Más allá del Furor Curandis

Transcripción

1 Más allá del Furor Curandis Adalberto Levi Hambra *Psicoanalista, Fundador y Director de Yot'an, Clínica Psicoanalítica; Catedrático en la Universidad Nacional Autónoma de Morelos, en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, en la Fundación Mexicana para la Salud Mental, en el Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos, etc. El problema de la "cura" remite, en primer término, a las relaciones (difíciles) entre Psicoanálisis y Psicoterapia. Y la pregunta que da nombre a esta mesa Cura el Psicoanálisis? se ubica exactamente en el centro de la problemática en cuestión. Esta pregunta constituye un punto de partida que es más precisamente un parteaguas. Aunque con frecuencia "Psicoanálisis" y "Psicoterapia" se mencionan como sinónimos, están lejos de serlo. De hecho el mismo Freud designaba la pretensión terapéutica (para él indebida) del psicoanálisis con la expresión "furor curandis". (Lo cual, desde luego, no constituía una invitación a su práctica). PSICOANÁLISIS - PSICOTERAPIA Qué es lo que diferencia el psicoanálisis de la psicoterapia? Para empezar, el operador. La demanda inicial de todo consultante suele ser terapéutica. Si el consultante se encuentra con un psicoterapeuta esta demanda puede derivar en una psicoterapia. Si el consultado es un psicoanalista (es decir, alguien dispuesto a caer al final del análisis), la demanda puede modificarse, y el proceso de entrevistas preliminares se vuelve susceptible de culminar en un psicoanálisis. Esto implica que no se trata de una elección derivada de la conveniencia de una u otra cosa sino de una toma de posición por parte del consultado. El psicoanalista o el psicoterapeuta se juegan en esta decisión. Se tratará, entonces, de una cuestión ética. DEMANDA TERAPÉUTICA - DEMANDA ANALÍTICA Cualquiera que consulte a un psicoanalista es un paciente, esto es, alguien que padece. Y, siendo así, espera ser aliviado de su padecimiento. Esto significa que su demanda es, en principio, terapéutica. Un psicoterapeuta se ofrece a aliviar su sufrimiento, cualquiera que éste sea; ofrece, en una palabra, curar. Un psicoanalista, en cambio, ofrece escuchar. La curación queda fuera de sus planes. Incluso, los que tal vez podríamos llamar "pequeños sufrimientos" del paciente tienen tan sólo la función de brújula que, de alguna manera orientan el camino. Pero tendrán que ser reemplazados por los "grandes sufrimientos" existenciales para que una "cura analítica" tenga lugar. 1 / 8

2 En efecto, más allá de aquello que lo llevó a consultar, un paciente que devenga analizante llegará a plantearse las "grandes preguntas": " Quién soy? De dónde vengo? Cuál es mi origen? Cuál es mi destino? Cuál es mi lugar en el mundo?" Estas son justamente las "grandes preguntas" referidas a los "grandes sufrimientos" que eventualmente reemplazarán a las "pequeñas preguntas" referidas a los "pequeños sufrimientos" que condujeron al paciente a la consulta. Esto coincide, asimismo, con un cambio generado por la oferta del analista: el paciente pasará de su "demanda de ser curado" a una "demanda de saber". Esto es, pasará a ser "analizante". Pero eso sólo sucederá si el consultante asigna al consultado un cierto lugar. Se trata de un lugar cuya constitución implica dos suposiciones: una suposición de sujeto y una suposición de saber. Es decir, el analizante supone sujeto (pero el analista no es sujeto) y supone saber (pero el saber del analista, saber que implica el desconocimiento, ocupa, casi podríamos decir usurpa, aquello de lo cual se trata: el lugar de la verdad). Cuando cristaliza la demanda analítica se constituye este lugar que Lacan llama Sujeto supuesto Saber, y es con relación a este Sujeto supuesto Saber que se establece la transferencia. Como todo esto parte del analista y su ofrecimiento de escucha, se afirma que el analista pasa del lugar de "amante" (aquel que desea, el sujeto que ofrece su amor al objeto) al lugar de "amado" (el objeto hacia el cual se dirige el amor del amante). Por eso se puede afirmar que un psicoanálisis se sostiene entre un deseo (el "deseo del analista") y una demanda (la "demanda del analizante"). Esto sucede al comienzo de un análisis. Este lugar de Sujeto supuesto Saber es un lugar que se asigna, no se toma. Y como tal está destinado a caer al final de análisis (como dije antes). En ese momento se produce la "desuposición de saber". El analista, que durante el psicoanálisis ocupó, en realidad, no un lugar de sujeto sino uno de objeto (justamente "objeto causa de deseo") caerá, finalmente, como desecho del análisis. Este es un destino que el psicoanalista no comparte con el psicoterapeuta. LA CUESTIÓN DE LOS SÍNTOMAS Sin duda los síntomas ocupan un lugar y cumplen una función en la práctica psicoanalítica. Es la función de un "texto susceptible de ser leído". Decimos "leído", pero "no comprendido", porque la comprensión también queda fuera del campo de psicoanálisis. (En la medida en que nuestra materia es lo Inconciente, esto es, no lo desconocido sino lo incognoscible, y, en consecuencia, también incomprensible.) En psicoanálisis trabajamos sobre la base de un sistema de signos que nos son desconocidos en el momento en que se producen. Y que, eventualmente pueden permanecer desconocidos también después. Esto es así, repito, en la medida en que los efectos que se juegan en la estructura en cuestión no dependen en absoluto de la comprensión. 2 / 8

3 Citando a Lacan diré que "el que habla no sabe lo que dice". Esto plantea de entrada una diferencia entre "hablar" y "decir". Podríamos hacer una lectura de esta cita de Lacan señalando que el hablar queda dentro del campo de lo voluntario, mientras que el decir escapa a lo que suele llamarse "discurso intencional". Sin duda, aquello que se dice compromete al emisor, y entra dentro del campo que, en lingüística, se denomina "enunciación". Estas consideraciones caben para cualquiera que hable: analizante o analista. El analizante, desde luego, no sabe lo que dice. Pero el analista no conoce de ninguna manera el alcance de sus palabras. A lo sumo sabe que habrán de tener algún alcance. El analista se presenta ante el analizante como aquél que sabe leer de cierta manera. Y el texto por excelencia que se ofrece a su lectura es el texto sintomático. "Síntoma" habrá que entenderlo en sentido amplio. En el sentido general de aquello que Lacan, tomándolo de Freud, llamará "formación del inconciente". Así pensado, el síntoma conducirá directamente hacia el núcleo verdadero del analizante. (Condición que comparte con el sueño y con el lapsus.) En Lacan el síntoma (que él escribe "sinthome" -término que empleo en francés, porque implica un juego lingüístico intraducibie; decididamente, el síntoma no es le sinthome-) constituirá el elemento necesario para sostener unidas las tres consistencias lo Real, lo Simbólico, lo Imaginario, que, en principio se presentan como desanudadas. Esto condujo a afirmar, con gran escándalo, que la locura fulgura en el origen de toda demanda de análisis (en la medida en que el desanudamiento implica locura). En estos términos, le sinthome del principio de un análisis, constituirá suplencia de otro término de anudamiento: el "nombre del padre". Este planteo lo fundamenta Lacan en un campo que, en psicoanálisis resulta, por lo menos problemático: el campo de las psicosis. El seminario al que estoy aludiendo, llamado justamente "Le Sinthome", constituye la última formulación de Lacan acerca de las psicosis. Es uno de los últimos seminarios, uno de los llamados genéricamente "seminarios nodales", porque en ellos se encuentra un claro desarrollo de uno de los objetos topológicos más importantes de los utilizados por Lacan: el "nudo borromeo". Se trata de un anudamiento de tres como mínimo, que tiene como característica la particular circunstancia de que si uno de sus elementos se suelta, todos quedan sueltos (esta es precisamente la condición borromea). Estos tres elementos constituyen otras tantas dimensiones reconocibles en el sujeto humano. Lacan las llama "Imaginario", "Simbólico", "Real". Y estas dimensiones aparecen mucho antes de que se le ocurriera anudarlas en la cadena borromea de tres eslabones. Imaginario, Simbólico, Real, en este orden constituyen también tres momentos en la elaboración teórica lacaniana. Lacan señala en un seminarlo anterior al nombrado, el seminarlo R.S.I. ("Real, Simbólico, Imaginario", pero también, por homofonía, en francés, "Herejía") que su primera referencia fue la Imaginaria, se trata del cuerpo, y recuerda que la forma perfecta de cuerpo es la esférica (según el mito de Aristófanes, de los tres sexos, relatado en el Banquete, 3 / 8

4 de Platón). Esta esfericidad, aplastada sobre un plano euclidiano, resulta en un primer círculo: el "círculo de lo Imaginario". La segunda referencia es la referencia al lenguaje, el cual por naturaleza es circular y tautológico (en la medida en que una palabra no remite sino a otra palabra). Esto en el plano euclidiano nos da un segundo círculo, el "círculo de lo Simbólico". La tercera y última referencia (en este momento de la teorización lacaniana) es la referencia a lo Real. La representación clásica de lo real es la bóveda celeste (esto es, la nada entre los astros). Esta bóveda, aplastada sobre el plano euclidiano nos da el tercer círculo, el "círculo de lo real". Este procedimiento, aparentemente claro y lógico, nos conduce en verdad a una paradoja: se anuda lo inanudable (una esfericidad, una circularidad y una nada) en un lugar imposible para cualquier nudo (el plano euclidiano). De todas maneras lo imposible nunca detuvo a un analista (cuya actividad fue caracterizada precisamente como imposible por Freud, lo mismo que gobernar y educar). Lacan, dando un paso más en su construcción teórica, convierte el síntoma de "zona de intersección entre lo Imaginarlo y lo Simbólico" en una nueva consistencia, reduplicación simólica capaz de someter una locura que él considera estructural. Construye así el nudo de cuatro consistencias. El ejemplo en el cual se fundamenta es el de Joyce, en quien la escritura funciona como sinthome. Sinthome que lo mantiene estable en su locura. (Señalo de paso que, en el seminario Le Sinthome, Lacan se abstiene de hablar de psicosis, y habla de locura, que de hecho es algo diferente). Una pregunta que cabe formular es si este cambio (cambio que recuerda el cambio de la histeria de un status de estructura a otro de discurso) inducirá, a su vez un cambio del criterio de "lectura" que dominó la época de la primacía del significante y del seminarlo, muy anterior, casi fundante acerca de Las Formaciones del Inconciente. Tal vez una respuesta pueda encontrarse en un seminario posterior a Le Sinthome. El seminario al que aludo es el que lleva el número 25 y que Lacan llama Momento de Concluir. En este seminario afirma que Sujeto supuesto Saber implica, fundamentalmente, "saber leer de otra manera". De todos modos, la misma lectura tiene que necesariamente incluir diferencias si de lo que se trata es de leer una intersección o una consistencia. La intersección implicará un abordaje del encuentro entre lo Imaginarlo y lo Simbólico, "cópula entre el cuerpo y el sentido" como lo expresó alguna vez Lacan. De esa manera leyó Freud el síntoma histérico, por ejemplo. Pero la inclusión del trazo de escritura anudado como cuarto lazo a otros tres desanudados tiene como consecuencia la consideración inevitable de lo Real. Lo cual supone la inclusión, en el campo de lo legible de aquello que es radicalmente ajeno a lo Imaginario y a lo Simbólico.) Esto nos permite introducir otro concepto lacaniano, el concepto de "mathema". Ligado a la transmisión, constituye el hallazgo de un posible traslado sin pérdida. La condición para que esto suceda es que aquello que se trata de transmitir reúna dos características (que son, 4 / 8

5 precisamente, las características del mathema): a. "no se sabe que quiere decir"; b. "se transmite íntegramente". En realidad lo segundo es consecuencia de lo primero: si el mathema se transmite sin pérdida es justamente porque no se sabe que quiere decir. Ejemplo de mathema es la conocida "$", S tachada, absolutamente impronunciable (decir S tachada es describir, no pronunciar). En sí misma no significa nada, exactamente igual que el signo matemático. En este último caso, para que signifique es necesario definir. En psicoanálisis también se define: $ es sujeto. Pero qué significa? Absolutamente nada. En consecuencia no queda más remedio que leer, y comprometerse, como lector, en la lectura. Se podrá leer, por ejemplo, que el sujeto está dividido; que está marcado por una separación radical entre Saber y Verdad; que presenta una exclusión absoluta entre Inconciente y Preconciente-Conciente; etc. Ese mathema se puede integrar, por ejemplo, a una fórmula. He aquí esta conocida fórmula:.$ a En esta escritura (que se conoce como fórmula del fantasma) tenemos tres rasgos enigmáticos: la ya conocida "$", la "a" minúscula, y un signo: "losange" en francés, "punzón" en español. De la "a" se conocen varias lecturas: "otro imaginario", "plus de goce", "objeto causa de deseo". La lectura de elección en esta fórmula suele ser la última. Lacan mismo propone como "una (no la única)" lectura "sujeto marca de 'a'". Podríamos decir "sujeto marca del objeto" o "sujeto marcado por el objeto". Y, aunque las diferencias sean sutiles, se trata cada vez de una lectura diferente. El "punzón" se lee aparte, Lacan propone dividirlo según el eje horizontal y según el eje vertical. Según el eje horizontal, la división de este signo, articulador en sí mismo, dará como efecto otros dos articuladores: "unión" (? ) y "disyunción" ( V ). Según el eje vertical, dará otros dos articuladores: "menor que" ( mayor que" ( > ). Como todo esto sucede simultáneamente, habrá que reconocer que las relaciones entre sujeto y objeto son múltiples: suele decirse "toda relación posible". Pero esto plantea otra paradoja: decir "toda relación posible" equivale señalar su misma imposibilidad estructural. Entonces corresponde interrogarnos acerca de ese signo. Se trata de un articulador derivado de la "lógica modal". La lógica modal es un desprendimiento de la llamada lógica aristotélica, que pone el acento en los modos de relación. Y define cuatro: "necesariedad", "contingencia", "posibilidad" e "imposibilidad". El losange, el punzón, es el articulador de "posibilidad". Si la fórmula perteneciera a la lógica modal se leería "si $ es posible que a". Pero la lectura propuesta por Lacan convierte este articulador de "posibilidad" en un articulador de "imposibilidad". La lectura clínica de Lacan lo conduce a producir, a su vez una escritura, susceptible de ser leída. Esto coincide con la lectura clínica de cualquier analista. Su lectura se traduce en términos de un cifrado que, a su vez, se propone a la lectura del analizante. Esto es, su lectura se convierte en escritura, susceptible de ser leída. Otra escritura propuesta por Lacan es la escritura topológica. Después de recurrir a unos pocos objetos topológicos que le permiten dar cuenta de su reflexión teórica, Lacan aborda la imposibilidad mediante la conversión de tales objetos en escritura. (No es invento de Lacan, 5 / 8

6 pero él lo emplea). Ejemplo de esto es el tratamiento del "nudo borromeo" ya mencionado, que, convertido en nudo escrito (esto ya es imposible), da cuenta de una imposibilidad, apoyada en la "resistencia al aplanamiento" que conduce a la luminosa caracterización de Pierre Soury acerca de la topología en su conjunto: "lectura de la ilegibilidad". Podremos decir que esa caracterización "lectura de la ilegibilidad" corresponde exactamente a la clínica psicoanalítica? LA CURA EN PSICOANÁLISIS Ahora podemos volver al principio de esta presentación, y a la pregunta inicial (que coincide con el tema de esta mesa): " cura el psicoanálisis?" Desde luego, este problema tiene historia. Señalaré algunos hitos. En un principio Freud pretendía que con el llenado de las lagunas mnémicas el síntoma desapareciera. Eran los tiempos de la Teoría del Trauma (y de los Estudios sobre la Histeria). Un hecho traumático (habitualmente la seducción de un niño por un adulto) generaba en el niño el desarrollo de una neurosis. Las cosas se complicaron para Freud cuando descubrió que la teoría del trauma (también llamada "de la seducción") no era universal. El pensó concretamente que era poco probable que todos los padres, por ejemplo, fuesen degenerados (o, al menos, seductores irredentos de sus hijitas). Así pasa de la teoría del trauma a la del fantasma. El fantasma (o fantasía) del hecho traumático tiene la absoluta eficacia del trauma y desencadena por si sólo el proceso que va a conducir a la constitución de una neurosis. Con el tiempo, este criterio de "llenado de lagunas mnémicas" pasa a un segundo plano. Simultáneamente el relato del analizante se convertía en "Novela Familiar". La realidad también pasaba a un segundo plano. Y ocupa un primer plano la "Realidad Psíquica". Analizar se vuelve más importante que curar. Sin embargo se presentaban, naturalmente, ciertos efectos terapéuticos del análisis. Lacan dedica uno de sus escritos a la Cura Analítica. Se llama "La dirección de la Cura y los Principios de su Poder". Ahí aparece una de sus célebres caracterizaciones, esta vez la que nos interesa dice: "La dirección de la cura es otra cosa. Consiste en primer lugar en hacer aplicar por el sujeto la regla analítica...". Esto significa, lisa y llanamente, que dirigir la cura implica asegurar que efectivamente haya análisis. Pero si esto es "dirección de la cura", la desaparición de los síntomas esta simplemente excluida. Lacan, más que de síntomas, se ocupa en este trabajo de determinar ciertos componentes del proceso analítico. Distingue táctica, estrategia y política. La Táctica se vincula con la intervención concreta del analista ("libre soy del número y ocasión de mis intervenciones, único amo en mi barco, después de Dios."). Esto implica que no hay tal libertad, o que la misma esta limitada por algo que excede al analista. La Estrategia limita aún más, puesto que en este 6 / 8

7 terreno se juega la castración, y, desde luego, la muerte. Finalmente la Política, es la instancia en la cual interviene no sólo el síntoma (recuérdese la consigna freudiana: "mi política es el síntoma") sino el deseo del analista. Naturalmente, en esta dimensión el sujetamiento es máximo. Pero lo importante de este planteo es que pone claramente de manifiesto que en la escena clínica están comprometidos tanto analizante como analista. Cuando, en Psicoanálisis, decimos cura, no hablamos en absoluto de la desaparición de los síntomas. Si el psicoterapeuta cura (ese es su objetivo específico), un psicoanalista es más bien un curador. Freud, aparte del "furor curandis" alude a esta circunstancia a través de la remisión a una sentencia inscripta en los hospitales franceses: "Yo lo cuidé, Dios lo curó". No creo que esta sentencia tienda a divinizar al psicoterapeuta, pero sí atribuye su justo lugar al psicoanalista. Un lugar similar al de un curador de museos: aquel que cuida las piezas y su adecuada exposición. Ya en términos lacanianos la cuestión de la cura pasa a ser de naturaleza Ética. No se tratará, insisto, de que desaparezca el síntoma, sino, literalmente de "no retroceder frente al deseo". En este sentido el modelo es el héroe trágico. Justamente aquél que lleva esta consigna hasta las últimas consecuencias (esto es, hasta la muerte). PROBLEMAS VINCULADOS CON EL FIN DE ANÁLISIS Si en alguna medida puede vincularse la cura con el fin de un análisis será en la medida en que un sujeto pueda subjetivar la muerte. En otras palabras, asumir la castración. Freud separa en forma tajante el fin de un análisis de la desaparición de los síntomas, y remite dicho fin a la capacidad, adquirida o recuperada, para "amar y trabajar". Después de todo al psicoanalista sólo se le pide la felicidad. Claro que la felicidad suele ser cara, en la medida en que, comprometiendo la realización del deseo es estructuralmente siniestra. En Freud no hay fin de análisis: el análisis es interminable, y se extiende, idealmente, a lo largo de toda la vida. Para Lacan la situación es diferente. Aquello que en Freud constituía obstáculo infranqueable, "la Roca Viva de la Castración", inabordable por la vía de la interpretación, encuentra en Lacan, con otro nombre, "lo Real", un posible abordaje en términos de "Acto Analítico", aquel que aparece cuando las palabras ya no cumplen su función, cuando faltan o son insuficientes. En este sentido Lacan destaca especialmente dos actos primordiales en el campo analítico: el acto de "entrada en un análisis", y el acto verdaderamente fundante (sin el cual nada habría ocurrido) del "fin de análisis". El fin de análisis se liga en Lacan a otro dispositivo: "el Pase", instancia de testimonio en la cual el "pasante", aspirante a un lugar de "Analista de Escuela" (este dispositivo sólo tiene sentido en el interior de una Escuela) dará cuenta de su propio análisis. Sólo en este caso Lacan reconoce no una terminación sino un "fin de análisis", esto es, "un análisis llevado hasta su fin". 7 / 8

8 Powered by TCPDF ( Subjetividad y Cultura Lacan elabora otras fórmulas. Por ejemplo, "travesía del fantasma" que también suele traducirse como "atravesamiento del fantasma" (esto es, pasar al otro lado para comprobar que no hay absolutamente nada). Hay, sin duda, aunque no sean buscados, efectos terapéuticos en el análisis; pero, desde luego no se vinculan con su final. Si en algún caso se puede hablar de "fin de análisis" eso ocurrirá cuando se produzca un cambio de la posición subjetiva: esto es, cuando un analizante devenga analista. 8 / 8