Esta ciudad no es un lugar de fantasmas

Transcripción

1 Esta ciudad no es un lugar de fantasmas Ricardo León García Número 7 Para citar este artículo: León García, Ricardo. «Esta ciudad no es un lugar de fantasmas». En La cultura en la frontera. Número. 7 de la Revista Frontera Norte/Sur, NMSU. Agosto, I En esta ciudad convivimos con los obreros que para tapar el ojo al macho, pomposamente se han rebautizado como operadores de producción, aunque su salario sea igual de miserable que antes, con los administradores de la riqueza que deciden cada día lo que debe ser y cómo debemos aceptarlo, con las madres y abuelas que hacen malabares con un chivo que tienen que estirar al máximo para que alcance para todos, con los albañiles que un día no tienen empleo y el otro tampoco, con los profesores que luchan incansablemente contra el bullying, con los policías que siempre han esperado que no llegue Robocop a quitarles la chamba, con las promotoras de ventas que sueñan en comprar lo que venden aunque todavía no sepan para qué sirve, con las niñas que sueñan en conseguir un marido que les garantice la subsistencia por los siglos de los siglos, con los maridos que están seguros que eso de los siglos de los siglos es un decir, con los empleados a merced de los dispositivos de inseguridad. En esta ciudad hay hasta museos donde trabaja gente toda la semana, y dicen que hasta hay poetas que publican sus trabajos en Sediento ediciones. En esta ciudad, todos 1

2 llenos de sangre, «porque corre por nuestro interior», «no porque inunde las calles»: sangre para «hacer más y mentir menos», como dijo el poeta, uno de los publicados precisamente en Sediento ediciones*. II «Consejo para falsos héroes» es uno de los títulos que nos obsequia Jorge López Landó en esta recopilación de poemas con los que Mónica abre el rompecabezas de fuego (y descubre que aún hay jazz). Amén por el jazz, que no se acabe, ni se terminen los juarenses que tienen la seguridad de que este lugar es muy diferente a lo que pregonan los falsos héroes. Este consejo, estimado Jorge, deberá gritarse a todo pulmón así como servir de muro ante los mercenarios de la noticia, los promotores del escándalo y los profesionales de la protesta, todos esos que pasan la vida «sin levantar la mano ni hacer nada». Con este texto de la página 17, nuestro autor desafía: Esta ciudad no es de cobardes,] Aquí no vas a venir a quejarte desde el teclado de tu computadora] 2 mientras los que estamos sabemos que el viento es más veloz] que las balas, porque se llevan tus palabras] cargadas de buenas intenciones] y de todos somos esto o aquello. III Jorge López así reafirma origen y compromiso: Mónica abre el rompecabezas es una colección de textos que ratifican la vida. La vida de una ciudad, la vida de un hombre, la vida de un conjunto de fronterizos, de mexicanos, que saben siempre qué se debe hacer, que las lamentaciones nos hacen cerrar los ojos a la comprensión y detienen el paso que hay que seguir para alcanzar lo que pretendemos. No, no se trata de un libro de superación personal. No entren en pánico quienes justo ahora lo compraron o piensan hacerlo. Cómprenlo y léanlo con toda confianza. Quienes ya lo han leído, todo o en partes, posiblemente se extrañen ante mi afirmación esa de «textos que ratifican la vida». El rompecabezas que nos presenta Jorge contiene un sentido conjunto de poemas que se

3 refieren a uno de los hechos fundamentales de la vida, digamos el culminante: la muerte. Aquí, Jorge desborda todas sus sensaciones en el ejercicio de la escritura para definir y definirse en sus relaciones. Pero yo quiero hablar de la relación del poeta con su padre. Se trata de un viaje a la intimidad más profunda de Jorge López Landó. Cuántas veces nos hemos quedado con las palabras, como ahogándonos, como estorbando nuestra respiración e impidiendo continuar a gusto lo que debemos seguir haciendo aun después de la partida de alguien a quien tanto queremos? La literatura es conocimiento y es sentimiento. Las palabras son expresiones de las ideas que bullen en nuestra mente y corren por nuestras venas. Los lectores deben recordar la primera estrofa que Jorge Manrique dedicara a don Rodrigo, su padre, recién muerto en No pretendo meterme a analizar los sentimientos del autor, pero los primeros versos ya preludian el dolor y las reflexiones nacidas de un evento que todos sabemos que ha de suceder, aunque ceguemos la mente y tratemos de negar la realidad. Jorge 3 Manrique sintetiza en una estrofa el significado de la vida, el significado que él encontró cuando dejó de tener a su padre, y lo indefectible de la muerte. Nos negamos a aceptarla, verdad? Vivir para morir parecería la nota de Manrique. Así lo verán los pesimistas cobardes a los que se refiere López Landó en su «Consejo para falsos héroes». Justo es insistir en las propuestas del rompecabezas de Mónica de López Landó: vivir para construir, para hacer, significa descubrir el jazz, gozar lo que haya que gozar y decidir que antes de irnos debemos dejar un mundo, si no mejor que el que recibimos, sí al menos más habitable. Y para ello hay que moverse, hay que HACER, como dice Jorge. Hace casi cien años otro hombre famoso perdió a su padre, esta vez en el rigor de la batalla. Este señor pretendía hacer. Ya se había cansado de tantos años de obediencia y decidió levantar la mano para decir que las cosas no podían hacerse como los que siempre habían decidido. Ya no quería seguir siendo el emisor de quejas y más quejas ante oídos sordos, ante la pedantería de quienes dicen

4 saberlo todo, hasta lo que sentimos los demás. Pues se cansó de levantar la mano y quejarse y no sucedía nada que condujera a este mundo por el rumbo que él sabía que era el correcto. El 9 de febrero de 1913, Alfonso Reyes perdió a su padre en la ciudad de México y una quincena de años después, lejos del acontecimiento, lejos de las primeras lágrimas, lejos de su país, en Buenos Aires, compuso este soneto que se refiere a un ensayo enorme, tanto en el sentido literario como intelectual en general, donde reflexionó sobre la utilidad de la sangre derramada, la sangre y la vida de su padre, el general Bernardo Reyes: «En qué rincón del tiempo nos aguardas, / desde qué pliegue de la luz nos miras? / Adónde estás, varón de siete llagas, / sangre manando en la mitad del día? // [ ] es porque en mí te llevo, en mí te salvo, / y me hago adelantar como a empellones, / en el afán de poseerte tanto». Saber a su padre comprometido con el futuro, con una sociedad que debía cambiar en el sentido que él estaba seguro que debía hacerlo, hizo creer al entonces joven Alfonso en que el sacrificio 4 no podía ser en vano y que a él le tocaba promover el paso siguiente, no ya con el sable en la mano, sino a partir del conocimiento, de la batalla sin tregua que debía entablarse contra la ignorancia y la desidia. A la mitad del siglo veinte, cuando el swing de don Jorge López Austin ya había pasado su época de plenitud, don Vicente, en Mar del Plata, tuvo un accidente mortal en su bicicleta. A las pocas horas entraba en depresión su hijo que se presentaba en San Juan de Puerto Rico ante un público poco amable que no gustaba mucho de la música porteña. Después del funeral, el artista se llevó a la familia a Nueva York y en la cocina del apartamento se materializó el dolor y el sentimiento de Astor Piazzola en uno de los mejores tangos del famoso bandoneonista, Adios Nonino. Parte de los versos de la letra dicen así: «Y hoy mi viejo Nonino es una planta. / Es la luz, es el viento y es el río... / Este torrente mío lo suplanta, / prolongando en mi ser, su desafío». No, la muerte no es el fin sino la continuación. Manrique se unió a los ejércitos de Isabel la Católica para lograr el re-

5 conocimiento como reina de Castilla y murió en combate poco después de haber escrito sus coplas. Alfonso Reyes tomó a su padre como inspiración y tuvo más de cuatro décadas muy fecundas en la creación literaria. Piazzola caminó durante más de cuatro décadas en los escenarios del mundo, llevando su música. Deseo, espero y conmino a Jorge López Landó a llenar su vida, los años que él decida, a seguir trabajando duro en el campo de la creación literaria, siempre tendrá mucho por decir. No, la muerte no es el final. El dolor de la partida de quien queremos puede ser un motor para reencauzar pensamientos y acciones. Lo peor es quedarse a la expectativa. Presentación del poemario Mónica abre el rompecabezas de fuego (y descubre que aún hay jazz) de Jorge López landó. De izquierda a derecha: Ricardo León García, Margarita Salzar Mendoza, y Jorge López Landó. 6 de junio, 2014, Museo de Arte e Historia de Ciudad Juárez. * Jorge López Landó. Mónica abre el rompecabezas de fuego (y descubre que aún hay jazz). Nezahualcóyotl: Sediento,