"SueÑo Y SeparaciÓn"

Transcripción

1 "SueÑo Y SeparaciÓn" (*) Trabajo Presentado En Las Jornadas "la Actualidad De La Interpretación De Los Sueños", E.f.b.a Patricia Leyack Comienzo por el conocido aforismo lacaniano: "...El inconsciente está estructurado como un lenguaje". Los analistas nos dedicamos a la lengua, pero no a la de los lingüistas. Nos dedicamos a la lengua en funcionamiento, la que, en su movimiento produce equívocos, sufre de lapsus, de repeticiones, de retornos. Nos dedicamos a la singularidad con la que se le habló a cada sujeto, con la que se armó "lalangue", ese sustrato caótico primario de la polisemia de nuestra lengua materna. En otro momento de su obra Lacan completa su aforismo: "...El inconsciente está estructurado como un lenguaje, que en medio de su decir produce su propio escrito". El inconsciente produce, entonces, escrituras. El asunto para nosotros, analistas, es cómo acceder a esas escrituras, cómo descifrarlas y cómo operar sobre ellas para modificar la posición del sujeto. La posición del sujeto en relación al goce. Leemos esas escrituras, privilegiadamente, en las formaciones del inconsciente, que entendemos en una primera aproximación como productos del inconsciente. Y las leemos, aún, en el discurso, en general, que se despliega en transferencia, que excede las propias formaciones. Qué leemos?. Leemos la letra del sujeto que retorna en su discurso. Apoyaré esta presentación, fundamentalmente, en dos textos de Lacan: "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud" y "Lituraterre". En el primero, "instancia" alude, por un lado, a "autoridad con poder de decisión". De donde la letra domina, rige. Por otro lado, salvo por una sílaba, en francés, "instancia" es "insistencia", "insistencia de la letra". La letra "insiste" hasta que es leída. Freud, y a eso apunta la segunda parte del título, descentra el saber. El saber, a partir del acontecimiento Freud, es del - Página 1 de 6 -

2 inconsciente. Es un saber que no se sabe. Habrá que darle la oportunidad, en el análisis, de que se despliegue como discurso. Es, en el discurso de un sujeto en análisis, que el saber del inconsciente retorna y se hace audible, para quien lo sabe leer, como letra. Letra designará, en primer lugar, la estructura del lenguaje en tanto en ella está concernido, a nivel del discurso, un sujeto. Implicará a un sujeto literalizado, tomado en la letra. La letra escribe a un sujeto en un discurso, pero en un paradójica temporalidad: habrá sido letra una vez leída. El analista es un lector: lee a la letra. Si esta operación de lectura no se produce, la letra estará en suspenso, o mejor, suspendida, en espera. Con "Lituraterre", otra vez el título llama a una deconstrucción. Hay un deslizamiento de "letter" a "litter": de una letra a una basura. "Lituraterre" juega, además, con "rature", tachadura, y terre. Dice Lacan allí que la letra es litoral entre significante y goce; entre saber, dominio de lo simbólico, y goce, dominio de lo real; entre inconsciente y libido. Lacan diferencia litoral de frontera. Una frontera, dice, es atravesable, un litoral hace borde a los dos territorios o dominios que en él se encuentran. De ahí que la letra, que dibuja ese litoral, tiene un costado significante y un costado real, de goce. Momento productivo en un análisis es aquel en el que se toca, se lee, esa letra del sujeto. En el que la articulación significante se quiebra, y arroja el goce que marca al sujeto. Es la lectura analítica, su efecto de reescritura, la que opera esta ruptura, lo cual la configura como un acto analítico : acto de corte. Que el analista no se aturda con el sentido común que los significantes portan, que lea en ellos las cicatrices edípicas, es lo que produce esta ruptura de lo fenoménico, del carácter de semblant del significante, de las imágenes a las que su entramado envía, del sentido que hacen los significantes. Esta ruptura del significante, hace posible el goce. Y es la intervención analítica la que hace posible el goce encerrado en el síntoma o, en nuestro tema de hoy, el sueño. Lo real es lo imposible, lo imposible de ser dicho, aquello que no cesa de no escribirse. Siendo así, «...qué significa se pregunta Héctor Yankelevich en su libro Del padre a la letra- que el goce deje de ser imposible?. Cuando el paciente cuenta su síntoma, -su sueño, podríamos agregar nosotros-, el analista, frente a este relato, puede, en algún momento, producir una respuesta. Hay un objeto, hay un sentido, no pre-existente, sino a efectuar. Y esta intervención del analista hace posible el goce encerrado que habita como parásito en el síntoma. Jouissance : «J ouïs sens» : goce en homofonía con «oigo sentido». Hay un sentido que se puede oír, y aquello que se puede oír hace que ese goce se vuelva posible. El goce abandona lo real y pasa a lo imaginario. Puede ser retomado, ya que hay sentido.» - Página 2 de 6 -

3 Pasemos ahora, al sueño como formación del inconsciente, puntualizando que el concepto «formación» puede ser entendido, también, como genitivo objetivo en la medida en que la intervención analítica «forma» al inconsciente. Un sueño es una escritura en imágenes, dice Freud. Un rébus o adivinanza, que mal llamamos jeroglífico, basado en analogías fonéticas, que utiliza dibujos o símbolos. Sueño, rébus, que hay que entender al pie de la letra, nos recuerda Lacan, porque en él, la instancia literante, la instancia de la letra, toma al significante como cosa. La puesta en escena, medio figurativo por excelencia del sueño, transforma al significante en letra. Produce una escritura que es necesario asociar en la sesión, para que esa letra se haga presente en el decir, trabajada por las leyes del significante : la metáfora y la metonimia. Para el inconsciente, la palabra no es, sino, un elemento de puesta en escena como los otros. Freud diferenció en el sueño, el contenido manifiesto que el relato del soñante hace presente, de las ideas latentes, que se alcanzan por las asociaciones. La escritura en imágenes, que es el sueño, es una escritura en una lengua particular : la que habla el soñante. Y las ideas latentes, informan qué segmentos de esa lengua lo han marcado, le han dejado cicatrices edípicas. Cuando Freud dice que el sueño es una realización de deseos, entiendo que dice que el sueño articula esas marcas en escenas oníricas. Eso es la realización. El juego infantil cumple la misma función. Para Freud, el deseo es siempre infantil, inconsciente, incestuoso. Por eso digo : marcas edípicas. Marcas del Otro, que el sujeto del inconsciente lee, que al realizarse escénicamente, es decir, articularse, llaman a la asociación. Es al escuchar el relato y las asociaciones, que la intervención analítica leerá el relato de las imágenes del sueño como letra del sujeto. Letra que el sujeto del inconsciente ya había escrito. Pero que será necesario que la interpretación en transferencia las subraye, las recorte, las "equivoque", para que el sujeto sepa de su saber no sabido. Digo con esto, de paso, que el deseo es su interpretación. Con Lacan el análisis apunta a la separación. A que el sujeto se separe por la ruta de su deseo- de aquellos lugares en que el Otro, en su inconsciente, lo retiene. O, más propiamente, de aquellos lugares de goce al que él está fijado. Es así que modificar la posición del sujeto implica modificar la relación al goce. La interpretación de un sueño, de un síntoma, no sólo va a revelar, entonces, la adherencia inconsciente del sujeto a los goces que lo retienen (ahí figura como objeto del Otro), sino los trazos de salida del sujeto. Revelará, por lo tanto, no sólo el atrapamiento en el Otro, sino el trazo del sujeto que indica la separación respecto de ese Otro. - Página 3 de 6 -

4 Pasemos a analizar algunos sueños del Hombre de los Lobos en el transcurso de su segundo análisis, con Ruth MacBrunswick. Había, para este sujeto, un objeto pulsional pregnante, el objeto mirada. El haz pulsional referido a este objeto había sufrido distintos avatares: no había, por un lado, sido atravesado por la castración (lo que explica la alucinación visual con la que Sergueï Petrov llega a este segundo análisis) y, de este mismo objeto pulsional partía una corriente sublimatoria: el sujeto pintaba. Tanto sus síntomas como sus fantasmas enraizaban en el objeto mirada. Se fue haciendo evidente, en este análisis, cómo el sujeto gozaba "haciéndose ver", tercer tiempo de la gramática pulsional, como muy intimo de Freud, muy amigo del profesor Freud y su familia. Habiendo escuchado esta posición gozante del sujeto, la analista hace una intervención, situable como en lo Real: " Yo voy todos los miércoles -le dijo- a las reuniones con Freud y mis colegas y usted nunca estuvo allí. Yo nunca lo vi allí". Esta intervención empieza a tallar, un poco, esa posición en la que el sujeto se hace mirar. En otra ocasión, él manifiesta estar seguro que ella supervisa su caso con Freud. Una vez más, él muestra la posición de la que goza: dos analistas se reúnen para hablar de él. Él es el objeto mirada en esa escena. Ruth Mac Brunswick, magistralmente, le dice: "No, para nada. Yo solamente le pedí a Freud un resumen con los avatares del tratamiento que usted hizo con él, para tener una idea, pero nada más. Nunca más volvimos a hablar de su caso. Nos vemos en las reuniones de psicoanálisis y no volvimos a mencionar su caso". Con esta intervención el paciente queda ofendido y enojado. Y este enojo es, sin embargo, propiciatorio, porque en el análisis con Freud nada del odio, del odio propiciatorio, se había podido jugar. El sujeto había captado en Freud una actitud afectuosa, hasta paternalista con él, que se consolidaba con la famosa colecta, de manera que el odio, en ese análisis, no había tenido lugar. Esa colecta, por lo demás, lo fijaba en la posición de "caso del psicoanálisis", con la que el paciente se identificaba gozosamente. Es en el marco de la corriente afectiva generada por las intervenciones de la analista, que se produce el siguiente sueño. El padre del paciente, un profesor en el sueño pero, sin embargo, parecido a un pobre músico ambulante, se sienta frente a una mesa y advierte a las otras personas presentes que no hablen de cuestiones financieras delante del paciente, dada su tendencia a las especulaciones. La nariz de su padre es larga y corva, lo que lo sorprende al paciente por el cambio. Siendo el sueño una escritura en imágenes, son las asociaciones del propio sujeto las que permitirán descifrar esta escritura jeroglífica. El músico, que él efectivamente conocía, había - Página 4 de 6 -

5 tratado de venderle música vieja. El sujeto, luego de negarse a comprarla, se siente muy culpable. Culpa que indica el persistente atrapamiento en el Otro: si se niega, si no sostiene al Otro, si no construye a este padre, siente culpa. El músico tiene barba, se parece a Cristo. Esta asociación lo lleva a un episodio en el que paciente fue tratado como judío aunque no lo era. "Como la nariz es siempre el símbolo del genital, el cambio de la nariz en el padre, que lo convierte en judío, conduce a la circuncisión, es decir, a la castración". Esta interpretación de la analista es exactamente inversa a lo que implica leer la letra del sujeto que se va escribiendo entre el relato del sueño y sus asociaciones. La lógica de esta desnorteada interpretación está exclusivamente apoyada en el simbolismo: "la nariz es siempre el símbolo del genital". Además, hay en ella un rebajamiento de la castración simbólica a la castración imaginaria, como si la castración fuera a nivel del tener. Más encaminada hacia el rasgo del sujeto sería la interpretación que leyera: el profesor Freud, desde el lugar de padre, le vende "música vieja" que el sujeto ya no quiere comprar. Pero le da culpa rechazarle su "música" porque todavía espera el dinero de su colecta. "No hablen delante de él, porque él especula", decía el texto del sueño". Él seguía recibiendo la colecta, a pesar de que tenía ciertas joyas de la mujer. No era, sin embargo, mezquindad lo que lo movía sino que él gozaba poniéndose en un lugar pasivo leíble como: "Paguen, paguen por mí, analistas. Soy vuestro caso, soy vuestro Hombre de los Lobos." Tenía una satisfacción pulsional pasiva en seguir ubicado en ese lugar sintomal de detención desde donde se ofrecía como "caso" del psicoanálisis. Es a partir del odio que propician las intervenciones de Ruth MacBrunswick, previas al sueño, que el sujeto comienza a poder -bajo el disfraz del sueño- cuestionar a Freud. Él ya no quiere escuchar la música vieja que el padre Freud le vende. Su sueño le plantea una pregunta: No será hora, entonces, de dejar de recibir la colecta?". Ésta hipotética interpretación se fundamenta en la lógica que lee en la formación del inconsciente el movimiento de separación del sujeto. En el relato del sueño la letra no está reconocida como letra, está en suspenso, no entregó aún su mensaje, está ahí como instrumento meramente descriptivo de una escena onírica. Es la interpretación la que la revela como letra del sujeto. La que le da a la letra su paradójico estatuto temporal: habrá sido letra una vez leída en transferencia. Aludo aquí a toda la concepción del après coup o efecto retardado: lo que estaba antes al sujeto le llega después, con retardo. Esto abre la cuestión del estatuto ontológico del inconsciente. El sujeto del inconsciente lee marcas, articula, pero es en transferencia donde se realiza, porque es ahí donde el analista lee la lectura del sujeto del inconsciente, lee lo escrito. Decimos entonces, que el inconsciente no es del orden del ser ni del no ser, es del orden de lo no realizado, - Página 5 de 6 -

6 evasivo en su manifestación óntica. Si hay un estatuto del inconsciente, éste es ético en Lacan: apunta al deseo. Es el eje de la separación, lo que, según mi lectura, propone Isidoro Vegh en su libro «Enlaces y desenlaces del goce», para ordenar los distintos tipos de sueño. En las pesadillas, el sujeto está arrasado, los movimientos se lentifican, el clima es de asfixia, el soñante no puede despertar : predomina el Otro. En los sueños de angustia, lo que despierta es la angustia de castración. Revelan que la posición del sujeto está a mitad de camino entre su deseo y el goce del Otro. El sueño se desarrolla hasta que toca el punto de anuncio de la castración, se anuncia un corte, pero nada aún lo garantiza: el soñante despierta. Y en los sueños logrados, la deformación onírica es lo suficientemente exitosa como para articular las marcas y la posición del sujeto en relación a las mismas de forma tal que se preserve el dormir. Si el vector de la separación es al que apuntamos en la dirección de la cura, los sueños de un analizante, a lo largo de su análisis, irán mostrando ese trayecto subjetivo: los sueños irán escribiendo las distintas posiciones alcanzadas por el sujeto en el recorrido de su análisis. Pero así como el recorrido de un análisis no implica un limpio camino hacia adelante, sino un trayecto con quiebres, retrocesos, insistencias, los sueños también reflejarán esto en su escritura. Habrá sueños de avance subjetivo y otros en los que se escribe el regreso del sujeto a posiciones de atrapamiento en el Otro. En los sueños se leerá, entonces, un camino progrediente pero también momentos de retorno, que indican que en un análisis hay que pasar varias veces por el mismo lugar para que el goce "entregue su plaza". Dirigir la cura hacia la separación es, cuando de sueños se trata, leer en éstos no el atrapamiento del sujeto en el Otro, sino la realización de su deseo, el trazo subjetivo que escribe la formación del inconsciente. Es recortar en el discurso las letras que litoralizan un goce que detiene al sujeto pero en una lectura que forme, que escriba el trazo nuevo que lo representa. Bibliografía: Amigo, S: "El sueño: una escritura en imágenes". En: "De la práctica analítica, escrituras". Ricardo Vergara Ediciones, 1994, Buenos Aires. Freud, S: "La interpretación de los sueños" Tomo IV. Amorrortu Editores, 1993, Buenos Aires Lacan, J: "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud". En: "Escritos 1". Siglo XXI Editores, 1977, México. Lacan, J: "Liturraterre" En: "Suplemento de las Notas. La interpretación de los Sueños". Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1980, Buenos Aires. Vegh, I.: "El prójimo. Enlaces y desenlaces del goce". Paidós, 2001, Buenos Aires. - Página 6 de 6 -