CAPÍTULO 14 Excreción y Sistema urinario

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CAPÍTULO 14 Excreción y Sistema urinario 14.1 Excreción La mayoría de los trabajos genera, además del producto deseado, otros que no lo son, a los que cotidianamente llamamos basura o desechos. En este sentido las células no son una excepción y sus trabajos también producen sustancias de desecho. La acumulación de estas en el LIC es nociva, de modo que salen al líquido intercelular y entran a la sangre, donde también es potencialmente tóxica su acumulación. La acción de eliminar de la sangre estos compuestos de desechos se llama excreción 37 (fig. 14.1). Fig. 14.1 Concepto de excreción. Los pulmones actúan como órganos excretores al permitir que le dióxido de carbono, de desecho generado por la respiración celular, pase desde la sangre hacia el aire. Las glándulas sudoríparas, por su parte, excretan urea y sales en el sudor; aunque esta no es su principal función, ya que el sudor es un mecanismo destinado a perder calor, contribuyendo así a la constancia térmica de los organismos. Por otra parte, el hígado excreta en la bilis los pigmentos biliares, que se producen en el procesamiento de la hemoglobina, posteriormente a la destrucción de los glóbulos rojos viejos. Estos pasan en la bilis hacia el intestino, desde donde serán eliminados en las materias fecales. Por último, los riñones excretan en la orina los desechos nitrogenados y el exceso de agua y, además, eliminan el exceso de algunas sales. La demostración de que la orina es tóxica en que si se inyecta 1 dl de ella en un conejo, su muerte se produce rápidamente. Por otra parte, un mal funcionamiento de los riñones puede provocar graves trastornos por acumulación de desechos en la sangre. Los desechos nitrogenados se producen principalmente en el metabolismo de los aminoácidos, aunque también en el de los ácidos nucleicos. Recordemos que si consumimos más proteínas que las necesarias para abastecer al cuerpo de los aminoácidos que necesita, el exceso de estos pasa por un proceso de desaminación (se les quita el grupo amino (NH 2 )) en el hígado, lo que también ocurre cuando se transforman aminoácidos en glucosa. En este proceso, el grupo amino se transforma inmediatamente en una sustancia altamente tóxica: el amoníaco. Si bien algunos animales lo excretan tal cual, muchos otros lo transforman en un desecho menos tóxico. Los reptiles, algunos insectos y las aves lo transforman en ácido úrico, que puede ser excretado sin mucho líquido, lo que contribuye a la conservación del agua en esos animales. Los anfibios y los mamíferos, por su parte, transforman el amoníaco en urea, principalmente en el hígado, desde donde ha de ser transportada hasta los riñones para que la eliminen en la orina, disuelta en agua. Si bien los riñones son los principales órganos encargados de excretar la urea y otros desechos nitrogenados, su función más importante consiste en regular la cantidad de agua en el LEC y su concentración de sales. Para ello retira líquido de la sangre y luego ajustan la composición de este, devolviendo selectivamente algunas sustancias (fig. 14.2), con lo que se forma la orina. 37 No debe confundirse la acción de excretar con la de eliminar del organismo en las materias fecales los restos de alimento no digerido. 151

14.2 Nociones sobre el equilibrio hidrosalino Como ya hemos mencionado, el líquido corporal se distribuye entre el LIC y el LEC, y éste último, entre el plasma sanguíneo, la linfa y el líquido intercelular. Para mantenerse vivo y saludable, el organismo debe mantener los volúmenes de agua de estos líquidos dentro de márgenes estrechos de variación, lo que significa que debe haber un equilibrio entre la cantidad de agua que se incorpora y la que se pierde. Además, debido a que el agua pasa de un compartimiento corporal a otro por osmosis, es fundamental que el líquido extracelular mantenga cierta concentración de solutos, de los cuales las sales son los más importantes para este efecto. Más específicamente, el sodio y el cloruro son los principales responsables de la presión osmótica del líquido extracelular, mientras que las sales de potasio y de fosfato lo son de la presión osmótica intracelular. Al igual como ocurre con la cantidad de agua en el cuerpo, las concentraciones de estas sales se mantendrán en la medida que haya un equilibrio entre su incorporación y su eliminación. Fig. 14.2 Formación de la orina. Las sales minerales se incorporan por el proceso de ingestión de alimentos y se eliminan, principalmente, en la orina. Por su parte, el agua corporal proviene de su producción metabólica y, sobre todo, de su ingestión; ya sea directamente o en los alimentos. La perdida de agua se produce por la piel (transpiración), por los pulmones, por el intestino y por los riñones. Estos últimos son los reguladores más importantes del equilibrio hidrosalino del organismo. 14.3 Visión global del sistema urinario: Relaciones estructura-función Los riñones extraen líquido de la sangre, por un proceso de filtración, y luego reducen el volumen de este líquido, llamado filtrado, y modifican su composición, con o que se forma la orina. Esta abandona cada riñón por un largo y delgado conducto llamado uréter. Los dos uréteres desembocan en una bolsa ubicada en la región pélvica, llamada vejiga urinaria; desde allí la orina pasa a un último conducto, llamado uretra, por donde abandonan el cuerpo. Su salida se encuentra en la parte superior de la vulva de las mujeres y en la punta del pene, en los hombres (fig. 14.3). Cada riñón humano está formado por más de un millón de unidades estructurales y funcionales formadoras de orina, llamadas nefrones, esto significa que podemos estudiar la formación de orina estudiando una de esas unidades. Los nefrones están constituidos por dos partes: un componente tubular, en cuyo interior se va formando la orina; y un componente vascular, es decir, vasos sanguíneos, especialmente capilares. 152

La orina se forma en cada nefrón más o menos así: Primero, desde unos capilares se filtra hacia el componente tubular un líquido llamado filtrado, muy semejante al plasma y, luego, otros capilares modifican la composición del filtrado, recuperando algunas sustancias y deshaciéndose de otras. En la ilustración puede apreciarse que la sangre entra a cada riñón por una arteria renal que viene de la aorta ventral, y que se retira por una vena renal, que desemboca en la vena cava inferior. La arteria renal se ramifica en vasos más pequeños, los cuales, a su vez, se ramifican en las arteriolas que llevan la sangre a los nefrones donde, obviamente, capilarizan. La sangre se retira de estas unidades por sus respectivas vénulas, las cuales confluyen, finalmente, en la vena de cada riñón (vena renal). 14.3 Sistema urinario Si hacemos el ejercicio mental de retroceder desde dentro de un uréter hacia las unidades formadoras de orina, nos encontraremos, primero, con una pequeña cavidad dentro de cada riñón, llamadas pelvis renal. A esta llega orina desde varios conductos llamados cálices renales, que reciben, a su vez, orina de conductos más numerosos y estrechos llamados tubos colectores. Cada tubo colector recoge la orina formada por varios nefrones. 14.4 El nefrón Componente tubular del nefrón Habíamos dicho que cada tubo colector recoge la orina formada por varios nefrones. En el extremo del nefrón más alejado del tubo colector, hallamos un saco ciego llamado cápsula de Bowmann. Esta se continúa en un tubo cuyas porciones tienen distintos nombres atendiendo a su forma: próximo a la cápsula se encuentra el túbulo contorneado proximal, que se continúa con el asa de Henle (que tiene una rama descendente y otra ascendente) la que, a su vez, se continúa con el túbulo contorneado distal que, por último, desemboca en un túbulo colector. La confluencia de estos tubos colectores forma los cálices renales ya nombrados en relación con la pelvis renal. La longitud total de cada nefrón es de aproximadamente cinco milímetros, mientras que el diámetro promedio de los túbulos es de cincuenta micrómetros. Componentes vascular del nefrón La sangre llega a cada nefrón por un vaso llamado arteriola aferente. Cada arteriola aferente origina un conjunto de capilares, llamado glomérulo, que se encuentra empotrado en la cápsula de Bowmann, y al que sigue la arteriola eferente que, a su vez, se ramifica en un segundo conjunto de capilares, llamados capilares peritubulares. Como su nombre lo indica, ellos rodean a los túbulos contorneados y al asa de Henle, así como también aparte de los túbulos colectores. Estos capilares confluyen en una vénula que seca la sangre de cada nefrón (fig. 14.4). 153

14.4 Estructura del nefrón. En el párrafo anterior se analiza la estructura de un nefrón como unidad separada. Veamos ahora cómo se relaciona esta estructura microscópica con la estructura macroscópica del riñón. Si cortamos longitudinalmente uno de estos órganos, reconoceremos una corteza y una médula. En la corteza se localizan los glomérulos, las cápsulas de Bowmann y los túbulos contorneados. En la médula se localizan las asas de Henle y los túbulos colectores, dispuestos paralelamente y formando conjuntos llamados pirámides de Malpighi. 14.5 Formación de la orina Para reducir el origen de la orina basta la observación de que después de comer espárragos, la orina resulta con un olor especial muy fuerte. Es decir, algo de lo que comimos, que pasó a la sangre, pasó a la orina. Por otra parte, las pruebas de embarazo que se venden en farmacias detectan en la orina la presencia de una hormona, y sabemos que las hormonas se vierten a la sangre. De nuevo tenemos que de la sangre algo ha pasado a la orina. Por último, es posible detectar restos de antibióticos y de vitaminas en la orina, tanto con mediciones técnicas como con la simple observación del color especial que a veces toma, lo que de nuevo nos muestra que de la sangre pasan sustancias a la orina. En resumidas cuentas, al eliminar orina estamos eliminando una parte de la sangre, aunque por supuesto no con la misma composición que ella, sino con una muy distinta, gracias a los mecanismos que seleccionan qué se elimina y qué se conserva. Las funciones renales se ponen en evidencia al comparar la composición del plasma con la de la orina, como en la siguiente tabla. Fig. 14.5 Comparación entre plasma y orina. Fig. 14.6 Procesos para formar orina. Como ya mencionamos, la orina se forma por la filtración de parte del plasma hacia los túbulos y por la posterior modificación del filtrado. Esta modificación consiste, principalmente, en una reducción de su volumen, en el proceso de reabsorción, en que se devuelven agua y otras sustancias a la sangre. Además, hay un proceso llamado secreción, por el cual la sangre se deshace de más sustancias (fig. 14.6). 154

Filtración glomerular Este proceso, también llamado ultrafiltración, consiste en le paso de líquido desde el interior de los capilares del glomérulo hacia le interior de la cápsula de Bowmann, empujado por la presión sanguínea dentro de los capilares. El nombre se debe a que las barreras que separan al filtrado de la sangre, vale decir el endotelio de los capilares glomerulares y el epitelio de la cápsula de Bowmann, actúan como un verdadero colador o filtro; dejan pasar libremente el agua y los solutos pequeños del plasma (glucosa, aminoácidos, sodio, etc.) e impiden el paso de las proteínas, debido a su gran tamaño. La consecuencia es que la concentración de solutos pequeños en el filtrado es igual a la del plasma. Por ejemplo, son iguales las concentraciones de glucosa, aminoácidos, sodio, potasio, cloruro e hidrógeno. Cabe destacar que diariamente se filtran 180 litros de plasma en el conjunto de los dos millones de nefrones y que la superficie total que ofrecen los capilares glomerulares es de tres metros cuadrados, lo que nos ilustra nuevamente una de las características de las superficies de intercambio, ya comentada a propósito de la absorción de nutrientes en el intestino y del intercambio de gases entre la sangre y el aire en los pulmones. Reabsorción tubular La tasa de filtración glomerular es de ciento ochenta litros diarios, sin embargo, la cantidad de líquido que eliminamos normalmente en la orina es de unos dos litros. Esto significa que la sangre reabsorbe ciento setenta y ocho litros de agua cada día, desde el filtrado glomerular. Por otra parte, al comparar la composición del filtrado con la de la orina se observa que algunas sustancias están en mucho menor concentración en la orina que en el filtrado, lo que significa que también se absorben. Veamos algunos ejemplos. Diariamente se filtran quinientos ochenta gramos de sodio, pero sólo se eliminan en la orina cinco gramos; de glucosa se filtran ciento ochenta gramos y no se elimina nada; y de urea, se filtran cincuenta y cuatro gramos y s elimina sólo la mitad. La diferencia entre la cantidad filtrada y la cantidad excretada en la orina corresponde a la cantidad reabsorbida. Esta reabsorción tubular permite que la sangre recupere las sustancias que necesita. A diferencia de la filtración glomerular, en que las sustancias pasan o no dependiendo solo de su tamaño, la reabsorción involucra mecanismos selectivos y transporte activo. La parte del nefrón en que se realiza más absorción es el túbulo contorneado proximal. Las células que forman el epitelio que recubre interiormente estos túbulos poseen microvellosidades y gran cantidad de mitocondrias. Recordemos que las microvellosidades son evaginaciones digitiformes de las membranas que confieren a la superficie de la célula una mayor área sin ocupar un gran volumen, lo cual es muy importante para la función de reabsorción. El gran número de mitocondrias en estas células se explica por la gran cantidad d energía que necesitan para realizar transporte activo (fig. 14.7). Fig. 14.7 Estructura y función de las células a cargo de la reabsorción. 155

Fig. 14.8 Reabsorción de NaCl y H 2 O en el TCP. En condiciones fisiológicas normales, se reabsorbe el 99% del agua filtrada, el 99.5% del sodio, el 100% de la glucosa y el 56% de la urea. Llama la atención que se reabsorba urea, siendo esta molécula un desecho metabólico. La explicación es que no es tan tóxica como otros compuestos nitrogenados y que contribuye a la presión osmótica del plasma. Fig. 14.9 Sustancias filtradas y excretadas. La observación de que se reabsorbe toda la glucosa filtrada permite afirmar que los riñones no participan en mantener constante su concentración en el plasma (glicemia), como si lo hacen respecto de otras sustancias, sobre cuya reabsorción existe regulación, para que se haga en una cantidad que satisfaga las necesidades del organismo. Ejemplos de ellas son el sodio y el agua. Veamos cómo se reabsorben. Las células del epitelio del túbulo contorneado proximal realizan, en su extremo basal, transporte activo de sodio hacia la sangre. Por diferencia de carga, al sodio le sigue el cloruro. Estos transportes crean un gradiente osmótico favorable para la reabsorción de agua, la que se mueve pasivamente hacia la sangre, arrastrando otros iones. El mismo gradiente sirve para que pasen la glucosa y los aminoácidos, de modo que se reabsorbe prácticamente la totalidad de ellos (fig. 14.8). Lo que acabamos de mencionar se aprecia en la tabla siguiente (fig. 14.9), donde vemos las sustancias que diariamente se filtran y en qué cantidades. Puede deducirse que se reabsorbe agua, sales, aminoácidos, glucosa y vitaminas, todas sustancias que debido a su pequeño tamaño pasaron desde el glomérulo a la cápsula, es decir, que se filtraron. Secreción tubular El proceso de secreción tubular también es activo y selectivo. Consiste en el paso de sustancias desde los capilares peritubulares hacia el interior de las células epiteliales de los túbulos renales, para que lleguen, finalmente, hasta el lumen tubular. Esto ocurre principalmente en el túbulo contorneado distal. Gracias a la secreción tubular 38 el organismo puede deshacerse de sustancias en mayor cantidad que las que se filtran. Este proceso es el principal mecanismos para la excreción de potasio y de protones. Debido a esto último, es muy importante para la regulación del ph del plasma y, por supuesto, del de la orina. La secreción tubular también permite que el organismo elimine sustancias extrañas a él, como por ejemplo algunas drogas. Regulación de la función renal Si hemos consumido líquido en abundancia y no hemos sufrido una pérdida importante de agua, como podría ocurrir en una hemorragia, no es necesario que la orina sea hipertónica respecto del plasma sanguíneo; pero si esa no es la situación, entonces sí es necesario asegurar que la orina esté más concentrada que el plasma, de modo que puedan eliminarse las sustancias que deben ser eliminadas, sin que ello involucre una gran pérdida de agua. Para este efecto existe la hormona antidiurética (ADH), que provoca un aumento de la permeabilidad de los túbulos distales y colectores al agua, con lo que le permite pasar por osmosis de vuelta hacia los capilares peritubulares. En 38 Si restringimos el significado de la palabra secreción a la producción de sustancias útiles para el organismo, nos puede parecer que el término está mal utilizado en este contexto; pero si consideramos su significado más amplio, el de la acción celular que consiste en retirar del plasma sustancias para elaborar y expulsar soluciones con una composición diferente a la del plasma, resulta adecuado. 156

ausencia de esta hormona, la orina es hipotónica respecto del plasma. Dos factores que hacen que se secrete la ADH son la disminución de la presión sanguínea y el aumento de la osmolaridad 39 del plasma. Así tenemos que el riñón regula la concentración de solutos en la sangre y la cantidad de agua en el LEC. Los mecanismos que regulan el volumen del líquido extracelular involucran, además, mecanismos que regulan la excreción de sodio, ya que este es el catión más abundante en este líquido, de modo que es el más importante desde el punto de vista osmótico. Si disminuye el volumen del LEC y, por lo tanto, la presión sanguínea no solo se secretará la ADH, sino también la hormona adosterona, ya que esta hace que los riñones reabsorban más sodio y que así exista el gradiente de concentración necesario para la reabsorción de agua (fig. 14.10). Fig. 14.10 Acción hormonal sobre los riñones. 39 La concentración total de solutos en el plasma, la presión osmótica del plasma. 157