UNA ESTRATEGIA INEXPLORADA

Transcripción

1 Luigi De Paoli EL AUTO- RGANIZACIÓN UNA ESTRATEGIA INEXPLORADA Es el proceso que dura desde hace millones de años Es la alternativa a la nuestra auto-extinción Discussione per la formazione della cooperativa di Gino Covili Traducción del Prof. Renzo Buia 1

2 ÍNDICE INTRODUCCIÓN 4 CAPITULO I CAPITALISMO CON FENOTIPO DEMOCRÁTICO 7 1. Evolución del Capitalismo 8 El Colonialismo La revolución Agrícola Banqueros y nueva práctica monetaria Liberalismo Competencia y mano invisible El Capitalismo Industrial El Imperialismo Hacia la eliminación de las barreras aduaneras Neoliberalismo tecnocientífico y globalización Capitalismo financiero Balance del Capitalismo 2. Capitalismo, sistema absolutus 18 a. El Neoliberalismo absolutus, separado de la Biosfera b. Neoliberalismo absolutus, separado de la Ética 3. Capitalismo y Carcinogenesis 23 CAPITULO II DEMOCRACIA CON GENOTIPO CAPITALISTA Democracia y Evolución Histórica 27 La Experiencia de Atenas La Democracia Norteamericana y Europea El Cambio Democrático de la posguerra 2. Fenotipo democrático y Genotipo Capitalista 29 El ideal es la igualdad, la realidad es la desigualdad Sistema democrático y corrupción 3. Democracia, Devoradora del Sistema Viviente 35 2

3 El sistema viviente se autoorganiza, la democracia liberal lo desorganiza Espacio económico y espacio ecológico Democracia, estadio de la adolescencia CAPITULO III AUTOORGANIZACIÓN Y SOBERANÍA POPULAR 44 Ilusión y realismo Autoorganización del cosmos Desde lo más sencillo a lo más complejo Igualdad, libertad y fraternidad con el sistema viviente 1. Autoorganización social e indeterminación 50 Política cuantística Autogobierno y mente colectiva Info-esfera: el nuevo espacio político Eco-democracia reticular o cultura de la complejidad Creatividad sin fronteras Cambios constitucionales Más allá de los partidos La selección de los representantes del pueblo Burocracia partecipada 2. Iniciativas auto-reguladas 68 El modelo del Social Forum Mundial (WSF) 3. Bio-soberanía social 69 a. Soberanía monetaria b. Soberanía económica c. Soberanía sobre medios de comunicación de masa d. Soberanía alimentaria y sanitaria e. Soberanía educativa 4. Eco-democracia Planetaria 96 Globalización necrófila o universalidad biófila? Pueblos unidos o Naciones Unidas? Governance y Parlamento de los Pueblos La autoorganización es el descubrimiento genial, pero lento, de la vida BIBLIOGRAFÍA 103 3

4 INTRODUCCIÓN El siglo XXI empieza con dos crisis profundas, motivo de inquietud en los cinco continentes. En primer lugar, la crisis económica, que ha causado la quiebra de bancos seculares, el incremento del desempleo y el estancamiento del crédito y de la producción, con resultados tan negativos que algunos Estados se encuentran al borde de la bancarrota. La segunda causa de ansiedad radica en la gran cantidad de informes sobre el calentamiento del planeta, erosionado por el creciente abuso y empobrecimiento del suelo, la extinción de especies animales y vegetales y el incremento creciente de la contaminación del aire, de los alimentos y del agua. El colapso socio-económico y el desorden de la biosfera pueden dar la sensación de que estamos viajando en un tren de alta velocidad, que corre vertiginosamente hacia el progreso, pero... sin conductor. Los siete mil millones de pasajeros no tienen alternativa: o aceptan ir conscientemente hacia el desastre, o deciden tirar del freno de emergencia y... cambiar de tren. Es decir, cambiar el sistema vigente entero. Los repetidos fracasos de las cumbres políticas del G-20, de la FAO, de Copenhague, Cancún y Doha ( ) han contribuido a liquidar la ilusión de que los gobiernos pueden tomar medidas oportunas en sintonía con la urgencia actual. Por ello, los ciudadanos del mundo no pueden seguir eludiendo estas tres inquietantes preguntas: 1. Es razonable seguir confiando en el capitalismo, considerando la magnitud de los desequilibrios socioeconómicos y ecológicos que engendra? 2. Es válido el sistema político de la democracia, siendo que no se fundamenta en la soberanía del pueblo, ni tampoco salvaguarda la naturaleza? 3. No es hora de tomar conciencia de que la vida procede, no de arriba, sino de abajo, a partir de las formas más sencillas hasta las más evolucionadas, por medio de un paciente trabajo de autoorganización? Las preguntas requieren de una cuidadosa reflexión. En primer lugar, hay que aclarar cómo y porqué la humanidad ha llegado al borde del desastre anunciado por profetas no escuchados. Y es esto lo que yo voy a tratar en este ensayo, con una mezcla de titubeo y de pudor, pero también confiado en la comprensión del lector. En el primer capítulo desarrollo algunas consideraciones analíticas relativas al Capitalismo como sistema no autoorganizado, sino planificado por una minoría, que persigue un acaparamiento ilimitado de bienes públicos, hasta el punto de amenazar la entera secuencia del sistema viviente. Aunque no se pueda negar que el capitalismo haya contribuido al crecimiento tecnoindustrial y socio-sanitario en muchas regiones del planeta, su estructura sigue siendo, sustancialmente, cancerígena. A semejanza de la célula tumoral, el capitalismo crece en forma ilimitada, hasta causar metástasis en todo el organismo bio-social. El segundo capítulo está dedicado al análisis de la Democracia, sistema político que es el corresponsable de las múltiples crisis que se han ido gestando al final del segundo milenio. A pesar de todo, ésta sigue siendo el modelo constitucional más utilizado en el mundo, por cuanto salvaguarda una amplia gama de libertades, permite el cambio de los gobernantes cada 4 o 5 años y deja creer que el pueblo es soberano en sus decisiones. En realidad, ningún pueblo ha logrado 4

5 desarrollar dinámicas democráticas en las escuelas, en las empresas privadas y públicas, en los mass-media, en la religión y en las fuerzas armadas. Los inconvenientes de la democracia liberal dependen del hecho de que ella no está en sintonía con los sistemas vivientes, que son naturalmente democráticos, en el sentido de que para desarrollarse no necesitan ni jerarquías ni proyectistas, porque todos los componentes (desde las células hasta las plantas y los animales) utilizan sus propias capacidades cognitivas, comunicativas y de negociación para garantizar la vida común, sin amasar comida o territorios para ellos mismos o para su especie. En los regímenes feudales, monárquicos o tribales el interés principal ha sido siempre el de no contaminar el hábitat, para entregarlo así íntegro a las futuras generaciones. Los gobiernos democráticos, sin embargo, no han sido capaces ni de proteger la salud del planeta, ni de promover la igualdad, la interdependencia y la participación entre jefes y empleados, entre plutócratas y proletarios, entre residentes e inmigrantes. Estando en contra de la autoorganización de la Madre Tierra, han dado lugar a la primera civilización antibiófila y potencialmente abortista del sistema viviente. En el tercer capítulo indico cómo la Autoorganización no es una teoría, sino el eje fundamental de la vida, que se ha forjado sin la intervención de presidentes, jefes, o ejércitos. A la luz de estas consideraciones, es imprescindible que los seres humanos se relacionen con el sistema viviente ya sea como súbditos de la biosfera y respetuosos de todas las especies vegetales y animales, o como soberanos, capaces de establecer - conjuntamente - sus propios estatutos, sin someterse a los grupos dominantes. Hay que aclarar que la soberanía popular no es un sello distintivo de la especie humana. Es más bien la continuación de aquella que impera en la biosfera, donde las células, los bosques y los mamíferos comparten la información y se coordinan, preservando su singularidad. Si la forma de pensar que produce la degeneración del conjunto político-ecológico-económico depende de una clase de gobierno que conspira con la Clase Capitalista Transnacional, es natural que muchos ciudadanos ya no se conformen con echar su papeleta en la urna electoral: quieren convertirse en dueños de sus propios destinos. Ya perciben que no necesitan de burócratas de partido, mucho menos de camareros de los banqueros". Es mucho más ventajoso autoorganizarse en un clima de igualdad y fraternidad liberadora, con el fin de conseguir una verdadera soberanía 1) monetaria, 2) económica, 3) mass mediática, 4) alimentaria-sanitaria, 5) educativa. Me permito profundizar este tema porque no existe un solo partido o gobierno, en el mundo, que tenga como programa político la autoorganización, o sea la soberanía del pueblo en todos los ámbitos de la vida social. Las actuales tecnologías digitales nos permiten desarrollar una nueva política supra-nacional, gobernada consensualmente. Sólo nosotros, desde abajo, podemos crear un Parlamento Mundial, de modo que nuestros representantes dejen de ser vasallos de castas político-financieras incompetentes o estafadoras. Los acontecimientos actuales nos colocan frente a una responsabilidad ineludible: movilizarnos y aliarnos, más allá de las naturales fronteras étnicas y religiosas, para elaborar normas y acciones compartidas, tendientes a construir una civilización empática, en armonía con las dinámicas de la vida. Soy consciente de que la meta de la autoorganizacón planetaria no puede constituir un programa político electoral mientras los partidos y los ciudadanos no pasen de una cultura antropocéntrica a una ecocéntrica, donde el centro no sea solo el hombre, sino el entero sistema viviente, en el cual todos los componentes, desde hace millones de años, conviven entre caos y orden, entre rivalidades y ayudas recíprocas. Si selvas, nubes, océanos y cuadrúpedos se han desarrollado sobre la Tierra sin obedecer a soberanos o tecnócratas, por qué no lo pueden hacer las mujeres, hombres y niños en el siglo XXI? La autoorganización planetaria no es un sueño o una utopía como frecuentemente se asevera, sino que es la quinta esencia del universo y, en particular, de la biosfera, que nos genera y nos nutre cariñosamente. Los sabios de Africa lo han entendido desde hace tiempo y nos advierten: Si no sabes adónde vas, acuérdate de dónde vienes. 5

6 CAPÍTULO I Cuantas muerte serán necesarias antes de que él se de cuenta de que ya demasiada gente ha muerto? Bob Dylan Blowing in the wind CAPITALISMO CON FENOTIPO DEMOCRÁTICO Todos los pueblos, durante milenios, han intercambiado, libre y espontánemente, bienes y propiedades, sobre cuyos valores compradores y vendedores se ponían de acuerdo en espacios tales como plazas, mercados, bazares. En caso de bienes importantes, lo hacían en presencia de un funcionario público. Agricultores, comerciantes, pescadores, albañiles, artesanos gozan, desde siempre, de una libertad de comercio que tiene una importancia social y económica. Los mercados están regulados por costumbres y autoridades locales. Se basan en relaciones informales entre personas que intercambian bienes de consumo, con o sin "moneda". En conexión con el mercado local, las comunidades desarrollan el comercio a distancia por iniciativa de caudillos, soberanos y aventureros. Para facilitar la venta de sus artículos, los pueblos utilizan, como medio de cambio, cualquier objeto de valor: té, pescado, conchas, como la cypreae moneta, de donde proviene la palabra "moneda". Con el tiempo se utilizaron los metales como moneda y, entre estos, el oro fue el que predominó. Éste era guardado en las cajas fuertes de los orfebres, quienes entregaban un recibo a modo de "certificado de depósito", que se convertía en un sustituto del metal áureo. Esa libertad de mercado forma parte de una tradición antigua. La mayor parte de los beneficios derivados de los productos de la tierra y del trabajo se consume en el interior de las clases privilegiadas. El crecimiento económico ha sido muy lento hasta el ascenso del capitalismo. Considerando la importancia de este sistema, vamos a examinar tres aspectos: 1) la evolución histórica, 2) la relación con otros sistemas y 3) la conducta patológica. 6

7 1. Evolución del Capitalismo El Colonialismo El descubrimiento de América (1492) marca el inicio de la explotación de América Latina por las Coronas de España y de Portugal y coincide con el comienzo de la Era Colonial, que se prolonga hasta el siglo XX. Desde 1521 hasta 1660 la Monarquía Española despoja el subcontinente Latinoamericano de cerca toneladas de plata y 200 de oro. En las cuatro primeras décadas de la Conquista se producen acontecimientos que marcan la colonización europea: encarcelamiento y asesinato de líderes indígenas y de sus familias, destrucción de los templos y de los textos sagrados, apropiación de tierras y bienes físicos, abuso de la hospitalidad, violación de los pactos y esclavitud de los autóctonos. Las monarquías inglesa, neerlandesa y francesa, que codician los beneficios de la gigantesca expropiación, se alian con la nueva clase emergente, la mercantil-financiera. Así mismo, los tronos de Europa conceden protección militar, garantías jurídicas y una legislación favorable en las tierras conquistadas. La organización del comercio asume rasgos militares: las misiones son armadas y los mares se llenan de exploradores, traficantes, piratas, cazadores de hombres y traficantes de esclavos. La Revolución Agrícola El epicentro de esta nueva etapa económica está en Inglaterra, donde la mayoría de la población está compuesta por agricultores que siguen la antigua tradición de repartir la tierra en franjas, que someten a rotación para diversificar los cultivos. En el siglo XVI empieza la Revolución Agrícola, que modifica los bienes raíces: los terratenientes más influyentes tienen el derecho de elegir a los representantes del Parlamento y consiguen aprobar leyes que les autorizan cercar (enclosure) aquellos terrenos comunes que eran tradicionalmente usados por los campesinos para el pastoreo, la recogida de la hierba y la madera. Los campos abiertos (open fields) son privatizados, con el pretexto de que los terrenos comunes son ineficientes y contribuyen a paralizar la agricultura. Los nuevos latifundistas destinan grandes extensiones a la cría de las ovejas, indispensables para la naciente industria lanera. Tomás Moro comenta: "Las ovejas se comen a los hombres". Con los cercos de las tierras, la aristocracia del campo somete el poder político a sus propios intereses y crea ex novo un derecho de propiedad sobre tierras que pertenecían a los pequeños agricultores, o eran compartidas por todos. A partir de esa legislación, los banqueros y comerciantes buscan ampliar la propiedad de la tierra, condición ésta que facilita el acceso a los escaños del Parlamento, sinónimo de club de los poderosos. En 1559, miles de agricultores se oponen al creciente fenómeno de las cercas. Desatendidos por la monarquía, tienen dos opciones: convertirse en braceros o en mano de obra barata en los telares de las fábricas de manufacturas. A principios del siglo XIX la mitad del suelo inglés pertenece a propietarios y los asalariados suman millón y medio. 7

8 Banqueros y nueva praxis monetaria A partir de 1500, emerge una nueva práctica monetaria. En Florencia, Milán y el norte de Europa, brota una poderosa clase mercantil, los banqueros, quienes otorgan préstamos, utilizando los certificados de depósito correspondientes a la cantidad de oro que poseen. El nuevo medio de intercambio pasa del dinero metálico, principalmente áureo, al papel moneda, que viene a ser un título de crédito, emitido por un banco para el depositante que, de esta manera, lo puede comerciar a distancia. En 1609, la Ciudad de Ámsterdam otorga a su propio banco, el Banco de Ámsterdam, el monopolio del cambio de la moneda. La acumulación de riqueza permite a Holanda organizar una flota naval superior a la de todas las otras naciones europeas, capaz de llegar hasta la China y el Japón. El Banco de Suecia, en 1658, emite certificados nacionales de depósito que no llevan el nombre del depositante, sino el del Banco. En 1694 banqueros privados crean el Banco de Inglaterra, que emite pagarés al portador y presta dinero a la monarquía con un interés del 8%. En Bélgica surge el primer mercado donde no se negocian bienes materiales, sino valores: es la Bolsa de Amberes, donde se comparan ofertas y demandas y se fijan las cuotas de sociedades y los valores de seguros y servicios. Una consecuencia de la desmaterialización de los intercambios es que el dinero, en forma de papel moneda y billetes de banco, se emancipa del valor de referencia (el oro) y da lugar, tanto a una lógica de intercambio competitivo, como a una relación de confianza, condición indispensable para que el papel moneda tenga un valor reconocido en las transacciones comerciales. Liberalismo Durante el siglo XVII en Inglaterra ocurren tres mutaciones singulares. 1) En 1679 se aprueba el Habeas Corpus Act, que establece que nadie puede ser detenido o desterrado arbitrariamente. 2) En 1688, año de la Revolución Gloriosa, el Rey James II, acusado de querer extirpar el protestantismo y de subvertir las leyes del Reino, es destituido. 3) El año siguiente, con el Bill of Rights, el Parlamento limita las prerrogativas de la Monarquía, que queda excluida de la administración de la justicia y del control de las finanzas. Los hechos anteriores marcan el amanecer de los derechos humanos y del pensamiento liberal, que contribuyen a elevar, de una forma singular, a toda la humanidad. Se imponen valores como el de la inviolabilidad de la libertad de la persona humana y de la propiedad, la igualdad de todos los ciudadanos, el derecho a rebelarse contra los malos gobernantes. El Estado, con dos poderes distintos (ejecutivo y legislativo), se convierte en el garante de la imparcialidad y de la justicia, de la justa tributación, y de la libertad de expresión, de religión y de asociación. Pero existe un fatal desencuentro entre los derechos de elevado contenido ético y la práctica colonialista. El liberalismo deja de ser la fuente de un derecho universal y se convierte pronto en una ideología que niega la igualdad entre los mismos ingleses, en gran medida desposeídos, por no hablar de la población extranjera, a la que la Gran Bretaña esclaviza por la fuerza. El ideal liberal se revela contradictorio: Inglaterra defiende la propiedad privada y la igualdad de todos los individuos, al mismo tiempo que legitima la confiscación de propiedades, hace uso de cercas y de violencia militar en las colonias. 8

9 Competencia y mano invisible La filosofía que inspira el liberalismo es el individualismo, cuyo preceptor más destacado es Thomas Hobbes ( ), quien conoce de cerca la doble Revolución, Agrícola y Monetaria, ambas apoyadas por los grandes terratenientes. El axioma básico postula que el ser humano es una máquina automática que evalúa todo en términos de utilidad personal. Puesto que todo el mundo está motivado por el afán "de poder, riqueza, conocimiento y honor", es natural que algunos tengan más fuerza, habilidad o propiedades que otros. El valor de un objeto es su precio, sujeto a la demanda y al juicio de los demás. Aquellos que deseen ampliar sus fortunas o posesiones tienen el derecho a utilizar el trabajo de otros, confiando en la posibilidad de obtener un beneficio superior al de los costos. El ciudadano no tiene motivos para apelar a su propia conciencia, ya que "la conciencia pública es la ley, por la cual él ha aceptado ser guiado." El teórico de la igualdad desigual es otro filósofo liberal inglés, John Locke ( ), quién, aun cuando no reconoce a los trabajadores la capacidad de gobernarse por sí mismos, rechaza el absolutismo real, pues "todos los hombres son iguales por naturaleza y nadie debe ser sometido a la autoridad de otro hombre. Por lo tanto, el Estado es fundamental como único mediador que puede garantizar una justicia imparcial. El principio de la igualdad, sin embargo, sólo se aplica a la clase burguesa inglesa, no a los esclavos, ni a los indios de América del Norte. Para salir de la contradicción ético-política, Locke sostiene que los indios, no teniendo verdaderas instituciones, se encuentran en un estado que es "natural", no "civil", condición que pertenece sólo a los colonos. Por esta razón los indígenas no pueden reivindicar ningún derecho sobre sus tierras, salvo las que son estrictamente necesarias para la subsistencia. La esclavitud es lícita, siendo una extensión del estado de guerra entre un cautivo y un ganador legítimo. El conquistador tiene un poder despótico sobre cuantos no tengan una propiedad reconocida o hayan perdido una "guerra justa". Cuando se adueña de los bienes del país capturado no hace más que lograr un reembolso de los costos originados por la conquista. En nombre de la libertad y esto es la paradoja del liberalismo esta puede ser impuesta por la guerra, dado que no existen valores, sino opiniones, que entran en competencia en el mercado, donde predomina la ley del más fuerte. La filosofía de la posesión - en Locke - coexiste con la liberal, según la cual "la comunidad es siempre el poder supremo y el pueblo es el juez, tanto del Príncipe como del Parlamento. En Inglaterra, en 1759, Adam Smith publica un libro, Teoría de los sentimientos morales, en el que sostiene que: "Los ricos no hacen más que escoger lo que es más valioso y agradable. Consumen poco más que los pobres y, a pesar de su egoísmo natural y su rapacidad,... aunque el objetivo único que se proponen, dando empleo a miles de personas, sea la satisfacción de sus vanos e insaciables deseos, ellos comparten con los pobres el producto de todas las mejoras. Son guiados por una mano invisible, para hacer casi la misma distribución de las cosas necesarias a la vida que se hubiera llevado a cabo si la tierra hubiese sido dividida en partes iguales entre todos sus habitantes. Por lo tanto, sin saberlo y sin quererlo, hacen progresar el interés de la sociedad y proporcionan los medios para la multiplicación de la especie. Smith crea el nuevo teorema de la economía del bienestar, basándolo sobre el principio de la mano invisible, según el cual un sistema competitivo alcanza el equilibrio de forma automática, como si fuera gobernado por una Providencia benévola. De hecho el teorema es falso, porque falta siempre el prerrequisito de la igualdad de los competidores, ya que son sólo los ricos, con su egoísmo natural, los que hacen avanzar la sociedad. El Capitalismo Industrial 9

10 En el transcurso del siglo XVIII, se impone, en el norte de Europa, el sistema de la fábrica que supera la obsoleta manufactura, gracias a una acumulación de riqueza procedente tanto de la explotación colonial, como de una mayor disponibilidad de mano de obra y de los avances tecnológicos. El comercio con las Indias, que venden artículos más baratos, obliga a Inglaterra a inventar máquinas y procesos que reduzcan la necesidad de obreros. En 1765 J. Watt inventa la máquina de vapor, que permite incrementar el número de plantas de hilandería. Nuevas carreteras son construidas por empresas privadas que cobran peaje. En 1801 arranca la primera locomotora. El centro de producción se mueve del campo a la ciudad industrial. El campesino se convierte en un asalariado, forzado a entrar en el circuito monetario como mercancía cuyo valor es fijado por el comerciante-empresario. Se agudizan los problemas de la competencia y de la libertad de mercado. Con la Revolución Industrial ( ) se forma una nueva clase de empresarios, banqueros y mercaderes, aliados de la aristocracia terrateniente. Nace el capitalismo de empresa, que se caracteriza por la división entre patrimonio personal, patrimonio de la empresa y manejo racional del mismo. El principo cardenal es que la competitividad es el motor de la innovación, el mercado selecciona las mercancias y los sujetos mejores, así que los parásitos y los privilegios de casta son debelados. "Los salarios - aclara el economista David Ricardo - al igual que otros contratos, deberían dejarse a la determinación de la libre competencia del mercado y el legislador no debiera nunca intervenir para controlarlos". Si, en teoría, el capitalismo proclama que el mercado debe ser libre de interferencia estatal, siendo él mismo capaz de autorregulación a través de la mano invisible, en la práctica diaria pide lo contrario. Al Estado se le exige que proteja la propiedad privada, apoye militarmente la expansión comercial, facilite las infraestructuras y reprima los motines. Entre 1830 y 1870 dos tercios de la producción industrial se encuentran concentrados en cuatro países: EE.UU., Inglaterra, Francia y Alemania. El Imperialismo El progreso industrial y la búsqueda de crecientes fortunas acentúan la tendencia expansionista en el siglo XIX. El imperialismo no es una moda pasajera, sino un recurso necesario para dar salida a un exceso de producción que no puede ser absorbida por el mercado interno. Al entrar en una fase industrial mecanizada, los empresarios necesitan alcanzar mercados que trasciendan las fronteras nacionales. Con la introducción de las cadenas de montaje, las naciones liberales resuelven el problema ocupando militarmente las regiones que van a ser explotadas, fuentes, a su vez, de materias primas, commodities. A diferencia de la época colonial, donde prevalecía la importación, la imperialista está marcada por la necesidad de exportar y vender en el extranjero. En tiempos del Congreso de Viena (1815) la situación es la siguiente: Inglaterra ocupa militarmente la India, los Países Bajos, la futura Indonesia, España, las Filipinas, Portugal, África Meridional y Macao. En 1830 Francia pone en marcha la conquista de Argelia y planea la creación de un vasto imperio, desde África Septentrional hasta Indochina. En , con la Conferencia de Berlín, las potencias europeas se reparten África, contratando con las autoridades locales el derecho a disfrutar la renta del saqueo. En 1894, Japón, que también ha desarrollado una economía capitalista, se abalanza sobre algunas regiones de Rusia, Corea y China, con las que entra en guerra. Al otro lado del Atlántico, los Estados Unidos ocupan la Florida (1818) y, luego, la mitad de los territorios pertenecientes a México. En 1823, el Presidente Monroe aclara, en un documento oficial, que América Latina va a estar bajo la protección política y militar de los E.U. (Manifest Destiny, 1840). El exceso de producción y la crisis bancaria engendran la Primera Gran Depresión (

11 95). Norteamérica y Europa reaccionan subiendo los derechos arancelarios, que empeoran la situación. Es bien conocido el dicho según el cual "el capitalismo lleva dentro de sí la guerra, como la nube la tormenta". Y las guerras llegan: la Greco-Turca (1897), la Hispano-Americana (1898), la Anglo- Bóer ( ), la Ruso-Japonesa ( ) y la Guerra de los Balcanes ( ). Hacia fines del siglo XIX las potencias europeas controlan el 75% del comercio internacional. En 1850 el Banco de Inglaterra está en manos de los Rothschild, que poseen la mitad de la riqueza mundial. Son dueños de 200 refinerías en Rusia y financian el sistema bancario y ferroviario zarista. Wall Street y las empresas estadounidenses participan en los planes quinquenales de Stalin. La rivalidad entre empresas, mercados y capitales contagia a los Estados vinculados al sistema capitalista y al poderío militar. La chispa parte de los Balcanes y el incendio se propaga por toda Europa. Ocho millones de personas son sacrificadas durante la Gran Guerra ( ). La deuda pública embiste a los países beligerantes: de modo que la deuda de millones pasa a millones de dólares. La nación que goza del beneficio mayor es Estados Unidos. Además de exigir cuantiosos créditos de guerra por parte de los aliados, el gobierno americano establece medidas proteccionistas contra los artículos extranjeros (1922) y contra los inmigrantes (1924). Los gigantes de la industria crean la organización científica del trabajo. Ford patenta el nuevo evangelio del capitalismo, según el cual el trabajador debe ocupar un lugar en la fábrica, desde el cual no debe moverse, ya que "caminar no es una actividad productiva". Superada la Primera Depresión, a la economía de EE.UU. se le abre un abismo de proporciones dramáticas con la Gran Depresión de Su gestación empieza años atrás, cuando los inversionistas sin escrúpulos de Wall Street compran acciones en la Bolsa, rápidamente imitados por el gran público estadounidense, que cree haber encontrado Eldorado. El pueblo borrego no puede imitar a los jefes del juego de azar y se encuentra frente al precipicio en el Martes Negro de 1929: inicia la quiebra de los bancos, el desplome de las acciones, el aumento dramático del desempleo, la pobreza y el hambre generalizados, la falta de confianza en el sistema económico y bancario. La producción industrial cae al 50%. La actitud enérgica del Presidente Franklin D. Roosevelt logra renovar la confianza de sus conciudadanos mediante una reforma del sistema (New Deal, 1932). Él exige serias inspecciones a los bancos, reorganiza la actividad agroindustrial, impulsa las obras públicas para aliviar el desempleo y fomenta la educación. Luego, firma la Ley Glass-Steagall (1933) para reducir la corrupción y deslindar los bancos tradicionales (dedicados a la gestión de las cuentas corrientes y de las cuentas de ahorro) y los bancos de negocios (actúan en las inversiones de riesgo). La Gran Depresión americana contamina toda Europa, causando una severa reducción del crédito y de la inversión. Con la proliferación del desempleo comienzan las marchas en contra del hambre. Alemania encuentra en Hitler el pararrayos contra la agitación social interna. Italia y Japón se dejan llevar por la corriente. El paso hacia la guerra es una cuestión de pocos años. Mientras tanto, las empresas se enriquecen con la fabricación de artefactos explosivos, armas y aparatos militares. Hay fábricas que sextuplican sus negocios en cuatro años: son las de Krupp, en Alemania, donde se realiza la más alta concentración de empresas capitalistas. El ascenso de Hitler es financiado por el Chase Bank y el Deutsche Bank, ambos dominados por los Rockefeller. Las convulsiones de la crisis de 1929 preparan la Segunda Guerra Mundial ( ), que lleva a la tumba más de 50 millones de soldados y civiles. A partir de los años cuarenta, los Estados Unidos incrementan su poderío militar, económico y monetario. Asumen el liderazgo mundial en la lucha contra la URSS, paladín del anticapitalismo. En 1944, con los escombros de la guerra todavía humeantes, los representantes de 44 Estados se reúnen en Bretton Woods para fortalecer el sistema liberal y la libre circulación de los capitales. El propósito oficial es el de estabilizar la tasa de 11

12 cambio, tomando como divisa de referencia el dólar, todavía vinculado al oro. La consecuencia es que el billete americano se convierte en el intermediario exclusivo entre el oro y las otras divisas. Por lo tanto las otras naciones se ven obligadas a tener que vender sus reservas de oro para conseguir dólares, sin los cuales no pueden comprar alimentos, maquinaria y materias primas. Durante los años 70, los Estados utilizan el oro como reserva de su moneda corriente. Con motivo de la deuda causada por la Guerra de Vietnam, el Presidente Richard Nixon (1971) establece, de manera unilateral, que ninguna nación puede dirigirse a la Federal Reserve para cambiar dólares por oro, como se había prometido anteriormente. La divisa americana se aprovecha de la crisis petrolera del Medio Oriente (1973) para imponer su hegemonía a través del petro-dólar, la única moneda útil para comprar el oro negro. La potencia de fuego del dólar es tal que, mientras que en 1990 los primeros bancos en el mundo son japoneses, en el 2001 los siete primeros son estadounidenses. Hacia la eliminación de las fronteras aduaneras Desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta 1970, el capitalismo encuentra en varios gobiernos occidentales serios obstáculos a sus apetitos posesivos. Sin dejar de defender los mercados y los derechos de las empresas, los líderes políticos planifican la economía, reconocen los derechos sociales de segunda generación (educación y salud), regulan las tarifas y fijan algunos códigos de conducta en temas de precios y salarios. En los años setenta entra en crisis el modelo fordista, pues requiere salarios elevados, un mayor número de obreros y grandes inversiones para la producción de bienes duraderos. El Presidente de los Estados Unidos, el demócrata Jimmy Carter ( ), inaugura la revisión del mercado de trabajo, que incluye la compresión de los salarios, la de-sindicalización, la privatización de sectores públicos y una mayor libertad para el mercado de la bolsa, de las líneas aéreas y de los ferrocarriles. En 1988 se abre una primera brecha en los controles financieros: los gigantes del sistema bancario establecen que la relación entre reservas y préstamos puede ser recortada hasta el 8% (Ginebra I). La transparencia ya empieza a ser amenazada. Siglos atrás, Adam Smith ( ) había previsto proféticamente que "las personas que dirigen empresas se unen... y la conversación termina en una conspiración contra el pueblo o en alguna artimaña para aumentar los precios". Se inicia con un gentlemen agreement (acuerdo entre caballeros), que luego, se desliza hacia el cartel, la coalición de empresas, la consolidación y, a veces, hacia el oligopolio. Dos siglos más tarde, Ronald Reagan ( ) cumple con la profecía, eliminando cualquier obstáculo a la propiedad cruzada entre empresas. Las multinacionales de las industrias automotoras, farmacéuticas, de la construcción y del comercio participan de la propiedad de los grandes medios de comunicación, esenciales para fomentar el consumo. En 1987, el ex actorpresidente concede a Wall Street el derecho de adoptar, de manera autonóma, procedimientos y normas del sistema bancario, quitando así al Estado la facultad de legislar y de llevar a cabo los controles sobre asuntos financieros. A partir de esa fecha las corporaciones pueden celebrar fusiones ciclópeas e incrementar operaciones de incalculable audacia. La caída del Muro de Berlín (1989) entusiasma los gobiernos occidentales y las multinacionales, que ven en la desintegración del imperio soviético la coyuntura ideal para cambiar el orden geopolítico y crear un mercado mundial de tipo neoliberal. La estrella cortejada por universidades y multinacionales es el economista Milton Friedman, según el cual la totalidad de los problemas puede ser solventada por el mercado, sin la interferencia del Estado (Teoría del Todo). En 1989, Williamson reúne en Washington a los representantes de diez países de América Latina para estudiar las reformas más adecuadas con el fin de superar la crisis. Las propuestas se refieren al 12

13 control de la deuda, la reducción del gasto público, la reforma tributaria, la privatización de bienes públicos y la supresión de las barreras aduaneras. Nace así el Consenso de Washington, que se hace intérprete de las instancias del nuevo capitalismo, que ve en la eliminación de las fronteras el expediente para obtener beneficios a escala mundial, abrogando los procedimientos molestos de la supervisión por parte del Estado. Se alega, como justificación, que la actividad financiera es estrangulada por vínculos que impiden la innovación y que los controles sobre la tasa de interés es una forma de "represión financiera". Neoliberalismo tecnocientífico y globalización En los años ochenta, la industria disfruta de un extraordinario desarrollo, principalmente en Asia (China, India, Corea del Sur y Malasia), gracias a masivas ayudas gubernamentales, mientras que Europa y América del Norte apuestan por el sector terciario. Las empresas se benefician de nuevos conocimientos tecnocientíficos y pasan a producir bienes cada vez más complejos: las teletransmisiones, la bioindustria, la bioagricultura y las energías alternativas. El neoliberalismo se vuelve más tecnocientífico y financiero, dominado por corporaciones transnacionales, cuyo cuartel general está ubicado en tres ciudades: Nueva York, Londres y Tokio. En las economías avanzadas se habla de sociedad postindustrial, de economía globalizada de servicios y de conocimientos invisibles e inmateriales. Las megaempresas salen de la recesión de los años 80 y 90 utilizando el incentivo prodigioso de las nuevas tecnologías de la información y de la matemática financiera. Después de unos pocos años, los valores tecnológicos (Nasdaq) se quintuplican, subiendo desde 1053 hasta 5132 dólares, pero dan un bajón en el Con el estallido de la burbuja internet comienza un proceso recesivo, seguido por la crisis de la Bolsa de Valores. El capitalismo postindustrial no sólo cambia el ámbito de su acción (nuevas tecnologías), sino que cambia también en su propia estructura: aparecen nuevos y anónimos propietarios como son los fondos privados y los fondos de inversión. Estos últimos no ponen su interés en el desarrollo de la empresa, puesto que genera sólo el 6-7% de retorno sobre la inversión. Prefieren apostar a ganancias del 15%, despidiendo trabajadores y reubicando la producción en zonas con menores costos laborales, lo cual permite inflar los valores de las acciones en la Bolsa. La empresa globalizada exige tener las manos libres con los políticos y con los representantes de los trabajadores, cuyos derechos son considerados una traba para el desarrollo de la empresa. La fragmentación del Bloque Comunista, con el consecuente cese de la Guerra Fría, brinda una oportunidad para la formación de un Bloque Neoliberal, constituido por los dueños de capitales y de las grandes empresas que, a juicio de Leslie Sklai, representa la Clase Capitalista Transnacional (CCT y TCC en Inglés). A diferencia del capitalismo internacional, que necesita alianzas entre los Estados, la CCT es independiente del territorio y de la jurisdicción de la nación. Persigue ésta la movilidad del capital, la liberalización del comercio y la exclusión del Estado de la emisión de la moneda y de los procesos económicos. Sin pretender hacer una vivisección de la Clase Capitalista Transnacional (CCT), siempre rodeada de un aura de impenetrabilidad, voy a condensar las características más destacadas, tal y como las esboza el sociólogo Luciano Gallino. La CCT constituye la verdadera elite del poder, formada por unos 10 millones de personas. Consta de cuatro grupos: 1) Los superricos, con más de un millón de dólares cada uno. 2) Los exponentes del capitalismo familiar y propietarios de grandes empresas. 3) Los altos ejecutivos de las multinacionales. 4) Los managers de inversionistas institucionales (fund managers). De los cuatro grupos, el que ha adquirido una potencia explosiva es el último, formado por dirigentes, y que maneja astronómicas sumas de dinero al margen de cualquier control político-democrático. 13

14 Dicha clase posee un modelo de organización, códigos lingüísticos y de conducta homogéneos en todo el mundo. Cuenta con el apoyo de fundaciones, clubes, cámaras de comercio, universidades, revistas y centros de investigación. Promueve encuentros como la conferencia de Bilderberg, el World Economic Forum (Davos, 1971) y la Comisión Trilateral (1973), "reservados" a la crema del mundo académico-industrial-financiero y a los jefes políticos sensibles al canto de sirenas del liberalismo. Además, este grupo financia, de forma más o menos oculta, partidos politicos complacientes. Incentiva la formación de lobbies (más de funcionarios en Washington y en Bruselas!) y utiliza los servicios de bufetes de jurisconsultos, que preparan leyes y reglamentos destinados a ser aprobados por los parlamentos nacionales y las instituciones internacionales. La formación de la Clase Capitalista Transnacional (CCT) marca la desaparición irreversible de la Clase Obrera y el ocaso de la lucha de clases. Seis años después del colapso de la URSS, las multinacionales hacen de la OMC (Organización Mundial del Comercio, WTO, en inglés) el instrumento político-jurídico para desmantelar la acción reguladora del Estado, obtener patentes privadas sobre las formas vivientes, imponer o quitar aranceles, transferir capitales e industrias donde no haya libertades sindicales y normas de protección para el medio ambiente. Las sentencias son inapelables. Entre 1993 y 2001 las multinacionales del entretenimiento-información consiguen leyes gracias a las cuales el número de competidores se reduce de 50 a 10. Los potentados económicos no se conforman: quieren eliminar los últimos frenos. El Presidente Bill Clinton los complace: abroga la Ley Glass-Steagall, establecida por Roosevelt y la sustituye por la Gramm Leach Bliley Act (1999), que reduce aun más el poder de control de la Federal Reserve. Las empresas de brokerage, las compañías de seguros y los bancos comerciales son exonerados de controles periódicos por parte de los poderes públicos. Es otro paso hacia el sometimiento del Estado mediante el soborno de los representantes del pueblo. El diputado Phil Gramm, padre de la Ley, recibe una donación de 4,6 millones de dólares por parte de las corporations de Wall Street para su campaña electoral. Eso deja bien claro que el libre mercado... es solo un cuento para ingenuos. A consecuencia de la desregulation, la megaempresa se convierte en un conglomerado que responde a propietarios desconocidos o accionistas, como los fondos de pensiones, fondos de seguros, fondos de inversiones. La culminación del proceso puede ser sintetizada de la siguiente manera: si en 1970 el 90% del capital es utilizado para producir bienes y servicios, después de 20 años el 90% se dedica al juego especulativo. Un río de dinero inunda el globo. Los gobiernos y los ciudadanos no saben quién, cómo y dónde lo utiliza. La patología del enriquecimiento instantáneo causa síntomas alarmantes: En 1987 se registra la caída de la Bolsa, en 1988 la del fondo LTCM (Long-Term Capital Management) y en 1994 se crea la primera grieta de los préstamos. Dos expertos, R. Melton y M. Scholes, quienes habían inventado un modelo de "stock options", mereciendo por ello el Premio Nobel de Economía (1997), resultan involucrados en el colapso del LTCM, ejerciendo entonces el papel de codirectores (1998). Capitalismo financiero Cuando la onda sísmica amenaza extenderse a toda la economía mundial, los hábiles buscadores de oro lo encuentran en el mercado inmobiliario. Con el espejismo de "un hogar para todos, los bancos de EE.UU. conceden préstamos hipotecarios subprime (de alto riesgo), otorgados casi a ciegas, que se convierten en motores de una multiplicación delirante. Las hipotecas de alto riesgo son oportunamente reingenierizadas y transformadas en obligaciones CMO (Collaterized Mortgage Obligations). La dinámica financiera abarca instrumentos que, usados adecuadamente, serían útiles 14

15 para asegurar las inversiones, pero, en un sistema desregulado, se transforman en espejuelos. Son los CMBS (Commercial Mortgage Backed Securities), los CBO (Collateralized Bond Obligations), los CDO (Collateralized Debt Obligations) y los CDS (Credit Default Swap). Para distribuir el riesgo y hacerlo prácticamente invisible, los bancos comerciales y de inversión "crean" empresas autonómas, con la tarea de seducir a la masa de inversionistas potenciales, o sea pollos listos para ser desplumados. Se utiliza la casa para ganar más dinero. Comprando una y con una financiación del 90%, es posible revenderla, a corto plazo, multiplicando hasta por cinco la inversión inicial. Wall Street intuye que en un universo desenfrenado se puede sacar mucho dinero sin poseer ni capitales ni industrias. Los más cínicos no se pierden en sutilezas: confeccionan estudios trucados para aumentar o disminuir el valor de las acciones y así asegurarse un lucro infalible. En caso de litigio, Wall Street tiene listo un sistema de arbitraje interno, basado en una jurisprudencia de comodín, diseñada por leguleyos complacientes. Así evitan ser llevados a los tribunales, donde algunos expedientes serían severamente castigados. El nuevo capitalismo financiero es una suerte de pulpo, cuyos contornos son indefinibles. Su pujanza deriva de: 1) enormes flujos financieros, ocultos y no registrados, de millardos de dólares, trece veces el PIB mundial (2013); 2) inversionistas institucionales que manejan fondos de pensiones, seguros y fondos de protección; 3) tres grandes y omnipotentes agencias de rating, a su vez controladas por mega-empresas. A consecuencia del desarrollo cibernético, la caída o el boom de bonds, de títulos de Bolsa, o de futures no dependen de la mente de brokers, sino de un trading algorítmico ingenierizado, que reune y computa, en pocos secundos, millardos de informaciones que sirven para encarrilar automáticamente la orden de vender o comprar. Balance del Capitalismo Al capitalismo hay que reconocerle el mérito de haber contribuido al crecimiento tecno-económico y socio-sanitario. El éxito es innegable: ya en el siglo XIX, el incremento promedio, en los países ricos, es del 15% cada 15 años, tasa que se cuadruplica en el curso de los últimos 100 años. Entre 1990 y 2007, la economía se duplica; el comercio crece casi un 133%, gracias también a los países emergentes. Los pobres con un ingreso de un dólar por día pasan del 40% (1981) al 18% (2004). El avance se debe a la libre circulación de capitales, a la lucha contra la inflación llevada a cabo por los Bancos Centrales, a las innovaciones tecnológicas y, en gran parte, a los beneficios fiscales y a las fabulosas contribuciones otorgadas por los Gobiernos, a menudo a fondo perdido. La sociedad internacional es ciertamente más abierta, interconectada y sensible a los derechos humanos. Es cierto que la renta per cápita aumenta en 150 países, pero hay que tener en cuenta que todos los promedios ocultan las disparidades en los extremos. Por otra parte, las mismas estadísticas que atribuyen los éxitos al desarrollo del capitalismo hacen caso omiso de los costos que la aceleración del crecimiento económico ocasiona en términos de desigualdades sociales, empobrecimiento del medio ambiente y agotamiento gradual de los recursos. Los resultados del liberalismo dan lugar a una doctrina, enseñada en prestigiosas universidades, cuyo mantra reza así: 1) Las desigualdades económicas son naturales y, al mismo tiempo, inherentes al desarrollo. 2) Los inversores tienen expectativas racionales y emplean los recursos según criterios de eficiencia. 3) La competencia incrementa la iniciativa personal. 4) La empresa privada permite, a diferencia de la pública, una reducción de los costos. 5) La reducción de los impuestos sobre las ganancias permite mayores inversiones. 6) Los sindicatos son un obstáculo a la movilidad de los trabajadores. 7) La redistribución de la riqueza es moralmente injusta. 8) Los gobiernos no tienen la competencia y la integridad para intervenir en asuntos económicos. La 15

16 premisa indiscutible del capitalismo es que la creación y la gestión del dinero compete a los bancos, no al Estado, que, para conseguirlo, tiene que endeudarse mediante la emisión de "bonds" (bonos), pagando cuantiosos tipos de interés. En los años cincuenta un gran matemático, Benoît Mandrelbot, quiso comprobar la veracidad del axioma central del liberalismo - la capacidad de autoregulación del mercado - y descubrió que si eso fuera cierto, el índice de la Bolsa sufriria una caída del 7% cada años. En cambio, en el transcurso de los últimos 100 años, la baja se ha producido 50 veces. Con ese resultado, estadísticamente inequívoco, aun cuando no se pueda negar que el mercado carece de sensores para la autorregulación, es impensable llegar a la conclusión de que pueda ser siempre eficiente, como para no necesitar ni control social ni intervención del Estado. Por otra parte, es justo reconocer que la competencia, los criterios de eficiencia, las desigualdades son elementos naturales de la actividad económica que, incluso en siglos anteriores, estaba siempre caracterizada por una mentalidad calculadora, un espíritu emprendedor, un deseo de bienestar, aun rechazando la idea de ir a la caza del cliente o de vender a precios rebajados. La humanidad debe su evolución a un mercado libre y al espíritu innovador de las empresas artesanales, comerciales y transformadoras de las materias primas, por lo general, de pequeñas dimensiones, pero también públicas, a menudo, gigantescas. El dato que enlaza esas actividades económicas es que ellas acontecen en relativa armonía con la sociedad, la cual se enriquece con carreteras, ferrocarriles, hospitales y servicios de distribución de agua y electricidad. Las cosas cambian con el neoliberalismo, que no sólo es un sistema económico o un modo de producción, sino, como sostiene Michel Beaud, una totalidad productiva, comercial y monetaria, regionalizada y mundial, en continua transformación, y que manifiesta siempre más claramente una autonomía relativa con respeto de la sociedad donde se forma. La autonomía del capitalismo levanta inquietudes comprensibles. Lo reconoce la misma biblia de los hombres de negocios, el Financial Times, según el cual el neoliberalismo, si no quiere ser una especie en vía de extinción, debe resolver siete cuestiones cruciales: 1) el aumento de las desigualdades sociales; 2) una tasación que empobrece los trabajadores y beneficia a los superricos; 3) la dependencia de los gobiernos democráticos de las oligarquías económicas; 4) la preponderancia patológica del sistema financiero; 5) la separación entre la alta dirección de las multinacionales y los accionistas; 6) la incapacidad para administrar los bienes comunes (como el agua); 7) una competencia, también entre Estados, que se traduce en un empeoramiento de la calidad de la vida. La pregunta es: Como puede sobrevivir un sistema que es absoluto, es decir separado tanto del ético-social como del bio-fisico? 2. Capitalismo, sistema absolutus (escindido) Como todas las religiones, el capitalismo no relativiza sino que agudiza un aspecto de la realidad, que consiste en la santísima trinidad : beneficio-empresa-mercado. Puesto que la trinidad es algo indiscutible, no necesita validación alguna. Eso no quita que ganancias, mercado y empresa sean fuerzas naturales, pero con el capitalismo se vuelven realidades absolutas, que menosprecian todos los otros factores que intervienen en la homeostasis social, tales como el altruismo, la solidaridad y la búsqueda del bien común. Cuando una creencia se convierte en axioma, es decir, un principio no comprobable, tiende a ocupar todo el espacio vital y a difundirse en la textura de la actividad humana. Antes del capitalismo, a ningún Leonardo, Mozart o Cervantes se le hubiera ocurrido hacer 16

17 un registro de la propiedad intelectual para convertirse en el único propietario de la obra, impidiendo que los demás pudieran disfrutar de ella gratuitamente. Cuando prevalece el sistema capitalista, la cultura y el arte sólo se disfrutan pagando derechos ( royalties ) al autor, e incluso a sus herederos pasivos, durante un tiempo casi secular. Después de la mercantilización de la tierra (precapitalismo) y del trabajador (capitalismo industrial), se perfila un capitalismo total, (super o turbo-capitalismo), que no sólo quiere el dinero del cliente consumidor, sino su propia alma. El comercio on line y los programas de intercambio automatizados originan el cyber-capitalismo. No importa tanto dar publicidad a un producto, como lograr que ese mismo producto se vuelva objeto de deseo. El niño que usa un DVD, un ipad, un video juego, o que se conecta con Facebook es candidato a ser producto-dependiente. Sin saberlo, es presa del ciclo perverso de la acumulación posesiva, verdadero motor de la tensión neoliberal, que, para imponer su filosofía, no tiene necesidad de ejercer la violencia física, pudiendo contar con la seducción psíquica de la vídeo-tecnología. La mente de los tele-adictos termina por considerar normal la separación social entre acomodados e indigentes. La realidad aparece escindida en dos: paradisíaca para unos pocos elegidos e infernal para los marginados, sin atisbo de reconciliación. Cuando un sistema social, como el capitalismo, persigue la absolutización de un objetivo, necesariamente lo disocia de todo el contexto. Se vuelve ab-solutus, divorciado, separado de: a) la biosfera; b) la ética. a. El Neoliberalismo es absolutus, separado de la Biosfera Para comprender historicamente el capitalismo, hay que tener en cuenta que su desarrollo converge con la cosmovisión racionalista-mecanicista, iniciada con Galileo y perpetuada por Descartes, Bacon y Newton. Para todos ellos, el universo es asimilable a una máquina, aunque sea complicada, cuyo funcionamiento puede ser comprendido por la razón humana analizando las propiedades de sus partes. Cada evento tiene una causa y produce un efecto que puede ser anticipado. Real es lo que es observable, aislable, medible, experimentable y racionalmente manipulable. El dinero, por el hecho de estar sujeto a contabilidad, tiene un valor comprobado, a diferencia del bienestar social, del amor o de la naturaleza que no son mensurables y, por lo tanto, no pueden ser monetizados. Luego, no interesan a quienes miran al lucro, fácilmente cuantificable. Sólo con el desarrollo de la bioquímica, de la biología y de la ecología comienza una oposición filosófico-científica al mecanicismo racionalista, sustituido por el paradigma de la complejidad organizada. La Tierra aparece como un sistema que se ha formado en un lapso de millones de años, rodeado de una película esférica de aproximadamente 30 km de espesor, llamada biosfera, o sea una conjunción compleja e interdependiente entre hidrosfera (las aguas), la litosfera (el subsuelo), la atmósfera (envoltura gaseosa) y el sistema viviente (plantas, animales y microorganismos). La biosfera (o ecosistema) no obedece a programas deterministas ni al puro caos: evoluciona multiplicando la diversidad, gracias a una dinámica de autopoiesis, que Maturana define como red de procesos y de moléculas que reaccionan entre ellas, produciendo la red que los ha originado y que fija su propio límite... El sistema está abierto a la entrada de materia, nutrientes y energía, pero está cerrado con respecto a las reacciones que lo engendran. El sistema es autopoiético, pues está en condiciones de reproducirse y mantenerse, a diferencia de la máquina, cuyos componentes son incapaces de hacerlo. James Lovelock y Lynn Margulis opinan que la biosfera es un superorganismo, en consideración de su naturaleza evolutiva, cuyos caracteres pueden ser someramente sintetizados de esta manera: 17

18 La biosfera es una organización dotada de autopoiesis, en el sentido que tiene la capacidad de crecer y reproducirse mediante una integración asombrosa entre agentes físicos, químicos y biológicos, que favorecen la autogeneración de microorganismos, a partir de los cuales, se forman organismos cada vez más complejos y macrocomunidades interdependientes. Cada parte del sistema biológico, bien sea célula, bosque o río, procura preservar su individualidad y su autonomía relativa. Al mismo tiempo actúa como parte de un todo más grande, preexistente y regulado por sí mismo. La auto-afirmación va pareja con una sincronización solidaria. Las unidades fundamentales de la vida son las células, equipadas con un sistema inmunológico, respiratorio, digestivo y excretor. Desarrollan una acción de conocimiento y de comunicación por medio de mensajeros que transmiten el patrón que han internalizado. Aprenden, a través de la historia individual y de las especies, a permanecer fieles al proyecto común que es el de proporcionar la subsistencia de la vida. Respecto a tal sistema autopoiético, basado en la interdependencia, la cooperación y la autorregulación, el capitalismo presenta características opuestas, ya que: Trata la naturaleza como un objeto inerte y separable, no como una totalidad viviente e inseparable. Deja de lado los efectos que la producción industrial y la energía tecnogénica (a partir de combustibles fósiles) ejercen sobre la biosfera. Acumula más desorden que orden, exasperando el dominio del más fuerte, la competencia paroxística, el consumo ilimitado de los recursos. No está en condiciones de establecer una comunicación que permita una autoconstrucción y una adaptación de las partes a la complejidad del medio ambiente. No tiene un proyecto compartido por sus propios componentes. Es un sistema lineal y desregulado, incapaz de respetar los límites, puesto que aspira a un crecimiento sin pausas. Los recursos están desconectados de los desechos, que son almacenados o quemados, a diferencia de los sistemas vivientes (cíclicos), cuyos residuos naturales vuelven a transformarse en fuente de energía. Si la vida ha plasmado un ciclo con el cual el agua del océano se transforma en lluvia con el calor del sol, riega los campos y alimenta plantas y animales, las empresas transnacionales del agua, no conformes con esta planificación natural, consideran la depuración, extracción, transporte y recuperación del agua como un producto industrial, fuente de provecho. Los bosques ya no son reguladores de biosfera y cuna de la biodiversidad, sino presa de las multinacionales de la madera y de la soja. Se trata la corteza terrestre como si fuera una fuente inagotable de recursos. Resultado: la mitad de los quince minerales esenciales están en vías de agotamiento (mercurio al 95%, plomo y oro al 80%, estaño, litio y selenio al 60%). A pesar de esta superexplotación, predomina el convencimiento prometéico de que el progreso económico puede ser perenne y que la creatividad humana, a través de la tecnología, es omnipotente, tanto como para poder corregir todas las anomalías. Llegará el dia, escribe el filosofo Emanuele Severino, en el cual el capitalismo tendrá que darse cuenta de que, destruyendo la tierra, se destruye a sí mismo. Y será esta conciencia, no la conciencia moral o religiosa, la que empujará el capitalismo hacia el ocaso. Investigaciones realizadas por instituciones acreditadas, como el Living Planet Report 2008, retratan perfectamente la agresión contra la Tierra, enfocando tres indicadores relativos a : El planeta viviente: en el que 1686 especies de vertebrados han disminuido en un 30% en los últimos 35 años. La huella ecológica (que mide la superficie necesaria a la producción de los recursos esenciales para los consumos vitales, la cual era de 2,1 hectáreas per cápita) ha subido a 2,7. Eso significa 18

19 que cada habitante de la tierra está gastando un 30% más y que cada persona tiene una deuda de 0,6 hectáreas. Como de costumbre, los promedios estadísticos son engañosos: los estadounidenses necesitan 9,4 hectáreas por habitante. Son los mayores depredadores del planeta. La huella hídrica: más de 50 países están en una situación de estrés hídrico moderado o grave, que se volverá cada vez más agudo debido a los cambios climáticos. Dicho sin rodeos: debido a un sistema económico y a un crecimiento demográfico irrespetuoso con la biosfera, la humanidad se encuentra en deuda ecológica con el globo terrestre, un tercio del cual ya no logra regenerarse. La filosofía capitalista, empapada tanto por el hiperconsumismo como por la hiperacumulación, no puede ser una respuesta adecuada, por ser incapaz de aclimatarse a un sistema autorreglamentado. Las consecuencias son nefastas: a) la utilización de los recursos es mucho más rápida que la generación de los mismos; b) el porcentaje de la producción de desechos es superior al de la absorción por parte de la biosfera. La conclusión de Herman Daly es que el capitalismo no proporciona ningún margen de seguridad: es simplemente insostenible. No estando en sintonía con las propiedades de autoconservación de los sistemas vivientes, se comporta como un aparato mecánico que es incapaz de autoconservarse. No sólo la biosfera es afectada gravemente por la ideología neoliberal, sino también la noósfera (noos = mente). Las personas se vuelven incapaces de establecer un vínculo entre las actividades emprendidas y las consecuencias a largo plazo. Tienen la costumbre de enfocar sólo un fragmento de la realidad. Al trabajador de una empresa, o al empleado de un banco, por ejemplo, le resulta imposible conocer, rectificar o reorientar el ciclo productivo, ya que es remunerado para ocuparse de una tarea específica y no para interesarse por la secuencia completa, tarea que corresponde exclusivamente al dueño. Se crea una disonancia cognitiva, a causa de la cual accionistas, ahorradores, inversores y trabajadores no pueden evaluar y mejorar el comportamiento de la organización. El capitalismo, al fin y al cabo, se muestra incapaz de predecir y poner remedio a las crisis recesivo-depresivas, como sucedió en 1929 o en 2008, a no ser que intervengan de forma masiva los aborrecidos gobiernos nacionales. Esta separación, tanto de la biosfera como de la noósfera, constituye una diferencia abismal con el pasado de la especie humana que, durante milenios, ha aprendido a ver como inseparables eventos meteorológicos, labores del campo, ciclos de la naturaleza, fluctuaciones de precios y bendiciones del Cielo. Cuando se impone la filosofía posesiva del capitalismo, tanto el empresario como el asalariado, son inducidos a desconectarse de las dinámicas autoorganizadas de la vida. Todos consideran compulsivamente eventos y hechos en términos individuales de ganancias y pérdidas. Condicionado por la cultura occidental que privilegia la dimensión racional-machistaconquistadora-mecanicista, el capitalismo la adopta ciegamente, separándola de la emotivafemenina-receptiva-instintiva, que suele ser reservada a la mujer, la cual queda excluida de la gestión tanto de las empresas como del Estado. b. Neoliberalismo absolutus, separado de la Ética Ya en pleno siglo XIX, Alexis de Tocqueville, un célebre sociólogo francés, escribe que los norteamericanos han creado una nación con el mayor nivel de democracia, aun cuando amenazada por el predominio de la casta industrial-financiera y por un sistema que persigue obsesivamente el beneficio, por lo que el punto de mayor vulnerabilidad de los EE.UU. está en la desconexión entre la democracia política y la democracia económica. En 1930 el Papado Romano constata que "en nuestros tiempos no existe sólo la concentración de la riqueza, sino también la acumulación de un enorme poder con características despóticas en el 19

20 sector de la economía, en manos de unos pocos, a menudo ni siquiera propietarios... fruto de aquella desenfrenada competencia que deja sobrevivir a los más fuertes. "(Pío XI, Quadragésimo Anno). En la misma Encíclica el Papa denuncia que los frutos envenenados de tal economía son el nacionalismo, el imperialismo y el "no menos letal internacionalismo bancario o el imperialismo internacional del dinero". Es sintomático que el pontífice, además de hacer hincapié en el internacionalismo bancario y el imperialismo del dinero, denuncie los graves daños que se derivan de la confusión lamentable entre el cometido propio de la autoridad pública y el de la economía, con la "consiguiente reducción de la dignidad del Estado, que se hace siervo e instrumento de las pasiones y ambiciones humanas. Los efectos secundarios del capitalismo industrial mueven a un gran economista liberal, John Stuart Mill, ( ) a reconocer que, salvo la libertad de empresa y la legitimidad de la ganancia individual, la mano invisible del mercado produce desigualdades preocupantes. El neoliberalismo justifica la explotación tanto del planeta como de los trabajadores, pues la considera parte integrante del proceso de la vida y de la selección de los más fuertes. Las desigualdades entre países ricos y pobres, entre grupos adinerados y otros indigentes, son consideradas fisiológicas. Ésta arraigada convicción explica porque en los últimos años el índice de desigualdad (Gini) ha ido creciendo. La fracción más acaudalada del mundo consume seis veces más que sus padres. La disparidad de ingresos aparece cada vez más infundada e insostenible. Los directores de las grandes empresas estadounidenses, antes de los años setenta, ganaban 30 veces más que sus empleados, 100 veces más en 1999 y 350 veces más en 2001! Cuando los poderes económicos se enfrentan con gobiernos que priorizan el bienestar de la nación no tienen reparos éticos: amenazan con retirar los capitales, trasladar la producción, despedir a los sindicalistas, recortar puestos de trabajo. El mercado es utilizado cínicamente como un látigo social con tres espantapájaros: la reducción de la empresa (downsizing), la transferencia de la producción a países más complacientes (outsourcing) y la reorganización (re-engeneering). Los trabajadores terminan aceptando el tiempo parcial (part-time), o la contratación diaria (just in time). Avanza el capitalismo killer. Si el cartel que monopoliza la industria petrolera boicotea la búsqueda de otras fuentes de energía, o paga a expertos para que manipulen las conclusiones que instituciones acreditadas han sacado sobre el calentamiento global, las cinco hermanas de los cereales (Cargill, Dreyfus, Bunge y Born, Garnacha y Continental Grain) no se quedan atrás. Legiones de campesinos les acusan de obstaculizar el cultivo de alimentos locales y de imponer monocultivos de café, té, tabaco, maíz, productos que las mencionadas empresas controlan desde la comercialización hasta el transporte y la distribución. Las naciones ricas dan el golpe de gracia: envían a los PVD (Países en Vías de Desarrollo) los excedentes de trigo y maíz a precios muy bajos, consiguiendo dos resultados: las cooperativas agrícolas locales quiebran y los campesinos se convierten en consumidores dependientes de las multinacionales extranjeras. Hasta el año 2000, la volatilización de los precios de los alimentos y productos básicos dependía del manejo descarado de los futures. Tan pronto como las multinacionales intuyen la implosión del mercado de la vivienda (hipotecas de alto riesgo), desvian la actividad especulativa hacia los comestibles. Con un lobby instalado en Washington, es relativamente fácil conseguir un decreto del Congreso, la Commodity Futures Modernization Act, que permite a todos los inversores (de fondos de pensiones, fondos de cobertura, etc.) entrar en el mercado descontrolado de los futures. En el primer semestre de 2008 los precios del trigo y del maíz se duplican y los del arroz se triplican, para bajar al semestre siguiente. 20