ADIÓS A LAS BECAS. Zapatero convierte las becas en un subsidio al fracaso escolar que no ayudará a los alumnos más desfavorecidos

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1 10/07/2009 Nº 108 EDUCACIÓN ADIÓS A LAS BECAS Zapatero convierte las becas en un subsidio al fracaso escolar que no ayudará a los alumnos más desfavorecidos EFE / J.J. GUILLÉN Álvaro Vermoet Hidalgo, presidente de la Unión Democrática de Estudiantes. Consejero del Consejo Escolar del Estado Decenas de estudiantes, sentados en el césped, dan el último repaso antes de iniciar los exámenes de Selectividad (Cantoblanco, Universidad Autónoma de Madrid). La nueva ocurrencia del ministro Ángel Gabilondo retribuir la permanencia de los peores alumnos en la ESO para que no abandonen el sistema educativo sin ningún título raya lo esperpéntico. Los gobiernos socialistas han desvirtuado el significado y el fin de las becas de estudio. Lo que debería ser una fórmula para recompensar el esfuerzo de los mejores estudiantes se ha convertido, con la actual perversión igualitarista, en un sistema que premia a los mediocres o en una mera ayuda social a familias con niveles bajos de renta, independientemente del resultado académico. Los fines más loables de un buen sistema de becas incentivar el estudio, mejorar la calidad de la enseñanza o convertirse en un auténtico ascensor social han desaparecido.

2 Históricamente, el término beca se ha asociado no sólo a un reconocimiento del mérito sino al único instrumento que permitía a los alumnos con menos recursos económicos salir adelante a través de su esfuerzo. Era, por ejemplo, el caso de las becas rurales, la contrapartida a una instrucción pública muy exigente en las escuelas públicas rurales, configurando la combinación de ambas medidas un auténtico ascensor social. Desde los 10 años, un buen resultado en el examen de ingreso al Bachillerato y en el examen de la beca rural garantizaba la ayuda del Estado, siempre que el alumno mantuviese una media de 7 en un centro oficial en la ciudad. Todo ello para cursar una etapa educativa, el Bachillerato, con entidad propia, con un Título de prestigio y con una duración suficiente para proporcionar una formación cultural previa a la especialización universitaria. Nada que ver con el curso y medio de preparación de la Selectividad en que se ha convertido esta etapa. Antes de las reformas socialistas, la exigencia y la disciplina de la instrucción pública nacional hacían que ésta gozase de un gran reconocimiento social, que se trasladaba al prestigio de sus notas y títulos académicos. Por el contrario, la sociedad percibía la educación privada como una salida que podían proporcionar los padres con dinero a sus hijos, no para garantizarles una formación mejor, sino para darles una salida cuando no llegaban al nivel exigido por la instrucción pública. Hoy, son pocos los centros públicos que han logrado mantener un mínimo nivel de disciplina. Con la llegada de las pedagogías sesentayochistas, las políticas igualitaristas y la idea socialista de democratizar la educación garantizando una escolarización uniforme, la educación pública se convirtió en poco más que en un recinto de presencia obligatoria para los adolescentes. El igualitarismo desterró la promoción social sencillamente porque ésta exigía poder distinguir a un alumno, considerando sólo su mérito. Esta ceguera ideológica se trasladó también, hace ya años, a la financiación del sistema educativo y del sistema universitario y, concretamente, a la política de becas. El incentivo y reconocimiento que antaño representaban las becas dejó paso en la enseñanza básica precisamente aquella que actuaba de ascensor social y en la Universidad, a un subsidio de renta fija, compuesto principalmente por la gratuidad de todos los niveles de enseñanza y por algunas ayudas para libros y desplazamientos, pero desconectado por completo de cualquier resultado académico. Las ayudas públicas, especialmente las destinadas a la enseñanza básica, se desvincularon de cualquier exigencia académica e, incluso, de la mera voluntad de estudiar. Con la llegada de las pedagogías sesentayochistas, las políticas igualitaristas, y la idea socialista de uniformizar la educación, ésta se convirtió en poco más que en un recinto de presencia obligatoria para los adolescentes 2

3 El incentivo y reconocimiento que antaño representaban las becas dejó paso a un subsidio de renta fija desconectado por completo de cualquier resultado académico Casi cuatro años después de la única reforma educativa planteada por el Gobierno de Zapatero, introducir Educación para la Ciudadanía, el nuevo ministro de Educación, Ángel Gabilondo, nos sorprende anunciando un nuevo catálogo de becas. Se ofrece, por un lado, una beca salario para los universitarios (que están, de media, dos años más de los previstos para cada carrera, habida cuenta de la gratuidad de la Universidad), que en modo alguno se propone premiar a los alumnos con mejores resultados académicos. Por el otro, se propone, para la Educación Secundaria, una supuesta beca que no es otra cosa que un instrumento de maquillaje del abandono escolar. Esta última beca sí tiene en cuenta los resultados académicos pero, en lo que parece una auténtica caricatura de la política educativa de izquierdas, se tendrán en cuenta en sentido inverso: se becará sólo a aquellos alumnos que hayan fracasado en la Educación Secundaria. Así, para evitar que los adolescentes que han dejado el Instituto incrementen las estadísticas del fracaso escolar, se les concederán a cambio de matricularse en la antes denominada Garantía Social. De los otros, los buenos estudiantes que, pese a las políticas socialistas, encuentran incentivos al estudio y ven mejorar su rendimiento, nada se dice. Las becas de Gabilondo en la Educación Secundaria Con el título de becas de mantenimiento se aprueba una nueva convocatoria cuyos destinatarios son, según el Gobierno, aquellos alumnos en riesgo de abandonar la Educación Secundaria Obligatoria. Concretamente, las ayudas se dirigen a los alumnos que, habiendo fracasado en la Educación Secundaria Obligatoria, cursen un módulo voluntario destinado a obtener este título dentro de los nuevos Programas de Cualificación Profesional Inicial, que no son otra cosa que la justamente denostada Garantía Social. La cuantía de la beca será de y se condicionará, en teoría, al aprovechamiento académico del alumno. Tras la implantación de una escolarización obligatoria y uniforme hasta los 16 años destinada a lograr la igualación social de los alumnos, se ha disparado 3

4 en España el abandono o fracaso escolar, es decir, la tasa de alumnos que, tras más de una década escolarizados, dejan el sistema educativo sin el título más elemental. Las políticas socialistas, al tratar de que todos los alumnos hagan exactamente lo mismo, ignorando las diferencias entre ellos, han conseguido que uno de cada cuatro alumnos deje el sistema educativo de igualación social sin ningún título, accediendo al mercado de trabajo con 16 años en las peores condiciones posibles. Estas tasas de abandono se vienen reiterando desde hace décadas y, pese a ello, los socialistas se han opuesto a cualquier diversificación del sistema educativo. Irónicamente, quienes dicen defender la igualdad, prefieren que un alumno celebre su decimosexto cumpleaños sin ningún título académico y buscarle entonces una salida capaz de competir con un puesto de trabajo. La beca de mantenimiento responde exactamente a esa filosofía: una vez que el alumno ha dejado el sistema educativo a los 16 años sin conseguir nada, se le ofrecen para que vuelva a intentarlo en vez de trabajar. No olvidemos que la propuesta viene del mismo Gobierno que derogó la Ley de Calidad de la Educación que pretendía, precisamente, dar una salida formativa a estos jóvenes dentro del sistema educativo que se anticipase al abandono. Esta obsesión por lograr, en nombre de la igualdad, que los jóvenes permanezcan en las mismas aulas hasta los 16 años sean cuales sean sus resultados, genera tres problemas adicionales a la elevadísima tasa de abandono escolar: 1) El grave deterioro para la disciplina y el rendimiento académico de los otros alumnos, pues normalmente los alumnos a mantener en el sistema educativo han repetido curso varias veces. 2) El inmensurable gasto público de tener a un joven escolarizado durante diez años sin que finalmente obtenga el título más elemental. Gasto al que ahora hay que añadir las nuevas ayudas que propone el Gobierno. Para evitar que los adolescentes que han dejado el Instituto incrementen las estadísticas del fracaso escolar, se les concederán a cambio de matricularse en la antes denominada Garantía Social 4

5 Las políticas socialistas han conseguido que uno de cada cuatro alumnos deje el sistema educativo de igualación social sin ningún título 3) La escasez de incentivos que tiene ese alumno para, cumplidos los 16 años sin título alguno, renunciar a un trabajo remunerado y reincorporarse a un sistema educativo en donde ya ha fracasado. Es, precisamente, para incentivar esta vuelta para lo que el Ministerio de Educación que dirige Ángel Gabilondo convoca estas becas. No estamos, por tanto, ante ayudas destinadas a los peores alumnos de la Educación Secundaria Obligatoria, una etapa gratuita para la que ya de por sí se ofrecen becas por renta para libros y materiales. Estamos, por el contrario, ante ayudas destinadas a los alumnos que ya han fracasado en esta etapa y a los que se subsidia para inscribirlos en la antigua Garantía Social, hoy llamada Programas de Cualificación Profesional Inicial. En definitiva, estamos ante un intento del Gobierno por competir con el coste de oportunidad que supone para estos alumnos acceder al mercado de trabajo en vez de matricularse en estos Programas. Considerando la comparativa salarial, se puede prever la inoperatividad de la medida. La edad de estos alumnos se situará entre los 16 años (aquellos que dejan la escolarización obligatoria nada más alcanzar la edad legal o que algo antes son enviados a estos programas desde los centros docentes) y los 21 (quienes o bien siguen en el Instituto más allá de la edad obligatoria y, tras llegar al máximo de repeticiones por curso sin aprobar, acaban en estos Programas, o bien vuelven al sistema después de algún año sabático). A esto hay que añadir que la muy limitada exigencia académica de la Educación Secundaria Obligatoria hace pensar que no estamos ante alumnos que hayan sufrido dificultades académicas pese a su esfuerzo sino todo lo contrario, ante alumnos que voluntariamente han evitado toda colaboración a lo largo de diez años de escolarización obligatoria, muchos de ellos con vistas a trabajar nada más cumplir la edad legal para ello. Finalmente, hay que recordar que la exigencia de baja renta familiar de la nueva beca hace pensar que sus destinatarios serán los mismos alumnos que han desaprovechado voluntariamente no sólo diez años de escolarización gratuita sino las becas por renta de enseñanzas no universitarias: libros de texto y material informático, becas que en ningún caso exigieron un mínimo aprovechamiento académico a estos alumnos. Becas frente a subsidios Resultaría mucho más provechoso para estos chicos y para la sociedad en su conjunto que no se esperase a 5

6 su fracaso en la Educación Secundaria para sólo entonces tratar de convencerles con de que, en vez de trabajar, vuelvan al Instituto. Si se les ofreciese antes de su fracaso, es decir, a los 13 ó 14 años, una alternativa técnico-profesional, adaptada al mercado laboral, dentro del sistema de escolarización obligatoria, se aprovecharían mejor los recursos públicos, los alumnos en cuestión obtendrían no sólo un título sino también unos conocimientos que les resultasen útiles y se podría elevar el nivel de exigencia al resto de los alumnos, con lo que la escuela volvería a su primitiva función de ascensor social. Así, por un lado, se incentivaría la promoción de los buenos estudiantes, que tendrían un clima más exigente en el que desarrollar sus aptitudes y poder aspirar a títulos académicos de verdadero prestigio. Y, por otro lado, se lograría que todos, y no sólo una parte de los alumnos, terminasen su escolarización con una formación que les permitiera aspirar a mejores condiciones de trabajo en el futuro. Es más, si estos alumnos dejasen el sistema educativo con un título de una modalidad técnica de Secundaria en vez de con un certificado de fracaso a los 16 años, resultaría más probable que aspirasen a seguir unos años más con una Formación Profesional. Incluso, a la edad a la que el Gobierno pretende darles los 1.350, podrían estar compatibilizando esa Formación Profesional, mucho más útil que la Garantía Social, con un contrato formativo que les reportara mayores ingresos de lo que pretende darles el Gobierno. Tendría sentido hablar entonces de política de becas en la Educación Secundaria, ya que habría tanto estudiantes de modalidades académicas como de modalidades técnicas a los que inculcar desde las más tempranas edades valores como la excelencia, el esfuerzo y la recompensa del mismo, a través de distintas modalidades de becas que garantizaran que ningún alumno deje su rama formativa por falta de recursos económicos para seguir estudiando. Es decir, lo que se ha entendido siempre por beca antes de que los socialistas cambiaran su finalidad. Las becas de Gabilondo en la Universidad Los movimientos juveniles de extrema izquierda vienen reclamando desde hace años, como supuesta política educativa, la instauración de un salario universal para estudiantes. Un término que, por otra parte, evoca a la renta mensual que reciben los universitarios en los Países Bajos donde, sin embargo, su percepción se vincula a la excelencia universitaria con inde- Los destinatarios de las nuevas becas serán los mismos que han desaprovechado voluntariamente diez años de escolarización gratuita y las becas por renta de enseñanzas no universitarias 6

7 Limitar la política de becas a redistribuciones de renta supone no premiar el esfuerzo ni incentivar el mérito pendencia de la renta familiar. Es decir, exactamente lo contrario de lo que se propone en España. Pues bien, es este tipo de lógica la que ha movido al ministro de Educación de Zapatero a cambiar la denominación de beca por la de salario para las ayudas a los universitarios, sin duda uno de los colectivos prioritarios para la estrategia electoral de Zapatero. Según el Gobierno, se ofrecerá a estos alumnos un salario de en función de la renta de su unidad familiar, que compense la ausencia de ingresos que comporta la dedicación plena a los estudios universitarios. En total, la convocatoria prevé un gasto anual de millones de euros. Poco después de anunciar la medida, celebradas ya las elecciones europeas, el Gobierno anunció la mayor subida de impuestos de los últimos años y solicitó un crédito de millones de euros para hacer frente a la desorbitada deuda pública que, semanas antes, no parecía preocupar en absoluto (recordemos, por ejemplo, la promesa de un portátil por alumno). bajan ambos padres, y que, además, no considera en ningún caso los resultados. Por tanto, lo que hace el Gobierno es cambiar de nombre una ayuda social que, por necesaria que pueda ser para algunas familias, nada tiene que ver con la idea tradicional de beca, precisamente de lo que carece nuestro sistema universitario. Por tanto, aunque se apoye la existencia de ayudas para rentas tan bajas, queda claro que el limitado público al que se dirigen estas ayudas y su propia razón de ser configuran una ayuda social más que una beca. Por una sociedad meritocrática: volvamos a las becas Por lo general, un alumno con pocos recursos económicos lo va a tener más difícil para salir adelante. Precisamente por ello, la instrucción pública debe, desde las más tempranas edades, incentivar un especial esfuerzo y En esencia, parece que nos encontramos ante el mismo tipo de beca que ya ofrece el Ministerio para las enseñanzas universitarias, limitada a unos umbrales de renta familiar tan bajos que las hacen inaccesibles para la inmensa mayoría de las familias, especialmente para aquellas donde tra- 7

8 Si nos centrásemos en premiar al alumno que se esfuerza, tendríamos un sistema más competitivo y liberaríamos recursos para becas que premien la excelencia una especial brillantez en los alumnos con menos recursos. Limitar la política de becas a redistribuciones de renta supone no premiar el esfuerzo ni incentivar el mérito. No se critica la gratuidad de la matrícula y las ayudas para las rentas más bajas, pero sí que no exista, en todo el sistema universitario, incentivo económico alguno que premie los resultados académicos, es decir, una sola beca en el sentido tradicional del término, que recompense el esfuerzo e incentive una promoción social basada en el mérito. Por otro lado, desde la perspectiva de la sociedad, no parece que existan motivos para que un alumno que permanece en la Universidad muchos más años de los previstos en acabar una carrera (seis años de media frente a los cuatro previstos, con lo que hay alumnos que lo alargan muchos más años), y va aprobando asignaturas con suficientes, disfrute de estudios completamente gratuitos todos esos años. Mucho menos se justifica que no exista consecuencia alguna para un alumno que, después de todos esos años, ni siquiera acaba la carrera. Un estudio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada cifraba en millones de euros el coste anual del fracaso en la universidad española. Si en vez de centrarnos en la demagogia electoralista de los salarios nos centrásemos en premiar al alumno que se esfuerza y castigar el que despilfarra el enorme gasto que supone para la sociedad el alargamiento de su estancia en la Universidad, tendríamos un sistema más competitivo y liberaríamos recursos, que podríamos destinar tanto a auténticas becas que premien la excelencia como a las existentes ayudas sociales. papeles@fundacionfaes.org FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales no se identifica necesariamente con las opiniones expresadas en los textos que publica. FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales y los autores. Depósito Legal: M