Había una vez un niño. Publicación de Global Humanitaria sobre el Proyecto Protect, contra la pederastia en Camboya

Transcripción

1 Había una vez un niño Publicación de Global Humanitaria sobre el Proyecto Protect, contra la pederastia en Camboya

2 Índice El peso del pasado La investigación, un ejercicio camaleónico Las víctimas Ulrich, el carnicero suizo Chanthy, la voz escondida Sok, el futuro doctor Miradas sobre los abusos sexuales en Camboya Ko, el limpiabotas Walker, el pederasta que se volvió cristiano Thy y el extranjero amigo de la familia Sareth, la vendedora de libros El caso de los pederastas alemanes El marco legal en Camboya Imagen de la campaña informativa Había una vez un niño de Global Humanitaria, basada en el proyecto Protect. Había una vez un niño. Publicación de Global Humanitaria. Los nombres de las víctimas, investigadores y trabajador social de Protect que aparecen en esta publicación son ficticios, para preservar su identidad. Directora de comunicación: Ana Módenes. Fotografía: Juan Díaz. Texto: Gabriel Díaz. Diseño: Salva Fabra. Asistente de diseño: Rocío Rubio. Colaboran: Cinta Pluma, Mª Jesús Escriche, Marta García, Marta Sagrera, Jaume Mor, Elisabet Abasolo, Noemí Gener, Pilar Matas, Ester Martínez y el equipo de Protect en España y Camboya. Global Humanitaria

3 05 El peso del pasado Abuso de poder, silencio e impunidad han sido, durante décadas, los principales referentes de la sociedad camboyana. Ese déficit de salud democrática y justicia social, patente en diversos ámbitos, se presenta como un buen aliado de los pederastas extranjeros y deja a la deriva la vida de miles de niños. En 2007, el investigador camboyano Khamboly Dy presentó un libro sobre la historia reciente de su país. Dy fue el primer autor local que lanzó un texto de estas características en las últimas tres décadas. Hasta su publicación, los hechos acaecidos durante la dictadura del khmer rouge Pol Pot, entre los años 1975 y 1979, eran contados sobre todo por voces extranjeras, mientras permanecían arrinconados en el recuerdo de la mayoría de quienes fueron cómplices o padecieron la barbarie. Por donde se mire, la herencia de ese régimen y los años de inestabilidad que le siguieron marcan con fuerza la Camboya de hoy en día. Permanece en la memoria colectiva, en las fosas comunes localizadas, en los campos de fusilamiento, en los seis millones de minas antipersona activadas. Está en los que sobrevivieron a aquellos años de terror y represalia y no conocieron reparación ni Salas del Museo del Genocidio en Phnom Penh. justicia, teniendo que aferrarse a la resignación como único destino posible. Ni la invasión vietnamita, ni la llegada de la misión de la ONU fueron capaces de echar luz sobre un régimen que eliminó a un cuarto del total de la población de aquel entonces. Y los gobernantes camboyanos, más adelante, encontraron en el silencio al mejor aliado de la impunidad. Explica el pintor camboyano Van Nath, que entre el denso legado de Pol Pot están los antiguos guardias del régimen, niños adoctrinados que a finales de los 70 eran máquinas de torturar y matar. La mayoría de aquellos impúberes verdugos -subraya- tienen hoy poco más de cincuenta años. Muchos de ellos caminan por las mismas calles que sus víctimas. Y todos ellos, víctimas y victimarios de segunda categoría, conforman un amplio segmento de población adulta camboyana que, iletrada y desempleada, se encuentra por debajo de la línea de pobreza. De estos hogares errantes que viven atrapados en la precariedad material e intelectual provienen los niños que padecieron abusos sexuales y fueron amparados por el Proyecto Protect, una acción conjunta de las ONG Action pour les Enfants y Global Humanitaria, lanzada en Son hijos del silencio, de la ignorancia, de la falta de justicia que todavía planea sobre el orden establecido y que afecta sobre todo a los derechos de los más débiles. En este contexto, para Protect continúa siendo un reto que los padres denuncien los abusos sufridos por sus hijos, que la policía actúe y los jueces sean rigurosos en su labor. Los trabajadores del proyecto son conscientes de que revertir esta situación no evitará la existencia de pederastas pero sí de que contribuirá a reducir la extrema vulnerabilidad en la que viven millones de niños camboyanos. Romper con las dinámicas del silencio, fortalecer la educación y abogar por la profesionalización del sistema judicial, son tareas fundamentales en la lucha contra la pederastia en Camboya.

4 CASI EL 40% DE LOS 14 MILLONES DE CAMBOYANOS ES POBRE. VÍCTI- MAS DE MINAS ANTIPERSONA, NIÑOS TRABAJADORES Y BUSCADORES DE BASURA CONFORMAN EL AMPLIO SEGMENTO DE LA POBLACIÓN QUE VIVE EN CONDICIONES INFRAHUMANAS. 07

5 09 La investigación, un ejercicio camaleónico Desde el amanecer, las calles de la extensa y calurosa Phnom Penh se llenan de ruido y movimiento y su aire húmedo se impregna del perfume de los inciensos que pueblan los pequeños y recargados altares budistas. Pronto las principales avenidas se convierten en un hormiguero anárquico de motociclistas, que vociferan precios tentadores al viajero de turno. Uno de ellos es investigador del proyecto Protect. Hoy es chófer, mañana profesor de inglés, vendedor de artesanías al día siguiente. Este ejercicio camaleónico forma parte de la cotidianeidad de la labor de los investigadores. Es una técnica que aprenden nada más llegar, del más experto al más novato. Al principio los integrantes más veteranos del equipo conversaron conmigo, me enseñaron estrategias de trabajo, técnicas sobre cómo trabajar en el terreno. Luego intenté interiorizarlo para ponerlo en práctica yo mismo, explica Tola, uno de los investigadores que recorre Phnom Penh. Perspicacia, discreción, audacia, sensibilidad, constancia y paciencia. Éstas son algunas de las características de un investigador de Protect, cuyo trabajo consiste fundamentalmente en observar, seguir en las calles a posibles pederastas, registrar imágenes con su cámara fotográfica, así como aconsejar a las potenciales víctimas. Cada caso comienza con un movimiento sospechoso. La experiencia y el olfato guían a los jóvenes investigadores; saben cuándo pueden hallarse frente a un pederasta, cuyas actitudes pueden llegar a ser muy obvias y también muy rebuscadas. Saben cuándo comienza el proceso pero nunca cuándo ni cómo terminará. Muchos de ellos son muy listos y tienen distintas estrategias para aproximarse y luego llevarse al niño para cometer el abuso sexual. De acuerdo con esos movimientos es que actuamos, intentando recabar información y evidencias que luego presentaremos a la policía. Apunta la importancia que tiene el hecho de que los logros del proyecto Protect -31 condenas en cinco añossean reflejados en los medios de comunicación, porque es una señal de que la lucha para acabar con la pederastia cobra cada vez más presencia en Camboya. Pero, por otro lado, la difusión también hace que los pederastas opten por vías de acercamiento cada vez más oscuras y complejas. Actualmente la principal dificultad que encontramos es que muchos de los pederastas saben que estamos trabajando contra los abusos sexuales en Camboya y especialmente en Phnom Penh. Cada vez que conseguimos que alguno de ellos sea arrestado, los periódicos, la tele y la radio informan de esto claramente. Por este motivo, porque saben que estamos trabajando en esto, cambian las estrategias. Tola sostiene que la táctica de acercamiento a los niños en las calles sí puede variar, pero no ocurre lo mismo con los mecanismos que emplean para seducir a la familia hasta consumar el abuso. Los pederastas buscan el contacto directo, les ayudan económicamente contribuyendo con dinero para el alquiler, en el pago de la escuela, llevando a toda la familia de excursión. Y por nuestra cultura no se sospecha que un hombre extranjero pueda cometer abusos. No se sospecha en absoluto, agrega. Un investigador de Protect conversa con un grupo de niños en las calles de Phnom Penh. >>

6 10 11 Hombres occidentales se pasean junto a niños de la calle: una imagen recurrente en Phnom Penh. A menudo los investigadores también se encuentran con reticencias casi infranqueables de los propios niños, que se niegan a reconocer el vínculo con el adulto extranjero. Muchos de ellos trabajan o viven cerca del río y son muy pobres, por eso buscan la manera de obtener algún dinero de ellos. Es realmente difícil acercarse, explicarles y hablar sobre el tema. Piensan que lo que hacemos es destruir su trabajo. Pero hay otros, los más pequeños, con los que cuesta menos hablar. El historial de los casos investigados por Protect indica que, luego de ocurrido el abuso, el pederasta puede persuadir a los niños de que mantengan el hecho en secreto. De ahí que una vez existe la certeza del delito, sea clave el papel tranquilizador y a la vez disuasorio de estos jóvenes investigadores. Apelan a la confianza del niño y les dejan claro que son ellos las víctimas, que no tienen nada que temer. Porque si lo mantienen en secreto es peor, indica. Una experta en romper la barrera del silencio es Chantha, la primera mujer investigadora que se incorporó a Protect. Esta joven de 21 años desarrolla su labor en las playas y las calles de Sihanoukville, situada al sur del país. Su físico menudo y su capacidad por hacerse pasar por quien no es, le han permitido avanzar con astucia en las investigaciones. Se infiltra en conversaciones de niños y llega a hablar directamente con pederastas a pocos pasos del mar, para obtener información. En la playa Ocheuteal, se mezclan familias que viven en las chabolas, al otro lado de los chiringuitos situados en primera línea de mar. Son las dos caras de la realidad de un país que mantiene una honda brecha entre ricos y pobres. De un lado hamacas, divanes de bambú y cervezas heladas, del otro la inmundicia, los desechos y el abandono. A nuestro alrededor se ven mutilados de guerra, campesinos sin tierra. Muchos niños que mendigan todo el día, otros avispados que hacen artesanía, recogen basura o ayudan a algún barco pescador. Algunos de estos turistas, cuenta Chantha, llegan a la playa, entran en contacto con niños y se marchan. Al cabo de un tiempo regresan y vuelven a buscarlos. Muchos de ellos pertenecen a la clase media trabajadora de sus países, llegan de Europa, Asia y América del Norte. Con desazón observa todo lo que es capaz de mover el poder del dinero. Las maniobras y sobornos económicos despejan el territorio a los pederastas, acallan o inmovilizan con frecuencia a la policía y compran la voluntad de las familias. Hubo un caso de una niña que no quería tener sexo con el extranjero pero la madre la obligó a hacerlo. Por el dinero, claro, recuerda. EL EQUIPO DE PROTECT ESTÁ CONFORMADO POR 29 JÓVENES INVESTIGADORES, QUE RECORREN LAS CALLES DE PHNOM PENH, SIHA- NOUKVILLE Y SIEMP REAP. SON CAMBOYANOS, LA MAYORÍA TIENE ENTRE 20 Y 30 AÑOS, Y AUNQUE EN UN PRINCIPIO TODOS ELLOS ERAN VARONES, LA DIRECCIÓN DE PROYECTO SE HA PROPUESTO AUMENTAR PROGRESIVA- MENTE EL NÚMERO DE MUJERES.

7 12 13 Las víctimas Srey Lin fue golpeada, abusada y violada por uno de sus primos cuando tenía menos de 12 años. Vive en un hogar de acogida en Phnom Penh. El agresor no ha sido juzgado. El temor puede crecer en el niño víctima de abusos sexuales hasta extremos imprevisibles. Nunca más vuelve a ser el mismo. La inseguridad y la falta de confianza se instalan en él y moldean una personalidad que a veces se torna agresiva, marcada por la ansiedad y el cansancio provocado por tantas noches de pesadillas y mal dormir. Si este tormento no se ataja a tiempo, las víctimas pueden llegar a repetir las mismas agresiones sexuales con otros niños, matar sus días esnifando pegamento o desarrollar por otros canales comportamientos violentos. Ra, el trabajador social de Protect, tiene a su cargo una de las tareas clave del proyecto: estar cerca de las víctimas, abrir junto a ellas espacios de confianza y tranquilidad. Escucharles. Lo fundamental, explica Ra, es dejarles claro que ellos no han cometido ninguna equivocación, que hay personas que los van a proteger, que la ley los ampara, que no tienen nada que temer. El seguimiento que realiza Ra comienza con frecuencia en ayudar a las víctimas, muchas de ellas sin hogar fijo, a obtener su carné de identidad. Esto a su vez es acompañado de visitas regulares al hospital, donde suelen tratarse dolores de cabeza, malestares estomacales y las infecciones genitales que aparecen como primeros síntomas físicos derivados de los abusos sexuales. Protect se ocupa de encontrar un sitio donde las víctimas puedan vivir tras los abusos, aunque esto casi siempre está muy condicionado por la voluntad del niño y su familia. Cuando los padres del niño han sido cómplices del abuso encubriendo al pederasta, se doblan los esfuerzos para que el niño se traslade a un hogar de acogida. Pero el intento no siempre llega a buen puerto. Para un niño habituado a vivir en la calle, el orden y la disciplina que determina la convivencia en una casa de acogida resultan muchas veces insoportables. Algunos vuelven a la calle. Otros regresan a casa con sus padres. En cualquier caso, el seguimiento de la evolución de las víctimas residan donde residan siempre es riguroso y constante. Así, el equipo de Protect aboga por que el niño asista a la escuela y esté a salvo de posibles nuevos abusos sexuales.

8 15 EN EL TRANSCURSO DE CINCO AÑOS, PROTECT HA OFRECIDO ASISTENCIA LEGAL A 142 NIÑOS VÍCTIMAS DE ABUSOS SEXUALES Y PROTECCIÓN PSICOLÓGICA A UN MÍ- NIMO DE 161. LAS VÍCTIMAS PROVIENEN DE DISTINTAS PRO- VINCIAS, PERO SOBRE TODO DE PHNOM PENH, LA CAPITAL, DONDE SE LANZÓ EL PROYECTO. DESDE 2005, LA CIUDAD DE SIHANOUKVILLE Y SIEMP REAP, EN 2007, CUENTAN TAM- BIÉN CON OFICINAS Y PERSONAL DEL PROYECTO PROTECT. Panha fue abusado en tres ocasiones distintas por tres pederastas occidentales, que están en libertad. Panha vive en una chabola dentro de lo que fue un gran cine clausurado por la dictadura de Pol Pot. Es adicto al pegamento.

9 17 Ulrich, el carnicero suizo El extenso paseo situado sobre la ribera del río se asemeja a un gran balcón que al atardecer congrega una multitud de personas, del lugar y extranjeras. Conocido como riverside, este extremo de Phnom Penh es frecuentado por decenas de vendedores ambulantes, niños y adultos, que se mezclan ansiosamente con el bullicio de los taxis o tuktuk y cientos de motocicletas que colapsan las calles. La primera línea de edificaciones está repleta de cafés Internet, hoteles y bares de copas que rebosan de turistas, generalmente de paso por la capital de camino a los famosos templos de Angkor Wat. Entre el gentío y los motores, el turista nunca pasa desapercibido. Hasta él llegan ofertas de toda clase, desde guías turísticas, pasando por frutas y dulces, hasta servicios de masajes con sexo incluido. El turista representa en mayor o menor medida la oportunidad de encontrar un desahogo pasajero. Eso fue lo que vio en principio la mamá de Reaksmey, una niña víctima de abusos sexuales, en el carnicero suizo Hens Ulrich, de 69 años. Nada en él le hizo pensar mal, Ulrich era aparentemente un hombre bueno y amable. Pocos días antes de que un tribunal de Phnom Penh lo condenara a 11 años de prisión por abusos sexuales, el suizo se encontraba internado en un hospital de la capital camboyana, enfermo de próstata. Con aspecto andrajoso y movimientos desganados se presentó en el patio del lugar. Allí se sentó sobre un catre de bambú y con la mirada hacia el suelo comenzó a lamentarse de las circunstancias que le tocarían vivir en la cárcel: hacinamiento, falta de agua, condiciones higiénicas deplorables, pésima alimentación y presencia permanente de insectos. Por sus palabras daba a entender que si su suerte no cambiaba intentaría suicidarse. Ulrich había llegado a Camboya en 2003 en busca de nuevas experiencias, comenta durante la entrevista, desencantado con su familia y otras desdichas que le había deparado la vida en Suiza. Se instaló en un hotel del paseo que bordea el río, donde al cabo de poco tiempo conoció a una mujer que vendía pasteles y golosinas. Era la madre de Reaksmey, una niña delgada y tímida, que la ayudaba en la venta callejera. Los investigadores de Protect conocen bien la estrategia empleada por Ulrich para seducir a la familia de su víctima, basada en una denodada generosidad económica que cubría algunos de los gastos domésticos más básicos. Esta generosidad manifiesta y constante le permitió a Ulrich estar cada vez más cerca de la niña y durante más tiempo, hasta conseguir quedarse a solas con Reaksmey y abusar sexualmente de ella en varias ocasiones, disfrazando su actos de afecto paternal. El pederasta suizo Hens Ulrich, entrando al Tribunal de Phnom Penh. >>

10 18 19 Todas estas muestras de aparente bondad se repitieron en el transcurso de tres años, durante los cuales el suizo se las ingeniaba para quedarse a solas con la niña en la habitación del hotel donde pasaba largas temporadas, sitio en el que fue finalmente detenido. Ella me amaba a su manera de media mujer, asegura sin titubeos. Y yo estaba entre el miedo y la alegría. Algún día me decía: qué estás haciendo, maldito? Otros días sentía que el mundo me aprobaba, que todo estaba bien. El año en que Ulrich pisó suelo camboyano coincidió con la puesta en marcha de Protect. Como muchos de los pederastas que llegan a Camboya, el suizo no imaginó que su delito sería juzgado y que su relación con la menor acabaría de esa forma. Creo que me gusta ir al límite de las posibilidades del ser humano. Siempre he intentado vivir cosas excitantes. Me he arriesgado a caer al más bajo fondo. Ahora estoy allí, añade. En marzo del año 2007, Ulrich fue juzgado. Una escena contemplada el día de la vista del juicio en el Tribunal de Phnom Penh revelaba cuán lejos había llegado la afinidad del suizo con la familia de la niña. Ese mediodía, el hombre esperaba su turno en un extremo del patio que precede la sala, rodeado de policías y vestido con el traje azul de presidiario. En el otro extremo, casi junto a la puerta del Tribunal, estaba la familia de la víctima. La madre, con aspecto compungido y contrariado, sin pronunciar palabra contemplaba la escena de reojo, con la vista gacha. El padre, un hombre con actitud ausente, parecía haber sido llevado allí sin saber muy bien a qué. Con ellos estaba además la hermana pequeña de Reaksmey, que tendría unos cuatro años, una niña inquieta y juguetona. En aquel patio había un par de camionetas de la policía y gente dando vueltas por ahí: guardias, funcionarios, abogados y familiares de las personas juzgadas y por juzgar. Ese día ocurrió algo singular: la pequeña hermana de la víctima se acercó sin vacilar hasta donde estaba Ulrich sentado. El hombre la acarició y conversó con ella. Ante la mirada impávida de los guardias, Ulrich la sentó en su regazo y jugó con la niña un rato. Ese mismo hombre sería juzgado poco minutos después por abusos sexuales cometidos contra la hermana de quien ahora acariciaba. Salvados algunos inconvenientes hubo que buscar a último momento un traductor el juicio comenzó. Curiosamente, en un país donde los puestos de mando están bajo control de hombres, aquí el juicio era presidido por una mujer. La abogada de la víctima, Samphom Sopharat del proyecto Protect, también rompía la tónica masculina del entorno. La niña respondió con voz temblorosa las preguntas sobre los abusos cometidos por el carnicero suizo; abusos sexuales que pasaron por diferentes fases hasta llegar a la penetración. Reaksmey declaraba ante la mirada de Ulrich que la contemplaba lascivamente desde escasos dos metros. Luego, a instancias de la abogada, la niña fue protegida por un biombo. La veleidosa declaración del acusado, las jocosas intervenciones de su abogado así como del traductor, plagadas de varias interferencias y malos entendidos, contrastaban con la confusión de la pequeña y la rotunda seriedad de las mujeres en aquella asfixiante sala del Tribunal. En marzo de 2007 Ulrich fue condenado a 11 años de prisión y al pago de dólares a la víctima. Será expulsado del país una vez cumplida la pena de cárcel y tendrá prohibido entrar de nuevo en Camboya de por vida. En 2006, el proyecto presentó pruebas sobre este caso y puso a disposición de la niña una abogada que la defendió durante el juicio. Actualmente Reaksmey vive en un hogar de acogida de la capital camboyana. Su madre declaró desconocer lo que había ocurrido. Retrato de Reaksmey, víctima de Ulrich. Los padres de la menor y su hermana pequeña, jugando con el pederasta, en el patio del Tribunal de Phnom Penh. DESDE SU CREACIÓN, PROTECT HA ABIERTO 131 EX- PEDIENTES DE CASOS DE PEDERASTIA. HA CONSEGUIDO LA DETENCIÓN DE 63 SOSPECHOSOS, LA MAYORÍA EXTRANJEROS. PARA QUE ESTO SE PRODUZCA PROTECT PRESENTA PRUEBAS ANTE LA SECCIÓN POLICIAL CORRESPONDIENTE A LA ZONA DONDE SE PRODUCE EL ABUSO. A PARTIR DE AHÍ, LA DETEN- CIÓN DEPENDE DE LA POLICÍA. HASTA ABRIL DE 2008, 31 DE ELLOS FUERON JUZGADOS Y SENTENCIADOS A PRISIÓN.

11 20 21 Chanthy, la voz escondida Con los labios apretados haciendo la mueca traviesa de quien esconde un secreto, Chanthy interrumpe la entrevista y desaparece, se marcha hacia su habitación. La música la había arrancado de pronto de su gran timidez, la misma que aparca cuando improvisa pequeños números musicales ante sus compañeras del hogar de acogida. Poco tiempo después reaparece sonriendo y abrazando una almohada. Sonríe con la misma mueca traviesa. Ni los mosquitos, ni el bochorno ni el alboroto de esa tarde de sábado consiguen extraer a Chanthy de aquella emoción contenida. Y entonces?, le pregunto. Agacha la mirada y tras dar un giro a la almohada corre la cremallera que hay en uno de los extremos de la funda. De allí saca un montón de piezas de papel. Mete su mano y recoge, una y otra vez, unas cuantas cuartillas diminutas, llenas de palabras. Qué es todo eso? Son canciones, explica, letras de canciones en jemer. Chanthy cuenta que cuando llega la noche y se siente triste, echa mano a aquel montón de papelitos viejos y gastados y canta muy suave para que la tristeza se marche lejos. Nos cantarías alguna de esas canciones? Entonces, concentrada, toma todo el aire que puede y con el ceño fruncido comienza a cantar con fuerza y desgarro. Sus compañeras, que en ese momento riegan el huerto del hogar o se hamacan, se giran y sonrien al otro lado de la ventana. No es la primera vez que canta de esa forma. Desde que llegó a esta casa de acogida, poco a poco ha ido soltando los malos recuerdos: con 10 años, Chanthy fue sometida a los maltratos físicos infligidos por su padrastro; luego llegaron los abusos sexuales y violación, cometidos por un vecino de la casa familiar en la provincia de Kandal, y que hasta hoy no ha sido detenido, pese a las denuncias realizadas por su madre. Cuatro años después de todo aquel infierno personal, las letras de sus canciones hablan de abandono, soledad y dolor, pero también de amor e ilusión.

12 22 EN LOS TRES HOGARES DE ACOGIDA QUE GLOBAL HUMANITARIA Y OUR HOME MAN- TIENEN EN LA CAPITAL CAMBOYANA VIVEN EN TOTAL 82 NIÑOS Y NIÑAS. MUCHOS DE ELLOS FUERON VÍCTIMAS DE ABUSOS SEXUALES COMETIDOS POR PEDERASTAS EXTRANJEROS, FAMI- LIARES, VECINOS O AMIGOS DE LA FAMILIA. EN LOS HOGARES SON AYUDADOS A SUPERAR LAS SECUELAS FÍSICAS Y PSICOLÓGICAS DE LOS ABUSOS, CONVIVEN CON OTROS NIÑOS Y RECIBEN LO INDISPENSABLE PARA CRECER SALUDABLEMENTE.

13 24 25 Sok, el futuro doctor El mediodía es tiempo para la distensión en el hogar de niños de Our Home. Algunos echan una mano poniendo las mesas, otros se asean, se distraen con libros, repasan las tareas o ven una película. La melena de Sok enseguida sobresale entre tanto movimiento. Tiene ahora 17 años y es uno de los veteranos del hogar. Mira hacia arriba, piensa y piensa, pero no puede recordar exactamente la fecha en que llegó a la casa de acogida. Finales de 2003? Eso cree. Su relato, entre el khmer y el inglés, casi no se interrumpe hasta el final de la entrevista. Sok venía de la provincia de Battambang, situada sobre la frontera con Tailandia, donde todavía viven sus padres y hermanas. Cuando llegó a Phnom Penh se sintió confundido, contrariado, ajeno al hogar y en una ciudad que le resultaba muy extraña. Estaba preocupado, explica, pero poco a poco se fue acostumbrando a la convivencia y también al estudio. Al comienzo Sok no había explicado a nadie lo que había vivido en su provincia. Sentía vergüenza y miedo a ser desplazado. Hasta que un día el responsable del hogar le preguntó qué le ocurría y fue así como poco a poco fue abriéndose. De algún modo, no recuerda cuál, supo que no había sido el único que había vivido todo aquello y eso le resultó tranquilizador. El americano que abusó sexualmente de Sok era amigo de su abuelo. El abuelo residía entonces en Estados Unidos y visitaba Camboya una vez al año. Uno de esos años llegó con un colega cercano, que pronto se convirtió en amigo cercano de la familia. Con las visitas llegaban los regalos, las buenas comidas y las excursiones. Un día en medio de uno de esos paseos, cuando el generoso extranjero quiso quedarse viendo un partido de fútbol, nadie dudó en complacerlo. Nadie dudó de que Sok permaneciera con él en la habitación. Y así llegaron los repetidos abusos. Éste es uno de los casos investigados en los comienzos de Protect, en Identificados los movimientos sospechosos de aquel americano, los responsables del proyecto lo siguieron hasta conseguir que la policía actuara. En el plazo de seis meses el agresor fue detenido, juzgado, encarcelado y liberado. En ese entonces Sok padecía ansiedad, confusión y miedo a las represalias, además de las infecciones anales que le produjeron los abusos y que hoy explica sin rodeos. Luego de todo lo sucedido, el abuelo marchó hacia América y mantuvo intacta su amistad con el pederasta. Su familia cambió de pueblo por temor a los comentarios de los vecinos. Sok dice que le sentó bien hablar de lo ocurrido. Comenta que es muy consciente de todo pero que intenta recordarlo poco. Ahora sólo piensa en la beca que confía conseguir para ingresar a la facultad de medicina.

14 26 27 Sok fue abusado por el amigo extranjero de su abuelo. La familia defendió la inocencia del acusado, que pudo regresar sin cargos a Estados Unidos. Sok se recupera en un hogar de acogida, donde se prepara para estudiar medicina.

15 28 29 Miradas sobre los abusos sexuales en Camboya Heng es un niño que vive junto a sus hermanos y su madre en Phnom Penh. Cada mañana, al despertar contempla la muralla por donde asoman las torres doradas del Palacio Real. Del otro lado, el panorama se completa con el paseo que bordea el río y da forma a uno de los sitios más concurridos de la capital. Heng vive junto a su familia a la intemperie. Sin techo permanente, marchan con todo a cuestas: colchones impregnados de polvo y humedad, algunas sillas de plástico, toldos agujereados, palanganas y unas cuantas ollas. Probablemente, cuando esto sea publicado ellos ya no estarán allí, se habrán marchado a algún otro sitio de la ciudad, donde la madre volverá a improvisar un puesto de venta de comida. Y así sucesivamente, vuelta a empezar hasta que la policía los expulse del refugio callejero. Heng es un niño de la calle que en 2005 fue sorprendido con un pederasta británico llegado a la capital camboyana desde Reino Unido. La extrema pobreza en la que vive fue el atajo que el pederasta tomó concienzudamente para alcanzar su propósito. Y lo consiguió. El de la familia de Heng es un caso concreto de una realidad que afecta al 38% de la población camboyana. El mapa de la pobreza está compuesto por millones de personas, para quienes las astronómicas cifras de dinero que ha percibido el Gobierno en ayuda internacional en los últimos 15 años han pasado desapercibidas. Trasladamos este retrato al despacho del ministro de Asuntos Sociales, Ith Simheng, quien no se desvía un ápice del encorsetado discurso oficialista y elude ahondar en particularidades de la vida cotidiana más allá de las cifras. El político enumera las principales líneas de trabajo de la cartera que encabeza, entre las que se encuentra la protección de la infancia, la lucha contra el tráfico de seres humanos y los abusos sexuales. Resalta en ese sentido el acuerdo alcanzado por su país con los países de la región del río Mekong, entre ellos los vecinos Tailandia, Laos y Vietnam, para aunar esfuerzos en aras de controlar el tráfico de personas, la explotación sexual y dar protección a las víctimas. Esa labor coordinada tiene gran relevancia si se tiene en cuenta el argumento que se escucha reiteradamente en Phnom Penh, y que explica que los controles en la vecina Tailandia han hecho que los pederastas optaran por desviar su ruta hacia Camboya, un país donde todavía flaquea el control policial así como la profesionalidad de la justicia. Es en esos puntos oscuros donde el Gobierno tendría que proceder con mayor rotundidad, para no continuar en compromisos verbales que no se concretan en hechos, según la opinión de Kath Keane, que formó parte del equipo de Protect hasta Vemos un gran agujero entre las intenciones del Gobierno y las acciones que podría emprender. En el sistema judicial hay casos de corrupción o actitudes inaceptables de algunos funcionarios, a los que no les ocurre nada. Por eso desde Protect procuramos hacer lobby y abogar para que esto cambie de sentido. Pero también intentamos movilizar a los medios de comunicación locales e internacionales cuando hay acciones exitosas tanto por la intervención de la policía como de la justicia. Es para advertir a los abusadores o pederastas de que Camboya no es un lugar para cometer delitos impunemente, asegura Keane. Tres características fundamentales situarían a este país del sudeste asiático en el punto de mira de los pederastas, de acuerdo con Naly Pilorge, de la orga- >>

16 30 31 nización camboyana de Derechos Humanos Licadho. Un factor ineludible y básico es el alto número de jóvenes, muy superior al de los países occidentales: el 70% de los 14 millones de camboyanos tiene menos de 25 años. Por otro lado, Pilorge hace hincapié en el déficit educativo que toca a buena parte de la sociedad local. La ignorancia hace que, incluso cuando hay conocimiento de la explotación sexual de niños, la comunidad no reconozca las primeras señales. Responden tal vez a la violación, indica, pero cuando el niño ya fue violado. Por eso la directora de Licadho cree que es fundamental trabajar por la educación formal e informal de los estratos más desfavorecidos de la sociedad camboyana. Porque el abuso sexual, enfatiza, es un abuso de poder. Un abuso de poder sobre la ignorancia y la inocencia. Y añade: lamentablemente, la falta de leyes es una de las principales razones por las cuales Camboya es una de las destinaciones de los extranjeros que buscan tener sexo con niños. Incluso muchos de los abusadores que llegan son oportunistas, principalmente hombres, que no necesariamente abusan de niños en sus países pero encuentran la oportunidad para hacerlo aquí. La cuestión no es falta de leyes, dice al ser consultado sobre esta cuestión el juez del Tribunal Municipal de Phnom Penh, Keo Sakhon, que ha estado al frente de los principales juicios a pederastas extranjeros. Sí existen las leyes necesarias, solo hace falta la voluntad de algunas personas para hacerlas cumplir, apunta el juez. Y deja claro que en Phnom Penh se viven circunstancias muy diferentes a lo que se puede percibir y comprobar en el ámbito rural, donde el aislamiento y la falta de recursos alcanzan mayores dimensiones. Habla de muchos casos en los que las madres de las víctimas de abusos sexuales no denuncian el hecho ante la policía y llegan a un acuerdo con el responsable por miedo a la represalia y a ser discriminados en la comunidad. En el marco de la ley, no puede ser resuelto de esa manera, incluso cuando la víctima acepta el acuerdo, no puede terminar así. Pero hay que tener en cuenta que muchos camboyanos no han recibido educación y no conocen la ley. Primero está la educación, remarca Sakhon, hacer que la gente tenga conciencia de la explotación sexual infantil y no descuidar la prevención, entre otros. En este punto coincide la jefa de la Unidad Antitráfico y Protección Juvenil del Ministerio del Interior, la general Un Sukunthea. Destaca que la ignorancia es uno de los mejores aliados de los abusadores, motivo por el cual sostiene que la información es una de las herramientas fundamentales para la prevención. Dice además que cree en una mujer camboyana que no se lamenta, sino que actúa. Silencio y miedo a la represalia: dos actitudes patentes en la sociedad camboyana que suelen ser buenas aliadas de los pederastas. Explica el responsable del programa Paz y Justicia de la ONG World Vision, Bill Forbes, que la cultura de la censura y la represión ejercida por los sucesivos gobiernos camboyanos han echado raíces entre sus pobladores. El miedo a hablar o a contar parece instalado en esta sociedad que indudablemente no ha tenido su proceso sano de reconciliación, reparación de los daños causados, justicia. Desde el periodo colonial, e incluso antes, hasta ahora, el uso de la violencia y el abuso de poder ha sido algo normal en la vida política del país: controlar, no servir; dominar, no fortalecer, ayudarse a sí mismo y no a los demás. Por su experiencia, Forbes dice que no hay que perder de vista que los padres que nacieron en el periodo del khmer rouge Pol Pot ( ) no tuvieron el modelo que se supone tiene que haber en una familia, lo que produce una experiencia traumática. Ellos perdieron un promedio de gente por día que en otros sitios se perdía en cuatro años. No podemos imaginar lo que fue. El trauma es real, en las relaciones sociales, en la confianza, la verdad, la falta de cooperación. Por otro lado, los jóvenes que nacieron en el periodo posterior a Pol Pot no vivieron esa experiencia y no están traumatizados, pero recogen ese comportamiento: si tienes la oportunidad de tener poder, lo usas para abusar de los demás, explica Forbes. Junto a la falta de respuesta de la policía, uno de los principales obstáculos con los que se encuentra Protect en el desarrollo de su trabajo es la frecuente resistencia de las familias a denunciar al abusador, según palabras de su director, Seila Samleang. Una vez se avanza en las investigaciones suelen cubrir al extranjero, hasta que ante la presión de los trabajadores del proyecto no les queda más remedio que ceder. Uno de los desafíos que enfrentamos es trabajar en cooperación, primero con las familias de las víctimas, segundo con los policías, tercero con los tribunales. Pienso que estamos trabajando cada vez más adecuadamente pero todavía tenemos problemas y obstáculos. Con frecuencia la familia tiene el soporte económico del sospechoso que estamos siguiendo. Hablamos una y otra vez con ellos para explicar la situación para que sean conscientes del problema y cooperen con nosotros. Una vez arrestado el sospechoso, la familia espera compensación económica. No conocen los procesos judiciales por eso solo piden el dinero, expresa. Bajo el punto de vista de Christian Guth, perteneciente a UNICEF y responsable de la puesta en marcha de la unidad del ministerio del interior que persigue los casos de abusos sexuales, cuando una familia es muy pobre y no tiene dinero para conseguir comida, no se le puede hablar de moral y filosofía. Esto hace que muchas veces los propios niños actúen de intermediarios entre los pederastas y sus hermanos pequeños. Además, añade que entre la población existe un fuerte arraigo del componente religioso o la noción del karma, por el cual el sufrimiento que ha de soportar una persona en esta vida en este caso los niños víctimas de abusos está condicionado por lo cometido en otra. Guth elogia los pasos dados por el ministerio del interior en la lucha contra la explotación sexual infantil. El Gobierno de Camboya ha entendido que mostrar compromiso en este aspecto es bueno para su reputación, y matiza que es algo que no les cuesta mucho porque todo está pagado por organizaciones internacionales. Todas las personas consultadas coinciden en que el problema de los delitos sexuales cometidos por pederastas occidentales en el país asiático es más visible que hace algunos años. Las campañas de sensibilización han ido en aumento, así como el compromiso de determinadas cadenas hoteleras y servicios de transporte, piezas clave en la lucha contra estos abusos. Y de hecho, en el transcurso de cinco años Protect ha conseguido que se condenara a 31 extranjeros pederastas, un fenómeno impensable pocos años atrás. Esta es una parte de la realidad que nadie sabe con certeza si tiene un efecto disuasorio o no entre los pederastas, pero sí que es un indicador de que las cosas pueden haber comenzado a cambiar.

17 32 Por las calles de Phnom Penh se encuentran decenas de niños trabajadores, que van a la escuela y juegan cuando encuentran tiempo, asumiendo responsabilidades propias de un adulto.

18 35 Ko, el limpiabotas Ko es un niño de 13 años que vive en una villa a unos 35 kilómetros de Phnom Penh, desde que una constructora forzó a su familia y a otras tantas a marcharse de la capital. Allí se instalaron en una casilla hecha de pedazos de madera y caña. El interior está vacío y oscuro. En el suelo de tierra hay algunas ollas. Fuera de aquel delgado techo no hay árboles, no hay agua, no hay animales. Ésta fue la única salida que les ofrecieron tras la expulsión de Phnom Penh. Sin trabajo los padres, a tan larga distancia del movimiento de la ciudad, la supervivencia de la familia depende de Ko. El niño explica que se gana unos rieles lustrando zapatos en Phnom Penh, y vendiendo el fuego que enciende los inciensos de los devotos que llenan los templos budistas durante las fiestas religiosas. Es muy tímido, sus ojos son enormes y tiene el hablar suave y pausado. Cuenta que gran parte del dinero que gana al día con suerte, unos tres dólares se lo gasta en Ko junto a su familia, frente a su hogar. transporte. Pero no hay alternativa. Desde su metro y algo de estatura es consciente de que si no viaja hasta la ciudad no hay ningún ingreso en la familia: no hay comida. Las calles de Phnom Penh están llenas de niños trabajadores como Ko, que juegan y van a la escuela cuando encuentran tiempo, y se ocupan de su propia supervivencia. El parque de diversiones New Garden, comenta el niño, es un buen sitio para sacarse unos rieles lustrando zapatos o vendiendo mangos, ya que allí acuden a diario un montón de camboyanos y extranjeros para pasear y pasar el rato. Algún día del año 2005 hasta New Garden llegó el australiano Damien Walker, de 27 años, y convenció a Ko para que lo acompañase a su apartamento de la capital. Llevó a Ko y a cinco niños más, de los que abusó sexualmente en reiteradas ocasiones, como pudieron comprobarlo los investigadores de Protect. Tras la denuncia a la policía local y el juicio, Walker fue condenado a 10 años de prisión.

19 36 37 Walker, el pederasta que se volvió cristiano El perfil de Damien Walker, australiano que cumple condena en Phnom Penh por abuso sexual a menores, rompe con todos los tópicos de los pederastas detenidos a instancias del proyecto Protect. Walker no ha cumplido los 30 años y reconoce, sin vacilar, que padece un trastorno. La entrevista se produce en la cárcel Prey Sor, la principal de la capital camboyana. Walker se acerca por la senda que zigzaguea el patio de la prisión. Extiende su mano a través de las viejas rejas. Es un tipo muy delgado, alto, con mirada y actitud desenvueltas. Enseguida queda claro que Walker es profesor de inglés. De sus labios secos e hinchados salen palabras tremendamente firmes. Mira fijamente a los ojos. Estoy mal, tengo una enfermedad, señala. Es muy difícil explicar lo que me ocurre. Recuerdo que el tiempo pasaba, yo crecía y sentía una enorme atracción por los niños. La atracción continuó cuando era joven. No me gustaban los hombres, me gustaban los niños. Después supe que esto era pedofilia. Estaba preocupado pero no me atreví a hablarlo con nadie. Si hubiese hablado con alguien me hubiera quedado al margen de la sociedad. Australia era la muerte para mí. Recuerda que cuando fue detenido por la policía, avisados de las circunstancias sus padres llegaron a verle en Phnom Penh. Damien, el buen alumno, hijo de la clase media australiana con futuro sin sobresaltos, estaba siendo juzgado por abusos sexuales a menores. Los abatidos padres manifestaron asombro, incredulidad, pero no lo dejaron solo, relata el condenado. A la pregunta de si siente arrepentimiento de algo de lo ocurrido, responde categórico: Sólo me arrepiento de no haber hablado con mi familia a tiempo, porque ahora estoy seguro de que me hubieran ayudado. Dice ser consciente del trastorno que padece y cree que fuera de la cárcel le ocurriría lo mismo. Pero no menciona a sus víctimas. Walker fue seguido y denunciado por los investigadores de Protect. En repetidas ocasiones, pudieron ver cómo desde la ventana de su apartamento destellaba el flash de la cámara con la que tomaba fotografías a niños desnudos para archivarlas luego en su ordenador. Eran en total cinco niños. Marchaban con él y permanecían en la casa hasta la madrugada, porque el profesor tenía la precaución de despedirlos antes del amanecer, para evitar ser visto por los vecinos. Durante tres meses, los investigadores reunieron las pruebas suficientes y presentaron el caso a la policía. Walker fue detenido en diciembre de 2005 frente a la universidad de Camboya, luego juzgado y condenado a 10 años de prisión. Cumple condena en una celda de escasos metros cuadrados, que comparte con catorce personas más. Añade que ha encontrado fuerzas en Dios, que se ha vuelto cristiano. Eso me está ayudando a vivir mejor, concluye. SOBRE PEDOFILIA Y PEDERASTIA El manual de psicopatología editado por McGraw-Hill/Interamericana de España señala que la pedofilia o paidofilia es un trastorno caracterizado por la presencia de fantasía y actividades que implican la actividad sexual entre un adulto y un niño. El texto indica que las conductas implicadas en la paidofilia son diversas y van desde el mero exhibicionismo o masturbación delante del niño hasta los besos, las caricias, los contactos oro-genitales y en algunos casos (no muy frecuentes) la penetración tanto vaginal como anal. A diferencia de la pedofilia, que refiere a la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes, el término pederastia alude a la práctica de esta atracción.

20 38 39 Ko y Rithy fueron víctimas de los abusos sexuales cometidos por el australiano Damien Walker, que cumple una condena de 10 años.