IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas, 2008.

Transcripción

1 IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas, La "tragedia" en primera plana: ensayo sobre la categorizació de muertes clasificadas como "accidentes de tránsito" en la Argentina contemporánea. Un abordaje desde una perspectiva comparativa a partir de un caso etnográfico. Mariana Caviglia. Cita: Mariana Caviglia (2008). La "tragedia" en primera plana: ensayo sobre la categorizació de muertes clasificadas como "accidentes de tránsito" en la Argentina contemporánea. Un abordaje desde una perspectiva comparativa a partir de un caso etnográfico. IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas. Dirección estable: Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite:

2 Título: La tragedia en primera plana: ensayo sobre la categorización de muertes clasificadas como accidentes de tránsito en la Argentina contemporánea. Un abordaje desde una perspectiva comparativa a partir de un caso etnográfico: la muerte del cantante cuartero Rodrigo Bueno en los principales medios gráficos. Autora: Lic. Mariana Caviglia. Pertenencia Institucional: Doctoranda en Antropología Social por el IDAES (UNSAM) - Docente e investigadora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP- Becaria de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). marianacaviglia@hotmail.com.ar Palabras clave: muerte medios de comunicación

3 La tragedia en primera plana: ensayo sobre la categorización de muertes clasificadas como accidentes de tránsito en la Argentina contemporánea Un abordaje desde una perspectiva comparativa a partir de un caso etnográfico: la muerte del cantante cuartero Rodrigo Bueno en los principales medios gráficos El interrogante: la tragedia, la fuerza social de una idea? 1300 muertes en accidentes de tránsito 1 en lo que va del año, escriben e insisten los periodistas de los principales diarios de la Argentina en estos días que cierran las vacaciones de verano. El resto de los medios de comunicación hace lo mismo mientras el Estado realiza una campaña para prevenir más accidentes en esta Semana Santa que durará cinco días por ligarse con el feriado nacional del Día de la Verdad y la Memoria y en la que se prevé que mucha gente viajará a los principales centros turísticos del país. Coloca mayor personal policial en las rutas con el objetivo de ordenar el tránsito y lograr un mayor control sobre el cumplimiento de las normas vigentes (sobre todo en lo respecta al uso del cinturón de seguridad, límites de velocidad, estado de los vehículos y alcoholemia), y manda un mensaje de texto que parece suponer efectista y con capacidad de concientización a los teléfonos celulares de los ciudadanos. Es el mismo que se lee en las publicidades que se ven en televisión, en diarios y revistas, y también en las grandes carteleras que bordean autopistas y rutas: Respetá las normas de tránsito. Manejá tu vida. Si te vas en Semana Santa, volvé". Desde su página web, los familiares y amigos de las víctimas de lo que los medios de comunicación, el Estado y ellos mismos designan la Tragedia de Santa Fe 2, quienes a partir de este hecho construyeron una organización que lucha para reclamar a los gobernantes que la Seguridad Vial sea Política de Estado, para que nadie más muera en nuestro país por hechos de tránsito evitables, saludan la medida y sostienen que gracias al apoyo recibido, a la suma de reclamos de muchas organizaciones, como así también a los medios de comunicación, el 15 de agosto de 2007 se firmó el Convenio Federal de Seguridad Vial, y el 6 de febrero de 2008 la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció el plan de seguridad vial que incorpora la autoridad única nacional en la materia y ratifica el Convenio (reforzando en este acto) la voluntad política (...) para que la seguridad vial sea política de estado, (aunque aún es preciso lograr) la efectiva Implementación de las medidas enunciadas. 3 El ministro del interior, Florencio Randazzo, que fue el encargado de dar a conocer esas medidas (las mismas que se implementan esta Semana Santa), le pidió ayuda a la ciudadanía para que la campaña sea exitosa y, en particular, a los medios de comunicación. Los padres, familiares y amigos de las víctimas de la Tragedia de Santa Fe les agradecen su colaboración, el Estado se la solicita. Y en la prensa gráfica, al igual que en la radio y la televisión, todo el relato sobre estos días coronados por el domingo de Pascuas se reduce a lo que allí se elabora y presenta como una ineluctable cuenta regresiva: en el primer día de Semana Santa ya hubo 3 muertos, ya son 8 los muertos, ya son 11, 15, 19 ; al menos 27 muertos por accidentes que ocurrieron entre el miércoles y el viernes pese a las 1 De aquí en adelante, todas las bastardillas son mías. 2 Accidente de tránsito ocurrido en la ruta nacional 11, el 8 de octubre de 2006, cuando un camión chocó frontalmente a un ómnibus en el que viajaban estudiantes de un colegio porteño, en cercanías de la localidad santafesina de Margarista, ubicada en el noreste provincial. Murieron nueve estudiantes de 16 y 17 años y una docente, como así también dos personas que iban a bordo del camión. Para más datos véase el apartado Más allá de Rodrigo Bueno. La tragedia en disputa..., en el que trabajo sobre este caso. 3 Datos presentes en la página principal de la organización creada por los Familiares y Amigos de las Víctimas de la Tragedia de Santa Fe. Véase:

4 medidas especiales tomadas por el Gobierno ; hoy se sumaron otras doce víctimas ; ya son 36 los muertos por accidentes, y ayer se sumaron otras nueve víctimas fatales ; otra vez la fatalidad ; a la trágica lista del sábado, ya se sumaron ocho nuevas víctimas ; crece la lista negra ; récord de accidentes: en Semana Santa, más de 50 muertos. Corre el mes de marzo y los de las rutas trágicas, las víctimas fatales, la tragedia que se repite, los accidentes que se cobraron la vida y la Semana Santa trágica son los titulares que todos tienen a flor de labio. 4 Así relatadas las cosas pareciera, da la sensación, que esa cantidad de muertes es algo nuevo, que éstas han alcanzado un nivel desconocido, que antes esto no sucedía en la Argentina, que se trata de un tema de hoy. Hace unos días, en una entrevista radial el ya citado ministro Randazzo decía que el Gobierno es conciente de que el problema del tránsito se agravó, producto de la mayor cantidad de vehículos: en 2002 se vendió la misma cantidad que en un solo mes de Pero hace mucho tiempo que en este país se tienen muchas más posibilidades de morir en un choque o atropellado que en un robo o en un secuestro y, sin embargo, hace también mucho tiempo que los accidentes de tránsito no forman parte de aquellos hechos que, tanto desde los medios de comunicación como desde el Estado, entre otros, se nombran bajo el concepto de inseguridad y, por tanto, que se encuentran excluidos de las cuestiones que hacen a la llamada agenda de seguridad nacional. La Argentina es hace añares uno de los países con mayor cantidad de accidentes de tránsito mortales y en el cual éstos son una de las principales razones de muerte: en 2007 murieron personas, y del 2000 a esta parte, con más o menos vehículos circulando, la cifra casi no ha variado en absoluto, pues en ese año hubo muertos. 6 De pronto escucho la palabra tragedia y me detengo, como si su permanente presencia en cada relato periodístico sobre accidentes de tránsito la hubiera convertido en un potencial punto de riqueza. Un periodista de un canal de cable está dando la noticia de una serie de accidentes que acaban de suceder. Dice que hubo varios choques en cadena, que aún no se sabe si hay víctimas, si la fatalidad, si esta nueva tragedia se ha cobrado la vida de alguno de los accidentados. Leo el titular en la parte inferior de la pantalla: Otra vez la tragedia. Accidentes en cadena en la ruta 9. Me pregunto en qué sentido los accidentes son accidentes y en qué sentido se nombran como tragedias, por qué no se dicen crímenes u homicidios; por qué las víctimas y los accidentes son fatales y no mortales, a qué alude esa fatalidad que retorna, cómo retorna; por qué a esos muertos se los llama víctimas y no gente que se mata, es asesinada, o bien mata a otros; qué o quién está detrás de la tragedia y se cobra las vidas, cómo es que las vidas se cobran y no llegan a su fin por autoría de los propios muertos o de otras personas; por qué siempre se nombra a las víctimas de los accidentes de tránsito y nunca a los autores. Entonces viene la tanda publicitaria y el avance de un programa periodístico dedicado al tema de los accidentes de tránsito que se emitirá esta noche. Una voz en off sentencia: A un mes de la Tragedia de Dolores 7, nada ha cambiado. La tragedia se repite. En la Argentina mueren 22 personas por día en accidentes de tránsito. 4 Datos de los diarios nacionales Clarín, Página/12 y La Nación, aunque también provenientes de escucha de los principales programas periodísticos radiales y de la observación de los principales programas periodísticos nacionales de cable y televisión abierta. 5 Datos provenientes de la publicación de la entrevista realizada al ministro Randazzo en la página web de Radio Mitre, el 15 de marzo de Véase: 6 Datos de las estadísticas oficiales publicados en la página web de la Asociación Luchemos por la vida. Véase: 7 La Tragedia de Dolores es el nombre que los medios de comunicación han dado a un accidente ocurrido recientemente, el 9 de marzo del corriente por la madrugada, a la altura de la localidad bonaerense de Dolores, cuando el chofer de un ómnibus cruzó una barrera ferroviaria baja y fue embestido por un tren. Murieron 18 personas.

5 Entonces me digo que si lo que sostiene es que a pesar de la Tragedia de Dolores nada ha cambiado puesto que desde el día en que la misma ocurrió hasta hoy continuaron muriendo 22 personas en lo que la voz en off llama, por otra parte, nuestros accidentes de cada día, en realidad, situar el punto de partida en ese acontecimiento para juzgar que nada ha cambiado resulta arbitrario ya que al menos desde 1996 el promedio de muertos por día en accidentes de tránsito equivale a ese número. Y me pregunto, con todo, si es que nada cambia a pesar de la tragedia o si será que nada cambia precisamente por ella. El punto de partida: la muerte del cantante cuartetero Rodrigo Bueno El 24 de junio de 2000 (ese año en que las cifras oficiales registraron muertos en accidentes de tránsito ), alrededor de las 3.30 de la madrugada, cuando las ediciones de los principales diarios nacionales ya se encontraban cerradas, seis personas que viajaban en una camioneta Ford Explorer roja se estrellaron contra el guardarrail en el kilómetro 25 de la autopista Buenos Aires-La Plata. Eran cinco adultos y un nene de cuatro años que ocupaba el asiento del acompañante junto a su mamá cuando la ley lo prohíbe. El vehículo, que era conducido a una velocidad de entre 140 y 160 kilómetros por hora superando la máxima permitida por un hombre de 27 años (el padre del niño) que tenía 1,1 gramos de alcohol por litro de sangre (cuando el tope aceptado para conducir es de 0,50 según la norma vigente), dio dos vueltas sobre sí mismo, sus puertas se abrieron y el conductor y otro hombre que viajaba en el asiento trasero, ambos sin cinturón de seguridad a pesar de que su uso es obligatorio en la Argentina desde 1992, salieron despedidos. El primero, murió en el acto, cuando su cabeza golpeó contra el asfalto, por fractura de cráneo. El segundo, con golpes en el tórax y el abdomen, agonizó durante 40 minutos hasta morir en el Hospital Evita Pueblo de la localidad bonaerense de Berazategui. El conductor de una camioneta Chevrolet Blazer blanca de vidrios polarizados y su esposa, que circulaban en ese mismo momento por el otro carril de la autopista, vieron lo que sucedía. No se detuvieron y al llegar al peaje dieron aviso de lo ocurrido. El resto de los ocupantes de la Ford Explorer, que sufrieron múltiples heridas, declararían luego, en la causa abierta por la justicia bajo la carátula homicidio culposo, que la Blazer se cruzó ante ellos, los encerró, hizo que chocaran contra el guardarrail causando el accidente, luego aceleró y escapó. La justicia sostendría desde un comienzo, sin embargo, que el único responsable del hecho, de su propia muerte como así también de la muerte del otro ocupante del vehículo y de las heridas sufridas por el resto, era el conductor muerto y lo confirmaría en el juicio en el que, casi un año después, derivaría la investigación. Los periodistas de Crónica, el diario nacional con canal de cable propio que desde su origen se definió por otorgarles un lugar destacado a los casos policiales y abordarlos siguiendo la línea fundada por las revistas policiales populares de corte rojo y sensacionalista (Véase Vilker, 2006), fueron los primeros en llegar al lugar del hecho. No importaba, por principio, quién fuera el muerto ( un hombre, un niño, una mujer, un joven, un peatón, una anciana, un motociclista son marcados en sus notas y titulares como si se tratara de sujetos indiferenciados, anónimos, despojados de toda identidad), pues lo relevante era ese cuerpo en tanto objeto sanguinolento, en tanto objeto de goce estético 8 : la cabeza hecha trizas sobre el asfalto, el charco de sangre, las piernas como las de un muñeco de trapo, quebradas, enroscadas, vestidas por un jean reventado a la altura de la cintura por el que escapaban los calzoncillos, los pies muertos de los cuales colgaba un par de botas texanas rojas. 8 Para profundizar en esta conceptualización de los cuerpos como objetos de goce estético, véase el trabajo desarrollado por Shila Vilker (2006) sobre la prensa policial popular argentina y particularmente los capítulos Los confines de la civilización (pp ) y Violencia y sociedad (31-41).

6 Esas imágenes valían por sí mismas para Crónica, y esa muerte así construida tenía los ingredientes necesarios como para cruzar la frontera hacia lo público y transformase en noticia: había un cuerpo que portaba los signos de la violencia, y era éste, y no la persona muerta, el que adquiría un nombre propio que se iba construyendo a partir de las imágenes que los periodistas de Crónica elaboraban: cuerpo destrozado, desgarrado; cadáver que era a la vez signo y soporte de la violencia experimentada y en el cual podían leerse sus marcas. 9 Esto bastaba para definir el valor de esa muerte como noticia, aunque no fuera más que una noticia del día, una instantánea, una de esas muertes que en Crónica no se mantienen en la primera plana ni en la pantalla más que por una jornada y que para el resto de los diarios nacionales o bien no valen como para cruzar la frontera de lo privado o bien se convierten en un número de esos que pasan a engrosar, por ejemplo, la lista de muertos en accidentes de tránsito de la Argentina actual. Pero resultó que ese cuerpo, el del conductor, no era el de cualquier persona. Tenía nombre propio: Rodrigo Alejandro Bueno, conocido masivamente en la Argentina como Rodrigo, a secas, o como el Potro (tal era su apodo), por ser músico y cantante del género musical llamado cuarteto 10. Nacido en la ciudad de Córdoba (al igual que la música que cantaba), Rodrigo Bueno se había transformado en una estrella 11 y había logrado que el cuarteto, que desde sus orígenes, en los años cuarenta, fue bailado y cantado por los sectores populares, se extendiera más allá y comenzara a ser aceptado por otros sectores sociales, en tanto él mismo, a diferencia del resto de los cantantes del género provenientes de los sectores populares, obtenía el reconocimiento de ciertos sectores de clase media. Por ese entonces tenía una importante presencia en los medios de comunicación audiovisual (a cuyos programas era invitado no sólo para cantar), había llenado trece veces el estadio Luna Park (uno de los más grandes del país) y vendido millones de discos, al tiempo que sus canciones sonaban en las radios y eran bailadas en discotecas hasta entonces reacias a la música del cuarteto. El otro hombre, muerto en el Hospital Evita Pueblo de Berazategui, era Fernando Olmedo, también conocido masivamente por ser el hijo de uno de los considerados mejores humoristas de la Argentina, Alberto Olmedo, fallecido en 1988, al caer desde la baranda del balcón de su departamento en la ciudad de Mar del Plata. Crónica comenzó a difundir las imágenes a través de su canal de cable y dio la primicia (una cuestión por la cual, siempre que se trata de muertes, este medio suele distinguirse). Las consecuencias de estar ahí no habían sido buscadas, pero no por eso eran no deseadas. Tan ágilmente lo hizo que la madre de Rodrigo Bueno se enteró de la muerte de su hijo por ese medio. Y mientras los fans de el Potro se agolpaban en la morgue, los cables llegaban a las emisoras de radio y a los canales de televisión, que inmediatamente también tomaron el hecho y comenzaron a construir el acontecimiento. Durante todo el día 24, no hubo noticiero o programa televisivo o radial que lo excluyera. La prensa gráfica, en cambio, tuvo que esperar 9 Podríamos sostener, siguiendo el análisis de Michael Foucault sobre la transgresión (1996), que cuando los cuerpos son expuestos del modo en que lo hace Crónica se presentan como exceso que se opone a la ley de la decencia, pues es sobre éstos que la violencia bestial puede ser experimentada. Como sostiene Baudrillard (1993) el cuerpo destrozado es el primer gran soporte de una gigantesca empresa de seducción. 10 Según el antropólogo Gustavo Blázquez, quien ha desarrollado una investigación sobre los bailes del cuarteto, el cuarteto es un género de música popular urbana al cual se le adjudica -erróneamente- un origen rural y el cual dice sintetizar las tradiciones hispánicas e italianas de los inmigrantes llegados desde finales del siglo XIX a las pampas argentinas. Esta historia oficial, plagada de olvidos como la participación femenina, fue consagrada en una ceremonia parlamentaria que estableció al 4 de Junio como el Día del Cuarteto y al Cuarteto como música popular de Córdoba. (Blázquez, 2006). 11 Afirmo que Rodrigo Bueno se había convertido en una estrella, en el sentido de que, como consecuencia de su actuación pública como cantante y también en los medios masivos de comunicación, se había hecho conocido y era considerado un símbolo significativo entre diversos actores y grupos sociales, presentándose como la encarnación pública de ideales y valores que resultaban de sus presentaciones y actuaciones ficcionalizadas en el escenario y en la pantalla, como así también fuera de éstos. Para profundizar en esta conceptualización véanse, entre otros, Dyer (1979) y Lewis (1992).

7 hasta el día siguiente. Entonces, tampoco hubo diario nacional en el que el acontecimiento no fuera noticia de tapa ni ocupara, en el interior, unas cuantas páginas. Sin embargo, lo que en Crónica de todos modos se hubiese convertido en noticia, aunque más no fuera instantánea y aunque se tratara de cualquier persona, porque de lo que no se trataba era de cualquier cuerpo (como lo muestra la inmediata y exclusiva presencia de los periodistas de ese medio en el lugar del hecho), en los principales medios gráficos de la Argentina se consideraba una noticia digna de ser publicitada precisamente porque se trataba de Rodrigo Bueno. Allí, su cuerpo desgarrado y ensangrentado no fue expuesto como objeto de goce estético. No hubo junto a las notas de ese 25 de junio de 2000 en el que se dio a conocer su muerte ni en las que siguieron, ninguna imagen del cadáver, ninguna fotografía de ese cuerpo muerto. Tampoco, alguna referencia al mismo en los textos. Todas las fotografías de su persona retrataban a Rodrigo Bueno vivo y, para dar cuenta de su muerte en una imagen se apeló, ante todo, a su ausencia y al dolor que ésta despertaba en la gente, tal como lo mostraban las fotografías de su velatorio y su entierro. Sin embargo, no sería acertado inferir de esto ni del caso etnográfico anteriormente expuesto (sobre todo por las referencias a las acciones llevadas a cabo por los periodistas del diario Crónica) que, dada la ausencia de esas fotografías sobre el cadáver y dado que la muerte de Rodrigo Bueno asumió carácter público a través de los principales medios gráficos del país porque lo que se valoraba como noticia era la muerte de esa persona y no su cuerpo como objeto sanguinolento, se está construyendo aquí una frontera entre la prensa sensacionalista y la prensa seria. Pues si, como sostiene Elias (1989), el proceso civilizatorio que habría comenzado poco después de la edad media se caracterizó por un control social intenso que, anclado en la organización estatal y en predominio de las autocoacciones, tuvo por objetivo dominar las manifestaciones de la crueldad y la alegría producidas por la destrucción y los sufrimientos ajenos, haciendo así que todas las formas de placer vinculadas a la violencia y la crueldad pasaran a quedar limitadas por las amenazas del desagrado y finalmente se fueran refinando a través de una serie de mecanismos laterales, es de esperar que aquella frontera erigida entre la prensa seria y la sensacionalista se asocie de algún modo con ese límite instaurado por la civilización. Sobre todo, si a esto agregamos que, como lo muestran, además de Elias (2001), Bauman (1989) y Ariés (2002), uno de los aspectos principales del impulso civilizador que caracteriza a las sociedades occidentales modernas es el creciente ocultamiento de la muerte, los moribundos y los cadáveres. Pero, por un lado, esa frontera no existe per se y es construida por los propios agentes de los medios de comunicación, a través de los sentidos que éstos elaboran sobre lo que es propio y lo que es bárbaro, lo que es racional y lo que es irracional, lo que es trascendente y lo que es banal, poniendo en juego allí modelos de sociedad y de sujetos que se sostienen sobre multiplicidad de juicios y valoraciones, tal como puede visualizarse, por ejemplo, en las argumentaciones de los periodistas de los principales medios gráficos de la Argentina sobre la muerte de Rodrigo Bueno, en las cuales la marcación de la frontera que los distinguiría de la prensa sensacionalista se señala, entre otras cosas, a través de los se presentan como modos correctos e incorrectos, respetuosos e irrespetuosos de posicionarse ante la muerte y lidiar con ella: Crónica fue el primer medio en llegar al lugar del accidente. Ni los productores ni los fotógrafos ni la cronista sabían que el muerto era Rodrigo: lo descubrieron al mismo tiempo que disparaban la cámara y emitían las imágenes de la ensangrentada cabellera azul sobre el asfalto (...) No fue la única nota de morbo: más tarde, Crónica consiguió filmar y fotografiar la cara del cadáver dentro del féretro. También esas imágenes fueron repetidas hasta el cansancio, con una placa que decía Permanentemente: la muerte de Rodrigo. Otro motivo de dudoso orgullo -que no perdieron

8 oportunidad de resaltar- fue que Beatriz Olave, la madre del cantante, se enteró de la muerte de su hijo a través de la pantalla de Crónica. Y por el otro, además, esa frontera construida por estos periodistas para marcar la distinción entre ellos y la prensa sensacionalista, se muestra porosa y móvil. Pero no sólo porque a través del análisis de la totalidad de las notas publicadas sobre la muerte de Rodrigo Bueno es posible observar cómo en muchos casos la censura de ciertos actos parece convertirse en excusa para narrar abiertamente aquello sobre lo que se reniega y sobre lo cual recaen discursos moralistas, sino, ante todo, por dos cuestiones que son de gran relevancia a los objetivos de este trabajo. En principio, esa frontera se muestra porosa y móvil cuando los periodistas de los principales medios gráficos de la Argentina, ya desde el inicio de la trayectoria mediática post-mortem de Rodrigo Bueno, ese 25 de agosto de 2000, buscan a través de sus argumentaciones racionalizar su muerte, darle un orden a lo ocurrido y encontrar una explicación en la cual ningún elemento se presente como fuera de control y, al mismo tiempo, elaboran una clasificación de esa muerte como accidente de tránsito o accidente que se sostiene sobre una categoría específica, la de la tragedia, cuyo sentido, en el contexto de los relatos elaborados sobre la muerte de Rodrigo y también sobre otras muertes, no remite a un hecho tremendo, dramático y funesto, sino, como se verá más adelante, a lo irracional, a la ausencia de agencia, a fuerzas que superan a los sujetos y a lo que no es posible dominar. Y en segundo lugar, la frontera construida por estos periodistas entre ellos y la prensa sensacionalista se muestra porosa cuando la muerte de Rodrigo Bueno, categorizada desde un principio como una muerte trágica (en tanto muerte clasificada como accidente de tránsito o accidente ), comienza a categorizarse, al mismo tiempo, como una muerte misteriosa, en el sentido de una muerte posiblemente provocada de manera intencional por un tercero, es decir, como se verá sobre el final de este trabajo, en el sentido de una potencial muerte violenta. Pues, como afirma Bauman (1989), las sociedades occidentales modernas se definen como sociedades civilizadas de las cuales fue eliminada o al menos dominada la propensión humana a la crueldad y la violencia, definiéndose su imagen, así y ante todo, como una imagen de ausencia de violencia. Y en este sentido, el hecho de que estos periodistas gráficos (que al construir la frontera que los distinguiría de la prensa sensacionalista se estarían nombrando como parte o como representantes de esas sociedades civilizadas) hayan categorizado la muerte de Rodrigo Bueno como misteriosa apelando a la posibilidad de violencia (aún cuando no contaban con datos certeros al respecto y cuando la justicia excluía esa posibilidad), y de que haya sido esa categorización, antes que la de la tragedia, la que sostuvo la permanencia de la muerte (y la vida) de Rodrigo Bueno como noticia dándole a ésta su necesario valor de extraordinariedad, como intentaré mostrar al final, hace visible, entre otras cosas, que, como concluye Bauman el carácter general no violento de la civilización es una ilusión. Más exactamente, es parte integrante de su auto-apología y autoapoteosis, o sea, de su mito legitimador (Bauman, 1989, p.120). Del mismo modo en que lo es, en el caso de estos medios gráficos, su auto-denominación como prensa seria y la frontera que los divide de aquella que auto-denominan, tácita o explícitamente, prensa sensacionalista. Este trabajo Teniendo en cuenta la importancia de las categorizaciones señaladas elaboradas por los periodistas sobre la muerte de Rodrigo Bueno en tanto muerte clasificada por los mismos como accidente de tránsito, como así también la de las elaboradas sobre aquellos accidentes

9 de tránsito expuestos al comienzo, y partiendo de que todo acto de categorización llevado a cabo por agentes autorizados y en contextos específicos, incide sobre la realidad (Bourdieu, 1985), el objetivo de este trabajo será mostrar cómo lo que define a una muerte que es clasificada como accidente de tránsito y también a aquellas que son clasificadas como accidente, tácita o explícitamente, es que ambas clasificaciones se sostienen sobre la categoría de la tragedia. Para esto, exploraré cómo esta categoría es utilizada por los periodistas de los principales diarios de la Argentina y también como es disputada, en algunos casos, por otros agentes vinculados a ciertas muertes categorizadas por la prensa gráfica de ese modo, comparando el sentido que la tragedia adquiere, como categoría nativa, en el contexto de argumentaciones específicas realizadas por los periodistas. Así, en principio, centrándome en la muerte del cantante Rodrigo Bueno y en el análisis del argumento que los periodistas comenzaron a construir desde el día posterior a su muerte, intentaré mostrar cómo la clasificación de esa muerte como accidente de tránsito o accidente se funda sobre la categoría de la tragedia y cómo ésta define su sentido particular en relación con otros conceptos que se hacen presentes en el argumento. Asimismo, buscaré exponer el modo en que el sentido que la tragedia adquiere se imbrica con la desestimación de ciertos datos sobre el accidente de tránsito que si bien pueden ser comprendidos como sus causas no son designados de este modo por los periodistas, haciendo a la vez que el conductor (Rodrigo Bueno), a cuyas acciones remiten esos datos, no se constituya como autor 12 en el relato, clausurando, finalmente, el concepto de accidente de tránsito, reduciéndolo a la conceptualización de accidente presente en el diccionario y desalentando otras formas posibles de comprenderlo. Luego, a partir del interrogante por el uso indiferenciado que en el caso de la muerte de Rodrigo Bueno los periodistas hacen de los conceptos accidente de tránsito y accidente (también presente en aquellas muertes de esta Semana Santa mencionadas al comienzo), y recuperando cómo la categorización trágica de su muerte clausura el concepto de accidente de tránsito subsumiéndolo en el de accidente y cómo su muerte es comparada con otras muertes categorizadas como trágicas que son clasificadas como accidentes (incluyendo accidentes y accidentes de tránsito indiferenciadamente), alejaré la lente de la muerte de Rodrigo Bueno y buscaré mostrar que la correspondencia entre tragedia y accidente de tránsito o accidente la excede, haciendo visible la naturalización de esa relación (y de los sentidos de ambos conceptos explorados previamente) y la incidencia sobre la realidad de esa categorización realizada por los periodistas. Trabajaré en este punto sobre dos acontecimientos de muerte que fueron nomeclados por los periodistas de los principales medios gráficos de la Argentina a partir de la categoría de la tragedia : la Tragedia de Cromagnon y la Tragedia de Santa Fe. Sin embargo, puesto que lo se busca es dar cuenta de la naturalización de aquella relación tragedia / accidente y la sedimentación de los sentidos de estos conceptos, no me centraré aquí en las argumentaciones de los periodistas sino en dos breves extractos de documentos producidos por los Familiares, Amigos y Sobrevivientes de esas tragedias que remiten a aquéllas, y en los que éstos disputan por definir los sentidos legítimos de esas muertes y los modos de nombrarlas. Finalmente, a modo de cierre, retomaré la argumentación elaborada por los periodistas a partir de la muerte de Rodrigo Bueno y expondré cómo la misma se construyó, además de cómo una muerte trágica, como una muerte misteriosa, y cómo su permanencia como noticia y, por tanto, el valor de extraordinareidad de ésta, se sostuvo, como explicité anteriormente, sobre la construcción de esa potencial provocación intencional de un tercero, de la posibilidad de violencia (aunque los datos lo negaran). A partir de allí, plantearé algunos 12 Me refiero aquí a ser autor en el sentido en que lo comprende Anthony Giddens (1995 pp ). En el siguiente apartado explicitaré esta conceptualización.

10 interrogantes sobre los sentidos posibles que la categorización de muerte trágica parecería adquirir por comparación con los de la muerte misteriosa. O sea, sobre lo que la existencia del misterio parecería decirnos sobre la tragedia, apuntando a vislumbrar algunos indicios que sugieran caminos a seguir en futuras aproximaciones para dar respuestas a aquella pregunta del comienzo por la fuerza social de la idea de la tragedia. Por último, es necesario señalar, puesto que hasta aquí he hecho referencia a las argumentaciones de los periodistas de los principales diarios de la Argentina, que me refiero a los diarios Clarín, La Nación y Página/12 y que con principales aludo a que, en el momento de la muerte de Rodrigo Bueno, eran los tres diarios de mayor tirada nacional. Este trabajo se realizó a partir de la construcción de un corpus constituido por la totalidad de las notas publicadas en esos medios desde el día de la muerte de Rodrigo Bueno, aquel 24 de junio de 2000, hasta la actualidad, y es el resultado de la reconstrucción, la exploración y el análisis de los argumentos construidos en esas notas por los periodistas. Como se vio hasta aquí, y se notará a continuación, no realizo distinciones entre los mismos y es interesante resaltar que esto se debe a que los argumentos en torno a las temáticas centrales de este trabajo no varían de un medio a otro, ni entre unos y otros periodistas (tampoco el argumento es construido por uno ni unos periodistas en particular de cada medio gráfico). A esto se debe, además y como se verá en la totalidad del trabajo, que no se haga referencia en los párrafos que se presentan para dar cuenta de esos argumentos a los medios de los cuales provienen ni a los periodistas que los escribieron. Estos párrafos, por otra parte, sólo se presentan a modo ilustrativo, pues lo que aquí se plantea no se redujo al análisis de los mismos sino que, como se sostuvo anteriormente, es el producto de la exploración, el análisis y el intento por comprender las temáticas que aquí se abordan a partir de la reconstrucción de la totalidad de las argumentaciones sobre la muerte (y la vida) de Rodrigo Bueno elaboradas por los periodistas de los principales medios gráficos de la Argentina, situadas en un espacio y un tiempo específicos pero también abordadas desde las particularidades de un tiempo y un espacio, de las cuales se ha partido en este trabajo y a las cuales, tal vez y de algún modo, aquellas argumentaciones permitan comprender. Un accidente de tránsito, una tragedia : la clausura de un concepto y una muerte producto de las fuerzas de la naturaleza Ya se ha dicho: en los principales diarios nacionales la muerte de Rodrigo Bueno no ingresaba como la de un sujeto cuyo cuerpo violentado deviene objeto sanguinolento. Sin embargo, tampoco ingresaba, a pesar de que en los hechos no se distinguía en absoluto de ellas, como una de esas muertes indiferenciadas que, al igual que las de esta Semana Santa, se suman al largo listado que conforma las estadísticas anuales de muertos en accidentes de tránsito. La presencia del nombre propio en las tapas y los titulares, la cantidad de notas y el espacio destinado en cada diario mucho más a su persona que a su muerte, daban cuenta de que Rodrigo Bueno no era identificado como parte de esa masa impotente de individuos (Da Matta, 1979, p. 246) que vivirán y morirán en un sistema social en el cual los valores positivos son atribuidos solamente a personas privilegiadas y bien relacionadas 13 (Carvalho de Mesquita Ferreira, 2007) y que, sin duda, era ubicado entre estas últimas. Incluso, a diferencia de Fernando Olmedo, cuya muerte (a pesar de haber ocurrido junto con la de Rodrigo Bueno y a pesar de ser él uno de los hijos de Alberto Olmedo, a quien los mismos medios gráficos designan uno de los mejores humoristas y uno de los más grandes ídolos 13 La traducción del portugués es mía.

11 argentinos) sólo aparecía mencionada en las notas principales sobre el acontecimiento casi como un comentario al margen, como un corolario de la muerte principal. Ahora bien, si consideramos lo señalado por Pierre Bourdieu (1997) respecto de la importancia que poseen los nombres propios como parte constitutiva de las identidades personales y su papel central en la constitución y reproducción social de las personas, podemos decir que el modo en que Rodrigo Bueno era nombrado le atribuía una trayectoria que integraba y sintetizaba su identidad en todos los campos en donde éste intervenía como agente, o sea, integraba y sintetizaba la totalidad de sus historias de vida posibles, y que esa coherencia y esa unidad atribuidas eran en cierta medida, como afirma Bourdieu, una ilusión. Pues la totalidad de sus historias de vida quedaban allí reducidas a una de ellas: a su trayectoria en el escenario y en los medios masivos de comunicación. En este sentido, y si los actos de nominación le dan existencia social a identidades personales (Idem), la muerte de Rodrigo Bueno asumía carácter público a través de los medios gráficos, en principio, no por su propio estatuto, por el modo, las razones y el momento en el que había ocurrido, sino por el estatuto del muerto. Pues si esa muerte tenía nombre propio no era porque Rodrigo Bueno era Rodrigo Bueno en tanto agente que intervenía en multiplicidad de campos, sino porque era el Potro, Rodrigo, el ídolo, la estrella máxima del cuarteto. Era éste el que había muerto y, por tanto, era ésa muerte la que no era la de cualquiera: Murió un ídolo. Rodrigo Alejandro Bueno, el Potro, se mató ayer cuando regresaba de dar un recital en el boliche Escándalo de City Bell. Murió Rodrigo, estrella máxima del cuarteto. La muerte de el Potro tuvo lugar ayer alrededor de las 3.30 de la madrugada. Así, el valor de la noticia (Hartley, 1982) parecía encontrarse definido, en principio, por la persona y lo negativo (la noticia de su muerte), apelando, por supuesto, a los supuestos intereses del lector en la muerte del ídolo o la estrella máxima del cuarteto que, aunque habiéndose constituido como tal para diversos agentes sociales a partir de su actuación pública en el escenario y en los medios, era elevado a esa posición y distinguido por los medios gráficos con mayor intensidad después de su muerte, lo cual no sólo da cuenta distinción establecida entre la muerte de Rodrigo Bueno y la de otros sujetos, sino también de cómo Rodrigo comenzaba a constituirse en uno de esos muertos que, como afirma Nigel Barley, no precisan siquiera continuar actuando para seguir existiendo y a los que quizás deberíamos ver como los opuestos complementarios de esos bebés cuya muerte no causa mayores desgarros en el tejido social (Barley, 1995, p. 21). Sin embargo, que haya sido la categoría de persona y no la de muerte la que determinó, en principio, que la muerte de Rodrigo Bueno asumiera carácter público a través de los principales medios gráficos del país, no implica que ésta no halla sido categorizada. Y en este punto es necesario subrayar que la categorización de esa muerte, sobre la que se sostiene su clasificación, no existe independientemente de las notas elaboradas sobre la misma ni de las argumentaciones construidas al respecto por los periodistas, en el sentido de que la clasificación y categorización de la muerte de Rodrigo Bueno presentes en las notas publicadas en esos medios, no son reflejo de la realidad ni la impresión en las páginas de los diarios de algo que se encuentra dado y que se presenta transparente y natural. Pues como lo planteó Durkheim hace tiempo (1992) las categorías del entendimiento humano no están dadas de antemano: son los agentes los que ordenan el mundo a partir de categorías conceptuales. Y, tal como muestra su clásico trabajo desarrollado junto a Mauss (Durkheim y Mauss, 1996), las categorizaciones y clasificaciones no son productos de la naturaleza ni del intelecto, no provienen del mundo sensible ni de la conciencia, sino de la

12 organización social, de la experiencia colectiva y, en este sentido, son siempre categorías prácticas. Entonces, es preciso señalar que ya desde el día posterior a que la misma tuviera lugar, ese 25 de agosto de 2000, la muerte de Rodrigo Bueno fue clasificada por los periodistas como un accidente de tránsito o un accidente, y categorizada como una tragedia. Podría asumirse, a priori, que con accidente se está haciendo referencia de un modo sintético a un accidente de tránsito y que por éste se está comprendiendo al hecho que, como consecuencia de la circulación automovilística, produjo la muerte de Rodrigo Bueno y de Fernando Olmedo, como así también las heridas sufridas por el resto de las personas que iban en el vehículo y el daño de éste. También, que ese hecho tuvo causas que refieren a acciones de personas (manejar habiendo bebido alcohol a una velocidad de entre 140 y 160 km/h y sin cinturón de seguridad), causas que, por tanto, podrían haberse evitado respetando las normas de tránsito vigentes y de las cuales Rodrigo Bueno habría sido autor, lo cual lo convertiría, asimismo, en responsable de lo ocurrido. Del mismo modo, podría asumirse que con tragedia se está haciendo referencia a lo tremendo de la muerte de Rodrigo Bueno, a la tristeza y la desgracia que ésta implica. Sin embargo, cuando el mundo social en el que trabajamos habla nuestro propio lenguaje es preciso, para poder trabajar sobre las categorías de percepción de los otros (en este caso, los periodistas), trabajar críticamente sobre las propias categorías (Véase Herzfeld, 1987). Y para esto, es preciso comenzar planteando el interrogante por lo que esas categorías significan para los periodistas de los principales medios gráficos de la Argentina, es decir, como categorías nativas, explorando el sentido contextual de aquellas palabras, o sea, el sentido que el accidente de tránsito y la tragedia adquieren en el contexto de las argumentaciones realizadas por los periodistas sobre la muerte de Rodrigo Bueno. Siguiendo entonces esta perspectiva, dos cuestiones surgen en principio como relevantes para comprender el sentido de esos términos. Por un lado, en los relatos de los periodistas sobre el accidente o el accidente de tránsito éstos hacen mención a aquellos datos que podrían considerarse causas del mismo y de la muerte de Rodrigo Bueno: la ausencia de cinturón de seguridad, la superación de la velocidad máxima permitida y del tope de alcohol por litro de sangre aceptado para conducir. No obstante, estos datos no son nombrados ni construidos como causas del accidente. Tampoco, por tanto, se presentan como causas de la muerte del propio Rodrigo Bueno, ni de la de Fernando Olmedo ni de las heridas sufridas por el resto de las personas que viajaban en el vehículo. Y menos aún, si esos datos no se elaboran como causas del accidente de tránsito ni de sus consecuencias, Rodrigo Bueno, que era quien conducía a más velocidad de la permitida, sin cinturón y habiendo bebido alcohol, es nombrado como autor del hecho, en el sentido que Anthony Giddens otorga a este término cuando sostiene que el obrar humano (que no denota las intenciones que las personas tienen para hacer cosas sino su capacidad de hacerlas, es decir, su agencia, su capacidad de ejercer poder o producir un efecto, una diferencia) concierne a sucesos de los que un individuo es el autor, en el sentido de que pudo, en cada fase de una secuencia dada de conducta, haber actuado de otra manera y que, por tanto, lo que ocurrió no habría ocurrido si hubiese actuado de otro modo, es decir, si no hubiese intervenido como lo hizo (Giddens, 1995, pp ). Esta primera percepción que se tiene al analizar el argumento construido por los periodistas, se produce también cuando éstos se refieren a la causa abierta por la justicia sobre el accidente de tránsito, caratulada como homicidio culposo. Pues allí los periodistas construyen el relato integrando las declaraciones de los abogados y otros especialistas involucrados en el hecho, pero las mismas son inmediatamente desalentadas como formas posibles de explicar el accidente y la muerte de Rodrigo Bueno, o sea, de comprender esos datos como acciones evitables de las que alguien fue autor.

13 De esta manera, la muerte de Rodrigo Bueno es clasificada como accidente de tránsito o accidente y, a la vez, las únicas causas certificadas del mismo y la única persona que podría ser autora de éstas, no son nombradas como tales. Claro que, desde el lugar de la recepción, el lector podría construir esos datos como causas y acciones evitables de las que Rodrigo Bueno fue autor. Sin embargo, puesto que lo que aquí interesa es el sentido que el accidente de tránsito adquiere, como categoría nativa, en el contexto del argumento construido por los periodistas, lo relevante no es que el lector pueda hacer esa lectura o no, sino que esos datos no adquieren ese sentido y que éste aparece clausurado. Pues en esos argumentos todo se presenta como si las causas del accidente de tránsito y de la muerte de Rodrigo Bueno estuvieran en otra parte; como si la ausencia del cinturón, la velocidad y el alcohol, no fueran comprendidos, a pesar de ser mencionados, como acciones evitables; como si el accidente hubiese ocurrido a pesar de ellas, en suma, como si no hubiese habido allí ninguna agencia. Entonces se hace necesario plantear un interrogante fundamental: qué es lo que hace, en el contexto de estas argumentaciones, del accidente de tránsito o del accidente un accidente de tránsito o un accidente? Y frente a éste, inmediatamente, aparece la tragedia, presente en cada nota, omnipresente. Porque, por otro lado, al analizar el relato construido por los periodistas sobre la muerte de Rodrigo Bueno, encontramos que la categoría de la tragedia se impone sobre la totalidad del argumento. Incluso se impone sobre los términos accidente y accidente de tránsito a los cuales o bien se hace referencia muy poco o bien se presenta directamente ligados a la tragedia, casi como si se encontraran implicados en ella. Ahora bien, podríamos creer, como se planteó anteriormente y a priori, que la tragedia refiere a la muerte de Rodrigo y que a ésta se la está nombrando como tremenda, funesta, sangrienta. Sin embargo, ese sentido no invalidaría que esa muerte clasificada como accidente de tránsito o accidente tuviera causas que fuesen el producto de la agencia de alguien y que, en tanto tales, pudieran considerarse evitables y, por lo tanto, tampoco explicaría la casi nula presencia de los términos accidente o accidente de tránsito en los relatos elaborados por los periodistas. Pero si, en cambio, se indaga qué es lo que la tragedia designa en el contexto de la totalidad de los argumentos sobre la muerte de Rodrigo Bueno, si inventariamos con qué otras conceptualizaciones ésta se relaciona, encontramos, en primer lugar, que el sentido de la tragedia se define en relación con las ideas del destino, la repetición o el retorno cíclico, lo irracional, la necesidad y la fatalidad, las cuales se hallan íntimamente vinculadas y definen su sentido relacionalmente. Así, en principio, el accidente de tránsito se define como una fatalidad. Podría sostenerse que la designación del accidente como un hecho fatal se refiere a un accidente mortal. Sin embargo, en el contexto de las argumentaciones de los periodistas, en las cuales la idea de la tragedia se impone y en las cuales aquellos datos que podrían comprenderse como causas del accidente y de la muerte de Rodrigo Bueno son mencionados pero no son construidos como tales, la fatalidad cobra el sentido de algo inevitable e imprevisible que sería fuente (o mejor dicho, causa) del accidente de tránsito y, por tanto, de esa muerte. Y es esta fatalidad, característica de la tragedia, la que se repite, la que retorna: Como Gilda, hace seis años, Rodrigo murió trágicamente en otro fatal accidente de tránsito en la autopista Buenos Aires-La Plata. Rodrigo: un nuevo accidente, una nueva tragedia. El Potro murió ayer cuando la fatalidad acabó con su vida en la autopista Buenos Aires-La Plata.

14 Así, el accidente de tránsito se constituye, en el contexto del relato de los periodistas, en un hecho fatal en tanto hecho necesario que por eso mismo se repite (y no en tanto hecho mortal, como se sostuvo anteriormente; pues, además, no habría necesidad de sostener que alguien se mató o murió en un accidente mortal). Y esta idea sobre la inevitabilidad de estos acontecimientos de lo cotidiano, en tanto que así comprendidos escapan a toda posibilidad de control, se presenta como algo a lo que según afirman en sus argumentos los periodistasestamos destinados o condenados ( nuestros accidentes de cada día, decía, asimismo, el periodista que hablaba por la televisión de las 22 muertes diarias que se producen por accidentes en la Argentina, cuyas palabras fueron citadas al comienzo de este trabajo). Esto se hace evidente, entre otras cosas, en el hecho de que ciertos objetos, como los cinturones de seguridad, los vehículos y las rutas en las que los accidentes de tránsito se repiten sean personificados (como también ocurría con las rutas en los relatos de los accidentes de Semana Santa expuestos al comienzo: rutas trágicas, sintetizaban los periodistas), es decir, construidos como portadores de agencia, una capacidad que en este caso no parece corresponderles a los seres humanos, en el sentido de que, aunque actúen, la conceptualización de esta acción, en relación con la tragedia, es una en la cual no se posee la capacidad de incidir sobre la realidad: son las rutas, los cinturones, los vehículos y no las personas, las que acaban con las vidas: Si Gilda 14, que era apenas conocida más allá del mundo de la bailanta (cuando otra ruta trágica acabó fatalmente con su vida) se convirtió en poco menos que una santa, no debería extrañar que la figura de Rodrigo crezca hasta convertirse en inconmensurable. Varias hipótesis disparatadas, elucubraciones de todo tipo y un asesino desestimado se entrelazan en torno de la muerte del cantante Rodrigo Alejandro Bueno (...) El desestimado asesino de siempre fue el cinturón de seguridad, que causa 1100 muertes por año en la Argentina. La camioneta, que iba como a 150 km/h, se estrelló contra el guardarrail, comenzó a dar vueltas sobre sí misma y despidió a Rodrigo, que murió instantáneamente cuando su cabeza golpeó contra el asfalto, por fractura de cráneo. Por otra parte, esa fatalidad que se repite es asimilada a una tragedia que se repite: la de las muertes en accidentes o accidentes de tránsito. Una idea que está tan presente en los relatos periodísticos citados al principio de este trabajo como en el argumento construido en torno a la muerte de Rodrigo Bueno: Otra vez la tragedia: Rodrigo se mató en un accidente de tránsito. La tragedia se interpuso otra vez, hace menos de un año, cuando un nuevo accidente se cobró la vida del cuartetero Rodrigo Bueno. En El instante eterno, el sociólogo Michel Maffesoli sostiene que mientras la marca del drama moderno fue la velocidad, la marca de la tragedia es un tiempo inmóvil o una concatenación de instantes inmóviles, de instantes eternos. Uno refiere a un tiempo lineal, asegurado, el del proyecto, es decir, al linealismo seguro de la historia; la otra, al ciclo, o la espiral, del destino (Maffesoli, 2001, pp ). El de la tragedia es un tiempo mítico, el de la repetición, el retorno de lo cíclico acentuando el destino, el retorno, dice Maffesoli, de lo que fue y es de nuevo (Idem, p. 17): 14 Gilda, cantante popular del género musical denominado cumbia, muerta en un accidente de tránsito en 1996.

15 Con la muerte de Rodrigo parece cumplirse el destino de otros ídolos, como el caso de Gilda, una cantante muy popular que también murió fatalmente en un accidente, en Chajarí, en Ese destino trágico parece expresarse, así, en un retorno cíclico de la fatalidad Antes de continuar, es importante señalar aquí que si bien ese destino trágico del que se habla refiere al destino de los ídolos con los que Rodrigo Bueno es comparado, lo que lo hace trágico es el retorno de una fatalidad que, tal como surge del análisis de la totalidad de las argumentaciones elaboradas por los periodistas, no designa cualquier muerte sino una muerte clasificada como accidente de tránsito o accidente. Es decir que es éste el que, construido como fatalidad, expresa esa repetición cíclica de lo que fue y es de nuevo característica de la tragedia. Ahora bien, en esa idea de la tragedia presente en el argumento de los periodistas (en la que se implica o se subsume al accidente de tránsito o al accidente ), es que las acciones de Rodrigo Bueno (las que podrían ser construidas como causas del accidente y de sus consecuencias) quedan relativizadas por la necesidad y se ven superadas por la fuerza de las cosas (o del destino, o de la naturaleza). Las cosas, a las que se les imputa toda la agencia, no se dejan manejar, se entrometen, brusca e inesperadamente, y el acontecimiento del accidente seguido de muerte, tan sólo adviene: (Rodrigo) murió el mismo día que Carlos Gardel, 65 años después, del mismo modo impactante e inesperado 15. La muerte, que suele ser tan democrática en sus elecciones, se interpuso prematuramente en (la vida de Rodrigo) (...) El final tuvo, como penoso agregado, la violencia que lleva implícita toda sorpresa. Por otra parte, en todas las argumentaciones sobre la fatalidad del accidente, sobre su ineluctabilidad y su necesidad, sobre la preponderancia del destino ante la agencia, se presupone, por tanto, un predominio de dimensiones no racionales que produjeron esa muerte, como si lo ocurrido no tuviera más lógica que la del destino (a pesar de que los datos que pueden leerse como causas del accidente son mencionados, pero, nuevamente, precisamente porque no son de ese modo elaborados). Así, una frase pronunciada por Rodrigo Bueno en su último show (brindado antes del accidente de tránsito ) al saludar a su público - nos vemos en el infinito, dijo-, aparece recuperada una y otra vez en los relatos de los periodistas apelando a la idea de un destino que ya estaba escrito. Y del mismo modo, una canción suya que refiere a la muerte se presenta, en el contexto de sus argumentos, como la prueba de un destino del cual no era posible escapar (aunque Rodrigo se la había escrito a un amigo muerto), como una forma de dar sentido a esa muerte que la razón no podría explicar (puesto que del argumento elaborado por los periodistas se desprende que ninguna razón causó el accidente ni tampoco, por tanto, podría haberlo evitado): El tema de Rodrigo (...) dice, entre otras cosas (...): (...) Un largo camino al cielo/ todos llorando y sufriendo/ los héroes son de mentira. Pocas cosas peores que una vida que se troncha joven, inexplicable y absurdamente. Sin embargo, lo anterior no significa que toda racionalidad y toda lógica en relación con el accidente en el que murió Rodrigo Bueno se encuentren excluidas del relato de los periodistas. En todo caso, lo que sucede es que éstas quedan aplacadas por la preponderancia de la tragedia. Y es a esto a lo que se hacía referencia con aquel señalamiento sobre la 15 Es relevante señalar que Carlos Gardel murió en un accidente de aviación.

16 imposibilidad de sostener como causas del accidente, como causas que bastan para explicar esa muerte, aquellos datos que los periodistas presentan pero no nombran como tales. Pues la presencia de la idea del accidente como fatalidad, como destino, con todo, como tragedia, hecha por tierra esa posibilidad y la misma resulta estrecha para poder comprenderlo, en tanto se presenta como si todo esfuerzo humano, para bien o para mal, por más lógico y racional que sea resultara precario (Maffesoli, p. 25). Así, como resume un periodista: La muerte de Rodrigo tiene algo de tragedia (...) Y lo que tiene de tragedia es que un destino inexorable parece haber marcado ese recorrido hacia la fatalidad. Así, la referencia a la repetición, al retorno cíclico de la fatalidad, de lo necesario y por tanto inevitable, no señala otra cosa que el predominio del destino en los relatos sobre la muerte de Rodrigo Bueno clasificada por los periodistas como accidente de tránsito o accidente. Y no sería un desacierto sostener, como lo hace Maffesoli, que esa concepción del tiempo presente sus argumentaciones, se encuentra ligada a una concepción de la acción: en la concepción cíclica del mundo, afirma Maffesoli, se insiste sobre la dimensión destinal de la existencia y es esto lo que constituye ese sentimiento trágico que nos hace tomar caminos que en parte ya estaban trazados, y de los cuales no somos autores (Maffesoli, 2001, pp ). En este sentido, es posible interpretar que a esto se debe la mención de aquellos datos sobre el accidente que no son construidos como causas y de los cuales Rodrigo Bueno tampoco es considerado autor. Pues aunque éste haya optado por actuar de uno u otro modo, o por abstenerse de hacerlo, de todas maneras ese final trágico, el de su muerte por accidente de tránsito, le estaba predestinado, como si no hubiese podido escapar de la vida que le tocó vivir o intervenir sobre el curso de las cosas, y este hecho no dejara otra posibilidad que aceptar la fatalidad del accidente, de ese hecho escrito en su destino: Murió el mismo día que Carlos Gardel (...) Venía de pasar una temporada en el infierno, que le fue encantador, de una clínica de rehabilitación en que Diego Maradona hace como que se cura, en Cuba. Manejaba sin cinturón de seguridad un auto carísimo y nuevo, con su hijo y su ex mujer al lado: se había reencontrado con ellos en un extraño oasis del torbellino de su vida. Venía de La Plata, que siempre le interesó mucho. En el vehículo, que iba como a 140, viajaba uno de los hijos de Alberto Olmedo, al que acababa de conocer (...) Todo en derredor de la muerte de Rodrigo parece simbólico y fatal, sobre todo la imagen de un auto lanzado a velocidad de madrugada por una autopista llena de fantasmas, de sueños hecho trizas. Pasó lo que da ahora la impresión que debía pasar. Con todo, la categorización del accidente de tránsito en el que murió Rodrigo Bueno como una tragedia, en el contexto de las argumentaciones realizadas por los periodistas, refiere a la fuerza del destino. Una fuerza que no hace sino acentuar el ascenso en potencia de lo que es impersonal, en el sentido de que el accidente de tránsito parece depender allí mucho más de la necesidad que de Rodrigo en tanto agente. Como afirma Maffesoli: Es eso mismo lo que se expresa, de maneras diversas, en las tragedias: uno es más actuado de lo que, en realidad, actúa por sí mismo. El destino está ahí, todopoderoso, despiadado, y a pesar de la voluntad del sujeto orienta en el sentido de lo que está escrito. (Maffesoli, 2001, p. 33) Es en este sentido que la tragedia fundamenta la clasificación de la muerte de Rodrigo Bueno como accidente de tránsito o accidente, definiendo su sentido a partir de las conceptualizaciones hasta aquí desarrolladas, las cuales sostienen y, asimismo, permiten comprender la desestimación de aquellos datos registrados por los periodistas que pueden concebirse como causas del accidente pero que no son construidos ni nombrados como tales,

17 del mismo modo en que Rodrigo Bueno no es designado ni como responsable ni como autor del hecho, puesto que nadie, sólo el destino, puede ser autor de la tragedia. De esta forma, esta categorización del accidente de tránsito remite a una única conceptualización de éste, desalentando o excluyendo otras formas posibles de comprenderlo, clausurando 16 el concepto como si todo su sentido se redujera a la definición del término accidente presente en el diccionario, como así también al resto de las palabras que componen la familia de este término: accidente m. (del lat. accidens, que ocurre.) Suceso eventual, inesperado y generalmente desagradable ; accidentalmente (...) Fortuitamente, casualmente, por casualidad ; accidental (...) Casual, contingente // Producido por una circunstancia imprevista, un accidente: muerte accidental. Y de igual modo, clausura la conceptualización del muerto que, entonces, sólo puede ser pensado como víctima sin ninguna capacidad de agencia: accidentado. M y f. Víctima de un accidente ; accidentar (...) Padecer o sufrir un accidente. Esta clausura del concepto permite comprender, en parte, el hecho de que la muerte de Rodrigo Bueno aparezca clasificada por los periodistas como accidente de tránsito y también como accidente y el uso indiferenciado que de estos términos hacen en sus argumentaciones, como si fueran equivalentes. Y si es la tragedia, como hasta aquí hemos considerado, la que fundamenta la clasificación de esa muerte como accidente de tránsito y, a su vez, es su sentido el que lleva a subsumir esta clasificación en la de accidente, podría desprenderse de esto, del hecho de que ambos términos definan su sentido relacionalmente en el contexto de las argumentaciones realizadas por los periodistas, que cuando una muerte es categorizada como trágica (como las de esta Semana Santa) esa categorización remite a la idea de una muerte clasificada como accidente y que, a la inversa, cuando una muerte es clasificada como accidente (sea de tránsito o no, como se verá a continuación), esa clasificación remite a la conceptualización de muerte trágica. Sin embargo, puesto que hemos partido aquí de un caso etnográfico particular, de la muerte de Rodrigo Bueno, y que ésta no asumió carácter público a través de los medios gráficos, en principio, por el tipo de muerte del cual se trataba sino por quién era la persona muerta, no sería pertinente plantear tal generalización. Es preciso explorar si esta correspondencia entre tragedia y accidente se produce también en relación con otras muertes, y si ambos conceptos se definen allí del mismo modo en que hasta aquí ha sido planteado. A continuación se intentará mostrar, a partir de otras muertes categorizadas como tragedias por los periodistas de los medios gráficos y de la disputa que otros agentes sociales a éstas vinculados mantienen en torno a esa categorización, que esa correspondencia excede a la muerte de Rodrigo Bueno, haciendo visible la naturalización de la relación tragedia / accidente y, por tanto, de los sentidos de ambos conceptos hasta aquí explorados. 16 Con clausura me refiero al modo en que el argumento construido por los periodistas alienta y promueve ciertos sentidos sobre el accidente de tránsito y desalienta, ausenta o excluye otras formas posible de comprenderlo, sin que esto sea imputado a intenciones de quienes elaboraron esos argumentos, del mismo modo en que no es posible imputarles a los periodistas la intención de clasificar y categorizar los accidentes de tránsito como tragedias (lo cual no significa, sin embargo, que esta categorización no incida sobre la realidad). Pues tales categorizaciones y clasificaciones pueden ser el producto tanto de la lógica productiva de los medios gráficos, de rutinas de producción periodística, de pautas estructuradas de clasificación y categorización de acontecimientos, como de múltiples cuestiones para las cuales sería necesario realizar otra investigación que incluya, entre otras cosas, tanto observación etnográfica en los medios gráficos como entrevistas a los periodistas. De ahí que en este trabajo antes que del por qué me ocupe del cómo. i 18 La muerte de Rodrigo Bueno es comparada, entre otras, con la del humorista Alberto Olmedo (muerto al caer desde la baranda del balcón de su departamento, en un accidente ), el boxeador Carlos Monzón (muerto en un accidente de tránsito ), el también cantante cuartetero Walter Olmos (muerto cuando se le escapó un disparo de una pistola con la que jugaba, en un accidente ) y, ante todo, Gilda (muerta en un accidente de tránsito ) y el cantante de tango Carlos Gardel (muerto en un accidente de aviación ).

18 Más allá de Rodrigo Bueno. La tragedia en disputa: la Masacre de Cromagnon y la Tragedia de Santa Fe Se sostuvo hasta aquí que no es la muerte de Rodrigo Bueno como tal, es decir, cualquiera hubiese sido su clasificación, la que es categorizada como una tragedia, sino que esta categorización pareciera referirse al modo específico en que él murió, a un tipo de muerte: el accidente de tránsito o el accidente. Pues incluso cuando lo que predomina en el argumento de los periodistas es la idea de la muerte trágica del ídolo, del Potro, de la estrella máxima del cuarteto, a partir de las exploraciones hasta aquí realizadas podemos afirmar que esta idea se construye sobre (o no existe independientemente de) la categorización de su muerte como una tragedia, en tanto accidente de tránsito o accidente. El uso indiferenciado que los periodistas hacen de los conceptos accidente de tránsito y accidente en el caso de su muerte (aunque también en el caso de aquellas mencionadas al comienzo de este trabajo y de aquellas con las que la de Rodrigo Bueno es comparada 18, que son, asimismo y en ambos casos, categorizadas como tragedias ) nos llevó a preguntarnos por aquello que hace posible que estos términos aparezcan en sus argumentaciones como equivalentes. Entonces encontramos que el sentido que la tragedia adquiere en el contexto de las argumentaciones de los periodistas de los principales medios gráficos de la Argentina sobre la muerte de Rodrigo Bueno clausura el concepto de accidente de tránsito, desalentando otras formas posibles de comprenderlo, y reduce su sentido al concepto de accidente tal como aparece definido en el diccionario: algo que ocurre imprevistamente, de modo que es inevitable y que, por tanto, no tiene responsables o autores de las acciones que lo produjeron (si ninguna agencia puede evitarlo ninguna agencia puede, tampoco, producirlo), sino tan sólo víctimas, personas a las cuales las cosas (los accidentes ) les pasan. Así, el hecho de que esta conceptualización del accidente se sostuviera sobre el sentido que la tragedia adquiere en el contexto de esas mismas argumentaciones, es decir, que la clasificación de esa muerte y su categorización definieran su sentido relacionalmente, nos llevó a sostener que parecía ser un tipo de muerte, el accidente de tránsito o el accidente, y no la muerte de Rodrigo Bueno en sí misma cualquiera hubiese sido su tipo, el que es categorizado por los periodistas como una tragedia. Según la Ley de Tránsito de la República Argentina se considera accidente de tránsito a todo hecho que produzca daño en personas o cosas como consecuencia de la circulación. Se presume responsable de un accidente al que carecía de prioridad de paso o cometió una infracción relacionada con la causa del mismo, sin perjuicio de la responsabilidad que pueda corresponderles a los que, aun respetando las disposiciones, pudiendo haberlo evitado voluntariamente, no lo hicieron. 19 Sin embargo, si se asumiera esta conceptualización, si este fuera el significado que el accidente de tránsito asume en las argumentaciones de los periodistas, el mismo no podría ser categorizado como una tragedia, en el sentido en que lo es en el contexto de los relatos sobre la muerte de Rodrigo Bueno hasta aquí explorados. Asimismo, hacen a esta consideración sobre la correspondencia entre la clasificación de una muerte (y no sólo de la de Rodrigo Bueno) como accidente de tránsito o accidente y su categorización como trágica, y sobre la resultante clausura del concepto en la definición de accidente antes mencionada, tanto los indicios obtenidos de la exploración de aquellos accidentes de tránsito ocurridos desde este verano hasta esta Semana Santa y presentados al comienzo de este trabajo, como aquellos accidentes de tránsito y accidentes a partir de los cuales los periodistas categorizan como trágicas las muertes de otros ídolos argentinos y de otros cantantes con las cuales la muerte trágica de Rodrigo Bueno es comparada. Él es otro ídolo con final trágico, otro cantante cuartetero que muere trágicamente, y esta 19 Ley de Tránsito N , Capítulo V, Artículo 64.

19 tragedia refiere siempre a muertes que los periodistas clasifican como accidentes (aunque no se trata exclusivamente de accidentes de tránsito sino también de accidentes ). 20 Y lo interesante aquí no es sólo la correspondencia entre tragedia y accidente de tránsito o accidente sino el hecho de que estos dos últimos conceptos aparezcan como equivalentes, haciendo a la clasificación en un mismo tipo de muerte de muertes que podrían considerarse de distinto tipo, señalando la construcción histórica de esa clasificación (pues la misma no está dada, no es natural) y haciendo visible, por lo tanto, la reducción construida del concepto de accidente de tránsito al de accidente. Ahora bien, si en el argumento elaborado por los periodistas se alienta una forma de comprender los accidentes de tránsito y se desalientan otras formas posibles de explicarlos y comprenderlos, si allí accidente de tránsito y accidente se presentan como si, naturalmente, significaran lo mismo y como si ese significado que se resume en el del término accidente tal como se lee en el diccionario estuviera dado de antemano, podríamos considerar que hay algo allí, además de la indiferenciación de ambos términos, que se ha naturalizado. Algo que hace posible que éstos se presenten, sin contradicción, como si se tratara de palabras equivalentes, con un único significado posible. Y si lo que hace que los accidentes de tránsito sean equiparables a cualquier accidente, es decir, sean conceptualizados de este modo, es la categoría que sostiene esa clasificación, podríamos decir que ese algo debe tener alguna relación con la tragedia. El 30 de diciembre de 2004, 195 personas de las seis mil que presenciaban un recital de la banda de rock Callejeros en un local bailable de la ciudad de Buenos Aires llamado República de Cromagnon murieron cuando éste se incendió. El techo del local, construido con material altamente inflamable (y además venenoso) se prendió fuego en segundos cuando, a poco de comenzar el recital, un joven del público encendió una bengala que al estallar impactó sobre una media sombra (una especie de lona fina) que recubría el techo. República de Cromagnon funcionaba como local bailable pero no se encontraba habilitado ni se habían realizado sobre el mismo los controles oficiales correspondientes. El día del incendio se habían vendido entradas superando cinco veces la capacidad del local y todas las salidas de emergencia no pudieron ser utilizadas porque habían sido cerradas con candado desde el comienzo por los encargados con la intención de evitar que nadie ingresara sin pagar su entrada. Los principales medios gráficos de la Argentina (al igual que el resto de los medios de comunicación) si bien incluyeron en sus argumentos estos datos que pueden considerarse causas del incendio, categorizaron inmediatamente lo ocurrido como una tragedia, designando al hecho, desde entonces hasta nuestros días, la Tragedia de Cromagnon. Por su parte, quienes se autodenominaron Familiares, sobrevivientes y amigos de los pibes de Cromagnon, se posicionaron desde un comienzo en la disputa por la nominación de esas muertes. Responsabilizaron por lo ocurrido, ante todo, al dueño del local, al entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y al ministro del Interior (responsable directo del accionar de la Policía y los Bomberos), por considerar que el incendio podría haberse evitado si éstos hubiesen respetado las normas y los controles, es decir, si hubiesen actuado de otro modo y, por tanto, los nombraron como autores de esas muertes. El hecho, por el cual próximamente se realizará un juicio oral, adquirió gran publicidad y se convirtió en un acontecimiento político que, además de terminar con la encarcelación del dueño del local, la clausura de éste y la prohibición del grupo Callejeros de volver a tocar, entre otras cosas, culminó con un juicio político al Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quien debió dejar su cargo. 20 Véase la nota 18.

20 Pero lo aquí interesa es que, como si el significado del significante tragedia (que se encuentra históricamente construido) ya se encontrara tan cristalizado que no hubiese ninguna posibilidad de que una disputa social por el mismo lograra transformarlo, mientras en los principales medios gráficos el hecho se nombró y se continúa nombrando como la Tragedia de Cromagnon, los Familiares, sobrevivientes y amigos... lo designaron la Masacre de Cromagnon 21. A seis meses de esas muertes, disputando por definir sus sentidos legítimos y los modos de nombrarlas, éstos sostenían: Queremos recordar algunas de las cosas que nos han pasado en estos seis meses, además de la pérdida irreparable de seres humanos (...): Debimos discutir con los grandes medios de comunicación los adjetivos que utilizaron (...) para hablar del 30 de diciembre. Accidente, tragedia, desgracia términos que parecen hablar de algo inevitable; (...) el nombre que le corresponde (es) masacre, asesinato en masa. Las palabras no son neutrales, pues si un grupo de empresarios y políticos corruptos es responsable de una masacre no es lo mismo que si solamente estuvo presente en el momento de un accidente o de una tragedia. 22 Y a nueve meses de esas muertes: 9 meses tardamos en gestar un hijo. Nueve meses llevamos de lucha, construyendo caminos entre nosotros, y encontrando piedras que intentan llevarnos a la desesperanza (...) Cuando los grandes medios dicen la tragedia de Cromagnon, nosotros decimos, con razón, la masacre de Cromagnon. Masacre, homicidio, asesinato en masa. (...) Porque nos parece terrible, y no es nada inocente, sacar de nuestra cabeza y nuestro corazón la palabra justa para lo sucedido el 30 de diciembre del Fue un asesinato, un homicidio agravado por la cantidad enorme de víctimas. Fue una masacre. (Esa masacre) tiene responsables claros y concretos. Qué duda (...) cabe (...) de que cerrar con candado puertas que reglamentariamente deberían estar abiertas, no es una tragedia sino una masacre, un homicidio? Qué duda (...) cabe (...) de que hacer entrar cinco veces la capacidad de chicos en un local cerrado no es una tragedia sino una masacre, un homicidio? Qué duda cabe de que colocar material inflamable y portador de cianuro, en un espacio donde concurren personas, no es una tragedia sino una masacre (...)? Qué duda cabe de que privilegiar la ganancia antes que la vida de 6000 jóvenes de los cuales 195 no volvieron a casa no es una tragedia sino una masacre (...)? (...) En nuestra memoria está: fue asesinato en masa, masacre (...). Estamos aprendiendo que será la solidaridad y la movilización de todos nosotros lo que determinará los resultados de nuestra lucha (...) Llamamos a quienes no se han pronunciado, a hacerlo y a acompañarnos con la palabra y el cuerpo 23. Por otra parte, el 8 de octubre de 2006 un grupo de estudiantes del Colegio Ecos de la Ciudad de Buenos Aires volvía desde Chaco, de un viaje con fines solidarios en el que habían apadrinado a una escuela. Nueve de ellos y su profesora murieron cuando el micro en el que viajaban, conducido por alguien sin experiencia ni habilitado para hacerlo, chocó con un camión cuyo conductor estaba alcoholizado, en una ruta no dimensionada para el tránsito que posee. Desde los principales medios gráficos de la Argentina esas muertes fueron clasificadas como un accidente de tránsito o un accidente, categorizadas inmediatamente como una tragedia, y el acontecimiento (que fue ampliamente publicitado por estos medios, al diferenciarse de otros accidentes tanto por la cantidad de muertos como por quiénes eran los muertos jóvenes, estudiantes porteños, de un colegio privado, de clase media, media alta, y 21 Esta designación del hecho, masacre, es compartida también por otras organizaciones sociales, políticas, sindicales, pero no hay medio de comunicación que se refiera a ella y que no nombre lo ocurrido como una tragedia. 22 Datos extraídos de los documentos presentes en la página web de la organización creada por los Familiares, Sobrevivientes y Amigos de las Víctimas de Cromagnon. Véase: 23 Idem.