ENTREVISTA SOBRE LA FIDES ET RATIO

Transcripción

1 ENTREVISTA SOBRE LA FIDES ET RATIO Juan José Sanguineti Aceprensa, Entrevista sobre la Encíclica Fides et Ratio 151/98 (la versión publicada es liberamente distinta) Qué importancia le atribuye a este documento? Es la primera intervención del Magisterio de un Papa en la filosofía, después de la Aeterni Patris. Lo primero que impresiona es la gran relevancia que Juan Pablo II le concede a la filosofía: la especulación filosófica tiene que ver con el sentido último de la vida, con la religión, plasma el pensamiento y las culturas y orienta a las ciencias. Llega a afirmar que es una de las tareas más nobles de la humanidad (n.33). Además habla de cierta filosofía implícita y común a todas las culturas en torno a ciertas convicciones fundamentales, que sirven como punto de referencias para todas las filosofías históricas. Todo hombre es filósofo de alguna manera (n.64), porque está en busca de la verdad. A través de los Obispos, el documento se dirige universalmente a teólogos, filósofos y a todos los hombres y mujeres que trabajan en el campo del pensamiento, y su principal intención es claramente la poner ciertas condiciones del recto filosofar para que esté vitalmente unido a la fe. Reconoce que no le compete al Magisterio subsanar lagunas o carencias filosóficas (n.49), pero sí debe intervenir cuando algunas ideas filosóficas discutibles amenazan la recta comprensión del dato revelado (n.49). Realmente es muy respetuoso con la autonomía de la filosofía: no la absorbe en la teología y le reconoce sus propias reglas. En la Encíclica sale con frecuencia la idea de la "provocación", que casi podría sintetizar, en buena medida, el espíritu que anima este documento. El Papa lanza una provocación a los filósofos, respetuosa pero fuerte. Desea con pasión que la filosofía recupere su dignidad (n.6), que vuelva a su "vocación originaria", que los filósofos adquieran confianza en sus capacidades cognoscitivas. Se trata, de modo más general, de la provocación que la fe cristiana ejercita con el pensamiento humano. Qué tipo de provocación? En otros tiempos la razón de los filósofos se sentía autosuficiente: idealismos, humanismo ateo, iluminismo, neopositivismo. La Iglesia tenía que combatir las arrogancias del racionalismo: la fe no podía ser absorbida por los grandes sistemas del pensamiento. Pero en los últimos tiempos el Papa advierte más bien la depauperación de la razón filosófica. La Encíclica insiste en la capacidad del hombre de llegar a la verdad. Sobre todo, la verdad universal, trascendente,

2 que compromete la vida, definitiva y realista (adecuación a la realidad: n.82; no es fruto del consenso: n.56). Atajando la objeción hoy frecuente de que creer en verdades definitivas llevaría al autoritarismo, dice que al contrario creer en la verdad no sólo no es de por sí fuente de intolerancia, sino condición del diálogo sincero entre las personas (n.92). Se ve la insastisfacción del Papa ante un ambiente cultural sin convicciones últimas, que se limita a merodear por verdades parciales y fragmentarias, regionales, cambiantes y a veces opuestas. Es el eclecticismo de la "razón débil". Critica la postura filosófica de eludir por sistema las grandes cuestiones, quedándose solamente en análisis formales o históricos (n.5), con una falsa modestia, o la idea de que la filosofía no ofrecería nunca respuestas definitivas a los grandes interrogantes humanos. Alude a cierta versión de la post-modernidad, entendida en el sentido nihilista de que la vida humana se desarrolla en un horizonte donde el sentido está ausente, donde sólo tiene vigencia lo fugaz y provisional (n.91). Aquí está la provocación del Papa: anima a los filósofos a atreverse a conocer y a hablar de la verdad, a no ponerse metas demasiado modestas (n.55, 56). Señala una situación deprimida de mucha filosofía actual, pero lo hace de modo muy optimista, casi diría juvenil. Ciertamente el pensamiento humano tiene sus límites y el Papa lo dice expresamente. Por ejemplo, afirma que ninguna forma histórica de la filosofía puede pretender abarcar la totalidad de la verdad o dar una explicación acabada y exhaustiva del ser (n.51). Pero no desea que el hombre se encierre en sus límites, viviendo de un modo deprimido. Se trata de la provocación que viene de la misma fe. Es muy original en este documento la idea de que la fe cristiana provoca al hombre a trascenderse a sí mismo y dirigirse al infinito. No se limita el Papa a declararlo, porque todo el documento elabora de continuo esta idea, con muchas referencias a los Padres de la Iglesia, en particular San Agustín, San Anselmo y Santo Tomás. La Revelación introduce en la historia una verdad universal y provoca así a la mente de los hombres a no detenerse (n. 14), a ir mucho más allá de los horizontes estrechos en que se había quedado (culturales, lingüísticos, etc.). Por ejemplo el Papa reconoce el valor de la analítica del lenguaje y de la hermenéutica (n.84), pero solicita que los filósofos no se queden en el mero modo de decir, que no se remitan indefinidamente de interpretaciones a interpretaciones (n.84), sino que les invita a que vayan a la verdad de las cosas mismas y a las cuestiones de fondo. Qué papel tiene la fe en este estímulo provocatorio dirigido a la filosofía? Es la fuerza interpelante de la Revelación. Cristo es la Verdad. Cristo despierta en el hombre sus fuerzas naturales a veces dormidas o deprimidas y lo lleva al plano de Dios mismo. Juan Pablo II constata este proceso en la Patrística y en la época medieval en la que se forja una gran tradición cristiana que se continúa en la época moderna. Por eso la Encíclica se detiene mucho en la historia de la tradición cristiana. La idea es sencilla pero profunda: el hombre es un ser

3 "que busca la verdad" (n.33), porque nadie es indiferente ante el problema de la verdad (n.25). Pero lo que el hombre busca con ansiedad es una verdad definitiva o absoluta, universal y no sectorial, y que dé sentido a su vida (n.26). Sin embargo, no se trata de una búsqueda racionalista o intelectualista. El hombre es también uno "que vive de creencias" (n.32), y esto tiene un notable valor antropológico, porque sale de la estructura intersubjetiva y dialogante del hombre: buscamos la verdad de la persona, o personas en quienes fiarnos, y muchas veces el creer en alguien tiene más valor humano que la mera evidencia racional (n.32). Por aquí entra la fe, sin fideísmo. Dios llama, enseña, cura y hace que la razón humana se renueve. El diálogo de fe ahora es con la verdad de la persona de Cristo. El hombre entonces se vuelve capaz de dar testimonio de la verdad, llegando incluso al martirio (n.32). Es muy bonita y profunda esta conexión que el Papa pone entre la verdad y el martirio, que hace también que insista en la conexión entre la verdad y la Cruz de Cristo ("sabiduría de la Cruz": n. 23). Así se ve también que la "locura de la Cruz" no se opone a la racionalidad, sino que incluso la sostiene y eleva a un plano infinito. Como se ve, está muy lejos este documento de poner una oposición dialéctica entre la fe y la razón. Son las dos alas que permiten volar al hombre. Con una delicada analogía, se atreve a comparar a la filosofía, en lo que tiene de apertura humana a la verdad, a la Santísima Virgen (n. 108). Las relaciones fe-razón, en definitiva, las ve de un modo dinámico. La fe sana al hombre de la debilidad racional que le vino del orgullo y del pecado (n.22). La fe hace ver a la razón que tiene que ir mucho más allá todavía, permitiendo que la razón se supere infinitamente a sí misma (n.22). La fe despierta en el hombre ese deseo natural de saber de que hablaba Aristóteles (n.25). Y por este motivo el documento se opone de continuo a la "nefasta" separación entre filosofía y teología (n.45) que se produjo en la época moderna. Precisamente lo más criticado de las filosofías de los últimos siglos es la pérdida de la armonía entre la teología y la filosofía, propia de la tradición cristiana. Una razón sin la fe se empobrece y agosta y al final naufraga; la fe sin la razón se reduce a sentimiento, o a mito y superstición (n.48). A los teólogos el Papa les incita a razonar sirviéndose de la filosofía. Y a los filósofos, a que filosofen en sintonía con la fe cristiana, sin merma de la autonomía del método filosófico. Si el filósofo excluye el contacto con la teología, al final se va a sentir tentado a adueñarse de lo que dice la fe cristiana, como han hecho algunos filósofos modernos (n.77). Insiste Juan Pablo II en que la apertura del filósofo a la fe no daña la dignidad de la filosofía: la razón dialogante se abre a la amistad con Dios que supone la vida de fe, precisamente para ser sostenida como razón (n.33); en la religión, además, culmina la racionalidad humana (n.33).

4 Entonces el juicio que se da sobre los filósofos modernos es severo? Lo es ciertamente, aunque no es unilateral. Buena parte de la filosofía moderna, dice el Papa, se alejó de la Revelación e incluso se opuso a ella, en un proceso que tuvo su apogeo en el siglo XIX (n.46), y aquí el Pontífice menciona a los idealismos, al humanismo ateo y a los sistemas totalitarios. Pero su diagnóstico respecto al momento actual, como dije, es que los filósofos ahora hacen mal cuando se contentan con verdades parciales y fragmentarias, y en todo caso advierte la importancia de dejarse interpelar por la fe cristiana precisamente para restiutir a la filosofía su propia dignidad. Al mismo tiempo el Papa reconoce que en los filósofos modernos hay mucha riqueza en variados campos (n.91) y que poseen "gérmenes de pensamiento" (n.48), con una evidente alusión a la tesis tradicional de los "gérmenes de verdad" (razones seminales). El cristiano debe obrar ante este panorama con discernimiento crítico y sin perder el contacto con la tradición cristiana. Qué papel tiene Santo Tomás en esta tarea? Juan Pablo II lo sitúa en el contexto precisamente de la gran tradición de armonía fe-razón y recuerda que, en la Iglesia, es un gran maestro de pensamiento y un modelo del modo correcto de hacer teología. Hace notar que Tomás de Aquino tenía una perspectiva muy universalista, que tomaba la verdad de donde viniera (n.44) y que instauró un diálogo fecundo con el pensamiento árabe y hebreo de su tiempo (n.43). Subraya en especial su concepto de sabiduría, tanto filosófica y teológica como la que es un don del Espíritu Santo. Reafirma, en definitiva, el papel orientativo que tiene Santo Tomás en el pensamiento cristiano y teológico, y para eso se remite además a muchos documentos de la Iglesia y a sus personales intervenciones sobre el valor autorizado que tiene en la Iglesia la figura del Aquinate. Es de notar también la importancia que concede al pensamiento tomista del siglo XX y al de otras áreas del pensamiento cristiano. Y qué es lo que pide ahora el Papa? Aparte de lo ya dicho, es evidente que se dirige de modo muy especial a los teólogos. Se lamenta de que después del Concilio Vaticano II el estudio de la filosofía haya caído un poco en descrédito (n.61), aunque parte de la culpa la tenga la misma auto-debilitación de los filósofos a la que antes he aludido. El solo "biblismo" exclusivamente exegético a veces ha ocasionado un desprecio por la filosofía especulativa y clásica (n.55). La metafísica es una mediación necesaria en la investigación teológica (n.83) y es importante para la solución de fondo del problema hermenéutico. En definitiva, el documento subraya la importancia de la filosofía en la formación cristiana y en el pensamiento teológico. No me detengo ahora en la cantidad notable de criterios que el Papa señala en las diversas áreas de la teología, con respecto a la relevancia de algunas

5 temáticas filosóficas expresamente indicadas. Es notable también la relación constante que establece entre el Concilio Vaticano I, el magisterio posterior de los Papas y el Vaticano II, como subrayando una peculiar continuidad en las enseñanzas magisteriales. Para terminar, qué dice más en concreto el Papa sobre la filosofía? Ciertamente el Papa se mantiene en un nivel general y no pretende entrar en las temáticas específicas ni opta por posiciones de escuela. Al mismo tiempo, el texto es muy rico en tantos detalles en las que no es posible ahora detenerse, como por ejemplo el reconocimiento de un patrimonio común de verdades filosóficas (n.4), que ya mencioné, o la interesante distinción de los "tres estados" de la filosofía: previa a la fe, en relación vital con la fe e interior a la misma teología. La principal insistencia, que se deduce de todo lo que he tenido oportunidad de decir aquí, es que la filosofía no pierda, es más recupere su índole sapiencial. Concretamente se le pide que reúna ciertas condiciones para poder entrar en la relación fecunda y "circular" (de recíproco potenciamiento) con la fe y la teología. Pueden leerse estas condiciones en los nn Destacaría dos: una ya salió con abundancia en estos comentarios y es la apertura a la verdad. Otra es el carácter metafísico que debe tener la filosofía. La capacidad metafísica del hombre, ese poder ir de los fenómenos al fundamento trascendente, el Papa la encuentra expresada en Rom. 1,20, cuando el Apóstol habla del conocimiento natural de Dios. Una filosofía del ser puede llegar a las estructuras ontológicas, causales y comunicativas de la realidad (n.97). La metafísica no debe verse en oposición a la antropología, porque la persona es un ámbito privilegiado para el encuentro con el ser (n.83). Una filosofía que negara la posibilidad de un sentido último y global de la vida (n.81), que rechazara la pregunta por el sentido de la existencia (fenomenismo, relativismo, historicismo) sería inadecuada y errónea. Son muy agudas las apreciaciones del Papa sobre el nihilismo: el olvido del ser lleva al olvido de la verdad y así se quita el fundamento de la vida del hombre. Todo se vuelve fugaz y el hombre se hace incapaz de compromisos definitivos (n.46). Con esto se borra la imagen de Dios que tiene el ser humano y se lo lleva a la destructiva voluntad de poder o a la desesperación y soledad (n. 90). Si se quita la verdad al hombre, es ilusorio querer hacerlo libre (n.90). Y para concluir, hago notar también las referencias del documento al cientismo, sobre todo en su versión tecnologista, aunque de esto el Pontífice ha hablado en numerosas ocasiones. Las conquistas técnicas, en sí mismas loables y prodigiosas, a veces crean la ilusión de que el género humano podría asegurarse el pleno dominio de su destino (n.91, 46). Volveríamos así a la razón autosuficiente. Nuevamente entra aquí en escena la verdad trascendente, no pragmatista

6 o creada por el hombre. Cuanto mayor sea el poder técnico, más conciencia se requiere de los valores últimos (n.81). Sólo así la ciencia y la técnica estarán al servicio del hombre. No oculto mi entusiasmo por esta Encíclica, que a mí me toca personalmente en cuanto filósofo. Me auguro que tenga el impacto que se merece en el mundo de la cultura y en la filosofía contemporánea y que muchos respondan positivamente a esta "provocación".