LA DOMINACIÓN EN LAS MONARQUIAS MEDIEVALES

Transcripción

1 LA DOMINACIÓN EN LAS MONARQUIAS MEDIEVALES José Luis Villacañas Berlanga Esta exposición no tiene como finalidad la descripción de la teoría de los tipos de legitimidad propuestos por Max Weber. Para ello invoco el trabajo adjunto dirigido a este fin especifico. Esta exposición tiene la finalidad de identificar y aplicar al mundo medieval las categorías que Max Weber ha diseñado para la dominación en general. Para ello, [1] intentaré primero definir los elementos de toda dominación. Luego, [2] mostraré que estos elementos no nos dan por sí mismos una teoría sociológica completa, aunque nos ofrecen elementos para organizar una sociología de la dominación. Esos elementos son ante todo los que están relacionados con la validez de los órdenes sociales y estos tienen en su seno una complejidad objetiva y subjetiva que permite un abordaje conceptual en términos de índices y factores. Hasta aquí me moveré en el terreno de la sociología y en la definición abstracta de conceptos. Después me aproximaré al terreno de la historia en un movimiento inicial y [3] mostraré que no existe ninguna sociedad histórica que haya conquistado alguna complejidad, aunque sólo sea mínima, que se mantenga homogénea hasta el punto de no generar en su seno instituciones que atienden a valores específicos y pretendan construir órdenes válidos. Este es el valor del patriarcalismo [4] como dominación: que nos propone el punto cero evolutivo de la sociedad más homogénea posible. Así que, una sociología de la dominación, cuando se aplica a la configuración de una historia de la dominación, no puede dejar de apreciar el pluralismo de los órdenes de validez. Ahora bien, el problema de la dominación es siempre el de las relaciones de mando y obediencia entre los hombres. No existe posibilidad de entender el pluralismo de los

2 órdenes de validez sin atender las relaciones que estos órdenes guardan con el mando y la obediencia. El pluralismo de valor, institucional o no, siempre es un elemento que genera tensión en sus relaciones con la esfera política y en la definición de su alcance. Y estas tensiones son tanto más fuertes cuanto más pretensiones de validez absoluta tenga un valor, pues tanto más resistirá entrar en relaciones de mando y obediencia construidas desde otro valor. Esto es: un valor absoluto aspirará siempre a ser quien defina la cima del mando y la obediencia y convertirse así el centro del cosmos específicamente político. Por tanto, el paso de la sociología a la historia no puede ser unívoco. En la sociología generamos tipos ideales de dominación que aspiran a ser internamente coherentes y a no mezclarse con ningún otro. En la historia, y de la mano del pluralismo, conviven a veces esos tipos, manteniendo profundas relaciones entre sí y dando al tejido histórico esta movilidad y abigarramiento característicos. En este sentido, la sociología es un instrumental para proyectar algo de orden en este terreno confuso y variable de la historia. Desde luego, aquí no podemos abordar todo este marco en su dimensión integral. Aquí debemos atenernos a algo básico. A las cuestiones de la autoridad política y su cuadro administrativo más importante, así como su relación fundamental con la actividad económica del sistema social. Así que nuestro último punto [5] será mostrar las tensiones internas en la Edad media a la figura de la autoridad política y su cuadro administrativo inmediato: el aparato militar. Dejaré para otra sesión la descripción del conflicto básico a la edad Media, el que se produce entre esta autoridad y la institución eclesiástica. [1] Los elementos de toda dominación. 1. Poder y autoridad. La acción social siempre acaba generando rolles para los agentes sociales. Estos no son simétricos, sino que están atravesados por el hecho del poder. En el 16 de Economía y Sociedad, en el capítulo dedicado a los conceptos sociológicos fundamentales, se define el poder [Macht] como cualquier probabilidad de imponer la propia voluntad contra resistencias en una relación social. [WG.I.28]. Según sea

3 esta probabilidad así de alto es el poder. Por lo demás, en relación con la definición del mero poder no se tiene en cuenta en absoluto ningún otro tipo de cuestión, ni desde luego, y muy especialmente, cuál sea el fundamento sobre el que reposa aquella probabilidad de imponerse una voluntad sobre las resistencias posibles. Por eso, el concepto de poder es calificado por Weber como sociológicamente amorfo, ya que incluye cualquier tipo de fundamento para destacar a unos hombres sobre otros en su capacidad de imponer su voluntad a los demás. Entre las dimensiones que pueden esconderse detrás de esta afirmación de la voluntad, pueden estar las menos humanizables y humanizadas, las más mecánicas y despiadadas, las más frías y violentas. Naturalmente, la forma de relacionarse el poderoso en el seno de una relación social matiza de forma esencial el concepto desnudo de poder que hemos usado hasta ahora. Para ello es preciso que la relación de poder sea transparente, explícita, y se produzca mediante órdenes y mandatos comprensibles para los que han de seguirlos. Se supone entonces que los medios por los que se ejerce el poder no son medios violentos por sí mismos, ni necesitan apelar a la violencia para imponer la voluntad. Igualmente se supone que este poder tiene una forma, y por eso debe tener unos contenidos determinados y dirigirse a unas personas dadas y discriminadas. Pues bien, cuando se da esa confianza en la probabilidad de encontrar obediencia a unos mandatos, decimos que un hombre ejerce un dominio sobre otro. Por eso Weber ha llamado dominación [Herrschaft] a la probabilidad de encontrar obediencia para un mandato de contenido determinado entre personas dadas. Si esa obediencia es pronta, esquemática y automática, en virtud de actitudes arraigadas, entonces la dominación es más bien una disciplina. Foucault ha usado disciplina en este sentido weberiano, que implica una obediencia habitual de las masas sin resistencia ni crítica a los mandatos del poder dominante. Hasta aquí las categorías introductorias sobre poder y dominación. En el 1 del capítulo III de Economía y sociedad, dedicado a analizar los tipos de dominación, se introduce sin embargo una palabra que en cierto modo Weber considera

4 sinónima de la palabra Herrschaft, a saber Autorität. De esta manera, está en condiciones de introducir una serie de matices. Una relación de poder se basa en la autoridad cuando no hace uso de todas las clases de poder o de influjo de un hombre sobre otro. Desde luego, la autoridad se puede abrir paso entre los hombres por los más diversos motivos de disponibilidad o docilidad, según sea el carácter central de la acción social en la que se imponga esta dominación: desde la costumbre, el afecto, el cálculo de intereses o la creencia en valores que de esa forma se respetan. Pero lo común es esa misma actitud de docilidad, que no es sino un voluntad de querer obedecer, (no una servidumbre voluntaria) que sólo puede significar que se tiene algún interés externo o interno para obedecer. La relación de dominación es manifestación de un orden social estable y válido. Sin esa creencia genérica en su validez (por los motivos que sea y según el rasgo central de la relación social) no se puede entender subjetivamente esta disponibilidad a la obediencia o docilidad ante los mandatos. La obediencia a una autoridad como dominio legítimo, en este sentido, supone la interiorización de sus mandatos como máximas de la conducta del dominado, sin tener en cuenta la propia opinión. Fácticamente, los mandatos se pueden seguir por la orientación subjetiva que sea (tradición, afecto, interés o valor), pero lo que verdaderamente dispone a la obediencia es la creencia en su validez, esto es, la legitimidad del orden social de dominación. Ahora bien, en la medida en que dicho orden promueve estabilidad social, la dominación tiene casi siempre que verse apoyada por un cuadro administrativo, esto es, un conjunto de hombres que se disponen de forma más o menos inmediata y disciplinada a favorecer la obediencia al mandato. A su vez, este cuadro administrativo se puede vincular a la autoridad por cualquier tipo de orientación o motivo, pero lo más seguro es que la autoridad seleccione los cuadros administrativos por la participación especialmente consciente en el orden de validez en que se basa su propio dominio. En este sentido, es lógico que se organicen procedimientos para seleccionar estos cuadros administrativos, por una parte, y se configuren instituciones

5 específicas para relacionar estos cuadros con la totalidad de la población que se desea disciplinar. Toda dominación, en la medida en que conoce la fragilidad de una desnuda relación de poder, quiere y prefiere reposar sobre la creencia en la validez del orden que ella promueve; esto es, sobre la creencia en su legitimidad. La cuestión es que una autoridad puede pretender fundar una creencia en su validez desde muy diversos motivos, según entienda las bases de consolidación y de cooperación estable de la acción social, ya sea tradicional, afectiva, de ideales, la de intereses es mínima, porque no produce estabilidad ni relaciones estables de dominación, aunque sí de poder. Según sea la clase de legitimidad pretendida, y según la forma específica de promover la creencia de validez, así se reclutará el cuerpo administrativo y el carácter que toma el ejercicio de la dominación. Por todo ello, lo que caracteriza más esencialmente la autoridad es el tipo de exigencia de legitimidad que promueve para su dominación. La legitimidad es, en este sentido, la probabilidad de que una dominación siga siendo reconocida como autoridad. Los tipos de legitimidad así serán las formas en que los hombres fundan autoridad en su acción social y ello estará muy vinculado a las formas en que se generan cuadros administrativos electivamente a esa autoridad. Que Weber haya preferido organizar las formas de la dominación según las formas en que se pretende legitimación, significa, por tanto, que ha despreciado la posibilidad de organizarlas según los motivos concretos que en cada caso orientan la acción de los que obedecen. Estos motivos, que pueden variar empíricamente de un sujeto a otro, no determinan la consolidación de la existencia de la dominación, ni co-determina el medio de la dominación ni sus aparatos administrativos, ni las relaciones entre autoridad y cuadro, ni sus relaciones entre cuadros administrativos y el cuerpo social. Incluso cuando los dominados lo son meramente por el desnudo poder, las pretensiones de legitimidad y su forma de fundamentarla son relevantes para la definición de las relaciones entre el poder y el cuadro administrativo.

6 [2] Validez. Hemos dicho que lo específico del análisis weberiano de la validez reside en su doble orientación objetiva y subjetiva. La validez es una categoría sociológica, en la medida en que identifica un orden social seguido de manera habitual con alta probabilidad empírica. Desde este punto de vista, la validez es un índice de la situación social de relaciones de poder. Puede describirla y definirla. Pero al mismo tiempo, y en última instancia, sea cual sea el motivo fáctico de la obediencia, interés, afecto, pasión, tradición o costumbre, aquella será voluntaria en la medida en que incluya la creencia en la corrección de ese orden, en su validez. Así que validez también es un factor de ese mismo orden, es una dimensión práctica asumida por los agentes con mayor o menor conciencia. Sobre esta validez como motivo consciente de obediencia se levantan la reflexividad de los órdenes sociales y la inexorable necesidad de justificación de la dominación legítima. Ahí se abre el espacio de la autoconciencia de los órdenes legítimos, sin el cual no tendríamos fuentes para conocer su sentido por aquellos que los ejercieron y vivieron. Esta reflexividad ofrece las justificaciones de esa validez, hace conscientes los motivos posible de obediencia, racionaliza los valores en los que la dominación funda su utilidad y necesidad y, al mismo tiempo, se mueve con agilidad para asegurar y facilitar la obediencia, creando las instituciones debidas a esos valores. Así que cuanto más elaborado sea el orden reflexivo de validez, el conjunto de los factores prácticos de una dominación, tanto más claros serán los índices objetivos y descriptivos que esa dominación nos ofrece sobre esa sociedad. Todas las justificaciones posibles de una dominación, toda las apelaciones auto-conscientes a la defensa de su validez, tienen que ver con la identificación de bienes sociales sin los cuales la propia sociedad no se comprende así misma, ni se entiende posible. La consecuencia es bien sencilla: toda dominación legítima aspira a definir el sentido de esos bienes, a dar una interpretación de los mismos en el sentido más unívoco posible. En cierto modo, la dominación legítima aspira a monopolizar la interpretación de ese valor. El monopolio en la interpretación es la

7 condición previa para su administración. Pero la dificultad de las tareas de justificación reside en estar abierta permanentemente a la aventura de la hermenéutica. El monopolio en la interpretación de los bienes humanos y sociales es tan imposible como la pretensión de que todos los seres humanos los sientan de la misma manera. De ahí la lucha permanente entre las formas de la administración de bienes sociales producidas por la autoridad legítima y aquellas actividades de resistencia crítica, de alternativa hermenéutica, de impugnación en suma de las formas de las administración y, en el medio plazo, de las formas de la autoridad. Esto es lo que da a los órdenes legítimos su variabilidad y fragilidad histórica. Así que, finalmente, aunque índices y factores de los órdenes sociales, las bases de la dominación legítima no ofrecen una teoría social por sí misma. Sobre este argumento debe basarse el repudio de toda mirada organicista sobre la sociedad. La dominación legítima nunca alcanza a la totalidad de la sociedad, bien porque no sea sensible a determinados bienes y valores sentidos por una parte de la población, bien porque es sensible a ellos desde determinada interpretación adecuada a la administración de los mismos, pero hostil a otras interpretaciones posibles. Que esas interpretaciones alternativas se eleven a mayoritarias, sean obedecidas por una parte suficiente de la sociedad para imponer sus formas de autoridad y sus cuadros administrativos, dependerá de muchas cuestiones. Pero toda legitimidad está sometida a la crítica y, llegado el caso, a la impugnación revolucionaria. Así que cuando vemos la dominación legítima no desde los órdenes sociales que crea, sino desde los aspectos de validez que pretende, siempre vemos las cosas desde el conflicto social. Las herramientas de la sociología no sea aplican a la historia para establecer descripciones de ordenes, sino curiosamente para identificar las formas del conflicto, ese momento en que la validez tiene que hacerse consciente, insistir en sus fundamentos, buscar su mayor coherencia, identificar la crítica, disputar la interpretación dominante y luchar, llegado el caso, contra las pretensiones de un orden diferente. No podemos dejar de asociar el grado de conciencia de todo esto con el grado de organización

8 del cuerpo administrativo de que se sirve la autoridad, el grado de conciencia a la hora de seleccionar estos cuadros, el grado de rigor a la hora de relacionarse con la población, etcétera. Sin embargo, la dominación tiene un límite en la medida en que esos grados de organización interna han de ser coherentes con los valores sobre los que se basa la dominación. Esto concede a las formas de dominación mayor o menos probabilidad de sobrevivir, con independencia del grado de rigor y coherencia con que haya agotado el orden derivado de sus propios fundamentos normativos de validez. [3] La estructura de la dominación y de la sociedad. Ahora tenemos necesidad de la premisa del presente como elementos indispensable de toda relación con el pasado. Esta necesidad, que he defendido en otro trabajo [en Prior, 2002] tiene que ver con el alto nivel de complejidad de nuestra sociedad, con el profundo grado de conciencia alcanzado acerca de la pluralidad de esferas de valor y de su plasmación institucional. Al mismo tiempo, tiene que ver con el alto grado de atención a los vínculos que unen las relaciones sociales con las relaciones políticas. Al fin y al cabo su regla más básica ha sido la de identificar la creación de mando y obediencia desde las relaciones horizontales de la sociedad. Este es el motivo central de la divisa societas civilis sive res publica. Así que hoy tenemos máxima complejidad en la conciencia de las esferas de acción, máxima complejidad en su orden institucional, máxima complejidad en las relaciones entre sociedad civil y sociedad política. Todo ello hace de la sociedad actual el conjunto mayor de preguntas conscientes acerca de las relaciones sociales y de las relaciones políticas, de sus vínculos y diferencias, y de sus diferencias entre autoridad y cuerpo administrativo. Cuando miramos este presente vemos la estructura de la dominación legítima con mas claridad que cuando miramos al pasado. Por eso es importante plantear las cosas desde esta trama más tupida de relaciones, porque permite lanzar el máximo número de preguntas significativas acerca de cómo se resolvían

9 estos mismos problemas y tensiones en las sociedades del pasado. Así que cuando tenemos presente nuestra sociedad vemos en ella: 1.- Relación entre sociedad y dominación política. Se trata de relaciones de mando y obediencia, de verticalidad y de horizontalidad. Se podría hablar de sistema social y sistema político. 2.- Relación entre autoridad y cuerpo administrativo. Se trata de relaciones internas al sistema político. Su problema es la afinidad electiva entre la forma de la autoridad y la forma del cuadro administrativo, su coherencia, su despliegue en relación con los bienes sociales, su capacidad de institucionalizar cuadros específicos para cada uno de esos bienes, y su respuesta a los valores de la autoridad, su capacidad de independizarse de él, su capacidad de responder a los valores de la dominación. 3.- Relaciones entre la autoridad y el cuadro administrativo y el sistema social, relación de mando y justificación y relación de selección de cuadro administrativo y de autoridad. Esta relación va de abajo arriba tiene que ver con los sistemas de comunicación, de simbolización del poder, de presentación social del mismo, de propuesta de coherencia entre valores que atiende y forma de atenderlos. Estas mismas relaciones, de abajo hacia arriba, del sistema social hacia el sistema político, tiene que ver con el ejercicio de la crítica, de la impugnación del sistema comunicativo del poder. Estas relaciones pueden ser más o menos canalizadas a través de instituciones o pueden implicar al sistema social en su conjunto. 4.- Relaciones entre la autoridad y el cuadro administrativo y el sistema social, que tiene que ver con la identificación de las formas de selección y de promoción al sistema político y que identifica las instituciones destinadas a esa selección y su lógica. Desde luego, en muchas ocasiones tiene que ver con la propia estructura social, con la forma de vida familiar, pero otras veces tiene que ver con el sistema educativo. En esquema podemos verlo así:

10 sistema político mando autoridad estructura administrativa comunicación militar (fuera) símbolo diplomacia (fuera) arte judicial (dentro) público hacienda (dentro) educativa religiosa comunidad política promoción crítica ellos-nosotros exclusión desobediencia vida económica vida familiar obediencia Sistema social

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