Iratxe Gutierrez Retolaza

Transcripción

1 Iratxe Gutierrez Retolaza Kirmen Uribe, (Bitartean heldu eskutik, 2001, Susa.) Mano miedosa, mano sincera En una época donde el individualismo lejos de favorecer una libertad de conducta y sentimiento, nos suele arrimar a valores concretos tanto del tiempo como del ser humano, se agradece el intento que el joven Kirmen Uribe ha hecho por comunicarnos su propia percepción de dichos conceptos. Hoy en día, predomina una concepción del tiempo donde su transcurso se identifica con el avance, con el progreso. Progreso que se ha vinculado con las nuevas tecnologías, y con el éxito personal. En el poema que dedica a la tecnología (39), pone en duda el carácter de progreso que se suele asociar al transcurso del tiempo: nos muestra una eterna condición humana que ese denominado progreso no puede sobrepasar, ni modificar. Tras mostrarnos cómo va transformándose el formato de la comunicación (oral, escrito, mensajes electrónicos), hace hincapié en lo esencial difícilmente transformable del individuo: Hiru belaunalditan, egia da,/ idazketaren historia luzea igaro dugu./ Dena den, kezkak, beldurrak/ beti-betikoak dira, eta izango (39) [Es cierto: en tres generaciones hemos recorrido/ un largo trecho en la historia de la escritura./ De todas formas, las preocupaciones, los miedos/ son los mismos de siempre, y lo seguirán siendo]. De hecho, hoy en día se promueve que las personas luchen por buscar la perfección, el éxito personal. En el poema Sagarrak [*Las manzanas] se critica la búsqueda de la perfección (pues parece que hoy en día se debe ser perfecto hasta en la cama), y reivindica los temores y dudas del ser humano, la imperfección del ser humano. Y por eso, reivindica la valentía necesaria para vivir en la humildad, y aceptar nuestra condición humana llena de temores y dudas: una valentía superior a la necesaria para vivir en la búsqueda de la competición, y la perfección. Por ello, frente a la concepción del tiempo basada en el avance, en el poemario Bitartean heldu eskutik [Mientras tanto dame la mano], se exalta un tiempo que se fundamenta esencialmente en el presente, en el vivir. Se nos invita a vivir en el presente, sin mirar innecesariamente al pasado, ni al futuro. De todas maneras, destaca el valor que el pasado puede tener en toda vivencia presente. Para ello, en la segunda parte del poemario habla sobre los niños, sobre lo dejado en el pasado. En esa mirada nostálgica al pasado nos dibuja a unos niños corriendo, viviendo. Por ello, parece echar de menos esa vitalidad, esas ganas de vivir de la niñez. De hecho, para los niños el transcurso del tiempo no es tan significativo, ni rige sus conductas. Por otra parte, observamos una apuesta por vivir el tiempo en libertad, por sentir el tiempo en libertad. Como el mismo ondarrutarra indica: Ez jarraitu beldurrari,/ ez esan beti, ez esan inoiz ez,/ utzi libre denborari bidea egiten (43) [*No te guíes por el miedo,/ no digas siempre, no digas nunca,/ deja al tiempo libre/ hacer su camino]. Esta idea de la libertad del tiempo se refleja también en el poema Irla [Isla] (20). Mientras Es domingo en la playa para la gente de buena voluntad, en la isla los segundos se confunden con los siglos,/ y los siglos con los segundos. Es la unión de los cuerpos de los amantes la que rompe con los límites del tiempo, y a la vez, la que impone la medida al tiempo. Así, se aproxima más a una concepción del tiempo unida a la percepción, que a una unida a convenciones impuestas (domingo). Por ello, cuando el poeta muestra su deseo de traer a la persona a la dimensión del mundo para poder dar forma al caos (73), parece refle- 125

2 jar la necesidad de valorar la percepción humana. Y dentro de dicha percepción destaca la importancia del cuerpo. Así, denomina tiempo de árboles ( Zuhaitzen denbora, 43) a la concepción basada en la percepción y, ese tiempo de árboles se asocia al tiempo percibido por los cuerpos, puesto que la identificación entre los árboles y los cuerpos es continua: en el poema Gereziondoa [el cerezo] la muerte de dicho árbol se asocia con la muerte de una persona; en el poema Pagoa [*El haya], dicho árbol se identifica con el encuentro de la amada; y aún más sugerente es el primer poema del libro, Ibaia [El río] dónde Las raíces del árbol parecen la mano de una mujer mayor (Zuhaitzaren erroek emakume nagusi baten eskua dirudite, 15). Además, en muchas ocasiones se habla de frutas de árboles al hablar de cuerpos: manzanas, peras,... Por otra parte, así como los árboles echan sus raíces en la tierra, los cuerpos se sienten estrechamente unidos a su tierra natal. De esta manera, en el primer poema de la cuarta parte, destaca que el viajero habla sobre su tierra natal. Todo esto, nos sugiere que al ser humano le es imposible hablar de otros lugares, otras culturas, sin tener en cuenta sus raíces, su cultura. De hecho, el ser humano no puede despojarse de su cultura para hablar de ella o de otra. Así, cuando al habitante de Bhutan se le informa de que el hombre ha estado en la Luna, su única preocupación es la siguiente: Eta zenbat sherpa behar izan zituzten ura hara goraino eramateko? (56) [ Y cuántos sherpas necesitaron/ para llevar el agua hasta allá arriba?]. Para destacar la unión de las personas con su lugar natal nos habla tanto de vivencias de personas de origen lejano, como de emigrantes. Junto a esta unión cultural, destaca la unión histórica de todo ser humano. Es decir, como en el caso de la cultura, el ser humano no puede despojarse de su dimensión histórica para hablar de la historia. En el poema Memoria historikoa [*La memoria histórica] destaca el comentado aspecto. De todas maneras, se aprecia la necesidad de que estos dos aspectos no disminuyan las posibilidades de percepción de los cuerpos. Por otro parte, como se refleja en el poema Ibaia [El río], mientras los árboles se identifican con los cuerpos, los ríos se identifican con el fluir de los sentimientos: Denok dugu barruan uhola dakarren ibai estali bat./ Ez badira beldurrak, damuak dira./ Ez badira zalantzak, ezinak (15) [Todos llevamos dentro un río oculto a punto de desbordarse./ Cuando no son los miedos, es el arrepentimiento./ Si no son las dudas, la impotencia]. Por eso, a menudo el agua se asocia a los sentimientos: el rocío en los ojos (61), el rastro de agua de las venas (45),... Tras el acercamiento a esos temores, esas dudas, que siente todo ser humano, ofrece una propuesta para poder seguir caminando con esos miedos, con esas dudas. Pone en tela de juicio el valor de la palabra como medio de expresión de los sentimientos, y destaca el valor de los gestos: el valor de la comunicación corporal. Así, en el poema Bisita [Visita], están una de las líneas más significativas de todo el poemario: Bitartean heldu eskutik, eskatzen zigun,/ ez dut promesarik nahi, ez dut damurik nahi,/ maitasun keinu bat besterik ez (22)[Mientras tanto, dame la mano, nos pedía,/ no quiero promesas, no quiero disculpas,/ tan sólo un gesto de amor]. Y dicho gesto, claro está, lo identifica con la mano, con el contacto corporal. A mi parecer, el alejamiento de la palabra se debe a los valores de verdad o mentira que se le suelen aplicar a ésta. Por eso, parece rechazar los sistemas de valores divididos en binomios extremos (verdad/ mentira; bueno/ malo). Así, al dudar de la palabra prefiere no hablar, no decir: Ezin da esan 126

3 Libertatea, ezin da esan Berdintasuna,/ ezin da esan Anaitasuna, ezin esan (65) [No se puede decir Libertad, no se puede decir Igualdad,/ no se puede decir Fraternidad, no se puede]. Y la verdad la halla en el sentimiento: Alabaina ene maitea zure ahotik entzutean/ aitor dut zirrara reagiten didala,/ dela egia, dela gezurra (65) [Sin embargo, confieso que siento un escalofrío/ cuando oigo de tu boca mi amor,/ sea cierto o sea mentira]. Esa comunicación no verbal, la ubica tanto en los ojos, como en las manos. Dejando de buscar la medida de la verdad en las palabras, promueve una verdad medida por los sentimientos, comunicados por el cuerpo. Así, cuando en el poema Volga Chéjov se dirige a la isla-cárcel de Sajalin a poner nombre al infierno, lo único que trae a la vuelta es: Baina bere begiak nekatuegi daude,/ lauso urdin batez estaliak,/ egunen joanari ezin eutsi dion/ izotz kapa leun batez beiratuak (27)[Pero sus ojos están demasiado cansados,/ cubiertos por un velo azul, cristalizados/ por una delgada capa de hielo/ que no puede resistir el paso de los días]. Ante la relativa incomunicación de las palabras será esa comunicación corporal la que nos ayudará a relacionarnos con los demás. Es esta comunicación con los demás la mejor manera para soportar la soledad. Esta soledad se asocia continuamente con la muerte de seres queridos. En la sexta parte del poemario la presencia de la muerte es muy explícita puesto que nos hablan dos personas muertas: nos ofrece una partida de ajedrez entre Gabriel Aresti y Duchamp. En esta parte se retoma una idea que aparece continuamente en el libro: la necesidad de seguir andando, de seguir viviendo, y seguir arriesgándose. En otro poema vemos que el padre aconseja que nunca se deben echar las redes en el mismo sitio ( Aparte-apartean, 94-95), donde sabes que está la pesca; hay que arriesgarse, sin conformarse con lo que uno conoce. Esta necesidad de arriesgarse ya la refleja en el poema Arriskua [*El riesgo] donde exalta la valentía: pues sin el riesgo no se es nada. Por lo tanto, este poemario es un llamamiento a arriesgarse para poder seguir viviendo, pero siempre un riesgo llevado acabo desde la humildad y la amistad. Como se ha podido comprobar, Kirmen Uribe nos ofrece una mano tatuada con la tinta disuelta en poemas sinceros. 127

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5 Cuando ya no importe. 129