HACIA EL DESMANTELAMIENTO DE LA LÓGICA PROHIBICIONISTA

Transcripción

1 Drogas HACIA EL DESMANTELAMIENTO DE LA LÓGICA PROHIBICIONISTA Contribuciones a un debate científico sobre el problema de la droga (Ponencia presentada en las jornadas internacionales sobre Tráfico y Consumo de Drogas celebradas en la ENEP-Acatlán-UNAM los días de septiembre de 1990) Ana Josefina Álvarez G. Docente de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco "Fracasó el plan contra las drogas en Washington, reconoce Bennett". Así rezaba un titular periodístico de fecha muy reciente.(1) Esta constatación, por parte del "tzar" de la lucha antidrogas en los Estados Unidos, William Bennett, rector de la política nacional en esa materia, es algo que puede sorprender a muchos que han visto el gran despliegue, la enorme campaña interna y externa que han desarrollado los norteamericanos en esta nueva "guerra", autodeclarada y autoimpulsada. Sin embargo, no sorprende en absoluto a quienes hemos seguido de cerca, con ánimo de conocer de manera más científica, menos manipulada, el desarrollo de este fenómeno, que en América latina ha venido a trasformar aspectos importantes de la vida económica, social y política de varios países de la región. Ni a quienes hemos visto la irracionalidad de una "lucha" que ha estado plagada de desaciertos, de ideologizaciones y de contradicciones. La visión rectora de las medidas ha sido la norteamericana, aceptada por los países de la región; y el eje central ha sido el jurídico-represivo, que a todas luces ha llevado a un empantanamiento del problema, dando giros alrededor de acciones espectaculares -una dinámica muy socorrida de dividir la sociedad en "policías y ladrones"- para terminar siempre concluyendo que lo que se necesita es abrir más cárceles, contratar más policías, endurecer las sanciones y, lógicamente, dedicar más presupuesto a este renglón. Éstos son, precisamente los elementos centrales del "nuevo" plan antidrogas que Bennett acaba de anunciar: "otorgamiento, por parte del gobierno, de 80 millones de dólares para construir nuevos centros penitenciarios; aumento del número de policías y establecimiento de nuevas estaciones policiales... (el año pasado) los fondos para la lucha contra las drogas se incrementaron 40 por ciento, pero los resultados de los últimos 12 meses están muy lejos de ser aceptables, declaró el funcionario".(2) Partiendo de la idea, ya esbozada, de que esta nueva guerra que involucra intereses de orden nacional, especialmente para los Estados Unidos, es y seguirá siendo un fracaso, trataremos en este trabajo de "desmantelar" las bases de las diversas "lógicas" que han servido de sostén a las políticas impulsadas en contra del tráfico y el consumo de drogas, para arribar a la que percibimos como única salida real al problema: la legalización de las drogas más utilizadas, lo que implica, más que nada, una despenalización del consumo de ciertas drogas y una reglamentación sobre el consumo de otras. Ésta es una posición vista con desconfianza por la mayoría de los sectores de la vida nacional, pues si en algo han tenido éxito las ideologizaciones sobre el problema drogas, es precisamente en lograr que sectores tradicionalmente encontrados -desde conservadores hasta gente de izquierda-, en este tema coincidan plenamente, cosa que ya en sí debería llamar a una reflexión más profunda. I. El prohibicionismo: 10 preguntas para pensar... y desentrañar 1. Por qué hay drogas "buenas" y drogas "malas"? El desmantelamiento de la base científica Quizás una de las mayores irracionalidades de la lucha contra las drogas es la

2 inexplicable división -sin base en los efectos o en las propiedades farmacológicas- en drogas legales y drogas ilegales. O lo que es lo mismo, en drogas "buenas" y drogas "malas". Así encontramos que, mientras la heroína, la cocaína y la marihuana son drogas ampliamente perseguidas, se puede tener acceso al uso ilimitado de otras drogas, que nos parece normal consumir porque pertenecen a nuestra cultura, como son el alcohol, el café y los cigarros, que generan igualmente adicción y cuyas consecuencias para la salud pueden ser también nefastas. Por otro lado, con controles -a veces bastante laxos y fáciles de esquivar-, se pueden consumir drogas tan fuertes como los barbitúricos y somníferos, las anfetaminas, la morfina, la metadona (creada artificialmente para la rehabilitación de los adictos a la heroína y con consecuencias tan extremas como ésta), etc. Ha sido ya ampliamente debatido el hecho de que no existe una base científica para esta clasificación, sobre todo si tomamos en cuenta la definición que da la Organización Mundial de la Salud sobre droga, como "toda sustancia que introducida en un organismo vivo puede modificar una o más funciones de éste"; u otra, de tipo farmacológico y más completa aún: "droga es cualquier sustancia química natural o artificial que modifique la psicología o actividad mental de los seres humanos".(3) Esto nos revela que el trasfondo de este problema es más bien de tipo político-moralista que científico, pues lo que importa en realidad para satanizar el uso de ciertas drogas y santificar el uso de otras, no es el efecto real de esas sustancias, ni su capacidad adictiva, ni sus efectos orgánicos secundarios, ni mucho menos la cantidad de personas involucradas en su consumo, sino la construcción social que se ha hecho de este fenómeno hasta llegar a concebirlo de la manera en que actualmente se hace con base en múltiples ideologizaciones sobre el mismo. Esta construcción social de los problemas, vinculada a los ánimos segregacionistas que siempre han existido en las sociedades occidentales, se ha hecho en repetidas ocasiones a través de la historia. Howard Becker llamó a los impulsadores modernos de esas campañas moralizadoras, los "cruzados morales",(4) refiriéndose precisamente a aquellos que intervinieron de manera definitiva para que en 1937 se ilegalizara el consumo de la marihuana. El objetivo de esas personas es convencer a la gente de que ciertas actividades o individuos son "malos", en contraposición a otros de bondad abstracta que evaluarán así en función de sus concepciones sobre la realidad. Otro elemento a tener en cuenta sobre este aspecto es, justamente, que en el propio inicio de la "satanización" de las drogas más perseguidas en la actualidad, con la famosa Harrison Act de 1914, se incluyó bajo el rubro de "narcóticos" a productos tan diversos como los derivados del opio y la cocaína.(5) Así, desde el principio mismo de la definición del problema se establecieron limitaciones terminológicas que han dificultado el análisis del mismo, utilizándose el ambiguo término de narcotráfico que se ha generalizado, más como "slogan" que como categoría científica. 2. Por qué se ha trasformado la percepción sobre las drogas a través del tiempo? El desmantelamiento de la base histórica y cultural Históricamente el consumo de drogas ha sido evaluado de manera muy diversa. Sabemos que las culturas antiguas consumían diversos tipos de drogas naturales. En Oriente, el opio; en el Medio Oriente, el hashish; en las culturas prehispánicas de Mesoamérica, el peyote y los hongos alucinógenos; en las de Sudamérica, la coca, etc. En relación a ésta, se sabe que es el más antiguo estimulante conocido por el hombre y el mascado de la hoja seca para extraer alcaloides que contiene ha sostenido a las personas de los Andes desde tiempos prehistóricos: "En el Perú, calabazas conteniendo hojas de coca e incluso un trozo parcialmente mascado, han sido desenterrados de tumbas que se fechan hacia el año 2100 ac. En Colombia, algunos de los ídolos en el misterioso Valle de las Estatuas de San Agustín, que se fechan hacia el año 600 ac,

3 despliegan la mejilla característicamente distendida del mascador de coca".(6) Pero aun en este mismo siglo, la percepción sobre el consumo de drogas ha sido muy desigual. En los Estados Unidos, por ejemplo, las políticas represivas en relación con la droga estuvieron tradicionalmente asociadas a la discriminación de ciertos sectores minoritarios marginales, sobre todo de origen extranjero, pero no a una preocupación real sobre el problema. La lucha contra el opio a principios de siglo fue parte de la asociación de éste con los chinos que llegaron a la Unión Americana, lo que dio lugar a la primera ley relativa a drogas: la Ley de Drogas y Alimentos Puros, promulgada en 1906.(7) En 1909 se prohíbe fumar opio y en 1914 aparece la famosa Ley Harrison ya citada, que prohibió en todo el país el uso de cocaína y heroína sin receta médica,(8) en un momento en que ambas drogas estaban asociadas a los sectores negros del país. Cuando en 1937 se promulga la Ley Marihuana Tax Act, que prohíbe el consumo de marihuana, éste estaba asociado a los inmigrantes mexicanos,(9) fuerza de trabajo competitiva en una época de depresión económica. En contraste con lo anterior, sobrevino en los sesenta un periodo de relativa tolerancia, cuando fueron ciertos sectores juveniles, en franca rebeldía, los que consumían algunas drogas. En ese momento varió drásticamente la comprensión del problema y se pasó a hablar del consumidor como enfermo y no como delincuente, creándose algunos programas importantes de rehabilitación.(10) Sin embargo, ya a fines de los setenta comenzó la persecución de las drogas, siendo el presidente Carter el encargado de iniciarla en 1978, y sus sucesores, R. Reagan y ahora G. Bush, los responsables de decretar la guerra actual y llevarla adelante a cabalidad. Qué ocurrió en ese breve periodo para que se trasformara de manera tan drástica la percepción del problema? Una de las razones fundamentales está en el desbordamiento que ocurre de los sectores pobres (marihuana) y los muy ricos (cocaína), hasta generalizarse el consumo de esta última droga y penetrar los sectores medios de la población norteamericana. Desde ese momento, burócratas, estudiantes universitarios, oficinistas, amas de casa, industriales, etc., comienzan a ser receptores frecuentes, aunque no necesariamente habituales de la cocaína. Así, el arribo de la coca a la clase media norteamericana fue el verdadero inicio de la preocupación que ahora conocemos por parte del gobierno de ese país. Como bien sintetiza Pastor esa reacción: "Hasta ahí el consumo de drogas era cosa de grupos relativamente pequeños de personas ricas en busca de paz interior, o de personas muy pobres que buscaban escape. El gobierno trataba de impedirlo pero con poco empeño. Sin embargo, cuando los hijos de la clase media empezaron a usar estupefacientes, la reacción de Washington fue muy distinta. Estados Unidos, como la mayoría de las democracias, tiende a reaccionar con rapidez ante las preocupaciones de la clase media porque ese segmento de la población representa más votos que la clase alta y participa en políticas más activamente que la clase baja".(11) Queda claro, entonces, que la percepción del problema de la droga, del consumo de drogas, ha variado enormemente en el tiempo, con lo que se demuestra que no existe un problema intrínseco a la utilización de éstas, sino que todo va a depender de razones políticas y hasta económicas de la definición del problema. Pero, más que nada queda claro que en ciertas culturas no se puede pretender un control absoluto de la utilización de algunas drogas ya que ésa ha sido una práctica milenaria, enraizada en sus costumbres y tradiciones. 3. Son únicamente negativas las consecuencias del narcotráfico? El desmantelamiento del razonamiento basado en lo económico Contrario a lo que muchos podrían pensar sobre el problema, en la región latinoamericana, por lo menos a nivel económico, el narcotráfico ha constituido un

4 elemento no del todo negativo, ni siquiera para los Estados Unidos. Como lo demuestran ampliamente algunos ensayos sobre el tema,(12) el narcotráfico ha penetrado ampliamente las economías nacionales de varios países de la región, generándose un incremento en el Producto Nacional Bruto debido a la narcoeconomía, cosa que también ha ocurrido en los Estados Unidos. Hay países, como Bolivia y Perú, donde la participación de la narcoeconomía en el PNB asciende a un 75%. En Bolivia, por las exportaciones de coca, ingresan 150 millones de dólares más que por el resto de sus exportaciones.(13) En Colombia, aunque es el país cuyos narcotraficantes más ganancias generan, por tener una economía más diversificada, la presencia de la narcoeconomía en el PNB asciende sólo a aproximadamente 23%. En los países industrializados el volumen de dinero que se mueve vinculado a la droga es enorme, aunque relativamente tiene una menor incidencia en la economía. Según estudios, en los Estados Unidos el porcentaje de la economía subterránea en el PNB es de entre 6.7 y 9.2 por ciento y, de eso, más de una tercera parte correspondería a la droga.(14) Al analizar otros renglones de las economías latinoamericanas se demuestra, igualmente, la importancia de la narcoeconomía en la generación de empleos. Se calcula, conservadoramente, que entre 2.5 y 2.7 millones de personas trabajan en el mundo de la droga en América latina: "El empleo de los trabajadores, campesinos, pequeños comerciantes latinoamericanos, constituye un factor estabilizador en sus países, sobre todo si tomamos en cuenta que de estos empleados dependen cerca de 12 a 15 millones de personas más, como familiares o dependientes, que encuentran así una base material para su sobrevivencia".(15) Otro aspecto que se ha dinamizado es el ahorro nacional y la inversión, lo que ha llevado al crecimiento económico debido, sobre todo, al ingreso por exportación de la droga. Esto lleva a concluir a algunos de los autores que han trabajado esta perspectiva del asunto, que los efectos económicos de la droga para los países de América latina involucrados han sido positivos y benéficos, por lo que rechazan el maniqueísmo de otros autores que buscan justificar con argumentos económicos la lucha antidrogas. Es interesante, por último, ver lo que han opinado autores colombianos como Arango Jaramillo, el cual en su trabajo "Impacto del narcotráfico en Antioquia"(16) indica: "Tomando en su conjunto el proceso histórico iniciado en 1975, puede afirmarse que el narcotráfico ha jugado un papel clave en el apuntalamiento del sistema en los campos fiscal, económico, social y político... El tráfico de estupefacientes constituye, así no se acepte socialmente, una de las grandes realizaciones del pueblo antioqueño, por el liderazgo a nivel nacional e internacional que asumieron sus empresarios contrabandistas de drogas, los resultados económicos para Antioquia y el país, la participación del narcodólar en el fortalecimiento de las reservas internacionales oficiales y el impacto social que provocó, permitiendo el ascenso social masivo de miles de personas que, de los más bajos estratos, pasaron a detentar un poder monetario sin precedentes. Frente a tales resultados, poco importa la valoración ética o criminológica que se le dé al narcotráfico". Vemos así como la interpretación económica del problema, por lo menos para América latina, tampoco puede ser asumida como base justificativa de las acciones y luchas que se han estado desarrollando para el control del narcotráfico en este subcontinente. 4. Se puede exigir colaboración absoluta por parte de los países latinoamericanos? El desmantelamiento de la lógica de responsabilidad compartida En estrecha vinculación con lo anterior, tenemos que, precisamente mientras exista crisis económica en América latina, es imposible pedir a ciertos países, y sobre todo a sus poblaciones campesinas involucradas en el cultivo de las drogas, que abandonen esta vía de sobrevivencia que por primera vez en la historia les reporta beneficios de

5 cierta magnitud, únicamente porque en el razonamiento oficial (tanto de los norteamericanos, como de los gobiernos nacionales) se ha decretado que la suya es una actividad negativa. La única vía de superación de esta contradicción es la generación de una inversión real en el campo, para desarrollar cultivos sustitutivos que se traduzcan también en ganancias reales para los campesinos de la región, pues de lo contrario, con pura ideología o represión, no se va a lograr que, por ejemplo, un campesino boliviano que por hectárea de siembra de coca produce 7,000 dólares de ingreso por año, cuando el ingreso promedio por la misma siembra en otro producto es de 350 dólares al año,(17) decida cambiar su actividad únicamente porque sí. Este campesino, lógicamente, será el principal aliado de aquel narcotraficante estigmatizado, pero que a él le ha hecho salir de la pobreza absoluta en la que se encontraba. Esta evaluación ya aparece claramente reflejada en la mayoría de las resoluciones recientes sobre el narcotráfico asumidas por las Nacionales Unidas, pero las acciones concretas que indiquen una solución real a ese problema, todavía no se avizoran. Basta para entender las limitaciones de estas medidas, revisar las acciones desarrolladas en Bolivia en este sentido.(18) Tomemos como ejemplo el plan trienal de lucha contra el narcotráfico desarrollado en 1987 por el gobierno boliviano, en colaboración con los Estados Unidos y las Naciones Unidas, que se proponía erradicar 50,000 hectáreas de coca, combinando la interdicción con el desarrollo. De acuerdo con este plan, los campesinos recibirían 2,000 dólares por cada hectárea de coca reducida. El costo total de dicho plan era US$300 millones, que debían ser desembolsados por la comunidad internacional, aspecto que ya marcó una deficiencia pues pronto se pudo comprobar que dicha comunidad no estaba dispuesta a hacer ese tipo de aportaciones. Los resultados de este plan (que luego pasó a ser el "plan integral de desarrollo y sustitución" -PIDYS) han sido desde 1987 hasta finales de 1988 la erradicación voluntaria de 2,517 hectáreas de coca, pagando la indemnización acordada. Pero en ese mismo lapso, de acuerdo con datos oficiales, los cultivos de coca se han incrementado en 6,817 hectáreas, lo que implica un incremento neto de 4,300 hectáreas. El plan se ha propuesto reducir 5,000 hectáreas durante 1989 y 31,000 hasta fines de 1993, pero de conservarse las tendencias actuales, para ese momento habrá 30,000 hectáreas nuevas de cocales. Además, se registran ciertos efectos colaterales como la incorporación cada vez mayor de los cultivadores de coca al tráfico de cocaína, como forma de compensar las pérdidas por la disminución que en los precios de la hoja de coca se han operado debido al nuevo plan.(19) Otra consideración al respecto es el hecho de que se ha insistido en la disminución de los plantíos de coca sólo cuando ésta se ha constituido en un verdadero negocio para los países subdesarrollados, pues en los Estados Unidos, por el contrario, y aunque ahora es el principal productor de marihuana en el mundo, no se está tratando de controlar este tipo de sembradíos. Finalmente, es interesante recordar la desproporción que existe entre lo que los países latinoamericanos están pagando por concepto de servicio de la deuda externa -principal causa de la crisis económica latinoamericana- y la ayuda que estos países han estado recibiendo de los Estados Unidos para la lucha contra el narcotráfico. Tomando dos ejemplos al respecto tenemos que, mientras México en 1986 pagó por utilidades e intereses 7,230 millones de dólares, sólo recibió de los Estados Unidos en ayuda económica y militar la suma de 191,000 dólares ese mismo año. En Bolivia sucedió algo similar: recibió 55 millones de dólares en 1986 como "estímulo" especial a su incorporación a la guerra contra el narcotráfico, y pagó por intereses y utilidades 310 millones de dólares.(20) Puede entonces hablarse de una responsabilidad compartida teniendo en cuenta los aspectos ya señalados?

6 5. Sirven el castigo y la persecución en este caso? El desmantelamiento de la lógica represiva Así como en el caso de los campesinos se vio que ninguna de las medidas impulsadas ha resultado efectiva para disminuir su participación en el cultivo de drogas, pues sus bases son demasiado profundas como para ser erradicadas con medidas represivas o superficiales, de igual modo se ha visto que a través de esas acciones no se ha logrado una disminución ni del tráfico ni del consumo de drogas fuera o dentro de los Estados Unidos. Veamos algunos datos al respecto. En primer lugar, hasta el razonamiento de sentido común más elemental podría indicar que un negocio de tan amplias ganancias económicas para las personas involucradas no se va a erradicar con medidas o acciones como las que se están realizando. La industria de la droga genera, según cálculos estimativos, entre 300,000 y 500,000 millones de dólares anuales en sus diferentes facetas.(21) Esto representa aproximadamente una tercera parte del total del dinero que se mueve en el mundo.(22) Otras estimaciones indican que entre 20% y 30% de los depósitos en eurodivisas en los bancos suizos provienen de la droga. Todo esto nos da una idea de la magnitud del efecto económico causado por esta actividad. Hay que tener en cuenta un elemento que será de gran importancia para nuestras conclusiones: que las ganancias tan exorbitantes producidas por el narcotráfico se deben al valor agregado que obtiene la droga en el proceso de su traslado y comercialización en los países consumidores, y que este valor agregado tan alto -mayor que cualquier producto que se haya comercializado en la historia de la humanidad- se debe precisamente a su condición de producto ilegalizado. El valor agregado en el caso de la cocaína es de 95%, encontrándonos que sólo de 2% a 4% de la ganancia en el ciclo producción-distribución de la coca queda en manos de los productores latinoamericanos.(23) De acuerdo con otros cálculos, el valor agregado sería aún mayor, pues mientras la pasta de coca se paga a 300 dólares el kilogramo al productor, el polvo se vende a 100,000 dólares el kilogramo al detalle en los Estados Unidos.(24) Otros elementos parecen indicar que las ganancias multimillonarias de la droga es una fuente más, y muy importante, de acumulación capitalista, que los Estados Unidos han estado aprovechando indirectamente en un momento de crisis económica y de ausencia de liquidez. Hay que recordar, además, que se ha dado una estrecha relación entre los negocios lícitos y los ilícitos, lo que ha hecho que numerosos bancos norteamericanos y del Caribe se hayan especializado en el lavado de los narcodólares. Igualmente, hay trasnacionales muy importantes de la industria químico-farmacéutica (sobre todo alemanas y americanas), que tienen una participación definitiva en el proceso al vender los insumos necesarios para la producción y el procesamiento de la coca. Un dato a tener en cuenta en relación con este punto es que todo parece indicar que los Estados Unidos están en vías de generar, como en relación a otros productos, la sustitución de importaciones de las drogas para así impedir, a través de la producción interna, que salgan los capitales de ese país. El caso de la marihuana ha sido bastante evidente en ese sentido ya que, como se indicó con anterioridad, la Unión Americana produce en la actualidad en su territorio más del 60% de la demanda local de esta droga. Unido a lo anterior, encontramos que, en la práctica, los datos evidencian un fracaso objetivo de esta "guerra", pues tanto consumo como ingreso de droga a los Estados Unidos se han seguido incrementando, evidenciándose que las actuales medidas represivas "no han dado los resultados esperados", como conservadoramente ha indicado Bennett. Así, se calcula que en 1988 los consumidores estadunidenses utilizaron 150,000 millones de dólares para satisfacer su demanda,(25) casi la mitad de la deuda externa de América latina, y el total del déficit en la balanza de pagos norteamericana. Para ese

7 mismo año, dicho sea de paso, se proyectaron sólo 4,300 millones para la lucha antidrogas, de acuerdo a la Ley Antinarcóticos norteamericana. Por otro lado, curiosamente, los precios de las drogas han disminuido progresivamente en los Estados Unidos, de manera tal que el kilo de cocaína -la droga más perseguida y satanizada en la actualidad-, que en 1981 costaba al por mayor 60,000 dólares, en 1988 costaba 10,000 dólares.(26) Últimamente ha ocurrido un nuevo incremento en estos precios. En cuanto a las cantidades de droga consumidas, según el «New York Times» en 1976 se consumieron 18 toneladas de cocaína en los Estados Unidos, y para 1985 el consumo había llegado a cerca de 100 toneladas.(27) De acuerdo con datos más recientes, según el informe del Drug National Policy Board, en 1987 estuvieron disponibles en el mercado norteamericano a precios y calidad estable entre 322 y 418 toneladas métricas de cocaína, lo que resultó una cantidad cinco veces mayor a la calculada por el National Intelligence Committee en 1984.(28) En cuanto a otras drogas, la marihuana disponible ascendió en 1987 a un parámetro de entre 6,545 y 12,585 toneladas métricas, lo que representó más de 4,000 toneladas por encima de la disponibilidad media de Esta tendencia, sin embargo, no es nueva, si tenemos en cuenta que en marzo de 1988 la Comisión nacional para políticas sobre drogas de los Estados Unidos, aprobó por unanimidad la ampliación de la estrategia represiva denominándola "Tolerancia cero", que se diseñó para atacar la demanda de drogas por medio de un mayor castigo - penalidad- al usuario y al pequeño traficante que hasta ese momento (como describe uno de los defensores de tal estrategia) "las personas atrapadas (antes) con pequeñas cantidades de drogas en la frontera eran golpeadas en la mano, obligadas a pagar una pequeña multa y se les permitía salir a comprarle más droga a su vendedor. Ahora las personas atrapadas con drogas en la frontera son arrestadas, se les toman las huellas digitales y son anotadas en un registro, y en lugar de un golpe en la mano consiguen un historial criminal...".(29) Los datos ya han evidenciado el fracaso de esa actitud. Como ha demostrado un especialista norteamericano en esta materia, en los últimos 10 años se ha duplicado el número de personas en la prisión, muchos de ellos por posesión de drogas, pero el problema no se ha resuelto sino que sigue incrementándose. También se ha duplicado el número de policías en ese periodo de tiempo y se clama por mayores incrementos. "La existencia de un poder como tal... en medio de una sociedad democrática es algo que debería ser seriamente sopesado y no aceptado como necesario en nombre de una histeria antidrogas. Si algo conocemos acerca de burocracias, sabemos que ellos nunca van a desaparecer o a disminuir su influencia voluntariamente. Deseamos nosotros una nación bordeando en un Estado policial? Aun si fuese ésa la única vía de detener el tráfico de drogas -que no es el caso- uno se pregunta si esto valdría la pena".(30) 6. Sirven para algo las leyes? El desmantelamiento de la base jurídica La principal experiencia (siempre rescatable y recordable cuando de este tema se trata) relativa a un intento similar al que vivimos en la actualidad de controlar un fenómeno de tales magnitudes a través de leyes, fue el caso de la famosa Ley Seca decretada en los Estados Unidos en 1919 y cuyas tristes consecuencias vale la pena discutir como una evidencia más de que la vía jurídico-represiva no es la adecuada en este caso. Nunca ninguna ley había fracaso tan estrepitosamente como la Ley prohibicionista, la Ley Nacional de Prohibición del Alcohol. Esta Ley entró en vigor en enero de 1920 y tuvo que ser derogada en 1933, también estrepitosamente, por el mismo Congreso que en 1917 había aprobado la Enmienda 18 a la Constitución, encaminada a hacer de los Estados Unidos de América "una nación abstemia".

8 Veamos algunos de los elementos que llevaron a tan drástica derogación de las esperanzas y los sueños antialcohólicos de los legisladores de la época, especialmente de Volstead, quien en 1917 la había sometido señalando que con esta ley se "cerrarían para siempre las puertas del infierno". Contrario a eso, los datos indican(31) que el índice de muertes por alcoholismo pasó de 1 por 100,000 en 1920 a 3.9 por 100,000 en El número de presos subió de 32.3 por 100,000 en 1910 a 41.8 en 1926; la corrupción administrativa alcanzó también niveles altísimos; el contrabando de licor desde las fronteras se duplicó en valor cada dos años; veintiún personas morían anualmente en enfrentamientos por la lucha contra el tráfico de alcohol; millones trabajaban al margen de la ley. Igualmente por cada bar legal que se cerró habían aparecido tres tabernas clandestinas. Como dato más que significativo: las 507 destilerías autorizadas que se registraban en 1917 habían sido remplazadas por incontables alambiques ilegales, de los cuales las autoridades descubrieron y cerraron 21,541 solamente en Contrario a lo que se piensa, es interesante destacar que el consumo de alcohol en sí nunca se incrementó: lo que aumentó fue el consumo del mal alcohol. Como indica el artículo que venimos citando "como muchos grandes fracasos, la Prohibición nació en la cuna de las mejores intenciones", pero al final, debido a sus consecuencias, los artículos de prensa a favor de la prohibición, que en 1915 superaban a los opuestos en proporción de veinte a uno, en 1930 estaban en desventaja de dos a uno frente a los que pedían poner fin a esta ley. Por qué desconocer entonces lo que históricamente se evidencia tan claro en cuanto a las intenciones prohibicionistas actuales y la similitud con la experiencia ya descrita?. Parecería terquedad motivada en otras razones el no tomar en cuenta algo tan evidente como lo arrojado por esa situación histórica tan particular. 7. Qué repercusión social y de salud pública ha tenido el prohibicionismo? El desmantelamiento de la base terapéutica Contrario a lo que se ha propuesto y han prometido los impulsores de las políticas antidrogas y prohibicionistas, las repercusiones sociales y terapéuticas de esta "lucha", lejos de ser beneficiosas son cada vez más negativas, si se evalúa el problema de acuerdo al crecimiento del consumo y de sus consecuencias negativas en la ciudadanía. Como hemos venido demostrando hasta ahora, el consumo de drogas en vez de disminuir ha aumentado. Pero lo peor de la situación no es eso sino que, debido a la situación de ilegalidad de las drogas se ha propiciado el incremento de una serie de consecuencias colaterales más dañinas aún para la población. Así, al igual que pasó con la prohibición del alcohol que discutíamos en el punto anterior, en cuyo caso se observó que el consumo de alcohol nunca disminuyó, sino que lo que se incrementó fue el consumo del mal alcohol, con consecuencias aún más negativas para la salud de las personas, de manera similar encontramos que debido al prohibicionismo de las drogas muchas de las personas que mueren por este consumo lo hacen porque las drogas que ingieren no están controladas y contienen concentraciones muy diversas a las que su organismo está acostumbrado. También porque muchas de esas drogas están mal elaboradas o procesadas, conteniendo elementos químicos negativos para la salud que podrían evitarse con un control oficial sobre su elaboración. Por otro lado, sabemos de la proliferación de derivados sintéticos de ciertas drogas, que se están consumiendo cada vez más debido a las mismas razones. Tal es el caso del "crack", derivado sintético de la cocaína, pero con consecuencias mucho más negativas que ésta y que se vende en la actualidad a un tercio del precio de la coca, siendo consumido cada vez más por los sectores pobres de la Unión Americana. En este sentido, vale indicar que mientras en 1985 se contabilizaron 419 laboratorios clandestinos en los Estados Unidos, en 1987 el número ascendió a 682. Los casos de atención médica por sobredosis de drogas sintéticas se incrementaron simétricamente al

9 dato anterior en el mismo año.(32) Más preocupante aún como consecuencia del prohibicionismo es el incremento tan marcado que se ha observado en los casos de sidosos que han contraído la enfermedad debido al uso de agujas hipodérmicas sucias, porque debido a su adicción comparten las jeringas con otros usuarios de drogas como la heroína y otras cuyo consumo es intravenoso. Ésa sí debería ser una causa real de preocupación por parte de los estados y la sociedad civil en países como los Estados Unidos. En igual sentido que lo anterior encontramos que un tercio de las muertes provocadas por sobredosis se debieron al sobreúso de tranquilizantes, sedativos y otras drogas sintéticas legalmente producidas.(33) Igualmente encontramos datos tan reveladores como el hecho de que mientras el acohol -droga legal- contribuye a más de 200,000 muertes anualmente, y el tabaco a más de 300,000, el National Council of Alcoholism atribuyó sólo 3,562 muertes al consumo de drogas ilegales en 1985 en los Estados Unidos. Asimismo, una encuesta realizada en estudiantes de término de high school indicó que de los consumidores confesos de marihuana, cocaína y cigarros, menos de 4% reportó dificultad en dejar la cocaína, 7% la marihuana, y 18% reveló dificultad en dejar el cigarro.(35) Esto contradice otra de las grandes excusas de proscripción de las dos primeras drogas: sus capacidades adictivas. Lo anterior es un elemento más de la irracionalidad de una actitud que ha decretado la persecución de sustancias que no producen una situación de salud social tan dañina como la de las drogas legalmente aceptadas, con lo cual se evidencia una vez más que las razones de esta lucha estarían en otro lado (de lo cual lo menos malo sería una actitud de tipo oscurantista, pero bien intencionada), pero definitivamente no en la búsqueda de mayor bienestar social y de una protección de la salud pública general. 8. Qué ha ocurrido con los delitos? El desmantelamiento de la razón criminológica En cuanto a este punto, únicamente hay que destacar que, al igual que en relación con los otros aspectos discutidos en este trabajo, en cuanto al aspecto criminológico las acciones desarrolladas no han logrado controlar la delincuencia, sino que por el contrario se ha observado un incremento en la criminalidad vinculado no tan sólo al narcotráfico, sino también al consumo de drogas. Aquí, nuevamente, el elemento dinamizador de esa manifestación criminal es la condición de ilegalidad de las drogas. Eso es lo que ha permitido, en primer lugar, la generación de una enorme mafia trasnacional vinculada al tráfico de drogas. También la generación de numerosos delitos ya mencionados aquí, como el lavado de dinero, corrupción de funcionarios de gobiernos, etc. El ejemplo de lo que ha venido ocurriendo en Washington es más que revelador al respecto. El FBI calificó a esta ciudad en 1989, y por segundo año consecutivo, como "la capital del crimen". Sólo en lo que va de 1990 se han cometido 133 asesinatos en Washington y se calculan 71 homicidios por cada mil habitantes. "La mayoría de los actos violentos está relacionada con el narcotráfico", como han reconocido las propias autoridades norteamericanas.(36) Por qué insistir entonces en convertir las ciudades, los países, en verdaderos campos de batalla propiciando, a través de la ilegalización de las drogas, que las mafias, los cárteles, los individuos, desarrollen cada vez más este negocio? Y por qué orillar a numerosos consumidores a cometer crímenes para obtener las drogas, y a numerosos ciudadanos comunes a incursionar en esta actividad como vía de obtención de ganancias? Se estima que no más de 10 por ciento de todas las drogas importadas es realmente confiscado en los Estados Unidos,(37) y a pesar de la persecución los traficantes literalmente han llenado el mercado norteamericano de cocaína. Han logrado, incluso, trasformar patrones de consumo, comprobando aquella vieja fórmula que indica que la

10 producción no genera solamente un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto. Sujetos éstos que estarán cada vez más a merced de sus necesidades en relación a la droga y que buscarán en muchos casos vías diversas -así sean las criminales- para satisfacerlas. Recordemos aquí una reflexión muy importante, vinculada a lo que venimos discutiendo, hecha en relación a la derogación de la Ley seca por el presidente Herbert Hoover, quien había apoyado la Enmienda 18 y quien reconoció en 1932 que la Prohibición había conducido a "extender la falta de respeto no sólo por esta ley, sino por todas las leyes, a traer graves peligros de convertir la Constitución en letra muerta, a degenerar el gobierno municipal y a aumentar el crimen subsidiado y la violencia".(38) Ésas son las consecuencias criminógenas del prohibicionismo que estamos viviendo también en la actualidad Existe coherencia en estas acciones? El desmantelamiento de la razón política Existen numerosos datos que revelan cómo ciertas agencias de control social muy importantes en los Estados Unidos han desarrollado un doble juego en relación con la droga. Históricamente hay varias referencias citables. La CIA ha sido a veces cómplice o ha organizado directamente el tráfico internacional de drogas. Así, esta agencia ayudó e impulsó la producción y distribución de opio en el sudeste de Asia durante y después de la guerra de Vietnam. Antiguos miembros de la CIA, quienes supervisaban la trasportación de opio hacia afuera de Laos en aerolíneas controladas por la CIA, ayudaron a fundar un banco en Australia que se convirtió en uno de los más famosos enlaces internacionales para el financiamiento del negocio de drogas y para el lavado de dinero.(39) Es reciente aún el escándalo Irán-Contras en el que la CIA y el FBI estuvieron involucrados con los narcotraficantes sudamericanos para lograr, a cambio de servicios especiales, que éstos suministrasen armas a la contra nicaragüense. "En Honduras, de acuerdo al testimonio presentado ante las audiencias congresionales, una granja, propiedad de un americano, era usada como área de ataque de los contras a Nicaragua y era también el punto de trasferencia de millones de narcodólares que se enviaban a los Estados Unidos. Estos envíos a veces fueron a través de bases militares y eran entregados por personal militar norteamericano".(40) Hay datos que evidencian también el enriquecimiento de personal de la CIA, el FBI, la DEA y el ejército norteamericano a través del narcotráfico.(41) Es importante recordar aquí que la producción de marihuana con fines de exportación fue impulsada en México por el gobierno norteamericano durante la segunda Guerra Mundial, para que sus militares pudiesen contar con ésta en un momento en que el tráfico desde Oriente se veía limitado debido a las confrontaciones bélicas.(42) Es claro, entonces, que no se puede hablar de unas políticas coherentes por parte del principal gendarme moral internacional en materia de drogas. 10. Se violan derechos con estas acciones? El desmantelamiento de la lógica paternalista-proteccionista El "Estado terapéutico", como acertadamente ha denominado Thomas Szasz al estado norteamericano actual, constituye una sobrada violación de los derechos individuales que tanto han proclamado las democracias modernas, sobre todo la norteamericana. En un artículo memorable,(43) el famoso psiquiatra estadunidense recuerda la incongruencia que representa, ante la Declaración de Derechos de 1776 que garantiza explícitamente el derecho a la libertad de religión y de prensa, el que se prohíba a las personas la autodeterminación de aquello que desea poner en su cuerpo. Catalogando la guerra contra las drogas como un capítulo más de la historia general de la estupidez humana, Szasz indica: "En mi opinión, la guerra contra las drogas que se libra en los

11 Estados Unidos representa, simplemente, una variante de la antiquísima pasión de la humanidad por purgarse a sí misma de impurezas, escenificando grandes dramas representativos de la persecución del chivo expiatorio. En el pasado hemos sido testigos de guerras santas o religiosas emprendidas contra personas que profesaban la fe errónea; más recientemente hemos presenciado guerras raciales o eugenésicas contra seres humanos poseedores de componentes genéticos erróneos; ahora estamos ante una guerra médica o terapéutica entablada contra las personas que emplean drogas erróneas".(44) Un elemento importante del razonamiento de Szasz es rechazar el hecho de que se realice la persecución a ciertas drogas como una razón médica (con medidas similares a las que se aplican contra la propagación de la tifoidea, por ejemplo), pues los controles contemporáneos contra las drogas, como ya hemos indicado en este trabajo, no se basan en consideraciones objetivas, técnicas o científicas. Esto más bien se parece a inumerables prohibiciones que han llenado la historia de la humanidad, basada en consideraciones religiosas o políticas (las leyes dietéticas judías firmemente fundamentadas en el viejo Testamento; las prohibiciones musulmanas, hindúes; la prohibición del alcohol en el Corán, etc.) Por eso, esto recuerda más una guerra religiosa, del tipo oscurantista de la Inquisición, que una lucha por el bienestar de la gente. De toda esta argumentación, el aspecto central sería destacar el hecho de que los individuos, en una sociedad democrática, al igual que tienen derechos de pensamiento, de credo, de elegir sus alimentos, las películas que quieren ver, los libros que quieren leer, las personas con las que desean hacer el amor, deberían tener el derecho de poder elegir libremente lo que desean poner en sus cuerpos, sin necesidad de que un Estado, falsamente paternalista, los proteja y les indique qué pueden usar y qué no. El que se llegase a un tipo de situación como la anterior, no implicaría más desbordamiento del uso de drogas que lo que representó la derogación de la Ley seca en 1933 en cuanto al consumo del alcohol; ni más que lo que ha representado la despenalización del consumo de marihuana en por lo menos 10 estados de la Unión Americana, experiencia esta última que con frecuencia es olvidada. Conclusión Todo lo anteriormente debatido lleva inexorablemente hacia una única y posible conclusión: lo que se está haciendo en la actualidad como forma de solucionar el "problema" de las drogas es una irracionalidad y un absurdo. "Un capítulo más de la estupidez humana". Por tanto, las soluciones, o las salidas menos costosas social y humanamente deben ser buscadas en otras vías distintas a la jurídico-represivoterap éutica. En situaciones como la actual no se puede hablar de soluciones definitivas, pues toda medida puede generar efectos colaterales indeseables. Cuando finalmente se legalizó el alcohol, se aceptó que la sociedad tendría que asumir la carga de numerosas personas muriendo por cirrosis hepática o numerosos alcohólicos en el mundo, hecho que de todos modos estaba presente durante la Prohibición. Pero también le dio al individuo el control sobre esta situación, sobre su vida; y el derecho a elegir lo que deseaba hacer, sin falsos paternalismos. Y, lo que es más importante, desterró de la sociedad el peligro de morir por consumo de alcoholes adulterados, la guerra en las calles y en las tabernas, las mafias indeseables que vivían en base a la Prohibición, y tantos otros males que hemos venido enumerando. Y es que, como ya hemos demostrado, ni las cárceles, ni las leyes, ni las armas, ni los policías, lograrán impedir que numerosas personas sigan arriesgando sus vidas con el objetivo de obtener las millonarias ganancias que genera el mercado ilegal de la droga. Es obvio que si desapareciese esa condición de ilegalidad desaparecería el enorme valor agregado que es el que determina las ganancias. Se podrían establecer controles de calidad en las drogas, y las muertes por sobredosis no serían tan frecuentes; se

12 disminuiría el contagio del SIDA por el uso compartido de agujas hipodérmicas; se podrían ofrecer tratamientos de rehabilitación de drogadictos que no sentirían el estigma y el rechazo social; se disminuiría la violencia, la criminalidad y la situación de inseguridad generada por el mercado ilegal de droga: se disminuiría el poder de policías, militares y agencias que viven literalmente de esta persecución, y que constituyen cargas sumamente pesadas para los presupuestos nacionales hasta de los países desarrollados... Por qué no, entonces legalizar esas satanizadas drogas que no son más malévolas que aquellas que la mayoría de nosotros consumimos diariamente en nuestra vida cotidiana? Notas 1. «La Jornada», sábado 14 abril Ibídem. 3. R. del Olmo, "Drogas: distorsiones y realidades", «Nueva sociedad» 102, Caracas, Venezuela, julio-agosto 1989, p H. Becker, «Los extraños: sociología de la desviación», Buenos Aires: Tiempo contemporáneo, 1971, p L. Suárez Salazar, "El narcotráfico en las relaciones interamericanas", «Cuadernos de nuestra América», vol. IV, núm. 8, la Habana, julio-diciembre 1987, p P. Eddy et al., «The cocaine wars», Bantam books/w. W. Norton, 1988, p , citado por M. Kaplan, "Aspectos sociopolíticos del narcotráfico", «Cuadernos INACIPE» núm. 33, México, 1989, p R. del Olmo, op. cit. 8. J. Castañeda y R. Pastor, «Límites en la amistad México y Estados Unidos», México: Joaquín Mortiz, H. Becker, op. cit. 10. R. del Olmo, op. cit. 11. J. Castañeda y R. Pastor, op. cit. 12. N. Hardinghaus, "Droga y crecimiento económico: el narcotráfico en las cuentas nacionales", «Nueva sociedad», op. cit., p ; L. Suárez Salazar, op. cit.; Benrales y Rumrrill, "Subversión y democracia en Perú", «Nueva sociedad», op. cit., p L. Suárez Salazar, "Conflictos sociales y políticos generados por la droga", «Nueva sociedad», op. cit., p N. Hardinghaus, op. cit. 15. Ibídem. 16. M. Arango Jaramillo, «Impacto del narcotráfico en Antioquia», Medellín: J. M. Arango, 1988, p L. Suárez Salazar, "El narcotráfico...", op. cit. 18. J. A. Quiroga, "Paradojas de una responsabilidad compartida", «Nueva sociedad», op. cit., p Ibídem. 20. L. Suárez Salazar, "El narcotráfico...", op. cit. 21. L. Suárez Salazar, "Conflictos sociales...", op. cit. 22. H. Hardinghaus, «La droga como problema de responsabilidad internacional: aspectos económicos», México: INACIPE, L. Suárez Salazar, "Conflictos sociales...", op. cit. 24. Calculado por la revista «Nueva sociedad», op. cit., con base en datos de la revista «Fortune», junio J. G. Tokatlian, "Las drogas y las relaciones Estados Unidos- América latina", «Nueva sociedad», op. cit., p J. Castañeda y R. Pastor, op. cit. 27. «New York Times», 24 agosto 1986, citado por Castañeda, op. cit. 28. L. Suárez Salazar, "Conflictos sociales...", op. cit.

13 29. William von Raab, " Legalizar las drogas? Ni ahora ni nunca", «The Washington Post», 21/7/88, en la revista «Nueva sociedad», op. cit., p W. Chambliss, «Dealing with America s drug problem», USA: George Washington University, department of sociology, Revista «Élite» núm. 3296, p. 48, Caracas, febrero 1989: "La prohibición quiso, pero no pudo (el caso del alcohol)", «Nueva sociedad», op. cit., p L. Suárez Salazar, "El narcotráfico...", op. cit. 33. Ibídem. 34. W. Chambliss, op. cit. 35. Ibídem. 36. «La Jornada», núm. cit. 37. Revista «Élite», núm. cit. 38. Ibídem. 39. W. Chambliss, op. cit. 40. Ibídem. 41. Ibídem. 42. J. Castañeda, op. cit. 43. T. Szasz, "Contra el Estado terapéutico: derechos individuales y drogas", «Nueva sociedad», op. cit., p Ibídem.