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SERGIO CALSAMIGLIA 1, ALEX BACH 2 Y VICTORIA POL 1 INTRODUCCIÓN Las necesidades nutritivas de los animales en producción son elevadas. Para mantener los altos niveles de producción y evitar exces ivas pérdidas de reservas corporales, es imprescindible formular raciones con mayor concentración en energía y proteína. Los cereales son la fuente principal de energía y se añaden solos o en combinación con ingredientes proteicos. La suplementación con alimentos concentrados, supone una disminución de forraje en la ración. Una baja relación forraje-concentrado, en el caso de rumiantes, conduce a un aumento en la producción de propiónico y una disminución en la producción de acético y del ph a nivel ruminal. Si disminuye la relación acético-propiónico, el porcentaje de grasa en leche disminuye ( Sutton 1988). El aporte de energía neta de los lípidos es entre 2,4 y 3 veces superior al de los cereales (INRA 1988, NRC 2001), por lo que cabe considerar la posibilidad de sustituir parte de los cereales por fuentes lipídicas permitiéndonos aumentar la densidad energética de la ración, reducir el aporte diario de concentrado y favorecer la relación forraje-concentrado (Palmquist 1990). Los lípidos son, además, una fuente de ácidos grasos utilizables directamente por la glándula mamaria para la síntesis de la grasa de la leche. Su utilización tiene un efecto directo sobre el porcentaje y la composición de la grasa láctea. UTILIZACIÓN DE GRASAS EN EL VACUNO LECHERO. BIOQUÍMICA Los lípidos son sustancia no polares, insolubles en agua y solubles en disolventes orgálípidos simples (grasas y ceras) y los complejos (fosfolípidos, glicolípidos y otros). Desde el punto de vista de la alimentación y por su importancia cuantitativa, los lípidos se pueden clasificar en los lípidos de almacenamiento (fundamentalmente los triglicéridos), los lípidos de las hojas (fundamentalmente galactolípidos) y otros, de menos importancia (ceras, aceites esenciales...). Los triglicéridos, galactolípidos y fosfolípidos se componen de una estructura semejante de glicerol y ácidos grasos esterificados, con grupos fosfato o glúcidos. Cuantitativamente, pues, la mayor parte de los lípidos de importancia alimentaria se constituyen de glicerol y ácidos grasos. Los forrajes contienen mayoritariamente glicolípidos (70-80%) y fosfolípidos (20-30%) con ácidos grasos mono y poliinsaturados, mientras que las semillas contienen fundamentalmente triglicéridos con ácidos grasos mayoritariamente monoinsaturados. Las características de los distintos ácido grasos resultan en efectos distintos a nivel ruminal. Las diferencias entre los ácidos grasos depende de: a. La longitud de cadena: A mayor el número de carbonos, mayor el riesgo de alterar la fermentación ruminal. conformación cis. La conformación trans se produce en el rumen como subproducto de la saturación de los ácidos grasos y puede tener efectos negativos tanto a nivel ruminal (tóxicos para las bacterias fibrolíticas) como a nivel sistémico (pueden afectar al metabolismo graso del animal y disminuir la síntesis de grasa en la glándula mamaria). d. La presentación en el rumen: Los ácidos grasos pueden aportarse en la ración en forma libre o como triglicéridos. El efecto tóxico de los ácidos grasos sobre las bacterias ruminales se ejerce a través de su grupo carboxilo. Por lo tanto, a mayor presencia de grupos carboxilos, mayor el riesgo de efectos colaterales de la grasa. En este sentido, es preferible la administración de triglicéridos esterificados que en forma libre. También es preferible la administración de grasas encapsuladas, como sucede en las semillas (algodón, semillas de oleaginosas). Cuando estas semillas se incorporan en la ración molidas o partidas, los ácidos grasos o triglicéridos se liberan y sus efectos negativos sobre la fermentación ruminal aumentan considerablemente. En general, las grasas vegetales son de tipo insaturado, mientras que las de origen animal, y sobretodo las de rumiantes, tienden a ser saturadas. En ocasiones estos valores deben consultarse para considerar el potencial de que produzcan alteraciones, teniendo en cuenta que a mayor la longitud de cadena y a mayor el grado de insaturación, más probable es que aparezcan problemas a nivel ruminal. METABOLISMO DE LAS GRASAS A NIVEL RUMINAL La única vía metabólica para la utilización de las grasas es la beta-oxidación para producir acetil-coa, y su introducción en el

los microorganismos ruminales no obtienen energía de los lípidos, los microorganismos actúan sobre éstos modificándolos extensamente en el rumen. El primer paso en este proceso es la hidrólisis en glicerol (que es utilizado como fuente de energía por los microorganismos), ácidos grasos libres y, dependiendo del tipo de lípido, otros componentes diversos. Los ácidos grasos se someten entonces a una intensa acción de saturación o biohidrogenación que alcanza el 60-90% de los ácidos grasos insaturados. El proceso de saturación depende de la presencia de grupo carboxilo libre, y por lo tanto la hidrogenación sólo puede ocurrir después de la lipolisis. Aunque el proceso de lipolisis y biohidrogenación es rápido, cuando la cantidad de ácidos grasos libres en el líquido ruminal es elevada, algunos pasos del proceso enzimático de hidrogenación pueden saturarse resultando en la acumulación de ácidos grasos libres y de productos intermedios. La magnitud de la hidrólisis (y en consecuencia el potencial de hidrogenación) depende del tipo de lípido. La bacteria responsable de la mayor parte de la lipólisis es Anaerovibrio lipolitica. Esta bacteria es sensible al ph, por lo que la lipólisis ruminal y la biohidrogenación disminuyen en condiciones de acidosis. La biohidrogenación consiste en una isomerización, de la forma cis de un ácido graso insaturado a su forma trans, un isómero más estable en el rumen. Después de la isomerización tiene lugar la hidrogenación progresiva de las insaturaciones. En función del ritmo de paso y del ph ruminal, la biohidrogenación puede ser incompleta, lo que resulta en un flujo de metabolitos intermedios como el ácido linoléico conjugado (CLA) al duodeno. Estos metabolitos intermedios son potentes inhibidores de la síntesis de grasa en la glándula mamaria. Además, el balance entre la entrada y la salida de ácidos grasos en el rumen suele ser positivo, es decir salen más ácidos grasos de los que entran (Jenkins, 1993). Esto es debido a que, por un lado, los ácidos grasos no son digeridos en el rumen y, por otro, las bacterias ruminales sintetizan ácidos grasos a partir de hidratos de carbono y proteínas. Como consecuencia de éstos procesos, la composición de los lípidos que llegan al intestino delgado es muy distinta a la de los lípidos ingeridos. Así, mientras que la mayor parte de los ácidos grasos de origen vegetal contienen un número par de carbonos, son insaturados y los dobles enlaces se encuentran en forma cis, los ácidos grasos que alcanzan el intestino delgado del rumiante contienen cadenas con números incompleta de los ácidos grasos insaturados). La suplementación de grasa al rumiante puede afectar al metabolismo en dos puntos: a. Efectos sobre el metabolismo ruminal. Las grasas pueden reducir la digestibilidad de la fibra y la actividad microbiana. La disminución de la digestibilidad de la fibra se debe, probablemente, a la combinación de un efecto de encapsulamiento de las partículas de fibra que impide el acceso de las bacterias fibrolíticas al sustrato, y a un efecto tóxico sobre este tipo de bacterias y protozoos. A medida que disminuye el tamaño de partícula de los alimentos, la toxicidad de las grasas también disminuye, probablemente debido a un aumento de la superficie disponible para que las bacterias y sus enzimas se adhieran y puedan fermentar el sustrato. Por otra parte, las grasas son tóxicas para las bacterias debido a su efecto sobre su membrana celular. Este efecto tóxico se asocia con la presencia del grupo carboxilo en el radical del ácido graso, ya que la eliminación de este grupo carboxilo (por ejemplo, con calcio) resulta en la desaparición de este efecto negativo. El efecto se manifiesta sobre las bacterias fibrolíticas y las metanogénica, resultando en una reducción en la digestión de la fibra y la producción de acético, y en un aumento en la producción de propiónico. El resultado final es la reducción de la digestibilidad de la fibra y materia orgánica, la reducción de la ingestión y la alteración del perfil de fermentación. La reducción de la digestibilidad e ingestión reducen la producción de leche. La menor producción de acético reduce la disponibilidad de precursores para la síntesis de grasa en la glándula mamaria, mientras que el incremento en la producción de propiónico conduce a un entorno insulinémico que favorece la deposición de grasa en el tejido adiposo, reduciendo adicionalmente la disponibilidad de precursores para la síntesis de grasa en la glándula mamaria. b. Efectos sobre el metabolismo sistémico. El aporte de cantidades elevadas de ácidos grasos dietarios, y particularmente la disponibilidad de ácidos grasos insaturados o saturados de forma incompleta, inhiben la síntesis de grasa a nivel mamario. La combinación de la reducción del aporte de precursores para la síntesis de grasa láctea, y la inhibición de las vías metabólicas de síntesis de grasa, resultan en la reducción de grasa en la leche. Los factores que influyen decisivamente en la modificación del metabolismo ruminal incluyen la cantidad y el perfil de ácidos grasos, el contenido en ácidos grasos libres y la forma física de administración, la disponibilidad de cationes que formen jabones insolubles (como el calcio) y la cantidad de forraje de la ración. Además, la intensidad de la biohidrogenación depende del ph ruminal (a menor ph menor biohidrogenación), la relación entre forraje y concentrado (a menor proporción de forraje menor biohidrogenación), el grado de esterificación y la insaturación de los ácidos grasos (a mayor grado de saturación menor biohidrogenación), y la cantidad de ácidos grasos ingeridos (el proceso de biohidrogenación puede saturarse si la ingestión de ácidos grasos es elevada). Hay otros factores, como el tiempo de permanencia de las grasas en el rumen, que pueden afectar a la toxicidad de las grasas en el metabolismo ruminal. El tiempo de permanencia de las grasas en el rumen depende fundamentalmente del nivel de ingestión, de tal manera que en animales de alta producción con ingestión elevada de MS, la probabilidad de efectos tóxicos de la grasas se reduce debido al tránsito rápido del alimento por el tracto digestivo (Palmquist y Conrad, 1980). Otros factores que reducen el riesgo de efectos negativos es la presencia de iones de calcio, raciones ricas en fibra y niveles de ingestión elevados. DIGESTIÓN Y UTILIZACIÓN METABÓLICA DE LAS GRASAS La digestibilidad intestinal de las grasas en los rumiantes depende de varios factores: a. Los ácidos grasos saturados se digieren peor que los insaturados. b. Los ácidos grasos de cadena larga se

digieren menos que los de cadena corta. c. El tamaño de partícula de las grasas granuladas también puede afectar la digestibilidad, siendo mayor a medida que el tamaño de partícula disminuye. d. La digestibilidad intestinal aumenta a medida que el ph disminuye. En el rumiante, el ph del intestino delgado es inferior al de los monogástricos (debido a una menor capacidad tampón y alcalinizante de las sales biliares y jugos pancreáticos), lo que favorece la formación de ácidos grasos ionizados que son fácilmente absorbibles. e. La digestibilidad de lípidos puede limitarse por la disponibilidad de actividad de la lipasa pancreática. El NRC (2001) considera que la digestibilidad de los ácidos grasos disminuye un 2.2 % por cada 100 g de ácidos grasos añadidos a la ración. La absorción de los ácidos grasos tiene lugar en el yeyuno. Una vez absorbidos gracias a la participación de las sales biliares, los ácidos grasos se reesterifican y se exportan al sistema linfático. La velocidad de absorción disminuye a medida que aumenta la longitud de la cadena carbonada, y disminuye a medida que el grado de saturación aumenta. Los ácidos grasos esenciales (linoléico y linolénico) son poliinsaturados y sufren intensa saturación durante su tránsito por el rumen. Sin embargo, los enterocitos cuentan con un sistema encimático de desaturación que permite al rumiante obtener cantidades adecuados de dichos ácidos grasos esenciales que, además, utilizan con una eficacia muy superior a los no-rumiantes. Una vez absorbidos, pueden utilizarse para la producción de energía (beta-oxidación), para la acumulación de reservas energéticas en el tejido adiposo, o para la síntesis de triglicéridos en la glándula mamaria. La vía metabólica a utilizar depende del estatus hormonal del animal. En balance energético negativo o condiciones hipoinsulinémicas, los ácidos grasos se dirigen fundamentalmente a la síntesis de grasa en la glándula mamaria o se utilizan como fuente energética. FUENTES DE GRASA Las fuentes principales de grasa son: a) Grasas de origen ve g e t a l : Entre las semillas, la de mayor uso es el algodón, que contiene entre un 18 y un 20% de grasa, y además aportan cantidades considerables de por parte de las vacas y su poca reactividad en el rumen. En condiciones normales es posible administrar hasta 3 kg de semilla de algodón sin alterar el metabolismo ruminal de la vaca. El límite a la cantidad de algodón se establece más por su contenido en gosipol que por el potencial exceso de grasa. Además, el algodón aporta fibra efectiva a la ración. Los aceites vegetales y oleinas se usan con poca frecuencia en las raciones del vacuno lechero, debido fundamentalmente al precio o al riesgo de que alteren la fermentación ruminal, debido a que los ácidos grasos pueden ejercer su acción tóxica rápidamente. Sin embargo han habido algunos trabajos experimentales (Illg y Stern, datos sin publicar) que han demostrado que los aceites vegetales puede utilizarse sin alterar la fermentación ruminal y, según las circunstancias, pueden ser económicamente aceptables. b) Grasas de origen animal: Las grasas de origen animal varían mucho en aceptabilidad debido al potencial de que se oxiden y/o enrancien. Además, la grasa animal es sólida a temperatura ambiente, lo que resulta en la necesidad de disponer de instalaciones especiales para su aplicación. Las dificultades de manejo, la variabilidad en calidad y el precio hacen que su uso se limite a fábricas, y su uso a nivel de granja sea muy limitado. Las grasas animales, no están protegidas del metabolismo ruminal y pueden reducir la ingestión, afectar la digestibilidad y reducir el contenido graso de la leche si no se utilizan de la forma adecuada. La inclusión en las raciones debe limitarse a 500 g/vaca/d y debe administrarse exclusivamente como parte de una mezcla unifeed para evitar el rechazo por parte de los animales. c) Grasas inertes o protegidas son aquellas que no son modificadas durante su paso por el han establecido al 2% del total de la ración. Estos productos tienen una serie de ventajas, entre las que se encuentra su facilidad de manejo, y, debido a que son productos manufacturados, suelen tener una composición menos variable. EFECTOS DE LAS GRASAS EN LA P RODUCCIÓN Los estudios realizados respecto a la respuesta productiva de las grasas son muy numerosos y fueron resumidos por Shaver (1990). La respuesta media de la administración de 0.68 kg de grasa procedente de semilla de algodón por vaca y día es la disminución de ingestión de MS (-0,32 kg) y del contenido proteico de la leche (-0,09 unidades de porcentaje), y el aumento de leche (+0,23 kg), leche corregida (+1.32 kg), y grasa (+ 0,28 unidades de porcentaje la grasa). La administración de hasta 1.14 kg de grasa de semilla de algodón no afecto negativamente a la producción. Con haba de soja entera, la suplementación de 0.55 kg de grasa resultó en un aumento de la ingestión de MS (+0,09 kg), de leche (+1.9 kg), de leche corregida (+1,86 kg), y grasa (+0,06 unidades de porcentaje), y una reducción en el contenido proteico de la leche (-0,08 unidades de porcentaje). La inclusión de sebo o mezclas de sebos y aceites vegetales hasta el 5% de la ración tiene un efecto mínimo sobre la ingestión de MS (+0.32 kg/d), pero cantidades superiores pueden llegar a reducirla hasta 1.77 kg. La respuesta media a la inclusión de hasta un 5% de grasa en raciones del vacuno lechero es de +1.73 kg de leche, +1.95 kg de leche corregida, y +0,11 unidades de porcentaje de grasa, y la reducción (-0,15 unidades de porcentaje) del contenido en proteína en la leche. El uso de jabones cálcicos suplementados a niveles del 2-3% en las raciones del vacuno lechero resultó en la disminución de la ingestión de alimentos (-0.5 kg de MS) y del contenido en proteína de la leche (-0,08 unidades de porcentaje), y el aumento en la cantidad de leche producida (+1.41 kg), leche corregida (+1.82 kg) y contenido graso de la leche (+0,11 unidades de porcentaje). Cantidades de jabones cálcicos de 1.41 kg resultaron en la depresión de la ingestión y de la producción de leche. Los tres problemas fundamentales de la utilización de grasas son: a. La reducción de la ingestión de materia

Figura 1. Relación entre el porcentaje de grasa en la ración y la ingestión de materia seca (Bach y Calsamiglia, 2002) Figura 2. Relación entre el contenido de trans-10, cis-12 CLA en leche y el porcentaje de grasa en leche (Griinari et al., 1999). 5 4 3 2 0 2 4 6 8 10 12 Extracto Etéreo, % 1 0,0 0,5 1,0 1,5 2,0 trans-10, cis-12 CLA, mg/g grasa 5% puede reducir la ingestión de la materia seca. Dicha reducción es más importante en los jabones cálcicos, siendo la reducción de 2.5% en la ingestión de MS por cada unidad de porcentaje de grasa añadida a la ración. Sin embargo, las grasas no procesadas tuvieron una reducción en la ingestión de MS la mitad que en el jabón cálcico, mientras que los ácidos grasos hidrogenados y los triglicéridos no afectaron a la ingestión. El descenso de la ingestión como consecuencia de la suplementación inadecuada de grasa se debe a que: El aumento de la concentración energética de la ración puede reducir la ingestión por efecto energía (saciedad). La grasa no aporta energía a nivel ruminal y puede reducir la actividad microbiana, lo que conduce a reducir la digestibilidad de la materia orgánica y la síntesis de proteína microbiana. Las grasas suelen ser poco palatables. Las grasas pueden oxidarse en la ración y reducir la palatabilidad. Los lípidos de origen vegetal son bastante susceptibles a la oxidación en contacto con el oxígeno y por exposición a temperaturas altas, por lo que el mantenimiento de la integridad de las semillas oleaginosas y la conservación adecuada es importante. Las grasas oxidadas son menos palatables y pueden ser tóxicas para el animal y para los microorganismos ruminales. b. La reducción del contenido proteico de la leche, siendo la fracdepende fundamentalmente de la forma de pago de la leche, pero debe considerarse a la hora de decidir incluir grasas en las raciones. Existen tres posibles mecanismos para explicar este fenómeno: 1) el aumento en la producción de leche (consecuencia de la suplementación energética) no se acompaña de un aumento en el aporte de aminoácidos (la grasa no aporta proteína); 2) la grasa no aporta energía a las bacterias ruminales, reduciéndose el flujo de proteína microbiana al duodeno no aumenta; y 3) el aumento del aporte energético a nivel mamario disminuye el flujo plasmático a través de la glándula mamaria, lo que a su vez disminuye el aporte de aminoácidos para la síntesis de proteína (Cant y col., 1993). Algunos trabajos han sugerido los beneficios de la adición de niacina, proteína protegida o aminoacidos protegidos, pero los resultados han sido muy variables (Grummer, 1992). c. La reducción de la grasa láctea. La grasa en la leche de vacuno proviene de la incorporación de ácidos grasos de cadena larga (superior a los 14 carbonos) procedentes directamente de la circulación sanguínea (procedentes de la ración o de la movilización de las reservas corporales), o de l asíntesis en la propia glándula mamaria a partir del acetato, butirato y beta-hidroxibutirato como fuentes más importantes. El síndrome de la baja grasa en leche se asocia frecuente con cuadros de acidosis ruminal (reduce el aporte de acético y butírico), pero también puede ocurrir en situaciones de suplementación inadecuada de lípidos en la ración. Davis y Brown (1967) observaron que cuando la concentración de trans-c18:1 aumentaba en leche, el porcentaje de grasa en leche disminuía. El trans-c18:1 es un producto intermedio de la biohidrogenación ruminal. Recientemente, se ha descrito una clara correlación entre la cantidad de trans-10, C18:1 y la cantidad de trans-10, cis- 12 CLA (otro metabolito intermedio de la biohidrogenación ruminal) en leche y el porcentaje de grasa en leche (Figura 2; Griinari et al., 1998). Los ingredientes más comunes que pueden dar origen a la formación de CLA en el rumen son los ricos en ácido linoléico y linolénico como la grasa del girasol, algodón, lino y soja. Por lo tanto, el nivel de inclusión de estos ingredientes debe limitarse para que la ración no aporte más de 150 a 250 g/d de grasa procedente de estos ingredientes, sobretodo en situaciones de acidosis (la biohidrogenación es i n e ficaz) y altos consumos de materia seca (la biohidrogenación no tiene tiempo de completarse

experimentales que han tratado de demostrar los beneficios de la inclusión de grasas en las raciones son muy limitados, pero cuando las grasas logran ralentizar la velocidad de pérdida de peso postparto, se ha observado una mejora en los parámetros reproductivos. En una revisión bibliográfica de Staples y col. (1998), la fertilidad mejoró una media de 17% en 11 de un total de 20 estudios. Los mecanismos de esta mejora incluyen la reducción del balance energético negativo, la mejora en el desarrollo folicular debido a estatus de insulina, el estímulo de la síntesis de progesterona, o la modificación de la producción y liberación de prostaglandina F2α que mejora la persistencia del cuerpo lúteo. RECOMENDACIONES SOBRE EL USO DE GRASAS EN LAS RACIONES Los forrajes contienen alrededor de un 2-3% de grasa, y las raciones base no suelen superar el 3%. El NRC (2001) recomienda no exceder del 6% de grasa total en la MS de la ración durante el postparto (5-7 semanas), y del 7% durante el último tercio de la lactación, con un máximo del 3-4% de grasa añadida. Durante el secado, el contenido máximo de grasa en la ración no debería superar el 4%. Durante las 5-7 primeras semanas de lactación, la suplementación con grasas disminuye, frecuentemente, la ingestión de MS, lo que justifica la falta de respuesta a la mayor concentración energética de la ración (procedente de la suplementación lipídica) sobre la producción de leche o condición corporal de los animales. Además, el NRC (2001) recomienda no exceder del 2-3% (MS) de inclusión de grasa animal (sebo o manteca) o de semillas de oleaginosas. La grasa adicional debe aportarse de la forma más económica posible, pero al mismo tiempo debe prevenirse la posible aparición de problemas a nivel ruminal. La eficacia de utilización de las grasas se optimiza cuando se aportan tantos ácidos grasos en la ración como grasa se produce en la glándula mamaria, ajustada por la posible m ovilización o depósitos de grasa (Pa l m q u i s t, 1991). En el vacuno lechero de alta producción, ello se consigue cuando las raciones se formulan para que el 15% de la energía ingerida proceda de grasas (Kronfield, 1982). Estos parámetros nos ayudarán a determinar la cantidad total máxima de grasa de la ración. de calcio al 0,9-1.0% y de magnesio al 0,30-0.33%. Estas recomendaciones pretenden reducir los efectos tóxicos de las grasas a nivel ruminal y compensar las pérdidas fecales de estos minerales debido a la formación jabones. También se ha recomendado mantener los niveles de fibra 1-2 unidades por encima de las recomendaciones del NRC (2001). Por último, puede aumentarse la cantidad de proteína no degradable en el rumen con el fin compensa la posible reducción de la síntesis de proteína microbiana. Chalupa y Ferguson (1990) recomiendan el aporte adicional de 72 g de proteína no degradable por cada Mcal de ENl aportada por la grasa añadida, que corresponde aproximadamente a la cantidad de proteína microbiana sintetizada por Mcal de energía procedente de almidón. ESTRATEGIAS DE USO DE GRASAS A nivel práctico, existen una serie de aspectos que deben considerarse al introducir grasas en las raciones para el vacuno lechero. Estos aspectos son: a. Cuándo usarlas: Las grasas deben utilizarse cuando el retorno económico de su utilización lo justifique. En este sentido, y teniendo en cuenta únicamente el valor energético, se pueden realizar los cálculos del valor energético por megacaloría comparando los distintos suplementos disponibles (pts/mcal ENl, considerando el posible aporte de otros nutrientes y las necesidades de la ración). b. Cómo escoger: Durante mucho tiempo, las recomendaciones se han basado en la regla de los tercios, de tal manera que la adición de grasas se realiza en la proporción requerida por la ración siendo el primer tercio añadido procedente de semillas, el segundo tercio de grasas animales o mezclas de grasas animales-vegetales, y el último tercio de grasas protegidas. Estas recomendaciones son adecuapaís, y la regularidad del producto, la disponibilidad, el apoyo técnico (si existe) y la facilidad de manejo, junto con la competitividad del precio respecto a otras grasas animales o aceites vegetales, deben hacernos considerar estas recomendaciones en favor de una mayor utilización de grasas bypass. En las condiciones del mercado español, la Mcal de ENl es más barata procedente de cereales que procedente de grasas m a n u facturadas, y generalmente más barata cuando se aporta en forma de semilla de algodón. Pero también debemos considerar que la grasa tiene unas características que la hacen diferencial, principalmente su capacidad de aumentar la concentración energética de la ración sin tener que reducir los niveles de fibra. En los rebaños de alta producción, y con el objetivo de conseguir concentraciones e n e rgéticas elevadas, es difícil ignorar la necesidad de incluir grasas en las raciones. Sólo cuando los niveles de producción son moderados y la calidad de los forrajes excelente, se pueden formular raciones sin considerar las grasas. La primera elección debe ser, siempre en función de los precios, las semillas ricas en aceites, y en su elección deben tomarse en cuenta otros factores, como los aportes de proteína, o las características intrínsecas de los suplementos (como la fibra en la semilla de algodón). Si se necesita una segunda fuente de grasa, debemos considerar no sólo la respuesta productiva, sino también aspectos relacionados con la salud (para evitar el uso excesivo de HCNF que produzcan acidosis, etc...) y la función reproductiva (evitar la pérdida excesiva de peso). En relación al uso de grasas protegidas, la decisión depende de la necesidad, el precio y la calidad del producto. En relación a la calidad del producto, es necesario que nos acostumbremos a exigir bibliografía contrastada de revistas con reputación que avalen las respuestas productivas que observamos. c. Cuándo empezar a dar grasas: Cuando iniciar la administración de grasa es un aspecto conflictivo y difícil de solucionar. El número de trabajos experimentales al respecto es muy limitado, y además, depende mucho de la posibilidad real de implementar dichos programas a la práctica. Desde el punto de vista teórico, parece lógico pensar que el momento más crítico es cuando el balance energético es negativo, que coincide con las primeras semanas postparto. Sin embargo, la experiencia demuestra que la respuesta productiva a la

hace evidente. Es más, los trabajos experimentales empiezan a confirmar que la respuesta productiva sólo tiene lugar a partir del momento en que el animal se encuentra en balance energético positivo, y la adición de grasa parece no afectar a la pérdida de peso (Skaar y col., 1989). Esta falta de respuesta durante las primeras semanas postparto parece deberse a la depresión de la ingestión de MS, y el aumento en la concentración energética de la ración se contrarresta con la disminución equivalente en la ingestión de alimentos. Parece ser, pues, que la vaca en el postparto está programada para consumir una cantidad de energía, y el aporte adicional se autorregula con la ingestión de MS. En consecuencia, y desde el punto de vista teórico, la grasa debe incluirse en las raciones a partir del primer o segundo mes postparto. Pero esta recomendación es frecuentemente poco práctica, ya que este grupo de animales no se separa en un grupo especial, ni se les prepara un ración individualizada. d. Hasta cuándo darlas: La inclusión durante toda la lactación de los suplementos grasos debe evaluarse, cuando menos teóricamente. El criterio fundamental es la posibilidad de formar lotes (si no hay lotes, no se puede hacer una alimentación diferenciada entre principio y final de lactación), y la condición corporal de los animales en el momento del secado. Si los animales están demasiado grasos, es obvio que el consumo de energía ha sido excesivo, y debemos considerar la eliminación de la grasa de la ración. Si las vacas llegan con una condición corporal baja, será necesario reconsiderar la formulación de la ración y la incorporación de más grasa. Por otra parte, y desde el punto de vista de la producción de leche, algunos trabajo han demostrado que el aumento en producción causado por la administración de grasas durante la primera mitad de la lactación, se mantienen durante la segunda mitad aun cuando se retire la administración de grasa. Esta respuesta no es sorprendente, ya que a media lactación los animales han entrado en balance energético positivo y pueden utilizar la energía de la ración o de los depósitos grasos para expresar su potencial productivo máximo. Sin embargo, debemos considerar la condición corporal como un criterio importante. En resumen, la grasa puede retirarse a media lactación sin problemas graves si se reformula la ración para aportar la energía necesaria, no se afecta a la recuperación de la condición corporal, es factible a la práctica (tenemos lotes) y resulta en un ahorro económico en la ración. e. Factores medioambientales: La supletión consecuencia del estrés por calor puede compensarse con un aumento en la densidad energética de la ración. Skaar y col., (1989) demostraron este principio al comprobar que la adición de grasas resultaba en un aumento de producción cuando las temperaturas ambientales eran elevadas, pero no en condiciones termoneutras para el animal. CONSIDERACIONES FINALES Las grasas aportan energía concentrada a las raciones del vacuno lechero, y deben incorporarse después de considerar los factores económicos y las interacciones con otros nutrientes (almidones, fibra y minerales). Cuando su uso es necesario, se pueden incorporar a la ración hasta un 6-7%, siendo las semillas la primera elección, y posiblemente las grasas protegidas la segunda elección en las condiciones españolas. Los beneficios de la incorporación de grasas en las raciones del vacuno lechero incluyen: a. Aumento en la producción de leche (entre el 5 y el 8%). b. Aumento en la densidad energética de la ración sin afectar a los niveles de fibra o a la proporción de forrajes de la ración. c. Mejora de la eficacia de la conversión de la energía alimentaria en grasa láctea debido a la transferencia directa. d. Reducción de la pérdida de peso durante el período postparto, lo que puede beneficiar a la eficacia reproductiva. REFERENCIAS Bach A., y S. Calsamiglia. 2002. Manual de Racionamiento para Vacuno Lech e ro. Servet. Zaragoza. Cant, J.P., E.J. DePeters, R.L. Baldwin. 1993. J. Dairy Sci. 76:2254. Chalupa, W., y J.D. Ferguson. 1990. J. Dairy Sci. 73:244 Griinari, J. M., K. Nurmela, D. A. Dwyer, D. M. Barbano and D. E. Bauman. 1999. J. Anim. Sci. 77 (Suppl. 1):117. (Abstr.) Grummer, R. 1992. J. Dairy Sci. 75: Hoover, W., S.R. Stokes. 1991. J. Dairy Sci. 74:3630. Hutjens, M.F. 1990. Ocasional Publication. Minn.-Io.-Illi.-Wis. Extension Service. Jenkins, T. C. 1993. J. Dairy Sci. 76:3851. Kronfield, D.S. 1982. J. Dairy Sci. 67:2204. 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