PRIMERA CONFERENCIA. Nuremberg, 2 de diciembre de 1911

Transcripción

1 PRIMERA CONFERENCIA Nuremberg, 2 de diciembre de 1911 En nuestras consideraciones de este tarde y de mañana intentaremos conectar al ser del hombre con las bases ocultas de nuestro tiempo y el próximo futuro. Por las diferentes indicaciones hechas por mí en este mismo grupo y en otros lugares, se entenderá que nos encontramos actualmente delante de una especie de nueva revelación, de un nuevo mensaje para la humanidad. Si consideramos los últimos tiempos de la evolución humana podremos comprender lo que debe suceder en nuestra época, confrontándolo con otras dos importantes revelaciones que fueron hechas a la humanidad. De ellas tomaremos en consideración la más cercana en el tiempo a nosotros. Ahora bien estas tres revelaciones, la nuestra que viene y las otras dos que la han precedido, pueden ser comprendidas si las comparamos con el desarrollo del niño que crece, del hombre como tal. Observemos cuidadosamente al niño: nos encontramos con que viene al mundo en una condición tal que requiere ser totalmente protegido y cuidado por quien está a su alrededor, porque no es capaz de expresar de manera alguna lo que vive en su interioridad ni es capaz de experimentar en sí mismo, con pensamientos claros, lo que se mueve en su alma. El niño no puede hablar aún, ni puede pensar, por lo tanto todo cuanto debe sucederle tiene que ser ejecutado por los que lo han acogido en su círculo. Después el niño empieza a hablar. Como ya lo mencioné en mi escrito La educación del niño desde el punto de vista de la ciencia del espíritu, quien es capaz de observar exactamente sabe que el niño en primer 1

2 lugar habla, imitando aquello que se dice a su alrededor, y que en los primeros tiempos no tiene una verdadera comprensión de pensamiento para el lenguaje. En el niño el lenguaje no deriva del pensamiento sino todo lo contrario: el niño aprende a pensar desde el hablar, es decir sólo poco a poco aprende a comprender en claros pensamientos lo que dice, trayéndolo de sentimientos indistintos y profundos. Encontramos así tres períodos en el desarrollo del niño: en el primero el niño no puede hablar ni pensar, todo le tiene que llegar desde fuera ; en el según período, el niño puede hablar, aún no llega a pensar; y en el tercer período el niño aprende a tomar en su conciencia el contenido de pensamiento del propio hablar. Se puede hacer una comparación entre estos tres períodos y lo que la humanidad ha hecho en el tiempo transcurrido desde unos mil quinientos años antes de la era cristiana.. La primera revelación al alma humana en evolución de la que podemos hablar en el actual ciclo de la humanidad es la que fluyó en el Sinaí, la que se expresó en los diez mandamientos de Moisés. Quien sea capaz de meditar sobre el verdadero sentido de la revelación hecha en los diez mandamientos podrá observar su lado maravilloso. Sólo que este género de cosas pertenece ya a los valores espirituales cotidianos de los hombres y no se les aplica una aguda reflexión; pero quien comience a hacerlo se dará cuenta del contenido extraordinario de los diez mandamientos que, desde el momento en que fueron impartidos, tuvieron valor de ley y acompañaron al devenir del mundo, hasta el punto de ser válidos aún en la actualidad, ya que se encuentran en la base de las legislaciones de todos los países, pues poco a poco se introdujeron en la civilización de los pasados milenios y en las civilizaciones modernas. Fue entonces cuando se reveló a la humanidad un hecho grandioso, vasto y universal, cuando se le dijo: hay en el mundo espiritual un Ente primordial al que corresponde aquí sobre la Tierra su imagen, el yo, y dicho Ente primordial puede verter fuerza dentro del yo del hombre, puede derramarse en él, si sigue las leyes dadas en los diez mandamientos. La segunda revelación llegó a través del misterio del Gólgota. Qué podemos decir de dicho misterio? Ya lo señalamos ayer en una conferencia pública. Debemos remontar la corporeidad de toda la humanidad a una pareja terrenal de antepasados, y sólo podremos comprender a dicha humanidad si la entendemos generada de dicha pareja. 2

3 Ahora bien, si queremos comprender rectamente cuál es el bien más precioso de nuestro yo, que debe sumergirse cada vez más durante la existencia terrena, debemos derivarlo del misterio del Gólgota. Ahora, (la antigua tradición hebrea es divergente en este contexto de la actual concepción científica, pero no es eso lo que importa) si por la afinidad de la sangre nosotros remontamos la relación corpórea de la humanidad a la pareja de antepasados del hombre, Adán y Eva, que estuvieron sobre la Tierra como personas físicas originarias, padres primordiales de la humanidad, si afirmamos que la sangre humana que continúa corriendo por las venas de los hombres se remonta a aquella pareja humana de antepasados, podemos afirmar por otra parte que lo más precioso que podemos recibir en nuestro alma, lo más santo y de mayor valor que se repite cuál perpetuo milagro en las almas humanas, tanto que podemos acogerlo en nuestra conciencia y que puede vivir en nuestra alma, es superior a nuestro yo habitual; si por lo tanto queremos buscar el origen del bien más precioso del alma humana, que se puede casi llamar su sangre anímica, debemos llegar a lo que resucita de la tumba del Gólgota. Aquél que entonces resucitó sigue vivo en las almas humanas que buscan un despertar interior, así como la sangre de Adán y Eva sigue viviendo en los cuerpos de los hombres. Debemos divisar en Cristo resucitado una especie de paternidad primordial, el Adán espiritual que penetra en las almas de los hombres cuando estos experimentan su despertar interior, y solo entonces se llega a su yo completo, al elemento que vivifica el yo de la manera justa. Así como el cuerpo vital de Adán fluye en los cuerpos físicos de los hombres, aquél que resucitó de la tumba del Gólgota fluye en las almas de los que buscan la vía hacia Él. Esta es la segunda revelación que se difundió entre los hombres, para que tuvieran noticia de lo que ocurrió a través del misterio del Gólgota. Con los diez mandamientos se les confirió a los hombres una guía que los gobierna desde fuera, y podemos comparar este estado con la condición del niño que aún no puede hablar y pensar; lo que el entorno realiza en el niño, fue realizado en la humanidad por la ley hebrea antigua, cuando en cierto sentido la humanidad no sabía aún hablar y pensar. Pero la humanidad después aprendió a hablar: en otras palabras, adquirió algo que se puede comparar con el aprender a hablar del niño: es decir acogió la cognición del misterio del Gólgota como se encuentra en los Evangelios; la primera comprensión de los Evangelios 3

4 por parte de la humanidad puede ser comparada con el aprender a hablar del niño. Mediante los Evangelios penetra en las almas y en los corazones de los hombres una forma de comprensión del misterio del Gólgota que se compenetraba de aquellos sentimientos y de aquellas sensaciones, o sea de las fuerzas del alma que se producen cuando hacemos actuar sobre nosotros las imágenes y las escenas más impresionantes y representativas de los Evangelios, como han sido pintadas por los grandes pintores: las imágenes tradicionales de la adoración del Niño por parte de los pastores o de los sabios de oriente o bien la fuga a Egipto y cosas así. Cuanto entonces vino al mundo, lo que desde entonces ha actuado en las almas de los hombres, se refiere a los Evangelios y ha sido conocido por los hombres de manera que han aprendido, a su modo, a hablar del misterio del Gólgota. Ahora nos movemos hacia la tercera época de este contexto: ella se puede comparar con el hecho de que el niño aprende el contenido del pensamiento de la propia lengua, que puede llevar a la conciencia en su habla. Vamos al encuentro de la revelación que nos llevará al pleno contenido del pensamiento, el contenido espiritual y anímico de los Evangelios, porque hasta ahora los Evangelios no han sido comprendidos por la humanidad más de lo que el niño comprende cuando aprende a hablar antes de aprender a pensar. En el contexto histórico, los hombres tienen que aprender a pensar, a través de la ciencia del espíritu, el contenido de pensamiento de los Evangelios que, sólo ahora, pueden hacer actuar sobre sí todo el profundo contenido espiritual. Sin embargo esto se conecta con otro gran acontecimiento, cuyo acercamiento puede ser sentido por la humanidad y que se le presentará antes del fin del siglo veinte. Se trata de un acontecimiento que podemos poner frente al alma más o menos así. Retomemos de nuevo el misterio del Gólgota: cuanto del Cristo resucitó de la tumba del Gólgota permanece aún con la Tierra, de manera que puede aferrar directamente cada alma humana individual, despertando en ella el yo a un grado superior de existencia. Cuando hablamos en este sentido del misterio del Gólgota, podemos afirmar que Cristo se convirtió en el Espíritu de la Tierra y como tal ha permanecido desde entonces; pero en nuestra época tiene lugar un importante cambio en la relación de Cristo con la humanidad, cambio ligado al hecho que los oyentes más o menos conocen, con la nueva revelación de Cristo a los hombres. 4

5 También se puede caracterizar dicha nueva revelación de otra manera, y aquí debemos referirnos a lo que sucede cuando el hombre pasa por el portal de la muerte. Lo que diremos ahora es algo que hasta ahora no podía ser expuesto en libros. Cuando el hombre ha superado el portal de la muerte y ha vivido el tramo de tiempo en el que puede mantener la visión retrospectiva de la vida pasada, experimentando por lo tanto la deposición de su cuerpo etérico, pasa al período del kamaloca encontrándose con la presencia de dos figuras. Generalmente se menciona sólo a una, pero para ser exactos afirmaremos que (y lo que ahora digo es una evidencia real para todo verdadero ocultista) antes del kamaloca el hombre se encuentra delante de dos figuras; lo que ahora cuento vale solo para los hombres de occidente, o para los que han tenido una relación con la cultura occidental en los últimos milenios. Son por lo tanto dos las figuras delante de las que el hombre comparece después de su muerte: una es Moisés (y sabe perfectamente que se encuentra delante de Moisés) que le presenta las tablas de la ley; en la edad media se llamaba Moisés con la severa ley, y el hombre tiene entonces en la profundidad del alma la conciencia de cuanto ha desviado de la ley. La otra figura es denominada como el Querubín con la espada de fuego, y está allí para decidir sobre dicha desviación. Esta es la experiencia que se tiene después de la muerte; podemos así afirmar en sentido científicoespiritual que con cuanto se nos presenta a través de las dos figuras, Moisés con la severa ley e el Querubín con la espada de fuego, se establece la cuenta kármica. Este hecho sufre en nuestro tiempo una variación de la máxima importancia que se puede enunciar así: en nuestra época Cristo se convierte en el señor del karma para todos los hombres que después de la muerte recorren el camino descrito. Cristo asume el papel de juez. Tratemos de hacer de ello una idea exacta: gracias a la concepción del mundo de la ciencia del espíritu, sabemos que tenemos una cuenta kármica en la cual, para determinados hechos, experimentaremos cierto equilibrio kármica por todas las acciones justas y bellas, por todas las buenas acciones; pero esto sucederá también para las acciones y los 5

6 pensamientos malos, feos y mezquinos. Puede darse que en el ulterior curso de su vida terrena el hombre agote esta cuenta kármica, pero él puede agotar las acciones buenas o malas que contiene de las más diversas maneras, porque no está unívocamente determinado cómo se puede encontrar el equilibrio a través de esta o aquella acción de nuestra vida futura. Supongamos que una persona haya cometido cierta mala acción: ella deberá hacer el bien que equilibrara la mala acción, pero este bien se puede realizar de dos maneras, y quizás, con el mismo esfuerzo, podrá ser para beneficio de pocos, o bien de muchos. De que nuestra cuenta kármica sea así equilibrada en el futuro, es decir si hemos encontrado la vía hacia Cristo, de que ella se encuadre en un orden universal para que el modo de nuestro equilibrio kármico provoque la mayor salvación posible de hombres en el resto de la evolución terrena, de todo cuidará quien, de hoy en adelante, se convierte en señor del karma, es decir quien cuidará de ello será Cristo. Con la transferencia a Cristo de la función de juez de las acciones humanas, el propio Cristo interviene en la suerte del hombre: no en un cuerpo físico, pero justo por eso sólo en favor de los hombres que, cada vez en mayor número, adquieran la facultad de percibirlo en su nuevo aspecto. Cristo intervendrá por ellos en la suerte de la humanidad terrena. Entonces siempre en número creciente en los próximos milenios, a partir de nuestro siglo habrá hombres que por ejemplo, habiendo realizado esta o aquella acción, se sientan empujados a desistir en parte de ella, ya que surgirá en ellos una extraordinaria imagen de sueño; en ella verán como en sueño algo que parecerá ser su acción, sin que logren recordar para nada el haber realizado lo que emerge en dicha imagen. Pero quién no esté preparado para el hecho de que algo semejante pueda surgir en la evolución humana, todo ello lo considerará como el producto de una fantasía confusa o de un alma enferma. En cambio los que se han preparado suficientemente, gracias a la tercera manifestación en la evolución de la humanidad, la que llega con la ciencia del espíritu, serán capaces de reconocer de que se trata de las nuevas facultadas que se están desarrollando en el hombre y que permiten mirar al mundo espiritual. Incluso sabrán que la imagen que surge en su alma es un preanuncio del hecho kármico que tendrá que suceder en un futuro, ya sea en esta vida, o sobre todo en sucesivas vidas terrenales, para crear así un equilibrio de los actos llevados a acabo. En breve, los hombres adquirirán a la vez la facultad de divisar en una imagen de sueño el 6

7 equilibrio kármico, la acción equilibradora que deberá suceder en el futuro. Por este hecho podemos prever que también en nuestro tiempo se puede decir lo que dijo Juan el Bautista en el Jordán: cambiad la mente, porque vendrán tiempos en los que se despertarán nuevas facultades para el hombre. Pero lo que se ha dicho de una especie de percepción del karma, se presentará próximamente a la humanidad de manera que en tal visión el hombre se encontrará de un modo u otro con la figura etérica de Cristo: el Cristo que vive realmente en el plano astral, que no se incorpora en un cuerpo físico, sino que aparece sobre la Tierra, visible con las facultades que se desarrollarán de ahora adelante en el hombre, Cristo como consejero y protector de los hombres que necesitan consejo, ayuda o consuelo en la soledad de su vida. Vendrán tiempos en que los hombres se sentirán afligidos y míseros por las razones más diversas, tiempos en los que cada vez tendrá menor valor e importancia la ayuda de un hombre a otro, porque aumentarán cada vez más la fuerza individual y la vida individual, mientras se reducirá la posibilidad de que, como sucedía en la antigüedad, un hombre pueda ejercer una acción de ayuda sobre el alma de algún otro. He aquí por qué aparecerá aquí o allá el gran consejero en su figura etérica. El mejor consejo que se puede impartir para el futuro es que hagamos nuestra alma más fuerte y vigorosa, para que se pueda reconocer cada vez más, a medida que nos encaminamos hacia el futuro, ya sea en esta encarnación(lo que vale ciertamente para la juventud actual), como en la próxima; que en el hombre se despierten nuevas facultades para aprender a conocer al gran consejero, al juez del karma para la humanidad futura, Cristo en su nueva figura. Para los hombres que se preparan desde ahora para la venida de Cristo en el siglo veinte no habrá diferencia, ya que dicha llegada se producirá en amplia medida, si están encarnados en un cuerpo físico o si ya han superado el portal de la muerte; también ellos en efecto, si se prepararon aquí abajo para la llegada de Cristo, después de la muerte tendrán la justa comprensión y la justa relación para con ello, mientras que no lo podrán conseguir quienes hayan pasado descuidadamente junto al tercer gran anuncio de la humanidad y la 7

8 ciencia del espíritu, porque la preparación a la venida de Cristo tiene que ser adquirida aquí, en el cuerpo físico. Aquellos que atraviesen la puerta de la muerte sin haber vuelto la mirada a la ciencia del espíritu en la actual encarnación, tendrán que esperar a la próxima para adquirir de modo adecuado la comprensión de la venida de Cristo. De hecho quien no haya tenido noticia de ello en el plano físico, tampoco podrá comprenderlo entre muerte y nuevo nacimiento y deberá esperar para estar preparado a cuando esté de nuevo en el plano físico. Por lo tanto la entidad humana, independientemente del momento de la muerte en la presente encarnación, está frente al gran acontecimiento que hemos indicado, frente al paso de Cristo a su papel de juez, a la posibilidad de que Cristo, revestido de un cuerpo etérico, penetre directamente desde el plano astral en la evolución de la humanidad, haciéndose visible a los hombres, apareciendo en diferentes lugares. Es característico en la evolución de la humanidad que las antiguas cualidades humanas, no tan conectadas con la evolución espiritual, pierdan cada vez más significado. Si abarcamos con la mirada el desarrollo de la humanidad a partir de la catástrofe atlántica, podemos afirmar que las grandes diferencias que se prepararon en la época atlántica se han mantenido en los hombres actuales en lo que llamamos diferencias raciales; así en cierto modo todavía podemos hablar de una raza paleo-india, de una raza paleo-persa, de una raza egipcia, de una raza greco-latina; incluso en nuestro tiempo podemos hablar de una especie de quinta raza. Pero ahora el concepto de raza deja de tener un sentido correcto; ya no sucederá, como lo fue en períodos precedentes, que el sexto período de civilización siguiente al nuestro se difunda desde un centro geográfico: lo importante será que la antroposofía misma se difunda en la humanidad, que ella (como se decía en los inicios, cuando se tenía aún una conciencia oscura de la necesidad de un movimiento parecido) sea una doctrina sin diferencias de raza, de nación o de estirpe. Los que habrán pasado a través de la ciencia del espíritu derivarán de todas las razas en el sexto período de civilización, para fundar en toda la Tierra un nuevo período de civilización; ella no se fundará más sobre un concepto de raza, que ya no tendrá ningún sentido; dicho brevemente, desaparecerá todo cuanto ha significado en el mundo del maya, de la espacialidad sensible. Debemos aprender 8

9 a entenderlo, mientras evolucionamos en el seno del movimiento científico-espiritual, porque en los inicios no era comprendido todavía. He aquí por qué, si leemos el libro, por otra parte meritorio de Olcott: El catecismo budista, suscita la idea de un desarrollo siempre igual de las razas, como si fuesen ruedas. Tales conceptos pierden significado para los próximos tiempos, y debemos tener claro que los estadios iniciales del movimiento teosófico están superados y que no podemos adscribir al concepto de raza ningún sentido correcto para el sexto período de civilización. Todo cuanto está limitado espacialmente carecerá por lo tanto de sentido, y por lo tanto quién comprenda el sentido de la evolución de la humanidad entenderá también que la aparición de Cristo, como sucederá en los próximos tres milenios, no podrá ser tal que el Cristo esté espacialmente limitado en un cuerpo circunscrito, localizado en un determinado territorio. Si los medios de comunicación aumentaran mucho, si alguien necesitara ayuda en América del Sur, mientras Cristo, limitado por un cuerpo físico, se encontrara en Europa, debería incluso volar, si su ayuda tuviera que ser prestada puntualmente en América del Sur. En fin se puede imaginar a placer la velocidad de superación del espacio, sin embargo la ayuda que Cristo tendrá que prestar al hombre en su retorno a la Tierra, no si limitará a cuanto un ser puede prestar en un cuerpo físico. Es decir no podrá estar limitada por el hecho que Cristo deba encontrarse en un momento dado solo en un determinado lugar: podrá ayudar en uno y otro lugar al mismo tiempo. Debido a que la entidad espiritual no está ligada a reglas espaciales, la ayuda del Cristo en su aparición directa podrá alcanzar tanto a un polo del mundo, como al otro. La nueva aparición de Cristo no está ligada a confines espaciales ni a un cuerpo físico de carne. Sólo quien no quiera entender nada del progreso de la humanidad hacia la espiritualidad, lo que transforma gradualmente los más importantes acontecimientos en espiritualidad, puede declarar que la Entidad-Cristo puede estar ligada a un cuerpo físico Hemos caracterizado cómo están las cosas en relación a la tercera manifestación y cómo debe presentarse en ella cuanto hoy se hace para explicar e iluminar el Evangelio. El Evangelio es el lenguaje; la ciencia del espíritu, en su relación con el Evangelio, es el contenido de pensamiento del Evangelio mismo. Así como el lenguaje está ligado a la conciencia total del niño, así el Evangelio, como ha sido anunciado, está en relación a la 9

10 nueva revelación que deriva directamente del mundo espiritual y tiene que convertirse en ciencia del espíritu para la humanidad. Debemos ser conscientes de que tenemos cierta tarea, la tarea de entender, primero inconscientemente en el alma, y después cada vez más consciente, nuestra pertenencia a la antroposofía. Debemos considerarlo casi como un indicio por parte del espíritu del universo, como una gracia de los espíritus dirigentes y creadores del universo, si hoy nuestro corazón nos empuja hacia esta nueva revelación que nos acompaña como tercera, a las del Sinaí y del Jordán. La tarea de la nueva revelación es la de hacernos conocer la totalidad del hombre, la de indicarnos de modo cada vez más profundo que la parte de sí de la que el hombre es en un primer momento consciente está envuelta por otras partes constitutivas de la naturaleza humana que tienen su importancia en la totalidad de la vida del hombre. Es por lo tanto necesario que nuestros amigos aprendan a conocer desde los puntos de vista más distantes cuáles son los elementos de la entidad humana. Hoy queremos partir de la interioridad del hombre para hablar de la entidad humana. Todos los antropósofos saben ante todo que, empezando por el yo que es el verdadero núcleo esencial del hombre, la primera envoltura que encontramos es aquella que, de modo más o menos abstracto, hemos llamado cuerpo astral; procediendo siempre hacia el exterior, encontramos después el llamado cuerpo etérico y aún más externamente, el cuerpo físico. Ateniéndonos a la realidad, también podemos hablar de otro modo de estas tres envolturas. Hoy precisamente queremos derivar directamente de la vida una tesis que puede ser enunciada sólo desde las ideas del ocultismo, pero que puede ser comprendida si nos basamos en una observación imparcial de la vida. Quien hoy se ha hecho altanero y desdeñoso siguiendo la concepción científica del mundo, afirma que los tiempos de la fe hace tiempo que fueron superados por la humanidad, ya que la fe forma parte de su estadio infantil: la humanidad ha progresado al estadio del saber, por ello hoy se debe saber y ya no se puede creer. 10

11 Ahora bien, esto puede parecer tolerable, pero en ello no hay ninguna comprensión fundada; además también se pueden levantar otras preguntas en dicho contexto, y en especial la pregunta de si en el curso de la evolución el saber ha sido conferido a la humanidad por obra de la ciencia oficial. También se debe proponer otra pregunta: significa todavía la fe algo para la humanidad? el hecho de creer no forma parte de la naturaleza humana? Evidentemente puede darse que los hombres, en ciertas situaciones, renuncien a la fe o la pierdan; pero lo mismo que puede suceder que los hombres maltraten por breve tiempo su salud física, sin que de primeras se manifiesten las consecuencias, también puede darse, y sucede efectivamente, que consideren la fe un valor desusado por los propios padres; entonces es lo mismo que cuando se encarnizan contra su propia salud, consumiendo sus viejas energías. Cuando el hombre considera la fe un valor sobrevivido por los padres, sigue nutriéndose de fuerzas vitales anímicas derivadas de los antiguos valores de fe heredados por tradición. No le corresponde al hombre abandonar o no la fe, porque ésta representa en el alma humana una suma de fuerzas pertenecientes a las energías vitales del alma: no importa que nosotros queramos o no queramos creer, sino que poseamos las fuerzas del alma expresadas por la palabra fe, ya que el alma se seca, se devasta y se aísla si en nada puede creer. Por otra parte han existido hombres que, sin ningún conocimiento científico, fueron mucho más juiciosos que los que representan hoy la concepción científica del mundo; aquellos no afirmaban, como se piensa comúnmente, que creían en lo que no sabían, sino que justo sólo creían en el que sabían. Sólo el saber puede ser la base de la fe: debemos saber para podernos elevar a las fuerzas de fe del alma humana, tenemos que tener en nuestra alma la capacidad de contemplar un mundo suprasensible, de dirigir sobre él todos nuestros pensamientos y todas las nuestras representaciones. Si no poseemos estas fuerzas, expresadas por la palabra fe, algo se destruye en nosotros, nos hacemos áridos, nos secamos como las hojas en otoño: puede durar un poco, pero después ya no va. Si la humanidad perdiera la fe realmente, después de pocas décadas vería las consecuencias para la evolución: a causa de la pérdida de las fuerzas de fe, los hombres se comportarían de modo que nadie sabría que hacer de sí mismo, nadie recapacitaría en la vida, nadie 11

12 resistiría el mundo, porque tendría miedo, inquietud y angustia frente a cada cosa. En resumen, sólo por las fuerzas de la fe nos puede ser dada un vida que surja fresca en nuestra alma. El hecho es que algo yace en lo más íntimo de nuestro ser, en un primer momento imperceptible para nuestra conciencia, en la que nuestro verdadero yo está colocado y reposa, algo que se impone de repente si no lo vivificamos. Podemos llamarlo la envoltura humana en la que están vivas las fuerzas de la fe, podemos llamarlo alma de fe o incluso cuerpo de fe, y es lo mismo que hasta ahora hemos llamado de manera abstracta el cuerpo astral, las fuerzas de la fe son las más importantes del cuerpo astral, y por tanto el término cuerpo astral equivale al de cuerpo de fe. La segunda fuerza que, como tal, tiene que existir en las profundidades recónditas del ser humano es la que se puede expresar con la palabra amor. El amor no es solo lo que mantiene unidos a los hombres con vínculos adecuados, sino lo que también necesita el hombre individual. Quien no puede desarrollar ninguna fuerza de amor se destruye y se seca en su ser: imaginémonos a alguien tan lleno de egoísmo que no puede querer. En el fondo es muy triste ver tales figuras que no pueden querer, aunque hay personas así, de modo visible, sólo hasta cierto grado: hombres que en su encarnación llevan una vida sin generar ningún calor vivo, que solo puede producirse cuando se puede amar algo o a algún ser en el mundo. Figuras que no lo pueden, mientras se mueven en el mundo en su sequedad y aridez, tienen un aspecto bien triste; la del amor es de hecho una fuerza vital que enciende lo que reposa en lo más profundo de nuestro ser y lo mantiene despierto y vivo, es una fuerza más profunda aún que la fe misma. Así como estamos envueltos en un cuerpo de fe que en otra perspectiva llamamos cuerpo astral, lo mismo estamos envueltos en un cuerpo de amor que, en la ciencia del espíritu, en otra perspectiva, llamamos cuerpo etérico o cuerpo vital, porque las fuerzas que primero actúan desde las profundidades de nuestro ser partiendo de nuestro cuerpo etérico, 12

13 son las mismas que se expresan en cuanto que podemos amar en todos los estadios de nuestra existencia. Supongamos que el hombre pueda alejar de su ser la fuerza del amor; en realidad no puede hacerlo ni aún el más egoísta porque, gracias a Dios, también lo que se aspira egoístamente forma parte de lo que se quiere; tomando un ejemplo más cercano, podemos decir que cuando el avaro, incapaz de amar otra cosa, se da al amor del oro, en él habrá una fuerza de amor benéfica si sustituye una fuerza de amor que deriva del más radical egoísmo. Pero supongamos que se pueda alejar completamente del propio ser la fuerza del el amor: entonces, la envoltura que se mantiene gracias a las fuerzas del amor, debería contraerse completamente y debería morir físicamente por vacío de amor. El contraerse de las fuerzas de amor equivale al contraerse del cuerpo etérico, porque el cuerpo etérico es también cuerpo de amor. Tenemos por lo tanto en el centro del ser humano el núcleo esencial del hombre que es el yo; la primera envoltura que circunda el yo es el cuerpo de fe, a su vez circundada por el cuerpo de amor. Si continuamos llegamos a una clase de fuerzas que necesitamos en la vida: si nos faltan completamente, lo advertimos exteriormente en nuestra humanidad de manera muy significativa. Las fuerzas de las que necesitamos son las fuerzas de la esperanza, de la seguridad en el futuro. Mientras que pertenecemos al mundo físico no podemos dar un solo paso en la existencia sin la esperanza. A veces damos extrañas excusas cuándo por ejemplo no queremos convenir que, en cierto prospectiva, es necesario saber qué sucederá entre la muerte y un nuevo nacimiento; en cambio afirmamos: si no sabemos que será de nosotros mañana, para qué sirve aprender algo sobre lo que sucederá entre muerte y nuevo nacimiento? Pero es verdad que no sabemos qué sucederá el día después? Nada conocemos del día después respecto a los detalles de nuestra vía suprasensible; en palabras pobres, quizás no sepamos si mañana aún estaremos con vida, pero sabemos de cierto que, mientras estemos físicamente vivos, habrá mañana por la mañana, mediodía y tarde, justo como hoy; si soy carpintero y hoy he construido una mesa, sé que la mesa existirá también mañana; si he hecho hoy un par de botas, sé que mañana alguien las podrá calzar; si después hemos 13

14 sembrado algo, sabemos que brotará el año próximo. Sabemos exactamente lo que nos hace falta saber para el futuro: si los acontecimientos futuros no sucediesen rítmicamente de modo predecible, es decir esperados con antelación, la vida no sería posible en el mundo físico. Quién construiría una mesa si no estuviera seguro de que a la noche siguiente no será destruida, o quién sembraría plantas si no se tuviera alguna sospecha de lo que sucederá el año próximo? Precisamente para la vida física nos hace falta la esperanza; ella sustenta y conserva la vida física misma. Nada puede suceder en el plano físico sin la esperanza: he aquí porque las fuerzas de la esperanza están conectadas con la última envoltura del ser humano, con nuestro cuerpo físico. Las fuerzas de la fe para el cuerpo astral y las fuerzas del amor para el cuerpo etérico son las fuerzas de la esperanza para el cuerpo físico. Por lo que un hombre que no pudiera esperar, que desesperara sobre sus previsiones para el futuro, vagaría por el mundo portando la impronta bien observable en su cuerpo físico. Nada más que la falta de esperanza se expresa en las arrugas profundas y en las fuerzas mortificantes de nuestro cuerpo físico. Podemos afirmar que nuestro núcleo central esencial está envuelto por el cuerpo de fe o cuerpo astral, por el cuerpo de amor o cuerpo etérico y por el cuerpo de esperanza o cuerpo físico. Sólo asimos el verdadero sentido del cuerpo físico si miramos aquello que es: y en verdad ello no consta de fuerzas físicas de atracción y repulsión, como afirma la concepción materialista, sino que tiene las que conocemos conceptualmente como fuerzas de la esperanza. He aquí lo que en realidad está contenido en nuestro cuerpo físico: la esperanza, verdadera constructora de nuestro cuerpo físico y no las fuerzas de atracción y repulsión. En esta referencia podemos reconocer la autenticidad de la nueva revelación, la de la ciencia del espíritu. Qué nos da la ciencia del espíritu? Al hacernos conscientes de la ley universal del karma, de la ley de las vidas terrenales repetidas, nos penetra de esperanza, mira al espíritu; así como la conciencia de que mañana el sol surgirá, de que las semillas de las plantas crecerán, nos da la esperanza para el plano físico. Si comprendemos el karma, la ciencia del espíritu nos muestra que el cuerpo físico será reconstruido en una nueva vida por las 14

15 fuerzas de la esperanza que nos penetran. La ciencia del espíritu provee a la humanidad de las más fuertes energías de esperanza. Aunque la humanidad de hoy rechazara la nueva revelación de la ciencia del espíritu, los hombres reaparecerían lo mismo sobre la Tierra en una vida futura; en efecto, la vida no cesa porque los hombres no sepan nada de las leyes de la vida misma; los hombres se encarnarían, pero en sus encarnaciones ocurriría algo muy singular: ellos aparecerían en una estirpe de cuerpo arrugado y mustio, una estirpe que tendría sobre la Tierra cuerpos tan lisiados que ya no podrían funcionar. En resumen, si no se despertara en las profundidades más secretas del ser humano, hasta en el cuerpo físico, la conciencia y la fuerte esperanza que nos viene de la seguridad consiguiente al conocimiento de la ley del karma y las vidas terrenales repetidas, descendería sobre la humanidad la atrofia y la aridez en las futuras encarnaciones. La humanidad muestra ya la tendencia a generar cuerpos atrofiados y resecos, cuerpos que en el futuro se harán cada vez más raquíticos, también en el sistema óseo. Será la nueva revelación la que confiera médula a los huesos, fuerza vital a los nervios, si es tomada no como mera teoría, sino como energía revitalizadora, sobre todo dotada de las fuerzas reanimadoras de la esperanza. Fe, amor y esperanza son tres grados del ser humano que forman parte de su estado general de salud y de su vida completa, sin los cuales el hombre no puede existir. De la misma forma que un local oscuro no puede convertirse en un puesto de trabajo si no es iluminado, tampoco un ser humana puede existir en su naturaleza cuatripartita, si sus tres envolturas no están permeadas, inflamadas y fortificadas por fe, amor y esperanza, las fuerzas fundamentales de nuestro cuerpo astral, de nuestro cuerpo etérico y de nuestro cuerpo físico. Tratemos de darnos cuenta de cómo se introduce la nueva revelación en el mundo, penetrando de contenido de pensamiento el antiguo lenguaje. De la revelación de los Evangelios resuenan a través de los tiempos fe, amor esperanza como palabras de sabiduría, pero han sido tan poco comprendidas hasta ahora en sus nexos con la vida del hombre, que sólo en algunas regiones han sido enunciadas en su justa secuencia. De hecho alguna vez se dice: fe, amor y esperanza y ésta es la secuencia exacta, pero se ha aferrado tan poco el contenido de pensamiento que a menudo se dice fe, esperanza y amor (o 15

16 caridad); pero es equivocado, ya que no se puede decir: cuerpo astral, cuerpo físico y cuerpo etérico, queriendo seguir el orden correcto. Se confunde todo, un poco como hace el niño que, al no poseer el contenido de pensamiento del lenguaje, a veces lo confunde todo al hablar. Así, con respecto a la segunda revelación, se trata de penetrarlo todo con el pensamiento; hemos tratado de hacerlo, por ejemplo, en las explicaciones de los Evangelios. Qué han sido hasta ahora los Evangelios? Ellos pudieron guiar a los hombre a la edificación mediante la eficacia de sentimientos grandiosos, en el sentido de dar al alma humana un sentimiento y una comprensión del misterio del Gólgota. Pero debe considerarse la evidencia de que sólo recientemente se ha comenzado a reflexionar sobre los Evangelios, dándose ciertamente diversas contradicciones; sólo la ciencia espiritual podrá mostrar el modo de aclararlas. Solo ahora se podrá por lo tanto empezar a hacer actuar sobre el alma el contenido de pensamiento del lenguaje de los mundos suprasensibles que ha sido dado a la humanidad con los Evangelios. Aludimos así al acontecimiento más importante y esencial de nuestro tiempo, a la nueva aparición del Cristo en un cuerpo etérico, aparición que por el carácter de nuestro tiempo no puede estar ligada a un cuerpo físico. Además aludimos al hecho de que Cristo aparece sobre la Tierra en su función de juez, en comparación al Cristo doliente del Gólgota como Cristo triunfante, como señor del karma, como lo han anticipado los pintores del juicio universal. Cuando se le pinta o se le describe en imágenes, se representa algo que sucederá en un determinado momento, algo que en realidad comienza en el siglo veinte y continuará hasta el final de la Tierra. El juicio comienza a partir de nuestro siglo y significa la regulación del karma. He aquí que hemos visto lo importante que es para nuestra época que esta revelación esté presente en la humanidad, para que se puedan apreciar dignamente hechos como fe, amor y esperanza. Quien no puede creer otra cosa que la materialidad, se comportan como lo hacen hoy muchos respecto a los acontecimientos de Palestina. Juan el Bautista dijo: cambiad vuestra mente, porque el reino de los cielos está cerca, recibid el yo humano que ya no tiene necesidad de renunciar a sí mismo para entrar en el mundo espiritual. Con esto dijo de 16

17 modo claro y comprensible que con los acontecimientos de Palestina llegó la época en la la que lo suprasensible puede iluminar el yo humano; así los cielos descendieron hasta el yo humano, mientras antes el yo debía sumergirse en el inconsciente para llegar a ellos; quien lo interpreta todo de modo materialista dice: ya, Cristo, al tener en cuenta las debilidades, los defectos y los prejuicios de su tiempo, proclamó a los incrédulos de entonces: o bien se realiza el reino milenario o vendrá una catástrofe. Pero esta no llegó. En cambio sucedió realmente una catástrofe, pero observable sólo desde el espíritu. Fueron los crédulos y los supersticiosos los que entendieron que Cristo anunciaba literalmente una llegada sobre las nubes, interpretando de modo materialista lo que Cristo quiso decir. También hoy puede haber gente que interprete de modo materialista lo que sólo se puede aferrar con el espíritu, y si después esto no se cumple materialmente, se forman una opinión parecida a la del reino milenario. Incluso hay alguno que, lleno de compasión por lo que le sucede a Cristo, dice: en dicha ocasión Cristo estaba sometido a las creencias de su tiempo y pensaba en un próximo descenso del reino de los cielos a la Tierra; fue una debilidad de Cristo, así lo afirman también grandes teólogos, pero después se vio que los reinos de los cielos no descendieron para nada a la Tierra. Puede también darse que los hombres se acerquen a nuestra nueva revelación afirmando, cuando la elevación de las nuevas facultades humanas estén plenamente desarrolladas, que nada de cuanto había sido anunciado sucedió. No se enterarán de que todo está ya allí, solo que ellos no lo ven. El hecho se repetirá. La antroposofía debe reunir un gran número de personas hasta cuando llegue el tiempo en el que se cumpla lo que ha sido dicho por hombres que conocen su verdadero sentido como la nueva revelación y como los nuevos hechos suprasensibles que formarán parte de la evolución de la humanidad en nuestro siglo y desde entonces en adelante, con una trayectoria análoga, adquirirán una importancia creciente en el curso de los próximos tres milenios, hasta que habrá nuevas grandes revelaciones para la humanidad. Mañana continuaremos este argumento. 17

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19 SEGUNDA CONFERENCIA Nuremberg, 3 de diciembre de 1911 Ayer tratamos de formarnos una representación de cómo se introduce significativamente en la vida de la humanidad lo que podemos llamar la revelación suprasensible de nuestro tiempo. Indicamos que, en el último ciclo histórico de la humanidad, ella se sitúa como tercera revelación, precedida por la revelación del Sinaí y la que tuvo lugar en el tiempo en el que se desarrolló el misterio del Gólgota. Pero no debemos considerar éste hecho característico de nuestro tiempo de modo teórico o sólo científico, sino que, como antropósofos, debemos elevarnos cada vez más al reconocimiento de que la humanidad descuidaría un elemento esencial para su evolución si quisiera distanciarse de este mensaje presente y futuro. Es cierto la vida cotidiana seguiría igualmente su curso si dicho mensaje fuera tomado como una simple quimera, y es cierto también que muchos no notarían enseguida las dañinas consecuencias que derivaran del no haber tenido en cuenta lo que aquí entra en consideración, pero los antropósofos deberían tener claro que las almas que hoy viven en cuerpos humanos, independientemente de lo que ellas acojan ahora, van al encuentro de un determinado futuro. Lo que ahora diré en primer lugar, atañe a todas las almas, porque forma parte del camino que se realiza en nuestro tiempo. 19

20 En el fondo, las almas encarnadas hoy han recorrido desde hace poco tiempo el estadio evolutivo a través del cual el hombre procede a una verdadera conciencia del yo. Sin embargo dicha conciencia ha sido preparada en el curso de la evolución desde la antigua época atlántica, pero para los hombres de los tiempos antiguos, hasta el tiempo en el que el misterio del Gólgota fue señal de la gran inversión, la conciencia del yo era sustituída usualmente por un tipo de conciencia de la que el hombre actual casi no puede hacerse una idea. El hombre actual distingue sólo un estado de vigilia que está entre el despertar y el dormirse, y un estado de sueño, en el que la conciencia está completamente apagada. Entre ellos el hombre actual conoce a lo sumo el estado intermedio que indicamos como estado de sueño, pero sabe que está considerado como un estado excepcional. A través de las imágenes del sueño emergen en realidad a la conciencia algunos procesos derivados de las profundidades de la vida anímica, pero se manifiestan de modo muy poco claro en la usual vida de sueño, tanto que el hombre casi nunca es capaz de interpretar correctamente lo que en su vida de sueño se refiere a procesos profundos y suprasensibles de su vida anímica. Para caracterizar más fácilmente el estado de conciencia intermedio del cual he hablado, conocido por la antigua humanidad, tomaremos un sueño común que dio el hilo a torcer a un estudioso moderno de la ciencia de los sueños: no lograba explicarlo mas que de forma materialista Un sueño de veras particular! yo lo he encontrado justo en la onirología; como ya dije en respuesta a una pregunta, ella está considerada como una ciencia del mismo rango que la física y la química, aunque pocos la conocen o tienen una vaga idea de ella. Allá se encuentra registrado este sueño que les cuento porque es muy característico. También Podría mencionare otros sueños que no se encuentran en los textos, pero prefiero examinar concretamente este sueño, porque en los textos de hoy, que no saben adentrarse en tales cosas, ha creado dificultades. He aquí el caso. 20

21 Una pareja de padres está profundamente apasionada por un hijo que crece colmándoles de gozo. Un día el hijo se enferma, en pocas horas su estado se agrava hasta el punto de que al día siguiente pasa el portal de la muerte. Para la experiencia de los padres, su hijo ha muerto de modo repentino, de una vida que se presentaba llena de esperanzas; naturalmente profundo es el pesar de los padres, y en los tiempos posteriores a la muerte del hijo se presentan en los sueños, tanto del padre como de la madre, muchos recuerdos de él. Después de mucho tiempo, el padre y la madre tienen el mismo sueño la misma noche: en él aparece el hijo muerto que afirma haber sido enterrado mientras estaba con vida, es decir en estado de muerte aparente, y que bastaría comprobarlo para convencerse de ello. Ambos, padre y madre, se comunicaron lo que soñaron la misma noche. Siguiendo su modo de ver se dirigen enseguida a las autoridades para pedir que se ejecute la exhumación del hijo. Pero se sabe como son las autoridades de hoy día: no es tan fácil convencerles, y la petición fue rechaza; a los dos padres no les queda sino continuar angustiándose. Pero el estudioso de sueños que examinó el caso y no supo explicarlo mas que de modo materialista se encontró con una gran dificultad. Decía: se comprende muy bien que los padres hayan seguido pensando en su hijo, no es de extrañar por lo tanto que ahora tanto el uno como el otro sueñen con él. Pero el rompecabezas era que ambos hubieran soñado el mismo sueño en una misma noche. El estudioso acabó por darse una explicación singular y quienquiera que la lea se percatará de lo retorcida que es. Él decía que no se podía hacer otra cosa mas que suponer que sólo uno de los dos habría tenido aquel sueño, que después se habría despertado, y el otro, que no habría soñado, se habría convencido de haber soñado también él. Tal explicación sería bastante iluminadora para la conciencia corriente, pero ciertamente no es profunda. Como ya he tenido la ocasión de decirlo expresamente, no es para nada raro que un mismo sueño sea soñado al mismo tiempo por muchas personas. Probemos ahora a fundirnos en esta experiencia de sueño desde el punto de vista de la ciencia espiritual. Sabemos por la ciencia del espíritu cómo el hombre, cuando ha pasado el portal de la muerte, sigue viviendo como individualidad en el mundo espiritual, 21

22 sabemos además que todos los seres y cosas del mundo están en relación, y finalmente por decirlo de alguna manera que se forma una línea de conexión con los difuntos, por el hecho de que los hombres que permanecen en el plano físico dirigen a los muertos intensos pensamientos de amor. No es verdad que los hombres que permanecen en el plano físico no puedan tener ninguna conexión con los difuntos que están en el mundo suprasensible: ellos continúan teniéndola cada vez que dirigen cualquier pensamiento hacia ellos; incluso en los momentos en los que no se mandan pensamientos a los muertos, teniendo lugar sólo ocasionalmente, el enlace persiste; es cierto que, en el estado actual de la organización humana, quien vive en el plano físico no puede llevar en su conciencia de vigilia la conciencia de la existencia de tales líneas de enlace. Pero si no se sabe algo, no se puede deducir por ello que algo no exista: sería una conclusión harto superficial; de otro modo los que están sentados en este local y por lo tanto no ven Nuremberg, podrían fácilmente sostener que Nuremberg no existe. Debemos por lo tanto tener bien claro que por su actual organización el hombre no sabe nada de su enlace con los muertos, pero sin embargo ello existe. Por otra parte lo que ocurre a veces en las profundidades del alma puede exorcizar un saber anormal que sube a la conciencia, como sucede en los sueños. Esto debemos ponerlo sobre un platillo de la balanza cuando nos acercamos a las experiencias de sueño; por otra parte sabemos que el paso por el portal de la muerte no es un paso de una condición a otra completamente diferente, como fantasean los que nada saben de estas cosas: es en cambio un paso gradual. Aquello que un alma ha realizado aquí sobre la Tierra no desaparece en el instante en el que el hombre atraviesa el portal de la muerte: lo que una persona ha querido sobre la Tierra, lo sigue queriendo después de la muerte, con la diferencia de que, los deseos, que necesitan para su satisfacción de un cuerpo físico, después de la muerte carecen de él y no pueden ser satisfechos. Pero los deseos, los afanes, las alegrías y dolores hacia los que un alma se sentía inclinada durante la encarnación en un cuerpo físico, permanecen en ella después del paso por el portal de la muerte. De ese modo es comprensible que aquél joven, muerto de modo repentino e inesperado, mantuviese un fuerte sentimiento por la vida, que quisiera estar aún en la Tierra, y tuviera por lo tanto un deseo ardiente por permanecer envuelto en un cuerpo 22

23 físico. Dicho deseo continuó a lo largo del período del kamaloca, ya que se trataba de una fuerza operante en su alma. Hagámonos ahora una viva representación de los dos padres que se duermen con los pensamientos dirigidos al querido hijo muerto. También ellos están inmersos en el sueño, permanecen los órganos de conexión y el hijo, en el instante en que comienza el proceso del sueño para ambos, padre y madre, tiene un estímulo particularmente vivo para el desarrollo de la propia alma: traduciéndolo en palabras podríamos expresarlo así: ay, si yo estuviera aún en la Tierra, rodeado de mi cuerpo físico! En las profundidades anímicas de los padres se expresaba el pensamiento del muerto, pero ellos no comprendieron adecuadamente los caracteres particulares de los acontecimientos de aquel sueño. Si hubieran podido percibir claramente lo que el hijo vertió en realidad en sus almas, lo habrían sentido de modo de afirmar: ahora nuestro hijo desea ardientemente ser circundado por un cuerpo físico; en cambio cuando la imagen aparecen el sueño, se reviste de un lenguaje inaccesible a ellos, manifestándose en la imagen de que el hijo ha sido enterrado aún en vida, sobreponiéndose así a lo que realmente sucedía. No debemos buscar por tanto en tales imaginas de sueño la copia de realidades que tienen lugar en los mundos suprasensibles, sino que debemos reconocer en lo que es soñado una especie de veladura, dependiente de las capacidades de comprensión de las personas soñantes, del verdadero acontecimiento objetivo. Esta es la singularidad del actual mundo de sueño: si no somos capaces de penetrar más a fondo en la realidad de los hechos, no podemos reconocer directamente las imágenes emergentes cuál copias de lo que está detrás de la imagen de sueño, pero debemos convenir que, aunque tras la imagen de sueño se esconde siempre algo que toma vida dentro de nuestra alma, debemos considerar una imagen onírica como un maya aún mayor que aquel del cual está hecho el mundo externo en torno a nosotros, frente al cuál nos encontramos en el estado de vigilia. El sueño ha resultado ser así para los hombres después de los acontecimientos de Palestina. La conciencia del yo adquirió la forma actual a partir de aquel tiempo. Hasta entonces las imágenes que aparecían en el hombre en el tercer estado de conciencia que él tenía además del de vigilia y sueño, era más adherentes a cuanto sucedía en los mundos 23