Acoso escolar: características, factores de riesgo y consecuencias

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1 ISSN: Vol. 3(1), Artículo p7 Acoso escolar: características, factores de riesgo y consecuencias Bullying: characteristics, risk factors and consequences Programa de Doctorado en Deporte y Salud Universidad Miguel Hernández de Elche Correspondencia/ Correspondence: elizabeth.canas@goumh.umh.es Recibido/ Received: Aceptado/Accepted: Cómo citar este trabajo How to cite this paper Cañas-Pardo, E. (2017) Acoso escolar: características, factores de riesgo y consecuencias. Revista Doctorado UMH. 3(1), p7. [Online].

2 RESUMEN La repercusión que el acoso escolar está teniendo actualmente sobre la conciencia social se debe a que este tipo de violencia escolar involucra y afecta a toda la sociedad y no sólo a la víctima y al agresor como se pensaba hasta ahora. Motivado por esta preocupación, el objetivo de este estudio se centró en aportar una definición amplia del concepto de acoso escolar, así como, proporcionar datos significativos acerca de la prevalencia, de los factores de riesgo y las consecuencias del acoso escolar. Para ello se realizó una revisión bibliográfica de fuentes nacionales e internacionales, teniendo en cuenta las bases de datos Psicodoc, Psycarticles, Psicinfo, Dialnet y Scopus y seleccionando aquellos estudios que se ajustaban con el objetivo de la presente investigación. Los hallazgos de las 36 investigaciones seleccionadas nos permiten afirmar que existen características individuales y familiares de cada uno de los niños que están directamente relacionados con la mayor o menor incidencia de las situaciones de acoso escolar. Junto a ellos debe tenerse en cuenta la influencia de aspectos escolares, sociales y culturales. El conjunto de todos ellos podría determinar la probabilidad de que ese niño en particular se convierta en acosador o víctima, siendo crucial para ese riesgo el contexto inmediato. Palabras clave: Acoso escolar, prevalencia, factores de riesgo, consecuencias, víctima, agresor. ABSTRACT Currently, the impact that school bullying is having on social awareness is because this type of school violence involves and affects the whole society and not only the victim and the aggressor, as was believed until now. Motivated by this concern, the aim of this study was to provide a broad definition of the concept of bullying, as well as to provide meaningful data about the prevalence, risk factors and consequences of bullying. For this, a bibliographic review of national and international sources was carried out, taking into account the databases Psicodoc, Psycarticles, Psicinfo, Dialnet and Scopus and selecting those studies that fit the aim of our investigation. The findings of the 36 selected research studies allow us to affirm that there are individual and family characteristics of each of the children that are directly related to the greater or lesser incidence of bullying situations. Along with them, it must be taken into account the influence of school, social and cultural aspects. Altogether could determine the likelihood of that particular child becoming a stalker or victim, and the immediate context is crucial for that risk. Key words: School bullying, prevalence, risk factors, consequences, victim, aggressor.

3 INTRODUCCIÓN El acoso escolar, también conocido con el término inglés bullying, implica una conducta de persecución física o psicológica realizada por un alumno (o grupo de alumnos) hacia otro, al que se elige como víctima de ataques reiterados (Olweus, 2006). La víctima, además, no es capaz de salir de esta situación por sus propios medios. La violencia escolar es un término más amplio que el de acoso escolar y hace referencia a todas aquellas conductas agresivas realizadas en centros escolares, y que tienen como protagonistas a alumnos o profesores. Por lo tanto, el acoso escolar constituye un tipo específico de violencia escolar realizada entre alumnos y caracterizada por la intencionalidad del daño, la persistencia de la situación de acoso y el desequilibrio de poder entre agresores y víctimas. El acoso escolar puede manifestarse de manera física, verbal y relacional (Collell y Escudé, 2002). El acoso físico incluye aquellas situaciones en las que la víctima recibe reiteradas agresiones físicas ( collejas, patadas, empujones, pellizcos, golpes o palizas) por parte de sus compañeros. En el acoso verbal las agresiones reiteradas que la víctima recibe de sus compañeros proceden de palabras (insultos, humillaciones o la utilización de motes despectivos para referirse a él o ella). El acoso relacional o social se caracteriza por pretender aislar o se parar a la víctima del grupo, excluyéndola del resto de alumnos (rechazo social, marginación o difusión de rumores maliciosos). No obstante, otros investigadores (por ejemplo, Ortega, Del Rey y Mora-Merchán, 2001) diferencian únicamente dos tipos de acoso escolar: directo e indirecto. En las situaciones de acoso escolar directo el agresor establece una confrontación directa con la víctima, ambos interactúan cara a cara, y pueden producirse agresiones tanto de tipo físico como verbal. En el acoso escolar indirecto, sin embargo, no suele haber una confrontación directa entre el agresor y la víctima. En este caso, el daño que busca el agresor hacia la víctima se realiza indirectamente, provocando daño en su círculo de amistades o en su percepción de pertenencia a un grupo. El acoso indirecto es similar al acoso relacional o social descrito previamente, puesto que lo que se busca básicamente es deteriorar las relaciones sociales de la víctima y aislarla del grupo. En cuanto a su frecuencia, cabe señalar que en los centros educativos son más habituales las situaciones de acoso verbal y relacional entre alumnos que los casos de acoso físico. En función de la prevalencia del acoso escolar en España, se ha establecido en chicos un 7,1% de víctimas y un 11,2% de agresores, y entre las chicas, los datos determinan un 4,7% de víctimas y un 5,2% de agresoras (García-Continente, Pérez, Espelt y Nebot, 2013). El acoso físico, aunque menor en su incidencia, suele tener graves consecuencias negativas para el bienestar físico y psicológico de las víctimas. Además, con frecuencia, estas víctimas son también objeto de otras formas de acoso como los insultos y el rechazo social. De igual manera, el acoso verbal o el relacional también tienen consecuencias negativas, inducen a una menor autoestima y mayores sentimientos depresivos en las víctimas. El acoso escolar debe entenderse como un fenómeno grupal e interpersonal en cuyo análisis debe incluirse al resto de alumnos y no únicamente al agresor y la víctima. Los compañeros del alumno, víctima de acoso escolar, suelen ser conocedores (y a veces también espectadores) de las agresiones (físicas, verbales o relacionales) que la víctima sufre y, ante esta situación, pueden asumir diferentes posturas. En todo caso, ya sea como seguidores del agresor, como es-

4 pectadores pasivos o como defensores (directos o indirectos) de la víctima, el alumnado constituye una pieza clave para entender cómo se puede perpetuar o frenar el acoso. El objetivo del presente artículo es determinar, a partir de las investigaciones más recientes a nivel nacional e internacional publicadas en la última década, los factores que pueden ayudar a explicar la existencia de este tipo de amenaza y acoso, así como concretar los efectos perniciosos que puede provocar el acoso escolar, tanto en los agresores como en las víctimas. METODOLOGÍA La estrategia de búsqueda consistió en revisar la literatura científica tanto en español como en inglés de las bases de datos Psicodoc, Psycarticles, Psicinfo, Dialnet y Scopus. La ecuación de búsqueda contuvo las siguientes palabras clave: acoso escolar AND prevalencia AND factores de riesgo AND consecuencias, así como, School bullying AND prevalence AND risk factors AND consequences. Todos los conceptos se etiquetaron como TEMA y se limitó la fecha en el rango del 2000 hasta la actualidad. Como resultado se obtuvo un total de 364 artículos, de los cuales, sólo 36 fueron seleccionados. El criterio de selección implicó que los artículos contuvieran aspectos centrales para satisfacer los objetivos de este trabajo. RESULTADOS A continuación, se presentan los datos más representativos de la literatura científica analizada sobre los factores de riesgo y las consecuencias asociadas con el acoso escolar. FACTORES DE RIESGO La explicación del acoso escolar no es sencilla. No hay una causa concreta que permita explicarlo, sin embargo, es frecuente que tengamos que considerar la combinación de características personales del alumno junto con problemas de integración escolar y dificultades en el entorno familiar como elementos explicativos del acoso escolar. Para poder realizar un análisis completo de esta problemática requiere que tengamos en cuenta todos los factores personales, familiares, sociales y escolares que han sido vinculados al acoso escolar. Estos diferentes factores se describen a continuación. Factores personales En las últimas décadas, se han descrito también algunas características personales presentes tanto en los agresores como en las víctimas (Buelga, Cava y Musitu, 2012; Buelga, Musitu y Murgui, 2009; Cava, Musitu y Murgui, 2007; Jiménez, Estévez, Musitu y Murgui, 2007; Monks y Coyne, 2011). En primer lugar, en referencia a los agresores, suelen presentar una escasa participación en las actividades académicas de la clase, de hecho, los agresores suelen estar desconectados del proceso de enseñanza-aprendizaje, y con frecuencia suelen tener una situación de fracaso escolar. Además, sienten deseo de transgredir las normas escolares y sociales, que a su vez se une con su intención de crearse ante los demás una imagen de persona fuerte y dominante. Esto corrobora el deseo que los agresores tienen, no solo de dominar e imponer su fuerza a la víctima, sino también de mostrar estos actos ante otros alumnos buscando así elaborar una determinada imagen propia ante los demás. Este anhelo de una determinada reputación social se ha relacionado en los adolescentes con la búsqueda de la propia identi-

5 dad que caracteriza a esta etapa de la vida. En algunos casos, los agresores pueden haber sido también víctimas previamente de situaciones de violencia en el contexto familiar o escolar. Como han sugerido Estévez, Jiménez y Moreno (2010), algunos alumnos podrían convertirse en agresores de otros como medio para conseguir una reputación de fuertes, duros y de capaces de defenderse a sí mismos. Por otro lado, aunque la mayoría de las víctimas de acoso escolar reaccionan de forma pasiva y sumisa, existen algunas víctimas cuya reacción es agresiva. Respecto a la autoestima, los agresores muestran una baja autoestima académica y familiar. Pero, por otra parte, parecen gozar de cierta popularidad dentro de su grupo de amigos y no se perciben a sí mismos como carentes del apoyo de sus iguales, por lo que no tienen una autoestima social negativa, aun cuando su forma de interactuar con algunos de sus compañeros no sea la adecuada. En relación con su imagen física, los agresores suelen percibirse como fuertes y tener un autoconcepto físico positivo. En relación con sus capacidades interpersonales, se han hallado evidencias que sugieren que algunos agresores son especialmente hábiles a la hora de manipular el entorno social que les rodea con el fin de manipular a sus compañeros para que aíslen a la víctima y ser capaces de asumir el liderazgo en grupos conflictivos. Por último, un factor personal muy frecuente en los agresores es su escasa empatía emocional hacia la víctima, ya que no parecen mostrar sentimientos de malestar o culpa como consecuencia de sus agresiones. En la empatía se pueden destacar dos componentes: el componente cognitivo (ser capaz de entender la perspectiva de otra persona, anticipando sus pensamientos e interpretaciones) y el componente emocional (ser capaz de sentir las emociones y sentimientos de la otra persona, conectando emocionalmente con ella). En el caso de los agresores parece que carecen de la dimensión emocional de la empatía, puesto que no son capaces de empatizar con las emociones y sentimientos de la víctima, ni sentir su sufrimiento. Sin embargo, mantienen la dimensión cognitiva de la empatía, ya que sí son capaces de situarse en la perspectiva de otra persona y anticipar por ejemplo la forma en que la víctima va a reaccionar antes sus agresiones. Las investigaciones analizadas también han descrito las características personales más frecuentes en las víctimas. Parece que los agresores suelen elegir a sus víctimas entre aquellos alumnos más débiles, a los que les cuesta más defenderse, que tienen menos amigos en la escuela o instituto y que se encuentran socialmente menos integrados. Aquellos alumnos que son percibidos por los agresores como más solitarios, rechazados, con mayor indefensión y más baja autoestima son más vulnerables al acoso. La falta de habilidades sociales, así como también algunos rasgos físicos o culturales distintos a los de la mayoría, o una orientación sexual diferente de la mayoritaria, pueden también incrementar el riesgo de sufrir acoso escolar. Esto nos lleva a pensar que existen ciertas características que sitúan a algunos alumnos en una situación de mayor riesgo y de mayor vulnerabilidad ante el acoso escolar. Factores familiares Sin duda, la familia tiene una gran influencia en buena parte de las actitudes y comportamientos de los hijos (Maccoby, 2000). Esta influencia se produce a través de los valores que transmite y también, y, sobre todo, a través de la forma en que lo hace. Diversas investigaciones han expuesto las principales causas que pueden desencadenar conductas violentas en los niños dentro de su ambiente familiar. Los factores que incrementan el riesgo de que los hijos se impli-

6 quen como agresores en situaciones de acoso escolar se van a ir exponiendo a lo largo de este apartado. Las pautas de crianza demasiado autoritarias, o demasiado permisivas, la inexistencia de normas y límites o un alto grado de negligencia son factores relacionados con un peor funcionamiento familiar y con problemas de comportamiento en los hijos (Estévez et al., 2010). Para un adecuado desarrollo psicosocial los hijos necesitan unas normas claras, y cuando estas normas son demasiado rígidas, o peor todavía, cuando no existen, su comportamiento suele ser problemático. A su vez, el apoyo y afecto que perciben los niños de sus padres es un factor importante para las conductas problemáticas (Martínez-Ferrer, Musitu, Murgui y Amador, 2009). Es decir, en las familias en las que los hijos no perciben el afecto, apoyo e implicación paternos, y en las que el establecimiento de normas o límites no es adecuado, es más probable que los hijos muestren dificultades de adaptación y conductas problemáticas tales como consumo de sustancias ilegales, conductas pre-delictivas, comportamientos agresivos y una mayor participación en situaciones de acoso escolar (Cava, Musitu, Buelga y Murgui, 2010). Cuando los hijos observan a sus padres utilizar la violencia, sea física o verbal, como forma de reaccionar ante los conflictos, puede llevar a desencadenar actitudes y comportamientos violentos en los hijos. Observar que la violencia es útil para imponer una opinión o una decisión propias, o simplemente que sirve como una forma de mostrar dominio y poder, facilita que los hijos recurran a ella en situaciones en las que también deseen imponer sus criterios o mostrar su poder ante otros alumnos (Monks y Coyne, 2011). En algunos casos, las dificultades de adaptación de los hijos y el funcionamiento familiar negativo pueden estar relacionados con problemas conductuales de los padres, como el consumo de drogas o problemas psicológicos tales como depresiones graves (Monks y Coyne, 2011). Factores escolares Los estudios analizados evidencian que existen también algunos factores que pueden incrementar la probabilidad de que se produzcan situaciones de acoso. En relación con el centro escolar, en aquellos centros en los que el clima escolar resulta más negativo es más probable que surjan situaciones de acoso escolar (Ortega y Del Rey, 2003). De hecho, un clima escolar negativo se ha considerado un factor de riesgo para el acoso escolar (Aronson, 2000). Cuando se genera un clima escolar negativo es cuando los alumnos no perciben el apoyo del profesor, las normas se consideran rígidas, arbitrarias y aplicadas de forma inconsistente, se fomentan valores competitivos e individualistas, se toleran ciertas formas de agresión y no se trabajan de forma directa los valores de aceptación, tolerancia y respeto mutuo (Cava y Musitu, 2002). Las situaciones de aislamiento y rechazo social son un factor de riesgo para el acoso escolar. Los acosadores, como ya se ha señalado, seleccionan a las víctimas de sus agresiones entre aquellos alumnos que tienen pocos amigos, que están más solos y a los que es menos probable que sean defendidos (Díaz-Aguado, 2006). Por último, las competencias sociales de los propios alumnos pueden ser determinantes para el número de situaciones de acoso que se producen en el centro escolar. En este sentido, si en el centro escolar se presta poca o nula atención al desarrollo de competencias en los alumnos, es decir, no se plantean actividades sobre resolución de conflictos, no se enseña a los alumnos a trabajar en grupo respetando las opiniones e ideas de los compañeros, o no se dedica tiempo a analizar las normas de convi-

7 vencia, entre otras, es más probable que surjan tanto situaciones de aislamiento social como de acoso escolar (Cerezo y Calvo, 2011; Torrego, 2006). Una falta de concienciación sobre la importancia de un clima de relaciones positivo, el desarrollo de competencias en el alumnado y la dotación de información a padres, profesores y alumnos sobre la necesidad de no tolerar ninguna forma de violencia entre compañeros son factores clave que pueden deteriorar el clima escolar, haciendo más probable que surjan situaciones de acoso escolar entre los alumnos, y también de violencia escolar en general (Álvarez-García, Álvarez y Núñez, 2007; Cava, 2011; Torrego, 2006). Factores sociales y culturales La violencia que se observa a través de los medios de comunicación y de los videojuegos puede producir insensibilización ante el sufrimiento de las víctimas, y puede llevar a la imitación de determinados comportamientos violentos, sobre todo cuando son héroes o personajes fuertes, poderosos y triunfadores los que se comportan de este modo (López-Castedo, Domínguez-Alonso y Álvarez-Roales, 2010). A través de imágenes en las que se asocia violencia y triunfo en personajes atractivos, niños y adolescentes se pueden interiorizar valores culturales en los que se acepta el uso de la violencia para conseguir dominio y poder sobre otras personas. Por otro lado, la influencia del entorno social donde se ubica cada centro escolar, y las características y valores propios de la sociedad y la cultura de la que forma parte son de especial relevancia. Se ha hallado que en entornos sociales violentos las conductas de acoso en la escuela están presentes con mayor frecuencia (Cooley-Strickland, Griffin y Furr-Holden, 2011). CONSECUENCIAS DEL ACOSO ESCOLAR El acoso escolar provoca efectos negativos en toda la comunidad educativa, perjudicando las relaciones sociales (entre alumnos y entre alumnos y profesores), desmoralizan y desmotivan laboralmente a los docentes y genera un clima escolar negativo (menor interés por aprender por parte de los alumnos). Para la víctima, ciertamente, el acoso escolar supone una situación sumamente estresante y que repercute de forma muy negativa en su bienestar psicológico. Las víctimas suelen expresar sentimientos de soledad, ansiedad, síntomas depresivos, baja autoestima, problemas de insomnio, quejas somáticas (como dolores de cabeza, dolor de estómago, náuseas o vómitos), rechazo a asistir a la escuela y, en los casos más graves, ideas acerca del suicidio (Finkelhor, Ormrod, Turner y Hamby, 2005). Además, tienden a mostrar un autoconcepto general negativo, una baja satisfacción con la vida y un alto grado de infelicidad (Estévez, Martínez y Musitu, 2006; Flouri y Buchanan, 2002). Algunas de estas consecuencias pueden mantenerse años después de haber sufrido el acoso (Guterman, Hahn y Cameron, 2002). Los síntomas más frecuentes y característicos en los casos de acoso escolar son: rechazo y miedo repentinos a asistir a la escuela, quejas recurrentes sobre dolores de estómago o de cabeza, especialmente antes de ir a la escuela, problemas de ansiedad y excesivo nerviosismo, reacciones emocionales inesperadas, problemas de insomnio, sentimientos de desesperanza y pérdida de interés en sus actividades favoritas, incapacidad para disfrutar y falta de energía, sentimientos de soledad y aislamiento, verbalizaciones negativas sobre sí mismo y dificultades recientes para concentrarse y mantener la atención en las tareas académicas.

8 Las consecuencias negativas para los agresores no son inmediatamente obvias, sin embargo, sí las sufren (Stassen-Berger, 2007). El agresor con el tiempo puede ir perdiendo el apoyo del grupo de referencia sobre el que actúa, al tiempo que aprende a conseguir las cosas de manera violenta y agresiva (Avilés, 2006). Estas conductas violentas en el contexto escolar se han relacionado con otras conductas problemáticas y de riesgo durante la adolescencia y la edad adulta, como las conductas pre-delictivas o el consumo de sustancias ilegales (Nansel, Craig, Overpeck, Saluda y Ruan, 2004). Por último, en el caso de los espectadores, el hecho de conocer estas situaciones también puede generar en ellos sentimientos de culpabilidad, en caso de no ayudar a la víctima, o de vulnerabilidad, en caso de temer ser ellos las víctimas de futuras agresiones (Ortega y Del Rey, 2003). Por lo tanto, el maltrato afecta también a los que no están involucrados, cuando tienen compañeros que son agresores o víctimas, y su rendimiento académico se ve afectado (Nishina y Juvonen, 2005). DISCUSIÓN El objetivo del presente trabajo era ampliar los conocimientos sobre el acoso escolar, profundizando, además, en los factores de riesgo y sus consecuencias. En base al marco teórico, los resultados señalan que prácticamente la mayoría de niños ha tenido alguna experiencia relacionada con el acoso escolar, ya sea como agresor, víctima u observador. A pesar de que las cifras de prevalencia varían en función del tipo de agresión, los datos apuntan a que aproximadamente el 20-25% de los jóvenes están directamente involucrados en la intimidación como agresores, víctimas, o ambos (por ejemplo, Nansel et al., 2004). Si a ello le añadimos el peso que este fenómeno tiene tanto a nivel interpersonal como grupal (incluir al resto de alumnos y no solo al agresor y la víctima) la preocupación hacia el acoso escolar se incrementa. Como se ha expuesto anteriormente, los factores que pueden ayudar a explicar la existencia de estas situaciones de amenaza y acoso entre compañeros son múltiples y se sitúan en diferentes niveles, actuando de manera interconectada. En relación con los factores personales, se han encontrado diferencias entre las características más asociadas con la personalidad de los agresores y la de las víctimas. En cuanto a los factores personales específicos de los agresores, las investigaciones han señalado la búsqueda de una reputación social transgresora, la actitud negativa hacia la autoridad, la baja autoestima familiar y escolar, y la falta de empatía emocional hacia la víctima. En cambio, los alumnos más aislados socialmente y que cuentan con menos amigos son más vulnerables al acoso escolar, y es más probable que se conviertan en víctimas (Cava, 2013). También los factores familiares debido a la gran influencia que tienen sobre las actitudes y comportamientos de los hijos (Maccoby, 2000). Esta influencia puede verse favorecida por los valores que transmiten en el entorno familiar (por ejemplo, pautas de crianza) y, sobre todo, a través de la forma en que lo hace (por ejemplo, la presencia de conflictos frecuentes en el seno familiar). Los factores escolares, en aquellos centros en los que se vea acentuado un clima escolar negativo (Aronson, 2000; Ortega y Del Rey, 2003), en los que no se pongan medios para paliar el aislamiento y el rechazo social (Díaz-Aguado, 2006), y en los que no se enseñen a los alumnos las competencias sociales necesarias para promover una convivencia saludable entre el alumnado, pueden estar actuando como factor de riesgo para el acoso

9 escolar (Cava, 2011; Cerezo y Calvo, 2011; Torrego, 2006). Por último, la influencia de aspectos sociales y culturales hace hincapié en la relación que tienen los medios de comunicación, además de algunos videojuegos, sobre la conducta violenta (López-Castedo et al., 2010). El entorno social también se ha visto como posible indicio de acoso escolar en la escuela, cuando éste se caracteriza como violento (Cooley-Strickland et al., 2011). Las consecuencias que este tipo de conductas tiene son perniciosas tanto para agresores como para víctimas. Sin embargo, cabe matizar que tanto para los agresores como para los espectadores más pasivos estas consecuencias tienden a minimizarse. En cambio, para la víctima, esta situación, supone una importante amenaza para el bienestar psicológico de niños y adolescentes, ya que se trata de una experiencia interpersonal sumamente estresante para la persona. De hecho, la Organización Panamericana de la Salud considera la violencia como un indicador de Salud Pública (OPS, 2003). No obstante, las consecuencias del acoso escolar también se expanden al ámbito escolar, perjudicando gravemente el proceso de enseñanza-aprendizaje en el aula; desmoralizando y desmotivando a los docentes en su labor y produciendo un abandono de los objetivos prioritarios de enseñanza en la institución. Es por ello que el acoso escolar constituye uno de los principales retos del sistema educativo a nivel internacional (Debarbieux, 2006; Gázquez, Pérez-Fuentes, Lucas y Fernández, 2009). Como se ha detallado a lo largo de este trabajo, todos los casos de acoso escolar tienen elementos comunes que les caracterizan como tal, sin embargo, cada situación es única porque los implicados y su entorno así los son. La comprensión de las causas de esta conducta, así como, la concienciación de toda la comunidad educativa, puede ayudar a desarrollar intervenciones, realmente eficaces, destinadas a mitigar el acoso escolar. BIBLIOGRAFÍA Álvarez-García, D., Álvarez, L. y Núñez, J. C. (2007). Aprende a Resolver Conflictos. Programa para mejorar la convivencia escolar. Madrid, España: CEPE. Aronson, E. (2000). El Animal Social. Madrid, España: Alianza Editorial. Avilés, J. M. (2006). Bullying: el maltrato entre iguales. Agresores, víctimas y testigos en la escuela. Salamanca, España: Amarú. Buelga, S., Cava, M. J. y Musitu, G. (2012). Reputación social, ajuste psicosocial y victimización entre adolescentes en el contexto escolar. Anales de Psicología, 28 (1), Buelga, S., Musitu, G. y Murgui, S. (2009). Relaciones entre la reputación social y la agresión relacional en la adolescencia. International Journal of Clinical Health Psychology, 9 (1), Cava, M. J. (2011). Familia, profesorado e iguales: claves para el apoyo a las víctimas de acoso escolar. Psychosocial Intervention, 20 (2), Cava, M. J. (2013). El acoso escolar: cuando la escuela no es un lugar seguro. Los problemas en la adolescencia: Repuestas y sugerencias para padres y profesionales. Madrid, España: Síntesis. Cava, M. J. Buelga, S., Musitu, G. y Murgui, S. (2010). Violencia escolar entre adolescentes y sus implicaciones en el ajuste psicosocial: un estudio longitudinal. Revista de Psicodidáctica, 15 (1), Cava, M. J. y Musitu, G. (2002). La convivencia en la escuela. Barcelona, España: Paidós. Cava, M. J., Musitu, G. and Murgui, S. (2007). Individual and social risk factors related to victimization in a sample of Spanish adolescents. Psychological Reports, 101, Cerezo, F. y Calvo, A. (2011). Programa CIP (Interven-

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