3.1. EL DUALISMO METAFÍSICO DE PLATÓN

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3.1. EL DUALISMO METAFÍSICO DE PLATÓN 1. LA TEORÍA DE LAS IDEAS: Los dos mundos, sus cualidades y sus relaciones. Una gran aportación original de la doctrina de Platón, que no deriva de sus predecesores, es la «teoría de las ideas» o de las «formas», teoría que originó una idealización de la realidad y del conocimiento. Consiste en el descubrimiento de una realidad distinta y superior del mundo sensible, y desde donde lo sensible puede ser entendido y explicado. La auténtica realidad no está al alcance de nuestros sentidos, sino en un mundo aparte y más allá, que Platón llamará mundo suprasensible, mundo de las ideas o mundo inteligible, aunque le dé otros muchos nombres. Las realidades o seres suprasensibles de allí, son realidades invisibles, eternas, no cambian, son únicas y perfectas pues solo hay una de cada tipo. Estas realidades son las IDEAS, esencias, o formas, dotadas de un modo de existencia (de ser) diferente al de las cosas concretas de nuestro mundo. Frente a la autenticidad y la verdad de las ideas, los objetos del mundo físico o sensible, dotados de existencia material, cambiable, perecedera y múltiple, resultarán ser meras copias, imágenes,imperfectas, y de algún modo falsificaciones de las ideas que son los modelos, formas o arquetipos copiados en lo sensible. Por ello todo conocimiento verdadero (episteme) ha de ser de las ideas, que pueden ser conocidas por la inteligencia, siempre que se den las condiciones apropiadas, y todo falso conocimiento (doxa) lo será de los objetos físicos o de sus imágenes adquiridas mediante los sentidos. Respecto a la clasificación de las ideas, Platón distingue dos tipos de ideas: ideas inferiores que definen o determinan a los seres o entes particulares (caballo, árbol, hombre); y otro tipo de ideas superiores o fundamentales como la idea de "belleza", de justicia o la idea de "bien". Dentro de este tipo de ideas Platón establece una jerarquía, siendo la idea de Bien (tal y como aparece en la obra "La República") aquella por la cual "es" todo lo que es y por la que todo es conocido, y que, como afirma Platón, ha de conocerla aquél que quiera actuar sabiamente en su vida privada y en la vida pública. UN CUADRO EXPLICATIVO DE LAS DIFERENCIAS ENTRE LAS IDEAS Y LOS SERES FÍSICOS: IDEAS PLATÓNICAS SERES FÍSICOS-NATURALES Universales Particulares Inmutables Cambiantes Eternas Perecederos Inteligibles Sensibles Objetivas Subjetivos Absolutas Relativas Necesarias Contingentes Trascendentes Inmanentes Perfectas Imperfectos Independientes Dependientes Inmateriales Materiales Indivisibles, simples Divisibles, compuestos Únicas, idénticas Plurales, diferentes ORIGINALES (Causas) COPIAS (Causadas) REALES Y VERDADERAS 2. EL MITO DE LA CAVERNA El Mito de la Caverna, es una analogía, símil o metáfora a través de la cual latón representa los dos mundos vistos simbolizados en el dentro o fuera de la caverna. Pero el mito de la caverna

es mucho más que eso, pues describe las distintas condiciones del ser humano en función de su estado con respecto a su educación o falta de ella, que se identifica con un determinado estado del alma. El término caverna alude a una prisión identificada con la ignorancia (doxa), y con el cuerpo como prisión sensible del alma; la ignorancia y el cuerpo serán causantes de un conocimiento falso y oscuro, un conocimiento de sombras e imágenes siempre cambiantes. La caverna no es la auténtica realidad, sino un modo de engaño donde se confunden engañadores y engañados. Platón considera como ideal del ser humano, el ser liberado de un modo progresivo, lo que supone una curación de la ignorancia, pasando por distintos estadios o etapas que concluyen en el conocimiento de la verdad y del Bien. La salida de la caverna, y cuando esto sea posible, se expresa mediante la liberación del hombre que busca el conocimiento y la sabiduría. Es una ascensión del alma hacia el mundo inteligible, que tras haber estado prisionera de la doxa (creencia en imágenes y en meras opiniones), mediante el proceso educativo y por amor a la verdad y al bien consigue instalarse en el verdadero conocimiento (episteme), que lo es de realidades eternas, inmutables e inmateriales. El proceso tiene por objetivo que el sabio adquiera el conocimiento de la idea de Bien, simbolizada en la caverna por el Sol, por su superioridad, brillantez e importancia respecto a las demás cosas. Tal fin ha de ser conseguido por el hombre sabio, y lo hace idóneo para ser bueno y justo no sólo en la vida privada sino también en la vida pública, y por ello también lo será en el gobierno de la ciudad. Este es el modo como el prisionero liberado, convertido en sabio regresa a la caverna y, no sin peligros, comienza a salvar a los que allí quedaron, esto lo hace por amor al bien y a la verdad. Por medio de la educación y el buen gobierno, el sabio prepara a los demás a salir de la ignorancia, prevenir de los errores que podrían provocar volver a caer en la caverna, un resbalón fatal en el proceso de subida, una trayectoria vital que no toma la dirección segura, por miedo o por dolor. El camino debe ser recorrido sin pausa. Puesto que la ciudad es siempre más importante que sus ciudadanos, el gobierno de la ciudad y la salvación de la ciudad a través de un buen gobierno, es la mejor ayuda que el sabio ofrece, pues si la ciudad se salva todos se salvan, pero si la ciudad se hunde en la derrota y miseria, todos se hunden. Es por ello que el prisionero liberado se prepara para gobernar y formar parte de los filósofos-reyes. 3. EL ALMA Platón tiene una concepción dualista del hombre. Éste es un compuesto de un cuerpo, que es mortal (perteneciente al mundo sensible) y de un alma, que es inmortal. El alma vive originariamente en el mundo de las ideas, su origen es suprasensible. La Caída del alma en el cuerpo, es una catástrofe para el alma en donde queda presa ya que considera el cuerpo como la cárcel del alma, el cuerpo es también prisión o caverna del alma, un lugar en donde el alma vive un estado transitorio, accidental y antinatural. En la unión con el cuerpo el alma queda contaminada por el elemento irracional del cuerpo, como consecuencia de esto el alma que antes era pura y sabia, se vuelve ignorante, cae en un olvido absoluto de su anterior vida junto a las Ideas y lo que entonces conoció; ahora ha de pasar su periodo corporal en un proceso de purificación, que es liberación de la influencia de lo sensible, intentando recordar la pureza y la verdad; por ello el conocimiento es considerado en Platón como recuerdo o reconocimiento (Anamnesis). Al igual que el mundo de las ideas tiene prioridad absoluta sobre el mundo sensible, también el alma la tiene sobre el cuerpo, llegando a afirmar Platón que "el hombre es su alma" y que "el cuerpo es la cárcel del alma". La muerte física, corpórea, es realmente vivir, porque cuando muere el cuerpo el alma se libera de su prisión. El alma por ser la parte más alta y noble del hombre debe desarrollarse primeramente y ser el objeto de atención y de cuidado durante toda la vida. Platón establece una división tripartita del alma:

1. EL ALMA RACIONAL. Inmortal, inteligible, de naturaleza "divina", situada en el cerebro. Ella es la responsable del conocimiento de las Ideas, el principio que la guía es el del aprendizaje del saber. Domina en los hombre de oro, destinados a la sabiduría y a gobernar en la ciudad una vez alcanzado el conocimiento del bien. 2. EL ALMA IRASCIBLE. Fuente de pasiones nobles. Situada en el tórax e inseparable del cuerpo, por tanto, mortal. Su principio es el ánimo, cólera o coraje. Domina en los hombres de plata, destinados a velar por la defensa de la ciudad, aún a costa de morir. 3. EL ALMA CONCUPISCIBLE (o apetitiva). Fuente de pasiones innobles, situada en el abdomen y también mortal. Es clara la diferencia que hay con la parte racional, pues muchas veces, la razón ordena no hacer aquello a que se siente inclinado el apetito. Domina en los hombres de bronce, destinados a producir todos los bienes materiales necesarios para una ciudad. La justicia, considerada en Platón como la armonía o perfecta ordenación entre las tres clases sociales, compuestas por los distintos tipos de hombre, será el máximo ideal de la política en la obra de La República, pero conseguir esto es mi más ni menos la responsabilidad del sabio y filósofo, convertido en filósofo-rey. 3.2. EL NATURALISMO ARISTOTÉLICO Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber. Con estas palabras se inicia el libro primero de la Metafísica de Aristóteles. Ese deseo de saber culmina en la adquisición de la sabiduría que consiste, para Aristóteles, en el conocimiento de las causas y los principios del ser. Y ese conocimiento es el objeto de la metafísica, de la ciencia de las primeras causas y principios del ser, el conocimiento del ser "en cuanto ser", el conocimiento de la causa última de la naturaleza y de la realidad. Así pues, el sistema platónico se enfrentará muy pronto con el no menos conocido de Aristóteles(384-322 a.c.), el más célebre de los discípulos de Platón, que plantea «la alternativa opuesta» fundamental, estableciendo de principio una crítica a la teoría de las ideas de Platón por varios motivos: 1º. Establecer un mundo paralelo para comprender el mundo físico, no resuelve el problema del mundo físico, sino que construye otro nuevo, duplica el problema pues ahora nos encontramos con dos mundos para resolver. 2º. La causa de los objetos no podemos buscarla fuera de ellos, sino en ellos mismos. 3º. La teoría de las ideas no ofrece una explicación del cambio o movimiento del mundo físico, que era su objetivo inicial, ya que siendo las ideas inmóviles e inmutables y siendo las cosas una imitación de las ideas, aquellas también deberían ser inmóviles e inmutables, pero esto es falso, porque las cosas cambian. 4º. Si las ideas representan la esencia de las cosas, aquello por lo que las cosas son lo que son, no deben estar fuera y en otro mundo respecto a las cosas, sino que deben estar en las cosas mismas. Parecería más lógico pensar que la teoría de Platón para explicar la relación entre las ideas y las cosas por medio de la participación o la imitación, no son más que metáforas. Para Aristóteles el mundo físico contiene en sí mismo toda la realidad existente, no hay que buscar en ningún otro sitio o lugar para encontrar otras realidades; las «formas» o «esencias», están inmersas en los objetos físicos, como el alma en el cuerpo, son inseparables y nada sobrevive al resto. Esta es la teoría hilemórfica de la realidad en Aristóteles pues todo se compone de materia (hylé) y forma (morphé); la forma es inmaterial y constituye la esencia de las cosas, aquello que hace que una cosa sea lo que es y no otra cosa y se une a la materia formando los seres y la realidad. Sólo a través de un esfuerzo intelectual nos será posible entenderlas o conceptualizarlas por separado.

Por lo demás Aristóteles se dispone a interpretar un mundo desde una perspectiva horizontal, desde un naturalismo realista, y negando la verticalidad de la realidad en Platón. Existe el mundo sublunar, y el resto del universo donde están los planetas y demás cuerpos celestes se compone de esferas compuestas de un sólido cristalino (éter), que giran unas dentro otras impulsando su movimiento po un primer motor inmóvil identificado con un Dios físico. Después de Platón y Aristóteles, al resto de filósofos de la historia no les quedaría más que alistarse a uno de los dos bandos: o ser platónico o ser aristotélico. Desde este punto de vista, cabría interpretar la Historia de la Filosofía como una alternancia sucesiva de periodos platónicos con periodos aristotélicos (en analogía con la Historia del Arte donde parecen alternarse periodos clásicos con periodos no clásicos). En la cuestión que aquí nos ocupa, Platón representa lo espiritual, la prevalencia de lo inmaterial sobre lo material, Aristóteles, por el contrario, representa la prevalencia del mundo de los sentidos, del mundo de aquí abajo: lo realmente existente es la materia, lo ideal y espiritual es algo dentro de la materia, no diferente de la misma ni reductible a ella. 3.2. TEXTO DE PLATÓN, La República Libro VII, 514a-518b (Madrid, Alianza, 1998, pp. 368-375). I. - Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo más y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas. - Ya lo veo -dijo. - Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados. - Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros! - Iguales que nosotros -dije-, porque en primer lugar, crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos? - Cómo -dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas? - Y de los objetos transportados? No habrán visto lo mismo? - Qué otra cosa van a ver? - Y si pudieran hablar los unos con los otros, no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos? - Forzosamente. - Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar? - No, por Zeus! -dijo. - Entonces no hay duda -dije yo- de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados. - Es enteramente forzoso -dijo.

- Examina, pues -dije-, que pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba? - Mucho más -dijo. II. - Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que estos son realmente más claros que los que le muestra? - Así es -dijo. - Y si se lo llevaran de allí a la fuerza -dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas? - No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento. - Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio. - Cómo no? - Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar. - Necesariamente -dijo. - Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían. - Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro. - Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos? - Efectivamente. - Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o re-compensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable? - Eso es lo que creo yo -dijo-: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida. - Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol? - Ciertamente -dijo.

- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, no daría que reír y no se diría de que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aún de intentar una semejante ascensión? Y no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir? - Creo que sí -dijo. III. - Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, oh, amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la viviendaprisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en la inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública. - También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo. - Pues bien -dije-, dame también la razón en esto otro: no te extrañes de que los que han llegado a ese punto no quieran ocuparse en asuntos humanos; antes bien, sus almas tienden siempre a permanecer en las alturas, y es natural, creo yo, que así ocurra, al menos si también esto concuerda con la imagen de que se ha hablado. - Es natural, desde luego -dijo. - Y qué? Crees -dije yo- que haya que extrañarse de que, al pasar un hombre de las contemplaciones divinas a las miserias humanas, se muestre torpe y sumamente ridículo cuando, viendo todavía mal y no hallándose aún suficientemente acostumbrado a las tinieblas que le rodean, se ve obligado a discutir, en los tribunales o en otro lugar cualquiera, acerca de las sombras de lo justo o de las imágenes de que son ellas reflejo, y a contender acerca del modo en que interpretan estas cosas los que jamás han visto la justicia en sí? - No es nada extraño -dijo. - Antes bien -dije-, toda persona razonable debe recordar que son dos las maneras y dos las causas por las cuales se ofuscan los ojos al pasar de la luz a la tiniebla y al pasar de la tiniebla a la luz. Y una vez ha ya pensado que también le ocurre lo mismo al alma, no se reirá insensatamente cuando vea a alguna que, por estar ofuscada, no es capaz de discernir los objetos, sino que averiguará si es que, viniendo de una vida más luminosa, está cegada por falta de costumbre, o si, al pasar de un mayor ignorancia a una mayor luz, se ha deslumbrado por el exceso de ésta; y así, considerará dichosa a la primer alma, que de tal manera se conduce y vive, y compadecerá a la otra, o bien, si quiere reírse de ella, esa su risa será menos ridícula que si se burlara del alma que desciende de la luz. - Es muy razonable -asintió- lo que dices". PLATÓN: La República, Libro VII, 514a-518b.