TEMA 3. EL ARTE PALEOCRISTIANO Y BIZANTINO

Transcripción

1 TEMA 3. EL ARTE PALEOCRISTIANO Y BIZANTINO Indice 1. La nueva iconografía: la pintura de las catacumbas. La cristianización de la basílica 2. Los edificios bizantinos y la cúpula: Santa Sofía 3. La decoración musivaria.

2 1. La nueva iconografía: la pintura de las catacumbas. La cristianización de la basílica Contexto histórico Durante el gobierno del emperador Tiberio había surgido una nueva religión. En principio, no se trataba más que de una secta de la religión judía, que recibió el nombre de cristiana, por el de su "creador", Jesús o Jesucristo que fue crucificado hacia el año 33 de nuestra era. Desde entonces, el cristianismo se extendió con gran rapidez por todo el Imperio. La negativa de sus miembros a respetar el culto imperial, así como su fuerte monoteísmo, explican en gran medida que muy pronto el Imperio viese como peligrosos a estos cristianos y que, en consecuencia, sus cultos fuesen prohibidos, cuando no claramente perseguidos, incluso con saña. En esta situación de práctica clandestinidad, mantenida hasta el año 313 (cuando el Edicto de Milán concede a los cristianos la libertad de culto) se desarrollan diversas manifestaciones artísticas, muy escasas y poco BRILLANTES, a las que denominamos paleocristianas. El arte paleocristiano, pues, es el producido por los cristianos en los territorios situados bajo dominio romano y, por lo dicho, en su gestación y desarrollo se distinguen dos períodos: antes y después del Edicto de Milán. Antes del año 313 d. C., el arte paleocristiano es un arte clandestino, relegado a las catacumbas y cuyo contenido, dirigido a una mayoría de pobres fieles, se aleja del clasicismo y se reviste de gran simbolismo y expresividad. Por contra, después del Edicto de Milán y como reflejo de la Iglesia triunfante, el paleocristiano se mostrará en todo su esplendor. En definitiva, el arte cristiano primitivo se constituye en puente entre dos culturas clave: la clásica y la medieval cristiana. Inicialmente no hay una arquitectura característica del nuevo espíritu cristiano. Las catacumbas son "los subterráneos en los cuales los primitivos cristianos, especialmente en Roma, enterraban a sus muertos y practicaban las ceremonias de culto". En ellas se localizan pinturas al fresco de colores planos, sin perspectiva y trazadas con gran ingenuidad, que muestran el origen de la iconografía cristiana: símbolos: el pez (alusión a Cristo), el pavo real (eternidad), la paloma (Espíritu Santo), cordero (sacrificio eucarístico), la vid y la espiga (dones de la eucaristía). Junto a ellos aparecen también el Buen Pastor, la santa cena o las primeras representaciones de María, etc. La iconografía se aleja del realismo clásico y da paso al expresionismo de un arte figurativo en el que predominará el carácter simbólico que sentará las bases iconográficas del arte Medieval. Como ejemplos destacados tenemos las catacumbas de San Calixto, o de Santa Priscila, en Roma. Con el edicto citado, las cosas cambian, ya que los cristianos pueden "salir a la luz" y, para practicar sus cultos, recurren al modelo de edificio que se empleaba en el mundo romano para la administración de justicia: la basílica, cuyas proporciones van a permitir la congregación en un mismo templo de un amplio número de creyentes. Serán pautas características de su planta la forma rectangular y la división en tres naves separadas por columnas. La nave central, con cubierta de madera a dos aguas y ábside semicircular, era más ancha y alta que las laterales. El nartex o pórtico exterior, especie de vestíbulo que señala el acceso al interior del templo, y el atrium o patio porticado, se hallaban ubicados a los pies del edificio. En Roma se conservan basílicas paleocristianas, Santa Sabina o San Juan de Letrán, remodelada en su totalidad durante el Renacimiento. Otras construcciones son: el martirium, de planta central, para dar culto a sus mártires y los edificios funerarios como el mausoleo de Santa Constanza.

3 2. Los edificios bizantinos y la cúpula: Santa Sofía Contexto histórico Bizancio era una colonia griega que se convirtió en Estado cuando en el año 395 Teodosio dividió el imperio romano en dos sectores: Imperio Romano Occidental (termina con la conquista de Roma en el 476) e Imperio Romano Oriental o Imperio Bizantino con capital en Constantinopla (o Bizancio), civilización que acabará en 1453 invadida por los turcos. Su cultura tiene influencia helenística, cristiana y oriental y se verá reflejada en su arte. El arte estaba al servicio del poder del emperador, que gobierna de manera absoluta en lo político en lo religioso (Cesaropapismo). En el 483 se produjo el primer cisma religioso con Roma y el patriarca de Constantinopla fue excomulgado. En 1054 el cisma será definitivo con la formación de la Iglesia Ortodoxa oriental. La etapa más brillante es la de Justiniano que codificó las leyes y desarrolló una política expansionista por occidente, ello explica la difusión del arte bizantino por otros ámbitos: Rávena, Venecia y Rusia. Etapas del arte bizantino: Desde Justiniano (siglo VI) hasta 1453 se diferencian 3 etapas: etapas características 1ª Edad de Oro: siglo VI hasta el VIII: Santa Sofía de Constantinopla Iglesias de Rávena: San Vital San Apolinar Búsqueda de espacios diáfanos Cúpulas escasas de gran tamaño. Descuido del exterior 2ª Edad de Oro: del IX hasta el XII: Basílica de San Marcos de Venecia Iglesia de Santa Sofía de Kiev Definitiva tipología de planta de cruz griega Soportes más delgados. Más cúpulas y más pequeñas. Se cuida más el exterior 3ª Edad de Oro: mediados del siglo XIII hasta 1453: Catedral de San Basilio en Moscú. Múltiples cúpulas bulbosas con tambor Se acentúa la decoración externa Expansión por nuevos territorios: Moscú La arquitectura: santa sofía de constantinopla. La arquitectura bizantina aparece ya formada en el siglo VI, en tiempo de Justiniano. Se muestra continuadora de la tradición romana y paleocristiana con las aportaciones de Oriente y de la herencia helenística, creando un arte de síntesis y, a su vez, original que influirá en la Edad Media Occidental. Para analizar la arquitectura bizantina nos vamos a centrar en la 1ª Edad de Oro, etapa de influencias romanas y paleocristianas. La iglesia de Santa Sofía representa el modelo por excelencia de la arquitectura bizantina. Justiniano ordena su construcción en el año 532 para

4 reemplazar el antiguo templo, destruido en un incendio. Sus arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, la levantan en tan solo cinco años. Se dice que Justiniano cuando observó el templo acabado exclamó: Salomón, te he vencido, representa por su monumentalidad y simbolismo el poder teocrático del emperador bizantino que soñó con reconstruir el antiguo imperio romano. Su planta sigue el modelo centralizado del martyrium paleocristiano: se trata de un espacio basilical de tres naves, en la que se inscribe una planta de cruz griega que sostiene una gran cúpula. La aportación más importante es una nueva valoración de la cúpula con un carácter simbólico-religioso. El enorme tamaño de ésta planteaba el dilema de cómo sostenerla debido a la fuerza que ejercía sobre los muros. La solución encontrada fue realmente innovadora: un juego de empujes mediante el cual la gran cúpula descarga sobre dos casquetes que, a su vez, son contrarrestados con otros de forma escalonada. Se incorporaron también dos inmensos contrafuertes en sentido transversal. La cúpula se sostiene sobre pechinas, elementos que facilitan el tránsito de la base circular de la cúpula a la cuadrada de la planta y transmite el empuje de la cúpula sobre cuatro pilares. Tiene su antecedente en la cúpula del Panteón de Roma pero a diferencia de aquella se apoya además sobre un tambor con ventanas que iluminan el interior y acentúan la ligereza de la cúpula. Para elevar a gran altura la cúpula, el arquitecto bizantino se vale de recursos técnicos que superan a los alcanzados por los romanos, utilizan materiales como vasijas cerámicas huecas y mortero confeccionado con piedra porosa (pómez). El espacio central del interior consta de dos pisos con arquerías de medio punto. El segundo piso se utilizaba como tribuna o palco real en un claro simbolismo político-religioso. Los soportes son pilares y columnas con cimacio, elemento colocado sobre el capitel, decorado con temas bíblicos. La arquitectura bizantina también deslumbra por su lujo, que se manifiesta en la decoración polícroma del interior de las iglesias. No es así en su fachada exterior, cuyos materiales más pobres son mostrados sin ningún recato. En el interior, sin embargo, se oculta el ladrillo con magníficos mosaicos, frescos y mármoles de colores, sobre los que inciden múltiples puntos lumínicos, conformando un espacio místico y envolvente, acentuado en las ceremonias religiosas por el uso del incienso. Se creó aquí un espacio dinámico, continuo, en el que las proporciones son grandiosas y se respira espiritualidad. Simbolismo: la enorme cúpula simboliza la bóveda celeste, se concibe como un microcosmos divino y espacio donde todo tiene un significado y se pone al servicio del monarca. Actualmente, tras la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453, Santa Sofía fue convertida en mezquita para el rito musulmán, a esta cultura pertenecen los grandes escudos con inscripciones coránicas colocados la segunda planta y los cuatro minaretes del exterior. Otras basílicas bizantinas La iglesia de los Santos Sergio y Baco que representa el ejemplo perfecto de plan central. Otra iglesia inspirada en este modelo es San Vital de Rávena (siglo VI) que tiene planta octogonal que destaca por la decoración de mosaicos sobre Justiniano. San Apolinar el Nuevo (siglo VI) de planta basilical.

5 San Marcos de Venecia del siglo XI y de planta de cruz griega. 3. La decoración musivaria La técnica del mosaico tiene una gran tradición en el arte antiguo. Se originó en el mundo mesopotámico, y se desarrolló enormemente durante la época romana, empleándose entonces los mosaicos como forma especial de pavimentar. Como continuador de las tradiciones romanas, el arte bizantino hace también uso del mosaico e introduce interesantes novedades: de un lado, los mosaicos se emplearán como revestimientos de paredes y bóvedas (no en el suelo, como antes); de otro, van a servir para mostrar gráficamente valores religiosos. De ahí su empleo habitual en determinadas zonas de las iglesias. Todos ellos se caracterizan por: Temática religiosa y política de carácter simbólico. Decoran muros internos de las iglesias con teselas de colores. Composición cuidada: isocefalia (cabezas a la misma altura) jerarquización idealización hieratismo fondos planos sin perspectiva sombras en las ropas. Iconografía y principales obras: La 1ª Edad de Oro es la época con mayor desarrollo del mosaico. Este cumple la función de decorar, narrar y ocultar la pobreza de los materiales usados. Los más apreciados están en iglesias de Rávena. Crearon una iconografía oficial y adjudicaron un lugar específico en el templo para cada tema: En el ábside se representa a Cristo en Majestad, sentado sobre el globo del Universo (Cosmocrátor) La representación de la Virgen cambia con el Concilio de Éfeso (431) que condena a los herejes que negaban que la Virgen fuese la Madre de Dios y se empieza a representarla con el niño en brazos (theotocos), hacia la que convergen desde las paredes laterales comitivas de santos. En la cúpula se representa la mano de Dios saliendo de una nube. También Cristo Pantocrátor o en majestad como en San Vital San Vital de Ravenna representan al emperador Justiniano y a su esposa con sus respectivos séquitos. Estos ejemplos nos sirven para analizar el grado de perfección que este tipo de arte alcanzó hace casi 1500 años. El mosaico que representa a Justiniano y su séquito se localiza en la iglesia de San Vital de Rávena, para conmemorar la victoria del Imperio romano de oriente sobre los ostrogodos, o mejor dicho, la victoria del cristianismo sobre la doctrina herética arriana profesada por los invasores. El mosaico está situado en el lienzo izquierdo del presbiterio. Forma parte de un programa iconográfico donde constan escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento y signos

6 litúrgicos. El mosaico de Justiniano nos muestra al emperador el día de la consagración de la iglesia de San Vitale, en actitud de oferente, acompañado de su corte. A la derecha tiene a sus generales y soldados (uno de ellos lleva un escudo donde se ve el crismón del Salvador, emblema del emperador Constantino), y a la izquierda los representantes de la iglesia triunfante, con el arzobispo Maximiano a su lado, a quien se identifica por una inscripción latina colocada encima suyo y por estar mostrando la cruz, otro personaje sostiene un libro (puede ser la Biblia o el Codex Iustinianus) y el tercero una corona conmemorativa. Los sacerdotes que le acompañan llevan el evangeliario y el incensario litúrgicos. Es decir, es el emperador con los representantes de los poderes fácticos. A izquierda y derecha del mosaico, para delimitarlo, hay dos columnas corintias adornadas con materiales preciosos. Ni el emperador ni su esposa estuvieron nunca en Rávena e incluso no participaban en ese tipo de liturgias, limitándose a contemplar, la emperatriz la ceremonia desde su galería reservada en Santa Sofía. El mosaico queda encuadrado por una cenefa que simula la corona del basileus hecha de piedras preciosas. Dándole la réplica, en el muro derecho de la capilla se encuentra el mosaico complementario de la basilisa Teodora en un programa iconográfico similar.