CAPITULO 1 ADOLESCENCIA, EDUCACIÓN Y RENDIMIENTO ACADÉMICO

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1 CAPITULO 1 ADOLESCENCIA, EDUCACIÓN Y RENDIMIENTO ACADÉMICO 1.1 La adolescencia Etimológicamente, en la literatura hay confusión acerca del origen de la palabra adolescente. Se dice que proviene del castellano "adolecer que significa padecer una dolencia o caer enfermo. Por otro lado, se maneja que el termino adolescente deriva del latín adolecere, compuesto de las raíces ad (hacia) y olere (emitir olor), entendido como extender el olor o la esencia y cuya traducción es crecer o desarrollarse. Este último concepto es el más aceptado desde la etimología. La adolescencia básicamente es vista desde dos concepciones, una etapa de carencia, crisis, presencia común de patologías, riesgo o peligro; y por otro lado, como una etapa en la cual la gente joven debe formarse y adquirir todos los valores y habilidades para una vida adulta productiva y bien integrada socialmente (Alpízar & Bernal, 2003). Estas dos perspectivas son producto de la historia, la cultura y las formas de organización social, que se han modificado con el paso del tiempo, a través de diferentes épocas, procesos históricos y con el surgimiento de la ciencia y la tecnología, con lo que se han adquirido distintas denominaciones (Dávila, 2004). Lütte (1991) nos explica la concepción de la adolescencia a lo largo de la historia, destacando que hasta el siglo II a.c., en Roma, la vida se dividía en tres fases: niñez, adultez y vejez. En estas sociedades, la transición del niño hacia la edad adulta, se daba a través de breves y traumáticos ritos de iniciación (Aguirre, 1994), por lo que el ser adolescente no existía, un día se era niño y al siguiente se era adulto. Fue aproximadamente a partir del siglo II. a.c., cuando se limitan los derechos del púber y se reconoce su madurez social hasta los 25 años; éste cambio se fundamentó en la 7

2 inexperiencia del joven, limitando al menor su participación en los negocios y cargos públicos (Krauskopf, 2007). Según Lütte, es así como nace esta clase de edad caracterizada por una semidependencia de los adultos y que hoy conocemos como adolescencia. El psicoanalista Stanley Hall, en su libro Adolescencia (1904, cit. en Santillano, 2009), hace el primer intento desde la psicología, por definir y comprender a quienes cursan esta etapa de la vida. Stanley, la define como una edad especialmente dramática y tormentosa, en la que existen innumerables tensiones, inestabilidad, entusiasmo y pasión, además retoma algunos postulados del pensamiento de Rousseau sobre el segundo nacimiento La adolescencia es un segundo nacimiento, pues nacemos dos veces: una para existir y otra para vivir (Aguirre, 1994, p.7). Aberásturi (1985) afirma que la adolescencia es un período de contradicciones, confuso, ambivalente, doloroso, que se caracteriza por fricciones con el medio familiar y social. Convencionalmente en términos etarios se designa el termino adolescente a quien curse las edades entre los 12 y 18 años (Dávila, 2004). La Organización Mundial de la Salud/OMS (1999), y la Organización Panamericana de la Salud/OPS (1998) definen a la adolescencia como el período entre los 10 y los 19 años de edad, en el cual se genera un cambio importante en el tipo y nivel de las interacciones sociales. Además se señala que la adolescencia se puede separar en tres etapas: temprana (10-13 años), media (14-16) y tardía (17-19). En la adolescencia temprana, los cambios hormonales se expresan en las dimensiones físicas del cuerpo, en la fisiología del organismo y en la maduración sexual (Antona, Madrid & Aláez, 2003; Santillano, 2009), en este período los cambios biológicos se dan en un lapso de corto tiempo. Estos cambios continúan hasta la adolescencia media y en la última etapa de ésta (donde por lo general se han completado los cambios biológicos), se da un fuerte cambio cognitivo y los adolescentes desarrollan habilidades de pensamiento concreto. A 8

3 mediados y finales de la adolescencia, el cambio continúa y se desarrolla el pensamiento abstracto y la habilidad de razonamiento. Emocionalmente, los adolescentes están empezando a explorar la oportunidad de tomar de decisiones y comienzan a desarrollar su sentido de identidad. Socialmente, en esta etapa, los pares se han convertido en la influencia más grande. Según Jessor (1993), la adolescencia es un periodo crucial para la salud ya que existe un impulso natural a la experimentación de una amplia gama de actividades nuevas que pueden poner en riesgo a los jóvenes, a la vez que emerge su preocupación por la inserción social (Gayet, Juárez, Pedrosa & Magis, 2003). Estos autores consideran a la adolescencia como un momento de riesgos, en el que la evaluación de la propia conducta y la forma en la que se haya organizado la niñez determinarán en gran medida el desarrollo del adolescente. La adolescencia puede considerarse como una etapa evolutiva caracterizada por la adquisición de una progresiva autonomía y la asunción de nuevos roles sociales. La adolescencia precisa un proceso de transición entre la infancia y la edad adulta (Coleman & Hendry, 1990; Frydenberg, 1997). Esa transferencia se refiere a un periodo de cambio, crecimiento y desequilibrio que funciona como puente entre dos puntos estables de la vida: la niñez y la edad adulta (Vargas & Barrera, 2002). Durante esta etapa el joven se enfrenta a decisiones fundamentales para su vida y la transición de un entorno personalizado como la escuela y el contexto social, implican una serie de cambios donde muchos adolescentes pierden motivación y confianza en si mismos, lo cual deriva frecuentemente en el abandono de los estudios o un bajo rendimiento académico (Beidel & Turner, 2007). Para otros, el término transición puede resultar contrario al desarrollo, pues parecería que la transición marca el fin de un período y el inicio de otro, siendo un periodo latente. Es por ello que Krauskopf (2003) critica el paradigma que concibe la adolescencia como un período de 9

4 preparación, durante el cual los sujetos son niños grandes o adultos en formación, señalando que esto conlleva a la negación implícita de ser reconocidos como sujetos sociales y en desarrollo, con lo cual se prolonga su dependencia infantil y se les limita su participación. Esta conceptualización indica que la adolescencia es el único periodo donde existe una preparación hacia el futuro, cuando en realidad podríamos hablar de un desarrollo de constantes transiciones durante todas las etapas vitales (Krauskopf, 2001). Como una alternativa, y para no frenar la concepción de desarrollo, se define a la adolescencia cómo el periodo en que se produce con mayor intensidad la interacción entre las tendencias individuales, las adquisiciones psicosociales, las metas socialmente disponibles, las fortalezas y desventajas del entorno (Krauskopf, 2003, p. 7). Machado (2001) por su parte, indica que la adolescencia es una etapa de desarrollo mediante el cual se consolida una serie de cambios o integraciones biopsicosociales suficientes y necesarias, para que el niño se trasforme y se integre a la sociedad en el papel de adulto. Desde el punto de vista cognoscitivo, la adolescencia se caracteriza por la aparición de cambios cualitativos en la estructura del pensamiento. Se alcanzan capacidades como la simbolización, la generalización y la abstracción, que introducen visiones más amplias y variadas de los eventos. La teoría piagetiana nos revela estos cambios, donde el sujeto tiende a elaborar planes de vida, a transformar su formación afectiva y social, la cual va unida a los cambios de pensamiento. En este sentido, la adolescencia es el resultado de la interacción entre factores individuales y sociales (Dávila, 2004). Las demandas sociales cambian, las exigencias y responsabilidades son otras, lo mismo sucede con la forma de percibir la realidad. En la familia la relación entre el adolescente y el adulto, la obediencia y subordinación de la niñez es uno de los ámbitos que se modifican, pues 10

5 el joven comienza a construir una nueva percepción de sus padres, los desidealiza, y la imagen de seres omnisapientes y todopoderosos, es remplazada por otra más realista. Esto coincide con la ampliación de las relaciones a grupos de amistades y la iniciación en relaciones amorosas, que obligan a la familia a reajustarse a los cambios del integrante adolescente (Santillano, 2009). Todas las personas a lo largo de su vida requieren ajustarse al medio de acuerdo a sus características, sin embrago, no hay que subestimar el grado de cambio que se experimenta durante la adolescencia. El adolescente experimenta un sentimiento de expectación y ansiedad por lo que está adelante, a la vez que siente pesar por la etapa que se ha ido (Coleman & Hagell, 2007). La adolescencia es un periodo muy sensible a las influencias del entorno. El adolescente se encuentra en búsqueda de reconocimiento por parte de otros. El reconocimiento bajo el cual el adolescente construya su identidad puede provenir de sus padres, maestros, amigos o su banda ; la índole de ese reconocimiento determinará la calidad de la identidad desarrollada (Melillo, 2007). Es por eso, que el ambiente en el que se desenvuelve el adolescente es tan importante para su desarrollo. En aquellos contextos por ejemplo, en donde el reconocimiento está en función de grupos delictivos, como las bandas o pandillas, el panorama futuro del adolescente tiene escasas posibilidades de integración social. Para los propósitos de este estudio, retomaremos aspectos de ambas perspectivas, es decir, se concibe a la adolescencia como una etapa de vulnerabilidad a causa de ciertos elementos del entorno, que se combinan con un proceso biológico de cambio, sin embargo, se acepta la potencialidad de la persona para aprender e integrarse a las nuevas demandas sociales que se le presentan, para esto nos basados en la definición de Funes (2004) quien sugiere que la adolescencia debe considerarse como producto del contexto, es decir la adolescencia se 11

6 construye a partir de materiales e interacciones de un contexto, que definen el marco de posibilidades y oportunidades del adolescente. Esto nos permite visualizar la adolescencia como un periodo de riesgo o enfermedad, en función de los elementos del entorno y la interacción del individuo con dichos aspectos; y por otro lado, como una etapa de desarrollo para la edad adulta, en la medida que se adquieran ciertas habilidades en la interacción con el medio. 1.2 Educación y Rendimiento Académico La educación es uno de los factores más importantes en la vida del ser humano, ya que provee de herramientas necesarias para desarrollarse de manera integral en todos los ámbitos de la vida (Arguedas & Jiménez, 2009). El sector educativo es uno de los sistemas responsables de proveer habilidades para completar el desarrollo y lograr la inserción social de los ciudadanos (Roldán, 2001). Representa una parte tan influyente en el desarrollo y cambio social, que es considerada la política pública por excelencia dirigida a niños y adolescentes, además el sistema escolar es responsable de aportar recursos a las sociedades para su inclusión en el desarrollo global. El sistema educativo debe ofrecer un espacio para la formación personal, social, ética y ciudadana de los individuos, y su papel es tan crucial, que ha marcado una etapa en la historia, el siglo XVIII, donde tiene su auge y consolida su papel en la formación de capital humano y cultural al grado de ser conocido como el siglo de las luces (Krauskopf, 2001). La educación básica obligatoria en México, esta formada por los niveles de prescolar, primaria y secundaria (Zorrilla, 2004), coincidiendo este último en términos etarios con la adolescencia por cursarse entre los 12 y 15 años. La educación secundaria debe preparar al estudiante para los niveles superiores, para el 12

7 mundo del trabajo y para la formación integral de la personalidad (Tedesco, 2001), además las prácticas educativas, pueden ser un factor clave para prevenir las conductas problema de la adolescencia (Coleman & Hendry, 2003). Durante su transcurso en el ámbito educativo el adolescente puede disminuir su rendimiento académico si se presentan una serie de características individuales o relacionadas con su entorno, que aumentan la probabilidad de que se produzca el fracaso escolar (Jiménez, Musitu & Murgui, 2005). Por ello, el rendimiento académico es objeto frecuente de preocupación, pues los datos que se publican reflejan las altas tasas de insuficiencia académica en los estudiantes (Instituto de Innovación y Evaluación Educativa del Estado de Sonora/IIEEES, 2011). En México, el objetivo de la institución educativa es que sus alumnos alcancen el nivel necesario para desarrollarse de manera efectiva, tanto en el área académica como en la transferencia de conocimiento a diversas áreas de la vida cotidiana con el fin de ejercer plenamente sus capacidades (Cáp.1 art.7, Ley General de Educación, SEP, 1993). Desafortunadamente, el desempeño académico mostrado en las secundarias de México ha sido deficiente de acuerdo con los resultados obtenidos en las evaluaciones educativas, para muestra, según los resultados de 2011 de la Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares/ENLACE (SEP, 2011), el 84.2% de los alumnos de nivel secundaria evaluados obtuvo niveles insuficientes y elementales y únicamente el 15.8% se posiciona en los niveles bueno y excelente. En el área de español, el 82.9% presenta el nivel insuficiente y elemental, contra el 17.1% que se ubica en niveles bueno y excelente. Por su parte el Instituto de Innovación y Evaluación Educativa del Estado de Sonora (IIEEES, 2011), informa que el índice de reprobación en el ciclo en nivel secundaria fue del 26.1% y el 3.5% presenta un atraso severo y por lo tanto, el porcentaje de reprobación 13

8 puede aumentar. Además en el ciclo , el 7% de los jóvenes inscritos en secundaria, abandonaron sus estudios antes de concluir el ciclo escolar, esto según el, cifra alta si consideramos que es un nivel obligatorio y básico para el área laboral. Esta cifra supera 7 veces a la deserción en niveles más bajos (primaria). Una de las posibles causas es la etapa de la adolescencia en la que se cursa la educación secundaria. Estos indicadores generales, señalan con claridad el bajo rendimiento académico prevaleciente en los estudiantes adolescentes de México, el cual es una de las dimensiones más importantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Se reporta que el rendimiento académico es un fenómeno multifactorial y complejo que puede definirse como el nivel de conocimiento demostrado en un área o materia comparado con la edad y el nivel académico (Jiménez, 2000). El rendimiento académico implica un proceso de evaluación, en el que las calificaciones escolares son el indicador de medida más comúnmente utilizado (Cándido et al., 2009), debido a que intentan reflejar el conocimiento que ha adquirido el alumno sobre distintas áreas o materias (Cascón, 2000). Para Pizarro y Clarck (1998), el rendimiento académico es una medida de la capacidad de respuesta de la persona, que expresa de manera estimativa lo que ha aprendido como resultado de un proceso de enseñanza. El rendimiento académico se constituye en un indicador del nivel de aprendizaje alcanzado por el estudiante, representa el nivel de eficacia en la consecución de los objetivos curriculares para las diversas asignaturas (Tonconi, 2010). Se entiende como el resultado del esfuerzo y la capacidad de trabajo que ha tenido el estudiante durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, el cual se manifiesta con la expresión de sus capacidades o competencias adquiridas (Manzano, 2007). Krauskopf (2007) señala que para una exitosa inserción escolar, es necesario que los adolescentes cuenten con una elevada autoestima, buenas habilidades sociales, intelectuales y de 14

9 aprendizaje, eficientes mecanismos de resolución de problemas, metas y un entorno que actúe como medio para el desarrollo social y personal. Esto implica que el rendimiento académico no es un producto mecánico del conocimiento adquirido, sino que involucra destrezas que la persona ha desarrollado. Debemos considerar que existen factores de contexto, prácticas pedagógicas, relación maestro-alumno, modelos curriculares, entre otros elementos que se asocian al rendimiento y que están fuera de control por parte del alumnado, de manera que es inaceptable estigmatizar al adolescente a causa de un bajo rendimiento. Como se ha señalado, el rendimiento académico es un fenómeno multifactorial, y el sistema educativo en ocasiones, contrario a suponer una influencia positiva en él, lo afecta, por lo tanto, nos referimos a los sistemas escolares como instituciones que tienen necesidades a las cuales hay que responder, por lo que se encuentran en un período de cambios y modernización que plantea nuevos requerimientos a las estrategias que sustentan la educación y la calidad de la misma (Krauskopf, 2001). Esto es un proceso difícil, en el que intervienen políticas, programas y restructuraciones que toman un cierto tiempo en asimilarse y desarrollarse. Como una acción complementaria para incidir de forma positiva en el desarrollo académico de los individuos es importante la participación de diversos profesionales y de distintas ramas del saber, tales como la pedagogía, la ética, la filosofía y, por supuesto la psicología, que se dedica a estudiar los factores tanto individuales como contextuales, que afecten al rendimiento académico de los estudiantes, con el fin de elaborar programas de instrucción, prevención y rehabilitación, que contribuyan al mejoramiento del individuo (Suárez, 1991). En términos generales, la educación secundaria en México no ha logrado los objetivos en los nuevos contextos sociales y además muestran serias dificultades para atender las necesidades psicológicas de la adolescencia mexicana (Miranda & Reynoso, 2006). 15