Inserción Laboral de Colectivos Desfavorecidos en Chile EL SUEÑO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR TRUNCADO POR LA REALIDAD SOCIO-ECONÓMICA NACIONAL

Transcripción

1 Inserción Laboral de Colectivos Desfavorecidos en Chile EL SUEÑO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR TRUNCADO POR LA REALIDAD SOCIO-ECONÓMICA NACIONAL Por Andrés Gamboa J. El aumento en la cobertura en Educación Superior en Chile ha sido muy importante en los últimos años, transformándose en la punta de lanza para quienes la defienden como un vehículo indiscutido de movilidad social, y como un factor determinante para romper con la inequidad existente en nuestra sociedad. En 1986 eran 200 mil los estudiantes de Educación Superior. Para el 2011, el Ministerio de Educación cifra la matrícula total en el país en la increíble suma de 1 millón de estudiantes. Hoy, se estima que el 60% de los jóvenes que egresa de cuarto medio ingresa a alguna institución de educación terciaria en los tres años siguientes. Sin embargo, tras estos magníficos números se esconden algunos componentes del problema que, mirados desde la óptica de la equidad, pueden inclinar la balanza hacia quienes piensan que la Educación Terciaria reproduce en mucho los índices de desigualdad en el país. Y como muestra un botón: sólo 2 de cada 10 personas pertenecientes al 10% de menores ingresos accede a la Educación Superior, en comparación con el 10% de mayores ingresos, donde 9 de cada 10 personas acceden al sistema. De todas maneras, la explosión en el número de individuos con estudios superiores ha significado un aumento de adultos jóvenes (25 y 35 años) que han terminado el proceso educativo y que, por lo tanto, han transitado recientemente desde el sistema educativo al mercado laboral. Esta situación está estrechamente ligada a los cambios en el sistema de Educación Superior; en los últimos veinte años, no solamente la matrícula aumentó significativamente, sino que también la oferta de Universidades (Ues), Centros de Formación Técnica (CFT) e Institutos Profesionales (IP). A esto hay que agregar, además, un aumento en la oferta de carreras y mayores fuentes de financiamiento. De acuerdo a la Encuesta de Caracterización Socio Económica Nacional (CASEN) 2009, un 64% de los adultos jóvenes con estudios superiores ( de ) provenían de familias en que los padres habían alcanzado como máximo un título de educación media, lo que podría considerase un éxito desde el punto de vista de la movilidad social. Las estadísticas respecto de tasas de graduación, sin embargo, sugieren una interpretación menos optimista. De los adultos jóvenes que reportaron no haber completado sus estudios superiores, un 74.1% correspondía a la primera generación de su familia que se matriculaba en el sistema de Educación Superior. Por otra parte, la probabilidad de desertar del sistema para aquellos adultos jóvenes con padres sin estudios superiores es casi un 60% más alta de la observada entre quienes tienen al menos un padre con estudios post-secundarios (25.1% vs. 15.7%). De esta forma, podríamos pensar que el nivel de educación de los padres determina en parte la probabilidad de completar los estudios superiores. La evidencia y el análisis de las tasas de deserción y graduación en los distintos tipos de Instituciones de Educación Superior (IES), sugieren que si bien el sistema

2 terciario en Chile ha generado una mayor cobertura, dichas posibilidades no siempre van aparejadas del éxito académico. Según el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (SIES), en el 2010 la tasa de deserción del primer año llega al 25% en las universidades, a 42% en los institutos profesionales y a 37,5% en los centros de formación técnica. Hoy en día, las políticas de apoyo financiero para los estudiantes vulnerables, se centran en propiciar el acceso y la permanencia en el sistema educativo, lo que no necesariamente debe conducir per se a la obtención de resultados que tiendan hacia un aumento sostenido de los índices de titulación de los jóvenes más vulnerables que ingresan al sistema terciario de educación. Estos apoyos financieros no sólo debieran focalizarse en los grupos que más lo requieren, sino que además deben ser acompañados de medidas de apoyo académico articuladas desde el Estado en conjunto con las instituciones postsecundarias, para fomentar el éxito de los estudiantes más desaventajados. Además, creemos que las IES, deben llevar adelante programas tendientes a afrontar estos retos, a través de nivelaciones para los alumnos más desfavorecidos, cambios curriculares hacia las necesidades de los demandantes y los requerimientos del mercado laboral e incentivos para la investigación y buenos resultados en esta materia. Sin duda, lo descrito anteriormente es sólo una arista de nuestra problemática, ya que la aventura de entrar y graduarse de la Educación Superior, continúa en la búsqueda de mejores oportunidades de inserción laboral y condiciones de trabajo. Además, debemos tener muy presente que las posibilidades económicas que entrega la Educación Superior a quienes ingresan a ella e intentan titularse, están fuertemente condicionadas por indicadores estructurales y dinámicas propias de la economía nacional, como es la distribución desigual del ingreso y la riqueza en Chile o los índices de desempleo. Sergio Urzúa (2012), plantea que el acceso al sistema de educación superior no hace inmune a las personas a los vaivenes de la economía. Tampoco es obvio que asegure los niveles de ingresos. Según datos del autor, si bien las tasas de participación laboral se han mantenido relativamente estables en los últimos quince años, éstas no han tenido un crecimiento sostenido. Destaca que para aquellos individuos con estudios superiores técnicos incompletos los niveles de participación cayeron a partir del 2003, siendo en el 2009 similares a los observados en el grupo de individuos con educación media. En el fondo, podríamos plantear que el paso por el sistema de Educación Superior no asegura necesariamente más posibilidades de encontrar empleo a medida que pasan los años, especialmente para quienes no se titulan. Si analizamos más a fondo nuestras problemática, podríamos constatar que el sueño de la movilidad social encarnado por miles de jóvenes en el país que intentan acceder y graduarse de alguna IES, muchas veces se ve truncado por una realidad laboral competitiva, sometida a las leyes de la oferta y demanda. El mercado laboral chileno se caracteriza por valorar los estudios superiores, lo que se refleja en las diferencias salariales observadas en función del nivel educacional de la población. Las diferencias son significativas en los ingresos de quienes se titulan de una universidad versus quienes no. Las cifras del año 2009, muestran que el ingreso promedio del grupo más educado alcanzó los pesos, monto

3 que es un 59% mayor que el ingreso de quienes se titularon de CFT o IP, un 76% mayor que el ingreso de quienes pasaron por el sistema de Educación Superior pero no se titularon, un 185% mayor que el ingreso de quienes solamente alcanzaron la Educación Media y un 278% mayor que el ingreso de quienes no completaron siquiera la Educación Secundaria. Por otra parte, según los datos de la encuesta CASEN 2009, las probabilidades de estar en la pobreza en relación a los años de escolaridad, disminuyen desde un 17% para las personas con 8 años o menos estudiados, a un 7,9% para aquellos que cumplen con la enseñanza media, y a un sorprendente 3,8% para quienes tienen 17 y más años de escolaridad. Sin embargo, debemos considerar que la realidad nacional nos ha demostrado que estas premisas relacionadas al sueño de la Educación Superior como vehículo de movilidad social, corresponden sólo si miramos los resultados de una manera global. Sin duda, deberíamos estar orgullosos de contar con un sistema universitario que funciona como un trampolín social para quienes se titulan de él; sin embargo, deberíamos estar enormemente angustiados si nos preguntamos cuál es mayoritariamente la procedencia socio-económica de dichos jóvenes; de antemano, no sólo los distintos tipos de IES entregan posibilidades laborales desiguales, sino que además no acogen en la misma proporción a jóvenes de distintos sustratos socio-económicos. Si tomamos en cuenta que del total de matriculados en 2009 por tipo de IES, un 62% en CFTs e IPs, versus un 41% en Ues, corresponden a estudiantes provenientes del 60% de hogares de menores ingresos, la brecha no parece tan abismante; pero si consideramos que las Ues acogen entre sus matriculados un 36% de estudiantes provenientes del 20% más rico del país, mientras que los CFTs e IPs sólo reciben un 15% de estudiantes de dicha procedencia social, el panorama se hace más oscuro, sobre todo si consideramos los antecedentes que presentamos a continuación. Y es que la valoración evidente que hace el sistema socio-económico chileno a los estudios superiores, no siempre se condice con la equidad en el acceso a oportunidades laborales y condiciones dignas de trabajo para todos. Por ejemplo, el aumento real de los ingresos de quienes se matriculan, pero no logran graduarse de la educación superior no supera el 5% en el período En el mismo periodo, el aumento real de los salarios de quienes se gradúan de la educación secundaria u obtienen títulos de carreras cortas es sólo cercano al 10%. Todo lo anterior sugiere estar atentos respecto de los potenciales beneficios económicos futuros asociados al paso por el sistema de educación superior, toda vez que para aquellos que no han cumplido con la Enseñanza Media, el crecimiento real de ingresos fue cercano al 40%. Así, los resultados de un estudio reciente que analiza los retornos económicos de las distintas modalidades de estudios superiores en Chile (Reyes, Rodríguez y Urzúa, 2012 citados en Urzúa 2012), sugieren que el egreso del sistema de educación superior chileno no necesariamente asegura mejores condiciones económicas relativo a la alternativa de no ingresar al mismo. Este artículo muestra que en el caso de las universidades privadas, CFTs e IPs el porcentaje de individuos con retornos negativos producto de la decisión de entrar a la universidad puede

4 alcanzar un 40%, mientras que en las Ues del CRUCH (Consejo de Rectores de Universidades Chilenas, entidad que agrupa a las 25 Ues tradicionales del país) este valor puede alcanzar el 35%. En torno a este tema, existe una página web llamada dependiente del Ministerio de Educación, donde cualquier persona puede ingresar y constatar el ingreso promedio de un profesional al 4 año de titulación, de cualquier carrera, técnica o profesional, de todas las IES. En este sitio, podemos constatar que un alumno titulado de un CFT gana en promedio entre 400 y 600 mil pesos mensuales, habiendo casos como Cocina Internacional, Asistente de Párvulos, Técnico en Educación Especial, y otras, que perciben un ingreso menor a los 300 mil pesos chilenos al mes, lo que es una cifra muy pequeña para el contexto de la economía nacional. Siendo la carrera de Técnico en Electrónica y Electrónica Industrial la única que supera los 800 mil pesos mensuales al 5 año de titulación. En los IPs sucede algo similar, salvo algunas Ingenierías y la Carrera de Contador Auditor, que en algunos casos superan los 800 mil, o llegan incluso al millón de pesos al 4 año de titulación. A nivel universitario la cosa es más dispar, dependiendo de la carrera y la institución; las cifras van desde los 500 mil hasta sobre el millón y medio de pesos chilenos. Teniendo en cuenta que las carreras técnicas son las que perciben el menor ingreso. En lo que a empleabilidad se refiere, las carreras de los CFTs tienen distintos índices, donde si bien la mayoría supera el 60% al primer año de egreso, existen casos críticos como la carrera de Técnico Asistente del Educador Diferencial, Técnico Asistente del Educador Parvulario y Técnico Laborista Dental, que presentan un índice de empleabilidad al primer año del 23,3%, 30,6% y 37,6% respectivamente. Mientras carreras como Técnico en Electricidad y Electricidad Industrial, Técnico en Electrónica y Electrónica Industrial presentan índices de 83,3% y 84,4% respectivamente. Podemos ver que los CFTs y los IPs, instituciones que cobijan en mayor concentración a estudiantes pertenecientes a los quintiles más pobres de la población, no representan una alternativa segura de movilidad social para sus estudiantes, en la medida que podemos observar un nivel de ingreso dispar, dependiendo del plan de estudios que elija el postulante, que salvo contadas excepciones (principalmente las ingenierías) no superan los 600 mil pesos al mes al 5 año de egreso. Si comparamos el dato anterior con la realidad de un estudiante universitario queda claro, cual es el sector de la población que se beneficia directamente en su nivel de ingresos a la hora de ingresar al mundo laboral. Por ejemplo, un alumno que se titula de Ingeniero Electrónico en un IP al 5 debería estar percibiendo un ingreso promedio de $ , mientras que un titulado Universitario supera esa suma al segundo año, percibiendo un ingreso promedio de $ Como vemos, el mercado laboral entrega retornos distintos para personas que cursaron la misma carrera pero en tipos de IES distintas. Este tipo de discriminación, se produce también entre carreras de igual duración, cursadas en una misma IES,

5 pero cuyos remanentes son notablemente distintos: es el caso emblemático que nace al comparar los retornos de quienes se gradúan de Ingeniería con los que lo hacen de alguna Pedagogía. Estas dinámicas tampoco están ajenas a los vaivenes de la economía nacional y a la relatividad de estos indicadores cuando se les abordan con mayor profundidad. Viendo esto reflejado en algún ejemplo, la Encuesta Casen 2009 muestra que a los 27 años, cerca de un tercio de los chilenos con títulos universitarios (30.6%) tiene salarios menores que el que recibe el 10% más rico entre los graduados de la educación media. En dinero, un tercio de los titulados en alguna Universidad, gana menos de $ (pesos de noviembre del 2009), lo que nuevamente pone de manifiesto que el paso por la Educación Superior no necesariamente asegura mayores ingresos en el futuro ni la movilidad social para los colectivos desfavorecidos. Esta situación se agudiza si el patrón de comparación es la procedencia socioeconómica del trabajador, ya que los egresados de niveles socioeconómicos más altos, poseen redes de apoyo más afiatadas, entre otros factores. De hecho, un estudio reciente demuestra que el origen socioeconómico de la persona predice mejor los ingresos que los resultados académicos; así, un estudiante del percentil 50 es probable que obtenga un 50% más de ingresos que un estudiante de nivel socioeconómico bajo (Latorre, González y Espinoza. 2008). Por otro lado, la eficiencia del sistema educativo chileno no responde sólo a la voluntad de autoridades e instituciones educativas, sino además se determina por las fuerzas del mercado; por ejemplo, el aumento en el número de titulados en algunas carreras no necesariamente esta correlacionado con la demanda del mercado laboral, lo que produce algunas distorsiones en la equidad para el acceso a partir de la temida sobreoferta de profesionales, en un mercado laboral cada vez más competitivo, y donde las instituciones educativas no demuestran gran interés por la empleabilidad futura de sus egresados, ni toman en cuenta los antecedentes disponibles para la creación de nuevas carreras y la ampliación de sus vacantes. Con todo lo anterior, podemos decir que Chile dista mucho de ser un país en que el paso por la Educación Superior sea un factor determinante y absolutamente positivo en cuanto a la movilidad social de quienes participan de él. Estamos lejos de tener un Modelo Educativo Equitativo que entregue iguales posibilidades para todos los ciudadanos. Las cifras dan cuenta de una realidad que a veces queda un tanto disfrazada por los números macroeconómicos que se presentan en discursos e informes oficiales. El hecho que la matrícula en Educación Superior ha presentado un aumento sostenido en los últimos años, no es indicador suficiente para aseverar que estamos frente a un Sistema de Educación equitativo, capaz de generar igualdad de oportunidades formativas y laborales. En el fondo, no sólo debemos quedarnos con datos globales que demuestran que los grupos que tienen estudios superiores o provienen de familias con padres con estudios superiores, presentan menores tasas de pobreza y ven aumentados sus índices de ingresos. También, debemos tener en cuenta aquellos datos que nos dicen que el sólo hecho de cursar una carrera universitaria e incluso terminarla, no

6 es por ningún motivo razón indiscutible para asegurar una mejor calidad de vida, especialmente para los estudiantes provenientes de los sectores más pobres de la población, Además, creemos en la necesidad de debatir en torno a un mercado laboral cada vez más competitivo, y en general, analizar como factores estructurales de la realidad socio-económica nacional, como la desigual distribución del ingreso, influyen grandemente en las posibilidades laborales que la Educación Superior puede entregar a todos quienes ingresan a ella. Como vemos, estamos frente a una situación que parece irreversible o difícil de sobrellevar; por ello, es responsabilidad de todos los protagonistas del Sistema Educativo, orientados por políticas públicas claras y sistemáticas al respecto, generar mayores índices de equidad. En este sentido, paralelamente a iniciativas como el proyecto SPRING, se debe hacer frente a problemas estructurales que presenta el modelo educativo en el país, como la mala base formativa de colectivos desfavorecidos y la falta de un modelo de aseguramiento de la calidad eficiente para la Educación en todos sus niveles. De esta manera, creemos que los objetivos generales del Proyecto ALFA III- SPRING, en cuanto el Diseño de Modelos Formativos Innovadores en distintas Universidades Latinoamericanas, junto a la construcción de espacios estructurados de diálogo y trabajo directo con empleadores, con el fin de de entregar mayores oportunidades de inserción laboral a estudiantes provenientes de colectivos desfavorecidos a partir de intervenciones prosociales, pueden transformarse en un importante impulso para el desarrollo de la Responsabilidad Social Universitaria en Chile, y entregar posibles soluciones a estos grandes desafíos del país. El aumento sostenido de la cobertura en Educación Superior, trae aparejado un sinfín de desafíos para el sistema nacional en su conjunto. Este mismo hecho, ha diversificado la matriz estudiantil en las diferentes instituciones, y por ende, ha complejizado la realidad nacional en esta materia, ya que se han sumado al sistema perfiles de alumnos que antes no lo hacían, principalmente de sectores bajos de la escala socioeconómica, y cuya suerte en esta aventura de movilidad social no está totalmente asegurada. Desde este punto de vista, las políticas públicas deberían abordar la equidad en cuanto los resultados en la Educación Superior, favoreciendo que las personas con semejantes logros académicos, obtengan similares trabajos, nivel de ingresos y estatus social. Sin embargo, el consenso es la ausencia de políticas sistemáticas al respecto, e incluso, una dificultad enorme para acceder a información ordenada y estudios coherentes que ayuden a las personas y autoridades tomar las mejores decisiones. A partir de los antecedentes presentados y desde la perspectiva de la equidad, existe una demanda por mayor acceso a información sobre las perspectivas laborales de las carreras ofrecidas, y sobre las perspectivas de los egresados de las instituciones que las ofrecen. Considerando que existe un número creciente de jóvenes que son la primera generación familiar que tiene acceso a la Educación Superior, se hace necesario generar las condiciones para que tomen decisiones de calidad. De ahí entonces que asegurar la generación, difusión, calidad y transparencia de la información sobre estos temas sea una tarea urgente de las autoridades públicas, en cumplimiento con su rol de velar por la calidad y la equidad del funcionamiento del sistema.

7 REFERENCIAS: Latorre, C. González, L. Espinoza, O. Política pública en educación superior desde el punto de vista de la equidad: el caso de Chile. Fundación Equitas. Santiago, Chile Expansión de la Educación Superior en Chile. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. PNUD. Urzúa, S La Rentabilidad en la Educación Superior en Chile. Educación Superior para todos? Centro de Estudios Públicos. Santiago de Chile. DIRECTORIO WEB: