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Transcripción

1 RESPONSABILIDADES ÉTICAS DE LAS ENTIDADES FINANCIERAS DISERTACIÓN DEL PRESIDENTE DEL BANCO CENTRAL DE VENEZUELA EN EL FORO HACIA UNA ÉTICA DEL DESARROLLO (Caracas, 22 y 23 de febrero de 2001) El tema asignado me obliga a ubicarme en un contexto más general, en el que pueda hacer uso de algunas ideas que me permitan disponer de unas referencias indispensables. Al hacerlo, corro el riesgo término muy utilizado y también socorrido por las instituciones financieras de que repita conceptos ya expresados por los expositores que me han precedido o que invada el terreno de los que me seguirán. Ofrezco disculpas. En esos tiempos, la relación entre la ética y la economía y recuerden por favor, que debo referirme a una actividad que es, por encima de todo, económica - se ha venido distanciando en la misma medida en que se ha insistido en establecer una suerte de fronteras del conocimiento; por lo que la ética determina fines, en tanto que la economía se ocupa fundamentalmente de los medios. La ética sería, por lo tanto una referencia individual y nuestro comportamiento en el mejor (o peor) de los casos, estaría sujeto al duro enjuiciamiento que nos hace Kant, por el cual deberíamos diferenciar el sentido y la motivación de cada una de nuestras acciones con vistas a su calificación valorativa. Cuando me refiero a esa separación se hace evidente que dicha concepción se arraiga en una interpretación, a veces caricaturesca, en la que se identifica al hacedor de esta ciencia, el economista, como proveedor de información técnica, totalmente esterilizada de juicios de valor, que constituye un insumo para la adopción de decisiones. Se establece, en consecuencia, una falsa separación entre los aspectos positivos y los normativos. Estos últimos, por demás, fueron los que determinaron el surgimiento y evolución de la economía política como disciplina. Un argumento que se esgrime es el de la necesidad de preservar una falsa racionalidad económica, por la que los agentes seleccionan opciones que emergen de un conjunto de restricciones, preferencias, creencias y expectativas que pueden ser perfectamente cuantificables. Una derivación conduce a las interpretaciones extremas de Hayek y Friedman, por las que la separación entre el poder económico y el poder político se fundamenta en la necesidad de proteger la libertad individual. Estas ideas no toman en cuenta que las concepciones morales influyen en el comportamiento de los agentes y por ende en el propio devenir de los hechos económicos; que las concepciones respecto al bienestar social y los medios para alcanzarlo están basados en supuestos morales incontestables; que las políticas públicas se derivan de interpretaciones económicas con un elevado

2 compromiso moral. En definitiva que enfrentamos una interrelación objetiva entre los aspectos positivos y normativos contenidos en la ciencia económica. Los fundadores de nuestra ciencia, los clásicos, principalmente Smith y Marx, establecieron la estrecha interrelación que existía entre la economía política y la filosofía, argumentando que las concepciones éticas y morales de la sociedad están históricamente condicionadas por el carácter de las relaciones económicas imperantes en la misma, cual era el capitalismo y sus derivaciones de mercado. En tal sentido, y quisiera enfatizarlo por la vigencia que mantiene, el comportamiento de los distintos grupos sociales está determinado por su ubicación y papel en el desarrollo de esa economía y del mercado. Este es un contexto inevitable para la definición adecuada de la ética que le correspondería a cada uno de esos grupos. Dos ideas fundamentales derivan de lo antes dicho. Una, que las estructuras socioeconómicas moldean in extenso la estructura de las motivaciones. La otra, es el rechazo a que la inequidad es el resultado del egoísmo en tanto que premisa de la naturaleza humana. Otras han sido las distorsiones que el devenir histórico del capitalismo ha introducido al funcionamiento del mercado, lo que en consecuencia también tiene sus derivaciones hacia el comportamiento ético de los agentes económicos. En tal sentido no debe pasarse por alto que existe una economía política del subdesarrollo surgida precisamente de las deformaciones de unas relaciones dependientes que impone su impronta y condicionalidades a la mayor parte de la humanidad. En este punto valdría traer a colación una cita de Pigou, que en su intento de construir una economía del bienestar que sustituyera a la economía que dominaba en su época, decía hace casi 60 años, con gran asombro: Una época como esta, en la que todo el mundo está económicamente desajustado, en la que las cosechas de un país que podrían alimentar a los que se mueren de hambre en otro, se queman para disminuir la superabundancia representa en realidad para todos nosotros un poderoso aliciente y hace concentrar nuestros pensamientos en la patología económica (A. Pigou, Teoría y Realidad Económica, 1944) El fenómeno se sigue manifestando y economistas como Alfred Hirschman, Kenneth Arrow o Amartya Sen, por sólo mencionar los más relevantes, han advertido acerca del grado en que esos valores éticos podrían ser y de hecho han sido fuertemente socavados por el grado en que se han venido deformando esas relaciones de mercado. 2

3 Si se quiere, la crítica de Pigou constituía la anticipación de lo que ya es una nueva y creciente dimensión de la relación entre la ética y la economía. Me refiero al tema de la equidad. la especie con mayor peligro de extinción en los ideales políticos, al decir de Dworkin ante las críticas de que estas políticas conducen a pérdidas de eficiencia. Y es que la escala de valor para medir la eficiencia y la equidad es muy distinta y el instrumental de las segundas está todavía en una fase más incipiente y si se quiere es más controvertida. La sola distinción, sus matices, particularidades y contradicciones que el propio Dworkin nos advierte acerca de las diferencias entre equidad de bienestar y la equidad de recursos, es una anticipación de la complejidad y grado de fragmentación de los actuales valores morales y constituye un reto para la investigación y la política económica en la actualidad. De no hacerlo, tendríamos entonces que aceptar qué el mundo social que estamos aspirando a vivir, y sus percepciones éticas estarían siempre bajo el control del cálculo racional eminentemente cuantitativo. Varias son las concepciones que tratan acerca de los enfoques y términos normativos en que deben desenvolverse las políticas acerca de la equidad y esta no sería la oportunidad para referirlos. Vale destacar, no obstante que todos ellos están completamente condicionados por una indisoluble vinculación entre la ética y la economía. En los aportes a la teoría de la elección social uno de esos enfoques que le mereció el premio Nobel a Amartya Sen, se evidencia esta posición al advertir (y cito): La naturaleza de la economía moderna se ha empobrecido sustancialmente por la creciente separación entre la economía y la ética [la economía] puede ser más productiva si le prestara una mayor y más explícita atención a las consideraciones éticas que moldean el juicio y el comportamiento humano. No es mi propósito desconocer lo que se ha logrado o se viene logrando, pero definitivamente exigir más. (Amartya Sen, Sobre ética y economía, 1987) A modo de resumen, en la relación entre ética y economía he querido destacar que no existe tal diferenciación entre la dimensión positiva de la ciencia, en los que se incluyen los aspectos de racionalidad y eficiencia y la dimensión normativa, que se ocuparía de establecer políticas con determinados juicios de valor. Sostengo, en consecuencia, el planteamiento de los fundadores de la economía política de que el comportamiento de los diferentes actores sociales los capitalistas, los trabajadores, el Estado tiene un determinado condicionamiento histórico a los cuales se les asocia un conjunto de valores éticos y morales estrechamente vinculados a un proceso de desarrollo económico y social. 3

4 En las condiciones del mundo contemporáneo y particularmente en las del eufemísticamente denominado mundo en vías de desarrollo, las distorsiones derivadas de las propias relaciones de mercado han obligado a la formulación de políticas que fomenten la equidad lo cual, a su vez, determina cambios en esos principios y valores éticos y el papel que le corresponde desempeñar a los diferentes actores. En tal sentido, valga preguntarnos, como referencia incuestionable además de obligado reconocimiento si las argumentaciones dadas a las demoledoras DIEZ FALACIAS SOBRE LOS PROBLEMAS SOCIALES DE AMÉRICA LATINA de nuestro infatigable científico social en el sentido más comprometedor de los que quieren cambiar este Mundo Bernardo Kliksberg, no determinan una posición ética ante la economía de nuestra región? Con esta necesaria introducción, paso a examinar y delimitar las responsabilidades éticas de los actores sociales, que en nuestro caso está referido a las instituciones financieras. Valdría al respecto una reflexión obligada a la luz de nuestra realidad en Venezuela. En efecto, un rasgo estructural con una amplia fundamentación empírica, pone en evidencia una caída recurrente de la inversión privada a la vez que una parte importante del ahorro interno adquiere la forma de exportaciones de capitales. Se insiste sobremanera en la necesidad de que una parte significativa de la formación de capital sea asumida por la inversión privada, por el que se reconoce que el esfuerzo por el desarrollo es una tarea que tiene que ser compartida. En tal sentido, se corresponde la afirmación anterior con la ética que, a la luz de su papel histórico, le toca desempeñar a los capitalistas venezolanos? Permítanme nuevamente acudir a una cita que nos ilustre: Precisamente la desigualdad de la distribución de la riqueza era la que hacía posible de hecho aquellas vastas acumulaciones de riqueza fija y de aumentos de capital que distinguían esta época de todas las demás. Aquí descansa, en realidad, la justificación fundamental del sistema capitalista. Si los ricos hubieran gastado su nueva riqueza en sus propios goces, hace mucho tiempo que el mundo hubiera encontrado tal régimen intolerable. Pero, como las abejas, ahorraban y acumulaban, con no menos ventaja para la comunidad toda, aunque a ello los guiaran fines más mezquinos. (John Maynard Keynes, Las Consecuencias Económicas de la Paz, 1919) 4

5 La cita es relevante por el significado de quien la hace, aunque advierto que no comparto la interpretación respecto a los orígenes de la acumulación capitalista. Lo que quiero destacar en este momento es precisamente como el más conspicuo ideólogo de una buena parte del capitalismo del siglo veinte, enfatiza en la obligación ética que como clase tienen los capitalistas respecto a la inversión y el consecuente desarrollo económico de la sociedad. Esta es una responsabilidad ética inevitable. Pero además, las actitudes morales tienen una importante influencia en los hechos distributivos y en Venezuela está demostrado hasta la saciedad que la desigual distribución del ingreso es moralmente cuestionable, por lo que no solamente las evaluaciones acerca de la eficiencia, sino también las valoraciones de equidad deberían formar parte de la conducta ética. Porque solamente así sería posible entender los principios que gobiernan la formulación de las políticas públicas y cuales factores morales influyen sobre el acontecer económico. La lógica del razonamiento expuesto tiene que manifestarse en todos los ámbitos del acontecer económico, desde la formulación de la política tributaria hasta el compromiso en la distribución del riesgo en un mundo cada vez más incierto. Es en las dimensiones explicadas que se insertan las responsabilidades éticas de las instituciones financieras. La crisis financiera que enfrentó el país durante los años 1994 y 1995 evidenció, entre otras cosas, la profunda crisis moral en que estaba sumido el sistema financiero venezolano; expresión de otra parte, de la quiebra del modelo de relaciones políticas. No es objeto adentrarnos ahora en un análisis por demás adelantado ya por diversos estudiosos de la materia. Valga resumir diciendo que la prudencia en tanto que atributo ético del banquero fue sustituida por prácticas fraudulentas de muy diversas formas. Es menester reconocer que ya hoy el sistema financiero venezolano ha superado los vicios mencionados. Un proceso de capitalización inicial, la modernización de las prácticas gerenciales en el sector, el fortalecimiento de la supervisión bancaria y la progresiva aplicación de normas más exigentes de operación de las instituciones, entre otras, han modificado efectivamente la percepción del riesgo y han devuelto la confianza a los depositantes e inversionistas. Pero se requieren representaciones cualitativamente nuevas que en el fondo conducen a la revisión de las valoraciones éticas tradicionales. En efecto, las mayores exigencias asociadas a una mejor supervisión bancaria y la necesidad de contar con mecanismos de protección de los depositantes no pueden ser trasladadas a estos últimos ni estimular el riesgo moral. En tal sentido, la discusión actual respecto al nivel de las tasas de interés y el 5

6 diferencial entre las tasas activas y pasivas sólo puede ser adecuadamente entendida y resuelta en tanto se comprenda que hay una dimensión económica positiva. que pasa por la responsabilidad que tienen los accionistas de las instituciones financieras de capitalizar sus empresas mediante la inyección de capital propio sin transferir sus costos a los depositantes. Hay otra dimensión normativa determinada por apreciaciones distributivas y de equidad. Téngase presente que el enfoque neoliberal olvida la mención a categorías tales como las necesidades, los presupuestos de dignidad, oportunidad, derechos o imparcialidad individuales, por lo que sistemáticamente se han desconocido los efectos perversos asociados a la implementación de las políticas macroeconómicas, sean esta la cambiaria, la monetaria o la tributaria. De esta suerte, al considerar a todos los agentes económicos como iguales, se pierde la medición del impacto redistributivo, generalmente regresivo, entre los diferentes estratos de la población. Aquí está la responsabilidad moral de contribuir a modificar las condiciones de inequidad imperantes. Ambas se entrecruzan y constituyen cualidades éticas que no pueden ser soslayadas. Pero no puedo soslayar otra importante responsabilidad ética de las instituciones financieras, referida al papel que en la actualidad desempeñan los organismos económicos multilaterales, en particular el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Más de la mitad de la población mundial y dos tercios de los paises del orbe carecen de un efectivo control propio y autónomo de sus políticas económicas, dependiendo de las contribuciones técnicas y materiales de estos organismos internacionales, las que, en las más de las veces, tienen un escaso efecto sobre el desarrollo económico, agudizando muchos de sus problemas institucionales sin lograr un renovado ritmo de crecimiento con mayor equidad. Esta responsabilidad no es ajena a un orden internacional que agudiza las diferenciaciones entre unos países y otros, y en consecuencia tiene una profunda significación moral. En mi Informe Económico de finales del año pasado apuntaba al respecto: Se trata de un orden que pone en contacto a todas las naciones, pero al propio tiempo mantiene fisuras profundas entre diferentes grupos de países y entre los grupos sociales de cada país y, por supuesto, marcada asimetría entre las regiones, en detrimento de las menos desarrolladas. Sus tendencias son entre otras, el veloz crecimiento y mundialización de los mercados financieros estimulados por la revolución tecnológica y apertura de los 6

7 7 mercados, las transformaciones de los patrones de comercio a favor de los servicios y productos manufacturados de alto contenido tecnológico, el desplazamiento hacia el Pacífico como área de intensificación del comercio, la proliferación de acuerdos comerciales regionales, el aumento del comercio al interior de las empresas transnacionales. Esto ha venido acompañado, institucionalmente, por la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que complementa al Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y la Comisión Trilateral, como organizaciones rectoras. Todo ello se traduce en la persistencia de las desigualdades, con tendencia creciente, entre los países industrializados y los países en desarrollo: el desequilibrio Norte-Sur, el aumento en los desniveles de ingreso y de oportunidades a lo interior de los países ricos y de los países pobres, y, finalmente, la creciente inestabilidad del sistema económico y financiero internacional. (Mensaje de Fin de Año del Presidente del Banco Central de Venezuela, 2000) Distinguidos Invitados y Amigos: Se pueden eludir las responsabilidades éticas a que he hecho referencia? Es evidente que no podemos darle la espalda al compromiso del desarrollo económico y la equidad y, en las actuales circunstancias, ningún gobierno y sus instituciones serían efectivamente legítimas si no enfrentan con igual preocupación el destino de todos los integrantes de la sociedad con los cuales tienen un ineludible deber de lealtad. Muchas Gracias DLC.