MENDES DA ROCHA. EL RACIONALISMO TROPICAL

Transcripción

1 MENDES DA ROCHA. EL RACIONALISMO TROPICAL Por Miguel Barahona Difícilmente clasificable, fuera de ismos en los que inútilmente se le intenta encuadrar, alejado de modas, apartado de escuelas internacionales y sus aparatos de propaganda, la trayectoria de Paulo Mendes da Rocha, a punto de cumplir 80 años, se ha ido desvelando como una de las más paradójicamente coherentes desde su inicio a mediados de los años 50. Paradójicamente porque las obras de Mendes da Rocha parten siempre de un riguroso análisis del lugar y el contexto particular de cada una de ellas, pero al mismo tiempo muestran la personalidad del autor, que se reconoce poderosamente a través de ellas. Al encontrarnos ante cualquiera de sus realizaciones nos enfrentamos a una ambigua atemporalidad. Claras herederas de la mejor conciencia racionalista de los años 60, exploran pronto una serie de temas naturaleza artificial, estructura ausente, el acontecimiento frente a la forma, los espacios de la velocidad y la suburbanidad- que no dudaríamos en considerar actuales. A lo largo de sus casi 50 años de práctica profesional, Mendes da Rocha se nos muestra como un precursor de nuevos caminos para la arquitectura sin caer en la retórica vacua y exhibicionista. Apenas iniciada su práctica profesional, vence el concurso del Club Atlético Paulista en São Paulo, donde encontramos ya reflejados sus preocupaciones y recursos formales principales. Una gran plataforma horizontal esconde el graderío de la gran piscina central del proyecto, así como el gimnasio, zonas de entrenamiento y demás dependencias alrededor de un jardín interior. Esta plataforma no es sino una reconfiguración abstracta del terreno, de donde surge una elegante estructura de hormigón que soporta la cubierta circular de acero. El Club Paulista, terminado en 1958, inaugura una primera etapa de gran fertilidad que incluye, también en São Paulo, su propia vivienda, construida entre 1960 y 1964, y el Edificio Residencial Guaimbê de 1964 un intento de actualización del racionalismo en hormigón, ofreciendo a la ciudad una mayor amplitud mediante el retranqueo del edificio, y diseñando los elementos de fachada para mejorar las condiciones de habitabilidad del interior-; el Conjunto de viviendas Zezinho Magalhães Prado en Guarulhos, de 1968 realizado en colaboración con Vilanova Artigas, se trata de un experimento en el uso de la prefabricación para lograr viviendas populares de una calidad material y conceptual digna, una construcción racional, honesta y accesible para todos-; el Pabellón de Brasil para la Exposición Universal de 1970 en Osaka, Japón; la Casa Fernando Millán en São Paulo de 1970 una vivienda de hormigón que busca la intimidad y la luz-; o el Estadio Serra Dourada en Goiania, terminado en 1973 una estructura abierta que se aleja del modelo de estadio cerrado y que propone espacios de relación con la ciudad-. La Casa Mendes da Rocha, construida en Butantã, un barrio de São Paulo, junto con otra casi idéntica, busca la fusión de la arquitectura racionalista de hormigón con el terreno y la

2 naturaleza, logrando una identificación difícil de superar. Una estructura potente que se coloca en el terreno de forma que se crean relaciones diversas con el jardín, y que se eleva para capturar la luz y dialogar con los árboles y la ciudad. Se trata de una casa compleja dentro de su aparente sencillez, llena de rincones y detalles sutiles. Pensada, en suma, para vivir. Tal vez el punto culminante de este primer periodo sea el Pabellón de Brasil de la Expo 70. El pabellón, que fue desmantelado al concluir la exposición y que hoy solo podemos ver a través de viejas fotografías, consistía en una gran cubierta horizontal de hormigón y cristal, pesada y ligera a un tiempo, que se levantaba por encima de unas colinas artificiales que acogían en su interior el programa previsto. Una propuesta que podría firmarse hoy mismo, en que la naturaleza artificial dialoga con el artificio natural, creando un espacio público informal para la celebración de acontecimientos. Un ejemplo extremo de utilización de una inteligencia analítica y sintética por la que la naturaleza se fragmenta y se reconstruye con racionalidad matemática. A mediados de los años 80, después de casi quince años de práctica silenciosa y a punto de cumplir sesenta años, Paulo Mendes da Rocha comienza un segundo periodo de gran fertilidad, en el que recoge y actualiza la práctica anterior, depurando aún más sus formas y estableciendo relaciones más complejas entre sus elementos. La claridad estructural como forma de responder desde la razón al conocimiento de la realidad da lugar a formas aún más esenciales que sin embargo permiten una mayor elaboración conceptual del proyecto, y que tienen capacidad de dar respuesta a los nuevos problemas que plantea la transformación de la ciudad y del espacio público. Nuevas preocupaciones que se advierten claramente en la Tienda Forma, una de las primeras obras de este periodo. La velocidad, la congestión urbana y los lugares que producen son los materiales conceptuales del proyecto. Construida al borde de una autopista en São Paulo, y terminada en 1987, sorprende que temas como la percepción de la velocidad, la autopista como espacio urbano, y la superposición e intensificación de usos en la ciudad, se afronten, aunque sea de forma incipiente, en fecha tan temprana desde la lógica y la naturalidad, sin el exhibicionismo con el que se abordarían años más tarde. Como respuesta a su entorno, la Tienda Forma eleva su planta principal para permitir el aparcamiento de vehículos y disponer de un escaparate para ser visto desde la autopista y a la velocidad de la autopista. Un recurso cercano al trávelin cinematográfico que en el interior se convierte en una gran tienda-paisaje donde el espacio de los objetos se convierte en protagonista. Además de la Tienda Forma, en esta época construye el edificio de viviendas Jaraguá en São Paulo en 1984 un edificio de apartamentos en altura diseñado para capturar desde el interior la luz y el horizonte, cuya línea lejana se convierte en la referencia de las viviendas-; la Capilla de San Pedro en Campos de Jordão en 1987; y nuevamente en São Paulo, la Casa

3 Gerassi una pequeña estructura, elemental y sensible a la luz y el lugar-; el Museo Brasileño de Escultura, construido entre 1987 y 1995, la Plaza del Patriarca y Viaducto del Chá, proyectada en 1992 y realizada parcialmente en 2002, el Museo de Bellas Artes de 1993 y el Centro Cultural FIESP de 1996 una estructura metálica que parasita la planta baja de un rascacielos preexistente de hormigón, dotando a la ciudad de nuevos espacios públicos-. Aún en activo a los 78 años, entre sus proyectos actuales se encuentran unas Viviendas de Promoción Pública en Madrid, y el Campus Tecnológico de la Universidad de Vigo. La Capilla de San Pedro se encuentra en la ladera de una colina en las afueras de São Paulo. El edificio se adapta a la topografía del lugar, con la entrada a un nivel superior y proponiendo una doble tratamiento de la ciudad y el paisaje. Desde el punto de vista urbano se trata de un pequeño volumen que flota para permitir desde la calle la visión del espectacular paisaje circundante. En el interior se funde con ese paisaje, lo atrapa y lo convierte en material de construcción del propio edificio. El Museo Brasileño de Escultura se encuentra en una zona suburbana de São Paulo, carente de espacios abiertos. La propuesta de Mendes da Rocha fue precisamente un no-edificio, sí un espacio urbano. Para ello propuso liberar totalmente el terreno y crear una plaza pública, apta para un museo de escultura al aire libre, complemento del museo cerrado que se encuentra completamente enterrado bajo la plaza. Una serie de plataformas permiten crear recintos y recorridos diferentes, además de guiar de forma sutil al visitante hacia la entrada del museo. Un gran volumen de hormigón se levanta como elemento significativo del conjunto, además de crear una potente línea de sombra. La Pinacoteca del Estado en São Paulo se encuentra situado en un edificio clasicista del siglo XIX que albergó originariamente la Escuela de Artes y Oficios. El exterior se conservó intacto. En el interior, sin embargo, se realizó una intervención decidida. Se cubrieron los patios con estructuras acristaladas y los muros del edificio se dejaron desnudos, como si se tratase de una ruina. Ruina habitada, como se percibe por una serie de elementos que se distinguen de la fábrica preexistente, aunque la textura del acero utilizado permite un diálogo entre lo antiguo y lo moderno. Los principales son una serie de pasarelas que atraviesan los patios a diferentes niveles, y que expresan la reinterpretación del edificio, sometido a una cirugía sutil y radical al mismo tiempo. Pero tal vez la ocasión en que Paulo Mendes da Rocha ha tenido la oportunidad de desarrollar en toda su amplitud su preocupación por crear espacios para el ciudadano haya sido la remodelación de la Plaza del Patriarca de São Paulo. La marquesina de acero suspendida caracteriza en un solo gesto el espacio, recoge las circulaciones de la plaza, encuadra en su parte más baja las vistas a la gran avenida, se abre hacia una antigua iglesia en el extremo de la plaza, se configura como hito, y dialoga, en fin, con las diferentes escalas y velocidades de la

4 ciudad, creando un verdadero lugar urbano. Una intervención al mismo tiempo modesta y radical, que revela y cataliza las energías de la ciudad y del espacio público. La metodología de trabajo de Mendes da Rocha se caracteriza por su capacidad analítica y sintética, que permite la disección del problema planteado para la creación de nuevos lugares para el hombre. Sus edificios parecen muchas veces casi los únicos posibles para el lugar, y las soluciones propuestas, parte del problema original. A lo largo de su trayectoria podemos reconocer una serie de temas recurrentes en su obra. Por supuesto, estas preocupaciones no se han mantenido invariables sino que han ido evolucionando en el tiempo, tanto en planteamiento como en resolución, pero distinguiéndose claramente a lo largo de su trayectoria, caracterizándola como una de las más sólidas y coherentes. A grandes rasgos, podríamos señalar los siguientes: Esquematismo complejo. El acercamiento a un problema parte siempre de su reducción a unos elementos mínimos a los que dar finalmente respuesta. Este planteamiento esquemático, lejos de simplificar la cuestión, consigue producir respuestas complejas y sensibles, aportando sin embargo contundencia y radicalidad. Formas rotundas y sensibilidad por lo pequeño. Mendes da Rocha gusta siempre de conceptos claros y estructuras potentes. Volúmenes pesados que dotan al edificio de una fuerte presencia. Una rotundidad que convive con una preocupación por lo pequeño, por la relación personal, de intimidad, con la naturaleza, el paisaje, la luz y lo construido. Unas relaciones de intimidad que se integran con las necesidades sociales urbanas y paisajistas, en una obra que debe examinarse siempre desde diferentes escalas. Detalles sencillos y directos que muestran su preocupación por la persona que habitará esos espacios. Producción de un nuevo paisaje. La forma de relacionarse con el terreno es siempre una de las cuestiones fundamentales de los edificios de Paulo Mendes da Rocha. El contraste entre un terreno que se considera natural y un fuerte gesto radical es uno de sus recursos más habituales. El resultado no es la arquitectura como un elemento en oposición, sino la construcción de un paisaje nuevo, un continuo humano referencial que es capaz de crear una nueva realidad a partir de la fusión de razón y naturaleza. Ingravidez horizontal. La simulación de la ligereza a través de medios pesados es uno de los temas que más seducen al arquitecto brasileño. Esos gruesos cuerpos de hormigón armado que se levantan poderosamente, flotando sobre el plano horizontal, conforman un lugar nuevo. Una monumentalidad sensible que recurre a la horizontalidad como la forma natural de ocupación de un lugar por el hombre, y el horizonte como forma esencial de la mirada humana sobre lo que le rodea.

5 Recuperación del espacio. El espacio se convierte en el máximo protagonista. El espacio vacío, preparado para ser ocupado no por objetos, sino por la actividad del hombre. Arquitectura en sus mejores momentos incompleta y que necesita de la permanente intervención de sus usuarios para realizar todo su potencial. Y el espacio público como el espacio más importante, que se materializa en esa obsesiva liberación de la planta baja en sus proyectos urbanos. Planta liberada pero no neutra, sino dirigida a la acción, cuyas huellas se muestran conformando un nuevo paisaje. [Publicado en Diseño Interior 167. Junio 2006]