ROSA ELENA PÉREZ DE LA CRUZ, EMBAJADORA DE LA FILOSOFÍA DOMINICANA

Transcripción

1 ROSA ELENA PÉREZ DE LA CRUZ, EMBAJADORA DE LA FILOSOFÍA DOMINICANA Alberto Saladino García Universidad Autónoma del Estado de México Me enteré de la fatídica desaparición de la Rosa Elena Pérez de la Cruz ( ), por el correo electrónico distribuido por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la penúltimo fin de semana del mes de junio pasado, cuya noticia me conmovió y me hizo recordar que la vida es el hecho más maravilloso del universo y, a la vez, el más frágil de los fenómenos de la naturaleza. Su fallecimiento fue un recordatorio de que es, ni más ni menos, el destino de todos los seres que tenemos ánima, vegetal o animal. Si bien la muerte es el fin del ciclo de la vida, suceso que a pesar de ser el más natural, nos resulta inaceptable, en el caso de la Rosa Elena, por la manera como se le interrumpió la vida, menos. Unos días antes de su último y definitivo viaje a su país natal, junto con uno de sus sobrinos, compartimos los alimentos. Hablamos de los actos conmemorativos del centenario de la fundación de la Universidad Nacional de México, en particular del Simposio La UNAM en la historia de México, de la obra filosófica de varios colegas, de la vida académica del CIALC; en realidad fue la continuación de la plática que en el mismo lugar y a la misma hora habíamos tenido una mes antes, en mayo, que, a la vez, continuó la del 19 de abril cuando después de la Asamblea General de Historiadores de las Ciencias y las Humanidades, en la que se renovó la directiva y ella se autopropuso y todos apoyamos- como integrante de su Comité Ejecutivo, fuimos a comer. Esa constante comunicación e intercambio de informaciones, interpretaciones, opiniones y reflexiones, las tuvimos por correo electrónico y en múltiples encuentros

2 académicos, por ejemplo en los congresos de la Asociación Filosófica de México, los de la Sociedad de Estudios sobre América Latina y el Caribe, los de la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe y los de Historiadores de las Ciencias y las Humanidades, que se remonta al VII Congreso Nacional de Filosofía, efectuado en Cuernavaca, durante los días 27 de septiembre-1 de octubre de La comunión de nuestros intereses académicos y gnoseológicos sobre la filosofía latinoamericana, en particular sobre los siglos XVIII, XIX y XX, nos llevó a participar en las mismas sesiones en los congresos, colaborar en distintas publicaciones y especialmente en el proyecto de investigación La intelectualidad latinoamericana del siglo XIX ante la condición humana, que coordiné en la Universidad Autónoma del Estado de México -por cierto institución que le publicó cuatro capítulos en otros tantos libros-, en el cual trabajó sobre el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña, su ilustre coterráneo, y Joaquín Sánchez MacGrégor, su muy querido colega unamista, cuyos textos aparecieron en el libro Humanismo mexicano del siglo XX (Toluca, UAEMex, ), en los tomos I y II, respectivamente, y radicados también en el portal electrónico del profesor José Luis Gómez Martínez de la Universidad de Georgia, Estados Unidos de Norteamérica, cuya dirección es De las múltiples inquietudes filosóficas de Rosa Elena Pérez de la Cruz deseo destacar, como mínimo homenaje a su estoica y enfática actitud intelectual, su labor como historiadora de la filosofía latinoamericana, específicamente sobre las ideas filosóficas en las historia dominicana. Entre los temas que abordó sobre la filosofía dominicana destacan en sus estudios la atención a personajes como Antonio Sánchez Valverde ( ), Andrés López de Medrano ( ), Pedro Henríquez Ureña ( ) y Andrés Avelino García

3 Solano ( ), de ellos, con excepción del tercero, en realidad los dio a conocer en México como embajadora honoraria de la República Dominicana para asuntos filosóficos en México dos libros que, por cierto, constituyen sus obras principales: Historia de las ideas filosóficas en Santo Domingo durante el siglo XVIII (México, UNAM, 2000, 221 pp.) y El pensamiento ético de Andrés Avelino (México, IPGH/UNAM, 2007, 93 pp.), y otros textos donde analiza y difunde el pensamiento dominicano como El sueño hispanoamericano de [Pedro] Henríquez Ureña, un reto ante la crisis de hoy (Varios, América Latina historia y destino: Homenaje a Leopoldo Zea, Toluca, UAEMéx, 1993, Tomo III, pp ); Recursos didácticos en la doctrina cristiana de Fray Pedro de Córdoba (Noé Esquivel (compilador), Pensamiento novohispano, Toluca, UAEMéx, 2001, pp ); El concepto de hombre en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña (Alberto Saladino García (compilador), Humanismo mexicano del siglo XX, Toluca, UAEMex, 2004, Tomo I, pp ) y El pensamiento ético de Andrés Avelino (Latinoamérica 37, 2003, pp ). Las singularidades del análisis histórico de dichos trabajos filosóficos estriban en contextualizarlos en la trayectoria de la filosofía académica en nuestros países. Como sabemos, el inicio del cultivo de la historia de la filosofía en América Latina aconteció como resultado de los primeros momentos de la institucionalización de la cultura occidental en colegios, seminarios y universidades, así a partir del siglo XVI: sólo cuarenta y seis años después del descubrimiento, comenzó la hazaña de la filosofía en la primera Universidad del Nuevo Mundo que fue la de Santo Domingo (1538) [claro que] el ilustre

4 fray Alonso de la Veracruz debe ser considerado el primer profesor de filosofía del continente 1 por impartir el curso académico inaugural sobre filosofía en América. Pero he de agregar que no fue sino hasta el periodo de la Ilustración, en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se produjeron obras que exponen con criterios modernos la filosofía y su historia, cuyos casos paradigmáticos lo constituyeron los libros de Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, Elementa recentioris philosophiae (Mexici, apud D. Lic. D. Joseph a Jáuregui, 1774) y de Félix Varela, Lecciones de filosofía (Filadelfia, 1818). De modo que la obra sobre historia de la filosofía dominicana heredada por Rosa Elena Pérez de la Cruz forma parte de la tradición iniciada con la institucionalización de los saberes racionales en América a partir de la fundación de la primera universidad del continente en su país y porque atendió de manera puntual la revisión de la praxis filosófica en la época colonial al estudiar tanto a Pedro de Córdoba como a Antonio Sánchez Valverde y Andrés López de Medrano. Pienso como pertinente, en este homenaje, señalar una cuestión crucial en el trabajo de la historia de la filosofía latinoamericana, el de su metodología, a la que sin duda contribuyó Rosa Elena, por ello reviso los criterios teóricos en el proceso de clarificación de los procedimientos con los cuales efectuó sus reconstrucción histórica del filosofar en la República Dominicana. Recuerdo que es nodal la exigencia de clarificar las perspectivas interpretativas y su problematización. Hasta muy recientemente siguen apareciendo afirmaciones de estudiosos del quehacer intelectual latinoamericano reclamando la necesaria realización de historias de 1 Alberto Caturelli, Historia de la filosofía en la Argentina ( ), Buenos Aires, Ciudad Argentina/Universidad del Salvador, 2001, p. 47.

5 la filosofía en nuestros países, cuya carencia, argumentan, se debe, igualmente, a la falta de metodología y su teoría específica. A esas situaciones deben añadirse los problemas de diseminación de las fuentes, pues como países de origen colonial, buena parte de datos e informaciones fueron llevados a las metrópolis y de ahí a otras partes. Así lo dejó testimoniado Rosa Elena Pérez de la Cruz cuando publicó su libro Historia de las ideas filosóficas en Santo Domingo durante el siglo XVIII (2000) al suscribir: Las dificultades emanaron de la carencia de datos y la dispersión de los mismos en España, Inglaterra, Estados Unidos, Italia, Cuba y Santo Domingo, entre otros; por lo cual [existieron] las limitaciones para acudir a las fuentes primarias. 2 La explicitación de los mecanismos de investigación, como lo suscribió Rosa Elena Pérez de la Cruz, la orilló a atender la jerarquización de las fuentes mismas, diferenciarlas, efectuar su contextualización histórica, todo con el propósito de traducir e interpretar las ideas filosóficas estudiadas, lo cual las realiza dentro de concepciones específicas de la historia como de la filosofía. 3 Esa práctica de respaldar sus interpretaciones en pesquisas delata los procedimientos metodológicos empleados que van desde la ubicación sociohistórica de los filósofos estudiados, sus influencias y recepción de planteamientos, la precisión conceptual de los temas que desarrollan, porque así esclarece la práctica reflexiva de los personajes que estudió como expresión de una filosofía situada. 4 2 Rosa Elena Pérez de la Cruz, Historia de las ideas filosóficas en Santo Domingo durante el siglo XVIII, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, p Loc. cit. 4 Cfr. Rosa Elena Pérez de la Cruz, El pensamiento ético de Andrés Avelino, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia/ Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, pp. 1 2.

6 Y, seguramente, los planteó para enfrentar la ausencia de reconocimiento al quehacer filosófico latinoamericano, generalmente anclado en la crítica a la falta de rigor en el proceder de las investigaciones históricas al no repercutir sus resultados en la explicitación de los aportes e interpretaciones novedosas efectuados por nuestros pensadores, por lo que se explica la ausencia de la filosofía latinoamericana en las historias de la filosofía occidental. Afortunadamente con investigaciones sustentadas en fuentes originales, con el uso de procedimientos metodológicos explícitos y el abordaje de temas y autores inéditos, como lo hizo Rosa Elena Pérez de la Cruz, se está aportando, desde América Latina, una riqueza de informaciones e interpretaciones filosóficas que, más temprano que tarde, servirán para ser incluidos en la necesaria historia de la filosofía mundial. Ante la pérdida de una versada estudiosa de la historia de la filosofía latinoamericanista y con el propósito de mantener viva su memoria, quienes participamos de sus mismas inquietudes intelectuales, tenemos la impronta académica y moral de proseguir la autognosis de la filosofía latinoamericana.