LOCURA: Reflexión sobre el devenir de sus nociones.

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Transcripción:

LOCURA: Reflexión sobre el devenir de sus nociones. Andrés Ignacio Lapunov Suanes C.I. 4.372.216-6 Tutora: Asist. Mag. Lisette Grebert Revisor: Prof. Adj. Mag. Nelson De León Montevideo, 30 de octubre de 2018

ÍNDICE: -INTRODUCCIÓN........... 2 -LOCURAS DEL PASADO..... 3 -LOCURAS ENCERRADAS Crimen y patología mental......... 9 La mentira bien vestida.........15 Hospitales: de lugares para morir a lugares para sanar...16 Disciplina médica....17 - LOCURAS LIBRES. Relación entre locura y arte...... 19 Libertad para la expresión creativa?...20 -LOCURAS DE AYER Y HOY. Noción de locura en la actualidad, experiencia en Radio Vilardevoz, problematización sobre trampas y contradicciones que se apoyan en la razón.... 23 -CONCLUSIÓN Una cosa de locos.....34 -REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS... 37 1

INTRODUCCIÓN: A modo de ensayo, el siguiente trabajo intentará abordar la noción de locura que se ha tenido en distintas épocas para una articulación con la noción que de ella se tiene en la actualidad. La finalidad de este recorrido no recala en la obtención de un relato meramente cronológico sino en la construcción de un relato presente de una búsqueda de posibles relaciones que puedan encontrarse para poder reflexionar sobre las formas de pensar la locura hoy. La comprensión de estas formas de concebir la locura requiere el repaso de otras concepciones como las de razón, necedad y saber. La noción de juicio inmanente será central para la intención de generar una reflexión acerca de la forma en que la locura ha transcurrido en el pensamiento, pasando de percibir la locura como experiencia externa al hombre a percibirla como experiencia interna a él. La transformación en la percepción de locura encontrará diferencias desde el campo médico y jurídico y desde los foros artísticos. Es pretensión reflexionar sobre estas diferencias y pensar la locura como movimiento de un tiempo en devenir. La idea de hacer posible este ensayo surge a partir de la experiencia de trabajo teórico del seminario de la licenciatura de grado, Locura, razón y pensamiento (2017), junto a la experiencia de trabajo práctico en Radio Vilardevoz, dentro del Hospital Vilardebó (2016). Dichas experiencias han generado un antes y un después en el interés propio sobre la manera en que puede hablarse de la locura generando una mejor comprensión a partir de la posibilidad de lograr un relato reflexivo que se enfoque en una dimensión alejada de los conceptos que la enjuician. Recurriendo a varios autores, el apoyo principal será en obras de Michel Foucault, cuyo interés por las formas de convivencia de los seres humanos y la locura, ha generado una extensísima producción respecto de la misma. Una idea muy potente será de gran ayuda para este relato escrito; la idea de una minoría de edad que posee la sociedad y la posibilidad de una actitud de modernidad, el uso público y privado de la razón para lograr el pasaje a la mayoría de edad como estado de pensamiento (Foucault,1999). La pretensión es generar una mirada reflexiva, pensar qué tanto pensamos cuando pensamos la locura y que tan loco puede ser hablar sobre ella desde una razón que se contradice en discursos que a veces representan en alguna medida, la manera de no pensar, un seguimiento ciego a la idea de que la sabiduría consiste en seguir a la razón sin advertir que la razón suele tender trampas que atentan contra ella misma. 2

LOCURAS DEL PASADO A principios del siglo XVI, se publica por primera vez una obra de Erasmo de Rotterdam llamada, El elogio de la locura (2007 [1511]), en ella, el autor plantea las ventajas de la locura sobre la razón en una época en la que la locura se atribuía a entes malignos y demoníacos; en esta obra se considera la locura como ligada a la razón y no como su opuesta. Ésta pasa a ser parte directa de la razón y una denuncia de la forma general de la crítica. Es la locura la que ahora analiza y juzga a la razón, invirtiendo los papeles de manera en que una no podría sobrevivir sin la otra ya que ambas son una misma cosa que, en determinados momentos, se desdobla para afirmar su necesaria presencia en el mundo. Erasmo introduce como concepto central de su obra la noción de necedad: Esa necedad es el manantial de donde nacieron los hechos famosos de los grandes héroes que han exaltado hasta las nubes los oradores y literatos; y ella es la que engendra las naciones, conserva los imperios, las leyes, la religión, las asambleas y los tribunales, porque la vida humana no es otra cosa que un juego de necios. (2007, p.37) Este juego de necios es jugado por aquellos que se hacen llamar sabios o cercanos a la sabiduría como por aquellos que estos sabios destratan y descalifican por tener conductas que distan a su consideración de un supuesto ser razonable. El término filautía (Erasmo, 2007) es introducido como representación del amor a sí mismos que tienen los que se dicen representantes de la sabiduría y esta condición es la que revela también su condición de necios. Erasmo critica esta postura presentándose como la personificación de la necedad, aludiendo a que todas las personas son necias y especialmente aquellos que se creen ajenos a ella, ya que la necedad tiene como educación la adulación, la pereza y el olvido. Poniendo un ejemplo de la necedad en el uso del discurso plantea que ciertos discursos se aceptan mejor cuánto más de lejos vienen, es decir, aquellos largos discursos en nombres de la sabiduría que se esbozan con palabras rebuscadas y conceptos entreverados que intentan suponer una complejidad de contenidos y que son escuchados por gente cuya carencia de entendimiento establece una relación en la que la importancia y la veracidad otorgada es directamente proporcional a dicha carencia; personas que entre menos entienden lo que se dice más aplauden y adulan a los oradores, al mismo tiempo que los oradores adulan en sus discursos a los oyentes para recibir aplausos que vengan a confirmar su filautía (2007). 3

Así como todo aquel que se crea ligado a la sabiduría desconoce su pertenencia a la necedad, Erasmo plantea que la necedad declarada está muy cerca de la locura, o mejor dicho, la necedad es también la locura. Enuncia que no puede admitirse que toda locura sea funesta, hace distinción de dos clases de locura; una furiosa con vómitos de infierno en la que destaca la sed insaciable de poder, la guerra, el incesto, el parricidio, una locura no declarada donde la conciencia del culpable puede ser perturbada por el remordimiento, y otra locura que es la que todos ansían, que se declara y procede de la necedad, que se manifiesta en cierto alegre extravío de la razón, que al mismo tiempo libra al alma de angustia y la inunda en un mar de delicias. Más adelante veremos cómo estas clases distintas de locura que plantea Erasmo en el siglo XVI mantienen cierta vigencia o similitud con las nociones que se manejan en la actualidad, poco más de quinientos años después. Volviendo a los tiempos del autor, la población percibía al loco como extraviado de la razón, como aberrante de sentidos y del juicio, siendo su acción compartida por una notoria minoría. Esto puede dar lugar al entendimiento del refrán que enuncia: Cuando los locos seamos más, los locos serán ellos, a sabiendas de que es un movimiento mayoritario de acción compartida quien cataloga a su consideración los movimientos de las minorías, y es esa condición de dominio que en este caso se presenta por una cantidad numérica la que permite notoriedad y sensación de verdad en su juicio. Un dato interesante que llama a la especulación o quizá a la fantasía, es que Erasmo de Rotterdam escribió un libro elogiando la locura y criticando la sabiduría en un tiempo donde una reflexión crítica y filosófica argumentada en contra de lo que estaba establecido como buen camino por la mayoría de las personas notables era casi una acción utópica. Una acción utópica que en ese tiempo no podría haberse calificado así, ya que El elogio de la locura (2007 [1511]), fue escrito en casa de un amigo que fue, ni más ni menos que Tomás Moro, un hombre que algunos años después publicaría quizá su libro más famoso, De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae (1516), acerca de una organización ideal de una república en una isla ficticia, cuyo nombre daría vida más adelante a un término que supone lo inalcanzable; Utopía. Con el trajinar de la Edad Media la locura vino a suceder a la lepra en un espacio moral de exclusión que dio lugar a un nuevo objeto en el paisaje imaginario de algunos pueblos, y que fue, la nave de los locos (Foucault, 1967). Esta embarcación toma su nombre popular de una composición literaria llamada Das Narrenschiff creada por Sebastian Brandt en 1497, cuya historia es similar a otras obras de la época que 4

relatan la aventura de los personajes como tripulantes de navíos que emprenden viajes diversos, de todas las novelas de ese estilo el Narrenschiff fue el único que existió realmente. (Foucault, 1967). Algunos de los pobladores que se consideraban locos eran expulsados de los lugares poblados, se los dejaba recorrer los campos apartados o bien se encomendaban a grupos de mercaderes o marineros. Esas naves de los locos pertenecían a una forma de peregrinación y de búsqueda de la razón con cierto carácter milagroso aunque éstos no tenían permitido el acceso a la iglesia. De alguna manera, se trataba de algún tipo de exclusión moral o acaso religiosa. Muchas ciudades de Europa vieron llegar embarcaciones de locos, a veces los barqueros los dejaban en tierra mucho antes de llegar al destino que les habían encomendado, por lo general se realizaban estos procedimientos con vagabundos. Cierto es que a algunos locos con residencia se los trataba en hospitales y se los curaba, construyéndose casas especiales para el tratamiento de los mismos. Resulta interesante de pensar la cuestión de este exilio de los insensatos (Foucault, 1967), en embarcaciones marítimas y cómo ese gesto radica en una acción que al mismo tiempo los transformaba en libres prisioneros. De algún modo se encomendaban a su propio destino y se liberaban de las agresiones de los ciudadanos que los expulsaban de las ciudades, pero por otra parte esa liberación traía consigo un aprisionamiento respecto de la incertidumbre de su porvenir, sin conocer destino ni rumbo. Así en la aventura de que cada viaje podría ser el último los locos navegaban a merced de su suerte con la libertad que proporcionaba estar en un navío (Foucault, 1967). Nótese que esta manera que utilizaban los pueblos para solucionar el problema que le provocaban estos insensatos generaba, a modo de una supuesta solución, la partida de los locos de un lugar hacia un indeterminado tránsito o a la llegada imprevista a otros lugares que practicaban el mismo método. El resultado de la acción era tan impredecible como parcialmente ineficaz. Lo que sí resultó eficaz aparentemente de esa acción fue que contribuyera a que la imaginación del hombre europeo generara una relación cercana entre el agua y la locura, la metáfora de la gran locura del mar y la influencia de la luna en las mareas que lo abordan, sea tal vez el motivo por el cual sigue siendo utilizado el lunatismo como sinónimo de locura. La contemplación de la locura comienza a tomar lugar donde reinaba como tema principal la muerte, el fin del hombre y el fin de los tiempos es la amenaza principal, las pestes o las guerras aparecían como factor amenazante hasta que la locura comienza 5

a aparecer como amenaza interior al mundo, ya no desde una postura burlesca a la actitud errante y ajena de razón, sino desde una postura más cercana a la idea de la muerte que reduce al hombre a la nada. Desde ese nuevo agenciamiento (Deleuze, Guattari, 1994) se genera una actitud de contemplación derivada de un desprecio hacia la encarnación de la locura como la nada en la existencia misma. La visión católica de las sociedades occidentales del medio evo asociaban la locura como indicio del fin del mundo, como precedente del reino de satán, al mismo tiempo que el loco aparece como el destructor de toda sabiduría a partir de su saber secreto, errante, desconocido e incomprensible para la figuras fragmentarias que perciben los hombres razonables y prudentes. Es interesante pensar así la referencia de Foucault sobre lo que Erasmo postulaba en relación a esta forma de ver al loco: Es un privilegio absoluto de la locura el reinar sobre todo aquello que hay de malo en el hombre. Y por lo tanto reina también sobre todo el bien que puede hacer (1967, p.20). El reino de la locura comienza a separarse de las potencias trágicas del mundo, de sus fuerzas interiores y se empieza a percibir como propiedad cercana al hombre, a sus ilusiones, sus sueños y debilidades. Pasa de ser una condición que acecha al ser humano desde afuera para adentrarse en él, en tanto relación que adquiere con un ente maligno que viene de otra parte, para comenzar a percibirse como una relación que mantiene el hombre consigo mismo. En esta relación la filautía (Erasmo 2007) viene a ser la primer señal de locura; ese apego, ese amor a sí mismo que hace al hombre aceptar el error como acierto, la mentira como verdad, la violencia como justicia, la fealdad como belleza. Esa imagen de locura viene a representar un espejo en el que verán, aquellos que se miren, el sueño de sus presunciones. Así entonces la locura pasa de relacionarse con la verdad y el mundo a relacionarse directamente con el hombre y con la verdad que él percibe de sí mismo, convirtiéndose en una cuestión del orden moral. Su mal ya no es castigo del fin de los tiempos sino que es más bien falta propia o defecto: Entre las dos formas de experiencia de la locura no dejará de aumentar la distancia. Las figuras de la visión cósmica y los movimientos de la reflexión moral, el elemento trágico y el elemento crítico, en adelante irán separándose cada vez, abriendo en la unidad profunda de la locura una brecha que nunca volverá a colmarse. (Foucault, 1967, p.23) Esa separación de su relación con la verdad y con el mundo va a colocar su discurso en un sometimiento constante a la conciencia crítica del hombre en formas filosóficas o científicas, bajo formas morales o médicas que llevarán a un pensamiento 6

racional de la locura que poco a poco irá depositándola en el terreno de la enfermedad mental, aunque tendrá siempre un componente de falta, de algo desconocido que bien puede pertenecer de alguna manera a aquella conciencia trágica que la percibía como agente externo a la responsabilidad del hombre y que a su vez supone en esa separación, un acercamiento a la idea de la locura como una forma relativa de la razón. La noción de razón ha tenido desde siempre un rol importante en las formas de pensar la locura, ese rol sigue siendo importante en la actualidad ya que existen discursos de la locura que la presentan como opuesta a la razón y otros que la presentan cercana a ella, pero: qué se entiende por razón?. Según el diccionario de la Real Academia Española (2017), la razón se define como la capacidad de la mente humana de establecer relaciones entre conceptos o ideas que permitan la formación de conclusiones o juicios, se la define también como el acierto, la verdad o la justicia en el decir o en el hacer de una persona. Desde una perspectiva filosófica, la razón es la habilidad en virtud de la cual el hombre no sólo logra reconocer conceptos, sino que también posee la capacidad de cuestionarlos logrando así establecer coherencias o contradicciones así como también inferir o deducir conceptos diferentes (Ferrater Mora, 1979).La formación de ideas o juicios y representaciones de la realidad que posee la mente humana suele reconocerse como la acción de pensar. Pensando en la noción de razón, es interesante el hecho que esta formación de ideas o juicios que la mente humana ha generado sobre la locura, ha conferido la potestad de transformar la filautía, primer señal de locura según Erasmo (2007), en un hecho representativo de la razón en tanto camino de verdad, de acierto y de sabiduría. El uso de esa razón alejaba a sus embanderados de la locura, los acercaba a la sabiduría y les acercaba al poder de verdad. Ese poder de verdad trae consigo la aceptación de veracidad en la formación de un discurso. El discurso es una serie de elementos que operan dentro del mecanismo general del poder. En consecuencia, hay que considerar el discurso como una serie de acontecimientos, acontecimientos políticos, a través de los cuales el poder se transmite y se orienta. (Foucault, 1999, p.60) El discurso de la locura es un elemento más de un conjunto, no debe centrarse en quiénes han relatado ese discurso ni la forma de pensar la locura que ha penetrado la conciencia de la gente sino que la importancia debería darse en la posibilidad de examinar ese discurso y a las instituciones que se han encargado de él, a las leyes 7

que lo han regido y a la forma en que algunos sufrían algún tipo de exclusión. Todos estos son componentes de un sistema de poder y el discurso es un componente más de las mallas del poder (Foucault, 1999), de modo que el análisis debe consistir en estudiar las relaciones que se dan entre sus tejidos. Foucault nos muestra en Historia de la Locura (1967), cómo el pasaje del feudalismo al capitalismo transforma el pensamiento de la locura, sus discursos y sus acciones. Comienza a hallarse para el loco un único lugar como propio para su condición y este lugar no es otro que el interior de los hospitales. Con el establecimiento del trabajo, el loco empieza a percibirse como un individuo no apto para trabajar y es menester de la institución posibilitarlo a que pueda conseguir esta aptitud. Pronto el hogar hospitalario del loco se convertirá en un hogar penitenciario, será la medida de saneamiento que lo sacará del espacio social cotidiano. Así como se produce el pasaje de comprender la locura como una experiencia externa a una experiencia interna, también habrá un pasaje en percibirla desde una postura de fascinación y curiosidad, a percibirla como una condición moralmente inaceptable, como una enfermedad mental confinada a un tipo de espacio específico: el hospital. El loco será condenado éticamente por su incapacidad para el trabajo, por su ociosidad, será obligado a trabajar dentro de los espacios mismos de internación, será puesto al mismo nivel de concepción que el criminal y comenzará a ser repudiado y excluido así expuesto a condiciones impropias (Foucault, 1967). El loco, carente de razón, no será sujeto de derecho, no puede ser objeto de sanción como el resto, su incapacidad para trabajar le quitará su posibilidad de servir, habrá que reprimirlo con un sistema de punición distinto por cometer un crimen moral que desconoce, que es involuntario. La locura, dice Foucault. Despojada de los derechos de la miseria y robada de su gloria, con la pobreza y la holgazanería, aparece en adelante, secamente, en la dialéctica inmanente de los Estados (1967, p.52). En ese momento en que la locura se percibe ligada a la pobreza, a la incapacidad de trabajo y a la incapacidad de adaptación a la reglas morales de la sociedad, comienza a vincularse de manera muy fuerte a la idea de problema, y el abordaje de este problema comenzará a generar una exclusión generadora de otras exclusiones, el loco se convertirá en un no perteneciente a ningún sistema, a ningún colectivo, un indiferente social, un alienado, no solamente desde la concepción de las capacidades de su razón, sino también desde la concepción que de él se tiene como miembro de la sociedad, como persona y más allá, como ser humano. 8

LOCURAS ENCERRADAS Crimen y patología mental. Conforme la sociedad desembarcó en el ideal burgués de prosperidad, de virtud, de naturaleza y de moral, el internado comenzó a manifestarse como lugar apropiado para aquellos que perturbaban el orden y el progreso de la civilización. Los llamados asociales a partir del siglo XVII comenzaron a ser muy fuertemente ligados con la idea y con los mecanismos de segregación y de marginación; locos, criminales, vagabundos y enfermos, serán candidatos indiferenciados a toda prisión común, asilo y castigo. En principio el asocial no era solamente el loco, éste se colocaba en el conjunto de los depravados, los libertinos, las prostitutas, los desequilibrados, los enfermos venéreos, entre otros (Foucault, 1967). Se generó una organización determinada del internamiento que no tenía precedentes hasta el momento en cuanto a la reunión de distintas personas con distintos valores, suertes y voluntades. Este modo de ordenar y confinar generó un acercamiento y creó una similitud característica entre los integrantes del conjunto. El internado, dice Foucault: los ha encaminado hacia la locura, preparando una experiencia en que se caracterizarán como ya integrados al dominio de pertenencia de la alienación mental. Para que se hicieran esos acercamientos, se ha requerido toda una organización del mundo ético, nuevos puntos de separación entre el bien y el mal, entre el reconocido y el condenado, y el establecimiento de nuevas normas en la integración social. (1967, p.69) El internado va a generar un mundo de exilio para aquellos que se percibían como portadores de la sinrazón. Pasarán a pertenecer a este mundo aquellas personas que profanen las formas de relacionamiento que la visión ética y religiosa de las familias burguesas consideraban correctas. Tanto el libertinaje como la homosexualidad atentarán contra lo sagrado de la unión hombre-mujer, los libertinos y los homosexuales serán vistos como desenfrenados al igual que los enfermos venéreos y todos ellos serán culpables de su condición, pasando a pertenecer a un grupo en donde la locura y la culpabilidad gestarán el sentido de la alienación mental. Esta agrupación de distintos tipos de conducta en un mismo lugar de encierro dio paso a que una cantidad muy considerable de la población tomara lugar en esos 9

espacios. Al no hacer ninguna diferencia en la categorización de internos, se genera una gran confusión y se deja en evidencia el desconocimiento; no sólo de la condición de la locura o la alienación mental que, si nos detenemos en la elección de su término podemos observar que se refiere a un alejamiento inexpugnable y negligente del mundo moral y ético que se intentaba construir erigiendo sociedades razonables y prósperas, sino que ese mismo desconocimiento cubre la forma en que se realiza esa no diferencia entre los internados. No se trata de reparar el error que ha autorizado semejante confusión, sino de seguir la continuidad que ha roto ahora nuestra manera de juzgar (Foucault, 1967, p.91). El juicio, ligado a la razón y al pensamiento por antonomasia, adquiere un nuevo carácter al momento de manifestar su capacidad, en este caso la manera de juzgar la locura tendrá poca claridad en su rumbo, en la continuidad de su confusión, pero si alguna luz ha de encontrar en su camino va a ser aquella que la liga a cualquier manifestación contraria a lo aceptable, a saber, ligada a lo violento, a lo peligroso, a lo criminal. Dentro de esa ligazón aparecerá la noción de furor que se instalará dentro de los internados y que tomará fuerza en la medicina, la jurisprudencia, y en el vocabulario general. Esta palabra va a designar una forma de locura que aludirá a una condición más allá de lo criminal y violento: se hablará de la furia y del furioso como portador de desorden, no solo de conducta, sino también de corazón y de espíritu. Ese desorden y la rabia amenazadora que porta serán suficientes para ganarse el encierro sin necesidad de distinción de enfermedad o crimen (Foucault, 1967). Las casas de internamiento del siglo XVII no van a tener en principio una distinción ostensible de una prisión, la estadía de los locos no tendrá un tiempo establecido, primero porque las fórmulas jurídicas que dictaminaban su encierro van a condenar su permanencia pero no los exhortarán de cuidados que posibiliten una recuperación, el tiempo estará ligado entonces al cumplimiento de un castigo que será suficiente según se considere, dependiendo de los tiempos en los que la sabiduría y la moral encuentren pertinentes. El paso del tiempo en condición de encierro y la locura vivida y argumentada por la perspectiva médica como experiencia destructora de la razón, harán que el hombre se separe de su naturaleza racional y de su condición de humano. Aparecerá el carácter animal ligado a la locura como grado extremo y esencial de enfermedad. La percepción del loco animal irá produciendo un trato inhumano como argumento razonable del tratamiento médico. Serán los locos expuestos al hambre y al frío, encadenados a las paredes por las extremidades y por el cuello, se percibirá ese trato 10

como liberador de una ferocidad animal que va a preservar al hombre de los peligros de su enfermedad y lo hará inmune a las condiciones de su encierro. Por medio de este procedimiento de separación, a locura será liberada desencadenando el furor de la bestia, y su estado salvaje será quien decida si vive o muere. La forma de furor o de demencia representaba la manera en que se percibía la locura en el plano del derecho penal. Las imputaciones jurídicas percibían los casos en los que la locura en el criminal se presentaba como manifestación pasajera o como estado definitivo. Pero comenzaron a suceder crímenes carentes de delirio, de furor, de antecedentes conocidos que permitieran prever o dar el mínimo indicio de que determinado acto criminal llegara a ejecutarse. Se presenta lo que Foucault explica como la evolución del individuo peligroso. Citando diversos casos de asesinato sin razón aparente, el juez y el juzgado, los abogados y el mundo judicial tienen un crimen y un acusado que admite sin ningún tipo de excusas ser el autor del crimen. La persona admite lo que ha hecho y espera ser juzgado sin problemas por ello, pero ello no basta para el sistema médico-jurídico. Se le pide aún más: además del reconocimiento, hace falta una confesión, un examen de conciencia, una explicación de sí mismo, una aclaración de lo que uno es (1999, p.38). La maquinaria penal comienza a funcionar necesitando algo más que la mera ley, hace falta que los acusados hablen de sí mismos si quieren ser juzgados, parece que la escena judicial no puede juzgar completamente si no contribuye aquel que es juzgado. Hasta ese entonces el plano jurídico y el médico compartían un espacio común donde la locura y la ilegalidad se percibían como delitos de menor entidad, contando entre estos algunos casos de violencia y vagabundos que se controlaban con la medida del internamiento. No son estos los casos en donde los menesteres médicos y los judiciales entrarán en conflicto en lo que se refiere a la justicia penal, serán los crímenes extremadamente raros y violentos los que darán lugar a que la psiquiatría aparezca para intervenir con la mayor fuerza. Asesinatos de niños, parricidios sin antecedente previo de conflictos de relación, mutilaciones y actos de canibalismo con una planificación completamente racional, ejecutados con total coherencia en sus pasos, sin envidia, sin ira, sin razones, hechos que van en contra de cualquier ley que se imaginare en el corazón humano y en la relación que se concebía en una familia, en una sociedad; a éstos se les llamó crímenes contra natura. Aparece entonces una nueva psiquiatría y las aplicaciones de la reforma penal para que este tipo de crímenes monstruosos sean los protagonistas en la presentación de 11

la locura criminal o lo que se denominará crimen patológico (Foucault, 1999). Este tipo de crímenes presentarán una paradoja ya que son actos que se cometen con una aparente alienación mental que se presenta únicamente en el momento del crimen y que puede desaparecer inmediatamente después que el crimen se ha cometido. A su vez, el autor como responsable jurídico será sometido a una búsqueda de su motivo, a lo que en el sujeto está fuera de la responsabilidad del sujeto; a saber, la locura que se esconde en él y que no puede dominar, porque muy a menudo no es consciente de ella. (Foucault, 1999, pp.42-43). Esta búsqueda de la psiquiatría conlleva un término diagnóstico: la monomanía homicida. Éste en principio funcionará para catalogar el tipo de actos de locura-crimen, tan extraños y por supuesto inaceptables, pero también para reivindicar su derecho de intervención en los mecanismos penales. Más allá de los fundamentos teóricos de esta categoría diagnóstica, es interesante mencionar que ésta, a pesar de sufrir una primera reacción de reticencia por parte de los magistrados (ya que consideraban curioso definir una clase de locura particular que se manifestara exclusivamente en hechos de ese tipo) vino a conseguir que se aceptara el análisis psiquiátrico de los crímenes. La psiquiatría tomará forma de especialidad médica que viene a suponer una especie de renovación que liga la delincuencia y la enfermedad mental. Frente a las transformaciones económicas, gubernamentales y jurídicas de finales del siglo XVIII, la psiquiatría fue convirtiéndose en un aparato centralizado de poder con iniciativas arriesgadas con pocas certezas empíricas. La psiquiatría se convertirá en: una ciencia política porque ha respondido a un problema de gobierno. Ha permitido administrar la locura (Castel, 1980, p 24). Esta administración de la locura se producirá mediante la formación de especialistas que sean responsables de controlarla. Así, la psiquiatría comenzó a adquirir importancia, no tanto por el estudio de los desórdenes de la conducta desde una racionalidad médica sino más bien en su funcionamiento como forma de higiene pública. En el siglo XIX aparece el higienismo como corriente de pensamiento y de acción, y los gobernantes comienzan a reparar con más detenimiento en la salud de la ciudad y de sus habitantes considerando la enfermedad como un fenómeno social que abarcaba todos los aspectos de la vida humana. El peligro social que representa la locura será abordado como medicina del cuerpo colectivo y encontrará en la monomanía homicida una fuente que generará poder de intervención a pesar de las pocas justificaciones científicas que esa categorización encontraba en su nosología. 12

Para Foucault, admitir esta condición sería admitir la posibilidad de que la locura fuera una fugaz aparición en un momento dado con el único fin de cometer un crimen, socolor de una intensidad extrema de violencia y maldad en la acción que sería imposible de prever en su forma manifiesta. De manera que el recorrido de la psiquiatría en la penalidad no fue mediante principios teóricos sino desde la necesidad de darle sentido a un castigo (1999). La necesidad de encontrar un sentido generará el intento de establecer una suerte de conexión psicológica entre el hecho y el autor, una compatibilidad entre la razón del sujeto y la racionalidad del acto, la unión del acto y de los intereses que a él llevaron y que a la justicia penal le daba tanto trabajo discernir respecto del sujeto. La justicia entonces, aceptará desentenderse de él como loco y confiarlo a la reclusión psiquiátrica (Foucault, 1999, p.48). Se inscribirá así el individuo peligroso en la institución psiquiátrica y también en la institución judicial satisfaciendo la necesidad de la medicina en su funcionamiento de higiene pública así como en la transformación del castigo legal. Comenzará así a gestarse una idea que se irá arraigando fuertemente y que va a concebir la locura como sinónimo de peligro. En particular, la noción de monomanía se va a abandonar por el carácter poco sustentable que tuvo desde el principio en sus argumentos científicos. Esa idea de una locura parcial que aparece de repente y se manifiesta en casos puntuales de extrema intensidad criminal desapareciendo sin más, va a sustituirse por la idea de una enfermedad mental que puede atacar los instintos, las emociones o los comportamientos, sin afectar el pensamiento y el orden de la razón. Se inscribe en estas prácticas el concepto de enfermedad mental, cuya existencia presenta una transformación histórica de gran complejidad que presenta síntomas particulares en distintos momentos de su desarrollo. Junto con el concepto de enfermedad mental se construye la idea de degeneración como perturbación de los instintos. Se especula que dicha perturbación ya no se presenta sólo en los crímenes monstruosos sino que también abarcará cualquier tipo de delito, habilitando la intervención médica en cualquier grado de la escala penal. Y así como la noción de monomanía podía servir para recubrir de locura un crimen cuyas razones no se veían, la noción de degeneración permitía relacionar al menor de los criminales con todo un peligro patológico para la sociedad, y finalmente para la especie humana entera. (Foucault, 1999, p.53) Se reafirma la convicción de que la locura es un peligro para la especie humana y éste se acompaña de la medida de que el encarcelamiento racionalmente dirigido 13

incluya la rehabilitación de los condenados. Esta medida de rehabilitación no prosperó, lo que se generó fue un reforzamiento del médico criminal y el crecimiento de la idea del encierro como prisión más que como posibilidad de cura. Es menester aclarar que esta acción que se decide en el foro médico judicial, presume estar basada en el intercambio intelectual. Algo interesante para reflexionar esta situación acerca del uso del intelecto como modo dominante de conocer, es la idea que Nietzsche plantea sobre el hombre intelectual. Éste va a plantear que el intelecto es un medio de conservación del individuo y se construye en un arte de fingir, mediante mecanismos de adulación, mentira y fraude. La consciencia del hombre descansa sobre la crueldad, la codicia, la insaciabilidad y el asesinato. El hombre utiliza el intelecto la mayor parte de las veces para fingir y necesita un tratado de paz para vivir en sociedad y para sobrevivir en ella. A esto Nietzsche lo entiende como un impulso hacia la verdad humana en detrimento de la verdad de la naturaleza (1873). La verdad construida por el humano se va a entender como: una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que después de un prolongado uso, un pueblo las considera firmes, canónicas y vinculantes, son ilusiones que han sido olvidadas como tales (Nietzsche, 1873, p.8). Nietzsche sostiene que los hombres desean la verdad pero en un sentido limitado y que ésta es indiferente a la verdad como conocimiento puro. La verdad del hombre intelectual desea las consecuencias agradables que ésta genera y reacciona de manera hostil a sus consecuencias negativas. De este modo, puede pensarse que el encierro como prisión ganará terreno en el trato de la locura, de igual modo lo hará el reforzamiento del médico criminal en base a una verdad que trae consecuencias agradables para la necesidad de abordar el problema de los crímenes monstruosos que anteriormente no encontraban en la legislatura un modo de condena y de castigo que resultara claramente visible. La verdad no necesitará hacer énfasis sobre la realidad de las conductas sino en la hostilidad de hechos criminales confusos para el sistema de condena. De manera que asociar la locura con el peligro (sin tener demasiada prueba contundente a nivel científico) resultaba ser una especie de mentira con consecuencias positivas para el orden moral de la sociedad que el poder intelectual podía tolerar en su afán de supervivencia y expansión. Respecto al individuo peligroso, éste en tanto categoría médico-jurídica quedará en un lugar casi intrínseco de responsabilidad penal en la que su mera existencia será 14

creadora de riesgo y de peligro aunque no se halle un culpable. La inocencia quedará sujeta a la sospecha en cada momento, a la vigilancia y a la presión de verificar cuándo elegirá el mal sobre el bien. La construcción del sujeto peligroso se realiza; no en función de actos peligrosos sino en función de un peligro que se le atribuye a la persona de manera innata. El hecho de que la justicia actúe en base a lo que el sujeto es, o mejor dicho, en base a lo que otros suponen que el sujeto es, modifica considerablemente el juicio acerca de lo que el sujeto hace, involucrando y juzgando a la personas y ya no a los actos. Esto trae consecuencias terribles en relación a nuevos mecanismos de condena y estigmatización social. La mentira bien vestida En la última década del siglo XVIII, el discurso de los historiadores hacía mención a un acontecimiento muy importante respecto a la liberación de dos grandes centros de internamiento en Francia e Inglaterra a cargo del doctor Pinel y el doctor Tuke respectivamente, mostrando, no solo el motivo del pasaje del alienismo a la psiquiatría, del loco al enfermo mental, sino un modo de discurso que logra cambiar la verdad perjudicial que planteaba Nietzsche (1873) por una mentira maquillada con consecuencias positivas. Durante la revolución francesa el Doctor Pinel declara que el Hospital de Salpetriere, (lugar que fue conferido a su dirección) no funcionaría más como cárcel, siendo abandonadas las celdas y las cadenas. La nueva misión sería cuidar e intentar sanar a los usuarios, reconocidos como enfermos mentales ya que el hospital hasta ese momento funcionaba como lugar de encierro para cualquier persona que se considerara perturbadora del orden social (Foucault, 1999). El registro histórico de este hecho que enfatiza sobre la liberación y la sanación de los internos, se menciona como un antes y un después en la historia de la psiquiatría y de la concepción de la locura como enfermedad mental. Ello conlleva la imagen del alejamiento del loco ligado al criminal, como un punto de inflexión que humaniza el trato y la acción en los centros de internamiento. Esta mueva mirada vendría a ser lo que se denomina como mentira bien vestida. En realidad, lo que hizo Pinel, fue liberar a un cierto número de personas que estaban dentro del hospital; ancianos, prostitutas, libertinos, es decir, la gente condenada moralmente o por su incapacidad para trabajar por conductas ociosas. Pinel mantuvo dentro del hospital sólo a los que se consideraban enfermos mentales, de manera que la liberación fue para todos 15

menos para los locos. De esta forma, bajo el argumento de enfermedad se prolonga y se reafirma el encierro como medida terapéutica. Este cambio vino de la mano de la instalación del capitalismo industrial que necesitaba personas productivas a nivel laboral y que también necesitaba una población de inactivos a los que recurrir como reguladores de la política salarial de los empresarios. Para erradicar las reivindicaciones salariales era necesario que hubiera obreros disponibles que pudieran usarse cuando fuera necesario y luego devolverse de la misma forma. Los centros de internamiento contaban con esa población que literalmente se usaba y se devolvía para abaratar la mayor cantidad posible los costos de producción (Foucault, 1999). Hospitales: de lugares para morir a lugares para sanar Los centros de internamiento se sustituyeron por un sistema hospitalario que pretendía curar a aquellos que no podían trabajar por razones físicas y de recoger a la gente que no podía trabajar por razones que aunque no se descubrieran, se iban a llamar psicológicas. Los intereses productivistas industriales serán los que impulsen el intento de introducir al loco en el circuito laboral. En este intento de productividad es que el loco se empieza a percibir como enfermo mental y frente a ese enfermo mental es que aparecerá la figura del psiquiatra como especialista de esa enfermedad y su posible cura. La idea de que el hospital debe ser un instrumento destinado a curar al enfermo surge en la segunda mitad del siglo XVIII. Esta idea fue representada mediante la introducción de una medicina hospitalaria. Como ya hemos mencionado, antes de ese periodo existía una diferencia entre el médico y el hospital, este último funcionaba como institución de asistencia a los pobres, como institución de separación y de exclusión ya que el pobre como portador de una enfermedad era peligroso en su posibilidad de propagarla. El hospital recibía al pobre moribundo no para curarlo sino para cuidar al resto de la sociedad de un posible contagio, ejerciendo un control no solo de los enfermos sino de la regulación y el orden del campo social (Foucault, 1999). El hospital de alguna manera era un lugar al que se iba a morir, mientras tanto los médicos eran individualistas, poseedores de una formación impartida por la corporación médica que era poseedora de los textos a conocer. En la formación del médico no se incluía la experiencia hospitalaria, su intervención era la de observar los 16

síntomas de la enfermedad y determinar el momento en que se produciría la crisis. Éste debía hacer un pronóstico mediante la observación de los signos para favorecer en la medida de lo posible el triunfo de la salud y de la naturaleza sobre la enfermedad (Foucault, 1999, p.101). La introducción del médico en el hospital se da en función de anular los efectos negativos que el hospital generaba. El hospital era un lugar de desorden económico y cuna de enfermedades que podían propagarse al resto de la población. Las primeras reformas de hospitales marítimos y militares se produjeron para lidiar con el tráfico de mercancías que ejecutaban los que se hacían pasar por enfermos con el fin de transportar mercancías de contrabando. Disciplina médica Dado que el mercantilismo y las reglas económicas hacían que la formación de los individuos empezara a tener un precio cada vez más alto, se implementa una técnica como ejercicio de poder y de control que posteriormente se implementará en los hospitales de la ciudad. La readecuación de los hospitales marítimos y militares no se fundó sobre una técnica medica sino, esencialmente, sobre una tecnología que se podría denominar política, la disciplina (Foucault, 1999, p.103). La disciplina se establecerá como un conjunto de técnicas que ejercen un poder de control en base al desarrollo de acciones que tienen por objetivo la clasificación de los individuos por medio de exámenes que califican, vigilan, miden y localizan las capacidades de cada uno (Foucault, 1975). El control disciplinario de los hospitales le confiere a la práctica médica el poder de estudio sobre las enfermedades en base a la acción particular de un medio sobre el individuo. La medicina que apunta a la enfermedad propiamente dicha como etapa de crisis del organismo, se transforma y pasa a abordar la enfermedad en su relación con el medio ambiente ampliando el terreno de estudio, de clasificación y de control y provocando lo que Foucault llamó la psiquiatrización de la sociedad (1999). Esta disciplina hospitalaria permitió el control y la vigilancia del desarrollo de las enfermedades en espacios controlados. Éstas registraban dicho desarrollo mediante una serie de tecnologías disciplinarias: con modificaciones de temperatura, del aire que se respiraba, del agua potable, la alimentación, etc. También produjo que los médicos se hicieran cargo de la gestión de los espacios del hospital, de la distribución de las áreas específicas para cada enfermedad y de los distintos sectores de 17

intervención, así como de la gestión de instalaciones del espacio interno y la individualización de los enfermos, cada enfermo pasa a contar con una camilla particular para impedir contagios. Este gesto de separación y aislamiento recala en una práctica de clasificación de los cuerpos significados como pacientes y localizados según su enfermedad. La arquitectura hospitalaria va a ser un instrumento privilegiado para la cura y el médico, un instrumento de gestión que también va a hacerse cargo, en parte, de la administración del funcionamiento económico del hospital, posicionándose ( al igual que la escala jerárquica militar) como el eslabón más alto de la cadena de mando. Los médicos encargados del hospital contratarán personal de asistencia que estará a su orden y control disciplinar. Comenzará a manifestarse la hegemonía del saber médico, con una presencia cada vez más frecuente y fuerte dentro del hospital ya que su poder de acción es cada vez más amplio y menos cuestionado por el sistema de creencias y de valores sociales. Antes de la revolución industrial, era el poder real, el judicial y la familia de los alienados quienes tenían la potestad de solicitar su encierro o su liberación. Con el aumento de poder de la intervención de la psiquiatría el núcleo familiar perderá el poder y serán los especialistas quienes pasan a tener un poder de decisión en relación a la internación del enfermo. Sólo las familias poseedoras de poder económico mantienen cierto poder de decisión dada la posibilidad de pagar para adquirir más y mejores opciones al momento del cuidado del enfermo. Al pretender proponer una política global y democrática de asistencia, bajo la forma de un servicio público, la medicina mental apuntará prioritariamente a categorías especiales de población: a los indigentes más que a los ricos, a los errantes antes que a los integrados, a los urbanos más que a los rurales. (Castel, 1980, pp.32-33) El loco va a ser perturbador del orden social afectando su espacio familiar asi como el resto del espacio social. Así el problema será de orden familiar y público y al momento en que la familia sea incapaz de sostener la situación, ésta delegará a una instancia exterior que devendrá en instancia médica regulada por el Estado en su intento de mantener el orden socio familiar. La medicalización de este problema reafirmará el poder sobre los locos y va a introducir con el concepto de prevención como subordinación a la instancia médica de los poderes anteriores enfocados a neutralizar la locura. Así todo el sistema basculará desde la represión de actos cometidos a la anticipación de actos a cometer y desde la 18

reparación de un desorden objetivo a la responsabilización de estructuras subjetivas en vías de alteración (Castel, 1980, p38).. Sin embargo, existe un terreno en el que la locura no sólo no es peligro ni crimen, sino que parece ser virtud y belleza, este terreno no es otro que el que está dominado por el arte. LOCURAS LIBRES Relación de locura y arte El concepto de arte para Nietzsche es un concepto trágico que se basa en dos principios. El primero sostiene, el arte es juzgado desde el punto de vista del espectador y éste no entiende el significado de la vida del artista, tampoco entiende su actividad como estímulo en la propia obra de arte. El arte es estimulante de la voluntad de poder pero el espectador no entiende la voluntad de poder del artista. El segundo principio sostiene que el arte es el poder de lo falso, posee una voluntad de engaño en la que la apariencia no niega lo real del mundo sino que modifica eso real mediante el deslumbramiento, la magnificación y el intento de seducción, buscando una nueva significación de la verdad como realización de poder (Deleuze, 1986). Para Heiddeger, la obra de arte es la búsqueda de la verdad del ser-obra (1973). Esa verdad podría verse como una presentación de los destinos del ser, como la manifestación de las resistencias hacia cualquier manifiesto que atente contra el sentimiento de libertad y de justicia, frente a los deseos de inmortalidad del alma, frente a la angustia de la muerte y frente a todas las experiencias emocionales de los humanos frente a la vida. La locura puede percibirse como privación del juicio o de la razón, como un desvío de las conductas socialmente aceptadas producto de un desequilibrio mental, generando un estereotipo del loco que se percibe como un sujeto sufriente, peligroso y autodestructivo. Sin embargo, es utilizada también en ciertos foros artísticos y coloquiales como una acción relacionada a la libertad, atribuyéndosele un valor poético que insinúa sentimientos intensos y acaso nobles. Los conceptos de arte y de locura tienen la particularidad que, si bien a priori existe en nosotros una imagen de cada una, cuando intentamos esclarecer qué se entiende por cada una, descubrimos un tejido complejo tanto en sus definiciones, como en el 19

significado que los individuos habitualmente le adjudicamos y la manera en que los utilizamos y nos relacionamos con ellas. Frente al pedido de aclaración de la relación entre la locura y el artista Foucault contestaba esto: Le diría que la única cuestión que me interesa es cómo, desde el final del siglo XVII hasta nuestros días, ha sido y es posible ligar la locura al genio, a la belleza, o al arte (1999, p70). Foucault plantea aquí el interés por la instalación de una idea en la sociedad que percibe en grandes artistas una relación con la locura. Mientras la locura representa un peligro para el crimen, en el arte representa virtud, belleza y esta relación que la sociedad percibe entre el arte y la locura persiste sin tener explicaciones muy claras. Los conceptos de locura y arte, en la complejidad de sus percepciones, han estado relacionados de manera estrecha en ciertas oportunidades. En diversos escenarios artísticos la locura ha sido asociada a destacados artistas y al surgimiento de grandes obras. Artistas como Vincent Van Gogh y viniendo más cerca en el tiempo y en la geografía, Alejandra Pizarnik o Eduardo Mateo, transitaron parte de su vida y su carrera ligados a la idea de locura. Si bien fueron señalados por muchos como locos, en un sentido que le denotaba un carácter negativo respecto de su conducta social, ese juicio no impidió que sus obras lograran traspasar las barreras del prejuicio haciéndose de un prestigio internacional que se elevó incalculablemente luego de su muerte. Para su diario vivir, la locura era percibida como un padecimiento mientras que para su obra era un potenciador virtuoso de la más alta calidad expresiva. Es interesante pensar en una relación arte patología como herramienta de habilitación. Si el arte permitió que estos artistas lograron opacar prejuicios y estigmatizaciones acerca de su condición psicológica, puede pensarse que la integración de producciones artísticas puede generar beneficios como herramienta de trabajo para los usuarios en las instituciones de salud mental. Libertad para la expresión creativa? Son considerables el número de disciplinas artísticas que favorecen de una u otra manera el trabajo con los sujetos en una integración de áreas que permiten enriquecerlo, posibilitando la producción, la conexión, la expresión y la comunicación con el otro. El efecto de la creatividad produce que el sujeto pueda resignificar las valoraciones estéticas y socioculturales, logrando priorizar más que las formas, el 20