UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

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1 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID XIX SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN EDUCACIÓN Y CALIDAD DE VIDA San Lorenzo de El Escorial Noviembre de 2000 Documento: Adenda a la ponencia 4 Título: Sobre la noción de calidad de vida Autor/es: F. Altarejos Fecha: Septiembre/octubre de 2000 Este documento está sujeto a los derechos de la propiedad intelectual. Su reproducción y difusión quedan limitadas al análisis y discusión en el marco del XIX Seminario Interuniversitario de Teoría de la Educación. Cualquier otro uso o referencia de este trabajo requiere la autorización expresa del autor o los autores.

2 Sobre la noción de calidad de vida 1 SOBRE LA NOCIÓN DE CALIDAD DE VIDA Francisco Altarejos Departamento de Educación Universidad de Navarra 1. Una noción aporética La noción de calidad de vida parece ser un nido de aporías intelectuales, que suscitan más que incitantes tensiones desconcertantes contraposiciones existenciales que, a su vez, avocan en la perplejidad ante las encrucijadas prácticas; al menos así parece desprenderse de la lectura de las ponencias que vertebran este XIX Seminario Interunivesitario de Teoría de la Educación. A modo de ejemplo, sintéticamente, podrían expresarse así: a) la calidad de vida, es fruto de un crecimiento extensivo o intensivo?; su referente, es predominantemente social o individual?; b) en cualquiera de ambos casos se postula una dimensión objetiva y otra dimensión subjetiva de la calidad de vida, al menos en su referencia al bienestar 1, y lejos de tender a la integración, parecen presentarse como alternativas dicotómicas en orden a la acción; c) se han propuesto criterios o parámetros (objetivos, por tanto) respecto a la medición o estandarización de la calidad de vida que, siendo razonables y plausibles, sin embargo se integran difícilmente con las apreciaciones o valoraciones personales (subjetivas, claro) respecto al bienestar; d) a mayor cantidad, mayor calidad?; parece desprenderse que así es cuando se dice que, a día de hoy, la calidad de vida no es un objetivo posible para el tercer mundo por la escasez de recursos y medios, pues entonces se afirma implícitamente que la calidad está en función de la cantidad ; pero por otra parte, la experiencia generalizada en el primer mundo donde hay sobrada cantidad mueve a afirmar lo contrario: que la cantidad de medios conlleva el riesgo del deterioro de la calidad de vida; e) cabe distinguir conceptualmente entre ser y tener, pero pueden separarse real y vitalmente?; o, dicho de manera crasa y veraz, es posible un ser sin tener; es concebible que alguien sea sin tener nada?; respecto a la relación con los otros, no cuenta el tener lo que se puede ofrecer como don tanto como el ser, que como tal es expresable existencialmente, pero incomunicable esencialmente?; f) por último, cómo se articula el dolor y el sufrimiento con la noción de calidad de vida?; el dolor aparece carente de sentido en este marco, pero puede admitirse un radical sinsentido respecto del hecho más cierto en la existencia humana? 2 Cabe pensar que la calidad de vida no deje de ser en la actualidad más que la versión «menor», descreída, postmoderna diríamos, de otra más ampulosa y resbaladiza cual es la de «felicidad» 3. Pero si así fuera, nos estaríamos enfrentando a un problema que, lejos de ser rabiosamente actual, es tediosamente intemporal. La relación entre buena vida y vida buena, en 1. Ponencia 4ª: Trilla, J., Ayuste, A., Romañá, T, Salinas, H. Educación y calidad de vida. Las cosas, los otros y uno mismo, p. 3 y ss. 2. cfr. Altarejos, F. (1999), Dimensión ética de la educación, Pamplona, Eunsa,, p Ponencia 3º: Asensio, J. M., Bárcena, F., Mèlich, J.C. Educación, vida humana, p. 3

3 Sobre la noción de calidad de vida 2 efecto, es otra de las formulaciones de la problemática que entraña la noción de calidad de vida 4, y esta formulación puede retrotraerse a la cultura de la Grecia clásica 5. Sin embargo, no hace falta remontarse tan lejos en el tiempo, pues las actuales aporías latentes en la noción de calidad de vida se encuentran explícitas, por ejemplo, en la ética de J. Bentham y en la réplica, de pocos años después, que hace J. S. Mill, estando ambos sin embargo dentro de la misma concepción ética utilitarista. El principio supremo del utilitarismo es compartido por ambos: el mayor bienestar o felicidad posible para el mayor número de individuos. La diferencia entre ambos radica en que Bentham es objetivista y Stuart Mill, subjetivista. El primero llega incluso a proponer un cálculo matemático o felícifico (felicific ) para la consecución del bienestar; así, se debe calcular la medida de un placer por medio de los siguientes factores: intensidad, duración, certeza o incertidumbre, proximidad o lejanía, fecundidad, pureza (hasta aquí es casi una reedición de Epicuro) y también extensión, esto es, el número de personas afectadas 6 Stuart Mill discutirá esta visión objetivista y hedonista: es mejor, dirá, ser Sócrates insatisfecho que un loco satisfecho. Las distinciones y matizaciones sobre J. Bentham y J. S. Mill quedan para los eruditos, aquí basta con constatar que la discusión sobre el contenido y el referente de la felicidad y el bienestar tienen más de 150 años de historia, sin que se haya conseguido salir de la vía muerta. La noción de calidad de vida pretende ir más allá de la noción de bienestar, al tiempo que renuncia a orientarse por la noción de felicidad; lo primero por considerar al bienestar como un concepto demasiado simple, que no acoge la complejidad que define la vida actual; lo segundo porque la felicidad aparece como un tema demasiado trillado desde hace 25 siglos, cuando Aristóteles lo sitúa en la clave de bóveda de su ética (por otra parte, primera irrupción histórica de la ética, como concepto y como disciplina filosófica). Conviene hacer algunas reflexiones sobre el origen y el fin que, tal vez, puedan enriquecer el sentido de la calidad de vida. 2. El bienestar, origen borroso y preterido. La calidad de vida no se agota en el bienestar, pero se origina en él. La comprensión de la noción de calidad de vida remite inevitablemente a su raíz como una no la única fuente de sentido, y esta raiz primigenia es el bienestar. En este caso debe recordarse que el origen, en sentido propio y pleno, no sólo es comienzo en el tiempo, sino principio en la acción. Por eso, es verdad que sólo cuando los individuos son capaces de sobreponerse al ethos de la seguridad física y los principios materiales básicos están cubiertos, puede aparecer la idea de «calidad de vida» como un elemento más en la evolución y el cambio cultural. 7. Pero no es menos cierto, que incluso cuando se arriva a esa situación de cobertura vital, la tendencia al bienestar sigue operando en la orientación de la vida humana y en la conformación de sus acciones, lo cual no ocurre por cierto en la vida animal: el animal satura enseguida una buena relación con su medio ambiente; se conforma pronto y con muy poco en lo que analógicamente cabría llamar su estar bien en el mundo. No es así en el ser humano, y por eso puede definirse rigurosamente el bienestar como el exceso esencial sobre las condiciones materiales de la existencia puramente animal 8. En efecto, no cabe equiparar en absoluto la relación entre medio ambiente y ser viviente en el animal y en el hombre desde la perspectiva del bienestar, pues en aquél tiene un límite, preestablecido por la relación medio-organismo, mientras que en éste, eso que el hombre llama 4. cfr. Ponencia 4ª, p cfr. Ponencia 4ª. pp ; cfr. también, La vida buena y la buena vida: una confusión posible, en Polo, L. (1996), La persona humana y su crecimiento, Pamplona, Eunsa, pp Bentham, J. (1948), An Introduction to the Principles of Morals and Legislation, New York, L. Lafleur, cap Ponencia 1ª: Colom, A. J., Pérez, P. Vázquez, G.: Calidad de vida, ambiente y educación, p Millán-Puelles, A. (1974), Economía y bienestar, Madrid, Confederación Española de Cajas de Ahorro, 1974, p. 48

4 Sobre la noción de calidad de vida 3 vivir, el buen vivir o bienestar, es un término siempre móvil, ilimitadamente variable 9 (Y que, por cierto, conlleva necesariamente una transformación del medio circundante: la pérdida del sentido del bienestar es acaso la motivación profunda del ecologismo en todos sus grados y diversas propuestas, donde las más radicales acaban atentando indirectamente contra la calidad de vida al rechazar toda acción transformadora que reclama siempre la realización del bienestar) Al hablar de un exceso esencial, se postula que el ser humano es verdaderamente esencialmente tal en la medida en que se empeña en excederse, en extralimitarse en la mera la satisfacción de sus necesidades materiales. En efecto, no debe concebirse la calidad de vida como un grado satisfactorio de equilibrio entre lo que se tiene y lo que se desea, pero no sólo porque es un concepto subjetivista 10, sino porque, ante todo, es un concepto reduccionista que ignora la realidad humana. Como decía el aforismo clásico, el hombre, por ser tal, busca non solum vivere, sed bene vivere. La prosecución del bienestar es una tarea imprescindible en la humanización de la vida. Se descubre aquí una de las dificultades nucleares en la comprensión del bienestar: que no es sólo ni principalmente un estado o situación, sino también y radicalmente una tendencia, o sea, una dimensión esencial de la teleología humana. Esto supone, por ejemplo, que toda concepción del bienestar y de la calidad de vida como un estado de equilibrio lo desnaturaliza; en efecto, el equilibrio (como también la saturación) supone la abolición del deseo 11 El bienestar, cabría decir, es un perpetuo insatisfecho. Esta afirmación, lejos de tener un dramático tinte psicológico, revela un hondo calado ontológico en la condición humana: el bienestar es, ante todo, un asunto neta y profundamente espiritual, pues el espíritu es la raiz de la inagotable tendencialidad humana. Otra de las dificultades de comprensión del bienestar proviene del frecuente dualismo en la consideración del ser humano. Puede hablarse de dos principios en el ser humano: el cuerpo, de naturaleza material, y el alma o si se quiere, la mente, o la forma o patrón organizativo que anima al ser 12 de naturaleza inmaterial. La cuestión decisiva es el modo en que se contempla su unión y articulación; pues, como señala J. Pieper, el alma no está unida al cuerpo como puede estarlo el obrero a su herramienta, ni vive en el cuerpo como el barquero está dentro de su embarcación o el prisionero en su celda; sino que está en él a la manera como el acuñamiento de un trozo de plata caliente y maleable se inserta en ella para formar una única moneda 13. Bajo esta imagen se apunta el peligro que encierra toda reflexión sobre el ser humano: que desde la afirmación originaria de su naturaleza dual, se pase inadvertidamente a la tesis del dualismo de su ser, fuente de los mayores errores, ya desde Platón. Como un error más, se presenta desde sí misma la valoración o apreciación de los recursos y objetos que dan contenido al bienestar, esto es, desde su valor material excluyente. Así, siendo verdad que hoy, generalmente las cosas valen porque tienen precio, o dan prestigio o estatus 14, tampoco es menos cierto que las cosas más valiosas por ejemplo, una obra de arte no tienen precio. También el prestigio o el estatus parece fundarse hoy en la posesión de cosas con alto precio; pero aún sobrevive el sentido intemporal de la fama, más profundo y abarcante que el mero prestigio, y que se funda en las obras buenas y meritorias, aunque este sentido sólo parezca circunscribirse actualmente al ámbito de las competiciones deportivas. La principal consecuencia de este pensamiento defectivo para nuestro tema es, primeramente, el progresivo olvido del sentido teleológico de la actuación humana, pensando, como se ha dicho, el bienestar como mera satisfacción culminativa y, por consecuencia, la 9. Ibidem 10. Ponencia 4ª, p Ponencia 4ª, p Ponencia 3ª. p Pieper, J. (1970), Muerte e inmortalidad, Barcelona, Herder, p Ponencia 4ª, p. 20

5 Sobre la noción de calidad de vida 4 calidad de vida como mero estado de equilibrio. La radical tendencialidad humana, imprescindible para comprender la actuación personal, queda entonces postergada, por no decir que resulta prácticamente aniquilada. Pero no es posible concebir, ni mucho menos comprender una acción si está desprovista de finalidad. Qué ocurre entonces? Sólo cabe una senda, aunque errada: la consideración de los medios como fines en sí mismos. 3. Los medios, suplantadores de los fines. La ética no es otra cosa que el saber práctico nacido de la consideración de la acción humana desde la perspectiva teleológica. Si se prescinde intencionalmente de la finalidad, o se la olvida inconscientemente, el resultado no sólo es la pérdida de la ética y el triste descubrimiento de que en el concepto de calidad de vida lo ético tiene una presencia, al menos incierta 15. Hay otro resultado, no previsto, pero inevitable: el desgobierno y el descontrol de los medios y el reconocimiento de que la ciencia y la tecnología tiene un doble filo y crea nuevos parámetros de riesgo y peligro al tiempo que ofrecen posibilidades beneficiosas para la humanidad 16 Es conocido el diagnóstico de J. Maritain sobre la raiz de la crisis y los problemas de la educación contemporánea: la suplantación de los fines por los medios. Pero cuatro décadas antes, cuando no era evidente como hoy esta situación, ya la denunciaba M. Heidegger respecto de la cultura en su analítica existencial del ser a la mano, que es para él la conceptualización de la técnica. Llama la atención Heidegger sobre la naturaleza relacional del útil o análogamente, del medio : un útil no «es», rigurosamente tomado, nunca. Al ser del útil le es inherente siempre un todo de útiles en que puede ser este útil que es. Un útil es esencialmente «algo para...» 17. Un medio siempre se vincula más o menos directamente a un fin; pero el aviso de Heidegger es más intramundano: un medio no es ni existe nunca aislado, sino dentro de un conjunto de referencia, de un plexo de medios que le da sentido operativo inmediato. El ejemplo propuesto es algo rancio Sein und Zeit se publica en 1927 pero aún ilustrativo: palillero, pluma, tinta, papel, carpeta, mesa, lámpara, mobiliario, ventanas, puertas, cuarto. 18 La acción humana se constituye desde su finalidad propia y se realiza mediante los medios dispuestos; pero a su vez, dichos medios también se articulan entre sí según una referencia teleológica. Cuando el fin se diluye en la razón práctica o se olvida en la actuación se pierde el sentido de los medios pues ese sentido no es otra cosa que el fin. Los medios, en número creciente, son desasistidos de toda dirección a un fin. Ello equivale a decir que los medios «se desnaturalizan», comienzan a gravitar en sí mismos y a imponer su propio régimen funcional al margen de los fines. Dicho de otro modo: los medios suplantan a los fines 19. Tal es la situación actual que puede describirse como aquélla en que se muestra ante nosotros el sujeto víctima del medio que genera 20 Esta pérdida del sentido de los medios tiene lugar desplazando la finalidad al conjunto o plexo de medios que empieza a crecer desmesuradamente fundando su sentido en sí mismo, en la totalidad de medios vinculados estrechamente. Es un hecho que la literatura y el cine se han ocupado extensamente de esta situación en el género llamado de ciencia-ficción; los argumentos narrativos pueden ser fabulosos, pero el mensaje y el sentido expresivo es una válida intuición: la rebelión y la tiranía de las máquinas (de los medios) sobre el hombre no se realizará materialmente como se cuenta en novelas y películas, pero es palpable la realidad de la abdicación humana ante el poderío y el crecimiento incontrolado de los medios. Tenemos un ejemplo privilegiado en estos días: la aprobación del informe Donaldson sobre la tolerancia e 15. Ponencia 4ª, p Ponencia 4ª, p Heidegger, M. (1974, 5ª ed.), El Ser y el Tiempo, México, F.C.E. 1ª parte, III, 15, p Ibidem 19. Polo, L., cit. p Ponencia 3ª, p. 21

6 Sobre la noción de calidad de vida 5 incluso sobre la promoción! de la clonación de embriones humanos... con fines terapéuticos. El plexo de medios en este caso de medios científico-técnicos se justifica en sí mismo, en su desarrollo autónomo, prometiendo los beneficios curativos a unos individuos aunque tenga que ser a costa de la aniquilación de otros. 4. Sugerencias para la acción. Ciertamente, el panorama no es alentador, y cada vez será más desesperado si se persiste en esa difusa y pregnante sensibilidad o actitud de inercia tan extendida actualmente: la apatía ante el futuro. No cabe inhibir la acción, pues lo que está en juego no es sólo la suerte y el rumbo de la humanidad, sino la misma humanización de la vida. Pero se requieren unas orientaciones mínimas para abordar la situación, cuya complejidad es creciente y omniabarcante. Una sugerencia primera puede ser cuestionar uno de los valores y sentimientos más apreciados en la sociedad occidental actual: la seguridad vital. Es riguroso hablar, con palabras de J. Pieper, del enfermizo afán de seguridad que domina hoy la sociedad, y del cual nace una angustiosa inseguridad cuando aparecen los inevitables obstáculos a la acción o al deseo. El miedo al fracaso se ha convertido hoy en el mayor inhibidor de la acción personal y social. Sin embargo, siempre se ha pensado que ser bueno es algo arduo, que no se consigue con facilidad y sin esfuerzo y, sobre todo, sin riesgo de perder; pero hoy, por ejemplo, todavía pervive en amplios sectores la inercia pedagógica que lleva a evitar a cualquier precio el riesgo de la frustración o la inseguridad. Toda la literatura psicológica que ha entronizado al self y que ha hecho de la autoestima un valor primordial en la motivación del aprendizaje, parece estar fundada precisamente en la consecución y afirmación de la seguridad. Posiblemente, la raíz experiencial inmediata de este afán de seguridad se encuentra precisamente en la abundancia de medios que, aunque desasistidos del fin, generan la expectativa ilusoria de la autosuficiencia y la garantía de éxito. De aquí se deriva otra orientación: la búsqueda ciega de seguridad impele al afán de dinero que se justifica en sí mismo. La seguridad es una meta vital que la abundancia de medios, falazmente, invita a estimar posible y asequible. Emerge entonces el mito del becerro de oro que hoy acaso podría denominarse el mito no la persona de Bill Gates: el dinero aparece como el medio par excellence, pues con él se pueden conseguir todos los demás. Lo peor de esta desatinada ilusión es que resulta factible: efectivamente, se puede llegar a tener mucho dinero, y con él se pueden allegar muchos medios, y por esta vía es posible... perderse irremediablemente a sí mismo. Frente al desmedido afán de seguridad y de dinero conviene recuperar la referencia a la encrateía, que para los griegos era el eminente valor del dominio de sí mismo. A ella se oponía la acrasía o acrateia, que era la pérdida de sí mismo en la disipación del entorno, en la incontinencia habitual. El que padece acrasía es esclavo de sus pasiones, se deja llevar por la opinión, es un codicioso de fama, de riquezas, es un plutócrata. La plutocracia, el régimen en el que mandan los ricos, es pésimo, porque el que ha perdido el dominio de sí mismo tampoco sabe usar los medios 21. El dominio de sí mismo es la condición radical de la libertad. La desconexión mediosfines y la primacía del plexo de medios, que llega a dar sentido a la acción humana, ha desembocado en otra situación determinante de la vida social: la aparentemente inevitable dependencia de los expertos 22. No se trata de que nuestra sociedad esté en realidad totalmente determinada por los técnicos de la sociedad. Pero en nuestra conciencia se difunde una nueva expectativa acerca de si, a través de una planificación adecuada, no ha de ser posible acaso una organización más funcional, es decir, brevemente, el dominio de la sociedad a través de la razón para asegurarse una situación social más racional. Éste es el ideal de una sociedad de expertos, 21. Polo, L., cit. p Ponencia 4ª, p. 29

7 Sobre la noción de calidad de vida 6 en la cual uno se dirige al profesional buscando en él la ayuda para las decisiones prácticas, políticas y económicas. El experto es realmente una figura imprescindible para el dominio técnico de los procesos. Ocupa el lugar del antiguo artesano. Pero este experto debe reemplazar también la experiencia práctica y social. Ésta es la expectativa que la sociedad deposita en él y que no puede realizar con convicción honesta y autoevaluación sobria y metódica 23. * * * Obviamente, no se trata de renunciar a la abundancia de medios ni a la creación de riqueza, ni tampoco debe prescindirse de los expertos. Pero en todos estos casos, y en general, debe reafirmarse la libertad personal, antes y por encima de las llamadas libertades públicas. Lo que añade la reflexión sobre la calidad de vida es un matiz cualificado a la promoción de la libertad. La recuperación del sentido genuino de los medios, soporte de la verdadera calidad de vida, se hará desde la libertad y ésta, ante la superabundancia descontrolada de medios sin sentido, vigoriza la necesidad de la encrateia, el dominio de sí, la continencia. Cabe esperar que pronto emerjan propuestas pedagógicas signadas por objetivos como éstos y otros diversos pero afines: moderación, mesura, sobriedad, modestia, discreción, frugalidad; templanza, en suma. Posiblemente entonces la calidad de vida comience a ser una realidad fehaciente, un logro al que la educación habrá contribuido fecundamente. 23. Gadamer, H.-G. (1981), La razón en la época de la ciencia, Alfa, Barcelona, p. 43