Lo nativo y lo folklórico: la danza como lugar de conocimiento dentro de la propuesta escolar.

Transcripción

1 JITANJÁFORA: REDES SOCIALES PARA LA PROMOCIÓN DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA X JORNADAS LA LITERATURA Y LA ESCUELA Presentación de ponencia Título: Lo nativo y lo folklórico: la danza como lugar de conocimiento dentro de la propuesta escolar. Autora: Marina Melo: Maestra Normal Superior, Maestra Especializada en Educación Inicial, Licenciada en Educación Básica recibida en la UNSAM. En la actualidad es estudiante de la Formación FeM (Folclore en Movimiento). Experiencia docente desde Participó de cursos y talleres de capacitación en encuentros nacionales e internacionales. Publicó poemas en la antología Poesía y Narrativa Actual. Fue tallerista en el Grupo Pilar de Prevención y Asistencia a la Adicciones. Fue expositora de ponencias en el 5 Congreso Nacional de Didáctica de la Lengua y la Literatura (ponencia publicada) y en las IX Jornadas: La Literatura y la escuela. Se desempeña en quinto año EPB y en Tercera Sección del Nivel Inicial de la Escuela Lincoln en la provincia de Buenos Aires. Eje de la ponencia: Lectores, lecturas y mediadores: las intervenciones. Ponencia: Este es el relato de una experiencia de clase sobre el encuentro entre mis alumnos, la danza nativo-folklórica y la lectura de las formas que significan el mundo de nuestros antepasados americanos. Para empezar, podría decir que el deseo de que la misma se materializara en una propuesta, comienza en el año 2009 cuando en mi planificación de quinto volví a encontrarme con los contenidos a desarrollar. De todo ellos y atraída como por un imán, sólo pude poner mi atención en uno: Pueblos originarios del territorio argentino.

2 Recordé entonces las actividades de años anteriores y sonreí condescendiente al darme cuenta de cómo lo planificado había ido incorporando el perfil tecnológico que la escuela me sugería. Con base en los saberes previos de mis alumnos y partiendo del libro de Ciencias Sociales, los proyectos habían pasado de la investigación en la biblioteca a la recopilación de datos en diferentes sitios de Internet, de los cuadros con ideas y dibujos hechos a mano a los programas ofrecidos en la computadora con copiado y pegado de imágenes, de la exposición oral a la proyección de presentaciones audiovisuales. Recordé también la inquietud de mis alumnos durante la preparación de estos trabajos. Me preguntaban a diario cuándo íbamos a usar las computadoras e insistían con que era divertido trabajar así. Sin duda, su trabajo quedaba lindo. Tan lindo, que para cerrar el proyecto invitaba a los padres y a las autoridades del colegio a una presentación audiovisual por la que recibíamos (los chicos y yo) cantidades de felicitaciones. Qué lindo!- decían los invitados. Y agregaban - Se ve que los chicos se divirtieron! Pero ese año 2009, lindo y divertido, lejos de satisfacerme, interfería con la idea que tenía sobre lo originario. El hecho de que mis alumnos pudieran completar un trabajo con la ubicación y la forma de vida de los diferentes grupos aborígenes argentinos, que pudieran nombrar cada uno de los pueblos que habitan el territorio en la actualidad y conocer sus reclamos, que supieran utilizar distintos tipos de programas en la computadora, no era suficiente. Y se me revelaba en una sensación de falta, de falencia. Yo sentía que más allá de toda esa información la lectura que mis alumnos hacían sobre los primeros pobladores era: Pobres!. Pobres porque los mataron y pobres porque no tienen lo que tenemos nosotros. Esta mirada desde el déficit me molestaba. Además, me daba cuenta de que me sentía, de alguna forma, cómplice de la misma. Observar lo anterior en mi propia práctica, me comprometía con la posibilidad de un cambio. Algo tenía que cambiar. Y es aquí, en esta necesidad de cambio, donde la lectura de las formas originarias fue mostrándome el camino a seguir. Sin buscarlo y de a poquito, el cambio se me había ido metiendo desde la danza.

3 En enero de 2008 me acerqué por primera vez al folklore en un taller de zamba, después en otro de cueca y finalmente en clases semanales de Folklore en Movimiento. Folklore en Movimiento es un sistema que significa el movimiento desde las formas originarias de la danza. A la vez, promueve que estas formas se encuentran en todo el hacer de las culturas americanas. La circularidad, el cuadrado, el lugar de los opuestos, la verticalidad, son formas que se representan en la danza folklórica y elementos que las mismas heredan desde lo nativo para trascenderlos hasta la actualidad. Descubrí también, gracias a imágenes que me mostró mi profesor, que la lectura de las formas originarias trascienden lo temporoespacial en distintos diseños nativos como los que se pueden encontrar en vasijas, cuencos, telas. Lo importante de este descubrimiento fue que, al igual que la danza, estas formas existen aquí y ahora para contarnos sobre la cosmovisión de estos pueblos: una cosmovisión rica en creencias (más que creencias coherencias según mi profesor), rica en valores, rica en el sentir espiritual. Esta era la lectura que yo quería abrir en mis clases! Lejos del déficit, sentí la necesidad de multiplicar esta mirada rica, de que en mis alumnos habitara una sensación de riqueza y no de pobreza cuando se refirieran a los pueblos originarios. Entendí entonces, que mirar con riqueza a nuestros antepasados, era una forma de mirarnos a nosotros mismos y a nuestra propia riqueza. Con estas ideas y sentimientos como punto de partida, comencé a planificar un proyecto: la danza por un lado, los dibujos nativos por otro No tardó en aparecer la literatura en la ecuación artística, y comencé a buscar leyendas en las que se apreciaran también las formas originarias. Así, comencé a ver en estas narraciones cómo los opuestos y las transformaciones que se contaban traían la idea de que una misma cosa podía ser algo más además de lo que era. Esta visión también se plasmaba en muchos de los dibujos de los diseños nativos, que para este entonces eran para mis alumnos ideogramas con significados muy presentes. Todo lo que estaba sucediendo, comenzó a convocar un espacio para el misterio. Ahí mismo, en nuestra clase. Luego de haber trabajado con los diferentes textos informativos y de haber completado evaluación y requisitos tecnológicos, exploramos juntos estos dibujos de significación simbólica compartiendo la lectura individual que se hacía de ellos para luego dar lugar a una nueva lectura compartida.

4 Copiamos algunos de los ideogramas, los chicos crearon los propios, interpretaron lo que habían querido representar y lo compartieron con el grupo de clase. Me emocionaba la profundidad y los aportes de las lecturas que mis alumnos hacían en relación con sus propios ideogramas y también en relación con los de sus compañeros. En estas lecturas, y a diferencia de años anteriores en los que lo aborigen se presentaba como un objeto de estudio, esta vez podía percibir la existencia de una conexión desde el intercambio entre mis alumnos y las culturas ancestrales. Con claridad podía ver que se había trascendido lo informativo, que lo significante de lo leído cobraba nuevo significado en las palabras de mis alumnos. Un significado del cual ellos eran parte, que tenía que ver con su propia identidad. Pero esto era sólo una muestra de lo que estaba por venir. Luego de haber explorado este tema por un mes, invité a mi profesor a que compartiera una clase de danza guiando a mis alumnos. Yo también iba a participar. A pesar de que para crear sus propios ideogramas mis alumnos utilizaron sus cuerpos para buscar las formas que iban a dibujar y para el trazo y el coloreo de las mismas, la propuesta de moverse en el contexto de una de mis clases era algo completamente nuevo para ellos. Partiendo de una ronda, Ariel, mi profesor, invitó a que los chicos se presentaran y a que le contaran sobre lo que habían estado estudiando. Sin muchas palabras más, puso una chacarera y nos pidió que lo siguiéramos. Entonces, pude ver a mis alumnos transformarse (como en las leyendas) en diferentes animales y elementos de la naturaleza. Participaban y disfrutaban. Sonreían, reían, se miraban y sonreían. Se expresaban con su cuerpo, con sus gestos, con sus ojos Pasaron las danzas y de a poco nos fuimos sentando en ronda. Ariel nos pidió que le contáramos sobre lo que había pasado al movernos. Entonces, apareció en palabras lo que yo había visto en el movimiento. La clase se cerró con la propuesta de que cada uno compartiera sus propios movimientos. Así apareció el folklore de cada uno de mis alumnos de la mano de ritmos de rap, hip-hop, rock. Ritmos que no se escuchaban pero que se veían estaban bien enraizados en esa generación. Durante los cuarenta minutos que duró la clase compartida con Ariel, vi a mis alumnos entregarse absolutamente a lo que estaba sucediendo. Al terminar la clase, yo podía sentir la felicidad de mis alumnos. Y con esa felicidad, salieron al recreo.

5 Dos días después, para agradecerle a Ariel, les pedí a los chicos que escribieran y dibujaran sobre lo que habían vivido. Apagué las luces de la clase, y cerrando los ojos volvimos hasta ese momento, el del baile. Estos fueron algunos de los escritos de mis alumnos: Cuando me fui al recreo veía lo que había ahí, como los árboles moviéndose, y me hacía pensar en Ariel. Aprendí un baile espiritual y me sentí agradecido de que Ariel nos haya enseñado algo de los indígenas, algo espiritual. Me sentí diferente. Me sentí diferentes animales y cosas: un pájaro libre que podía volar, como un árbol que daba oxígeno y le daba vida a otras personas. Hay otro tipo de baile. Fue divertido, fue diferente. Nunca había bailado de esa forma. Sentí que aprendí algo nuevo. Era divertido y a la vez cómodo. Cuando salimos al recreo me sentí fresca, como si me hubieran purificado por dentro. Cuando salimos al recreo y durante el día me sentí purificado, nuevo y agradecido por Ariel. Sentí como que estaba bailando en el aire. Me sentí en otra parte, como perdido, relajado. Me sentí extraña. Podías ver cómo ellos veían el mundo. Algo espiritual. Creo que si te sientes estresado y estás bailando, no sentirías nada. Me sentí como otra persona. Aprendí algo. Aprendí cosas. Me sentí cómodo. Daba igual si era vergonzoso o no. Sentí que podía ver las cosas como ellos las miraban. Sentí algo espiritual adentro, como que no tenía nada. Sin duda, ninguna palabra mía podría acercar una mejor apreciación sobre la experiencia relatada.

6 A partir de la danza, se había convocado el misterio del que se habían prendido mis alumnos, el misterio que habita las formas originarias, las transformaciones, el estar siendo y ser más de lo que se es. Pero ahora, al danzar, este misterio ya no estaba en el lugar pensado en el que lo habíamos descubierto en clase. Ahora era parte de un lugar vivido a partir de las sensaciones del propio cuerpo. Entonces, la lectura se hizo más simple, más clara. Y mis alumnos y yo, a partir de esta danza, pudimos sentir lo que es la esencia de lo originario: la naturaleza. El descubrimiento de este legado nos acompaña. Todavía me los cruzo en la escuela a mis ahora ex alumnos, y me mandan saludos para Ariel. La danza a partir de las formas originarias, los conectó con una lectura nueva, una lectura que no se encuentra en ningún libro ni en la más avanzada de las computadoras. Es la lectura de sus propias sensaciones, de sus propios sentimientos y del misterio que convoca el mirarnos desde la riqueza. Como cierre quiero también multiplicar la posibilidad de hacer desde el lugar del maestro, Por eso les cuento que la fuerza del sentir que me dejó la experiencia con mis alumnos de quinto, me llevó a encontrar dentro de lo curricular otros temas cuya lectura puede nutrirse desde la danza en el contexto de lo nativo y lo folklórico. Por ejemplo, en la sala de cinco danzamos explorando los movimientos de los animales de poder que descubrimos en los ideogramas que habían creado mis alumnos de quinto. Pero esta es una experiencia que compartiré en otro momento o que quizás escuche primero de ustedes en un próximo encuentro. Por último, les dejo para invitarlos, una frase del escritor Carlos Castaneda: La totalidad de nosotros mismos es algo muy misterioso. Necesitamos solamente una porción muy pequeña de esa totalidad para llevar a cabo las tareas más complejas de la vida. Marina Melo Junio de 2010