"El Odioamoramiento En El Lazo Social"

Transcripción

1 "El Odioamoramiento En El Lazo Social" (*) Intervención En El Panel: odioamoramiento En El Lazo Social Jornadas De Escuela. Escuela Freudiana De Buenos Aires Viviana Leticia San Martín Lacan introduce el término odioamoramiento en el Seminario 20, en la clase El saber y la verdad (1), con una referencia a Empédocles: Dios es el más ignorante de todos los seres porque no conoce el odio Empédocles sostuvo que el origen de la materia era la combinación de cuatro elementos irreductibles: el agua, la tierra, el aire y el fuego. La muerte no es más que la separación de las partículas de estos elementos que integran los cuerpos y se reagrupan formando otros nuevos. El amor y el odio aparecen como las fuerzas que causan esta integración y desintegración en un eterno movimiento rotativo. En la primera etapa predomina el amor y todo es UNO, en la segunda y la tercera comienza la diversificación por la presencia del odio, en la última domina el odio y produce la disgregación total. El odio cumple su función en la creación, que le hace afirmar al filósofo: La génesis comienza cuando se cumple el odio. Podría situarse a Empédocles en la línea de Heráclito en cuanto a la intuición de un ser rotativo, a causa de este proceso de asociación y disociación de la materia. Después de esta referencia a la ignorancia de Dios en materia de odio, afirma: la cuestión del amor se liga así a la del saber. Pero esto no es ninguna novedad a esta altura de su enseñanza: a quien le supongo el saber, lo amo. Es en esta cuestión de no negar el papel del odio que el psicoanálisis está más cerca del mito de Empédocles que del Cristianismo. En efecto, el Cristianismo transformó esta ausencia de odio de Dios, en un signo de amor. El cristiano tiende a negarle existencia al odio. Por supuesto que esta negación, no suprime el odio, sino que lo expulsa hacia aquellos que no creen en su Dios todo Amor. Es así que en su historia, en nombre de Cristo, se deberá matar a los herejes, los cismáticos, sin odio casi con amor, ya que Dios sabrá siempre reconocer a los suyos.(2) En cambio el psicoanálisis, siempre postuló por su propia experiencia, que no se conoce amor sin odio y lo designó con el término ambivalencia. Lacan le agrega con la noción de odioamoramiento, este elemento tercero: el saber, no incluido en la idea de ambivalencia. Se trata del saber que anuncia el psicoanálisis: hay saber que no se sabe y tiene su soporte en el significante. Si tenemos que retomar en el psicoanálisis la función del saber, no será porque - Página 1 de 5 -

2 no se ha puesto al odio en su lugar?-se pregunta Lacan. Cuál es el lugar del odio entonces que propone Lacan, en el dispositivo analítico? Qué quiere enfatizar poniendo el odio en primer lugar en la creación de su neologismo: odioamoramiento?. Lacan en la clase Dios y el goce de l/a mujer, habla del odio como condición de una buena lectura. Dice de sus lectores universitarios, que con el afán de obtener una maestría, lo leen bien, con odio esmerado: si me odian, es porque me de-suponen el saber. Pero cómo trasladar esto a la función del odio en el análisis, donde leer no es leer un texto, aunque se pueda sostener la metáfora, pero hasta cierto punto? Dicho en otras palabras, el odio del odioamoramiento, así dicho todo junto, qué separa que el amor une, y es condición de la lectura? Propongo que dentro del análisis, este odio es solidario de la función deseo del analista. Recordemos las orientaciones dadas por Lacan al respecto, al final del seminario 11, donde plantea que esta función busca la diferencia absoluta entre el Ideal del yo, que el analista es llamado por el sujeto a encarnar, y el objeto a, que se busca aislar. El amor de transferencia, los tiende a unir. Del lado del analista, alejarse de esa idealización para dar soporte al objeto a separador. Del lado del analizante, no es sin la participación del odio que es el afecto que sostiene la tensión entre el Ideal del yo y el objeto a. En el discurso analítico se trata de que el saber esté en el lugar de la verdad, para lo cual es necesario que el analista, ubique el objeto a en el lugar del semblante. Desde allí, se trata de que el objeto a reine. De ese modo, queda en el lugar más conveniente para interrogar como saber la verdad del sujeto. Es desde ese lugar que puede interpelar al $ (sujeto barrado) y ello debe tener por resultado la producción de S1, es decir, del significante del cual pueda resolverse su relación con la verdad. Cuál es la verdad buscada? La ley que regula su goce. Recordemos que es la ausencia de una cuota de saber, la que inicia la búsqueda del significante ausente y determina en el neurótico la demanda por ese saber que supone razón de su sufrimiento. La suspensión del saber del lado del analista precipita el amor de transferencia, que más allá del reclamo narcisista, indica la búsqueda del a como causa del deseo. El analista sostiene entonces con su cuerpo el lugar del Otro en el cual el analizante busca el agalma. El odioamoramiento designa una conjunción de amor y odio lo que permite que el sujeto avance desde la atribución de saber al Otro, dimensión del amor, hasta un tiempo donde el Otro puede ser descompletado por la función propiciatoria del odio. En todo análisis, el analista sostiene esta dialéctica hasta el tiempo en que, gracias a que hace presente lo que sostenía este juego, el sujeto advierte, no sin cierto horror, lo real que lo habita. El término odioamoramiento, en francés hainamoration, también contiene, además del amor - Página 2 de 5 -

3 y el odio, una referencia a la adoración más ligada específicamente al amor a Dios. Lacan, a diferencia del materialismo, no se espanta de ubicar a Dios como tercero en el asunto del amor y el odio humano, ya que en la praxis psicoanalítica, se las tiene que ver con el Otro. Lacan pone a jugar a Dios entre el hombre y la mujer del siguiente modo: Mientras más se preste el hombre a que la mujer lo confunda con Dios, o sea, con lo que ella goza, menos odia (il hait) y por lo mismo, menos es (il est). Y por lo mismo, menos ama. (3) Menos odia, menos es y menos ama, si el hombre confunde su lugar con el de Dios, es decir, confunde al goce femenino con el goce fálico. Entonces, haciendo pie en esta homofonía entre il hait (odia) e il est (es), Lacan relaciona el odio con el ser. Más adelante afirma: Que el ser como tal provoque el odio, no está excluido. Estamos tan sofocados por esto del odio que nadie se percata de que un odio consistente, es algo que se dirige al ser mismo de alguien, que no tiene porqué ser Dios (4). Ahora bien, a qué ser, no odioso en sí, sino susceptible de provocar en el sujeto el odio, se refiere Lacan?. Lacan evoca la tantas veces citada escena de celos descripta por San Agustín, que aquí llama de celosgoce (jalouisance, palabra compuesta formada por jaluosie, celos y jouissance, goce): el niño que todavía no habla observando pálido como su madre amamanta a su hermano, que está prendido de su pezón. Se trata del goce sustitutivo inicial. En efecto, no se trata del pecho real que perdió en el destete, sino de la imagen de su hermano, su semejante, gozando de lo que él ya no tiene: el objeto a es lo que ya no se tiene (Seminario de la angustia). Este objeto a, imagen sustitutiva, se convierte entonces en causa de su deseo. El deseo como falta, nace preñado de amor y de odio. Ahora bien, si reencontrara en la realidad el objeto, el ideal de su imagen, sólo estaría respondiendo a la imagen correspondiente al deseo del Otro, imagen alienada. Pero por otro lado, este tiempo de sustitución del objeto, aunque alienante, no deja de instaurar en el fantasma una alteridad con respecto al sujeto del autoerotismo, del sujeto acéfalo de la pulsión. En efecto, lo que Freud llamaba diferencia yo-no yo, o podríamos decir, diferencia sujeto-objeto, es una diferencia instaurada en el fantasma. La Cosa freudiana y en otros términos, el prójimo mismo al que Freud rehúsa amar más allá de ciertos límites y que Lacan define como la inminencia intolerable del goce (en el seminario de Otro al otro). En el análisis, dice Lacan, no se pasa de esta noción de odio celoso, y por eso el análisis es un poco cojitranco. Se pasa o no se pasa? El ser en tanto tal que provoca odio, odio celoso, sería entonces el ser en tanto que parece ser objeto-del deseo-de la-madre. En los celosgoce, se trata del a como semblante de ser. Si la tradición filosófica sostiene el ser en el pensar mismo, para Lacan el pensamiento es goce y lo que aporta el discurso analítico es: hay goce del ser. Se trata del a como semblante de ser. El amor mismo se dirige al semblante, efecto de lo simbólico. El odio, también. Mejor traicionar el ser (le trahir) que practicar el odio al ser (l etre-hair). Es la la única manera de salir del paso, nos dice Lacan. El saber está en el Otro, que nada debe al ser a no ser el haber sido vehículo de su letra. El - Página 3 de 5 -

4 odio que es propiciatorio en el análisis está articulado a la función del saber, como destitución. Es condición de la lectura que permite la caída de una idealización que la obstaculizaría. En ese sentido, se correlaciona con la función deseo del analista, en tanto busca la máxima diferencia entre el Ideal y el objeto a, diferencia que la idealización tiende a velar. El odio permite separar lo que el amor con su efecto idealizante tiende a unificar. Pero no se trata de llegar a un impasse del saber y terminar allí, sino en sacar las consecuencias del impase al que se llegó: implica el des-ser. Quedar estancado en el odio al ser deteriora el lazo social, no sólo el analítico, sino cualquiera. Moliere, en El Misántropo (act. 11 ese. 4), pone en boca de Eliante, la portavoz del sentido común, cómo el amor convierte los defectos de la amada en cualidades a los ojos del enamorado: La pálida es comparable en blancura a los jazmines; La negra hasta asustar es una adorable morena; La delgada tiene agilidad y buen talle; La gruesa, un porte majestuoso No hay ningún privilegio en el objeto, salvo en este valor absurdo dado a cada rasgo de ser un privilegio, por obra del significante que lo eleva. A nivel del a minúscula la cuestión es completamente distinta del acceso a algún ideal: ningún objeto se plantea como deseable por su perfección: No hay objeto que valga más que otro, aquí está el duelo en torno al cual se centra el deseo del analista - nos dice Lacan en el Seminario 8. Nada está más alejado del psicoanálisis que una teología de la perfección, puesto que toda determinación del deseo por las virtudes del objeto concebido como objeto de conocimiento se encuentra abolida. El otro momento en el cual Lacan vuelve a tomar el término odioamoramiento; es en el seminario 22, RSI, cuando en el desarrollo del nudo borromeo pone la noción de límite como Real que distingue esa obstinación contraria al bienestar del otro y va a decir es una oscilación entre querer el bien de alguien o querer exactamente lo contrario El odio como límite real que distingue, es un límite a atravesar en el análisis. La institución del sujeto supuesto al saber, es decir, suponerle un sujeto al saber, propicia ubicar bajo el nombre del analista, los significantes inconscientes aun en reserva. En el otro sentido, el amor de transferencia, produce efectos de idealización del que porta ese nombre. En realidad, ese nombre tiene una función operacional que permite el despliegue de los significantes inconscientes del analizante. En el final del análisis, que ese nombre devenga significante cualquiera, es decir, lo que permitió ese despliegue, es homólogo a que el sujeto supuesto se separe del saber: Destitución subjetiva. Implica el des-ser: que el objeto a que lo sostenía en el fantasma, caiga. La paz no viene de inmediato a sellar esta metamorfosis en que el partenaire se desvanece por no ser ya más que saber vano de un ser que se escabulle -dice Lacan en la Proposición (pag.19). Pero quedarse estancado en el odio, implica la no caída del ser sostenido en el fantasma que no deviene lo que se fue. - Página 4 de 5 -

5 Cuando el odio es el punto ciego con el que choca al sujeto, no puede pensar al otro más que en términos de duplicación., de desdoblamiento infinito de una imagen infinita de la cual el sujeto es presa. Esta posición, deteriora el espacio de inscripción del sujeto en la urbe, además de que hace encallar el análisis: el trabajo se detiene, por el rechazo a la falta en el saber, justo antes de la desuposición de saber que implicaría la puesta en función del odio como límite. Allí el odio tiene un objeto imperdible, no hay des-ser, el odio no se pasa. Bibliografía Lacan, J: Seminario 20 Aun, Paidos Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidos Seminario 8 La Transferencia, Paidos Seminario 22 RSI (inédito), Biblioteca EFBA. Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, Manantial Meroni, M. Des-enlaces del amor y el odio en el lazo social, Escuela Feudiana de Bs As, Morales, M. El odio en el lazo social, Jornadas de Escuela Freudiana de Bs As 2012 San Martín, V. Amor y odio en la transferencia. Amor enloquecido. Reuniones Clínicas Escuela Freudiana de Bs As, y Coloquio de Verano Sirota, N. El Otro como dimensión: Transferencia y odioamoramiento, Reunión Lacanoamericana Notas (1) Lacan, J. Libro 20 Aun , El saber y la verdad, Paidos, pag (2) Hassoun J. El oscuro objeto del odio, Catálogos, pag. 17. (3) Op,cit, (4) Op, cit, pag Página 5 de 5 -