El significado de las rosas amarillas: La teoría de la luz de Sergio Sancor. La Teoría De La Luz. de la colección

Transcripción

1 La Teoría De La Luz de la colección El signifcado de las rosas amarillas de Sergio Sancor La cueva del erizo 1

2 La teoría de la luz Est-ce une révolte? No. Il est une révolution Xavier Dolan, Laurence Anyways El artista Jim Campbell juega con la luz. En sus instalaciones, el público puede asistir a cómo, mientras su cuerpo se desplaza por las salas de la exposición, las diferentes bombillas que pueblan sus obras, provocan la sensación de un movimiento que no es tal. A esto se le denomina movimiento estroboscópico. Si uno se fija bien, hay dos personas que van avanzando, lentamente, por cada una de las obras, aunque en realidad ninguno de los dos están observándolas. Hablan entre ellos, se evitan la mirada, casi podríamos decir que huyen el uno del otro. Pero para cuando la visita a la exposición termine, la realidad habrá cambiado de forma, y como en esa sensación de un movimiento que no es real, algo nos dirá que su historia, la de los dos chicos que se pasean sin rumbo fijo, sólo tendrá significado si se encuentra bajo el foco de una luz determinada. - Llegas tarde. - Lo sé, lo sé, perdona dice mientras tira al suelo el cigarrillo que venía fumando-. El metro se ha parado en mitad de un túnel y nos han tenido esperando diez minutos y... - Tranquilo, ya sabía que ibas a llegar tarde, siempre lo haces. - Pero... - Entramos a ver la exposición? No me apetece discutir. Una cortina negra deja una pequeña abertura por la que entrar. Si esto fuera una novela, podría decirse que, al introducirse en la primera sala, con el juego de luces que se observa alrededor, las caras de los dos chicos se asemejan a máscaras que van cambiando su rictus en función de las emociones. Que dentro de esas sombras formadas por los haces de luz es donde uno puede descubrir lo que significa realmente el silencio que se apodera de la situación. Pero todo eso sólo podría decirse si de lo que hablamos fuera una novela, si en realidad no importara nada más que el contexto, y si la mirada del lector no se fijara en estos dos cuerpos que, a pesar de estar muy cerca, en realidad están a quilómetros de distancia. - Oye César, que en serio siento haber llegado tarde dice sin poder evitarlo. Nunca ha sido demasiado bueno gestionando los silencios-, pero no he podido hacer nada. Si los del metro deciden que no quieren avanzar, no es mi culpa. La cueva del erizo 2

3 - Te funciona el teléfono? - Cómo? Sí, claro que me funciona el telef... - Y si la próxima vez que vayas a llegar tarde me avisas para no quedarme esperando como un idiota en la calle? - Tienes razón, tienes razón... - Como siempre. La luz se proyecta en cada uno de los espacios. No es lo mismo mirar que ver, que hacerlo de verdad, por eso cuando uno se queda mirando ese pequeño cuadrado en el que parecen moverse infinidad de personas por la calle, si se fijara atentamente, si se acercara por un lateral, entendería que en realidad lo que ve no es movimiento, sino simples luces que se encienden y se apagan. Y que por cada luz que se enciende, siempre hay una que se extingue, quedándose callada hasta que alguien decide que puede volver a la vida. - Cuánto tiempo llevamos juntos, Alberto? - Pues... yo diría que cinco años. - Y, en estos cinco años, qué has aprendido? - Joder César, hoy estás raro de cojones eh? No entiendo a qué viene esa pregunta - Es tan sencillo como contestar dice mientras se queda quieto, observando otra de las obras expuestas-, si es que has aprendido algo claro. - Pues claro que he aprendido cosas, sólo que si me lo preguntas así, de sopetón, no sé qué decirte... Tendría que pensarlo. - Quieres saber algo que he aprendido yo? - Claro, tú dirás y durante una fracción de segundo, si nos centráramos un instante en los ojos de Alberto, descubriríamos que en realidad no le apetece seguir con esta conversación que no sabe a dónde les va a llevar-. Qué has aprendido? - Que la confianza hay que ganársela, y tú la acabas de perder Hay veces que los silencios dicen más que las palabras. César y Alberto se miran, ninguno de los dos evita mirar al otro. Puede que si los miráramos desde la distancia parecieran dos enamorados que han vuelto a reencontrarse, en un solo segundo, cuando en realidad, si enfocáramos con la luz sus caras, entenderíamos que acaban de alejarse todavía más. - No te entiendo... - Ya lo entenderás, no te preocupes. La cueva del erizo 3

4 La siguiente escena, explicada fotograma a fotograma, nos mostraría a dos hombres que se pierden en una sala llena de bombillas encendidas que, dada su colocación, imprimen la sensación de hacer más pequeño el espacio. El baile entre luz y oscuridad hace que el cerebro interprete las dimensiones de forma distinta, irreal, colocando los elementos en un lugar determinado para encontrarle sentido. Porque en ese ir y venir enfurecido de sinapsis, lo irracional no tiene cabida, y de esa misma forma, César y Alberto caminan, a paso lento, uno sin saber qué es lo que está sucediendo, intentando suplir los huecos que quedan con toda clase de significados, mientras el otro, con toda la claridad que puede surgir en un momento como ese, ha entendido hace unas horas que todo lo que había vivido era una mentira que tenía que terminar. - Recuerdas lo que me preguntaste la primera vez que nos acostamos? - La primera vez? -y César intenta recordar, intenta hacerlo todo lo rápido que puede, sin conseguirlo-. No lo sé Alberto, no puedes pretender que me acuerde de algo que sucedió hace cinco años... - No importa dice Alberto, rodeando una de las instalaciones, un conjunto de bombillas que, dependiendo del lugar desde donde las mires, cambian la imagen que proyectan-. La primera vez que nos acostamos, cuando volvimos a la cama después de fumarnos un cigarro, me preguntaste si creía que era posible enamorarse de alguien sin conocerle, con sólo mirarle. - Sí, lo recuerdo y dibuja una pequeña sonrisa, esa que se traduce como debilidad, como un recuerdo agradable entre tanta mierda-. Y si no me equivoco tú me dijiste que no, que para enamorarse de alguien necesitabas conocer a la otra persona, verle, crear momentos que se convirtieran, tiempo después, en instantes sobre los que poder hablar. - Así es. - Qué tiene que ver eso con lo que estamos haciendo aquí? - Lo que pretendo hacerte ver es que, aunque yo te dijera que no, era mentira. Realmente lo dije para que volviéramos a vernos porque sabía, desde ese mismo momento, que eras todo lo que quería, por muy idiota que resulte dicho en voz alta. - No es idiota dice César acercándose a Alberto para acariciarle la cara, o al menos lo que intuye que es su cara en esta oscuridad-, a mí siempre me ha gustado que me lo digas. - Y sin embargo, has llegado tarde, sabiendo lo que me apetecía ver esta exposición, y sólo nos quedan veinte minutos para que cierren y ahora tenemos que verla a todo correr. La cueva del erizo 4

5 - Es por eso? Hay miles de exposiciones que ver Alberto. No puede ser que tengas esa reacción infantil por una exposición que podremos ver en cualquier otro momento. - No estás entendiendo nada César, no se trata de la exposición. - Pues entonces explícame de qué cojones me estás hablando. Ya sabes que nunca me han gustado tus juegos de palabras ni los enigmas - Qué día es hoy? - Hoy? Pues no lo sé, espera que mire el teléfono y César pulsa el botón que ilumina la pantalla y ve que se encuentran en una sala oscura un veinte de junio que parece de lo más normal, pero que no lo es en absoluto -. Hoy es veinte de junio pero qué... - Veinte de junio, y qué más? Y entonces se da cuenta. Su cabeza produce un chispazo, como el de una luz que se enciende e ilumina toda la estancia. Una luz que permanece despierta el tiempo que tarda en caer a plomo toda la conciencia, esa que es como las balas que atraviesan el cerebro y que terminan por ensuciarlo todo. El error que lo ha despertado todo. - Alberto... - Déjalo César dice mientras por uno de los pasillos se cuelan las risas de un niño pequeño que no entiende qué hace allí viendo todas esas luces creando sombras-, has visto esta instalación? Jim Campbell quería hacer un homenaje por la muerte de su hermano pequeño, y creó con cada uno de los focos un verso de un poema. Tienes que ir de derecha a izquierda para entenderlo bien, para que tenga el significado exacto de lo que le quiso decir cuando ya no era posible decir absolutamente nada. - Alberto... - Y sin embargo, si uno se para a mirar un poco en todas las luces que están aquí reunidas se da cuenta que por mucho que el artista quisiera decirle a su hermano lo mucho que significaba el hueco que había dejado su final, en realidad parece que Campbell necesitara decírselo a sí mismo. Mira, este juego de luz se llama Raining. No te parece increíble cómo consigue que parezca que esté cayendo en la cara esa llovizna que acaba calándote los huesos? Y este sonido que acompaña a la instalación es perfecto. Una mezcla de luz y agua, es curioso, me recuerda un poco a esas rosas amarillas que he recibido esta mañana. Se diría que la risa puede contener, con un rápido vistazo, todos los significados del mundo. Desde la melancolía de un recuerdo que aparece de improviso, hasta el escondite perfecto para un insulto que se queda atrapado entre los dientes. Si estuviéramos grabando con una cámara rodeada La cueva del erizo 5

6 de iluminación tenue, no veríamos más que a dos personas que se introducen en la última sala de la exposición, uno mirando a las paredes, el otro con la cabeza gacha, como esos perros que han sido apaleados y que están esperando, por aprendizaje, el nuevo golpe que saben que llegará tarde o temprano. Pero si pulsáramos el botón de zoom observaríamos como uno de ellos ha empezado a hablar, mientras va señalando las paredes. Podría estar explicando la obra, pero en realidad está haciendo real, la verdad que se esconde tras la última de las bombillas. - Llevaba mucho tiempo queriendo ver esta exposición. Y no se me ocurrió un día mejor que mi cumpleaños para compartir contigo estas cosas que, ya ves, no son nada importantes para ti, incluso ahora mismo me estarías diciendo que parezco un pedante, que esto son sólo luces, nada más, que este significado romántico que le doy no es más que disfrazar de drama algo que es tan simple como que una luz se encienda y se apague. Y yo me reiría, seguiría hablando, y tú me acariciarías la mano como diciéndome que, a pesar de esta forma de ver el mundo, me quieres. Sólo bastaría ese pequeño roce para que yo entendiera. Por eso cuando esta mañana he oído que llamaban a la puerta he pensado que quizás fueras tú haciendo una de esas locuras que tanto solías hacer antes, que quizás te habías escapado del trabajo para felicitarme, para decirme que le jodieran al mundo, que lo único que importaba en un día como éste éramos tú y yo. Sí, ya ves, otra vez este lado romántico que me sale. Y he abierto al repartidor y cuando me ha visto la cara, el pobre, ha debido pensar que esto de enviar flores a casa no está bien pagado. Rosas amarillas, César, rosas amarillas. Que sabes perfectamente que me dan alergia, desde siempre, que no aguanto más de cinco minutos en una habitación donde haya plantas, que es como si me ahogara. Pero he pensado que, al menos, era un detalle por tu parte. Las he cogido y puesto en un jarrón, ese que utilizamos como simple decoración que compramos en aquel viaje a Mallorca, y me he sentado a leer la nota que llevaban. - Alberto, en serio, yo... - No, César! Por una vez me vas a escuchar tú dice bajando el tono de voz que había empezado a elevarse-. Reconozco que, para ser una nota tuya, las palabras estaban bien escogidas. Recuerdo que, cuando llevábamos dos años juntos, me escribiste una nota para otro regalo y pensé que cuando querías podías ser ocurrente, tú también romántico, y comprendí que tenía que dejarte hacer, que no servía de nada que te dijera que quería que estuvieras más pendiente, porque en realidad ya lo estabas aunque yo no me diera cuenta. Sabes lo que decía la nota César, lo sabes? - Por favor Alberto, no sigas, te lo pido por favor. - Si no estás en mi mundo, nada tiene sentido. Te quiero, David. CÉSAR. Y lo reconozco, al La cueva del erizo 6

7 principio no lo estaba entendiendo. Pensaba que los de la floristería se habían confundido y que esas flores eran de otra pareja. Hasta que he caído en la cuenta. Ese David es el mismo que un día estuvo en casa y que había venido de visita a Madrid por una entrevista de trabajo. Y es curioso porque apenas recuerdo su cara, los rasgos me refiero, pero lo que puedo describirte con claridad es su sonrisa, esa media sonrisa que llevaba dentro te lo estoy robando y parece que estaba en lo cierto. Lo que no consigo entender es cuánto tiempo llevas así, teniendo en cuenta que siempre estás ocupado, que apenas sales de casa y que cuando te propongo hacer algo siempre me dices que estás cansado, que prefieres quedarte tumbado en el sofá viendo una película o leyendo. Cuánto César, cuánto tiempo llevas así? Si la cámara se quedara enfocando a los dos protagonistas de esta historia descubriría, mediante una voz en off que nos traduce lo que pasa por sus cabezas, que Alberto intenta resistirse, repitiéndose a sí mismo no llores y que César se lamenta por haber sido tan estúpido de escribir en la nota el nombre de David, cómo no se ha dado cuenta, y así se hubiera ahorrado todo este episodio, hubieran celebrado el cumpleaños sin ningún contratiempo, y él podría haber seguido con su doble vida sin mayores complicaciones porque total, su historia con David era sólo un entretenimiento, algo con lo que pasar este tiempo en el que Alberto se olvida del mundo, como otras muchas veces. La cámara seguiría grabando, mientras poco a poco todo se va fundiendo a negro. El artista Jim Campbell juega con la luz. En sus instalaciones se viven innumerables vidas. Todas esas siluetas negras que van moviéndose, como fantasmas, se mezclan con el público que intenta entender cómo el cerebro es capaz de crear escenas que no son reales para encontrarles significado. Campbell jamás sabrá que allí, en esa sala prácticamente a oscuras, sólo iluminada por una bombilla que se niega a apagarse, una persona se levanta del banco, sale de la exposición, y se dirige a una nueva vida. Campbell, además, jamás sabrá que al volver a casa, uno de los dos protagonistas de esta historia, se encontrará las rosas amarillas colocadas en la mesa del salón, como si le observaran, y en ese mismo instante, una de las bombillas empezará a titilar, apagándose para siempre. La cueva del erizo 7