Semana 13: La persona en relación, la riqueza de los otros.

Transcripción

1 Semana 13: La persona en relación, la riqueza de los otros. Interésate en las cosas del otro. Habla del otro. Aprende su nombre. Escucha. No discutas. No le digas que se equivoca... Bondad... sonríe. San Alberto Hurtado Objetivo de aprendizaje: Comprender la dimensión social de la persona humana y reconoce al bien común como el fin de la acción social. Conceptos claves: Sociedad cultura - derecho justicia- deberes 1. El hombre como ser social 1 En los temas anteriores hemos tratado de la persona y su perfeccionamiento personal gracias al ejercicio de la libertad. Ahora bien, el desarrollo personal no se trata de una tarea aislada de alguien en el mundo. Desde nuestro origen estamos marcados por la relación entre otras dos personas: nuestros padres. La persona humana tiene la capacidad de conocer y amar, y eso le lleva a abrirse no sólo al mundo, sino también y, sobre todo, a otras personas, y en último término a Dios, con las que aprende a vivir una vida verdaderamente humana. Esta es una realidad presente en todas las culturas, desde los orígenes más antiguos. Y así vemos cómo los primeros hombres ya se agrupaban para conseguir el alimento, cuidaban a sus familias o enterraban a sus muertos. De este modo percibimos cómo la sociabilidad es propia de la naturaleza humana, no un añadido. El individuo humano, para desarrollar una vida verdaderamente humana necesita vivir en relación con los demás. Se puede concluir, entonces, que el ser humano está hecho para con-vivir ; la convivencia es un medio imprescindible para la perfección y la felicidad del ser humano. 1 Varias de las ideas contenidas en este primer capítulo se pueden encontrar en García, José Ángel. Antropología filosófica. Una introducción a la Filosofía del Hombre, EUNSA, Navarra, 2008, pp

2 Para qué necesitamos de la sociedad? En primer lugar para vivir (sobrevivir), es decir, para cubrir las necesidades básicas que requerimos para mantenernos vivos. El hombre solo no es autosuficiente. Es fácil percibirlo: nacemos gracias a la relación entre dos personas, nuestros padres; necesitamos un largo periodo de crianza y educación para que podamos valernos por nosotros mismos; durante nuestra vida nos encontramos con profesores, médicos, y otros muchos profesionales que nos ayudan con sus funciones sociales a cubrir nuestras necesidades. Esta necesidad no mira únicamente a los bienes materiales (vivienda, comida, autoconservación, etc.), sino principalmente a los bienes morales. Es lo que el filósofo Aristóteles llama la vida buena 2, es decir, una vida lograda, verdaderamente humana. Otro autor lo expresa así: el hombre es un ser naturalmente social porque todo individuo humano necesita la ayuda de otros individuos de su propia especie para vivir, no de cualquier manera, sino como hombre 3. En la sociedad es donde desarrollamos nuestra personalidad, asimilando una lengua, unas costumbres y unos valores morales; donde aprendemos a humanizarnos, a vivir la experiencia de la propia libertad y a ejercitar las virtudes que nos perfeccionan como personas. 2. Cultura y educación Cuando miramos a nuestro alrededor y a nosotros mismos, nos encontramos rodeados por obras que son fruto del ejercicio de la inteligencia y de la voluntad del hombre: una obra de arte o el transporte que tomamos todos los días, nuestra ropa, los medios de comunicación Todo eso forma parte de nuestra cultura. 2 Aristóteles, Ética Nicomaquea, Gredos, Madrid, 1985, 1099a 3 García, José Ángel. Antropología filosófica. Una introducción a la Filosofía del Hombre, EUNSA, Navarra, 2008, p

3 Cultura proviene del verbo latino colere, es decir, cultivar (la tierra). En su significado original, quiere decir esa acción por la que el hombre se ocupa de sí mismo, se trabaja a sí mismo, igual que un campesino trabaja la tierra para que se desarrolle mejor y dé mayor fruto. Este significado está estrechamente relacionado con la educación, que García Hoz define como el perfeccionamiento intencional de las facultades específicas del hombre 4». La cultura se puede considerar desde dos puntos de vista: el subjetivo y el objetivo. 2. a. Dimensión subjetiva de la cultura: Subjetivamente, la cultura es el ejercicio de las facultades espirituales mediante las cuales éstas son puestas en condiciones de dar los frutos más abundantes y mejores que su constitución natural permita 5, es decir, el proceso de formación de las propias facultades, a partir de los talentos naturales que cada uno posea. También se refiere al individuo humano: la persona culta es la persona cultivada, sabia. Para los antiguos y en muchas culturas, el sabio no es sólo el que sabe mucho, sino más bien el que posee un conocimiento sapiencial, capaz de responder al sentido último de la existencia humana. La sabiduría no implica sólo un conocimiento técnico o teórico, sino más bien el práctico, cómo actuar moralmente. El sabio es el cultivado en el espíritu. Así, la cultura en sentido subjetivo se refiere al desarrollo intelectual y moral de la persona humana. 4 García V. Educación personalizada y algunas derivaciones. Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Sesión del día 17 de diciembre de 1991: Disponible en : 5 Mathieu, V. Cultura, Enciclopedia Filosófica. En: García, J. A. Antropología Filosófica, EUNSA, p

4 2. b. Dimensión objetiva de la cultura: Objetivamente, la cultura está constituida por los frutos adquiridos por el hombre por el ejercicio de sus facultades, ya sean espirituales u orgánicas 6. Estos frutos pueden ser variados: obras de arte, producción literaria, instituciones jurídicas o educativas, lenguaje, avances tecnológicos, etc. Además, percibimos cómo los factores históricos, geográficos, religiosos influyen en esas expresiones culturales. Así, una obra de un pintor del siglo XX puede tener rasgos muy distintos de las que pintó un hombre prehistórico; o las de un autor costumbrista con otro paisajista. Por todos estos motivos, se puede decir que la cultura es un modo de vida humano, un producto a través del cual el hombre se humaniza a sí mismo y humaniza la naturaleza. 3. Justicia y ley. Cuál es el fundamento y el fin de la comunidad política? La comunidad política existe para lograr el crecimiento más pleno de cada uno de sus miembros, que son llamados a colaborar de una manera estable para realizar el bien común, bajo el impulso de su inclinación natural hacia la verdad y el bien. Ya lo mencionamos en el tema anterior: el hombre solo no puede sobrevivir. Nos necesitamos los unos a los otros. Y para ello, nos organizamos en la sociedad, en la comunidad política, para ayudarnos mutuamente a lograr nuestro desarrollo y fin como personas. Qué sería de nosotros si no tuviéramos hospitales a los que acudir cuando nos enfermáramos, escuelas para la educación de nuestros hijos e institutos o universidades 6 Íbidem 4

5 para la formación de los profesionales, jueces que velaran por la aplicación de la justicia en los casos difíciles, organizaciones que favorecieran el deporte y la música, que embellecieran las calles y se ocuparan de las redes de transporte? La comunidad política, al tener a la persona humana como fundamento y fin, debe trabajar por el reconocimiento y el respeto de su dignidad, a través de la defensa y promoción de los derechos de cada hombre. El bien común consiste principalmente en eso: en la defensa de los derechos y deberes de la persona humana. Y las leyes políticas deben estar fundamentadas en estos, garantizar la satisfacción de las exigencias humanas fundamentales. Uno de los elementos que más favorece la convivencia pacífica entre todos es la existencia de la justicia en las relaciones entre las personas y en la sociedad. Así, por ejemplo, en el trabajo, en el sueldo que recibe el empleado y también en la responsabilidad del empleado con el empleador; o en una compra-venta, cuando el producto comprado tiene la calidad prometida; en la seguridad en las calles y en la propia casa; en condiciones humanas básicas para todos, como el acceso a una vivienda digna, al alimento, a la salud, educación, etc. La justicia se define desde antiguo como la voluntad de dar a cada uno lo suyo y se considera una de las virtudes cardinales, fundamentales en la vida del hombre. La convivencia humana se ordena mediante actos externos, y sólo en ese campo se puede juzgar sobre la justicia y la injusticia, ya que la interioridad (pensamientos o sentimientos) es inaccesible si la persona no la manifiesta. Por otra parte, toda acción externa cae dentro de la esfera de la justicia porque tiene trascendencia social; siempre lo que hacemos tiene relación con los demás: si hablamos, somos oídos; si tomamos algo, es propio o ajeno, etc. Esto incluso cuando esas acciones son privadas o quedan fuera del campo de la ley, pues afectan a otras personas, y ellas forman parte de la sociedad. Así vemos que no es indiferente para la familia que el padre sea borracho, y tampoco lo es para el vecindario o para la ciudad. 5

6 Qué sucede cuando la ley es contraria a los derechos fundamentales de las personas o a los principios éticos? En ese caso, hablamos de leyes injustas, y la persona no está obligada en conciencia a obedecerlas. Es más, cuando piden colaborar en acciones moralmente ilícitas, tenemos la obligación a negarnos. Es lo que se llama objeción de conciencia. Esto es sencillo de comprender, ya que la ley debe estar al servicio del bien del hombre, y no en contra de éste. Un ejemplo histórico fue lo que sucedió en la Alemania nazi, donde la legislación obligaba a matar a las personas simplemente por su raza o su religión. Ante esa ley, varias personas se resistieron y no la obedecieron, poniendo en riesgo su vida por ese motivo. Igualmente podemos pensar en otros ejemplos más cercanos que puedan atentar contra la vida o la dignidad de las personas o de cierto grupo de personas. 6