ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 12, NUM. 1: 215-218 ENERO-JUNIO, 2007 Gerber, Daniel (2005). El psicoanálisis en el malestar en la cultura. Buenos Aires: Lazos. Reseñar un libro de Daniel Gerber no resulta fácil. En especial si se piensa en que el autor es un profundo conocedor de las obras de Sigmund Freud y Jacques Lacan, lo que le permite en su labor como escritor germinar un gran número de reflexiones inéditas que abren nuevas matrices de pensamiento que van paulatinamente penetrando varios de los más importantes ámbitos de la cultura, como son las estructuras subjetivas de la política y de la religión, las funciones de la pedagogía o el análisis de materiales fílmicos, entre otros, en una revolución de pensamiento irreversible para el lector. El autor nos libra, desde el primer párrafo de su texto, de ilusionarnos con el equívoco de que su trabajo se inscribiría en la promoción de algún tipo de propuesta ingenua para el establecimiento de un nuevo orden social o político. Nos induce, más bien, a profundizar en un pensamiento de índole copernicana, en el cual hay un cuidado enorme al leer la obra de Freud, incorporando el saber lacaniano, kantiano y sadiano, por decir lo menos. Tres grandes apartados constituyen el libro. Está en primer lugar Malestar, lazos, goces, seguido de Razón científica, modernidad, psicoanálisis, para cerrar con Malestares, política, ética, títulos en los que la ausencia de la y nos sugiere que se trata de divisiones de elementos heterogéneos, significantes pausados por comas que incitan a la producción de nuevos e inéditos sentidos en sus escanciaciones sintácticas, lo que podría reflejar la intención del autor de sostener una elaboración analítica permanente con aquello que ha escrito. Desde su prólogo al texto, Rolando H. Karothy logra interesarnos con puntualizaciones tales como que algo del discurso freudiano estaría del lado del discurso del Amo lo que habría servido a Lacan para que se elucide el deseo del analista, tomando a Freud como centro en el caso Dora. Asimismo, la relación y la diferencia radical entre deseo del analista y deseo del perverso, donde el goce es suspendido del primero para hacer posible el dispositivo analítico y su desarrollo. Un libro bien prologado, en tanto que logra animar la curiosidad del lector de manera económica para buscar cómo habrá de respondernos el autor. Las coordenadas quedan enunciadas desde el exergo inicial, donde Antonio Porchia nos pone sobre aviso, colocando en dos renglones al hombre como el problema en el orden del universo; problema que, según entendemos, tiene que ver con la aparición del orden simbólico. En cascada sobrevienen varios desarrollos introductorios acerca de la división del sujeto; el no saber sobre el deseo y el goce; la verdad subjetiva a descifrar, que se nos presenta a través de las formaciones del inconsciente, etc. Es decir, el recordatorio de que el psicoanálisis implica de manera central la impugnación de un ilusorio reinado de la conciencia. Así pues, basta con que un sujeto hable en psicoanálisis para que emerja el reinado del mal, en tanto que tendencia destructiva de goce. Nos queda claro que para hablar se requiere primero de un lenguaje, si bien estamos advertidos de que, fundamentalmente, el sujeto está inmerso en una red significante más allá de aquel lenguaje que se reglamenta por la lógica regida por la
RESEÑA EL PSICOANÁLISIS EN EL MALESTAR EN LA CULTURA 216 conciencia bajo la forma de una gramática, lenguaje entonces que, por incompleto, conduce al hablante a dar cuerpo al goce, como consecuencia de la insuficiencia radical que acarrea el elemento que falta. Por lo tanto, la cultura es un referente esencial para dar cuenta de la constitución del sujeto, va a decirnos Gerber, a condición de que tanto el mito como el síntoma sean comprendidos en su dimensión fantasmática. En psicoanálisis, tanto el goce del padre mítico como el del síntoma son colocados en el lugar de la letra, entendida como límite en lo real de la pulsión de muerte. En este recorrido, la función del autor ha sido la de erigirse en el lector de la composición estructural que habla, para enunciar aquello que se embrolla en la palabra, entre lo singular y la cultura, y que según el referente que se tome podremos reconocer como pulsión de muerte, segunda muerte o goce. Con qué fin puede hacer esto nuestro autor? Ante todo, creo, para permitirnos acceder al difícil concepto denominado goce, a sabiendas de que éste no se habla (pues lo que se habla son las demandas), trayendo consecuentemente ante nuestra mirada la noción de deseo que en ellas queda cifrado. Así, nos reconduce a la idea freudiana de que el sueño, los actos fallidos, los lapsus y los síntomas son actos de escritura inconsciente del deseo sobre el trasfondo, siempre presente, de un más allá imposible. Es entonces una clarificación respecto de la función de la cadena constituida por los significantes binarios, condenada eternamente a fracasar, en tanto que representa justamente lo que destruye la posibilidad de recuperación del goce perdido como efecto de la instauración de la Ley. El texto permite la aproximación a un proceso que se desarrolla de menos a más, en el cual Freud ubica a la cultura como el principal obstáculo para la satisfacción pulsional, reconociéndola como una fuente de infelicidad, para arribar sintagmáticamente (algunos años después de su Psicología de masas) a la condición de posibilidad subjetiva como un malestar de orden estructural, lo que implica que no hay escapatoria posible de lo que podría malinterpretarse como una coyuntura histórica, económica, política o social que fuese superable. Se tratará, en principio, de la condición necesaria para asegurar el goce entendido con Lacan como la exigencia obscena y feroz del superyó freudiano, que apunta a la restitución del padre asesinado (con el arma del símbolo) como condición fundante de la Ley. Nos queda claro, luego de la lectura, que de Psicología de masas al Malestar hay un salto cualitativo inducido por la pulsión de muerte y la segunda tópica, que dan a luz a la compulsión de repetición, el masoquismo primordial y la reacción terapéutica negativa. Recordamos por nuestro lado que el origen de la Ley se revela en dos grandes mitos: uno formulado en la Biblia y el otro por Freud en su Tótem y tabú. El primero pone en escena el pecado original; el otro coloca el odio de los hijos ante un padre tiránico acaparador de todos los bienes y de todas las mujeres. Así, a pesar de la cohesión amorosa de la humanidad planteada en Psicología de masas y análisis del Yo y sustentada en el poder unificante del amor al conductor, restará siempre un malestar, un odio, un narcisismo de la pequeña diferencia. Desde el principio, este malestar que persiste en la cultura testimonia el fracaso del amor para resolver el empuje del hombre a satisfacerse con el mal. El significante Amo(r) no parece entonces solucionar la paradoja del goce. De aquí que preguntarse
ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 12, NUM. 1: 215-218 ENERO-JUNIO, 2007 acerca de adónde va el goce en el orden social, sea también, para el psicoanálisis, una cuestión política, como lo ha planteado el autor en la página 73. Cada capítulo del libro induce a una lectura teórica de una contemporaneidad regida por un odio de larga data que atestigua aquella imposibilidad advertida por Freud acerca de un vínculo viable con el otro, que partiese de un deseo factible de satisfacerse plenamente (anulándose entonces la falta) y, por tanto, aniquilando en forma paradójica al sujeto y su capacidad de establecer un lazo social. El análisis meticuloso impulsado intensamente por el autor a lo largo de todo el texto acerca de esta contradicción, interroga profundamente al goce a partir de un diálogo con la ciencia, el cine y la política, entre otros dominios, dejando claro para el lector que el odio no es abordable únicamente en tanto afecto sino que está organizado en relación a una trama significante, factible de ser deconstruida. Se trata, más bien, de ubicar la relación que guarda el odio con el goce del Otro. Así, la meta del odio consistirá en destruir la palabra del otro, por lo que esta palabra implica distancia e imposibilidad respecto del goce absoluto al que ha debido renunciarse como condición de ingreso a la cultura. Así, yo amo a quien supongo un saber completo y odio aquello que obstruye mi acceso al goce absoluto, en tanto que eso Otro enuncia una falta en lo simbólico. Es entonces, con la lectura fina de esta dimensión estructural, que podemos encontrar sofisticadas dimensiones de la violencia, como la que nos muestra el autor en su análisis de la película de Woody Allen Crímenes y pecados. Violencia entendida como la imposibilidad de encuentro con una alternativa ética convincente por parte de los protagonistas, donde Gerber nos alerta respecto de las características menos evidentes de la mirada de Dios, quien, según el filme, ha contemplado los hechos. A la manera de una guía de lectura, en la página 10, Gerber sintetiza algunos de los principales temas (cito en extenso): Es así como los temas [ ] se van articulando; la constitución del orden cultural a partir del parricidio, la ley como instancia indispensable para el lazo social y sus paradojas, los efectos de la ciencia y la modernidad sobre la subjetividad contemporánea, las ilusiones necesarias para el sostenimiento de la cultura, las relaciones entre el hombre y lo sagrado, reguladas por la religión, la culpa y el superyó como dimensiones esenciales para la incorporación del sujeto al orden simbólico, el mal y la violencia como imperativos que inevitablemente se imponen como expresión de la imposibilidad de evitar el goce, la inclinación del sujeto al sometimiento y las posibilidades de libertad que el discurso del psicoanálisis puede plantear, la dimensión ética de éste último que implica esencialmente el reconocimiento del malestar como ese imposible en torno al cual puede producirse siempre un nuevo discurso. A partir de este resumen temático, podríamos agregar por nuestra parte algunos tópicos que nos parecen importantes. Tal es el caso de la condición fetiche de todo líder; el motivo y la forma en que construimos a nuestros enemigos; la construcción en cada uno de lo malo de los demás; la función del odio en la cultura; el dolor principal que subyace al goce; las paradojas subjetivas de la solidaridad; el inmundo como falacia de erradicación de lo insoportable; el análisis de los fundamentos esenciales de toda política; la ficcionalización del líder en tanto que significante que completaría la batería y que daría lugar a una armonía posible; la especificidad analítica como diferente de la generalidad de las psicoterapias; la dimensión sacrificial 217
RESEÑA EL PSICOANÁLISIS EN EL MALESTAR EN LA CULTURA 218 de la moral (y la apertura a una ética del deseo); la especificidad del tocador sadiano como espacio de producción; la ciencia como un Otro regulador del goce; la oscuridad divina; la imposibilidad de calcular la subjetividad de manera científica; los movimientos de alienación y separación como condiciones de posibilidad de la libertad lacaniana, y algunos otros que por prudencia hemos de dejar fuera de esta lista. En suma, y ya para finalizar, el libro que aquí reseñamos es un digno ejemplo en el difícil camino de un psicoanálisis novedoso, sin dejar a través de todos los textos que lo componen de interrogar a la época, y a la vez impulsándose una lucha implacable por la reconquista de los fundamentos freudianos, tal como lo hiciera Lacan. La senda que Gerber deja abierta para nosotros es especial en tanto que constituye un recordatorio riguroso de lo que implica leer más allá de la literalidad, al mostrarnos consistentemente que, entre el goce y el deseo, es desde el Otro que somos escritos. Ricardo García Valdez 1 1 Instituto de Investigaciones de la Universidad Veracruzana, Luis Castelazo Ayala s/n, Col. Industrial Ánimas, 91190 Xalapa, Ver., tel. (228)841-89-00, ext. 13211, fax (228)841-89-14, correo electrónico: rigarcia@uv.mx.
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