Competitividad Responsable, factor crítico para la sustentabilidad empresarial Descubrir lo que se tiene, construir lo que se exige



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Transcripción:

Competitividad Responsable, factor crítico para la sustentabilidad empresarial Descubrir lo que se tiene, construir lo que se exige Por el Ing. Italo Pizzolante Negrón (*) Mas allá del esfuerzo por conformar equipos de trabajo orientados y motivados al logro, del dominio efectivo de herramientas tecnológicas y la mejora continua de nuestras habilidades gerenciales, de la voluntad creativa para hacer de la innovación una cultura de trabajo y crecimiento; el foco de todo esfuerzo profesional y personal todavía gira a partir de una sola palabra que resume el camino de nuestro éxito: competitividad. Sin embargo, esta misión de vida, fundada sobre el estudio y la actualización constantes, el desarrollo de nuevas referencias locales y globales y la revisión de nuestras estructuras de organización para sustituirlas por niveles más flexibles y adaptables al cambio, hoy se enfrenta a un entorno complejo y dinámico que incluso ha re-significado su propio origen económico para colocarlo en un contexto ideológico de alto impacto social y político. Ello sucede, porque hoy actúan mayor cantidad y muy distintas audiencias en un mercado que incorpora en forma creciente exigencias que trascienden lo puramente económico y porque a la luz de las experiencias empresariales de los últimos años, potenciados por la crisis económica que se profundiza en la primera década del nuevo siglo. Mientras la empresa busca hacer más eficiente su operación y reducir agresivamente sus costos, el consumidor-ciudadano está dispuesto a reclamar activamente sus derechos y defenderlos, a exigir el respeto al medio ambiente, denunciar el irrespeto al ser humano cuando se percibe explotado y hasta organizar bloqueos a plantas industriales y supermercados donde se venden productos que cree no cumplen con su visión del rol social y ciudadano de una empresa. Adicionalmente la sociedad y en consecuencia los gobiernos reaccionan ante las quiebras y reducciones de tamaño en las empresas; las fusiones y adquisiciones han modificado el mapa empresarial y el equilibrio de poderes, relegando muchas veces a los empleados, consumidores, los accionistas minoritarios y en general a la comunidad que tienen mucho que perder. Hoy, más que nunca, el poder de decisión en las Juntas Directivas de las empresas, es cuestionado ante la percepción, muchas veces denunciada, de falta de transparencia; la inexistencia de Directores independientes en las Directivas, la inexistencia de comités de auditorías o su ineficiencia para detener los escándalos que son exhibidos en los medios de comunicación; la comunicación de ofertas engañosas, los problemas laborales o con las comunidades, entre otras realidades que impactan la confianza en la empresa y sus líderes. Hoy se vigila con desconfianza, a través de las poderosas redes sociales en internet y la interactividad de los medios radioeléctricos, el estilo en la toma de decisiones y los conflictos de interés no resueltos. La nueva realidad empresarial, pública y privada, se enfrenta a múltiples audiencias que utilizan los medios de Comunicación, las organizaciones no gubernamentales, la academia y las autoridades entre otros grupos de presión para hacer escuchar nacional e internacionalmente su opinión e influir en la conducción empresarial. Por ello, el desafío hoy, es hacer de la competitividad una ventaja sostenible que trascienda lo meramente cuantitativo en sus indicadores para profundizar en lo cualitativo de su manejo, pero ello es

sólo posible si le incorporamos una renovada dimensión social y política al concepto. Me refiero a concebir a la competitividad dentro de una visión más inclusiva y responsable. Las prácticas transparentes del sector público y privado nunca antes tuvieron la trascendencia de hoy día, pues se han convertido en criterios de actuación cuyo cumplimiento o incumplimiento se ve reflejado positiva o negativamente en los medios de comunicación y las nuevas redes sociales, los cuales nos vigilan a todos por mandato de una ciudadanía activa. De allí la afirmación del International Institute for Management Development: Las compañías deben redescubrir las virtudes de la transparencia y el comportamiento ético hacia el interior de la nación en la que operan. Ninguna empresa puede ser exitosa y en consecuencia ninguna nación puede ser competitiva, si la opinión pública desconfía de su comunidad de negocios. Sin duda, frente esta realidad, son notables los esfuerzos de la Organización de Estados Americanos, OEA, para elevar la conciencia empresarial. En los años 90, por invitación de la OEA tuve la oportunidad de presentar mis primeras reflexiones donde ya advertía el dramático efecto de la falta de confianza en la reputación de la empresa y su baja capacidad para influir positivamente en la sociedad. Años más tarde, mi firma de consultoría gano una importante licitación para generar nuevos criterios de Responsabilidad Social en la región, una muy interesante iniciativa liderada por Zakarias El Goumiri, de la OEA que generó importantes impactos positivos en el comportamiento empresarial al fortalecer asociaciones de empresarios bajo el titulo de Fórum Empresa. Estas importantes y muy positivas iniciativas de la OEA, entre otras que adelantó el Embajador Alfonso Quiñonez, para entonces Jefe de Gabinete Oficina del Secretario General Adjunto, elevaron los niveles de conciencia y pretendieron llenar los notables vacios para un modelaje positivo del sector privado que por miopía cortoplacista que dejaba muchas respuestas pendientes, frente a las crecientes preguntas de la sociedad cada vez más influyentes, cuyo mandato social se hacía sentir en todos los espacios de actuación del ciudadano y que presionaba a un sector político atento a las señales del mercado de la opinión pública. Una oportunidad que no dejaron pasar algunos políticos ideológicamente contrarios a la libre empresa y que en la desesperanza del votante encontraron una oportunidad electoral única para posicionar eficazmente sus mensajes anti empresa. Desafortunadamente los múltiples testimonios empresariales potenciaron consignas válidas y muy creíbles, con las implicaciones sociales que marcaron un nuevo discurso, donde la velocidad de la crítica es mayor que la capacidad para comprenderla y reaccionar. Hoy, a la defensiva, el reto es mayor y la complejidad que exige una revisión profunda y honesta, así como una gran humildad del sector empresarial. Creo, con firmeza, que la Competitividad Responsable es la clave para hacer del crecimiento y consolidación de nuestras empresas la base del bienestar colectivo, un renovado, sincero y abierto reposicionamiento de esa mayoría de empresas que han sabido hacer las cosas, pero que no han construido la credibilidad necesaria para salir de la crisis de confianza. Prácticas empresariales responsables a partir del Capital Humano que integra nuestras organizaciones y, para lograrlo, todos tenemos una tarea por cumplir apoyados, entre otros asuntos que son claves, como las Prácticas de Buen Gobierno Corporativo (Corporate Governance) que contribuyen a convertirnos en empresas realmente socialmente responsables.

Estas realidades que describo, ampliamente conocidas reflejan que la rentabilidad hoy, no sólo es medida en términos económicos. La misión de una empresa sustentable es la creación de bienestar y ello exige, con sincera sensibilidad, descubrir, en nosotros mismos, las inquietudes de la comunidad y del país; también nos exige promover la honesta participación política en la solución de los problemas ciudadanos, fortaleciendo el respeto por las diferencias y sobre todo comprendiendo a la tolerancia, como el atributo personal de aquel que busca permanentemente esa distancia, más corta, que separa dos puntos de vista. Me refiero a construir habilidades que integren equipos alineados y con visión compartida de procesos de toma de decisión gerencial que privilegien, mas allá de lo que se dice, aquello que se hace. Respeto a la diversidad de opiniones, analizando el entorno y la competencia, siendo prudentes pero veloces, en la toma de decisiones; capaces de improvisar con firmeza a partir de la mejor información disponible, revisando los procesos de Comunicación interna y de relaciones, construyendo alianzas equilibradas con los diferentes públicos de la empresa y también aquellos para los que la empresa les es importante (stakeholders), alineando las expectativas comerciales a las expectativas sociales de la comunidad a las que servimos; dejando la autocomplacencia arrogante para corregir nuestras equivocaciones aprendiendo de ellas. Me refiero a sistematizar nuestros aportes a la empresa, a diseñar un modelo de organización y gobierno de la empresa, simétrico y consistente con la actuación, orientado a la ejecución del plan de negocios pero armonizado con los intereses de la sociedad a la que pertenecemos; liderazgo incluyente de hombres y mujeres que por igual aportan estandarizando procesos, necesarios para dar mayor certidumbre al valor que agregan, conscientes de las exigencias de sus stakeholders, abiertos a la colaboración, adaptación e integración de más y mejor talento que cree y gestione en equipos con multihabilidades. Descubrir lo que se tiene y Construir lo que se exige Las nuevas reglas del juego para competir, obligan a la rápida adaptación de modelos de buen gobierno en la empresa, que vigilen la transparencia más allá de lo que dicen las empresas y que se refleje en aquello que deciden y comunican y a través de lo que hacen. No obstante, para desarrollar buenos gobiernos en las empresas, debemos invertir en más y mejor formación, compartir mejores prácticas e iniciar una cruzada que he llamado de Evangelización Corporativa que incentive la transparencia. Un estudio reciente de la Universidad de Harvard, afirmó que las compañías que balancean las necesidades de los accionistas, empleados, clientes, proveedores y comunidad en general, mostraron cuatro veces más crecimiento en comparación con las compañías que se enfocan únicamente en los accionistas. Es por ello que para construir estratégicamente la reputación de una empresa en tiempos como estos, debemos contar con una organización que gerencie los procesos de

Comunicación de la empresa, sin olvidar que la Comunicación no resuelve problemas de organización, la organización se resuelve sólo con buena gerencia. La Comunicación Estratégica es sólo una herramienta fundamental para el logro de dicho objetivo. En la búsqueda de nuevos modelos de responsabilidad social Los tiempos son otros y además de las exigidas prácticas de Buen Gobierno Corporativo en lo interno y hacerse más competitivos como empresa, está su rol como actor social; ya la foto con el cheque de la donación, ampliado a tamaño gigante, es menos útil que escuchar al vecino o al delegado sindical hablar de la empresa, en forma espontánea y para lograrlo son más simples las actuaciones de la empresa de lo que frecuentemente se cree. Por ejemplo, apoyarle en cosas tan fáciles que se hacen complejas, como acompañarlo el fin de semana en un campeonato deportivo o pintar juntos la escuela de sus hijos. Hablamos de interés público, no de nuestros intereses, hablamos del actuar empresarial y no de filantropía, que no significa necesariamente que la empresa que la practique sea socialmente responsable. Dar dinero no es, únicamente, una acción de responsabilidad social. Nos referimos a aquello que la comunidad valora en el tiempo y no en coyunturas, no a lo que decimos bajo la luz de neón, en un ambiente con aire acondicionado, durante una Junta Directiva tomando decisiones de las donaciones que haremos en el año. Las empresas se convierten en "ciudadanos corporativos" cuando al trascender su misión comercial aceptan las mismas obligaciones y derechos de cualquier otro ciudadano, profundizando la misión SOCIAL de la organización con una visión incluyente, que respete las diferencias que promueva el diálogo y que actúe con sincera humildad para escuchar a su entorno económico, político y social. Estamos frente a un nuevo modelo de relaciones con el entorno, conformado por dos partes: EMPRESAS sensibles y comprometidas con un país y su gente, y que se ven a sí mismas más allá de su rentabilidad económica, direccionando su gestión a una nítida rentabilidad social, y: COMUNIDADES que integran los sectores económicos, sociales y políticos, que lejos de aceptar el tradicional paternalismo, están dispuestas a participar, comprometiéndose con un nuevo modelo de rendición de cuentas, balance y mutuo respeto. Un modelo donde ambos ejercemos derechos, pero también honramos deberes. Un ambiente creado por empresa y comunidad, para el encuentro y la armonía de intereses, tanto en las relaciones dentro de sus empresas, como sus vínculos con el entorno. Manteniendo en la mente, un justo equilibrio en nuestros programas sociales, no sustituyendo el rol que otros tienen en la búsqueda del bien colectivo. El Estado tiene un rol y debe ejercerlo y nosotros reclamar que lo haga. Nunca pretender que por su probada ineficiencia en los programas sociales, éstos reposen sobre los hombros de la empresa privada, eso es inadecuado y peligroso. La Competitividad Responsable de las empresas debe mantener su foco en el negocio y el mandato que impone sus accionistas, pero, actuando en forma responsable, alineada tambien con el interés común.

El valor del compromiso: la nueva significación social de ser responsable. El concepto de Competitividad Responsable nos obliga a redefinir conceptos que por lo simple se han hecho muy complejos. La responsabilidad, es un estado de conciencia individual, que en el mundo de la empresa es asumida -o no-, por aquellos que la integran. Cuando se asume en su contexto social, la responsabilidad pasa a ser un estado de conciencia compartido, que atraviesa transversalmente a la empresa, desde su concepción y naturaleza, incluyendo el diseño de sus productos o servicios, fabricación, distribución, comercialización e incluso, el consumo. Conciencia ésta que debe verse reflejada en el modelo de negocios, la cadena de valor que integra y el modelo de gobierno que garantiza la sustentabilidad. Me refiero a una gestión consciente y, en consecuencia, responsable de los impactos que produce en la sociedad en la que actúa y a la que sirve. Hablo de las implicaciones o múltiples consecuencias que plantea el desarrollo y crecimiento del negocio, en toda la cadena de valor de la empresa; impactos tanto positivos como negativos, directos o indirectos, voluntarios o involuntarios. La responsabilidad es resultado del impacto de nuestros actos y supone actuar en consecuencia, no para compensarlos, sino para reducirlos o evitarlos. El liderazgo responsable, es aquel que ha sabido armonizar sus objetivos de negocio, con los intereses y expectativas de la sociedad donde actúa. Para ello, ha desarrollado no sólo una oportuna y aguda visión estratégica frente a un entorno complejo y cambiante, sino también capacidades organizacionales para influir en ese entorno y modelarlo, además de habilidades gerenciales para hacer sustentable su sistema de gestión empresarial y el modelo de gestión que la gobierna. Me refiero a destrezas gerenciales que son valoradas hoy más que nunca y que constituyen un factor fundamental para garantizar el largo plazo en sus esfuerzos emprendedores: Un modelo empresarial que permite alinear intereses de negocios con las expectativas sociales. La expresión irresponsable se halla estrechamente vinculada con la inconsciencia - muchas veces frecuente- sobre el impacto de aquellas decisiones que las empresas toman o dejan de tomar. Es así como la expresión responsable, está vinculada también con el nivel y calidad de información que se recibe y comparte dentro de la empresa, y de forma particular con el modelaje de sus líderes, lo cual les permite construir un nivel mínimo de conciencia sobre sus actuaciones para que, de esa manera, adquieran la madurez necesaria y armonicen sus intereses y objetivos con los intereses de la comunidad o el país; único camino para garantizar la sustentabilidad del negocio, es decir, el largo plazo. Esta conciencia o inconsciencia, no está vinculada necesariamente ni con la edad, ni con el tamaño o tipo de empresa. Se encuentra vinculada con INFORMACIÓN oportuna, suficiente, creíble. Información que, compartida, permite que se dé ese intercambio de valores, esa comunión de intereses, ese compromiso compartido que supone poder afirma que la empresa es consciente, porque está bien comunicada; como bien afirma la definición y origen de la palabra comunicación, la cual se refiere al intercambio de valores, al hecho común de ser consciente. Por ello, debemos documentar nuestras experiencias, propiciar

espacios para compartir el acuerdo y el desacuerdo que -alineados por el liderazgo y energizados con una visión crítica de aquello que hacemos o dejamos de hacer-, nos den paso -en cada una de las etapas de nuestro crecimiento empresarial- de ser principiantes, a seres experimentados que influyen y modelen; para luego, en nuevas etapas del crecimiento empresarial, regresar a ser principiantes de nuevo, influidos y modelados por los experimentados, constituyendo así un ciclo virtuoso. La Responsabilidad Social, cuando competimos como empresa o como líderes sociales, no es una actuación frente a terceros; es una actuación frente a primeros y segundos, donde el primero es la conciencia del individuo, y el segundo es la conciencia colectiva de las personas que forman parte de la organización. Responsabilidad Social no es algo que sucede fuera de la empresa. La primera Responsabilidad Social de una empresa, es generar bienestar; y eso pasa por cómo se remunera al personal; cómo se comunica internamente; cómo se vincula con sus proveedores; cuál es su política de pago a sus socios comerciales; cuál es la política de decisiones en la junta directiva; cómo se maneja con sus accionistas minoritarios; cómo es su actuación -cuando se trata de una multinacional-, en otras operaciones que no son en su país de origen; cómo es su consistencia. Y todavía no hemos hablado del vecino, de la comunidad, del más desprotegido. Los programas de Responsabilidad Social, son la puerta más expedita para motivar al personal, siempre y cuando sean parte del Modelo de Gestión y, de forma particular, de los procesos de desarrollo y mejoramiento del Capital Humano, que adelanta el área de Recursos Humanos. La RSE genera reputación y en la empresa donde la gente trabaja, promueve admiración y gran orgullo entre el personal. La Responsabilidad Social, es una herramienta para lo que los ingleses denominan LTO (licencia para operar), o lo que más recientemente se ha dado en llamar licencia SOCIAL para operar. Es decir, representa todo aquello que debo hacer dentro y fuera de la empresa, para que ésta pueda operar y cumplir así con sus planes de negocio. La Empresa Socialmente Responsable: Sustentabilidad y RSE En general, las diferentes audiencias que rodean a la empresa, están informadas de aquello que produce. La publicidad y el mercadeo, usualmente permiten el conocimiento de la oferta de productos o servicios que se ofrece al consumidor. Sin embargo, la atención no está hoy en qué produce la empresa, sino más bien en cómo lo produce. Los procesos que rodean a la empresa, están en el centro de toda evaluación corporativa. En el pasado, esto era irrelevante, lo cual permitió que algunas empresas lograran sus fines, sin importar las consecuencias. Cuando el consumidor recorre una fila de productos que compiten entre sí, evalúa hoy, más que nunca, a las empresas que los fabrican, puesto que con frecuencia conoce de ellas a través de los nuevos medios de comunicación, que trascienden de los tradicionales radio, prensa y televisión. Ese consumidor lee hoy con atención las letras pequeñas del empaque y los componentes de fabricación del producto; se pregunta el origen de las materias primas

que utiliza y hasta el país o localidad de cada componente. También se interesa por los propietarios socios de la empresa y hasta por sus políticas internas frente al personal y los proveedores, ingredientes todos que agregan o no confianza al producto, y que afectan la voluntad de consumir o no el producto o servicio. La visión empresarial de la RSE, evoluciona a conceptos más estructurados como el de Empresa Socialmente Responsable, que invita a comprender a la RSE, no como un medio apropiado para compensar el impacto de la actuación de la empresa, por lo que debe ceder espacio a una conciencia gerencial que busque evitarlo y hasta minimizarlo. Es frecuente encontrarse con empresas que desarrollan exitosos programas o proyectos de Responsabilidad Social Empresarial, pero que son Socialmente Irresponsables ; hecho éste que se hace notorio incluso en su forma de tratar al personal y de relacionarse con la comunidad; en su decisión de mantener proveedores que afectan el ambiente o los derechos laborales de su personal y en la poca transparencia de su desempeño financiero, frente a sus accionistas o trabajadores. Por ello planteo en la parte final de esta reflexión sobre la resignificación de la competitividad, lo notable y notorio de la diferencia que existe entre las empresas que poseen programas y proyectos de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), de aquellas organizaciones cuyas actuaciones reflejan características propias de una Empresa Socialmente Responsable (ESR). Más allá de un tema semántico, por un mero cambio de orden de las letras, la ESR involucra una filosofía integrada a la cultura corporativa de toda organización empresarial que actúa en sociedad. Al referirme a la ESR, estoy valorando, más que un programa o proyecto social, un PROCESO empresarial responsable cuando tomamos decisiones, impactando nuestro entorno de actuación. Mi aproximación se fundamenta en saber diferenciar claramente un programa o proyecto social, que es usualmente finito, de un proceso gerencial que nunca concluye por estar vinculado en forma intrínseca al propio modelo de negocios que lleva la empresa. Una actuación sistémica, que conecta la gestión del negocio, su cadena de valor y las implicaciones sociales de cada actuación. Hablar de una empresa socialmente responsable, supone referirse al proceso de ser y hacer, para que una organización permanezca en el tiempo; lo que implica referirse a las prácticas que desarrolla la empresa como parte de su estrategia de negocios, las cuales deben beneficiar a las distintas audiencias o stakeholder : sus clientes, trabajadores, accionistas, comunidad, autoridades, entorno. Cualquier discurso de RSE que no sea prudentemente diseñado, puede abortar la credibilidad y, en vez de generar mayor cohesión social, lo que hará será repetir los errores del populismo político, con prácticas como las de dar sin merecer, o la de regalar y subsidiar, sin generar capital social. Probablemente, el gran cambio de los próximos años será que dejemos de hablar de Responsabilidad Social Empresarial, para comenzar a referirnos a la Corresponsabilidad Social Corporativa, en empresas Socialmente Responsables.

Finalmente: el desafío de modelar y comunicarlo estratégicamente. El camino más corto de la sustentabilidad, sin duda será atender lo social para viabilizar lo económico, lo que permitirá esperar mejores ambientes políticos en beneficio de todos. Modelar con nuestra actuación, trasciende la misión y visión corporativa y nos re-descubre el valor social de los valores empresariales; modelar es crear referencias responsables, transparentes y sostenibles. Exigencias como estas, son las que están replanteando la visión de las empresas públicas o privadas, grandes o pequeñas, con o sin fines de lucro; una reingeniería del pensamiento, -título de uno de mis libros-, que esta modelando lideres dispuestos a asumir cambios profundos en la concepción de un modelo de negocio consciente de la realidad de nuestros países, modelos que encuentren un justo equilibrio entre lo económico y lo social, que de forma oportuna armonicen los legítimos intereses de la empresa, sus trabajadores y la comunidad a la que sirven, para ello el Comunicador Estratégico tiene una protagonismo fundamental como traductor, guía y coach de ese proceso. El desafío también incluye el romper el mito de muchos que, honestamente, consideraban inadecuado comunicar lo que hacen dentro de sus empresas y por la comunidad, ya que entienden genuinamente que ese es su deber, y en forma bien intencionada impiden a la empresa construir la red de aliados de quienes tienen mucho que agradecer a la empresa. Personas que quieren defenderla y que estarían dispuestas a hacer públicas sus opiniones para que continúe existiendo, y seguir recibiendo los beneficios sociales honestos que distribuye la organización, dentro y fuera. No se trata de vociferar a cuatro vientos lo buena que es la empresa, para ello hay estrategias éticas y transparentes que pueden buscar el punto de equilibrio del hacer y del decir qué hago. Si anteriormente era suficiente que las empresas se orientaran a crear reputación por su productividad, la calidad de sus productos, entre otros factores, para generar credibilidad y lealtad en los mercados; hoy, es todavía más importante construir y mantener confianza. El perfil de ese Capital Humano que buscamos como Lideres Socialmente Responsables, para crecer juntos y generar confianza, es aquel que comulga con nítidos y sólidos valores éticos, simétrica actitud individual, donde se hace lo que se dice y se defiende lo que se cree con el ejemplo: el valor de lo que hacemos, no sólo de aquello que decimos. Me refiero a un proyecto de vida, condición para la Competencia Responsable, un rasgo que debe estar presente en nuestras intenciones, actuaciones y resultados profesionales y, sobre todo, personales.

(*) Italo Pizzolante Negrón Es Ingeniero Civil, con Máster en Comunicación Política de la Universidad Autónoma de Barcelona y Doctorado en Comunicación Organizacional, en la Universidad Jaume I, Castellón, ambos en España. Con más de 30 años de experiencia en el área de la Comunicación Estratégica, es fundador (1976) y actualmente presidente del Consejo Directivo de la empresa PIZZOLANTE Comunicación Estratégica, dedicada a la consultoría gerencial en procesos de comunicación empresarial, que cuenta con un prestigioso portafolio regional de clientes multinacionales y globales. Es un prestigioso conferencista nacional e internacional en temas de: Comunicación Estratégica, Responsabilidad Social Empresarial, Gobierno Corporativo y Reputación Empresarial, entre otros. Ha publicado los libros: Ingeniería de la Imagen, Editorial UCAB (1993); La Reingeniería del Pensamiento (Editorial Panapo con 4 ediciones); Organización y Cultura, la Identidad Corporativa: Capitulo La Geometría de la Comunicación (Universidad Católica de Murcia, España, 2000); El Poder de la Comunicación Estratégica, Reflexiones de un Evangelizador Corporativo (con 6 ediciones: AVE- CEDICE 2001, seleccionado en el 2002 como el Libro del mes en España, por la prestigiosa Revista CONTROL; Ediciones Hermes de la Universidad de Medellín, Colombia 2002; la Universidad Pontificia Javeriana, Colombia 2004; la Colección Profesional de El Nacional, Venezuela 2006 y la editorial Intermedio del Círculo de Lectores, Colombia 2007). En España presentó, junto sus coautores, el libro Gestión de la Comunicación en las organizaciones, en sus capítulos de Gobierno Corporativo, la Revolución de la Transparencia y Portavocía (Editorial Ariel, Barcelona 2004) y en Venezuela presento en 2008, junto a sus coautores, el libro: Tres visiones de la ética y la responsabilidad social en la empresa del siglo XXI, en su Capitulo: La Empresa Socialmente Responsable. Actualmente prepara dos nuevos libro: De la Responsabilidad Social Empresarial a la Empresa Socialmente Responsable y El Desafío de Modelar. Comunicación Estratégica para el Fortalecimiento Institucional, a ser publicados este año. A través de los buscadores en Internet, pueden se consultadas numerosas publicaciones de sus charlas y conferencias; entrevistas en prensa, artículos de opinión en publicaciones latinoamericanas, además de diferentes testimoniales en video tape. También en www.pizzolante.com Es fundador de la primera Cátedra de Gerencia de la Comunicación e Imagen en el IESA, Instituto de Estudios Superiores de Gerencia en Venezuela en 1991 y es profesor de postgrado en diferentes Universidades en Iberoamérica. Productor y animador de radio en el período 1972-1980 y fundador del programa venezolano de televisión Ciudadano Corporativo y Constructores de un País, en prensa escrita, fundó en varios medios de comunicación la primera sección especializada en Comunicación Corporativa a partir del año 1989. Escribe en distintos medios regionales. Ganador de reconocimientos nacionales e internacionales, como el Gold Quill Awards de la IABC (International Association of Business Communicators) y varias veces como Agencia de Comunicaciones del año para P&M (Revista Publicidad y Mercadeo). Presidente de la Alianza Social de la Cámara Venezolana-Americana VenAnCham; expresidente de la Asociación Venezolana de Ejecutivos, fue miembro del Equipo Asesor externo para la reestructuración del sector privado en el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) en Washington. Miembro fundador de la Red Andina de Gobernabilidad Corporativa promovida por la CAF, Corporación Andina de Fomento, además de miembro fundador de numerosas iniciativas promovidas por el Banco Mundial-IFC/OCDE. Forma Parte del Consejo Consultivo del SEKN, Social Entreprise Knowledge Network (Universidad de Harvard-IESA Venezuela) y del Consejo Asesor del BID en Washington, USA que promueve las Conferencias Interamericanas de Responsabilidad Social Empresarial desde el 2002.