América Latina y Estados Unidos

Transcripción

1 Las relaciones entre América Latina y Estados Unidos en la era Obama Mauricio Cárdenas Director de la Iniciativa América Latina de la Brookings Institution. Agradezco a Andrea Moreno Acosta su colaboración en la preparación de este artículo. D urante la administración del Presidente George W. Bush la política exterior estadounidense permaneció anclada en sus campañas en el Oriente Medio, mientras que América Latina y el Caribe se deslizaron inadvertidamente a un segundo plano en su radar político. En el entretanto, América Latina vivió una etapa de grandes cambios tanto en lo económi- co como en lo político. Estos cambios están asociados en la mayoría de los países a un nuevo paradigma que favorece las políticas a favor del mercado, bajo un ambiente de estabilidad macroeconómica, pero que despliega un fuerte activismo social para reducir la desigualdad y la pobreza. Este paradigma, sin embargo, no es hegemónico. La visión alternativa, emble- matizada por la revolución bolivariana de Hugo Chávez en Venezuela, plantea la necesidad de reducir la orbita del mercado y aumentar el grado de intervención en los sectores productivos de la economía. Aunque el debate continúa, la realidad es que pocos gobiernos dan muestras de querer seguir de cerca la experiencia venezolana. En los últimos meses, los países 25

2 26 con nuevos gobiernos de centro-izquierda como Paraguay y El Salvador han dejado en claro que este no es el camino que quieren transitar. El ejemplo a seguir, por el contrario, es Brasil que avanza rápidamente bajo una eficaz mezcla de respeto por el estado de derecho y protección de los sectores vulnerables de la población. Aun a pesar de sus diferencias, la región hoy en día concuerda en que la relación con Estados Unidos debe estar basada en el pragmatismo y no en el paternalismo. Estados Unidos es visto como un socio en igualdad de condiciones. La apertura de los países al mercado global y la diversificación de sus socios comerciales han creado nuevos actores que entran a disputarse la influencia en América Latina y el Caribe. Este es el caso de China, Europa y Rusia, que han disminuido en cierto grado la dependencia de Estados Unidos. Este cambio ha impactado de forma trascendental el tono en las relaciones diplomáticas en ambos lados del continente. Por ello, la institución Brookings, uno de los más prestigiosos centros de pensamiento en los Estados Unidos,. convocó en mayo del 2008 a la Comisión Alianza para las Americas con estos objetivos: Mejorar el conocimiento de América Latina y el Caribe en el debate político de los Estados Unidos durante y después de las elecciones. Proveer a la administración y el congreso de Estados Unidos con ideas para impulsar políticas concretas dirigidas a enfrentar de forma bilateral y multilateral los retos que afronta el hemisferio y que son de interés para todos los países. Estimular a los líderes latinoamericanos a considerar diferentes formas de entablar una relación constructiva con los Estados Unidos. En su informe, llamado Replanteando las relaciones entre Estados Unidos y América Latina: una alianza hemisférica para un mundo turbulento la Comisión presenta una serie de recomendaciones en cuatro áreas de interés mutuo: la integración económica como medio para ampliar las oportunidades de la población, la lucha contra las drogas y el crimen organizado, la utilización de recursos energéticos renovables para mitigar los efectos del cambio climático, la necesidad de manejar efectivamente la migración, y una sección especial sobre las políticas hacia una Cuba en transición. Manejar Efectivamente la inmigración Los inmigrantes hacen parte de la fuerza laboral que en las últimas décadas ha contribuido significativamente al crecimiento de la economía estadounidense. Sin embargo, el enfoque adoptado en Estados Unidos para enfrentar el problema de la inmigración ilegal ha sido hasta ahora inadecuado. Este problema se desprende de la disparidad entre la demanda de trabajadores extranjeros que exige la economía de Estados Unidos y la disponibilidad de trabajadores legales que existe para cubrir esa demanda. En condiciones normales la fuerza laboral de Estados Unidos requiere de alrededor de 1.5 millones de trabajadores extranjeros por año. Aún así el sistema migratorio sólo autoriza 1 millón de visas lo cual contribuye a que empleadores se vean forzados a recurrir a la ilegalidad para cubrir la demanda. En la última década los esfuerzos de los Estados Unidos se han concentrado en re-

3 forzar la frontera. La construcción del muro fronterizo significa una inversión cuantiosa, que además de ofensiva es ineficiente para resolver el problema de los flujos migratorios. Además, el aumento de agentes fronterizos no logra tener éxito. Por otra parte existe un amplio mercado clandestino de documentación falsa que cada vez se hace más tecnificado, sin mencionar que las sanciones para empleadores que contraten trabajadores ilegales son mínimas. Más importante aún, varios estudios revelan que esta medida no ha influido en la desaceleración del flujo migratorio, pero si es percibida por los países de la región como un mensaje de hostilidad del país hacia sus vecinos, e incongruente con sus principios de libertad e igualdad de oportunidades. Por otro lado, a mayor represión en los Estados Unidos menor el flujo de trabajadores de regreso a sus países de origen, algo que ocurría con cierta normalidad en el pasado. Por eso se debe reformar el actual sistema de visas. Es necesario crear un esquema basado en tres clases de visas: temporales de un año para estudiantes y trabajadores; provisionales por tres años para trabajadores especializados con derecho a una renovación; permanentes. Estas visas deberían ser otorgadas a inmigrantes ilegales ya residentes en Estados Unidos de acuerdo con el tiempo de su residencia, pero enfatizando el pago de multas e impuestos retroactivos. La normalización de la inmigración como un desafío transnacional requiere no sólo una reforma migratoria en Estados Unidos sino un compromiso correspondiente por parte de sus vecinos en la región. En ese sentido sería deseable que los países se esfuercen por generar proyectos que promuevan el retorno de los inmigrantes a sus países y que generen programas de desarrollo económico que incentiven a los ciudadanos a permanecer y contribuir a sus países de origen. 27

4 28 Desarrollar fuentes de energía renovables y combatir el cambio climático El mundo se enfrenta a una inminente crisis energética como resultado de la creciente demanda de hidrocarburos y lo que se percibe con un declive en las posibilidades de producción a mediano plazo. Estados Unidos depende de América Latina y el Caribe como su mayor exportador de petróleo, esto lo hace susceptible a cualquier cambio en el suministro de la región, un fenómeno que se ha materializado en la nacionalización de la industria petrolera en países como Venezuela. Por otra parte, la dependencia en hidrocarburos ha generado otra crisis inminente, asociada a la alta emisión de carbono que acelera los efectos del cambio climático en el planeta. El Foro Humanitario Global, organización presidida por el ex secretario General de la ONU, Kofi Annan, recientemente publicó un informe que estima que los efectos del cambio climático contribuyen a la muerte de personas al año. Según el informe, si esta tendencia continua se estima que en 20 años el recrudecimiento de enfermedades, hambrunas y desastres naturales asociados al cambio climático puede llegar a acabar con la vida de millones de personas en el mundo. Dado el limitado desarrollo de fuentes alternativas de energía en América latina y el El mundo se enfrenta a una inminente crisis energética como resultado de la creciente demanda de hidrocarburos y lo que se percibe con un declive en las posibilidades de producción a mediano plazo Caribe, y la desigualdad de estrategias para mitigar los efectos del cambio climático, es indispensable generar un mayor intercambio de conocimiento. Por ello, la Comisión Alianza para las Américas explica que se requiere crear un grupo regional que se encargue de las negociaciones mundiales, y otro que contribuya a coordinar los mecanismos para combatir el cambio climático en el hemisferio y el papel de cada país de acuerdo con sus capacidades. Por otra parte, la Comisión de Brookings propuso también la creación de un Laboratorio de Energía Renovable de las Américas que puede estar localizado en Suramérica o en América Central con el propósito de estimular más interacción entre los países para el desarrollo de nuevas tecnologías en campos como la energía basada en la celulosa y otras fuentes de biomasa que no compiten con la producción de alimentos. Lograr que la integración hemisférica genere beneficios para todos En su más reciente informe sobre Perspectivas Económicas para las Americas, el Fondo Monetario Internacional estima que la región no solo esta mucho mejor preparada actualmente para sobrellevar los efectos de la crisis, sino que se espera que supere la recesión mucho antes que muchas de las economías industriales, incluyendo a los Estados Unidos.

5 América Latina como uno de los mayores socios comerciales de Estados Unidos compra un quinto de las exportaciones de ese país, al tiempo que un quinto de las exportaciones de la región abastece el mercado estadounidense. Esta interdependencia comercial ha sido clave y lo será más aun para que los países del hemisferio se contribuyan mutuamente a superar la crisis actual. Por ello, es necesario que Estados Unidos ratifique los tratados comerciales con Colombia y Panamá, dado que estos dos países han demostrado su voluntad para hacer las concesiones necesarias. De no aprobarse estos tratados se perdería la credibilidad de la política de Estados Unidos frente a los países latinoamericanos. Proteger el hemisferio de las drogas y el crimen organizado El trafico de drogas y el crimen organizado que se desprende como consecuencia de esta actividad ha dejado de ser una preocupación subregional para convertirse en un flagelo que afecta todo el hemisferio. Los golpes atestados a traficantes de drogas en Colombia con la ayuda de Estados Unidos han forzado a agentes delictivos a movilizar sus puntos de producción y de envío a países como Venezuela y Ecuador. Los países de Centroamérica y el Caribe se han convertido en puntos clave de trasbordo de drogas hacia Estados Unidos desde Suramérica, lo cual ha reavivado la violencia en sus calles y amenaza con desestabilizar sus instituciones estatales. En Norteamérica ha habido un notable fortalecimiento de los carteles de la droga en México, y un recrudecimiento de la guerra por el control de la distribución que arrojo un saldo de saldo de casi muertos durante 2008 (un incremento de 110% en comparación a 2007). La proximidad de México con Estados Unidos implica una inminente manifestación de la guerra en suelo estadounidense. A finales del 2008 el Departamento de Justicia emitió un reporte que estima que el cartel de Juárez y Federación controlan la distribución en por lo menos 195 ciudades dentro de ese país. Sumado a esto los Estados Unidos contribuye indirectamente al la problemática del tráfico de drogas por la flexibilidad de sus normas para la posesión de armas, y la alta demanda de estupefacientes: 90% de las armas incautadas a en México provienen de los Estados Unidos y se estima que por lo menos 2,000 armas cruzan la frontera a diario en dirección sur, y terminan en manos de grupos al margen de la ley. Más aún, a pesar del fortalecimiento a las leyes que castigan el consumo de droga en Estados Unidos, el país registra al menos 1 millón de consumidores de heroína y 3 millones que consumen cocaína. Esta inalteración en las cifras continúa haciendo del tráfico de drogas el negocio más lucrativo de la región. El enfoque actual de la guerra contra el narcotráfico basado en la erradicación no ha tenido resultados sostenibles sino éxitos esporádicos. Es necesario realizar una evaluación integral y comparativa de políticas antinarcóticos implementadas alrededor del mundo que sirva como punto de partida para crear un diálogo hemisférico sobre drogas. Por otra parte, la solución al problema de narcotráfico requerirá de un compromiso mutuo de los países productores y de los consumidores. Por ello, los países consumidores deben asumir su responsabilidad y desarrollar polí- 29

6 30 ticas innovadoras a nivel estatal y nacional que promuevan la reducción del consumo. Cuba y Estados Unidos: replanteamiento de una relación problemática La relación Estados Unidos-Cuba ha marcado uno de los puntos más tensos para la política extranjera estadounidense durante cinco décadas. Durante el gobierno del Presidente George W. Bush las relaciones entre los dos países llegaron a un punto de alta beligerancia y total enfriamiento. A pesar de ser una isla pequeña, ese enfrentamiento es un punto de referencia que influye significativamente en la forma en que los países de la región perciben la voluntad política de Washington. Consciente de estos factores, la administración Obama ha comenzado a demostrar su disposición para rehacer la relación con Cuba al adoptar medidas con sentido común: remover las restricciones de viaje impuestas por la administración Bush a los cubanoamericanos, al igual que las restricciones al envío de remesas. Ha impulsado también el cierre de la prisión de Guantánamo, uno de los símbolos que ha utilizado el gobierno de la isla por años para criticar severamente lo que denomina la doble moral de Estados Unidos. Mas recientemente y ante la postura de la región, el país ha manifestado su voluntad de colaborar para que Cuba pueda entrar a hacer parte de la OEA, siempre y cuando ese país se comprometa a dar muestras de cambio y a adoptar los fundamentos democráticos que son requeridos de los miembros de esa organización. No tiene sentido que Cuba haga parte de la lista del Departamento de Estado de aquellos países que apoyan el terrorismo, dado que no existen pruebas que soporten esa alegación. Aún cuando varias las políticas establecidas por la administración hacen eco de las recomendaciones de la Comisión de Brookings, la normalización de las relaciones con Cuba requerirá que los Estados Unidos tomen medidas mucho más significativas. Entre ellas se deben incluir el fin del embargo informativo a la isla como método de proveer a la juventud contacto con el mundo exterior, lo cual a largo plazo contribuirá a que sean ellos quienes tomen las riendas de su país. En esa misma línea sería deseable el levantamiento de restricciones para el uso de fondos federales para programas de intercambio cultural, deportivo y académico. En conclusión, la política del presidente Obama de escuchar y aprender es la correcta, pues le permite restablecer un diálogo roto. Su administración ha dado muestras claras de su intención de regenerar el hilo de las relaciones, incluso replegando a sus más altos funcionarios por varios países para llevar un mensaje de reconocimiento de la responsabilidad y la obligación de Estados Unidos de asumir un rol activo en los problemas que aquejan al hemisferio. Sin embargo, falta ver si el nuevo enfoque se traduce en algo más. America Latina requiere políticas concretas que se traduzcan en un avance sincero y significativo en asuntos claves y de interés mutuo. PC