La Ecoeficiencia: La Tercera Revolución Agrícola. Dr. Carlos E. Hernández. Año 2002.

Transcripción

1 La Ecoeficiencia: La Tercera Revolución Agrícola Dr. Carlos E. Hernández Año Hace aproximadamente un siglo se inició una verdadera revolución en el sector agrícola con el objetivo de satisfacer la demanda de alimentos generada por un crecimiento galopante de la población mundial. Este proceso tuvo dos etapas de desarrollo, cada una basada en estrategias y herramientas diferentes. La primera, desarrollada principalmente durante la primera mitad del siglo veinte, tuvo como su principal estrategia el incremento de tierra cultivada utilizando como herramienta preferida la mecanización. La segunda etapa, comúnmente llamada la Revolución Verde y cuyo desarrollo se llevó a cabo durante la segunda mitad del siglo veinte, se basó en el aumento de la productividad por unidad de área. Su principal herramienta fueron los insumos (Piel, 1992). La característica común de ambas etapas es el incremento exponencial del uso de la energía (Hall et al., 1992). Cabe destacar que los resultados fueron impresionantes. La producción de alimentos en los últimos 30 años se duplicó en África y triplicó en América Latina (Meadows et al., 1992). Se llenó la oferta de alimentos de tal manera que los excedentes causaron una caída significativa de los precios (Lundy et al., 2002). No obstante, estos éxitos tuvieron costos muy significativos. Los recursos naturales renovables (suelo, agua, aire, bosques y biodiversidad) han sido explotados más allá de su capacidad de recuperación. Los recursos no renovables (combustibles fósiles, minerales de alto valor, aguas subterráneas fósiles) han sido explotados sin pensar en las futuras generaciones. La contaminación ha sido mayor que la tasa de reciclamiento o absorción natural (Meadows et al., 1992). A pesar de los esfuerzos y costos que conllevó la Revolución Agrícola, no se alivió el hambre, puesto que ninguna de las dos etapas atacaron el problema de la distribución de los alimentos (Piel, 1992). Cada día en el mundo, 800 millones de personas, en su mayoría mujeres y niños, padecen de hambre. Más de mil millones de personas subsisten con menos de un dólar al día y más de dos mil millones subsisten con menos de dos dólares al día. La pobreza es un fenómeno de predominio rural (Reifschneider, 2002). Flavin y Young (1993) captan la esencia del problema reconociendo que: "El sistema moderno industrializado es extraordinariamente exitoso... Pero la mayor parte de las riquezas se han tomado prestadas de las futuras generaciones. La destrucción y degradación de los bienes naturales, aire, tierra, agua, bosques, especies de plantas y animales, han subvencionado las ganancias de muchos negocios..." Como muchos países en desarrollo, Costa Rica adoptó la Revolución Verde como paradigma del desarrollo rural, con lo cual se registró una alza significativa en la 1

2 producción agrícola nacional. La agricultura es uno de los principales bastiones de apoyo para la economía del país, pues contribuye con el 10.7% de Producto Interno Bruto ( 2.htm) y el 28.4 % de las exportaciones ( 7.htm). Además de la exportación de los productos tradicionales, se ha venido incrementando la exportación de flores, chayotes, plantas ornamentales, fresas, melones y piña (MICIT, 1995). Aproximadamente el 20.2% de la población económicamente activa trabaja en el sector agrícola ( 15.htm). Sin embargo, estos logros han tenido su costo y han puesto en riesgo nuestras principales fuentes de riquezas: la calidad de vida de la población, el agua y la biodiversidad. Los principales factores que originan impactos ambientales en la agricultura de Costa Rica son el uso intensivo de plaguicidas y fertilizantes, la generación de desechos plásticos, la irrigación intensiva, la deforestación y los desechos orgánicos sólidos y líquidos (MICIT, 1995). La razón de tan lamentable riesgo obedece a que se enfatizó en los resultados económicos a corto plazo y la productividad sobre la integridad del ecosistema, y el uso racional y eficiente de los recursos. Los deseos y necesidades del mercado prevalecieron y los recursos naturales fueron considerados como inagotables y, por ende, su explotación fue ilimitada. Aun más grave, la distribución de los beneficios generados por el uso de los recursos naturales no fue siempre justa, y algunos sectores de la sociedad no mejoraron su calidad de vida y otros, por el contrario, afrontaron una degradación de sus condiciones. Adicionalmente, no se hicieron las previsiones necesarias para garantizar que las futuras generaciones mantengan la calidad de vida actual (Hernández, 1997). Con frecuencia se apunta el uso irracional de los plaguicidas como el principal riesgo de la agricultura. Por lo tanto, es importante detallar algunos aspectos de interés. Actualmente, los plaguicidas y los fertilizantes son de vital importancia para este sector, ya que contribuyen al aumento en la producción de los alimentos, mediante el control de las plagas y enfermedades y el mantenimiento de la fertilidad de los suelos. Además del uso para la agricultura, se emplean cantidades sustanciales de plaguicidas en zonas rurales para los programas de control de vectores de las enfermedades tales como el dengue y la malaria (UNEP, 2001). Dado que los recursos suelo y agua son fundamentales para el desarrollo agrícola y rural de nuestro país, existe gran preocupación por la contaminación tóxica de los suelos y las aguas continentales y el efecto que esto tiene en la salud humana y en la biodiversidad. Hay suficiente evidencia que sugiere que cantidades importantes de plaguicidas y nutrientes son movilizadas desde las tierras agrícolas y transportados por las vías fluviales hasta terminar en las reservas naturales y en los ecosistemas marinos. Los expertos en salud pública y los eco-toxicólogos también han demostrado que el uso intensivo y excesivo de los plaguicidas puede traer como resultado vectores resistentes a los mismos, aumentando así la amenaza a la salud (UNEP, 2001). Aun cuando las pruebas acerca del impacto de los agroquímicos son a menudo cuestionadas y no resultan contundentes, dada la magnitud del problema y sus efectos transfronterisos, es imperativo aplicar el principio precautorio (UNEP, 1993). Esto significa que cuando hay duda en lo que respecta a los efectos sobre el ambiente y la salud humana, se deben tomar acciones preventivas y rectificativas. Esta proclama refuerza la necesidad de un cambio fundamental y radical en la forma que conducimos nuestro negocio agrícola. 2

3 Es necesaria una tercera etapa de la Revolución Agrícola, particularmente debido a que todos los indicadores biofísicos, económicos y sociales demuestran que una mejoría en la agricultura conduce a un desarrollo más balanceado (Reifschneider, 2002). Se le podría llamar a esta etapa la Revolución de la Ecoeficiencia Agrícola y, necesariamente, debe ser el paradigma de este nuevo siglo. Los alcances y el contexto del cambio que conlleva esta revolución no son universalmente compartidos. Como en todo proceso de cambio, existen posiciones extremas. Por un lado, los propulsores del paradigma de "Ecología Pura" abogan por una urgente restricción del crecimiento económico y la reducción de las tasas de crecimiento de la población humana; y promueven la preservación del ecosistema y la equidad de las bioespecies (Colby, 1990). Insisten en que la capacidad de carga de la biosfera está más allá de sus límites, y pronostican una eminente desintegración del ecosistema (Meadows et al., 1992). Por otro lado, los partidarios del paradigma de la "Economía de Frontera" fijan su fe en soluciones tecnológicas y en el incremento de la productividad y el mercado libre sin intervención estatal e insisten en la necesidad de un crecimiento económico continuo y acelerado (Colby, 1990). Asimismo, promueven la simplificación de los sistemas (i.e. monoculturas), con el fin de facilitar la administración y controlar la eficiencia. Entre los dos extremos, un importante grupo de científicos físicos y sociales buscan fórmulas para trabajar juntos en la promoción de un nuevo paradigma basado en la filosofía del desarrollo sostenible. Su principal herramienta es la ecoeficiencia, la cual se basa en la producción eficiente, la responsabilidad social, la viabilidad económica y la protección ambiental como complementos sinergéticos. Nosotros en la creemos que ese es el camino de nuestro futuro. En EARTH promovemos el concepto de que los sistemas agrícolas son complejos y no pueden ser aislados de su contexto; tratándolos como industrias desligadas de la naturaleza y de los seres humanos que comparten su espacio; creemos en la planificación a largo plazo para enfrentar la realidad de que los recursos naturales son limitados; y fomentamos la equidad y el empoderamiento de los pueblos, para que asuman la administración de sus propios recursos. Nuestra misión es desarrollar prácticas culturales apropiadas, haciendo un uso racional de los recursos naturales y compartirlas mediante la enseñanza. Nosotros reconocemos la íntima relación que existe entre la comunidad, la unidad productiva, el individuo y el medio ambiente, los cuales conforman un solo y complejo ecosistema. Todo lo anterior se enmarca en la búsqueda de un modelo de desarrollo que permita el mejoramiento de la calidad de vida de las generaciones actuales y futuras. En la Universidad dedicamos importantes esfuerzos a generar conocimientos prácticos aplicables al trópico y especialmente al trópico húmedo. Procuramos establecer un flujo de información en dos sentidos: adquirimos conocimientos de las comunidades, los conceptualizamos y los sintetizamos en tecnología apropiada que difundimos a través de una participación activa de nuestros vecinos en los programas. Creemos y compartimos el criterio de que solo por medio de la práctica se puede verificar la tecnología apropiada para el desarrollo sostenible de nuestra región. Solo el ejemplo nos da la autoridad moral para promulgar nuestros conocimientos. Un ejemplo significativo de lo que se puede lograr mediante el concurso de todos los actores y, en el cual tuvimos oportunidad de participar activamente como coadyuvadores, es el caso del sector bananero costarricense. En 1990 se concertó una alianza entre los productores, el gobierno, la sociedad civil y la academia para 3

4 lograr una producción sostenible de esta importante fruta para la economía nacional. El entendimiento se plasma en el documento Principios y Metas del Manejo Ambiental en la Actividad Bananera, suscrito en 1993 por los principales productores y que constituye un compromiso del sector con el pueblo de Costa Rica, para lograr una producción sostenible en el mediano plazo. Este esfuerzo se centró en mejorar sustancialmente el manejo de los desechos, hacer un uso racional de los agroquímicos y fertilizantes, utilizar únicamente terrenos con vocación bananera, reforestar zonas no aptas y conservar los bosques existentes, respetar las márgenes de ríos, creando zonas de amortiguamiento y protección de las aguas y promover la seguridad de los trabajadores por medio del entrenamiento y uso de las herramientas apropiadas. Para contribuir con este trascendental esfuerzo, se formó la Comisión Ambiental Bananera, integrada por representantes de todos los sectores involucrados. Como resultado, hoy día los productores se someten de forma voluntaria a evaluaciones periódicas, proceso que eventualmente se transforma en la obtención de certificaciones de terceros. En la actualidad, la mayor parte del sector cuenta con la certificación ISO o la certificación ECO-OK de la Rainforest Alliance. Algunos han ido más allá y cuentan con la certificación SA (Social Accountability) 8000 y varios están en el proceso de certificar ISO Los problemas del mercado han provocado que los productores revisen sus prácticas culturales para aumentar la eficiencia del sistema. Al final, los productores que se han sometido a esta revolución de la ecoeficiencia, han sobrevivido a los problemas del mercado y hoy se ven fortalecidos para enfrentar la competencia ofreciendo calidad, servicio y un precio diferenciado. Los eventos del 11 de setiembre nos han hecho reflexionar en los problemas de este nuevo siglo. Se debe esperar lo inesperado y tener la valentía, la flexibilidad y la tenacidad para afrontar y derivar barreras inconcebibles hace apenas unos meses. Debemos mirar hacia adentro para hallar y vigorizar nuestras fortalezas. No podemos seguir creyendo que podemos depender exclusivamente del exterior para la seguridad alimentaria de nuestro pueblo. Si bien es cierto, debemos explotar nuestras ventajas comparativas actuales, también es cierto que esas ventajas se forjan. La agricultura ha sido un bastión importante de la economía de Costa Rica y nuestro campesino ha sido la fundación de nuestra democracia y paz. Lejos de abandonar lo que ha sido fundamental en nuestro desarrollo, debemos fortalecerlo, haciendo énfasis en los valores del sector y utilizando, con inteligencia y sabiduría, las nuevas corrientes del desarrollo. El desarrollo sostenible y la ecoeficiencia deben marcar la ruta a seguir en este nuevo siglo, tomando en cuenta el objetivo final que es buscar una mejora sustancial en la calidad de vida de todo nuestro pueblo. 4

5 Bibliografía Colby, M Environmental Management in Development: The Evolution of Paradigms. World Bank Discussion Paper. Flavin, C. and Young, J "Shaping the Next Industrial Revolution". State of the World Ed. Starke, Linda. New York: W. W. Norton & Company. Hall, C. A. S., Cleveland, C. J., and Kaufmann, R Energy and Resource Quality: The Ecology of the Economic Process. University Press of Colorado, Niwot, Colorado. Hernández, C A Systems Method for Evaluating the Sustainability of Ag-production: An evaluation of Banana Production in Costa Rica. Ph. D. Dissertation, Michigan State University, East Lansing, Michigan. Lundy, M., Ostertag, C. F., and Best, R Value Adding, Agroenterprise and Poverty Reduction: a Territorial Approach for Rural Business Development. In: Globalization of Agricultural Research, CATIE. p Meadows, D. H.. Meadows, D, L., and Randers, J Beyond the Limits. Chelsea Green Publishing Co. Post Mills, Vermont. Ministerio de Ciencia y Tecnología (MICIT) Oportunidades para la Aplicación de Tecnologías Limpias en Costa Rica. Centro de Gestión Tecnológica, San José, Costa Rica. Piel, G Only One World: Our Own to Make and to Keep. United Nations Publication, New York. Reifschneider, F Globalization of Agricultural Research: ACGIAR Perspective. In: Globalization of Agricultural Research, CATIE. p. 5 United Nations Environmental Program (UNEP) Reducción del Escurrimiento de Plaguicidas al Mar Caribe. Informe Regional. UNEP Caribbean Environment Programme, Kingston, Jamaica. United Nations Environmental Program (UNEP) Relevance and Application of the Principle of Precautionary Action to the Caribbean Environment Programme. CEP Technical Report No. 21. UNEP Caribbean Environment Programme, Kingston, Jamaica. 5