SantiagoGil, un escritor en espiral

Transcripción

1 SantiagoGil, un escritor en espiral Por Emilio González Déniz. Si fuera posible representar gráficamente los tipos de narrativa que existen, podríamos adscribir a cada persona que hace esta literatura a diversos conceptos geométricos diferentes, sean figuras planas, tridimensionales, regulares, irregulares, con líneas rectas, curvas o mixtas. Puede haber narraciones estáticas o en movimiento, y según la perspectiva desde la que miremos, podemos hacer combinaciones distintas, porque no hay tipos puros, como no existe la pureza en los géneros, pero sí que hay una predominancia que es la que finalmente define un texto y a quien lo escribe. Los hay que tienen cierta capacidad camaleónica nunca infinita- que pueden representarse con diversas figuras en libros distintos, y los hay fieles a una mecánica narrativa, que los define al primer párrafo. Santiago Gil pertenece a esta última clase casi siempre, aunque a veces brujulea buscándose. En Santiago predominan siempre las líneas curvas, con aparentes círculos que vuelven al punto de partida, pero que en la resolución global de un relato acaba convertido en una espiral esferoide siempre girando, a veces en dos sentidos sucesivos y recurrentes, a veces en uno solo. No es por lo tanto una espiral estática, sí extática, con equis, porque tiene en el lector un efecto hipnótico que lo captura para llevárselo al centro de esa espiral, de la que no puede escapar porque, además es un laberinto que a menudo pierde su eje y oscila de forma pendular. Pudiera pensarse en una lectura difícil porque la escritura lo es, pero el efecto es justamente el contrario, porque una vez preso en el laberinto de la espiral literaria de Santiago, el lector se maneja con facilidad en esa dimensión nueva a la que ha sido transportado.

2 El propio autor suele decir que hay escritores de mapa y escritores de brújula. Es evidente que, si hablamos de novelas de género, el mapa es imprescindible, porque la trama tiene que construirse de una manera determinada que confluya en un desenlace que tiene que estar previsto desde el comienzo de la escritura. Aunque algún autor de una novela negra o fantástica ha comentado que en determinada obra ni él mismo sabía quién era el asesino y que el decurso de la historia lo iba llevando, no es lo usual, siempre hay un recorrido trazado de antemano por el autor o por los propios hechos que se narran si se trata de una novela histórica. En estos casos, la escritura se improvisa en los márgenes de la historia, que pueden ser leves o extensos, pero que son tributarios del río central que el mapa ha trazado. Luego están los escritores de brújula, que intuyen hacia dónde van pero no lo saben con certeza y solo les guía la aguja magnética de una idea, y en ese tránsito puede ocurrir cualquier cosa. Santiago Gil suele definirse como un escritor de brújula. Estoy de acuerdo solo en parte. En primer lugar, porque en novelas como Villa Melpómene y alguna otra, al basarse en una historia real, el río narrativo tiene que ser seguido necesariamente en un mapa, aunque el autor juega con los tiempos y el mapa queda definido al final, porque no se construye con coordenadas consecutivas. En segundo lugar, porque a veces ni siquiera es autor de brújula. La pregunta inmediata sería que si no es ni una cosa ni la otra, qué es. A mi modo de ver, y se aprecia en sus breves Ciclotimias, Santiago es un cazador furtivo, que se vale de su dominio cortazarciano del cierre de sus cuentos para disparar a todo lo que se mueve (a veces también huele a Poe, porque hay finales de terror). Ya comenté cuando hablé de su libro de poemas Trasmallos que es un autor que va por el mundo como en un submarino que tiene siempre el periscopio en funcionamiento. Y eso lo utiliza también en las novelas, porque estoy convencido de que, cuando se pone a escribir, ni él mismo sabe qué historia va a contar. El caso es que la

3 cuenta casi siempre sin brújula ni mapa (puede esperarse cualquier cosa de alguien que es un sospechoso habitual que se levanta a escribir a las 5 de la mañana). Si todo esto que digo se viene apreciando a lo largo de su ya extensa obra, en La costa de los ausentes, la novela que hoy tenemos entre manos, todas estas características se llevan al grado máximo. Es un péndulo de tres dimensiones en espiral, que se mueve alrededor de impresiones desde diversas perspectivas. Es lo contrario a una historia que se construye con trozos de aquí y de allá y al final todo encaja como en un puzle. La costa de los ausentes se lee como una novela lineal, y viene a ser un puzle que salta por los aires en las manos del lector, que tendrá que decidir por sí mismo cuál es la verdadera historia que se cuenta, y que en cada lector se definirá por su propia manera de ver el mundo, no porque lo haya determinado el novelista. Es una construcción muy inquietante, porque hace que nos preguntemos si lo que sucede a nuestro alrededor es como lo vemos o se trata solo de nuestra impresión, que puede ser diferente a otras formas de entender un mismo hecho, que encima tal vez ni siquiera ha sucedido aunque lo tengamos por cierto. Estamos hablando, por lo tanto, de un ejercicio literario muy osado, que el autor afronta sin miedo porque se mueve en aguas en las que navega y nada a la perfección. El resultado final es redondo, porque ese péndulo que es también espiral se ha adueñado del lector y hace que incluya los mimbres de la novela en su propia vida, cuestionándose su contacto con lo que llamamos realidad. Es como un medicamento, empieza a hacer efecto minutos después de haberlo tomado. Y un mérito más que añadir a un texto tan ambicioso es que se lee con la facilidad de una novela del quiosco. Porque el trabajo está en la estructura y en cómo se configuran los planos narrativos, un mecanismo que es muy complicado construir para que sea muy fácil usar.

4 Es necesario hablar de los escenarios y del sustrato autobiográfico que aparece. Quienes conocemos a Santiago sabemos que siente una fascinación especial por los personajes de Stendhal, aunque tampoco es lejano a Flaubert y su famosa frase Madame Bovary c est moi. Por lo tanto, las novelas de Santiago Gil son todas autobiográficas. Y es que no puede ser de otra manera, porque en su periscopio lleva una grabadora y presta su memoria a los personajes y a las situaciones. Quiere esto decir que nos cuenta su vida, o parte de ella en sus novelas? Rotundamente no. Sin embargo, en esta novela, las ambientaciones de Londres, El puerto de las Nieves, Las Palmas de Gran Canaria, Nueva York o el banco de la madrileña Plaza de Olavide no se han escrito de oídas. Son reales, se siente su pálpito, se respira su olor, y esto no es posible si no se ha vivido con intensidad en esos escenarios. Santiago presta a sus personajes, especialmente a Nieves, el eje de la novela, sus vivencias. Y en este sentido sí que hay elementos autobiográficos, porque sentimos Famara, Madrid o Agaete como los siente él. Y de este modo se expone, tendencia inconsciente de todo mirón, y el que mira la vida sabe que también la vida lo mira a él. Como Santiago es autor de varios libros de poemas, alguien se preguntará si esta es la novela de un poeta. La respuesta también es rotunda. Sí. Lo es esta, lo son las demás novelas de Santiago y todas las novelas que merecen la pena. No se puede escribir una buena novela sin mirada poética, la prosa o el verso son instrumentos secundarios, pero el ojo que está detrás del periscopio es el mismo. No en vano, lo franceses, creo yo que con mucho acierto, llaman poetas a quienes escriben literatura, sea prosa, verso o cualquier otro género literario. Una novela que se precie de serlo es una manera de capturar un trozo de vida, y a menudo casi siempre- hay que contarlo de una manera distinta a la realidad para que el lector reinterprete. Hay que metaforizar la realidad, crear una imagen de ficción que devuelva al lector la imagen real. En cierto modo, escribir literatura es crear códigos y leer

5 descifrarlos. Eso es la poesía, y ocurre en todas las narraciones en cualquier género. Si no, ya no estamos hablando de literatura. En definitiva, La costa de los ausentes, es justamente una nueva fundación de Santiago Gil, realizada desde voluntades contradictorias de los dioses, que nos lleva al solipsismo de pensar que lo que creemos que ocurre es producto de nuestra propia mente, y que, como en el calderoniano monólogo de Segismundo, nada existe fuera de nosotros y todo es un sueño. Evocando al gran Facundo Cabral, quién sabe si en realidad somos solamente personajes de una novela escrita por un loco. En todo caso, no estaría mal que el loco que escribiera la novela en que vivimos fuese Santiago Gil. Otro campo es el periodismo, que Santiago ejerce y nunca confunde con la literatura creativa, aunque pueda utilizar técnicas periodísticas para la creación, como hicieron a veces Truman Capote o Tom Wolfe, o impulsos literarios para hacer literatura, como García Márquez o Francisco Umbral. Son dos lados del mismo río, y aunque se usen herramientas de lo uno para lo otro, siempre estará claro lo que es periodismo y lo que es creación literaria. Cuando se cuenta algo tal cual ha sucedido, y se hace trasladando con la mayor exactitud posible esa realidad al texto, hacemos periodismo. También ocurre que, cuando se inventa una ficción muy realista, buscando dar una versión exacta de lo imaginado, sin claves que enganchen con las pulsiones humanas, se está haciendo texto, narración, cualquier cosa, pero no literatura. El mito clásico se define como una narración que encarna de forma simbólica fuerzas de la naturaleza o aspectos de la condición humana; por ello, escribir una novela es fundar un mito trasladable e inamovible en su esencia y al mismo tiempo interpretable y movedizo según cada destinatario de esa narración. Si no hay mito, no hay literatura. En definitiva, La costa de los ausentes, es justamente una nueva fundación de Santiago Gil,

6 realizada desde voluntades contradictorias de los dioses, que nos lleva al solipsismo de pensar que lo que creemos que ocurre es producto de nuestra propia mente, y que, como en el calderoniano monólogo de Segismundo, nada existe fuera de nosotros y todo es un sueño. Como final, no me resisto a contar que dispongo de una psicografía que delata que Santiago Gil no es un hombre solo y sin sombra, que en su historial no hay años baldíos y que no es posible que amanezca y no lo encuentres porque es un trasmallo madrugador por el parque y su equipaje de mano es el color del tiempo. Desde el motín de Arucas, se pasa a veces por Villa Melpómene y sus derrotas cotidianas se convierten en victorias porque sabe cómo ganarse la vida con la literatura, porque para él la vida es el destino de las palabras. Sigue creyendo en sus queridos Reyes Magos y niego sus ciclotimias porque su cabeza se mueve al rimo de la música para papagüevos.