Cartas de Zenobia o el vuelo de un hada Fernando Jiménez Hernández-Pinzón
Cartas de Zenobia o el vuelo de un hada Fernando Jiménez Hernández-Pinzón ISBN: 978-84-9948-354-2 Depósito legal:a-417-2011 Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 61 33 C/ Decano, n.º 4 03690 San Vicente (Alicante) www.ecu.fm e-mail: ecu@ecu.fm Printed in Spain Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87 C/ Cottolengo, n.º 25 03690 San Vicente (Alicante) www.gamma.fm gamma@gamma.fm Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
PRIMERA PARTE
I Cuando, teniendo entre mis manos las Obras Completas de Rabindranath Tagore, el de la larga barba blanca (un libro tan cuidadosamente compuesto por la editorial Aguilar), leí la descripción introductoria que hace Ortega y Gasset de su traductora, Zenobia Camprubí: Un nombre de hada, un hada de ojos azules y una nube rubia sobre las sienes, caída en las redes de un poeta, en mi fantasía emergió una imagen del Hada, como la de mis cuentos y mis fascinaciones infantiles, delineada con las palabras con que la evocaba Ortega, filósofo hecho poeta por el embrujo de Zenobia Y (tengo que confesarlo) sentí que, dentro de mí, en mis entrañas, en mis entretelas interiores, junto a donde late el corazón, algo se estremecía, se encantaba, se embelesaba, se exaltaba Caramba!, esto es lo que se llama enamoramiento, coup de foudre, amor a primera vista Y volví a imaginarme adolescente, platónicamente enamorado de un hada rubia de ojos azules y risa en los labios, a la que, durante noches sucesivas, perseguí en mis sueños con un cazamariposas de oro. 5
II El Puerto de Santa María, 1952-1955 Andaba yo, por aquellos años, junto a las dunas versátiles y los pinares de El Puerto de Santa María, con sus largos viñedos, verdes y amarillos sobre la tierra enrojecida, los tórridos días del áspero viento de Levante, la bahía de Cádiz iluminada por millares de estrellitas, rutilantes en las noches, contempladas ávidamente a lo lejos, desde los ojos fascinados de mi tardía adolescencia Como la contemplaron, muchos años antes, los ojos extasiados, lúcidos y melancólicos del poeta Juan Ramón, desde ese mismo lugar, el que había sido colegio jesuítico adonde él ingresó, como alumno interno, a los 11 años. Que no me lo invento, que él mismo lo dejó escrito: Mis once años entraron de luto en el colegio que tienen los jesuitas en El Puerto de Santa María; fui tristón porque ya dejaba atrás algún sentimentalismo: la ventana por la que veía llover desde mi jardín, mi bosque, el sol poniente de mi calle. Y al colegio lo describe igualito a como lo estaba yo contemplando y viviendo, después de sesenta y dos años, interno también como estudiante de Humanidades y Lenguas Clásicas: 7
Fernando Jiménez Hernández-Pinzón El colegio estaba sobre el mar y rodeado de grandes parques; cerca de mi dormitorio había una ventana que daba a la playa y por donde, las noches de primavera, se veía el cielo profundo y dormido sobre el agua, y Cádiz, a lo lejos, con la luz triste de su faro. Bueno, pues os cuento una cosa que no os la vais a creer: Estaba yo un día, por aquellos tiempos, en la enfermería del colegio, esperando a ser atendido y cuidado de una tos persistente, atrapada entre los fríos muros conventuales de aquellos inviernos sin calefacción y, como estaba solo y aburrido, se me ocurrió ir abriendo los cajones de un viejo mueble aparador que había, como abandonado, en aquella sala. Entre aquellos cajones, vacíos y empolvados, en uno, en uno solo, descubrí que había algo: una foto montada en cartón recio, con el borde superior derecho partido, donde se veían los alumnos de un curso, dispuestos en cuatro filas, debajo de los cuales se leía: Curso de 1895 a 1896. Os lo podéis creer? Era el mismo curso de Juan Ramón Jiménez, que se veía allí, el cuarto de la tercera fila empezando por mi izquierda. Pero hay más: al mirarla por el reverso, encontré el nombre de cada uno de los alumnos, escrito a puño y letra, con caracteres de volutas fantasiosas y amplias líneas de vuelos evasivos, y firmada por el mismo Juan Ramón Jiménez! 8