AGENDA CIUDADANA. NUESTRAS ELITES Lorenzo Meyer. Un Tema tan Añejo como Actual.- En un informe que acaba de presentar el

Transcripción

1 1 AGENDA CIUDADANA NUESTRAS ELITES Lorenzo Meyer Un Tema tan Añejo como Actual.- En un informe que acaba de presentar el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, se califica a nuestro país como uno de los más inequitativos del mundo. Así, mientras Vietnam es puesto como un ejemplo en la erradicación de la desigualdad, México lo es de lo contrario: de su persistencia, (Reforma y El Universal, 7 de septiembre). La desigualdad extrema ha acompañado a México por siglos. La continuidad de esa gran desigualdad pese a que la Revolución Mexicana se propuso combatirla, demuestra lo hondo de su raíz. La nuestra fue y sigue siendo una sociedad montada en una profunda diferencia entre la parte superior y la inferior de la pirámide social. Por eso resulta interesante un estudio de Miryam Hazán, The Structure of Mexican Elites: An Enduring Puzzle, que apareció en la Internacional Review of Sociology, (Roma, Vol. 11, N 2, Julio 2001), pues prueba lo útil y rico que han sido los enfoques de élites para entender a México. Para iluminar esta perspectiva, lo mismo caben obras literarias como Pedro Páramo, (1955) de Juan Rulfo o La Muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes, que obras académicas como las de Pablo González Casanova, La democracia en México, (1965), Peter Smith, Laberintos del poder, (1979, edición oirignal), Roderic Ai Camp, Mexico s Mandarins, (2002) o trabajos de periodistas, como Esteban David Rodríguez, Derecho de sangre. Historias familiares del poder público en México, (2005). En un país fundado en la desigualdad resulta natural

2 2 entender el ejercicio del poder político por la vía de la formación y reproducción de las élites. La teoría de las élites, lo mismo la de la antigüedad clásica (Platón) que la contemporánea --desde las de Gaetano Mosca a Joseph Schumpeter o C. Wright Mills--, parte de una verdad evidente: que una minoría identificable y organizada concentra en sus manos una parte desproporcionada del poder y sus beneficios. Ahora bien, lo central del enfoque es su capacidad para identificar a esta minoría, su naturaleza interna, su reproducción y los mecanismos para imponerse. Definición y Trasfondo Histórico.- Para definir políticamente lo que es una élite, John Higley y Richard Gunther (eds) ofrecen una buena opción en Elites and Democratic Consolidation in Latin America and Southern Europe, (1992): los individuos que son capaces de afectar los resultados políticos nacionales de manera regular y sustantiva, en virtud de sus posiciones estratégicas en organizaciones poderosas (p.8). Esos son los que toman las decisiones en las grandes organizaciones políticas, gubernamentales, económicas, militares, profesionales, de comunicaciones y culturales y en los movimientos sociales. En la época colonial, la estructura elitista de la sociedad mexicana fue considerada parte del orden natural. En el siglo XIX, la naciente idea democrática puso en duda que fuera tan natural esta profunda división social, pero en la práctica, poco se hizo para remediarla. A nivel mundial se fue desarrollando una tensión creciente entre elitismo y democracia, que en el caso mexicano desembocó en la Revolución Mexicana. El resultado fue, como sabemos, que formalmente México insistió en su carácter democrático, pero en la realidad se afianzó un exitoso sistema autoritario que, finalmente, desarrolló una relación

3 3 funcional entre un notable proceso de concentración del poder político en el presidente y su partido y la concentración igualmente notable, del poder económico en pocas manos. Por ello, en México, el enfoque elitista tiene una capacidad explicativa mayor que en otras partes, pues sus supuestos tienen aquí una correspondencia muy evidente con la realidad. Los Posibles Enfoques Teóricos. En el análisis de las élites existen varias escuelas. La más compatible con la democracia política es la pluralista, pues presupone una diversidad de élites, donde ninguna es dominante, que mantienen una relativa competencia entre si y una gran autonomía respecto del Estado. Este enfoque desarrollado entre otros por Robert Dahl en A Preface to Democratic Theory, (Chicago, 1956) pareciera una adaptación a la política de la famosa mano invisible del mercado de Adam Smith, pues las élites, al buscar neutralizarse unas a las otras, llevan a un cierto equilibrio, que es lo que le abre espacio al juego democrático y ciudadano. Frente al enfoque pluralista está el de la élite del poder, desarrollado por C. Wright Mills, en The Power Elite, (Nueva York, 1956), que resultó muy influyente en el México de los Usando como inspiración a los Estados Unidos de la Guerra Fría, Mills subdividió a la élite en campos especializados --político, económico, militar, cultural--, pero donde los miembros podían moverse de un campo a otro pero siempre en una relación personal estrecha, que les permite apoyarse mutuamente y mantener una gran coherencia en la defensa de los valores, ideas e intereses que les unen. Se trata de un bloque más o menos sólido, que coopera mucho más de lo que compite, lo que, a la larga, va en detrimento de los intereses de la mayoría y, por ende, de la democracia.

4 4 Entre estos dos grandes modelos está el que supone un predominio de la elite estatal sobre otras. En este modelo, delineado entre otros por Kevin Neuhouser ( Democratic Stability in Venezuela: Elite Settlement or Class Compromise en American Sociological Review, Vol. 57, 1992) el poder se concentra desproporcionadamente en el aparato estatal político y administrativo. Debido a un desarrollo histórico donde el Estado y el aparato político surgieron antes que la burguesía, las elites económicas o sindicales resultaron débiles y dependientes. La obra de Guillermo O Donnell, Modernization and Bureaucratic- Authoritarianism, (1973), es un ejemplo de este enfoque para el Cono Sur de América Latina en la época de las dictaduras y la Guerra Fría. Una combinación de las teorías anteriores es la del consenso. Aquí el acento se pone en la pugna original de las élites que es transformada en consenso e integración como resultado de un evento histórico fundacional, que desemboca en un acuerdo más o menos explícito entre élites anteriormente en pugna. En este caso la obra clave es la ya citada de Burton y Higley, donde se destacan casos latinoamericanos. La Aplicación de los Modelos a México.- No hay ya mucho espacio para desarrollar los esquemas anteriores en el caso de México, pero a riesgo de simplificar en exceso, estas son las grandes líneas. En 1906, un abogado mexiquense, don Andrés Molina Enríquez, publicó una radiografía del régimen oligárquico de Porfirio Díaz, Los grandes problemas nacionales. En la cúspide de la pirámide del poder no estaban los mexicanos sino el gran capital externo, luego venían los terratenientes criollos y el reducido grupo de mestizos que monopolizaban el control del Estado (en la realidad, el grupo extranjero tuvo

5 5 menos capacidad de influencia que la que supuso Molina Enríquez). En 1910 la estructura de poder mexicana se puede explicar con una combinación del enfoque de elite del poder con el de consenso elitista. La Revolución.- La destrucción de la oligarquía porfirista puede verse como una instancia del cambio y circulación de las élites expuesta por Wilfredo Pareto en su clásico Tratado de sociología general (1916). La revolución acabó con una élite y sacó la nueva de las clases medias e incluso de las capas populares. El inició resultó muy inestable, pero se consolidó en el momento fundacional que fue la creación del PNR en El régimen revolucionario significó un consenso de élites con exclusión de la eclesiástica terrateniente. Como en el modelo de O Donnell y Neuhouser, al concluir la etapa revolucionaria hubo un dominio muy claro de la élite política, al punto que en el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas ( ), ese grupo decidió entrar en conflicto frontal con los terratenientes, mantuvo alejada de la toma de decisiones a la Iglesia Católica, subordinó a los empresarios nacionales y se impuso sobre la élite económica extranjera. La posrevolución y el autoritarismo clásico. A partir de los 1940 se mantuvo el predominio relativo de la elite estatal encabezada por una presidencia autoritaria, pero aceptando paulatinamente una mayor influencia de las élites económicas y la reincorporación de la eclesiástica. En esta etapa destacan la obra ya citada de González Casanova y su exploración de lo que se conoce como los factores reales de poder, y la ya citada de Peter Smith, que explica la mecánica de la reproducción del grupo gobernante. Conviene aquí tener en cuenta a Frank Brandenburg, en The Making of Modern Mexico (1964), que de

6 6 manera implícita aplicó el marco del consenso elitista y de élite del poder, pues en su esquema el presidente tenía que negociar con los dirigentes del PRI, los gobernadores, algunos secretarios y generales, los obispos, los líderes de las agrupaciones de masas y, desde luego, los empresarios. Tras la crisis de 1982, la élite financiera sufrió un descalabro mayúsculo pero hubo un avance claro de la tecnocrática, como lo muestra, entre otros, Miguel Ángel Centeno en Democracy Within Reason. Technocratic Revolution in Mexico (1994). El Nuevo Régimen.- Aún no disponemos de un trabajo que explore bien la naturaleza de los intereses del grupo que tomó el poder en el 2000 con Vicente Fox a la cabeza, aunque el libro de Guillermo Cantú, Asalto a palacio, (2001), ya dio pistas: el foxismo es, en buena medida, el triunfo de los administradores de la gran empresa privada. Como quiera, lo que hoy existe es una élite fragmentada, disgregada, un poco al estilo del pluralismo de Dahl, pero sin consensos básicos, sin proyecto nacional efectivo, lo que ha creado una situación potencialmente inestable. El Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y la globalización han hecho que la parte más fuerte de la élite económica de México sea extranjera, lo que implica que el poder de los grandes capitales mexicano es relativamente menor de lo que fue. Por otro lado, la enorme fuerza del crimen organizado y el narcotráfico, obliga a considerar a los grandes capos como un elemento singular de la pluralidad, contradicción y conflictividad de la élite mexicana actual. Lo Ideal sería Volver Obsoleto el Enfoque.- El observador no se puede congratular de la utilidad del enfoque elitista para el análisis del proceso histórico y actual de México. Lo deseable sería modificar la estructura de poder en nuestro

7 7 país al punto que ese enfoque teórico resulte obsoleto o, al menos, poco interesante. Sin embargo, es de temerse que ese no será el caso de nuestro futuro inmediato. México ha sido y sigue siendo, más un país al que explican las acciones de sus élites que su democracia. Nota: el autor de estas líneas saldrá de México por dos semanas y reanudará su colaboración la primera semana de octubre.