La desaparición del cuadro como ventana del mundo Natalia González Zaragoza ngzaragoza@yahoo.es telf.:600745169 DNI: 48395126-K
INTRODUCCIÓN Las nuevas tendencias artísticas han transgredido todas las reglas artísticas convencionales incluyendo a la modificación de sus formatos y soportes. La desaparición del motivo de representación a partir de la abstracción, el suprematismo, y el arte conceptual han situado al arte en otros territorios en los que ya no interesa mostrar al espectador un mundo de sensaciones, impresiones, y en definitiva, un mundo plástico interesado en la belleza y la estética. A lo largo del artículo se revisan las tendencias que han llevado al artista a prescindir de los recursos fundamentales que definen a la Sintaxis Visual, como el color, el volumen, el claroscuro, el peso visual o el movimiento. LA DESAPARICIÓN DEL CUADRO COMO VENTANA DEL MUNDO Parece normal que situemos a la pintura (como materia artística) sobre un lienzo o una tabla de madera reconociendo a este tipo de arte como pintura de caballete. Pero el término de cuadro como espacio que encierra y delimita a elementos de la sintaxis visual como color, luz, volumen, líneas, no existía antes del s.xiv. Hasta ese siglo, con algunas excepciones como los iconos bizantinos, la pintura se realizaba sobre los muros del templo o sobre los manuscritos en forma de miniatura para ilustrarlos. De este modo la pintura estaba ligada al espacio que le reservaba la arquitectura, al igual que la escultura, o al hueco de una página de un libro. La pintura reforzaba a la monumentalidad de la arquitectura, daba color y riqueza, o iluminaba los escritos religiosos a través de la estricta iconografía religiosa de los medievales. Es entre el s.xiv y el s.xvi donde la pintura alcanza cierta soberanía. Aparecen las primeras colecciones privadas lo que permitió a la pintura dominar en su espacio diseñado como ventana a donde asomarse, normalmente cuadrado o rectangular. A partir de este momento surge también su comercialización y su difusión como producto estético por derecho propio. Aunque si analizamos la reflexión anterior, vemos que la pintura aunque se independiza del espacio arquitectónico, sigue sin ser autosuficiente del todo. Sigue ligada a otros conceptos, no ya físicos, pero si intelectuales y serviciales como son la historia, la religión, la mitología definiéndose todavía como un arte literario donde el pintor no se siente del todo libre para abordar sus temas. Durante el renacimiento la pintura es un conjunto de retazos del mundo visible que ha accedido a obtener su primera autonomía: representarse en un cuadro; un cuadro como ventana del mundo, como declaro el arquitecto renacentista Alberti. En ese momento se elaboran los primeros tratados de pintura realizados por artistas como Brunelleschi o Leonardo que abordan aspectos
como la representación de la luz atmosférica, la perspectiva, propiedades ópticas que supusieron un avance a la hora de mostrar el mundo de las apariencias. La pintura empezó a abrirse camino con nuevas perspectivas en su nuevo espacio de cuadro, para conocer expresiones variadas, llevadas a cabo, con los elementos de su sintaxis visual, casi siempre tratando de representar la realidad o insinuarla, manipularla, esbozarla, triturarla, pero siempre mostrando una huella o rastro de ésta. Con Francisco de Goya fue cuando se independizó de la pintura a las órdenes de las instituciones, sobre todo con sus pinturas negras. En sus grabados no se muestran imágenes de ningún tema conocido, sea bíblico, histórico o de género. Muchas de ellas son visiones fantásticas de brujas y de apariencias monstruosas. El cuadro de Perro hundido en la arena se acerca tanto al expresionismo, como al informalismo e incluso al materialismo más actual. En este cuadro el espacio que acota el marco ya no es un espacio que refuerza la ilusión de la tercera dimensión, es uno de los primeros ejemplos pictóricos en los que se vuelve a replantear la estética de una obra de arte. A partir de aquí se suceden todo tipo de estilos que analizan a la realidad, favoreciendo algunos más al color que a la línea, otros más interesados en mostrar un punto de vista multifocal, otros que descomponen la pintura y la volatizan en miles de puntos vibrantes hasta que llegamos a la síntesis de la obra de arte del s. XX, con dos artistas que pueden resumir la conexión de la pintura con el pasado y con la actualidad: Picasso y Marcel Duchamp. Duchamp quiso abolir a la historia del arte con sus reflexiones acerca de la estética y finalidad de la pintura como puro arte retiniano, por lo que el arte de la pintura en la actualidad era un acto obsoleto que no aportaba nada relevante, sino que su representación era una continua revisión de la estética y mística de los elementos de su sintaxis. Duchamp no necesita cuadro alguno para representar sus obras. Este modo ahorrativo se basa en el uso de un lenguaje más intelectual que muestra a través de un arte llamado conceptual. Picasso destaca, frente a la escasa obra artística de Duchamp, con un gran número de cuadros y esculturas, mientras Duchamp su obra es conocida por la negación misma de la obra de arte. En lugar de mostrar obras pictóricas sobre lienzos realizó numerosos escritos sobre teorías de arte y sobre sus obras más relevantes y enigmáticas como la del cristal. La revolución estética de las vanguardias transformó en general la naturaleza interior de los cuadros. Surge así un rechazo al orden artístico de la representación, junto a la negación de relacionar a la belleza y lo sublime con el arte. Las nuevas obras de arte no deben ser admiradas por su belleza, sólo deben ser comprendidas por su idea. Los primeros pintores que trataron de abolir el pasado romántico de la pintura, como un acto lleno de subjetividad, fueron los fundadores de la abstracción
pictórica, los cuales ya no se basaban en el cubismo, ni en artistas como Kandinsky o Paul Klee, precursores místicos de representar un arte alejado de la mímesis. Los nuevos abstractos liderados por Theo Van Doesburg, los constructivistas y la Bauhaus anularon parte de la expresividad de la pintura y sus elementos, eliminando conceptos como la profundidad, el volumen, la pincelada, la textura, la gama cromática, la armonía para mostrarse más cercanos a un entorno más industrial y tecnológico. Lo ideal para estos artistas hubiera sido crear un cuadro realizado por una máquina, que negará el trazo humano. Los últimos escenarios pictóricos son los actuales performances e instalaciones, que aparecen ante el espectador como elementos de un escenario en un espacio museístico. Marcel Duchamp, los dadaístas y los artistas conceptuales que surgieron tras ellos como los minimalistas abonaron un terreno lleno de teorías que negaban los principios mismos del arte, su función artística y sus posibilidades de brindar belleza y sugestión al público. En la actualidad, el arte muestra cada vez más a una serie de tendencias en las que no hay rastro de pintura alguna, ni tampoco de cuadro o de marco, podemos decir que el arte ha conseguido formar parte del espacio humano transitable. Los nuevos performance inspirados a partir de obras como las de Marcel Duchamp, son las nuevas imágenes artísticas que aparecen normalmente en una exposición contemporánea. La decadencia del cuadro como antiguo soporte de la obra de arte, dio paso a todo tipo de nuevos movimientos transgresores que prescindieron de su espacio acotado limitado por el marco. Estas nuevas tendencias, que muchas veces repetían las viejas categorías estéticas, como el dadaísmo o ready-make, fueron las que permitieron que el arte en general se pusiera de moda: se abrieron nuevos museos y galerías, se multiplicaron las ferias de arte y las obras artísticas nuevas empezaron a cotizarse a precios desorbitados. El objetivo de estos nuevos artistas fue romper con la tradición pictórica, como ya habían hecho las primeras vanguardias. Ahora lo hacían apropiándose de los objetos reales y organizando escenarios con ellos en los que podían además interactuar los propios espectadores. Esto supuso romper con los límites de la creación plástica, aunque también se consideró como una ruptura con el proceso de creación en el estudio. Pero, quizás ante este panorama de continuos devaneos con las últimas vanguardias, en los que ser original es relativamente complicado, puede ser que los nuevos soportes electrónicos e informáticos permitan volver a situar a la pintura pendiendo de una pared, y le devuelvan la luz pérdida que tanto fascinó a los primeros artistas.
Bibliografía: El diccionario de las artes. Félix de Azúa. Editorial Planeta. El arte a la deriva? Marie-Claire Uberquoi. Editorial De bolsillo. La linterna mágica. Vanguardia, media y cultura tardomoderna. Eduardo Subirats. Ediciones Siruela. Historia del arte. Ernst. H. Gombrich. Editorial Alianza.