DISCURSO DEL DEFENSOR DEL PUEBLO EN EL ENCUENTRO DE NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES Queridas niñas, queridos niños Sucre, Febrero de 2014 Me siento muy emocionado hoy por estar junto a ustedes iniciando una semana intensa de actividades que buscan promover en la sociedad una sensibilización sobre la necesidad urgente e imprescindible de garantizar el ejercicio y el respeto de los derechos de todas y todos ustedes como la única forma para asegurar un futuro posible de bienestar en nuestra sociedad. Los derechos de las niñas y los niños hoy se ven afectados por tres aspectos: la violencia, la pobreza y la negación de su situación como sujetos de derecho. La violencia es quizá el peor de todos. Los datos que tenemos en Bolivia muestran que El 83% de niños, niñas y adolescentes sufren algún tipo de maltrato en el interior de su propio núcleo familiar. Más de un millón de niños, niñas y adolescentes alguna vez han sido castigados físicamente o psicológicamente. El 60% de los alumnos y alumnas recibió alguna vez un grito o golpe en la escuela. Cerca del 50% de los estudiantes de todo el país participa de actos de acoso escolar, ya sean como víctimas, como agresores o como espectadores. El 90% de los actos de acoso o violencia entre niños, niñas y adolescentes se producen dentro de las propias unidades educativas. En la gestión 2012, las Defensorías de la Niñez y la Adolescencia reportaron 15.517 casos de violencia, de los cuales 2.291 corresponde 1
a violencia sexual, 8.590 a violencia sicológica y 4.636 a violencia física. Estas cifras sin embargo corresponden únicamente a casos denunciados, aunque es evidente que la situación de violencia es mucho mayor considerando la indefensión de la población afectada. Una de las evidencias más graves en los estudios revela que los lugares donde se espera que haya más protección como el hogar o la escuela, son precisamente los espacios donde se comenten la mayor cantidad de hechos de violencia y las personas que son responsables del cuidado y protección suelen ser los principales victimarios. A esto debemos añadir que los niños y las niñas son las principales víctimas de la explotación comercial y laboral y de la trata y tráfico de personas y que hay más de 1.500 niños y niñas que viven en las cárceles junto a sus padres o madres. Qué está causando semejante nivel de violencia contra la población más indefensa y al mismo tiempo más protegida por las leyes? La violencia contra las niñas y niños es una consecuencia de la violencia que se está expandiendo en nuestra sociedad y que también afecta a mujeres, adultos mayores, personas con discapacidad, adolescentes y pueblos indígenas, es decir es estructural y transversal. Muchos aspectos y desde muchas perspectivas se pueden señalar para explicar este despropósito y esta tremenda contradicción: La ausencia del reconocimiento social de niños, niñas y adolescentes como personas titulares de derechos, en proceso de formación y desarrollo hacia la autonomía y que por esta razón requieren de atención y protección especiales. La violencia real en la que viven muchas familias y que se expresan en los castigos permanentes, los insultos, las amenazas y las violaciones dentro de los hogares. 2
La inversión de valores en una sociedad que privilegia el consumismo, el individualismo y la violencia como formas de superación y de éxito social. Los procesos de desintegración familiar relacionados con las graves limitaciones económicas, matizados por situaciones de carencia afectiva que se asocian con el maltrato en sus diferentes expresiones y culminan con la ruptura y el abandono del hogar de miles de niños, niñas y adolescentes. La visión adultocentrista de la sociedad, que niega a los menores el derecho a participar, exigir y demandar sus derechos. Los modelos de socialización que transmiten y recrean a través de los medios de comunicación masiva. Qué estamos haciendo como Estado y como sociedad para enfrentarla? En Bolivia, hace varios años que, desde el Estado y la sociedad, hemos tomado conciencia y decidido acciones para enfrentar con mayor eficiencia esta crítica situación. Actualmente, estamos centrando nuestra preocupación precisamente en los dos ámbitos donde la violencia parece tener los más elevados índices: el hogar y la escuela. Hemos promulgado normas como la Ley de Protección Integral a niños, niñas y adolescentes, el Código Niño, niña y adolescente y la propia Constitución establece como prioridad la protección y el cuidado a esta población mayoritaria. Por otra parte se han creado instituciones como las Defensorías de la niñez en la mayoría de los municipios y varias entidades de los gobiernos locales, instituciones internacionales y organismos no gubernamentales trabajan en el área con resultados prometedores. El propio gobierno, a través del Ministerio de Educación reformuló el Reglamento Disciplinario del Sistema Escolar que busca garantizar el respeto a los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes; integró a la currícula de Normales de formación de Maestros, los 3
módulos sobre la Pedagogía de la ternura y buen trato a Niñas, Niños y Adolescentes; formuló un Plan Plurinacional de prevención de toda forma de violencia, maltrato y abuso en las escuelas y promulgó una norma que establece mecanismos para erradicar la violencia, maltrato y abuso contra niñas, niños y adolescentes en el ámbito educativo. Sin embargo, vemos que lo que se está haciendo es necesario pero no suficiente. Estoy convencido que todos los esfuerzos que se hagan son importantes y contribuyen a enfrentar el problema, sin embargo no podemos solucionar un conflicto estructural con medidas coyunturales. Es necesario considerar la necesidad de afectar las bases de nuestra propia construcción como sociedades fuertemente permeadas por la cultura de la violencia y que están reproduciendo, desde sus bases, un sistema de vulneración de derechos sobre los más débiles, en este caso los niños y las niñas. No servirán de mucho las leyes, las instituciones y la vigilancia dentro de las escuelas si son los propios maestros los que agreden y lo hacen convencidos que no hay otra forma de educarlos y disciplinarlos y si los padres se convierten en cómplices de esta situación cuando esperan que en las escuelas puedan hacer lo que ellos mismos no alcanzan a construir. Pero aún más. No podremos cambiar la violencia entre los niños si en sus propias familias se vive en la violencia y si la misma sociedad reproduce modelos de comportamiento basado en la discriminación, la ausencia de ética y la desvalorización de los demás. Nuestro desafío es tan grande como nuestra voluntad y aunque parezca muy difícil de cambiar, es un reto que debemos enfrentar ahora para lograr que las generaciones futuras cosechen la paz, el respeto y la igualdad que debemos sembrar hoy en nuestros niños, niñas y adolescentes. Estoy convencido que solamente cuando hayamos cambiado la situación tan terrible de la violencia hacia las niñas y niños, podemos 4
pensar que Bolivia está cambiando de verdad; que todo lo que podamos mejorar en disminuir la pobreza y la discriminación tiene un sentido y una orientación hacia una sociedad mejor, donde todos y todas podamos mirarnos con esperanza y con fe en el futuro. Por eso me siento emocionado en este espacio, donde puedo vislumbrar esa decisión y esa firmeza; primero en nuestras autoridades y lideresas pero también en los ojos de ustedes, niñas y adolescentes de esta hermosa ciudad; porque puedo sentir que la esperanza está renaciendo en estos espacios donde los adultos reflexionaremos y los escucharemos con respeto y con profundo sentido de identidad. Y por eso hemos decidido emprender esta iniciativa que se expresa en escuchar, atender y entender la voz de las niñas y niños y buscar en sus propias opiniones y propuestas, plantearnos los ejes centrales de este cambio que si no se realiza nos estará condenando como sociedad y como Estado a un sistema de más violencia, pobreza y pérdida total del presente y del futuro. 5