, del conocimiento de los textos que, por otra parte, pueden haber sido conocidos un día y hundirse en el fondo creador de la memoria», 4 escribe desde La Pièce, al final de los largos años de exilio. De estas palabras se desprende una doble advertencia: el pensador tiene una filiación, porque «el pensar no sucede a solas en la mente de quien lo acoge», pero ésta se inscribe en una órbita que no tiene por qué ser la del conocimiento objetivo, objetivante y objetivador, ya que todo cuanto «ha necesitado para ser», la experiencia que es su fondo invisible e impensado, se hunde en la memoria desde donde alimenta su fuerza creadora. La insistencia, a veces excesiva, en el carácter innovador e inclasificable del pensamiento zambraniano no facilita la valoración del sentido y el alcance del diálogo que mantiene con sus contemporáneos. La relevancia de este aspecto, sin embargo, no debería pasarse por alto, en primer lugar, porque la consideración y discusión de estas intervenciones constituye un factor esencial en la elaboración de su pensamiento, a pesar de la dificultad de identificar referencias, no siempre explícitas, y también porque así se delimita el ámbito en el que se destaca la singularidad de su aportación. Se trataría, pues, de reparar, por una parte, en las formas de relación de la autora con esas figuras, testigos como ella de nuestra historia reciente, que fueron marcando el desarrollo de su pensamiento, en las huellas que algunos de ellos dejaron en sus escritos, 4. Zambrano, M., Cartas de La Pièce (Correspondencia con Agustín Andreu), ed. de A. Andreu, Valencia, Pre-textos/Universidad Politécnica de Valencia, 2002, p. 271. La autora escribe esta observación comentando la no documentada relación entre Antonio Machado y Plotino, en el texto titulado «Un pensador», que envía a A. Andreu el 3 de agosto de 1975. 10
dando forma al «fondo creador de su memoria», y, por otra, en el mundo que comparten y con el que comprometen su escritura, en la percepción común de un horizonte vital y teórico que se desmorona, en la experiencia del final de la modernidad occidental, marco de sus reflexiones en el que atisban las posibilidades que encierra incluso el fracaso. Discernir, en la relación de la autora con el pensamiento del siglo XX, entre maestros y guías, interlocutores y mediaciones, «constelaciones» 5 y coincidencias, constituye una tarea imprescindible para entenderla, y apasionante también. Entre los autores con los que Zambrano dialoga y se mide hay nombres que aparecen reiteradamente y bajo diferentes perfiles y ángulos, según la perspectiva que el lector adopta y el aspecto que quisiera destacar. Así la insistencia en Nietzsche, al que leyó asiduamente desde muy joven y admiró profundamente, y en Heidegger, «el metafísico, el contemplativo» con el que marca distancias en algunos puntos insalvables, o bien en Simone Weil, con la que mantiene una intensa «amistad» intelectual y esencial, que no deja de ser sintomática y, por qué no, significativa. Y a éstos habría que unir otros nombres: el de Max Scheler, «pensador de la aurora», o el de aquellos que mantuvieron con ella una relación personal fructífera (René Char), o bien, sin darse esta circunstancia, forman parte de su horizonte mental y existencial (Benjamin, Lévinas ). Tal vez sea cierto que, a raíz del exilio en 1939, se produce un declive en la tematización explícita de las cuestiones políticas por parte de María Zambrano, pero también lo es que éste corresponde a una profundización e intensificación creciente de su preocupación por elaborar y presentar un proyecto teórico de fronteras muy lábiles, entre la antropología y la metafísica, cuyo alcance práctico es incuestionable. De hecho, con muchos de los autores del siglo XX comparte una crítica radical a las implicaciones que, en este orden, tiene ese «segundo nacimiento de la filosofía», según su expresión, que es, o fue, la modernidad. Con ellos protagoniza también el alborear de lo que bien podría ser un tercer momento, caracterizado, en su caso, por 5. Es éste el término utilizado por Jesús Moreno Sanz en su inestimable trabajo, en este sentido, «Guías y constelaciones» en María Zambrano 1904-1991. De la razón cívica a la razón poética, Madrid, Residencia de Estudiantes/Fundación María Zambrano, 2004, pp. 209-251. 11
una voluntad de transmisión «sólo se vive verdaderamente cuando se transmite algo. Vivir humanamente es transmitir», 6 nos dirá en el último de los libros que publicó, que invita a escucharla. El título de este volumen es una expresión de María Zambrano que, como fórmula de singular precisión y capacidad de resonancias, recoge el aspecto radicalmente crítico de su pensamiento en un gesto de afirmación y ejercicio de libertad. La «palabra liberada del lenguaje» es «palabra sustancial», «con sustancia» y, por ello, «universal»; es éste el calificativo que ella también utiliza según decía en una conocida entrevista con José Miguel Ullán, 7 a falta, añadía, de otra expresión, porque se trata de «la palabra perdida, echada de menos». La «palabra liberada del lenguaje» viene a ser la meta del pensar zambraniano; se da en la contemplación de lo que se revela, pero no es gratuita ni casual: presupone un esfuerzo de recuperación de vínculos con la realidad, de adentramiento reflexivo. Y es libre porque, acorde con su misma naturaleza, libera dos órdenes de realidad: la verdad de lo que es y de lo que puede ser, de las cosas y sus posibilidades, y, simultáneamente, el «mundo de la intimidad sin palabras», puesto que nace allí donde «sordamente yace el sentir originario» articulando la memoria, lo que ha ido quedando sin voz. Si hay un rasgo que identifica sus escritos es, sin duda, el compromiso con la vida, que se plasma tanto en una actitud de aceptación y confianza en lo que se nos da, así como en la percepción de lo que, en germen, podría llegar a ser y necesita ser expresado. En esta perspectiva el trabajo de la autora con las palabras encuentra en la «palabra liberada del lenguaje» la expresión del momento de revelación en el que culminaría el descenso del logos a las entrañas que hace de éste «razón poética». Su aportación al lenguaje de la filosofía, tradición a la que pertenece y no renuncia, se concreta así en una actitud de respeto, silencio y escucha, pero también de búsqueda de la palabra que nombra la experiencia acordando la propia vida al ritmo de la creación y haciendo de su escritura un ejercicio de libertad. 6. Zambrano, M., Los bienaventurados, Madrid, Siruela, 1990, p. 106. 7. En el documental Sueño y verdad de María Zambrano, realizado por Jaime Chavarri; es una entrevista de la serie Tatuaje, dirigida y presentada por José Miguel Ullán, para TVE. 12