TEMA 5: LA CULMINACIÓN DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL. SANTO TOMÁS DE AQUINO

Transcripción

1 TEMA 5: LA CULMINACIÓN DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL. SANTO TOMÁS DE AQUINO 5.1 El autor, su obra y contexto filosófico Santo Tomás nació en 1225 en el castillo de Rocaseca, cerca de Aquino, en Italia. A los cinco años fue enviado como novicio al Monasterio de Montecasino. En 1244 ingresó en la orden de los dominicos y en 1251 fue ordenado sacerdote. Era de constitución corpulenta y se caracterizaba por su silencio y su gran poder de concentración, por todo lo cual sus compañeros le apodaban el buey mudo de Sicilia. En 1252 comenzó su profesorado, ejercido en Colonia, París e Italia, en los distintos lugares en los que por aquellos años residió la corte pontificia. El 6 de diciembre de 1273, en Nápoles, cuando tenía a punto de terminar la Summa Theologica, tuvo una especie de visión mística; a partir de la cual le fue imposible seguir escribiendo. La explicación que dio a este cese en su producción literaria, en sus propias palabras, fue la siguiente: Después de lo que el Señor se dignó revelarme el día de San Nicolás, me parece paja todo cuanto he escrito en mi vida, y por eso no puedo escribir ya nada más. Murió el 7 de marzo de 1274 siendo canonizado en Es llamado en la literatura teológica y filosófica doctor angelicus, así como Divus Thomas y el ángel de las escuelas o el aquinate. La producción literaria de Tomás de Aquino ha sido valorada por el apasionamiento, por la verdad que su autor muestra en ella, por lo equilibrado y sintético de su pensamiento, por su originalidad y por el orden que refleja el conjunto de su obra. Igualmente ha sido alabada por lo ingente de la misma. En efecto, en poco más de veinte años escribió veinte mil páginas. Se han catalogado 117 obras suyas y la edición completa de las mismas ocupa 34 volúmenes. Su obra cumbre es la Summa Theologica comenzada en Deben citarse también sus comentarios a Aristóteles, la Summa contra gentiles y multitud de obras apologéticas y polémicas. Marco filosófico En la Baja Edad Media la Iglesia y el Cristianismo inundaban todo el pensamiento europeo. La vida del ciudadano que disentía de ese pensamiento era sometida a persecución. Dentro de la Iglesia surgieron nuevas formas de vivir la religión, apareciendo monasterios en los que se fomentaba la austeridad, el trabajo manual y el retiro del mundo. Ejemplos son la orden del Císter, de influencia en el mundo campesino, las órdenes mendicantes, más centradas en las ciudades. En el ámbito intelectual surgen en el siglo XIII los dominicos, orden a la que pertenecía Santo Tomás, y los franciscanos, inicialmente predicadores del amor a la naturaleza y de la pobreza, cuyos representantes más insignes fueron San Buenaventura y Guillermo de Occam. Los franciscanos sentaron las bases sobre las que con el tiempo aparecerían los pensamientos de Galileo, Newton y Descartes. Intelectualmente, los siglos XII y XIII fueron intensos y de gran riqueza creativa que derivó muchas veces en la herejía que era perseguida por la Inquisición. A partir del siglo XI, las antiguas escuelas monacales que se dedicaban a conservar y difundir la cultura, fueron sustituidas por las Universidades, situadas en las ciudades, que satisfacían la curiosidad y el deseo de saber de numerosos ciudadanos. Las universidades eran grupos de maestros y escolares dirigidos por un canciller y por un rector. A principios del siglo XIII se fundó la de París, que llegaría ser uno de los mayores focos culturales de la época, protegida por el rey de Francia y por el Papa. El pensamiento de esta época se denominó, por su origen en las escuelas, la Escolástica y era de carácter principalmente filosófico y teológico. Los textos que servían de base para la enseñanza escolástica eran la Biblia y los escritos de los Santos Padres de la Iglesia y de los filósofos de diversas épocas. Surgieron de esta actividad diferentes obras, entre las que destacaban las Sumas, especies de compendios del conocimiento adquirido. Las sumas fueron propias, sobre todo, del siglo XIII y la más famosa fue la Summa Theologica de Santo Tomás. Los problemas sobre los que versaba la Escolástica eran básicamente teológicos, pero éstos generaban otros problemas de índole filosófica que pretendían sobre todo comprender 28

2 racionalmente el contenido del dogma. La filosofía medieval adquiría así un estilo y unos contenidos distintos de los que había desarrollado la filosofía griega. De la filosofía griega habían llegado a la filosofía cristiana algunos escritos de corte platónico, hasta que en el siglo XIII, a través de los árabes, se conoció la obra aristotélica. La labor de asimilación de la filosofía aristotélica por el cristianismo la llevaron a cabo fundamentalmente San Alberto Magno y Santo Tomás. En la traducción de la obra de Aristóteles tuvo importancia la Escuela de Traductores de Toledo. Uno de los problemas que planteaba para el cristianismo la filosofía de Aristóteles era que ésta no se reducía a una mera colección de conceptos, sino que constituía una metafísica, de la que se derivaban la concepción de la eternidad del mundo y la negación de la inmortalidad del alma, tesis que debían discutirse desde la perspectiva de su compatibilidad o no con la teología cristiana. 5.2 La relación Fe-Razón La razón y la fe son dos modos de conocimiento, basado el uno en el discurso racional y el otro en la revelación. Cada uno se corresponde con un orden distinto de realidad, el natural y el sobrenatural. Podemos definir la fe como un acto de asentimiento por el que se acepta una verdad para la que no se tienen pruebas racionales. Es el conocimiento revelado, directo e intuitivo. También podemos definir la razón como el conocimiento accesible por medios naturales, desde la sensación hasta lo que llamaríamos hoy en día razonamiento. Es imposible una verdad filosófica y otra teológica como quería el Averroísmo. La verdad es única aunque a ella se pueda acceder por dos caminos distintos. En último término, el objeto final de todo conocimiento es Dios, verdad suprema. A su conocimiento llegamos mediante la revelación, pero también podemos hacerlo mediante la razón, partiendo de las cosas creadas. Por este procedimiento puede conocer la razón la existencia de Dios y acercarse a la comprensión de otras verdades contenidas en la revelación, las cuales deben ser comprensibles para el ser humano, puesto que a él van dirigidas. 5.3 La realidad según Tomás de Aquino Teología y metafísica La metafísica se divide en ontología y teología natural. La primera estudia el ser en general y los principios y causas del mismo; la segunda, estudia a Dios, en tanto que es principio y causa primera del ser, y en tanto es cognoscible por la razón. Para acceder a Dios también existe la teología o ciencia divina que estudia a Dios desde la revelación y que presupone la fe. No puede haber conflicto ni contradicción real entre ambas ciencias, ya que las dos derivan sus verdades a partir de la misma fuente: Dios. De este modo, los conflictos entre Filosofía y Teología serían tan solo aparentes y seguramente resultado de alguna confusión conceptual. En cualquier caso, en dichos conflictos, la teología sirve de árbitro a la filosofía, advirtiéndola si es necesario, de que ha podido llegar a afirmaciones falsas o que ha entrado en un campo en el que no es posible el argumento racional y sólo la revelación proporciona un conocimiento adecuado. El universo tomista. Creación del mundo Lo más característico de la ontología tomista es el resultado de una reflexión profunda sobre lo que supone el hecho de la creación para entender la realidad. Santo Tomás admite la existencia de diferentes niveles del ser. Dios es el Ser. Todas las demás cosas son seres, que sólo son tales en razón del Ser, que los ha creado en un 29

3 acto libre de su voluntad, la creación divina. El conjunto de la creación participa del ser de Dios, no posee un ser autónomo, independiente del ser de Dios, ni en su comienzo de existencia ni en su mantenerse en la misma: por sí solo el Mundo no podría conservarse en la existencia. La creación (efecto) participa del creador (causa) desde el acto mismo en que comenzó a existir. Esencia y existencia Para explicar las diferencias entre el Ser y los demás seres e incluso de éstos entre sí, recurre a las distinciones aristotélicas de acto-potencia, materia-forma y ésta que es la más característica: la distinción entre esencia y existencia. Entiende por esencia lo que define al ser, lo que lo constituye; es la quidditas, lo que un ente es, las cualidades que necesariamente ha de tener para ser un ente de su clase, la definición. Entiende por existencia o esse, el acto de ser, es llegar a ser como ente real y efectivo, en definitiva es el hecho de existir. Un unicornio, por ejemplo, tiene esencia porque podemos dar una definición del mismo y tiene un contenido inteligible; pero no tiene existencia porque no existe, esa esencia no se realiza en el mundo real. Por tanto podemos conocer su esencia sin que nos conste si existe o no. En los seres creados su esencia y su existencia son diferentes, ya que examinando los rasgos que contiene su esencia no podemos determinar si esa entidad existe efectivamente o no. Son seres contingentes: seres que existen pero podrían no existir. Que un hombre, por ejemplo, sea animal racional (ésta es su esencia), no incluye la afirmación de que exista; puede ser definido como animal racional y, sin embargo, no constarnos su existencia. El único caso en que esto no es posible es en el caso de Dios creador, cuya esencia incluye existir. En Dios esencia y existencia se confunden de modo que negar la existencia de Dios es en cierto modo contradecirse. Como la esencia de un ser finito no viene a la existencia por sí misma, la existencia se adquiere sólo por medio de la intervención (creación) del único ente subsistente que ha de ser primero y único: Dios. Teología natural: la ciencia de Dios Hemos definido ya esta ciencia como el estudio de Dios desde la razón. Su primer objetivo es averiguar de qué naturaleza es la proposición Dios existe. Una vez establecido cómo podemos acceder al conocimiento de su existencia, se plantea el conocimiento de su naturaleza y de las características de su actividad. La demostración de la existencia de Dios Aquellas proposiciones acerca de Dios (si existe, si creó o no el universo, si es un ser inteligente, etc.) que pueden demostrarse racionalmente Santo Tomás las denomina preámbulos de fe, dando con ello a entender que no son genuinos dogmas de fe, sino que constituyen un cierto tipo de proposiciones que pertenecen a una zona común a la fe y a la razón. La afirmación Dios existe no es una afirmación evidente, al menos para los seres humanos. Los primeros conocimientos humanos comienzan con los sentidos y para éstos no es evidente la existencia de Dios. Por tanto, si no es una verdad de evidencia inmediata, necesitamos llevar a cabo una demostración racional de su existencia que parta de lo que para nosotros es más conocido: los seres creados. Ahora bien, durante la Edad Media surgen también otro tipo de demostraciones racionales de la existencia de Dios, como el argumento ontológico de San Anselmo. Este argumento afirma que, si Dios es el ser mayor que existe, ha de existir tanto en la 30

4 mente como en la realidad extramental. Es un argumento a priori, independiente y previo a la experiencia sensible. Por el contrario, las cinco vías tomistas son argumentos que parten de la experiencia de lo conocido a nivel sensible, lo creado, es un argumento a posteriori. Las cinco vías tomistas Es uno de los modos posibles de demostrar la existencia de Dios: Partiendo de los efectos y remontándose hasta su causa propia (quia). Se parte de ciertos rasgos de su obra, la creación, que sí son accesibles a nuestros órganos sensoriales, para poder mostrar que una explicación completa de los objetos del mundo exige concluir como única causa posible de éstos la existencia de un ser con propiedades especiales y que trasciende el mundo, es decir, cuya existencia radica fuera del universo. Las cinco vías: estrategia argumentativa. Dicha estrategia sigue un patrón general: 1. Se comienza constatando un hecho observable: que los seres se mueven y cambian, que hay efectos que tienen causas, que los seres son contingentes, que hay diferentes grados de perfección, que hay finalidad en el universo. 2. El siguiente paso consiste en afirmar que ese hecho no se explica por sí mismo (lo que vemos que se mueve, por ejemplo, no lo hace por sí mismo), de modo que se requiere de otra entidad que explique ese rasgo observable del mundo. 3. Pero esa nueva entidad que explica el hecho del que partimos tiene los mismos rasgos y defectos que la primera, por lo que necesita a su vez ser explicada. Se genera así una cadena de entidades tales que es ad infinitum. 4. Pero una cadena de explicaciones que se prolonga ad infinitum no constituye una explicación completa y adecuada de ese hecho. Dilatar infinitamente algo le resta eficacia explicativa. 5. Por tanto, esa cadena de sucesivas explicaciones tiene que concluir en un punto que constituye el comienzo radical de esa serie. 6. Por último, se identifica ese comienzo con Dios. En ocasiones, esta estructura se simplifica en tres pasos: partir de un hecho de experiencia, buscar una explicación que no puede convertirse en una cadena de causas ad infinitum, y buscar un primer principio originario o Dios. Las cinco vías: contenido. Primera vía: del movimiento Es la llamada prueba cosmológica, deducida de la física y metafísica aristotélicas. Parte del hecho constatable por los sentidos, de que en el mundo hay cosas que se mueven. Ahora bien, todo lo que se mueve es movido por otro. No cabe admitir una cadena indefinida de cosas que mueven y a la vez son movidas por otro. Luego es necesario recurrir a un primer motor inmóvil que mueva sin ser movido. Y éste es Dios. Segunda vía: de la causalidad eficiente Tomada también de la física de Aristóteles, esta vía parte del hecho de que todo lo existente aparece como efecto de una causa que lo ha producido y que es distinta de sí mismo: como no se puede proceder hasta el infinito, se impone la necesidad de una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios. Tercera vía: de la contingencia de los seres El punto de partida es el análisis de los seres contingentes: la incapacidad propia de estos seres para darse a sí mismos la existencia exige un ser necesario, un ser que no sólo existe, sino que, además, no puede no existir. Este ser no tiene fuera de sí la causa de su necesidad, sino que es causa de los demás, a la cual todos llaman Dios. 31

5 Cuarta vía: de los grados de perfección Esta prueba se fundamenta en la idea de los diversos grados de perfección que se observan en las criaturas. El razonamiento se apoya en el hecho de que la existencia de perfecciones desiguales y limitadas exige que haya algún ser en el que estén realizadas en grado máximo esas perfecciones y sea, así, causa de las mismas: a este ser absolutamente perfecto lo llamamos Dios. Quinta vía: del orden cósmico Santo Tomás toma como dato de experiencia el orden del universo. La aceptación del universo como cosmos o todo ordenado era común a todo el pensamiento griego y reconocido como un dato evidente. La fuerza de la argumentación arranca de considerar que este orden que el cosmos no se ha podido dar a sí mismo y que se manifiesta incluso en los seres no inteligentes, exige la existencia de una inteligencia ordenadora suprema. En cuanto que este orden se manifiesta como fin al que todos los seres parecen tender, esta prueba recibe también el nombre de prueba teleológica. La naturaleza de Dios La demostración racional de la existencia de Dios ha de ser completada con la difícil tarea de decir cómo es su esencia o naturaleza. Santo Tomás afirma que nuestro lenguaje es limitado para poder expresar con propiedad el conocimiento de Dios. En todo caso, todo lo que podamos decir de Dios partirá siempre de lo que conocemos de los seres que él ha creado, los cuales, como efecto que son, nos llevan a él como causa. Por la vía de la negación, separamos de Dios todo lo que, existiendo en las criaturas, no puede pertenecerle porque supone alguna limitación o imperfección. Así excluimos el movimiento, el cambio, la composición, etc. Y afirmamos que es inmóvil, inmutable, acto puro, etc. Por la vía de la analogía afirmamos, respecto de Dios, todo lo que reconocemos como positivo en las criaturas, pero elevándolo al grado máximo. Así, diremos que Dios es absolutamente bueno, absolutamente libre, que lo puede todo, que es eterno, infinito, suma verdad y bondad, etc. Lo mismo ocurre con las perfecciones que se refieren a la actividad. Dios posee la vida y con ella las formas de actividad inmanente. Dios posee entendimiento y voluntad infinitos: conocimiento infinito, sabiduría creadora, voluntad y libertad absoluta, soberanía universal, etc. 5.4 Antropología tomista: el ser humano Hay una fuerte influencia aristotélica en la antropología tomista que implica un distanciamiento del dualismo platónico y agustiniano que concibe al hombre como un compuesto de dos entidades absolutamente diferentes, el cuerpo y el alma. Santo Tomás defiende un monismo antropológico según el cual el hombre no puede ser definido sin hacer referencia a su condición corpórea. El ser humano es una unión sustancial de cuerpo y alma. La esencia del hombre, compuesto de cuerpo y alma, es la racionalidad. El ser humano es una sustancia racional. El alma no puede ser corpórea (material), pues si así fuese, en tal caso todos los cuerpos estarían animados, lo que es no es el caso. El primer principio de vida de un ser vivo, su alma, no es una parte corporal de ese cuerpo, sino más bien su forma sustancial. Santo Tomás destaca la unidad e integración del alma humana aunque en ella se incluyan capacidades diversas como las diferenciadas por Aristóteles. La función intelectiva a la que las otras están subordinadas es capaz de existir separadamente del 32

6 cuerpo, quedando abierta la posibilidad de la inmortalidad. El alma humana es creada por Dios para cada individuo, sobrevive al cuerpo como consecuencia de su inmaterialidad, simplicidad y autonomía. Cuanto más independiente es una función anímica de su base corpórea más independiente es su existencia de lo que pueda ocurrir en el ámbito corpóreo correspondiente. Así, el alma humana, que es esencialmente racional, está a mitad de camino entre lo corpóreo y lo intelectual. El análisis de las operaciones humanas, en particular del pensamiento y del querer libre, le lleva a la afirmación de la inmaterialidad del alma: si realiza operaciones inmateriales como son el entendimiento y la voluntad, es señal de que ella misma es inmaterial. 5.5 Epistemología: el conocimiento humano El hecho de que el hombre sea cuerpo y alma determina también la forma de funcionamiento del entendimiento, vinculado a los sentidos. El origen de nuestros conocimientos está en los sentidos. De aquí que se le considere a Tomás de Aquino realista epistemológico. El conocimiento humano se basa en la colaboración que se establece entre las cosas materiales, los sentidos y el entendimiento. El hombre está dotado de un entendimiento inmaterial capaz de conocer la esencia de lo real, lo que las cosas son en sí mismas. Ahora bien, todas las cosas están compuestas de materia y forma. Los caracteres particulares les vienen a las cosas de la material. La forma o esencia, es común a todos los seres de la misma especie y es, en ese sentido, universal. Las cualidades particulares son captadas por los sentidos por eso se llaman cualidades sensibles-. Lo que el entendimiento humano conoce más adecuadamente es la esencia de las realidades sensibles. Al estar unido a un cuerpo, este conocimiento se inicia y tiene su origen en los sentidos. Con los datos que proporcionan los sentidos, el entendimiento elabora los conceptos gracias a una compleja operación o proceso llamado abstracción. La abstracción consiste, fundamentalmente, en la capacidad del entendimiento de separar la materia de la forma, de captar lo universal que potencialmente existe en los datos particulares que captan los sentidos. El entendimiento obtiene así los conceptos universales. Este proceso lo lleva a cabo el entendimiento activo o agente, esto es, el intelecto en su faceta activa, creativa, que se contrapone al entendimiento paciente, que es la faceta del intelecto orientada a la receptividad; recibe la especie o forma inteligible y conoce el concepto en general. La tarea del entendimiento consiste en iluminar la imagen mental que se obtiene de los sentidos (phantasma), de modo que pueda abstraer el concepto universal o esencia inteligible. Esta iluminación no es como la agustiniana, es un proceso natural que lleva a cabo el intelecto por sí solo. La iluminación y la abstracción permiten al intelecto captar la imagen de este hombre concreto como si representase a todo ser humano. Ahora bien, el objeto de conocimiento no son las ideas, sino las cosas que representan estas ideas. Tomás de Aquino es un realista epistemológico: las ideas universales son los instrumentos de los que se sirve el intelecto para conocer la realidad. Rechaza el innatismo pues afirma que el proceso cognoscitivo comienzo en la sensación. El conocimiento, como tendencia arraigada en la naturaleza humana, tiende finalmente al conocimiento de la verdad, el ser o el bien: Aquello que es verdadero, es; y lo que es, por la simple razón de ser, es bueno en sí mismo. (A estas nociones las llamaban los medievales los trascendentales ). 33

7 El entendimiento capta los primeros principios del ser y del razonar: - El principio de no contradicción: una entidad no puede ser X y ser no-x en el mismo momento y significando esa propiedad lo mismo en cada caso. - El principio de identidad: todo ente es idéntico a sí mismo. - El principio del tercio excluso: una entidad o bien posee una propiedad o bien no la posee, quedando excluida una tercera posibilidad. 5.6 Ética y Política Ética La filosofía moral o ética tiene como objeto de estudio las acciones humanas, esto es, aquellas acciones que tienen su origen en la razón y la voluntad que son facultades exclusivas de los humanos-; estudia por tanto las acciones voluntarias orientadas a un fin. Siguiendo a Aristóteles, conociendo la naturaleza humana, sabremos qué fin le corresponde. El fin último al que indirectamente apuntan los fines parciales en Santo Tomás, es la beatitud o contemplación de Dios. Esto es así puesto que el hombre es animal racional y la razón se encamina a la verdad, al bien y al conocimiento de la realidad; el hombre se realiza en la contemplación de aquello que es Ser por excelencia, Suma Verdad y Sumo Bien: Dios. La noción de virtud que emplea es heredera también de la aristotélica: para determinar si algo es bueno o malo para una entidad es preciso saber cuáles son las funciones que desempeña. La función propiamente humana sería la actividad racional, y la virtud humana el buen ejercicio de esa actividad. Distingue también entre virtudes intelectuales y éticas. La ley natural La ley natural es la manifestación de la ley eterna en el alma y la naturaleza humana. La ley eterna es la ley tal como está presente en el intelecto divino. La ley natural es a la razón práctica (la que regula nuestras acciones) lo que los primeros principios a la razón teórica. Al igual que el Principio de no contradicción es una verdad evidente e indemostrable en el orden teórico, lo mismo ocurre con el primer principio moral: el bien es lo que ha de buscarse y el mal lo que ha de evitarse, en el orden práctico. Es expresión de la naturaleza racional del hombre, posee validez universal ya que la razón humana está igualmente presente en todos los seres humanos- y es inmutable pues no puede cambiar con el paso del tiempo. Dicha ley natural coincide con la Ley Divina, esto es, aquellos preceptos que Dios ha transmitido a los hombres a través de la Revelación en las Sagradas Escrituras. Esta coincidencia se debe a que tanto la razón como la revelación tienen su origen común en Dios. De este modo, robar, mentir, matar, etc. son acciones malas tanto desde la Revelación lo prohíben los mandamientos- como desde la razón, -violan la ley natural y van contra la naturaleza humana-. El ser humano tiene inclinaciones como ser, como animal y como animal racional que es. Por ejemplo, es propio de la ley natural el impulso a preservarse presente en el ser humano, en cuanto tendencia de todo ser a conservarse en la existencia. Igualmente es natural toda inclinación en el hombre hacia la reproducción y la crianza de la descendencia, pues es común a todo animal. Pero, en cuanto animal racional, existe en él una inclinación a la verdad y al conocimiento, hacia Dios. De este modo, los impulsos como entidad y como animal deben enderezarse hacia lo que dicta la razón. El ser humano está dotado de razón y voluntad, facultades que le permiten controlar y dominar los restantes impulsos o apetitos; también posee libertad y, en consecuencia, es responsable de sus actos. 34

8 Es necesario que la ley natural, general y abstracta, adquiera cierta concreción para que pueda realizar la función de la ley de ordenamiento racional. La ley positiva es la ley que concreta la ley natural adaptándola a las características de una sociedad, cultura o época determinada. Esto significa que no puede haber contradicción entre lo que ordena la ley natural y lo que ordenan las leyes efectivas públicamente promulgadas por un Estado cualquiera, ya que en cierto modo, la ley positiva proviene de la ley natural. Política Santo Tomás retoma el concepto aristotélico y entiende que el hombre es por naturaleza un animal político y social. El hombre hace uso de la razón y el lenguaje para cooperar en la construcción de comunidades políticas que satisfagan las necesidades de sus componentes. La comunidad política es la unión de hombres libres bajo la dirección de un gobernante que tiene como meta promover el bien común. Por tanto, el gobierno está legitimado por la función que realiza (lograr el bien común) y si la realiza de un modo moralmente aceptable (según la ley natural). Sin embargo, a pesar del carácter independiente del poder eclesial, Santo Tomás defiende el derecho de la Iglesia a deponer, siempre por razones religiosas, a aquellos gobiernos que no sigan los principios cristianos, esto es, infieles. Relaciones entre la Iglesia y el Estado Respecto de este punto, el pensamiento de Santo Tomás no es del todo coherente. En ocasiones defiende la supremacía del Papa sobre el poder terrenal al buscar el fin último o la salvación; sin embargo hay pasajes en los que limita la subordinación del poder civil al espiritual. El gobierno tiene como función principal asegurar la integridad de la sociedad frente a las tendencias a la disgregación como consecuencia del egoísmo de los individuos; así debe prevalecer el bien común sobre los intereses de cada ciudadano particular. Dios, al crear al ser humano, quiso que hubiera en cierto modo una sociedad y un gobierno humanos. Santo Tomás rechaza por este motivo la idea de que el Estado tenga su origen en el pecado original, como si la vida social fuese consecuencia de algún defecto originario del hombre y no un rasgo esencial del mismo. Una condición indispensable para que pueda alcanzarse el bien común es la paz, así como que los gobernantes dirijan sus acciones hacia ese fin y los individuos tengan satisfechas sus necesidades vitales. Si el fin del Estado es el bien común, el de la Iglesia es la salvación de los hombres, un fin más elevado. Esto no significa que el Estado no sea una institución capaz de establecer con autonomía sus fines y medios para alcanzarlos. Como el fin de la sociedad es la vida buena y ésta es una vida conforme a la virtud, las leyes deben propiciar y fomentar la vida virtuosa que consiste en el itinerario que lleva a la contemplación de Dios. Pero, aunque éste no sea un fin que pueda lograrse en esta vida, el Estado debe asegurar las condiciones terrenales para que los hombres puedan alcanzarlo. Esta visión moral del Estado contrasta con el carácter neutral de las leyes en el Estado Moderno, según el cual, las normas no tienen como objeto perfeccionar moralmente a los ciudadanos. El Estado se subordina en Tomás de Aquino a la Iglesia del mismo modo que la razón a la fe: aunque son ámbitos diferenciados, la superioridad de lo teológico sobre lo filosófico es clara. La función del legislador es aplicar y concretar la ley natural, adaptándola a las circunstancias sociales y temporales de cada sociedad. La ley positiva se deriva de la ley 35

9 natural, de donde se sigue que si las leyes del Estado fuesen en contra de lo que dicta la ley natural no serían más que perversión de la ley, por lo que los ciudadanos podrían incumplirlas y deberían hacerlo. La ley positiva puede ser injusta por ser contraria al bien común o porque el legislador mira por el provecho de unos pocos, imponiendo cargas desproporcionadas sobre los restantes ciudadanos. La soberanía de que goza el gobernante no es incondicional ni ilimitada, sino que ha de ser obedecido siempre que no legisle contra la ley natural y contra el bien común. Un gobernante injusto promueve leyes que suponen un impedimento para que los ciudadanos puedan ejercer la virtud: la opresión, la injusticia, la miseria y el abuso no son precisamente el caldo de cultivo de la virtud y de este modo dificultan más que facilitan la salvación del alma. Resumen de las clases de leyes Para Santo Tomás hay cuatro clases de leyes, como hemos visto: 1. La ley eterna, la ley tal como está presente en el intelecto divino. 2. La ley natural, la manifestación de la ley eterna en el alma y la naturaleza humana. 3. La ley divina, que es la ley de Dios revelada a los hombres a través de las Sagradas Escrituras. 4. La ley positiva, que consiste en las leyes propias del Estado, y que Santo Tomás define como una ordenación de la razón para el bien común, hecha y promulgada por quien tiene el cuidado de la comunidad. 36