Bolívar y el nacionalismo científico

Transcripción

1 JOSÉ CARRILLO MORENO Bolívar y el nacionalismo científico A RTICULANDO UNA SERIE de frases altisonantes donde se destaquen los -L i. valores de la nacionalidad como hecho social objetivo y del nacionalismo como doctrina que, partiendo de lo objetivo, exalta en todas sus manifestaciones subjetivas la personalidad nacional orgánica, se puede intentar construir una definición más o menos adecuada, aunque un tanto presuntuosa, de lo que, por razones que más adelante explicaremos, llamamos nacionalismo científico. En esta ocasión no afrontaremos tamaña responsabilidad, sino que, por el contrario, haremos el empeño de entender qué persigue el nacionalismo, por qué lo calificamos de científico, por qué lo unimos al nombre de Bolívar, y por esta vía razonable y discreta dejaremos que él mismo vaya definiendo sus propios caracteres. Nos enseñan en forma unánime los tratadistas de la materia que el nacionalismo busca objetivamente en la tradición, en la historia, en las costumbres, en la lengua, en las manifestaciones culturales y en paisaje material y geográfico y subjetivamente en la capacidad creadora del grupo humano, en su disposición mental y anímica hacia la formación de una conciencia colectiva en torno a definidas metas, los elementos básicos sobre los cuales debe descansar la estructura del Estado y de los cuales debe extraer el fluido dinámico que le permita realizar la democracia efectiva, lograr el respeto a la soberanía, impulsar la transformación estructural de la economía, desarrollar en toda su amplitud las potencias culturales y obtener, en una palabra, el progreso integral de la sociedad. No hay credo político que en lo formal no presente estos objetivos; pero sólo llega a conseguirlos el que trabaja sinceramente con los instrumentos de la doctrina nacionalista. De aquí su singularidad clara y distinta. Entonces,

2 por qué nacionalismo? Sencillamente porqué estamos en pleno resurgir del viejo sentimiento nacional como materia integradora de lo universal trascendente, porque ya no hay pueblos opacos, pasivos, conformistas, sino que todos tratan de ser actores en el drama del mundo. Por qué científico? Tal vez por el afán de despojarlo de todo cuanto sea circunstancial y localista y dentro del marco histórico que le dio cuna tratar de elevarlo a la categoría de cuerpo de doctrina capaz de servir de norma desinteresada a las generaciones presentes y futuras. Finalmente, por qué Bolívar y el nacionalismo científico? Porque analizamos el pensamiento y la acción bolivarianos en la medida en que pudo lograr la creación de una corriente proclive a la independencia y a la liberación bajo cuyas banderas se unieron americanos y europeos, porque analizamos el pensamiento y la acción bolivarianos en la medida en que procuró y obtuvo que las naciones hispanoamericanas asumieran juntas una actitud revolucionaria que las llevara al convencimiento de que ya estaban destinadas a la misión de la libertad y a la dignidad de la democracia. Con esta rigurosa mayéutica trataremos de ir seleccionando lo que hay en el pensamiento y la acción bolivarianos que pueda ser tomado como ideas centrales del nacionalismo científico. Esta no es tarea de extremada dificultad porque entre las muchas cualidades del genio estuvo, en primera fila, la de su claridad conceptual. Bolívar fue, fundamentalmente, un gran dirigente de pueblos oprimidos que habló y escribió claro, con precisión matemática, sin neblinas en su cuadro ideológico. Por eso, haciendo caso omiso de sus verdaderos exégetas, creemos que con frecuencia quedan en ridículo aquellos falsos comentaristas que han tenido la osadía de querer interpretarlo y más aún si esa interpretación ha tenido por objeto satisfacer conveniencias momentáneas como en aquellas no lejanas épocas, felizmente superadas, cuando en nuestro suelo se desataban sangrientas persecuciones contra los partidos políticos aduciendo párrafos de su última proclama. Bolívar interpretó un momento y lo expresó sin equívocos. Bolívar captó las inquietudes de un siglo luminoso y consciente de las reservas morales y de las posibilidades revolucionarias del pueblo americano, trajo al Nuevo Mundo esas inquietudes y las puso a marchar en recta función de libertad. La lección fue aprendida en Europa. Fue aprendida en esa Europa convulsionada por la eclosión del nacionalismo francés, de ese ímpetu liberador que, al decir de Hans Cohn en su Historia del Nacionalismo tuvo en la Revolución Francesa "su primera gran manifestación, dando al nuevo.movimiento una fuerza dinámica creciente". Francia enciende su fervor revolucionario. Allí, después de estudios, lecturas y meditaciones, se da perfecta cuenta de que entre las muchas virtudes que dan marco glorioso a la revolución del aguerrido país, galo, están dos de primerísima importancia: el tránsito radical y dramático del sistema monárquico al sistema republicano y la afluencia incontenible del sentimiento libertario que inundó el mundo de entonces y que nutrió el ideario político de la segunda mitad del siglo XVIII y de todo el siglo XIX, con su apéndice de inextinguidos reflejos que aún se sienten en la época actual. No hay movimiento político de la pasada centuria que no haya estado inspirado, en los postulados de la Revolución Francesa, en la filosofía del iluminismo y, más concretamente, para citar grosso modo su contenido doctrinario, en la famosa "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano". En nombre de esos derechos inalienables se fraguan conjuras, van los hombres al cadalso, truenan las armas mortíferas, se desmoronan las viejas estructuras políticas y, específicamente en América, se inicia el proceso de cancelación del régimen colonial y el establecimiento de las nuevas Repúblicas. Nadie como Bolívar representa en nuestro continente el sentido y la intención revolucionaria de su época. Su palabra y su espada rompen los vínculos coloniales de un inmenso y rico territorio en heroico reclamo de libertad y en atención a ese reclamo se constituyen jurídicamente cinco repúblicas libres e independientes de la dominación española. Bolívar rescata para cada una de ellas el inestimable patrimonio de la soberanía política. En este momento vemos que su obra se detiene desde el punto de vista de la acción, no por la grandeza del episodio, ni por cansancio, ni porque el Libertador hubiera creído cumplida su misión, sino por circunstancias extrañas a sus propósitos y adversas a su programa de liberación total. No olvidemos la tónica revolucionaria del momento, el estilo de revolución que practican esas cerradas burguesías nacionales, ansiosas de capturar un ancho predominio en la esfera política para ponerlo al servicio de sus poderosos intereses económicos. Bolívar comprende esta realidad. Bolívar sabe que fatalmente los movimientos revolucionarios de su siglo, hijos de la Revolución Francesa, tendrán como denominador común el ser revoluciones esencialmente políticas, con 2ran v r * o ideario de libertad al lado de servidumbres miserables y hambrientas. Bolívar, adelantándose a su época y a su circunstancia, tiene plena conciencia, absoluto convencimiento de que los frutos que está dando su espada de luchador invencible independencia., libertad y soberanía políticas no son los únicos

3 bienes que necesitan esos pueblos para lograr su cabal desarrollo. Por eso, con empeño futurista, toma la pluma de estadista vidente, de profético pensador, de ductor insustituible del porvenir americano, para legarle a la posteridad el mensaje apremiante de su pensamiento renovador, lleno de inquietudes sociales, de reivindicaciones económicas y anbelos igualitarios enmarcados dentro de un nítido concepto de patria soberana. Es aquí precisamente donde creemos encontrar la sustancia del nacionalismo bolivariano, producto renovado del nacionalismo francés, precursor de la corriente nacionalista hispanoamericana, cuya vigencia ba quedado bien demostrada en las bases doctrinarias v en las banderas de lucha de buena parte de las organizaciones políticas que pugnan en nuestra América por interpretar el urgente reclamo de las mayorías nacionales. En beneficio de la brevedad no abordaremos aquellos temas bolivarianos que no tengan relación directa con la doctrina del nacionalismo científico. Siguiendo hasta cierto punto la metodología expuesta por el sociólogo venezolano doctor José Luis Salcedo Bastardo en su obra titulada Visión y Revisión de Bolívar, trataremos de analizar el esquema nacionalista en cuatro aspectos fundamentales del pensamiento bolivariano: el político, el jurídico, el económico y el social. En el aspecto político la revolución bolivariana se dirige al logro de la independencia, la verdadera autonomía y especialmente a ía cancelación definitiva del sistema colonial en América. Esto comporta el reemplazo de las autoridades coloniales por los nuevos magistrados republicanos, la organización administrativa de las Repúblicas independizadas y el cambio de las estructuras jurídicas. En concepto del Libertador, las autoridades coloniales deben ser sustituidas por hombres justos, honestos y sabios y en el verdadero número que necesita el Estado, es decir, evitando por todos los medios los excesos de la burocracia que, a su juicio, son causa de los siguientes vicios: 1. Devora las rentas y por consiguiente impide su aplicación a obras de interés colectivo, de alcance popular; 2. Embaraza la administración pública por el exceso de inútiles tramitaciones que no hacen sino retrasar indebidamente los negocios del Estado, y 3. Es fuente permanente de deshonestidad e ineficacia administrativas, pues entre otras viciosas prácticas, estimula el peculado, la malversación v el tráfico de influencias. Al abordar la problemática del gobierno y de la organización administrativa en general, Bolívar quiere para cada una de sus nuevas Repúblicas un gobierno central, un tanto paternal, verdaderamente democrático, revestido de una gran autoridad y fortalecido por leyes justas, adecuadas al medio y a la idiosincrasia de la población, gobierno capaz de producir a los ciudadanos sometidos a su potestad "mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política", gobierno regido por funcionarios llenos de "saber y honradez", capaces de llevar a cabo una recta gestión al frente de los destinos nacionales v de acabar con los vicios de la o * administración pública. Hombres sabios y honestos para los tres poderes del Estado, proclama como necesidad fundamental y, al tratar específicamente de los legisladores, estima que éstos deben venir investidos de instrucciones expresas de sus electores, criterio que lo pone a coincidir con lo que hoy se califica de democracia directa, la cual ha sido definida por los constitucionalistas clásicos como mandato imperativo. Y avanzando en este aspecto hacia la concepción total de América, se nos revela como autor sin precedentes del Derecho Americano, derecho propio para este conglomerado continental que magistralmente definió así en su Carta de Jamaica: "Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil". Este aspecto de la creación bolivariana ha sido objeto de muchos y muy diversos comentarios. Estudios de distinto color y extensión se han escrito para analizarlo. Uno de ellos se publica el año de 1936 bajo el título de Influencia del Congreso de Bolívar sobre el panamericanismo actual. Su autor, el tribuno Eloy G. González, examina con encendidas frases el ideario americanista del genial estadista que soñó con una gran nación americana donde todos los países, teniendo como centro a Panamá, vivieran unidos y protegidos por un nexo común de íntimas coincidencias, de permanentes y seguras relaciones, de indestructible confraternidad. Bolívar, al hablar de la unidad americana, manifiesta su indeclinable deseo de "formar de todo el mundo nuevo un solo organismo con un solo vínculo que ligara a sus partes entre sí y con el todo". "Una sola decía debe ser la patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad". t En esta unión defensiva y ofensiva según el caso cada país conservaría su propia autonomía, su peculiar forma de gobierno; pero dentro de la comunidad americana estaría perpetuamente vinculado en la forma establecida en el

4 artículo segundo del Pacto, que expresa: "El objeto de este pacto perpetuo será sostener en común defensiva y ofensivamente, si fuera necesario, la soberanía e independencia de todas y cada una de las potencias confederadas de América contra toda dominación extranjera; y asegurar desde ahora para siempre los goces de una paz inalterable y promover al efecto la mejor armonía y buena inteligencia, así entre sus pueblos, ciudadanos y subditos respectivamente como con las demás potencias con quienes debe mantener o entrar en relaciones amistosas". Doctrina de paz, de armonía, de respeto a la dignidad y a la soberanía de las naciones, opuesta a todo intervencionismo, a toda coerción imperialista, ajena a todo lo que no responda al interés y a la propia conveniencia de las entidades nacionales que irían a integrar el gran bloque hemisférico, es el pensamiento internacional de Bolívar. Todo cuanto este gran hombre habló y escribió acerca del Congreso Anfictiónico de Panamá está nutrido de estas ideas precursoras de la Unión Panamericana, más tarde convertida en esa inefable Organización de Estados Americanos tan proclive a desvirtuar la intención bolivariana, y precursora también del Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro, tinta y papel con baboso lenguaje diplomático que en apariencia recoge la luminosa idea del Libertador, pero que en realidad sólo ha servido para que nuestras naciones presencien estupefactas bochornosos casos de ocupación militar practicados siempre por el país más fuerte contra los más débiles. Esta es la lección americanista de Bolívar que, - del Iodo putrefacto de la amañada interpretación, resurge cada día con mayor fuerza para enseñarnos el más profundo respeto por las autonomías nacionales y la necesidad de la unión para la mutua defensa, entendiéndose que en este concepto de mutua defensa está claramente descartada la nociva práctica de la ocupación de una nación por otra y perfectamente definido el derecho de compactarse y asistirse las unas a las otras para repeler agresiones de cualquier naturaleza y origen como única manera de conservar intacto el sagrado principio de soberanía nacional en su más cabal sentido. Finalmente, para completar el esquema ideológico bolivariano dentro de esta reducida enunciación de materias que consideramos como fuentes de la inquietud nacionalista siempre vigente y hoy reactualizada en las naciones americanas no para esconder inclinaciones marxistas, sino para ser consecuentes con los mandatos de la historia, abordaremos los temas de la justicia económica y de la justicia social concretados en su reforma agraria y en su lucha sostenida y firme por la implantación de la verdadera libertad y de la verdadera igualdad. Bolívar cree firmemente que la actividad agropecuaria desarrollada al máximum con el esfuerzo de la iniciativa privada y el auxilio oportuno del Estado, dará bases sólidas y estables a la riqueza nacional. Este pensamiento, aunado a sus muy claras aunque incipientes ideas en torno a la necesidad de impulsar un efectivo desarrollo industrial que él llama manufacturero, no ha podido ser desplazado del primer plano de la vida económica del país, de los países americanos y permanece con categoría de elemento de necesaria inclusión en cualquier plan serio de desarrollo nacional. Pero aquí no se detiene el pensamiento del Libertador. El estudio ordenado y metódico de su extensa obra, nos demuestra que siempre tuvo el convencimiento de que la miseria, de las masas populares y en especial de la población campesina debe combatirse con medidas drásticas, con medidas revolucionarias que impliquen determinantes cambios estructurales en el sistema de explotación y tenencia de la tierra y por eso concibe una reforma agraria que no tiene el empirismo simplicista de los repartos de bienes ofrecidos por Boves y por Páez en Guárico y Apure, respectivamente, como carnadas de botín para pescar adeptos a las causas que defendían, sino que la rodea de un marco jurídico, de un ordenamiento legal v de una serie de medidas administrativas tendientes a hacerla racional, técnica y científica y a convertirla en instrumento efectivo de liberación económica, llegando por este camino, como lo afirma Salcedo Bastardo en su citado libro, a aproximarse a formas actuales de producción de recia estirpe socialista, tales como las granjas colectivas. Así, pues, en su Decreto de Repartición de Bienes dictado en Santo Tomás de la Nuera Guayana, tierra de sus grandes inspiraciones, el 10 de octubre de 1817 secuencia lógica del Decreto de Expropiación de fecha anterior establece en su artículo 7 lo siguiente: "Cuando las propiedades partibles sean de un valor más considerable que las cantidades asignadas a los diferentes grados (hay doce grados categóricamente escalonados entre los cuales se haría la repartición) el Gobierno cuidará de que las particiones se hagan más conformes a los intereses de todos, para lo cual podrán acomimarse o acompañarse - michos y solicitar se les conceda tal finca". Este artículo, que corno muchos pasajes fundamentales de la obra de Bolívar hasta hace algunos años había pasado desapercibido de nuestros sociólogos e historiadores por ignorancia, por demasiada inclinación épica o por atender a consignas de facturación extraña a lo meramente histórico y científico, revela en toda su amplitud la intención nacionalista y revolucionaria de Bolívar. En cuanto al procedimiento que debe emplearse para solicitar la tierra crea, con siglo y medio de anticipación, organismos similares a los hoy

5 conocidos con los nombres de Comité Campesino e Instituto Agrario y en materia de tenencia y explotación vemos cómo surge en el artículo que comentamos y en el párrafo que subrayamos, un definido criterio colectivista y funcional de la propiedad agraria, opuesto a minifundio, al conuco, al fraccionamiento irracional de las unidades de producción, opuesto a todas las formas antí-económicas y anti-sociales de explotación del agro que históricamente han sido las causas del abandono, el estancamiento, el atraso, la ruina y la miseria del sector campesino. En estrecha relación con este problema está su preocupación porque en el Nuevo Mundo impere la libertad y la igualdad. Pero no una libertad y una igualdad retóricas, sino llenas de contenido humano, de justicia social, de equilibrio político, de amplitud vivencia! y de respeto por la dignidad del ciudadano. Al abordar el tema de la libertad, tema fundamental de su pensamiento y de su acción, Bolívar se detiene muy poco en especulaciones filosóficas, en las enseñanzas de la Enciclopedia y de sus maestros preferidos Lóete, Condilíac, D'Alambert, Montesquieu, Voltaire, Rousseau y demás autores que colmaban su andariega biblioteca, para llegar en forma escueta y lo más pronto posible a lo que él llama libertad -práctica, es decir, la libertad vivencial, la libertad del diario ejercicio ciudadano, la cual, según su acertado criterio, debe vivir en el ámbito de una recta administración de justicia y de un riguroso respeto a las leyes "para que el justo y el débil no teman, y el mérito y la virtud sean recompensados". Libertad que preserve los derechos del justo y del débil y recompense el mérito y la virtud, es decir, libertad situada en el punto más noble del equilibrio social. Y en cuanto a la igualdad, tema de la misma categoría que el anterior, nos dice en el Discurso de Angostura lo siguiente: "Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está, que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y todos no lo son, todos deben poseer talentos y todos no los poseen". Este postulado contiene dos fundamentos esenciales: el primero se refiere al derecho natural de los hombres a disfrutar en condiciones de igualdad de los bienes de la sociedad, principio de la llamada "propiedad comunitaria" preconizado por la filosofía tomista, repetido por Bolívar en 1819 y acogido por las más avanzadas doctrinas sociales de nuestra época, y el segundo, a la facultad de vivir en condiciones de igualdad sin más privilegios ni distinciones que los que se derivan de la honradez, el valor, el talento o capacidad y la virtud, concepción boíivaríana que tiene relevancia de norma universal, de norma para todos los países y para todos los credos políticos de consistencia republicana. Prueba de ello es el hecho de que, ciento diez y siete años después de haber sido expuesta por nuestro Libertador, la encontramos inspirando el principio del socialismo de estado consagrado en la Constitución de la Unión Soviética en términos más o menos similares: "Dé cada uno según sus capacidades; a cada uno, según su trabajo". La ideología actuante de Simón Bolívar fue, pues, como ha quedado demostrado, autónoma, popular, igualitaria, verdaderamente democrática, anti-feudal, anti-imperialista, basada en la unión de los hombres y los pueblos y en la exaltación de los valores objetivos y subjetivos de la nacionalidad para la gran tarea de la liberación de los países americanos y de la integración de estos países en la dinámica continental y, si se quiere, universal. Una y mil veces hemos repetido que no formamos parte de la secta de adoradores de Bolívar. Somos unos modestos estudiosos de su gran obra y unos convencidos de que muchas de sus enseñanzas no deben ser ignoradas porque constituyen palabras de presente en el acontecer venezolano y americano. Por eso creemos que estas observaciones, hijas del análisis serio y prolongado, dan testimonio fehaciente de que si bien es cierto que las presiones oligárquicas coetáneas frenaron la acción bolivariana en su tiempo, también no es menos cierto que su pensamiento, su doctrina revolucionaria rompió las barreras del siglo XIX y penetró en el ámbito del siglo XX para señalarle a las nuevas generaciones el camino de la liberación nacional, el cual, según las estimativas del nacionalismo científico, sólo puede conquistarse realizando en las estructuras políticas, económicas y sociales aquellos cambios que sean capaces de romper el cerco de injusticias y miseria en que viven las mayorías nacionales.